โœ“DEMON'S FEARS โŽฏโŽฏ แด›แดกแด…

By OrdinaryRue

181K 16.8K 3.3K

๐˜๐—ต๐—ฒ ๐˜„๐—ฎ๐—น๐—ธ๐—ถ๐—ป๐—ด ๐—ฑ๐—ฒ๐—ฎ๐—ฑ ๐—ณ๐—ฎ๐—ป๐—ณ๐—ถ๐—ฐ๐˜๐—ถ๐—ผ๐—ป [TERMINADA] Riley apenas puede soportar su propia mente... More

Inicio
chapter I
chapter II
chapter III
chapter IV
chapter V
chapter VI
chapter VII
chapter VIII
chapter IX
chapter X
chapter XI
chapter XII
chapter XIII
chapter XIV
chapter XV
chapter XVI
chapter XVII
chapter XVIII
chapter XIX
chapter XX
chapter XXI
chapter XXII
chapter XXIII
chapter XXIV
chapter XXV
chapter XXVI
chapter XXVII
chapter XXVIII
chapter XXIX
chapter XXX
chapter XXXI
chapter XXXII
chapter XXXIII
chapter XXXIV
chapter XXXV
chapter XXXVI
chapter XXXVII
chapter XXXVIII
chapter XXXIX
chapter XL
chapter XLI
chapter XLII
chapter XLIII
chapter XLIV
chapter XLV
chapter XLVI
chapter XLVII
chapter XLVIII
chapter XLIX
chapter L
chapter LI
chapter LII
chapter LIII
chapter LIV
chapter LV
chapter LVI
chapter LVII
chapter LVIII
chapter LIX
chapter LX
chapter LXI +18
chapter LXII
chapter LXIII +18
chapter LXIV
chapter LXV
chapter LXVI
chapter LXVII
chapter LXIX
chapter LXX
the end?
epilogue I
epilogue II

chapter LXVIII

463 36 52
By OrdinaryRue

Dos semanas después

Luchaba contra mí misma por no caer dormida sobre la mesa, mientras iba notando como los párpados se me pegaban un poco más cada vez que pestañeaba. Cuando pensé que estaba a punto de resbalarse el bolígrafo de entre mis dedos, una mano se estiró sobre la superficie para tomar la mía.

— Quizás deberías dormir un poco. 

Sonreí levemente, agradecida por su preocupación.

— Estoy bien, hermanito. —apreté su mano con cariño antes de restregar mi cara. El cansancio me estaba matando, así como la frustración— Tan solo necesito terminar el... —Jesús sonrió— ...el puto inventario antes de que lleguen los chicos de Maggie. —sostuve mi cabeza de golpe, experimentando una horrible presión que me hizo tensar la mandíbula— Le debo muchísimo a Carol, al Reino por las provisiones, pero... Joder, esto es más complicado de lo que suponía.

— Sabes que si necesitas algo puedo salir. Desígname a alguien de tu confianza, no tengo problema con la gente del Santuario. 

Miré a mi alrededor, las paredes grises y los muebles de metal aún conseguían erizarme la piel como el primer día. 

— ¿Hace cuánto ha amanecido? —cuestioné aturdida.

Antes de que mi hermano pudiera contestar la puerta fue abierta, y el chirrido de las bisagras me provocó un dolor de cabeza aún mayor.

— ¡Buenos días, jefa! —Abraham entró dando largas zancadas y, plantando un beso en mi mejilla, reposó los brazos sobre mis hombros para ojear qué era aquello que tenía frente a mí— Aburrido. 

— ¿Qué demonios haces levantado? —miré hacia arriba, encontrándome una irritante sonrisa pegada a su cara— En Hilltop te ordenaron reposo durante tres semanas, ¡¿cómo se te ocurre subir todas esas escaleras hasta aquí?!

— Eh, eh, no me retes tan temprano. —se sentó a mi lado, justo frente a mi hermano— Me encuentro bien, ¿vale? Además, subí los escalones como un anciano con artritis.

Finalmente solté el bolígrafo, después de horas, en un golpe rotundo y seco contra la mesa.

El Santuario, la presión de tantas personas a mi cargo, Carl, la ausencia de Rick que me iba desgastando en silencio. Estaba en el jodido límite, si es que no lo había rebasado ya.

— Riley. —Jesús se adelantó al ver mi expresión— ¿Qué te parece si me encargo yo del resto? —apiló las hojas antes de que tan siquiera pudiera responderle.

— Hay que enviar a Tyler al Reino. —mi hermano me observó confundido, haciendo su mayor esfuerzo por retirarme, aunque fuera un poco, de trabajo acumulado— Tyler es ingeniero, trabajó en una hidráulica en Oregón.

Abraham compuso una expresión de auténtico horror.

— ¿Es que acaso te has aprendido los nombres, y el puñetero pasado, de todos? Son más de cien personas, Riley.

Resoplé ignorándolo, aunque sabía muy bien que tenía toda la razón en extrañarse. Quizás, y solo quizás, llevaba demasiado tiempo sin dormir.

— El Reino ha estado teniendo problemas con el suministro de agua. El Rey necesita ayuda, y no pienso darle la espalda, aunque estemos de mierda hasta arriba. 

Inhalé profundamente, pero de nada sirvió. Los dedos empezaron a cosquillearme.

— De acuerdo. —Jesús apretó mi hombro con afecto— Yo me encargo, tranquila.

Asentí, suspirando un cansado "gracias" cuando salió por la puerta.

Aún era para mí un misterio el cómo Carol había conseguido convencer al Rey, después de perder cruelmente a todos sus hombres en la guerra con Negan, de que nos extendiera una mano para reconstruir el Santuario, para alimentar a la gente hasta que consiguiera ser autosuficiente. Este lugar se había basado en tomar del resto, y no iba a ser sencillo cambiar algo tan arraigado en las paredes.

De golpe me sentí asfixiada, con unas irremediables ganas de maldecirlo todo. Aquel no era mi sitio, pero se me había encadenado a él como si fuera la única capaz de hacer tal cosa. No lo era, ni de coña era quién debía dirigirlos.

La silla cayó hacia atrás cuando me levanté de golpe, y mi mano viajó a mi cintura antes de que pudiera procesar lo que estaba haciendo. Una espina se incrustó en mi pecho al rozar con mis dedos, el sombrero vaquero que colgaba de mi cadera desde hacía dos semanas.

— Necesito matar algo. —musité, clavando mis ojos sobre Abraham. El pelirrojo quedó mudo, alejando su cuerpo de mí por reflejo— ¡Necesito matar algo o perderé la cabeza! —desesperada, clavé el machete sobre la mesa. La marca de la hoja iba a quedar eternamente en el metal.

— Creo que ya la has perdido, Ray. —bromeó poniéndose en pie.

— Llevo diez días sin salir del Santuario, diez días sin ver un maldito caminante, diez días sin Ri...

— Entendido. —alzó las manos frenando mi loco discurso— Te sacaré de aquí.

— Busquemos una horda. —rogué angustiada, mientras Abraham me arrastraba por los hombros fuera de la oficina— Tomemos un par de automáticas. —se me apretó la garganta, raspándome incluso el respirar— Mejor no, no estamos para desperdiciar balas. 

— Ya piensas como toda una jefa.

— ¿Sabes que odio que me llames así?

— Lo sé, por eso es tan divertido.

El sonido inconfundible de varias pisadas se escuchó por el pasillo, seguido de una voz que creció hasta que pude reconocerla.

— ¿¡Q-Qué te ha ocurrido?! —Jesús me encontró rápidamente con la mirada.

Nunca lo vi recorrer tan rápido una sala como en aquel momento.

— Ey, te estaba esperando. —saludé con calma, excesiva calma.

— Estás llena de sangre, Riley. —dijo, como si no fuera obvio ya para mí. 

Con un asentimiento a su espalda, los dos hombres que lo estaban acompañando se alejaron por el pasillo, no sin antes observarme con profundidad.

— Entré por una de las puertas traseras, por si te lo preguntas.

— No me importa que te vean así, me importa el por qué estás así. —resoplando, se sentó a mi lado en la mesa— Dime que Abraham no ha tenido nada que ver.

— Te estaría mintiendo. —sonreí al ver como se crispaba— Fue mi culpa, le dije que necesitaba despejarme, bueno, más concretamente matar algo.

— Lo normal, ¿no? —ironizó divertido— Comprendo que esto te sea difícil, para mí tambien lo es y...

— Tú pareces haber nacido para esto, Paul. —me puse en pie, y la ansiedad me regresó haciéndome caminar en círculos— Pero esto... —abarqué mi alrededor con ambos brazos— Es demasiado para mí. Son... demasiadas cosas, y todo problemas. —se alzó, pero en cuanto volví a moverme por la habitación, él se mantuvo apoyado sobre la mesa— Aún no hemos encontrado ni una sola pista sobre Negan, y él tiene al padre Gabriel. —hice un furioso aspaviento— Si es que lo ha mantenido con vida, de ese enfermo psicótico puedo esperarme ya cualquier cosa. Después, oh, después está el tema de Sherry. —me detuve en seco para masajearme la frente— Michonne la estuvo buscando por mí, pero nada, ni rastro. 

— ¿Hoy fuiste al invernadero? —cuestionó mi hermano, con una templanza que envidiaba.

— Sí, fue allí donde Dwight... —su nombre me produjo un dolor instantáneo en el pecho, un desgarrón que me dejó sin habla por un segundo— Sherry enterró allí a su hermana cuando la mordieron, si hay un solo lugar donde pueda volver, tiene que ser ese. —Jesús asintió, y con cautela lo vi dar un paso en mi dirección— Y no me hagas nombrarlo a él, porque entonces sí que... —suspiré, y el temblor de mis manos me hizo bajar la mirada a estas de golpe— Le prometí a Carl que cuidaría de él, ¿y qué hice? Largarme a los dos días.

— Tenías que irte. —estiró sus manos para abarcar las mías, que no se detuvieron, pues la agitación de estas era debido a mi abrumante falta de sueño— El Santuario te necesitaba, toda esta gente te necesitaba.

— Otro podría haberlo hecho. —me excusé— Cualquier otro. Rick... él me necesitaba también.

— Rick se fue, un día después de que tú lo hicieras.

— Pero, quizás, si me hubiera quedado...

— Daryl está con él, ¿recuerdas? —apretó nuestras manos, y tirando de mí nos incitó a sentarnos en las escaleras— Están buscando a Negan, Riley, algo que todos desearíamos estar haciendo.

— Hace días que no me contacta por radio, y no entiendo por qué. Únicamente sé que está vivo por Daryl. —bajé la vista a la radio en mi cintura— Suele informarme por las noches. —reí sin gracia— Ya se está retrasando. 

— ¿Hace cuánto que no duermes? 

— ¿A qué viene esa pregunta? —desvíe mi atención a cualquier otro punto de la habitación que no fuera él— Aún sigo sin poder mirar esa cosa. Me produce escalofríos. —Jesús contuvo el aliento, consciente de que iba a evitarlo a cualquier coste, terminó por seguir el rumbo de mi mirada— No pienso sentarme ahí jamás.

En el centro de la sala, se erigía un trono de metal. Hecho de pedazos de chatarra, pero, todavía así, lograba tener un aspecto intimidante.

— Jadis tuvo una forma peculiar de felicitarle por tu nuevo cargo.

— Sí, podría habérselo ahorrado. Una escultura de un gatito hubiera estado mucho mejor. —se formó un largo silencio tras mis palabras. En algún punto Jesús terminó abrazándome por la espalda, y cuando el estrés, la furia, se convirtieron en nostalgia y tristeza, mi cabeza cayó sobre su hombro— Los echo de menos. —sentí a mi hermano tensarse antes de acercarme un poco más a él— ¿Crees que lo hubieran logrado? ¿Qué podrían haber sobrevivido con nosotros si...?

— No lo sé. —admitió con debilidad— Pero yo también los echo de menos, cada día. —sonreí con los labios apretados— Aunque... Estoy seguro de que a mamá le daría un ataque si te viera así ahora mismo.

— ¿Qué? ¿Qué tengo de malo? —me ofendí, justo antes de caer en cuenta que estaba aún llena de sangre— Tienes razón.

De nuevo, regresamos a un silencio cálido, reconfortante, que me hizo apreciar lo importante que era mi hermano para mí.

— Terminará por contactarte. —alcé la cabeza ante sus palabras, reflejándose mi confusión en cada línea de mi rostro— Rick. —aclaró— Debe tener un motivo, no sé cuál, pero en cuanto lo solucione él te buscará. Siempre termina buscándote. 

Después de días sin dormir, las palabras de mi hermano me calaron tan hondo que por fin tuve la necesidad de descansar, de tomar un respiro, de no buscar ser la salvadora de todos por un día.

Estaba exhausta, tambaleándome por los pasillos como un auténtico muerto. El agua caliente de la ducha me había atrofiado las neuronas, y el cálido jersey de Abraham ya me estaba acurrucando como si estuviera en mi puñetera y deseada cama. Cuando llegué a mi habitación, apoyando la frente en la puerta como si hubiera encontrado el jodido Edén, esta se abrió haciéndome trastabillar.

— ¡Lily! —maldije atrapando el marco antes de caer— ¿Qué haces despierta a... —la pequeña retrocedió un par de pasos, y al ver sus ojos enrojecidos me agaché a su altura— ¿Qué ocurre? 

Aparté los rizos de su cara, y la expresión que me regresó me rompió un poco por dentro. Era mi culpa, lo supe antes de que abriera la boca.

— Lo prometiste. Prometiste que hoy sí estarías para protegerme de las pesadillas. —cuando intenté retirarle una lágrima, se alejó acelerando su paso hasta la cama. Estaba molesta, pero no enfadada, ella nunca se enfadaba a pesar de lo jodida que yo era— Vi a mi mamá, era uno de esos monstruos y ella... —subió sus piernas, y necesitando algo que apretujar, tomó la almohada a su lado— Ella venía a por mí, pero no era mi mamá, mi mamá no me haría daño.

Cerré la puerta, entrando finalmente al dormitorio.

— Lily... —suspiré, y antes de sentarme a su lado abrí la mesilla para dejar la pistola y la radio. Al ver el cajón, sentí otro golpe directo en la mandíbula, y en el alma. La carta de Carl, aún sin abrir, se encontraba en el fondo— Lo siento. —cerré el cajón, y la abracé tumbándonos a ambas en la cama— Lo siento muchísimo, soy horrible, un desastre, no merezco ni que compartas tu colchón conmigo.

Lily intentó resistirse, sin embargo, terminó por vencerle la sonrisa.

— Lo hago porque me permites doble ración de postre en los almuerzos.

— Cierto. —reí— Pero no vayas contándolo por ahí, ¿de acuerdo? Podrían echarme a patadas de mi puesto de jefa. Aunque... pensándolo bien...

Lily volvió a reír, una risa dulce que le formaba dos hoyuelos en las mejillas.

— ¿Me perdonas? —acaricié su mejilla, recordando el día en que la vi llorando sobre el cuerpo de su madre. 

Mi culpa. Fue mi culpa...

— Puede. —asentí, contemplando como le brillaban los ojos. Tomándome desprevenida, se acomodó en mi regazo, y como si su mente fuera un torbellino de pensamientos y emociones, la tristeza le regresó, arrollándola— Tienes que cumplir tus promesas. —me ordenó con la voz quebrada— Tienes que hacerlo, porque tienes que quedarte conmigo.

— Lo haré. —respondí sin atisbo de duda.

— Tienes que protegerme, ¿sí? Y-y... —su mirada me atravesó por completo, y me pareció una locura el saber que aquella niña era ahora mi responsabilidad, simplemente, porque el destino lo había decidido así— Y cuando crezca, yo te protegeré a ti, ¿vale? —asentí lentamente— Promételo, promételo de verdad.

— Te lo prometo, Lily.

Su cuerpo se relajó en mis brazos, se durmió a mi lado, segura de que yo podría quitarle cada uno de sus miedos. Y, sin darme cuenta, caí rendida yo también al poco tiempo. 

Lamentablemente, a penas fui capaz de dormir un par de horas, y lo más jodido es que no fue por culpa de mi insomnio, sino por el ruido estático de la radio. Lily se aferró a mi cintura, incluso dormida, fue capaz de comprender que estaba a punto de irme. Sonreí observándola, decidida a ignorar la maldita radio, cuando escuché su voz.

— ¿Riley?

El corazón me golpeó con fuerza el pecho, con el pulso desbocado salí de la cama a trompicones. Vi a la pobre Lily hacer una mueca, antes de acurrucarse para apretujar ahora mi almohada. 

— ¿Rick? —jadeé con la radio pegada a los labios. El silencio se hizo al otro lado de la línea, y mis ansias de escucharlo de nuevo, de saber que no había alucinado con su voz, me llevaron a salir fuera de la habitación— ¿Estás ahí? —poco me importó ir descalza por el pasillo, ni el frío del metal cuando bajé las escaleras de dos en dos— Contesta am-

Choqué contra un hombre, que subía casi a la misma velocidad con la que yo estaba descendiendo los escalones. Nos disculpamos ambos con un rápido asentimiento, pero por algún motivo me quedé observándolo. A él le ocurrió lo mismo. Fueron tan solo unos segundos donde nos miramos, y cuando estuvo a punto de irse, me di cuenta del porqué me extrañaba tanto aquel hombre. Su rostro no me era conocido, y eso que creía haberme presentado ante todos en el Santuario. 

— Riley. —la voz de Rick me hizo olvidarlo todo, me plantó una sonrisa estúpida en la cara— Siento no haber contactado antes. —aceleré escaleras abajo, tomando un pasillo vacío donde detenerme— Encontramos un rastro esta mañana, pero... —resopló, y sentí su cansancio hasta en mi propia carne— ¿Estáis ahí? Necesito oír tu voz.

Me apoyé contra la pared, atontada y con ganas de gritarle que lo dejáramos todo, que volviéramos juntos a Alexandria, con Judith y Lily. Que el resto se encargara de resolver el jodido mundo, no nosotros.

— Estoy aquí. —contesté, sentándome. 

No había más que oscuridad en el pasillo, y un ruido lejano de las chapas de metal agitándose producto del viento. Sostuve la radio con ambas manos, como si pudiera estar así un poco más cerca de él.

— Odio esto. —confesó, y me imaginé que estaría despeinando su pelo por la forma en que suspiraba por la radio— Odio que estemos tan lejos, lo sabes, ¿no? 

Su tono, inquieto, provocó que mi corazón se apretujara.

— ¿El gran sheriff Grimes me echa de menos? —bromeé nerviosa.

Cuando su risa reverberó, suave y calma junto a mi oído, sentí más que nunca que estaba en el sitio equivocado. Tendría que haberme quedado con él.

— No sabes cuánto... —se detuvo abruptamente, dejándome intranquila por un momento— Cuanto has mejorado este día.

Me tensé en mi sitio, frunciendo el ceño ante la forma en la que había confesado aquello.

— ¿Hay algo de lo que deba preocuparme? ¿Estás bien? Si ha pasado algo yo...

— No ha ocurrido nada. —respondió seguro— Te lo prometo.

— De acuerdo. —asentí— Te creo, es solo que... yo también odio esto. 

POV Rick

— Debo irme ya. —dije tras encontrar a Daryl de reojo.

— ¡¿Tan pronto?! —se quejó, y su irritación me pareció adorable.

— Deben ser las tres o las cuatro de la madrugada. ¿No deberías estar durmiendo cariño? —la escuché refunfuñar insultos del otro lado— ¿Es que acaso podrías estar echándome de menos?

 ¿Yo? —se escandalizó— Imposible, algo así únicamente ocurre en tus sueños, Rick. 

Negué con la cabeza, ella era la única capaz de hacerme sonreír, aunque me encontrara tan roto por dentro. Notaba que se esforzaba en ello, en recomponerme pedazo a pedazo, tomándose tiempo en mí. Me asustaba amarla tanto, sabiendo lo que podía doler el perderla en un futuro. 

Daryl insistió en que entrara rápido a la cabaña, cuando le asentí, asegurándole que terminaría pronto, se mantuvo dudoso hasta que finalmente se regresó dentro, dejándome solo en el bosque.

— Te quiero. —cuando no contestó, me imaginé su rostro irritado pero sonrojado también. Estaba tan seguro de que tenía esa cara en aquel momento, que tuve que apretar los labios para no sonreír de nuevo— ¿Riley?

— Sí, sí. —masculló— Yo también... Ya lo sabes.

— Lo sé, pero me gusta oírtelo decir.

Resopló divertida.

— Te quiero. —soltó firme— ¿Contento? Sabes que lo hago, y que lo seguiré haciendo aunque te vuelvas demente, o me digas que quieres ir a New York a lanzar caminantes desde el Empire State.

— ¿Q-Qué...

— No es tan raro. —se excusó— Podría ser divertido.

— Eres tú la demente, cariño. —apoyé la radio en mi frente. No quería despedirme, no quería dejar de oírla porque era mi ancla a tierra y, aunque ella no lo sabía, sostenía mi último ápice de cordura— Tengo que irme. Intenta dormir, tengo la sensación de que no lo estás haciendo.

Encendió la radio para contestar, sin embargo el ruido de la estática se extendió largos segundos. Finalmente apretó el botón de nuevo.

— Volvamos pronto a casa, Rick.

Quise responder, prometerle que así sería, cuando se escuchó un chasquido que indicaba que había abandonado la frecuencia.

Enganché la radio en mi cinturón, y antes de cruzar la puerta de la cabaña, estiré la espalda notando como los músculos se me tensaban de golpe. El interior me recibió oscuro, con un olor horrible a metal y moho. 

— Ey, tío, ya la h-he dicho a tu compañero que no sé nada sobre él. —completamente magullado, el hombre en mitad de la sala intentó acercarse a mí. 

Lo ignoré, buscando con los ojos mi machete. No sabía donde demonios la había dejado, y la única vela prendida en una de las esquinas, apenas lograba iluminar nuestros rostros.

— Rick. —Daryl señaló uno de los cuerpos tendidos en el suelo.

En el pecho de este, sobresalía el mango rojo de mi arma. La arranqué de un tirón, y las costillas al romperse produjeron un ruido que detuvo al hombre en seco, antes de que lograra avanzar un paso más hacia mí. 

 Negan. —repetí su nombre por décima vez en la noche, pero definitivamente iba a ser la última porque mi paciencia había rebosado— Escapasteis con él por las alcantarillas. —ojeé mi alrededor, de los tres hombres que encontramos tan solo uno quedaba vivo— Dinos dónde está, y te prometo que lo haré rápido.

— No lo sé, juro que no lo sé. —aterrado al ver que no le creía, buscó la mirada de Daryl, pero este, al igual que yo, estaba harto— Nos fuimos hace días. Negan ya no tiene nada, seguirlo era...

— ¿Dónde está? —repetí pausadamente, y mi mano alrededor del machete fue enroscándose con más y más fuerza.

— ¡Aunque quisiera volver, no sabría cómo! Las alcantarillas eran un maldito laberinto. 

Torcí la cabeza e inspiré profundamente.

— Lo haré lento entonces.

La hoja traspasó su abdomen, y por inercia se aferró a mis hombros, como si así pudiera sostenerse un poco más a la vida. Lo lancé fuera de mí con rabia, y tambaleándose terminó por resbalar de espaldas a la pared. Sus manos se llenaron de sangre al aferrarse a al estómago, y cuando la hemorragia y heridas se extendieron, empezó a ahogarse.

— He visto a hombres tardar horas en morir con esa herida. —me agaché a su altura— Los pulmones se encharcan, se llenan de sangre hasta que esta te sube por el esófago y... Ese sabor... —pasé la lengua por mis labios— Metálico... Puede que lo soportes después de la primera media hora.

— No sé... no sé d-donde está... —lloró, y no sentí más que furia porque aquel hombre pensara, por un instante, que no merecía lo que le estaba ocurriendo— Él únicamente.... únicamente hablaba de cómo regresar, de regresar...

— ¿Al Santuario? —intervino Daryl en pie a mi lado. El hombre asintió con efusividad— Lo perdió, no volverá a ser suyo.

— Es de ella. —dijo entre escalofríos— Él lo sabe, sabe que ahora es a... a ella a q-quien siguen.

— ¿Cómo supone él que va a recuperarlo? —mi cuerpo entró en alerta ante la mención de Riley.

— Hay... —se removió, torturado por el dolor— Hay una entrada en la zona sur.

— No. —Daryl se alejó, molesto— Riley tiene todo vigilado, nunca descuidaría algo así.

El hombre rio entre dientes, y el movimiento le revolvió aún más, haciéndole apretar la mandíbula.

— Él tiene gente entre los obreros. —soltó con burla, como si fuéramos dos estúpidos ingenuos— Siempre observando... él siempre observa. 

No nos quedamos a esperar a que muriera, lo encerramos en la cabaña, sabiendo que ese iba a ser su destino, quisiera o no.

— Tenías razón. —cansado, me acerqué al coche para apoyarme— Teníamos que haber terminado con todo esto mucho antes.

— Podríamos haber explotado el Santuario con toda aquella dinamita. 

Asentí, viéndolo subir a su moto.

— Debieron de importarme más los nuestros, no los inocentes... Que les den. —sentencié— Los mataremos a todos.

━ Rick modo salvaje me da mil años de vida

el final de la historia se acerca, y no sé cómo sentirme al respecto :')

Gracias por leer y no olvides votar ♡ ━

Continue Reading

You'll Also Like

3.2K 274 19
Rachel tenรญa la esperanza de impulsar su carrera artรญstica con la pelรญcula "Piratas del Caribe: La Descendiente", pero lamentablemente no logrรณ alcan...
1.3K 156 6
El sultanato de Sergio es magnifico y eso significa que los demรกs reinos buscan fuertes conexiones con รฉl... Que mejor que mandando a sus mejores bel...
69.8K 6K 14
JAMES CONRAD.| Mason Weaver y Eliza Somer nunca creyeron en los monstruos. Y ese fue un error.
216K 12.3K 20
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ยฟQuรฉ suce...