dark paradise. aemond targ...

By targparadise

189K 18.1K 3.8K

dark paradise ;; ❝ ¿Quién puede presumir de conocer el corazón de un dragón? ❞ aemond targaryen x femoc hech... More

ch. 000
FIRST ACT
ch. 001
ch. 002
ch. 003
ch. 004
ch. 005
ch. 006
ch. 007
ch. 008
ch. 009
ch. 010
ch. 011
SECOND ACT
ch. 013
ch. 014
ch. 015
ch. 016
ch. 017
ch. 018
ch. 019
ch. 020
ch. 021
ch. 022

ch. 012

9K 882 544
By targparadise

CHAPTER TWELVE


advertencia: escena +18,
lenguaje sexual,
leer bajo su propia decisión!






126 d.C, King's Landing

































Existían muchas razones por las que Eireene debía sentirse nerviosa, tal vez más de las que su cabeza podría numerar, sin embargo, en esos momentos, jamás sintió tanta seguridad al realizar algo.

Podía oír, provenir desde su ventana, el sonido de carruajes arribar en la Fortaleza Roja, las voces de muchos Señores importantes y el rechinar de los caballos, oía la risa de un que otro niño, emocionado por la idea de pisar un castillo tan histórico y enorme.

Una calada de aire salió de sus labios y sus ojos se cerraron por un segundo. Tras varios años de planear y oír a sus padres discutir sobre cuándo sería apropiado unir su mano en matrimonio con Aemond, el día finalmente había llegado. No existía apuro entre ellos, después de todo, carecían de importancia entre las primeras líneas sucesoras.

Un par de manos sobre sus hombros levemente descubiertos la hicieron regresar a la realidad.  A través del enorme espejo de cuerpo completo divisó los ojos violetas de su hermana mayor, quién la abrazó por la espalda y apoyó su mentón sobre su hombro.

─Aún no puedo creer que hayamos llegado a éste día ─musitó, con una melancolía propia de ella desde que llegó a la Fortaleza. Rhaenyra no dejaba de ver a su hermana menor como la niña pequeña que tanto lograba encantarla. Ahora, era toda una mujer cuyos rasgos valíricos parecían fortalecerse junto a su mente─. Aún te veo como la niña que hacía mil preguntas a los Maestres y se enojaba cuando no le daban una respuesta.

─Aún sigo haciéndolo ─respondió Eireene, Rhaenyra soltó una larga carcajada que contagió a la menor de inmediato─. El tiempo ha pasado muy rápido, en eso estoy de acuerdo.

Demasiado rápido.

Rhaenyra había contraído matrimonio con Daemon tras el fallecimiento de Sir Laenor, Eireene no comprendió de inmediato lo que eso significaba hasta que escuchó a su padre quejarse de su impulsivo hermano menor y de su primera hija, realizando actos detrás de su espalda, muchos aludieron a que el hermano del Rey estaba detrás del Trono y lo que menos le importaba era la Delicia del Reino.

Su padre consideró hacerlo pagar por sus acciones imprudentes y así finalmente, apaciguar los rumores del reino, sin embargo, cuando la joven escuchó sobre el castigo que el hombre había pensado, se percató de que era un poco descabellado, por decir menos, y Eireene logró apaciguar una creciente llamarada destructiva entre Viserys y Daemon.

Algo que Rhaenyra continuaba agradeciéndole. Podría haber perdido el Trono de no ser porque Eireene intervino a tiempo.

─Aemond es afortunado ─le dijo la mayor, sonriéndole─. Deberá agasajarte por ser tan asombrosa y darle tú mano.

─Aemond no debe hacer nada de eso, 'Nyra ─dijo ella, riendo por lo bajo─. ¿Aún consideras que merezco un mejor hombre que él? Apenas lo conoces, aún estando unidos por sangre.

Rhaenyra suspiró levemente, un poco de acuerdo con sus palabras; nunca se había tomado el tiempo de conocerlos, sólo hablaba con Eireene y Helaena en algunas ocasiones. Pero, existía una pared invisible entre ella y sus dos hermanos menores.

─Si dices que él va a protegerte, entonces quedaré en completo silencio.

─Él siempre me ha protegido ─le dijo─. Nunca olvides que siempre me protegerá.

Rhaenyra asintió en el mismo momento en que Alicent atravesaba las puertas de los aposentos suyos. La heredera del Trono observó a la mujer que supo ser una de sus personas más allegadas, y admiró el largo vestido verde, recordando qué asintió con uno parecido el día de su boda con Laenor.

Alicent apenas le dió una mirada de soslayo y enfocó sus ojos en la menor de su familia. Eireene lucía hermosa por dónde fuera que la observe, sintió lágrimas en sus ojos mientras se acercaba, pensando en que otra de sus hijas debería de ser unida en matrimonio y aunque le daba un poco de paz que fuera junto a Aemond, no sabía cómo sentirse realmente.

«Fue la voluntad de Eireene» se recordó a ella misma. Nadie la obligó a contraer nupcias con su hermano, ella misma lo escogió por encima de otros tantos Señores que pedían su mano.

─Eres una bendición para cualquier ojo ─musitó la mujer, colocándose ante ella.

─Gracias, madre. 'Nyra me ayudó con el cabello, lo dejó muy lindo. ¿No crees?

Alicent asintió con su cabeza, en una posición de acuerdo totalmente fingida, esta vez, tras tantos años de observar a su familia relacionarse, se dió cuenta de que vivían en las apariencias de llevarse bien siendo todo lo opuesto y por eso,  la sonrisa que mostraba no era más que de disgusto.  Eireene aprendió a no verse afectada por lo disfuncional que toda su familia era.

La menor les regaló una sonrisa para luego enfocar sus ojos nuevamente en el largo vestido que llevaba encima, era blanco con detalles rojizos, sobre sus hombros había unas hombreras semejantes a las escamas de un dragón bien detalladas ─cuyo trabajo había sido completamente elogiado por Eireene y la Señora que le confeccionó el vestido jamás se había sentido más orgullosa de una prenda─. Su hombro izquierdo estaba ligeramente descubierto y Rhaenyra logró divisar la fina cicatriz causada por Jace en aquél entonces, cuando la primera grieta se transformó.

Pese a que Eireene tenía motivos para no enviarles un pergamino cordial de invitación, lo hizo y les dejó esclarecido cuán feliz la haría verlos allí.

Así era ella. Tan buena de corazón que Rhaenyra pocas veces consideraba que la sangre del dragón corría por sus venas de forma destructiva como lo hacía por las suyas y de Daemon. Le recordaba demasiado a su bienamado padre. Viserys era blando, perdonaba fácilmente, soñaba mucho y rezaba por la prósperidad de la paz. Eireene no era opuesta a él, quizá era mucho más parecida de lo que ella nunca sería.

Cuando Helaena atravesó la puerta de los aposentos de la Reina, obligó a Rhaenyra a separar sus ojos de la cicatriz de su hermana menor.

─Ya están todos esperando por tí, 'Reene.

Eireene asintió y Alicent sonrió levemente, colocando una corona sobre los cabellos platinos de su hija, era de oro para que el largo velo blanco cayera detrás de su cabeza hasta tocar el suelo. Rhaenyra suspiró levemente, sentía que su propia hija se encontraba contrayendo matrimonio y las emociones en su cuerpo eran difíciles de explicar.

─Estoy lista.

Alicent tomó las manos de la menor y asintió.

─No podemos hacer esperar a nadie.

Alicent caminó por delante de ellas, con Rhaenyra y Eireene siguiéndola de cerca. La mayor tomó su mano, dándole un apretón que hizo sonreír a la cría de diez y seis días de su nombre.

─Podemos huir si no te sientes lista.

Eireene le sonrió con diversión, pues la seguridad en las palabras de Rhaenyra logró conmoverla.

─¿Cómo te sentías cuándo finalmente fuiste unida a nuestro tío, 'Nyra?

Rhaenyra suspiró con cierto pesar, pues ya sabía hacia dónde iban con esa pregunta.

─Como si estuviéramos destinados a ese momento, y se sintió correcto ─dijo ella, acariciando la mano de la joven─. Estábamos hechos el uno para el otro.

Eireene asintió.

─Con Aemond me siento del mismo modo, necesito que confíes en mí ─dijo─, es a quién escogeré por encima de todo. A él. Sangre de mi sangre, el único al que podría entregarme sin temores de ser juzgada por lo que hay bajo tantas capas. Estaré bien con él. Lo sé.

─Te deseo buena fortuna y un armonioso matrimonio, mi dulce hermana. Lo mereces.

─Es justo lo que tendré  ─dijo ella, sin soltarle la mano para poder darle un apretón suave.

─¿Irán hacia las Ciudades Libres luego? ─le preguntó, tras haber oído a su padre hablarle sobre los planes de la Joya y su segundo hijo varón.

Eireene asintió.

─Ese era nuestro plan. Unas cuántas lunas lejos de Poniente, en Pentos, quizá Meereen ─se encogió de hombros─. Aún no lo hemos decidido.

─Cualquier opción es agradable. Pentos en esta época del año tiene frutos dulces y agradables al paladar, te gustará.

Eireene le sonrió asintiendo, pensando que Pentos siempre sonó mucho más atractivo al oído que Meereen, después de todo, le disgustaba un poco la manera en que dicha ciudad se manejaba.

De pie en la puerta del Trono, Eireene dejó escapar un pequeño suspiro; los nervios eran inexistentes, lo único que sentía era el deseo por ver a Aemond y sentirse totalmente completa con él junto a ella. Su padre llegó en el mismo momento en que ella giraba su cabeza, encontrándose con él viéndola con ojos brillantes.

─¿Pero no es la joya más hermosa que mis ojos hayan visto? ─preguntó, acercándose. Rhaenyra retrocedió para darles espacio, dándose cuenta de la manera en que su padre la observaba. Existía un amor entre ellos que lograba hacerla sentirse cálida entre ambos. Era puro y honesto. Desconocían de las batallas entre ella y su madrastra. Ellos se encontraban en un mundo de héroes, risas y grandes banquetes, mientras que los demás empezaban a organizar una guerra que aún no se asomaba─. Luces hermosa, como siempre, pero hoy... hoy eres el diamante más perfecto que hayan traído hacia mí.

─Gracias, padre.

Viserys dejó un beso sobre la frente de su hija y luego le enseñó su brazo, con la intención de que Eireene lo tome. Sin pensarlo dos veces, hizo eso mismo y volvió a sonreírle.

─Eres el hombre más guapo esta noche, padre. No lo olvides ─musitó, haciéndolo reír de forma escandalosa. Helaena sonrió sintiéndose totalmente feliz de ver a su padre de aquél modo, puesto que el Trono lo debilitaba cada día un poco más, Eireene era su carga de energía positiva y parecía ser lo único que necesitaba. 

─Es hora, mi amor.

Eireene asintió con seguridad y las puertas se abrieron.

En el último escalón del Trono, con su ojo sobre las puertas, sintiéndose inquieto y totalmente hecho un manojo de nervios, pese a que intentaba no demostrarlo, se encontraba Aemond. Su único ojo se sintió extasiado al verla de pie, luciendo tan irreal cómo cada día que la observaba. Era casi devastadora su belleza y saber que solamente sería de él para admirar, lo hacía sentirse el hombre más orgulloso en ese salón.

Mientras más se acercaba hacia él, más se daba cuenta del palpitar impaciente de su corazón, sus manos habían sudado un poco más de la cuenta y su mirada jamás abandonó los ojos de su hermana menor. Eireene le sonrió mientras caminaba con seguridad hacia él y bajo la mirada atenta de todos, Viserys entregó a su hija hacia su segundo hijo varón.

El Septo Supremo arrancó la ceremonia y bajo la mirada de hombres, mujeres, niños y niñas, Aemond besó a Eireene para poder consagrarla como su esposa ante los Dioses.

La celebración comenzó cuando Viserys lo anunció, primero, Aemond y Eireene danzaron con ella sonriéndole constantemente mientras los ojos de todos se mantenían sobre los recién casados. El hermano mayor de ambos, Aegon, estaba sentado en la mesa bebiendo vino, hasta que su estómago le exigiera detenerse, con sus ojos puestos en su hermana pequeña luciendo tan inalcanzable como siempre.

Aegon relamió sus labios receloso mientras oía a su esposa-hermana, Helaena, musitar oraciones incoherentes que poca importancia tenían, mientras más la oía y más veía a sus hermanos menores celebrar juntos una unión totalmente deseada, más rápido hervía su sangre con rencor. Aemond pasó su mano por la delgada cintura de su pequeña hermana y la apegó a él haciéndola reír mientras oían al Lord de Winterfell conversarles sobre algo con respecto a su hijo. Con una sonrisa que reflejaba su descontento con la situación, golpeó la mesa y se alzó para alzar la copa en alto, obligó a los bardos a detener la música e hizo que todos los pares de ojos se volteen hacia él.

Aemond y Eireene lo observaron fijamente, preguntándose qué estaría pasando por la cabeza macabra del mayor de ellos. Viserys dejó de conversar con Rhaenyra para que ahora ambos se pregunten sobre la pronta irrupción del mayor de sus vástagos con Alicent. Daemon observó de forma curiosa la situación y sonrió llevando la copa hacia sus labios, pues se había percatado de cómo el medio hermano de su esposa miraba a sus hermanos.

─Deseo que todos alcen sus copas en honor de mi dulce hermana menor ─musitó, y todos los hombres y mujeres le siguieron considerando las buenas intenciones del príncipe─, dándole todo nuestro apoyo por la noche que deberá pasar junto a mi pequeño hermano menor, cuyas prácticas en las tab-

─Aegon, eso ha sido suficiente ─dijo Alicent, viéndolo con desdén. Aegon rió levemente, sintiendo el ojo de su hermano puesto sobre él. Eireene lo observaba sin sentirse totalmente sorprendida de sus palabras.

─Ya, era una broma ─dijo él─. ¡Por Eireene, la Joya del Reino! ¡Y mi afortunado hermano, Aemond, quién logrará ser el único en follársela!

Aemond se acercó amenazante a él, haciéndolo retroceder y chocar contra Sir Criston Cole, quién observaba al príncipe sin ninguna expresión. Eireene evitó rodar sus ojos mientras hacía un esfuerzo por no darle importancia a las palabras del borracho de su hermano mayor.

Viserys rodó sus ojos con molestia, habiéndose preparado mentlmente para oír las estupideces de Aegon, parecía no haber sido suficiente preparación como para darse cuenta de que su hijo varón siempre soltaba comentarios que le hacían preguntarse quién los había criado. Al ver a su hija Eireene no darle mucha importancia a Aegon, a sabiendas de que Aemond lo pondría en su lugar luego, decidió hacer que la música vuelva a resonar, haciendo que el momento vivido sea rápidamente olvidado.

Aemond se había acercado amenazante hacia el mayor, dispuesto a propinarle una buena golpiza por haber dicho aquello de su esposa. Pero la mano de Eireene tomándolo de su brazo con delicadeza logró hacerlo regresar al plano terrenal.

─Déjalo ser, esposo ─musitó ella─. No merece la pena dar un espectáculo por palabras tan ignorantes como las que siempre suelta.

─En eso tienes razón ─musitó Aemond, colocando su brazo alrededor de ella, ambos observaron a Aegon y Eireene le sonrió levemente, haciéndolo enojar aún más.

─Ha fallado en su cometido, mí príncipe ─musitó Sir Criston. Aegon bufó.

─No sueltes palabras ante la persona incorrecta, Cole, o podrías perder la lengua.

Aemond observó a Aegon por última vez antes de tomar la mano de Eireene y juntos dirigirse hacia el círculo de personas que se moría por felicitar al príncipe por semejante doncella junto a él, mientras él asentía concordando con sus comentarios, su bienamada esposa-hermana reía levemente. 

En algún punto de la noche, la joven dejó el lado de Aemond para tomar aire fresco, desde una de las grandes ventanas en los pasillos, observó la noche con sus manos sobre el balcón;  dándose cuenta de la cantidad de antorchas encendidas en Flea Bottom, pocas veces había sido permitida a dejar la Fortaleza durante la hora del búho, sin embargo, conocía cómo funcionaba la Capital durante el día y parecía no compararse a lo que sucede en los horarios nocturnos. Se preguntó qué sucedería de aquél lado.

─Una princesa como usted no podrían andar en lugares tan repugnantes ─la voz grave de alguien detrás de ella logró hacerla sorprender, Eireene estaba convencida de que nadie la había visto alejarse; parecía haber subestimado el buen par de ojos que Daemon Targaryen tenía.

─Tío Daemon ─saludó ella, mientras volteaba levemente hacia él para luego devolver su mirada a Flea Bottom─. ¿Considera Flea Bottom repugnante? Mi mirada es completamente opuesta a ello, durante el día al menos, parece otro lugar.

─Saben mantener las apariencias perfectamente, dōna zaldrīzes.

"Dulce dragón", la confusión en el rostro de Eireene fue difícil de ocultar, puesto que no había congeniado nunca con el hermano de su padre, mucho menos intentó conocerlo, y ahora, él parecía haber derrumbado cualquier pared de pura cordialidad para pasar a otro plano en el que le ponía un apodo.

Tal vez lo que ahora llenaba a Eireene era la incertidumbre. Supuso que cualquier cosa que él quisiera, no podría ser completamente buena.

─Flea Bottom es otro de los tantos asuntos olvidados de la Capital, mientras tú consideras que es un lugar repugnante; yo creo que con la ayuda necesaria podría ser un buen espacio para otros visitar.

─Ya lo es ─dijo él─, tiene sus buenos... negocios. La casa del placer, por ejemplo. ¿Has ido alguna vez, dōna zaldrīzes?

─No, no he oído de tal lugar.

Daemon sonrió a medias mientras asentía con su cabeza, la mocosa ante él le recordaba una imagen mucho más inocente de Rhaenyra con la misma edad. Casi hasta lo hacía sentirse melancólico, deseoso por rememorar todos esos días en los que desperdició el tiempo por haber sido mucho más grande que su ahora esposa.

─Afortunado es el hombre que ahora yace a tu lado, dōna zaldrīzes ─dijo, Eireene se volteó a verlo confundida, Daemon era dos cabezas más alto que ella, obligándola a alzar la mirada. Él acercó su mano hacia el rostro pálido de la joven y colocó el mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja─. Debería mantener su único ojo bien puesto en ti, no vaya a ser que alguien desee robarse a la Joya del Reino.

─¿Por qué alguien desearía tal cosa, tío?

─Porque eres demasiado para un hombre como Aemond.

Eireene llevó su mano hacia la de él para quitarla de su rostro, con una mirada un poco más fría observó los ojos de Daemon.

─Sus insinuaciones podrían costarle la lengua, tío ─dijo ella─, es mejor que vuelva junto a su esposa.

Daemon asintió con su cabeza, sonriendo con diversión, tal característica era demasiado propia de él y Eireene había aprendido a verlo. Le gustaba provocar, vivía para llevar a todos a perder la cordura; mientras otras mujeres se habrían derretido con su toque, la joven recién casada apenas había mostrado un efecto que sólo reflejó confusión.

Suerte durante la noche de bodas, sobrina.

Mientras observaba la espalda de Daemon alejarse, la joven suspiró exhausta, tantas personas y tanta labia, logró dejarla agotada. Ahora, recordaba que la noche ni siquiera había terminado, porque debería reencontrarse con Aemond en cuerpo. Eireene supuso que él haría todo el trabajo. Agradeció mentalmente no ser de la primer línea, pues su padre no necesitaba comprobar que ellos acabarían teniendo sexo esa misma noche.

Un par de brazos la rodearon y pudo haber saltado asustada por la pronta acción, pero percibió el aroma de su esposo-hermano, lo que la convenció de que no había peligro por el que alterarse. Aemond dejó un largo beso sobre la sien de la joven, quién cerró sus ojos de manera automática tras sentir sus cálidos labios.

─Madre ha dicho que es hora de hacerlo ─dijo él─, pero he intentado convencerla de que ha sido un largo día.

Eireene colocó su cabeza sobre su pecho.

─Ha sido un largo día ─dijo ella, de acuerdo con sus palabras─, pero también sé que deseas hacerlo. ¿No es así, esposo?

La insinuación de Eireene lo dejó levemente sorprendido, observándola con su único ojo bueno, la joven le sonrió de forma pícara.

─¿O es que no deseas verme desnuda? 

─¿Cuándo te has hecho tan... desvergonzada?

─Lo he leído de un libro de Aegon ─dijo ella, encogiéndose de hombros. Aemond colocó sus manos sobre las mejillas de Eireene y unió sus labios en un beso lento, había llegado con intención de preguntarle por qué Daemon la siguió, sin embargo, se vio totalmente despreocupado al verla.

─Aléjate de los libros de Aegon ─dijo, tras separarse apenas de sus labios, Eireene asintió.

─Aōhoso, valzȳrys ─"como desees, esposo". Aemond sonrió levemente y volvió a unir sus labios a los de Eireene.

Con sus manos aún sobre sus mejillas, ambos parecían reacios a querer separarse de aquél beso que había empezado a ser suave y lento, explorando las cavidades bucales del otro, con una inocente guerra entre sus lenguas, pero al momento en que Aemond bajó sus manos hacia la espalda baja de Eireene y la apegó a su cuerpo, el calor entre ellos comenzó a incrementar de forma arrasadora, aumentando la intensidad del beso que logró hacer que la joven se sienta llevada a las nubes por el propio sabor de su esposo.

La joven se separó apenas de sus labios.

─Deberíamos ir a la habitación.

─Jaelan tolvys naejot rȳbagon ao moan ñuha brōzi, ñuha jorrāelagon.

Eireene sintió su corazón palpitar frenético por la excitación que había en esas palabras, por cómo su estómago pareció haber cobrado vida y logró obligarla a juntar sus piernas mientras pasaba saliva como podía. "Quiero que todos te escuchen gemir mi nombre, mi amor". No era lo que dijo lo que logró dejarla tan pasmada y al borde de sucumbir ante los pedidos de Aemond, pero su parte racional aún se mantenía dentro de su cabeza, lo que la hizo sonreír a medias, intentando calmar el temblor creciente de sus piernas.

─Kostā mazverdagon zirȳ rȳbagon nyke hen īlva tistālion, jorrāelagon ─sus palabras eran tan dulces y atractivas en valyrio, logrando hacer que Aemond sienta la presión incrementar en su pantalón. "Puedes hacer que me escuchen desde nuestra habitación, amor"─:  Qogralbar nyke hae qopsa hae kostā, se mazverdagon nyke moan hae ou hae jaelā nyke naejot ─"Fóllame tan duro como puedas y hazme gemir tu nombre tan alto como desees".

Aemond no necesitó pensarlo mucho, tomó a Eireene por las piernas y la alzó para poder llevársela cargando en sus brazos hacia los aposentos que ahora pertenecían a ambos. Con ella riendo levemente y manteniendo sus manos alrededor del cuello de él, llegaron hacia el lugar correspondiente, percatandose de la presencia de Criston Cole en la puerta; el peliplata lo observó fijamente.

Vete.

La orden fue rápidamente obedecida pese a que le habían dicho que no debía dejarlos en soledad por el bien de ellos, sin embargo, Aemond carece de paciencia y no discute con nadie, si no corresponden a sus demandas, posiblemente pierdan la cabeza en una pelea mano a mano. Sir Criston Cole no deseaba entrometerse en ese camino fatal.

Cuando ambos recién casados se adentraron en la habitación, Aemond la depositó con cuidado sobre la cama para poder unir sus labios nuevamente, con Eireene colocando sus manos sobre su abdomen, lo obligó a quitarse la chaquetilla negra que llevaba para poder tirarla en algún lugar de la habitación y enfocarse en besarla nuevamente. Él sabía que ahora sería adicto a ese par de labios, porque los de ella eran suaves, como la seda bajo sus manos, podía sentir la suave cosquilla de su aliento bajo su nariz, sus dedos recorrieron el largo cabello de la joven.

Eireene comprendió que Aemond la besaba como nadie más lo haría, era tierno y húmedo, caliente y rudo, no intentaba ganar una batalla, buscaba la unión y el acercamiento de compartir un mismo aliento, una misma sensación de pasión. Mientras él adentraba su lengua para volver a unirse a la suya, las mejillas de la joven pasaron a ser rosadas; sentía su cuerpo eléctrico, reaccionando con cada caricia producida por los dedos y el cuerpo de él.

Sus labios se hicieron más desesperados y hambrientos por el otro, las manos de Aemond viajaron por el vestido de la joven para poder buscar desprender los incontables botones en su espalda, comenzando a bajar el mismo y revelar los pechos desnudos de la joven, para así, pasar a besar su cuello dejando un largo camino de besos húmedos hasta el comienzo de su pecho, la joven suspiró, permitiéndose tomar una bocanada de aire sin que él vuelva a robarle el deseo por respirar.

Aemond recorrió las clavículas de la joven y cuando se detuvo sobre el hombro izquierdo, su único ojo recorrió la cicatriz que había sido hecha por Jacaerys en la misma noche que él reclamó a Vhagar. Recordó cuánto tiempo se mantuvo sin poder hablarle con la misma normalidad que ella lo hacía, le había tomado demasiado tiempo entender que ella lo perdonó por su crueldad e ingenuidad en aquél entonces, la joven sintió como él se detenía, y lo observó en el momento exacto en que él besaba la cicatriz con cuidado, como si aún doliera el simple hecho de tocarla.

A Eireene le parecía lo de menos, no le molestaba y tampoco le disgustaba ver la cicatriz en su hombro, sentía que estaba unida a Aemond desde siempre, con esa cicatriz que ambos compartían, lo tomaba como una unión que sería imposible de romper pese a cualquier contratiempo.

Tras haber dejado su hombro izquierdo, Aemond acercó su rostro al de ella.

─Eres hermosa.

Eireene le sonrió, tomando su cuello para poder acercarlo a ella y unir sus labios en otro suave pero apasionado beso. Cuando separó sus labios, el príncipe pudo ver cómo sus ojos brillaban por él, la joven llevó su delgada mano hacia la parte baja de su vestido, para poder deslizarla con cuidado y quitársela, le impedía sentir en su plenitud al cuerpo de Aemond. Quién, aún estaba completamente vestido, con ella gruñendo por la molestia de percibir la ropa de su esposo, él comprendió su pensamiento y comenzó a quitarse el pantalón, ambos se revelaron completamente ante el otro, por primera vez desde que tenía memoria.

Ella le sonrió con confianza y Aemond tomó eso como la indicación de que podía continuar, sus labios se unieron en un último beso para luego, él recorrer todo el cuerpo desnudo de la joven princesa con sus labios, percibiendo el aroma de su piel; sintió perder la cordura por lo bien que ella olía. Las finas pero grandes manos del joven, bajaron por los glúteos de la princesa y su dedo índice se detuvo justo entre sus labios menores, deslizó el mismo entre ellos y sintió cómo la joven sufría de un pequeño escalofrío que logró hacerla soltar un gran suspiro.

Los dientes de Aemond atraparon un pezón de Eireene haciéndola sorprenderse por cuán húmedo y caliente el aliento de él era contra su cuerpo, jugueteó con él por unos cuantos minutos hasta que volvió a bajar, mientras más acariciaba la feminidad de la joven, más se daba cuenta de lo desesperada que se volvía por él. Los labios del peliplata llegaron hasta su abdomen bajo y pasó su nariz hasta llegar a su feminidad, donde deslizó su lengua, obligándola a cerrar sus piernas por lo placentero, e inesperado, que había sido.

Supuso que de algo había servido aquella vez que su hermano mayor lo llevó hacia una casa de placer con el motivo de mojarlo y aprender de las tácticas de placer que harían a más de una mujer verse llevadas a la locura. Sin embargo, a Aemond poco le interesaban las demás mujeres, en su mente solo podía pasar el rostro de su hermana-esposa. Por eso, en esos momentos, teniéndola a su total merced, no quería defraudarla.

De forma intuitiva, Eireene deslizó su mano hasta la cabeza de su esposo y lo obligó, aunque él solamente continuó su trabajo por decisión propia, a continuar con los suaves movimientos de su lengua; pero, con cada una de las lamidas que daba, solamente hacía llevarla al borde de la desesperación, añorando porque él acabe con aquellas preparaciones para finalmente poder hacerla suya y hacerle comprender del placer que las sirvientas suelen hablar a escondidas de ellos.

La joven sentía que estaba llegando a la cúspide de la excitación que los envolvía, sentía sus piernas comenzar a flaquear y algo dentro de ello le exigía dejarlo salir, dejar que todos dentro de la Fortaleza escuchen la manera en que Aemond la orilló a perder totalmente conciencia de sus sentidos, hizo extinguir la sensatez que tanto la caracterizaba. 

─Aún no puedes venirte ─musitó él, haciéndola abrir los ojos en confusión.

─¿Venirme? ¿A dónde? ─le preguntó, haciéndolo reír levemente.

─Yo te diré cuándo dejarlo salir.

La joven le iba a preguntar sobre a quién debería dejar salir, pero quedó en completo silencio cuando percibió la dureza de su hermano rozar contra su entrada, su cuerpo entero se tensionó por un instante, pero fue solamente eso, en el momento en que Aemond volvió a encontrarse con sus labios, la joven se relajó y permitió que él ingrese su miembro dentro de ella, intentando ser lo menos brusco que pudo.

─Hazme saber si deseas que me detenga, dulce esposa.

─Puedo manejarlo.

Pero sus palabras quedaron atoradas en sus gargantas tras sentir a Aemond ingresar completamente dentro de ella, debió morder su labio con más fuerza de lo que consideró, intentando no sollozar por la extraña sensación. El ojo de su hermano buscó los de ella, casi por salir y alejarse, buscando una forma de disculparse por ello, pero al cabo de unos segundos, Eireene tomó una gran bocanada de aire y la expulsó suavemente, sintiéndose más cómoda que antes.

─Muévete ─le ordenó ella.

Aemond no replicó contra su orden, comenzó a moverse lentamente, permitiéndole a Eireene adaptarse a la sensación que de a poco iba transformándose en placer, uno del que desconocía y pocos conocimientos tenía. Había sido extraño al principio, le generó un poco de angustia al no percibir el placer del que tanto hablaban, pero al final de cuentas, cuando Aemond gimió en su oído, logró regresar al ambiente en el que estaban envueltos, dándose cuenta de la manera cuidadosa con la que la tocaba.

Pese a que todo arrancó con un ritmo lento y tranquilo, pronto fue cambiando a medida que Eireene más se adaptaba a él, aceptando por completo su miembro. Aumentó las embestidas, acelerando sus caderas mientras ella aferraba sus uñas en la espalda de su esposo-hermano, soltando jadeos que hacían al joven príncipe continuar y hacerlo con más intensidad y rudeza. Justo como ella antes dijo, justo como le prometió que la haría gemir su nombre para que todos escuchen cómo la hacía suya.

Fue de tal modo en que ambos gimieron al unisono y acababan al mismo tiempo, él dentro de ella, sembrando su semilla con la pequeña esperanza de que en unos meses, su adorada esposa daría a luz a su primer hijo juntos y ambos comenzarían su propia historia.

Aemond cayó a su lado, ambos trataron de controlar sus respiraciones erráticas en total silencio, escuchando nada más que el sonido que realizaban al inhalar y exhalar consecutivamente.

Eireene dejó de ver el techo para poder observar a Aemond, el único ojo de su hermano la observaba y ella sonrió, para llevar su mano hasta el parche que tapaba su ojo con un zafiro púrpura. Lo alzó lentamente, con intención de quitárselo, pero la mano de su esposo fue más rápida y la tomó, con temor.

Ella le sonrió, era esa sonrisa que logró hacer que baje su mando y le permita verlo sin el parche; era esa cálida y hermosa sonrisa que le hacía comprender que ella era el sol que lo llenaba de energía. Eireene le sonría de modo que sabía que ella lo amaba sin importar que aquella cicatriz haya aterrorizado a tantas personas, obligándolo a ponerse un parche en el ojo y andar con el por todos lados.

Te amo, 'Emond ─musitó ella, sacando el parche y acariciando la cicatriz─, desde que éramos pequeños. Eso no cambió, ni cambiará.

Aemond asintió y se refugió en los brazos de Eireene, cómo otras tantas veces lo hizo, cuando necesitó desesperadamente el sentirse querido por una persona. Recostó su cabeza en el pecho desnudo de su esposa y mantuvo su oído en el corazón de ella, percibiendo su aún agitado latir. La joven dejó un beso sobre la cabeza de su esposo, acariciando su cabello con cuidado y ambos se mantuvieron en esa posición por un largo rato.

─Mañana saldremos hacia Pentos ─musitó Aemond─, recorreré el mundo entero contigo si es lo que deseas, amor mío.

─Gracias por cumplir mis deseos, amor. Ambos merecemos un descanso de nuestra adorada familia ─musitó ella, Aemond estaba de acuerdo.

─Cumpliré cualquiera de tus deseos ─dijo─, sólo debes pedírmelo.

─Luego no te arrepientas de haber soltado esas palabras, mi amor.

Aemond la sintió reír, fue una vibración perfecta, que le sacó una gran sonrisa.

─Nunca podría arrepentirme de una promesa que te he hecho a tí ─le dijo, alzando su mirada, y hallando los ojos de Eireene sobre él─, amor de mi vida.

La joven princesa sonrió levemente y besó sus labios con ternura, sintiendo la mano de Aemond dirigirse hacia su rostro para mantener el beso por varios segundos, hasta que ambos decidieron que era necesario separarse.

Mi hermosa esposa.

Musitó en voz alta y luego volvió a recostarse en el pecho de Eireene, esta vez, ambos permanecieron en silencio, los dedos de la princesa recorrieron la espalda desnuda del príncipe y éste, cayó totalmente dormido bajo su tacto.

La Joya del Reino pronto se unió a él en sueños.


























































La verdad que extrañaba escribir para Eireene y Aemond.

Ya he vuelto, banda, no lloren más por mi ausencia. Todavía no tengo todos los sucesos que transcurrán en ésta parte, pero no serán los que hemos visto en los últimos capítulos de HOTD.

Es para que el libro dure un poco más.

¡Feliz jueves! 🌺

Continue Reading

You'll Also Like

6.7K 841 9
Aegon y Visenya, integrantes de la poderosa Casa Targaryen, se encuentran enredados en un amor prohibido mientras su familia se prepara para desencad...
37.1K 4.8K 47
𝐀𝐍𝐀𝐓𝐄𝐌𝐀 | "Have you ever been anything, anything other than you?" Dónde Anastasia está maldita y tiene que decidir seguir su destino o seguir...
7.2K 973 34
Catherine ha vivido tras la sombra de su enfermedad. Sin embargo, cuando Fred aparezca como un intruso en su habitación la vida de ambos tomará un ru...
3.4K 558 24
𝐈'𝐯𝐞 𝐠𝐨𝐭 𝐭𝐡𝐢𝐬 𝐭𝐡𝐢𝐧𝐠 𝐠𝐨𝐧𝐧𝐚 𝐛𝐥𝐨𝐰 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐦𝐢𝐧𝐝 ──𝔬𝔫𝔢𝔰𝔥𝔬𝔱𝔰 𝔶𝔰𝔥 + 𝔰𝔰𝔧