Amor y Wasabi [TERMINADA]

Autorstwa natvalensky

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Tim Kobayashi es un joven chef que quiere ser el mejor. Sin embargo, su sueño se ve más lejano cuando lo des... Więcej

1: La amarga derrota
2: Waffles
3: La reina de la comida enlatada
4: Soufflé
5: La langosta
6: Cabernet sauvignon
7: Pastel de lava
8: Chaquetas Blancas
9: Salsa quemada
10: Cuchillos
11: El reto del jamón
12: Pollo y pastel
13: Raviolis
14: Solo será una cena
15: Dulce
16: Jugosa información
17: De la sartén al fuego
18: Por culpa del vino
19: El desayuno de la vergüenza
20: Sashimi
22: Bullabesa
23: Sake
24: Lo dulce necesita sal
25: Las ventajas de olvidar el postre
26: Un buen jefe de cocina
27: Chardonnay
28: Jugo de felicidad
29: Chef de poca monta
30: Rojo cereza
31: Wasabi
32: Insípido
33: La receta más difícil
34: El platillo inconcluso
35: Los comensales
36: El plato fuerte
37: El veredicto final
Epílogo
Agradecimientos
Anuncio (buenas nuevas 2023)
Cast (o algo así)

21: Ikigai

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Autorstwa natvalensky

Uno de los puntos más importantes al cocinar era la preparación previa. Y aunque Tim no sabía nada de citas, pensó que se manejaban de forma parecida.

Decidió investigar las funciones de los cines cercanos, hizo una lista mental sobre qué películas podrían gustarle a Debra y qué horarios podrían servir. También trazó planes para luego del cine, a lo mejor ella quisiera ir a un restaurante, o comer algo y pasear por Sunset Boulevard. Tim odiaba los sitios turísticos de Los Ángeles, pero si Debra quería ir hasta el condenado letrero de Hollywood, él la acompañaría sin dudarlo. 

Sin embargo, pese a todos los planes alternativos que tenía preparados, Tim no vio venir la situación que se le presentó cuando esa tarde de viernes tocó la puerta del apartamento de Debra. 

Esperó en el umbral, revisó su reloj para corroborar que había llegado a tiempo. Miró indeciso el ramo de claveles rojos que había comprado por el camino. ¿A Debra le parecería un lindo gesto o era algo excesivo y anticuado de su parte? Tenía tiempo de lanzarlos por una ventana, se estaban tardando en abrir la puerta...

Extrañado, volvió a tocar, esta vez con más fuerza. Aguzó el oído, y pudo escuchar una voz débil diciendo: 

―Kate, por favor... suéltame... ―A la voz, la acompañaba un sonido de arrastre. 

Tim se alarmó, pero antes de que se decidiera a irrumpir sin permiso en el departamento, la puerta por fin se abrió. 

Debra apareció del otro lado. Se veía exhausta, tenía el cabello desordenado y respiraba con dificultad. Solo hizo falta que Tim bajara la mirada para entender lo que estaba ocurriendo: la pequeña Kate se abrazaba a la pierna de su madre como si fuera un grillete humano, decidida a no dejarla avanzar. 

―Emm... hola ―fue todo lo que pudo decir Tim. 

Al notar su mirada, la niña se sobresaltó, por fin soltó a su presa y corrió a esconderse a su habitación, chillando durante todo el camino.

―¡Kate, espera! ―rogó Debra, pero en un parpadeo su hija estuvo fuera de su alcance. Comenzó a masajearse el puente de la nariz―. Lamento eso, Tim. Estos días han sido un caos, de hecho iba a llamarte para cancelar lo de hoy, pero...

La mujer se interrumpió al verlo. Tim se sintió incómodo; aunque había puesto esmero esa tarde en arreglarse, no se consideraba el tipo de hombre que podía deslumbrar a las féminas. Cuando siguió la mirada de Debra la entendió mejor: lo estaba viendo a él, sí, pero también al ramo de flores que llevaba consigo. 

―¿Son para mí? ―preguntó ella, con timidez. 

―Por supuesto ―contestó él, tendiéndole las flores en un gesto casi mecánico, como si quisiera deshacerse de ellas―. ¿Te gustan? 

―Me encantan ―murmuró Debra, viendo los claveles en sus manos, extasiada―. Nadie me había regalado flores antes. 

―¿En serio? ―soltó Tim. ¿Cómo era posible que una mujer tan hermosa como Debra nunca antes hubiera recibido flores?

―Sí... Oh Dios, ¿dónde están mis modales? Pasa, por favor ―lo invitó ella. La pobre estuvo tan distraída por su hija y las flores que todavía estaban parados en el umbral de la puerta. 

―¿Te ayudo a poner las flores en un jarrón? ―se ofreció Tim. 

―Jarrón... sí... ―meditó Debra, mientras su mirada se dirigía a un lado de la sala, donde descansaban apiladas una docena de cajas de la mudanza sin arreglar. Enseguida se tensó―. Disculpa el desorden, es que no he tenido tiempo, con todo lo que ha pasado apenas he podido... mejor yo busco uno, o compro uno después...

―Debra ―Tim la tomó por los hombros, para que dejara de divagar―. No pasa nada, son solo unas flores. 

―No es solo por las flores ―soltó ella, sus mejillas tan rojas como los claveles que le había regalado―. Siento que toda mi vida es un completo desorden. ¡Solo míranos! Tú llegaste aquí, tan bien arreglado y puntual, incluso me compraste esto... y yo ni siquiera sé si podré salir contigo, no puedo dejar sola a Kate. 

―¿Y si ella viene con nosotros? ―sugirió Tim. 

Debra examinó su rostro, quizá buscando algún indicio de que bromeaba. Pero no, él hablaba muy en serio. 

―¿Que lleve a Kate a nuestra cita? ―corroboró ella. Tim asintió―. Entonces no va a ser una cita, ¿sabes? ¿Quién lleva a su hija a sus citas? 

―Estar contigo para mí es suficiente ―repuso él, con tono tranquilizador. Le sonrió a Debra, muy seguro de lo que proponía, y sin esfuerzo su sonrisa se le contagió a ella. 

―En serio, no sé qué hice para merecerte ―repuso Debra. Acto seguido, lo besó en la mejilla y desapareció por el pasillo, para convencer a su hija de salir. 

Para matar el tiempo, Tim buscó en la cocina de Debra algo que pudiera usar como jarrón. Esperaba que a ella no le molestara que husmeara por su casa, aunque a decir verdad él no soportaría que alguien le hiciera lo mismo... En fin, tuvo cuidado de dejar todo en su lugar, y sin registrar mucho encontró una jarra de vidrio que serviría perfectamente para las flores. 

La llenó con agua del grifo, y acomodó los claveles en la mesa de centro de la sala. Pocos minutos después, Debra y Kate aparecían tomadas de la mano, aparentemente reconciliadas. 

―¿Nos vamos? ―dijo Tim, levantándose del sofá. 

La niña lo miró con recelo y se acercó más a su madre, posesiva. Debra meneó la cabeza, pero se veía mucho más tranquila al haber hecho las paces con su hija. Y eso, a su vez, tranquilizó a Tim. 

***

Si Debra ya de por sí se ponía nerviosa cuando salía con Tim, tener una salida con él y Kate lo hacía cien veces peor. 

Le preocupaba mucho que la niña dijera o preguntara algo impertinente, que hiciera un berrinche o que tratara mal a Tim, y que este se diera cuenta de lo pésima que era como madre. A su vez, le inquietaba pensar que ellos dos no tendrían ningún momento romántico mientras su hija estuviera presente, que no podrían hablar de cosas personales, que no podrían besarse... Oh no, ¿y si Tim quería besarla y ella lo rechazaba inconscientemente porque Kate estaba allí? Eso iba a ser un golpe bajo para la autoestima del pobre.

Pero por ahora, se estaba preocupando en vano. Pese a que Kate no desistía de llamar a Tim "Jackie Chan", él lo tomaba con bastante paciencia, incluso humor. 

―¡Ya sé qué película vamos a ver! ―anunció Kate, luego de examinar la cartelera y señalar su elección, satisfecha

Sus únicas condiciones para acceder acompañarlos al cine fueron que ella elegiría la película, y que al salir le darían al menos una hora en el arcade del centro comercial. A Debra le parecieron unas condiciones más que razonables, aunque de cualquier manera no podía negarse sin arriesgar su salida con Tim. 

¿Ratatouille? ―leyó él, extrañado―. Ese es un plato francés. 

―¡Shh! ¡No nos cuentes! ―lo regañó Kate. 

―¿Y por qué hay una rata en el póster? ―preguntó Tim, suspicaz. 

―Es el protagonista. Es una rata que cocina ―explicó la niña. 

―¿Una rata que cocina? Eso es imposible. 

―Es solo una película, duh ―Kate puso los ojos en blanco, como si le dijera algo obvio a un niño menor que ella. 

Tim sonrió ante la respuesta de la niña, y Debra casi podía jurar que se estaba haciendo el tonto solo porque le divertía hablar con ella. Esperaba que eso fuera buena señal. 

Compraron los boletos y todo un arsenal de palomitas, chocolates, gomitas y malteadas seleccionados por una Kate que estaba más que dispuesta a aprovecharse de la bondad de su madre. Y después de un tira y encoge entre los dos que exasperó hasta a la pareja tras ellos en la fila, Debra accedió a que Tim pagara por algunas cosas. 

―¡Rápido! ¡Nos vamos a perder los tráilers! ―los apremió la niña. 

Al entrar a la sala, los adelantos de las películas ya habían iniciado, y la sala estaba casi repleta. Tim divisó tres asientos en una de las últimas filas, pero cuando por fin llegaron allí, Kate corrió a sentarse en el medio. Debra lanzó un quejido para sus adentros, y miró a Tim para disculparse. Probablemente, había planeado sentarse a su lado, para al menos tomarse de la mano y abrazarse. Su hija lo había hecho por costumbre, ya que siempre se sentaba entre ella y Marlon cuando iban al cine. Sin embargo, podía ver en la cara del pobre Tim que estaba un poco decepcionado. 

La película ya estaba empezando, y las miradas de fastidio que les dirigieron los espectadores de la fila siguiente le dieron a entender a Debra que, si no se sentaban de inmediato, tendrían problemas. Así que tomó asiento, respiró profundo, y se dispuso a disfrutar de ese momento, aunque no estuviera saliendo como lo había planeado. De vez en cuando, se volteaba para ver a Tim por encima de la cabecita de Kate, pero lo vio tan inmerso en la película, que no quiso distraerlo. 

Lo cierto era que la historia era muy divertida, y ella desde siempre había amado las películas animadas. Así que, en poco tiempo, se dejó llevar por la ficción y se permitió olvidar sus preocupaciones, al menos por un par de horas. 

Ya casi al final de la película, el personaje que Debra pensaba que iba a ser el villano, daba un conmovedor discurso.

—... no cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado...

Sin embargo, la aguda voz de Kate, sentada a su derecha, la sacó de la fantasía de repente.

—Jackie Chan, ¿estás llorando? —preguntó indiscretamente la niña.

Debra miró a Tim, quien también parecía haber recién despertado de un sobresalto. Rápidamente, se pasó la mano por el rabillo de un ojo, pero no podía ocultar lo vidriosos que estaban.

—Es solo... el aire acondicionado. Me da alergia —repuso Tim.

Debra sabía que no era cierto, ¿pero cómo podía juzgarlo? La película era una carta de amor a la cocina y los sueños. Por supuesto que el mensaje calaba muy fuerte en alguien como él.

Mientras los créditos empezaban a salir y la gente descendía perezosamente las escaleras, Debra aprovechó para tomarlo de la mano. Tal vez ella no fuera una gran artista, y sus sueños fueran tan simples como hacer un buen hogar para su hija y no ver nunca más a su exmarido, pero le fascinaba pensar que Tim sí lo era, y que estaba muy cerca de hacer sus sueños realidad.

―Oye, Tim... ―dijo Kate, cuando ya habían salido del cine. De repente se notaba tímida, y era la primera vez que lo llamaba por su nombre. 

―Dime, Kate ―respondió él, amablemente. 

―¿Tú sabes...? ―La niña titubeó, sin saber cómo proseguir―. ¿Sabes hacer ratatouille?

―Sí, lo he hecho antes. ¿Por qué?

―Es que... quiero probarlo. 

―Mmm, no creo que te guste. 

―¿Qué? ¿Por qué no? ―inquirió Kate, ofendida por la negativa de Tim. 

―Tu madre me ha dicho que no te gustan los vegetales.

―Es cierto, cariño. Tú los detestas ―intervino Debra. 

―¿El ratatouille tiene vegetales? ―preguntó la niña, decepcionada al ver como la magia de la película se desvanecía en la realidad. 

―Por supuesto ―asintió Tim―. Tiene tomate, berenjena, calabacín...

―Puaj, mejor olvídalo. 

Debra se rio de la reacción de su hija, y Tim también pareció divertirle. Mientras vigilaba a Kate, quien ya les llevaba varios metros de distancia en su impaciencia por llegar al arcade, se dio cuenta de que en todo ese tiempo Tim y ella no se habían soltado las manos. Si la niña lo había notado, no pareció importarle mucho, y eso para Debra se sintió como si le quitaran un peso de encima. 

―Podrías preparar ratatouille para mí, si quieres ―le sugirió, entrelazando sus dedos con los de Tim.

― Tengo que admitir que después de ver eso, me dieron ganas de prepararlo.

―Kate eligió la película perfecta para ti, ¿eh?

―Sin duda... me hizo pensar en mi Ikigai.

―Necesito traducción, por favor. 

Encontraron un banco vacío desde el que podían ver a Kate, a través de las ventanas de vidrio del arcade, concentrada en pasar el nivel de algún videojuego mientras niños de su edad la observaban impresionados. 

―Es un concepto que tienen en Japón ―comenzó Tim―. Combina aquello en lo que eres bueno, lo que te apasiona, lo que el mundo necesita y por lo que pueden pagarte. Dicen que todo el mundo tiene un Ikigai, aunque no todos lo han encontrado, pero que cuando lo haces, tienes el secreto para ser feliz. 

―Creo que yo no he encontrado el mío, entonces ―comentó Debra, luego de meditar sus palabras. 

―Solo es una creencia, no es para tanto... ―repuso él, restándole importancia. 

―Tal vez, pero tiene sentido ―prosiguió Debra―. Al menos en tu caso: eres bueno cocinando, te pagan por eso, contribuyes al mundo al hacerlo y te hace feliz. 

―Eso creía también ―le concedió Tim, pensativo―. Pero últimamente... siento que las cosas han cambiado. 

―¿En qué sentido?

―Pues, antes pensaba que cocinar era lo único que podía hacerme feliz. Pero ahora...

―¿Ahora qué? ―quiso saber ella. 

―Tú sabes lo que trato de decir ―repuso Tim, tratando de zafarse una vez más de expresar sus sentimientos. 

―Oh, no, vas a tener que decírmelo, no tengo la menor idea ―contestó, haciéndose la inocente. 

―Tú me haces feliz, Debra ―dijo Tim―. Y cuando pienso en la vida solitaria, simplemente cocinando, que supuse que tendría para siempre, se me hace deprimente. 

Debra no dijo nada. ¿Qué podía decir después de una declaración así? Sentía que en cuanto abriera la boca, iba a estallar en llanto. En cambio, abrazó a Tim, tan fuerte que podía sentir el latido de su corazón contra su pecho. A él no le importó, más bien la abrazó de vuelta, aunque no con tanta fuerza, y prefirió acariciarle la nuca. 

―¿Estás bien? ―murmuró contra su oído. 

Ella solo asintió.

―¿Quieres hablar de lo que ibas a contarme el lunes? ―preguntó. 

Recordó que durante su llamada del lunes, estuvo a punto de contarle sobre su visita a la doctora García. Se abstuvo de hacerlo en el último segundo, y esta vez tampoco estaba dispuesta a sacar a relucir el tema. Hacía un segundo bromeaba con Tim y ahora estaba al borde del llanto; no necesitaba más evidencia de que estaba enloqueciendo.

―No quiero arruinar el momento otra vez ―masculló ella, sin poder ocultar su voz llorosa. 

Al escucharla, Tim la abrazó un poco más, cosa que agradeció. 

―No lo harías. Pero está bien. 

Se quedaron así un rato más, hasta que Kate salió del arcade, declaró que ya estaba cansada y que quería ir a casa. Y como ese día sus deseos eran órdenes para Debra y Tim, no tuvieron más opción que poner fin a esa peculiar cita. 

.

Llego un poco tarde para publicar, pero ha sido una semana agitada.

¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Ustedes también aman Ratatouille? Porque yo adoro con mi vida esa película.

En fin, espero que tengan una linda noche.

-Nat.

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