SALVANDO MR SKI LOUNGE

By cristipiccola

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Nicole Maybank es la mejor patinadora de la isla con un pie en las prรณximas olimpiadas. Connell es el mejor j... More

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By cristipiccola

"𝙼𝚛 𝚂𝚔𝚒 𝙻𝚘𝚞𝚗𝚐𝚎"

CONNELL HOLLANDER

La primera vez que puse un pie en la pista de hielo de Mr Ski Lounge, tenía unos diez años. Llevaba enamorado del hockey apenas dos meses y, desde entonces, no había parado de repetirle a mis padres que necesitaba jugar a ese juego que veía en la tele. Necesitaba sentir esa adrenalina en mi cuerpo, ver a la gente gritando detrás de los cristales cuando marcásemos un gol o hiciésemos la mejor jugada de la historia. Yo quería ser alguien reconocido ahí. Aunque en ese entonces no tuviera ni idea de si iba a pasar la prueba de acceso al equipo.

El hockey ha sido la única cosa que me ha hecho levantar la cabeza de mi cuaderno de dibujos. Miraras donde miraras, siempre me encontraba sentado en cualquier parte, con mi cuaderno sobre las rodillas mientras intentaba plasmar lo que tenía a mi alrededor. Recuerdo estar tumbado sobre la alfombra que tenía mamá puesta debajo de la mesa de café y que era de unos colores muy feos. Papá estaba viendo un partido de los Chicago Blackhawks y no paraba de levantarse cada dos por tres a gritarle a la televisión. Yo no entendía porqué lo hacía, porque era bastante obvio que nadie iba a escucharlo, pero siempre intentaba descifrar a través de las imágenes que la televisión nos daba, que es lo que había pasado. No lo conseguí la primera vez, así que en el siguiente partido me senté junto a papá. Este me miró sorprendido. Era la primera vez que mostraba señales de que, algo diferente a lo que tuviera que ver con dibujar en cualquier superficie que me lo permitiera, me llamaba la atención sin que ellos tuvieran que insistir.

Al principio, permanecí callado. Estaba muy confuso, solo podía ver un montón de jugadores unos encima de otros peleándose junto al cristal que protegía al público de los posibles golpes con demasiada fuerza que cualquier jugador pudiese dar, mientras intentaban hacerse con el poder de un pequeño disco. Al principio me pareció bastante bruto y demasiado tenso. No sé si me iba hacer mucha gracia ver como dos tíos se partían casi la cara por un estúpido disco y si yo me veía haciendo eso que ellos estaban haciendo.

Aun así, le di una oportunidad e intenté seguir el partido. Con el paso de las jornadas, fui copiando las actitudes de papá. Él sonreía bastante satisfecho por haber conseguido que su hijo mayor por fin se hubiera interesado por el mismo deporte que a él le apasionaba. Me explicó los pases, las jugadas, las faltas, estrategias que muchas veces se usaban para ganar un partido importante y aquellas que se fueron perdiendo con el paso de los años. Yo escuchaba atento, apuntando todo en mi pequeña cabecita para luego coger mi cuaderno de dibujo y plasmarlo en las hojas. En un mes conseguí plasmar todo lo que veía en cada partido. Creé mi propia guía para aprender a jugar al hockey.

Al mes siguiente estaba preparándome para entrar en el equipo. Creo que ha sido la única cosa en la que he puesto todo el empeño que tenía para algo que iba a suceder en tan poco tiempo. Cuando me dijeron que había entrado, estaba que no me lo creía. No sé qué vieron en mí. No sé qué es lo que les gustó o qué fue lo que hice para que mi perfil les llamara la atención, pero siempre le estaré agradecido por haberme elegido a mí entre todos los que se presentaron ese día. Porque me hicieron muy feliz y me abrieron las puertas a algo que necesitaba y que yo no lo sabía hasta que no puse los patines sobre ese hielo.

Los años en los que he estado entrenando como un cabrón y haciendo malabares para poder compaginar todo lo que tenía en mi vida, han sido los mejores para poder reforzarme mentalmente, aprender a quererme a mí mismo y entender muchas de las cosas que en el pasado no entendía porque habían tenido que ser así. También me han dado la oportunidad de conocer a la gente que actualmente me rodea y que me ha enseñado que la buenas personas existen y que todo en la vida pasa por algo.

El Connell Hollander que era pequeño, y que aún vivía dentro de mí, me hace saber siempre que puede que está muy feliz de que por fin hayamos encontrado nuestro sitio después de aquellas épocas tan difíciles que tuvimos que pasar.

❄❄❄❄❄❄

—Sé que no os lo esperabais, pero os prometemos que hemos hecho todo lo posible para que esto no sucediera —dice la entrenadora de las chicas. La mujer de unos cuarenta años, delgada y con unas piernas que serían capaces de romper nueces, parece de las más afectadas.

—Tiene que ser una broma —dice Nicole, todavía impactada por la noticia que acabamos de recibir.

—No, no lo es —dice nuestro entrenador. Este le mira con una sonrisa de compasión. Creo que aquí somos todos conscientes de lo que es esta pista para Nicole y mi hermana.

—Seguro que hay algo que podamos hacer —insiste la rubia de los cabellos rizados.

—No creo que nada pueda salvar esto y que pague todo lo que conlleva mantener esta pista —vuelve a responderle el entrenador.

—Seguro que hay algo —murmura la rubia—. Señorita Vangrotel tiene que haber algo, usted siempre sabe como solucionar los problemas —le dice, con un tono de desesperación en la voz.

La entrenadora Vangrotel mira al entrenador Reynolds como si no supieran si lo que van a decir a continuación, nos va a hacer ilusión o nos va a parecer la mayor chorrada que a alguien se le ha podido ocurrir en la vida.

Echo un vistazo a mis compañeros, algunos de ellos, siguen riéndose por la broma que han hecho dentro de los vestuarios y que perdió todo el sentido del mundo cuando ya la han contado cuatro veces a todo el que se encontraban por el camino. Muchas veces me cabreaba ver como pasaban las cosas. Se suponía que estábamos en una de las ligas con mayor porcentaje de posibilidades de poder obtener un fichaje para la National Hockey League y nos acababan de anunciar que iban a cerrarnos la única vía que nos proporciona esa ventaja. ¿Cómo podían estar tan tranquilos?

Vuelvo a dirigir la mirada a mis dos chicas favoritas. Martina permanece al lado de Nicole con el labio haciendo un puchero y las lágrimas a punto de escaparse de sus grandes ojos verdes. Sé que está deseando salir de aquí y largarse a llorar porque siempre ha sido muy dramática cuando le daban malas noticias, pero sé que Nicole está también bastante afectada y por eso permanece a su lado. Porque son una pegatina y una no va a ningún lado sin la otra. Llueve, truene o granice. Siempre han sido así desde que se conocen.

Nicole cruza una mirada conmigo durante unos segundos. No sé si intenta transmitirme algo, pero creo que es la primera vez que la veo tan destrozada y eso me rompe por dentro. Sin pensar mucho en si le va hacer mucha gracia el gesto, paso un brazo por encima de su hombro y la aprieto un poco contra mi cuerpo, ella tira de Martina y se une a nuestro abrazo. Es de las pocas veces en la que los tres estamos de acuerdo en algo.

—Sabemos que es algo difícil de asimilar, chicos. Pero creednos cuando os decimos que no lo hemos intentado todo ya —interviene de nuevo el entrenador Reynolds.

—¿Y si la mantenemos nosotros? —la voz de Gael hace que todos nos giremos hacia él. Normalmente no suele hablar cuando hay este tipo de reuniones. Suele quedarse en silencio, a mi lado mientras máquina en su cabecita todo lo que me va a largar después para que yo retransmita al resto del grupo. No ejerce de segundo capitán porque no quiere, pero estoy seguro que seríamos muy buen equipo.

—¿A qué te refieres, Murphy? —pregunta el entrenador a mi mejor amigo. Todos los que estamos a su alrededor, le dejamos un espacio para que se vea que es el que está llevando la voz cantante en todo este asunto.

—Podríamos recaudar dinero de alguna forma y aguantar hasta el final de temporada. Si nos la quitan ahora, estamos todos muy jodidos. Los de hockey tenemos los primeros partidos en un mes y necesitamos entrenar. Las chicas tienen que prepararse para la categoría de las olimpiadas y algunos de los patinadores van a presentarse por primera vez a los regionales. Si encontramos la forma de encontrar financiación para aguantar esta temporada, quizás la directiva del campus no se precipite a cerrarla al completo.

¿Veis lo que os digo con que sería un buen co-capitán? Miro a Gael con curiosidad aún abrazado a Nicole y a mi hermana. Creo que Martina y yo tenemos la misma cara porque nunca hemos visto a Gael mostrar ese tipo de interés hacia la pista. Sí es cierto que ama el hockey como si fuera lo único que fuese a salvarlo en una operación a corazón abierto, pero siempre he creído que era de los chicos que no lo tenían como prioridad. Siempre ha sido el típico chico empollón que apenas hacía deporte hasta que encontró este y entonces no ha vuelto a hacer otra cosa. Pero no es como yo, ¿entendéis? Pone todo su corazón, pero si en algún momento decide retirarse, lo hará sin pensar en lo que se pierde. Él está enamorado de lo que estudia y eso es lo que quiere para su futuro. Si esto le sale bien, no tendría ningún problema en aceptarlo y dejarlo todo, pero si no es así, siempre ha tenido claro que iba a prepararse para ser alguien en un futuro fuera del hockey.

Gael y yo nos conocimos el mismo día. Los dos íbamos a hacer la prueba de hockey y nos tocó en el mismo equipo para la exhibición en grupo que teníamos que hacer para rematar nuestras pruebas individuales. No íbamos para la misma posición, lo que nos permitió caer en el mismo equipo. Sino, jamás nos hubiésemos llegado a conocer. Era un tío enclenque —y lo sigue siendo aunque ahora esté fuerte—, con aparatos en los dientes y muy pequeño. Vamos, cualquiera que lo viera pensaría que, en cualquier empujón que tuviera contra uno del equipo contrario, lo iban a destrozar.

Pero una de las cosas que más he admirado de mi mejor amigo, es que nunca se ha dejado llevar por las cosas que la gente dice de él. Algo que a mí me gustaría saber manejar muchísimo mejor. Ignorando las risas de los chicos que estaban en el equipo con el que íbamos a competir, Gael se colocó su casco y se dispuso a adoptar su mítica postura que sigue manteniendo a día de hoy. Rodillas flexionadas, el casco un poco más arriba de lo normal para transmitir a través de su mirada que está listo y sus dos sagradas vueltas al palo de hockey entre sus manos. A partir de ahí, que cualquier rival que esté delante de nosotros, esté alerta porque Gael Murphy es una apisonadora.

Bajo la atenta mirada de todos, demostró que no se dejaba achantar por nadie y que había venido a conseguir su puesto como todos los que estábamos allí. Los dos hicimos magia juntos. Gael sabía leer mejor que nadie mis pensamientos para las jugadas y yo siempre sabía encontrar el hueco para que él me lanzara el disco y encontrar siempre una ventaja para marcar y llevarnos el partido en el último momento.

Los dos recibimos la noticia de que habíamos sido elegidos para entrar como nuevos jugadores al equipo. Meses después, con el inicio de curso, caímos en la misma clase hasta que nos tocó separarnos para la universidad.

Gael era un chico sencillo, tranquilo, no le gustaba que las cosas de le fueran de las manos y todo se le convirtiera en un caos, eso sí, a pesar de tener una personalidad de lo más tranquila posible, era uno de los que más se descontrolaba cuando se lo estaban pasando bien y de los que se convierten automáticamente en el rey. Todo el mundo sabía quién era Gael Murphy y todo el mundo sabía que, si él estaba en una fiesta, todo el mundo iba a pasárselo de escándalo porque ese era uno de los objetivos que tenía cuando ponía un pie en la fiesta. Arrastrar a todo aquel que se le cruzara por el camino y vivirla como si fuese a morir mañana. Ese que se le cruzaba por el camino siempre era yo, y los dos éramos el alma de la fiesta. Bueno, según mi mejor amigo, le acompañaba en ser el alma de la fiesta hasta que Nicole Maybank aparecía y a mí se me caía la baba con cada paso que daba por la misma habitación en la que estaba yo.

Gael siempre ha sido como un hermano para mí. Incluso podría decir que mi hermana lo preferiría antes a él que a mi. Siempre les había visto mucha complicidad a los dos y era algo que me dejaba muy tranquilo. No sé si había algo entre ellos, pero, de ser así, solo podía darle las gracias por ser él el que estuviera con mi hermana y no uno cualquiera que acabara rompiéndole el corazón por ser un completo gilipollas.

En él siempre he encontrado un hombro donde llorar y creo que fue la primera persona a la que pude llamar amigo de verdad. No como los que tenía en el colegio, esos no, esos acabaron defraudando y terminaron siendo las personas que ellos decían que no eran. Pero con Gael no. Siempre ha sido muy transparente conmigo, siempre ha estado ahí para ayudarme en todo lo que ha podido y siempre ha sabido cuando darme consejos y cuándo dejar que me diera el golpe yo solo.

—Gael tiene razón —dice Nicole, separándose de mí y dando un paso adelante. Los chicos de mi equipo le silban, pero ella no les presta atención. Yo tengo que apretar la mandíbula para contener las ganas de partirles la boca a todos lo que se dedican a hacer ese tipo de cosas tan asquerosas.

—¿Qué pensáis los demás? —pregunta el entrenador, mirando a la señorita Vangrotel.

—Creo que tiene razón —interviene mi hermana.

—Lo mismo que las chicas —digo.

El resto de nuestro compañeros no tardan en unirse a nuestra forma de pensar y acabamos debatiendo seriamente que es lo que deberíamos hacer para conseguir recaudación de manera seria y que la gente no nos tomen como una broma de mal gusto. Los entrenadores vuelven a apartarse de nosotros y se van a una mesa que tienen fuera y que está llena de papeles. Ambos equipos nos separamos y comenzamos a hablar sobre las diferentes opciones que podíamos llevar a cabo, pero, si os soy sinceros, todos sabemos perfectamente que solo una era la que iba a salir seleccionada y era un partido benéfico de hockey contra nuestros rivales directos de la tabla.

Nos volvimos a colocar de nuevo en donde estábamos antes, esperando a que los chicos de patinaje terminase de hablar. La verdad que el equipo de patinadores era exactamente igual que cuando actuaban. Callados, serios, sin apenas inmutarse ni mostrar sus emociones. Todo perfectamente calculado para que ningún movimiento desentonase sobre el resto. En cambio, nosotros, en cuanto habíamos conseguido saber qué es lo que íbamos hacer, nos hemos puesto a abrazarnos los unos a los otros y a celebrar casi como si hubiésemos ganado un partido decisivo. Ellos no, ellos estaban allí arrinconados y hablaban casi en susurros. Vamos, que si yo quería saber de qué estaban hablando tenía que leerles prácticamente los labios.

Nicole fue la primera en girarse hacia nosotros. No sé en qué momento mi hermana y ella se habían hecho con el control de aquella compañía, pero parecía más suya que de la propia entrenadora. Mis compañeros de equipo se apartaron y me dejaron delante a mi. Estuve a punto de quejarme, pero he recordado que soy el capitán del equipo, y que tengo que dejar el tembleque de piernas que se apodera de mí cuando Nicole está delante, y comportarme como un tipo duro que no flaquea ante la mínima.

La rubia se acercó a mí y se cruzó de brazos mientras sacudía la cabeza para dejar su coleta de rizos detrás de sus hombros. Luego, cuadró sus hombros y alzó ligeramente la barbilla para clavar sus ojos color cielo en los míos. Casi tengo una erección. CASI. Gracias al que controla la temperatura del hielo porque es lo que me está salvando ahora mismo de ir a por Nicole y decirle lo mucho que me gusta cuando se pone en ese plan. Todos nuestros compañeros nos estaban mirando, pero yo solo podía pensar en la boca de ella y en su forma de mirarme.

Sácala de mi vista, Martina.

Gael, sácame a mí de su vista.

—Hemos decidido —dijo ella primero.

—Nosotros también.

—Bien, ¿qué habéis pensado? —preguntó.

—Un partido de hockey benéfico —sonreí. Nicole puso sus ojos en blanco a la vez que yo chocaba los puños con mi compañero.

—Lo suponía...

—¿Qué habéis pensado vosotros? —pregunté, aunque yo sabía perfectamente su respuesta, como ella había sabido la mía.

—Clases de patinaje para finalizar con un exhibición de danza sobre hielo —respondió orgullosa.

—No crees que eso es un poco, no sé... ¿aburrido?

—¿Aburrido? Quieres meter a niños de cinco años a ver como os partís la cara por un disco de plástico, ¿no te parece a ti eso un poco agresivo?

—Así descubrí que me apasionaba el hockey —defendí.

—Creo que los niños merecen otro tipo de deporte para esa edad —rebatió.

—¿El patinaje sobre hielo es el deporte que necesitan para esa edad? Los críos necesitan diversión y adrenalina. No quedarse dormido en el asiento —mis compañeros vitorearon mi respuesta mientras que Nicole abrió la boca ofendida. Martina, a sus espaldas, negaba con la cabeza en silencio. Supe perfectamente que es lo que me intentaba decir: «Connell, acabas de meterte con la única persona que sería capaz de matarte por defender el patinaje. Yo que tú, me iba de la isla».

—Connell Hollander espero que... —pero no la dejaron terminar. La voz del entrenador Reynolds hizo que lo que tuviera que decirme, se quedara en el aire. ¿Crees que necesito mejorar las técnicas para seducir al amor de mi vida?

—¿Qué pasa aquí? —Nicole se giró con una sonrisa y colocó sus manos a la altura de su regazo entrelazadas.

—No se preocupe, señor Reynolds. Estábamos ultimando los detalles de lo que habíamos pensado para recaudar los fondos —respondió Nicole son su voz de no haber roto un plato en su vida.

—¿Y qué habéis pensado? —pregunta la entrenadora Vangrotel, entusiasmada al saber que habíamos sido capaces de convivir durante cinco minutos los dos equipos sin tener que tirarnos mierda los unos a los otros.

Nicole vuelve a mirarme. Nos quedamos aguantándonos la mirada un tiempo. No pienso ceder ante su idea y ella no piensa ceder ante la mía, así que tenemos un problema. Al no haber decidido nada, no tenemos ni idea de que contestar, pero se que Nicole no va a dejarme salirme con la mía y yo no pienso dejar tampoco que ella se salga con la suya solo por tener esa cara tan bonita que tiene. Esta vez, voy a mantener la compostura y no voy a dejar que sus ojos azules del color del cielo y su boca brillante me ganen la batalla. Volvimos a mirar a nuestros entrenadores, sintiendo la mirada expectante de nuestros compañeros para saber lo que iba a pasar al final, y respondimos a la vez:

—Un partido de hockey benéfico.

—Clases de patinaje para una exhibición.

El entrenador Reynolds y la entrenadora Vangrotel se miraron con una mueca. Nicole y yo volvimos a mirarnos esta vez un poco más cerca que antes. Los dos echábamos chispas por los ojos. Nicole apretó la mandíbula y entrecerró ligeramente los ojos. Yo me crucé de brazos y empecé a negar con la cabeza.

—No pienso ceder, Maybank. Ni lo intentes —murmuré.

—No pienso ceder, Hollander. Ni lo intentes —repitió.

—Siempre sois vosotros los que salís beneficiados, ahora nos toca a nosotros.

—¿Nosotros salimos beneficiados? Tenéis a la directora comiendo de vuestra mano para que siempre os compren los caprichitos. Es a nosotros a quien nos toca ahora.

—Chicos, tranquilidad —intentó parar la entrenadora Vangrotel.

—¿Caprichitos? Creo que la liga de hockey es lo único que le da dinero para mantener la pista, porque vosotros no conseguís apenas nada —lo sé, golpe bajo. Nicole apretó sus manos en un puño y pude ver como en su cabeza tenía preparada mi forma de morir, completamente justificada, y que todo el mundo la creyera.

—Pues no ganareis mucho cuando por vuestra culpa van a cerrar la pista —contraatacó, con las mejillas encendidas por la rabia.

—¿Nuestra culpa? —pregunté alucinado—. Sois vosotros los que estáis todo el día deformando el hielo.

—¿Nosotros? Sois vosotros los que nos retrasáis los entrenos por vuestra brutalidad al jugar.

—Nosotros estamos haciendo lo que se hace en este deporte ¿Alguna vez has visto un partido de hockey, reina del hielo. O es demasiado bruto para tus delicados ojos?

—Nosotros también hacemos lo que nuestro deporte nos exige que, a diferencia del tuyo, tiene muchísimo más cuidado a la hora de tratar el hielo. ¿Has visto tú alguna vez una competición de patinaje o también tienes el absurdo prejuicio de que solo sabemos dar vueltecitas?

—¡Se acabó! —intervinieron los dos entrenadores. Gael tiró de mí para rodearme los hombros y apartarme de Nicole, y mi hermana tiró de la rubia para mantenerla lejos de mí. Los entrenadores nos miraron con decepción ante nuestro comportamiento y se cruzaron de brazos mientras intentaban mantener a raya el murmullo que había traído la discusión que Nicole y yo habíamos tenido—. Lo que pretendíamos con esto era buscar una solución entre todos, no una discusión por ver qué deporte era más brusco con el hielo o no. Visto que hay una confrontación entre las ideas, la señorita Vangrotel y yo vamos a debatirlo. Mañana por la mañana os quiero a los en mi despacho para hablar de este comportamiento y para llegar a un acuerdo, ¿entendido? —los dos asentimos—. ¿Me habéis entendido?

—Sí, señor Reynolds —él sonrió satisfecho al escuchar nuestra respuesta.

—Bien, pues podéis volver a casa. La jornada de hoy ha terminado.

Nuestros compañeros nos dedicaron un par de miradas antes de alejarse de nosotros. Gael me decía que tenía que mantener esos nervios a raya cuando se trataba del hockey y de fondo, escuchaba como mi hermana intentaba decirle que no merecía la pena ponerse así con eso.

Nicole fue la primera en marcharse del hielo. Mi hermana se acercó a mí y me rodeó la cintura con sus brazos. Pegó la cabeza en mi pecho y murmuró:

—No me gusta cuando discutís. No se lo tengas en cuenta, ¿vale? Está saturada por la noticia —al ver que no fui capaz de responderle, Martina levantó la cabeza y marcó sus ojos en mí—. No está enfadada contigo, Connell. Ella entiende que hayas reaccionado de la misma forma.

—Ve con ella. Nos vemos en casa —dejé un beso sobre su frente y la vi salir por el mismo camino que Nicole había salido. Me giré para buscar a Gael. Este, estaba detrás de mí sonriéndome con orgullo.

—Creo que es la primera vez que no has dejado que tus sentimientos por ella te hayan nublado el pensamiento. Me alegra saber que el hockey es tan importante para ti como para el resto de nosotros —me encogí de hombros y salí de la pista con una sensación extraña en el pecho.

Por un lado, me sentía satisfecho por haberle cortado la pataleta que pretendía tener Nicole para hacerse ella con el evento que íbamos a realizar. Pero, por otro lado, sentía que acababa de alejarla de mí mucho más de lo que ya la sentía. 

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¡Hola, hola! ¿Qué tal? Ya estoy por aquí de nuevoooooo. AMIGAS, AMIGAS, AMIGAS. NO PUEDO CON ESTA TENSIÓN. NO PUEDO. ES QUE... AAAAAAAAAAAAAAAA ESTOY QUE SI LOS TENGO DELANTE LES EMPUJO LAS CABEZAS PARA QUE SE BESEN. M-A-D-R-E-M-I-A QUE DISCUSIÓN. ¡QUÉ DISCUSIÓN!

¿Qué os ha parecido? Por favor, no os enfadéis con Connell y con Nicole, vamos a dejárselo pasar a ambos porque están un poquito alterados por la noticia. Espero que os haya gustado mucho el capítulo de hoy, la vedad es que tenia ya ganas de ir introduciendo ahí ya un poquito del rivals to lovers que va a caracterizar la historia y cuando he visto por donde iban los tiros de la discusión he dicho, ya está, es aquí donde empiezan. Bueno, venga, a ver quien ha pillado los detallitos. Si alguien los pilla, que lo ponga en comentarios y le doy un besito en la frente <3

Bueno, todo dicho y hecho por hoy. Nos vemos en unos días con más. Disculpad la tardanza de los capítulos, pero, como ya comenté por Insta, tengo unos horarios bastantes cacas y apenas tengo tiempo para sentarme a escribir hasta que no llega el fin de semana. Gracias a todas mis niñas por leer y dejar siempre vuestros votos y comentarios. Sois las mejores. Os leo por comentarios como siempre :)

Os quiere, Cris. 

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