SALVANDO MR SKI LOUNGE

By cristipiccola

27.9K 1.2K 573

Nicole Maybank es la mejor patinadora de la isla con un pie en las prรณximas olimpiadas. Connell es el mejor j... More

๐‘ท๐‘ณ๐‘จ๐’€๐‘ณ๐‘ฐ๐‘บ๐‘ป
๐‘ท๐‘น๐‘ถ๐‘ณ๐‘ถ๐‘ฎ๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ผ๐‘ต๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ป๐‘น๐‘ฌ๐‘บ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ช๐‘ผ๐‘จ๐‘ป๐‘น๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ช๐‘ฐ๐‘ต๐‘ช๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘บ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘บ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘บ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ป๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ถ๐‘ช๐‘ฏ๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ต๐‘ผ๐‘ฌ๐‘ฝ๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ฐ๐‘ฌ๐’
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ถ๐‘ต๐‘ช๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ถ๐‘ช๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ป๐‘น๐‘ฌ๐‘ช๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ช๐‘จ๐‘ป๐‘ถ๐‘น๐‘ช๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ธ๐‘ผ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ช๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ช๐‘ฐ๐‘บ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘บ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ช๐‘ฐ๐‘บ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ป๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ช๐‘ฐ๐‘ถ๐‘ช๐‘ฏ๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ช๐‘ฐ๐‘ต๐‘ผ๐‘ฌ๐‘ฝ๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ผ๐‘ต๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ซ๐‘ถ๐‘บ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ป๐‘น๐‘ฌ๐‘บ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ช๐‘ผ๐‘จ๐‘ป๐‘น๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ช๐‘ฐ๐‘ต๐‘ช๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘บ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘บ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘บ๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ป๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ถ๐‘ช๐‘ฏ๐‘ถ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ฝ๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘ฐ๐‘ต๐‘ผ๐‘ฌ๐‘ฝ๐‘ฌ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ป๐‘น๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘จ
๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ป๐‘น๐‘ฌ๐‘ฐ๐‘ต๐‘ป๐‘จ ๐’€ ๐‘ผ๐‘ต๐‘ถ
๐‘ฌ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ณ๐‘ถ๐‘ฎ๐‘ถ
๐‘จ๐‘ฎ๐‘น๐‘จ๐‘ซ๐‘ฌ๐‘ช๐‘ฐ๐‘ด๐‘ฐ๐‘ฌ๐‘ต๐‘ป๐‘ถ๐‘บ

๐‘ช๐‘จ๐‘ท๐‘ฐ๐‘ป๐‘ผ๐‘ณ๐‘ถ ๐‘ซ๐‘ถ๐‘บ

1.2K 59 34
By cristipiccola

"𝚂𝚒𝚎𝚖𝚙𝚛𝚎 𝚎𝚜 𝚌𝚞𝚕𝚙𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚑𝚘𝚌𝚔𝚎𝚢"

NICOLE MAYBANK

Odio las fiestas de inicio de curso. Las odio porque todo gira en torno al maldito equipo de hockey. Hockey aquí, hockey allí, hockey en el piso de arriba. Hockey, hockey, hockey. ¡Ag! Había más vida a parte del hockey.

La fiesta era porque habían ganado la pasada liga —por tercera vez consecutiva— y como las dos anteriores, merecía ser celebrada como si hubiese sido la primera. Martina, mi mejor amiga y hermana del capitán del equipo, había insistido en ir porque era de las pocas veces en las que el alcohol era gratis. No éramos mucho de ir a fiestas universitarias porque todo era un absoluto caos y la mitad de las veces acababa viniendo la policía. Así que preferíamos ir a un pub en el que pudiéramos sentarnos tranquilamente sin que nadie nos estuviera gritando en el oído.

Tampoco es que saliéramos mucho de fiesta. Martina y yo teníamos un duro entrenamiento casi la semana completa, con unas dietas muy estrictas y cuando no teníamos entrenamiento, nos quedaba el tiempo justo para hacer las cosas que tuviéramos pendientes de la universidad o para dedicarnos tiempo a nosotras mismas. Y era realmente escaso, así que preferíamos hacer cualquier otra cosa antes que irnos por ahí de fiesta y recogernos a las tantas de la noche.

Aunque quisiera irme de fiesta por ahí, pocas veces conseguía que me dejaran salir de casa. Y eso que ya tenía casi diecinueve años. Pero papá tenía una ligera obsesión con que afuera había cosas horribles y que lo mejor era que me quedara en casa, mientras veíamos un documental sobre el surf y escuchábamos a mamá quejarse sobre su última obra de teatro con la tía Kiara desde su despacho.

Sí, en mi casa no había ningún momento de tranquilidad. Cuando no era mamá con sus problemas en la compañía, eran el tío John B y el tío Pope metiéndose con las manías tan raras que papá tenía antes de irse a entrenar y que a mis tíos les parecía una pérdida de tiempo valiosa. En principio, en casa vivíamos mamá, papá y yo, pero casi siempre te encontrabas a mis tíos dando vueltas como si esto fuera un maldito hotel de vacaciones de verano.

—Tu hermano me ha invitado a una copa —anuncié, llegando al lado de mi mejor amiga. Su ceño se frunció ligeramente.

—Pero si son gratis —respondió. Yo me encogí de hombros y las dos no giramos para buscar al hijo mayor de los Hollander—. Típico de Connell —negó con la cabeza y puso los ojos en blanco antes de volver a su copa.

—Al menos ha tenido un bonito detalle —le defendí. Mi mejor amiga se giró con la pajita en la boca, mostrándome su cara de estar muy ofendida.

—Es el paleto de mi hermano, ¿de qué lado se supone que estás? —su tono me hizo sonreír—. ¡Ah! Que sonríes encima. Genial, mi mejor amiga acaba de caer en los encantos de mi hermano mayor.

—No estoy del lado de tu hermano.

—Pues parece que sí porque has aceptado una ofrenda del bando enemigo, eso no se hace. Traidora —entrecerró sus ojos azules y empezó a hacerse hueco entre la gente que había a nuestro alrededor.

—¿Dónde vas?

—A contraatacar —sentenció. Negué con la cabeza, mientras sonreía y seguí sus pasos de cerca.

Los hermanos Hollander eran una pareja bastante cómica. Ambos eran muy parecidos físicamente, pero cuando los conocías a cada uno, de la misma manera que lo hacía yo, te dabas cuenta que eran completamente distintos. Eran agua y aceite. Blanco y negro. Pero eso no les impedía tener una conexión especial. Solo se llevaban un año y medio de diferencia y eso hacía que parecieran gemelos y no se apreciara que Connell era mayor que mi mejor amiga.

Martina era la diversión en persona. Siempre riendo, haciendo tonterías, tenía mucho desparpajo. Le encantaba ser el centro de atención y con cualquier cosa se lo pasaba en grande. En cambio Connell, era más tranquilo, relajado. Solo tenía ojos para su cuaderno de dibujo. Era el prototipo de capitán de equipo de hockey. Guapo, creído, profesional y amigo de todo el mundo. Aunque eso sí, era muy reservado en cuanto a su vida privada. Nadie sabía si tenía novia, si había tenido algún problema con alguien o como le estaba yendo en la carrera. A excepción de su hermana, claro.

Para el resto de la sociedad Connell Hollander solo era el mejor jugador de la liga de hockey de estudiantes y con un fichaje a punto de ser cerrado para jugar en la National Hockey League. Todo lo demás, era un misterio.

—¡Connell! —Martina agarró la capucha de la sudadera que tenía su hermano puesta y tiró de ella hasta que Connell soltó un quejido.

—¡Para! ¡Martina, joder, ¿eres idiota?! —exclamó molesto, mientras se colocaba bien la capucha.

—Ni se te ocurra, ¿me oyes? —Connell frunció el ceño confundido y dirigió su mirada hacia mí en busca de ayuda. Solía hacerlo constantemente cuando a su hermana le daban este tipo de arrebatos y no tenía ni idea de porque le venían. Y, como todas las veces que pasaba, yo me encogía de hombros porque no quería saber nada del jugador de hockey—. De esto hablo. Ni se te ocurra.

—¿Qué demonios te pasa? ¿Vas borracha? —preguntó un poco más preocupado que molesto.

—Sé que es lo que estás intentando con Nicole. Es un no, ¿me oyes? —Connell destensa los músculos y comienza a sonreír.

—Estás celosa.

—¡No!

—Claro que sí. Tienes miedo de que Nicole me prefiera a mí —sonríe con orgullo, pasando su brazo por encima de mis hombros, pegándome a su cuerpo.

Noto las mejillas calientes al notar el calor de su cuerpo. La tensión se apodera de mí cuando recuerdo el acontecimiento que hubo entre nosotros hace ya más de dos años. Miro a Connell y él me mira con su sonrisa perfecta.

—Ya le he invitado a una copa. Vamos en serio —le dice a su hermana para molestarla, sin apartar sus ojos azules de mí—. ¿A que sí, reina del hielo? —Martina abre la boca con exageración, mostrándonos lo descontenta que está con lo que está pasando entre nosotros tres.

—Yo... —comienzo a decir.

—Voy a decirle a mamá quien fue el que rompió su jarrón favorito. Verás como se te acaba toda la tontería —amenaza, señalando con su dedo índice. Dicho esto, hace un gesto con la cabeza y se da media vuelta, en dirección a la salida del chalet. Me separo de Connell y lo miro con molestia. Este, parece algo desilusionado de que nuestro "abrazo" se haya acabado.

—¿Por qué has hecho eso? —le pregunto, cruzándome de brazos.

—Estoy de broma, en diez minutos hará como si nada hubiera pasado.

—No le hagas ese tipo de bromas, aunque no lo parezca, tu hermana es muy sensible.

—Venga, va, Nicole, no te enfades tú también.

—No me enfado, Connell, pero deberías dejar de chinchar a tu hermana de esa forma. Eres el hermano mayor, demuéstralo.

Por cosas como esta no quería saber nada del maldito capitán del equipo de hockey.





Martina me esperaba en la puerta del pabellón con los brazos cruzados. Tenía el pelo recogido en una trenza tirante y por debajo de la sudadera del equipo, se apreciaba su maillot morado que siempre se ponía en los entrenamientos y que todavía mantenía la mancha de sangre de la caída que sufrió hace casi tres años.

Martina y yo nos conocimos dos días después de que yo tuviera el encontronazo con Connell. Llevaba un año y medio entrenando para poder acceder a la categoría en la que mi mejor amiga estaba y solo nos habíamos visto las veces que se producían los cambios de entrenos en las diferentes categorías que la compañía de patinaje tenía asignadas. No habíamos hablado nunca. Y cuando tuve mi primer día en su categoría, me dio la sensación de que no íbamos a llevarnos muy bien.

Martina permaneció seria y recta cuando ingresé a la pista de hielo después de que nuestra entrenadora me diera paso. Admito que estaba nerviosa. Últimamente me había topado con algunos chicos que no se habían portado muy bien conmigo al darse cuenta de quién era. Me tachaban de enchufada por tener un padre que era super famoso en el mundo del deporte y que yo estaba ahí básicamente porque mi padre había metido la mano para que yo pudiera ascender de categorías. No sé por qué hacían eso cuando yo era una de los pocos patinadores que se quedaban hasta las tantas entrenando.

Mi padre no había intervenido aquí por muy famosos que fuese. Yo estaba aquí porque me lo había currado y porque me lo merecía. Así que, cuando los tres pares de ojos que componían mi nuevo equipo se posaron sobre mi, lo primero que pensé fue que no iban a recibirme con los brazos abiertos y que volverían a mirarme con reproche por solo llevar el apellido Maybank a mis espaldas.

Mis ojos se quedaron fijos en la que es ahora mi mejor amiga. Tenía una cara que me sonaba bastante y no sabía de qué. Ella entrecerró los ojos cuando notó que la estaba mirando demasiado. Y yo no me dejé achantar porque, si algo me había enseñado mi padre, es que no hay que dejarse intimidar por nadie. Yo sé quien soy y no tengo porque ir escondiéndome por alguien a quien se le ha subido demasiado el ego.

La entrenadora Vangrotel me dedicó una sonrisa y me invitó a unirme a los demás. Iba a dejarnos unos minutos para que ellos me pusieran al día y me contaran un poco qué es lo que estaban haciendo actualmente. Íbamos a preparar la coreografía para los regionales e íbamos a ir bastante más deprisa de lo normal, ya que yo llevaba un mes y medio de retraso respecto a ellos.

—Nicole —me llamó Martina, fue la primera de los tres en acercarse. Los otros dos, murmuraban algo entre ellos. No sé si de mí o porque estaban echando a suerte quién de los dos iba a ser el que se acercara a hablarme primero.

—Hola —murmure con una sonrisa incómoda. No me gustaba mucho que la gente murmurara cosas sobre mí cuando yo estaba delante. Martina se fijó que estaba mirando a nuestros otros dos compañeros y me dedicó una sonrisa empática

—Ni te acerques a ellos, son unos envidiosos —me advirtió. Luego, enganchó su brazo al mío con total confianza y empezamos a patinar. Martina era un poco más alta que yo. Tenía el cabello castaño recogido en un moño bajo y llevaba su característico maillot morado—. Soy Martina. Te he estado observando constantemente y creo que ambas podríamos hacer un buen trabajo juntas, ¿no crees? —yo también la había estado observando y era una pasada como manejaba los patines sobre el hielo.

—Sí —asentí y sonreí, sintiendo mi cuerpo mucho más relajado. Mi vista recorrió el pabellón en el que llevaba un año y medio entrenando y que ahora lucía muchísimo mejor.

Las cosas que estaban desgastadas, habían sido sustituidas por unas nuevas. El hielo había sido mejorado y habían cambiado los colores de los asientos de las gradas dibujando el escudo del equipo de hockey. Las redes de las porterías no parecían que estaban a punto de romperse y los pasillos que había alrededor de la pista para que los jugadores y los patinadores se prepararan, eran mucho más amplios.

Mientras observaba cada detalle nuevo que ya había descubierto, mis ojos se toparon con la figura del capitán del equipo de hockey, con el que había tenido un momento súper vergonzoso hace dos días atrás. Martina me miró con curiosidad cuando me quedé parada en medio de la pista mirando hacia un punto fijo.

—¿Suele quedarse a mirar los entrenos? —le pregunté. Martina frunció el ceño y volvió a mirarme.

—¿Él? —lo señaló—. No, él está demasiado ocupado con los entrenamientos de hockey —ella sonrió y se giró de nuevo hacia el chico—. ¡Connell, esto no es un lugar en el que puedas babear! ¡Ve a mirarle el culo a Gael! —el tal Connell niega con la cabeza y, antes de irse, le dedica a la chica que tengo a mi lado, una peineta. Ella sonríe con satisfacción.

—¿Es tu novio? —pregunto.

—¿Eso? ¿mi novio? —pregunta escandalizada mientras finge una arcada—. ¡Por Dios, no!. Es mi hermano mayor.

—Ah.

—¿Por eso estás hablando conmigo? ¿Por qué quieres que te consiga su número o una de sus redes sociales? —preguntó algo más desilusionada que antes.

—No, no —sonreí para tranquilizarla—. No quiero saber nada de los jugadores de hockey —ella asiente no muy convencida—. Es que hace un par de días tuve un encuentro un tanto incómodo en los vestuarios y...

—¡Ah! Tú eres la chica que se equivocó.

—Esa soy yo —solté una pequeña risa.

—Sabes, no tienes que preocuparte de nada. Mantendré a Connell lejitos de ti para que no tengas que volver a vivir ese bochornoso momento. No sé cómo puede estar todo el rato por ahí sin camiseta y que nadie le diga nada —ella se encoge de hombros y mira a la entrenadora, que nos hace gestos con las manos para que nos acerquemos.

—Gracias, te lo agradezco mucho.

—No tienes que agradecerme nada, mujer. ¿Sabes lo feliz que estoy en estos momentos? He encontrado a alguien que no quiere saber absolutamente nada de mi hermano —Martina vuelve a enganchar su brazo al mío y las dos comenzamos a patinar hacia el resto del equipo.

—¿Sabes que has sido tú la que ha venido a hablarme a mí, verdad? Ibas a dejar de ser mi amiga sin ni siquiera empezar una amistad —me burlé. Martina se rio, lo que provocó que la acompañara aunque pretendiera mantener un tono más serio.

—Tú y yo vamos a llevarnos muy bien, Nicole.

❄❄❄❄❄❄

Me quito el casco de la moto y saludo a mi mejor amiga con la mano, llamando su atención. Ella abre los brazos indicándome que está bastante molesta. Sí, lo siento, soy esa clase de persona que llega tarde a todos lados, pero es que antes necesito comprobar cincuenta veces que todo está en su sitio, apagado y que llevo todo lo que me va a hacer falta en el día. Papá me quita el casco de las manos y yo dejo un suave beso sobre su mejilla.

—Recuerda avisar a tu madre, que si no luego me echa la bronca a mí y deja de quererme —dice papá, después de darme un beso en la mejilla.

—Mamá sería incapaz de dejar de quererte.

—¿Crees que sigue enamoradísima de mí? A veces siento que volvemos a tener tu edad de lo intenso que es todo entre nosotros.

—Por Dios, papá. Mamá es la que se encarga de estás cursiladas, no tú —me tapo la cara con algo de vergüenza.

—¡Oye! Sigo siendo un romántico que flipas. ¿No decís eso? Que flipas.

—Hola, señor Maybank —interviene Martina con una sonrisa y esos ojitos de cachorrito que siempre pone cuando alguien le gusta. Papá acepta el abrazo de Martina.

—Papá deja de hablar como nosotros, ya no te pega.

—Diga que no, señor Maybank. Está usted hecho un chiquillo —le piropea mi mejor amiga. Le doy un codazo para que corte el rollo. Mi padre le dedica una de esas sonrisas con las que estoy segura que conquistó a mamá (y que la siguen conquistando), antes de dirigirse a mí de nuevo—. Ves, sigo teniendo mis facultades de cuando era joven —se enorgullece.

—Venga, vete con tus cursiladas y tus facultades a casa y sigue conquistando a mamá —empiezo a empujarle para que arranque la moto.

—Llama a tu madre —me recuerda, por segunda vez, mientras ajusta la postura en la moto.

—Que sí, venga, mamá te está esperando en el teatro y se va a enfadar.

—Cierto. Me voy antes de que quiera matar a este tiarrón que tiene como marido.

—¡Papá! —Martina se tapa la sonrisa con la mano.

—¡Te quiero! —dice, antes de arrancar la moto e irse calle abajo. Ruedo los ojos y empiezo a andar en dirección al pabellón. Martina no tarda en alcanzarme.

—Tía, tu padre cada día está más guapo.

—Marti, por favor —me quejo.

—¿Qué? No soy ciega, tu padre es guapo.

—Pues lo siento, pero está casado con mi madre. ¿Entramos?

—¿Has leído el correo? —asiento. Las dos dejamos la maleta en nuestras taquillas y nos sentamos en los bancos que hay enfrente para ajustarnos los patines.

—No me hace mucha gracia eso de: «reunión urgente en la pista».

—¿Crees que es algo malo? —pregunta Martina, asustada—. No estoy preparada para las malas noticias. Ya sabes como me pongo cuando me dan malas noticias.

—Espero que no porque, entonces, empezarás a hiperventilar, tus ojitos azules se llenaran de lagrimas, tu hermano Connell aparecerá de algún rincón del pabellón para meterse contigo porque tiene ese tipo de conexión, yo tendré que pararte antes de que sueltes alguna burrada por esa boca tan educada que tienes, Connell empezará a reírse, a ti se te pondrán las orejas rojas porque odias que tu hermano se ria de ti cuando estoy yo delante, te iras dando zapatazos hasta la salida del pabellón y yo tendré que ir a por ti con la excusa de que, si vuelves a entrar y olvidas todo lo que tu hermano a dicho, te invitaré a una de las cañas de chocolate con glaseado que tanto te gustan de la cafetería. Tú aceptarás a regañadientes solo porque te ofrezco la caña, pero en cuanto me despiste, irás a buscar a tu hermano y los dos empezareis a discutir por una cosa que pasó cuando tenías ocho años y que aún no sois capaces de superar —me pongo los protectores de las cuchillas y me pongo de pie en un salto. Me cruzo de brazos y le sonrío a mi amiga, que me mira algo perpleja.

—Nunca voy a acostumbrarme a esta vena psicópata que tienes.

—No tengo ninguna vena psicópata, solo soy observadora.

—Tan observadora que roza el límite de la psicopatía.

—No seas exagerada, mi madre también lo hace.

—¿Crees que podréis enseñarme? —pregunta bajando la voz cuando estamos entrando a la pista.

—A veces me pregunto de donde sacas tanta imaginación —respondo divertida, dejando a un lado las protecciones de las cuchillas.

—Ya sabes, las películas de Lars von Trier son bastante creativas —se encoge de hombros, como si ver películas de ese señor las veinticuatro horas del días, repetidas además, fuera la cosa más normal del mundo.

—Y luego me dices a mí psicópata. Estás obsesionada con ese hombre.

—No, con ese hombre no, con el desarrollo creativo de sus películas. No te equivoques.

Martina sigue hablando sobre las películas de ese director tan famoso, pero su voz queda en un segundo plano cuando veo a todas las categorías del patinaje sobre artístico que tiene nuestro club y a los dos equipos de hockey al completo. Frunzo el ceño al ver en concreto a los chicos del hockey. No sé si saben que esto es una reunión importante, porque no paran de hacer el gilipollas mientras los entrenadores están a unos metros de ellos con cara de preocupación y sin parar de mirar el taco de folios que tiene uno de ellos en la mano.

Martina y yo nos colocamos al lado de los chicos de hockey, concretamente donde está su hermano y su mejor amigo, Gael. Este último nos saluda con una mano y el otro ni siquiera nos presta atención porque está riéndose a carcajada limpia con sus compañeros de equipo. Martina le da un golpe en la cabeza a su hermano, que se gira molesto mientras se frota donde su hermana le ha dado el golpe y le espeta el mal genio que tiene siempre.

—¿Puedes comportarte como un adulto? Gracias —le dice mi mejor amiga.

—Soy un adulto, enana —le rebate.

—No lo parece —intervengo yo, con una sonrisa falsa.

—¿Se te han caído los pompones de las trencitas, Nicole? —pregunta con burla, al ver que no he podido evitar meterme en la discusión con su hermana.

—Sí, ¿quieres que me agache a recoger tus neuronas también? —contraataco, arrancando una carcajada a Martina y una sonrisa enorme al mejor amigo de Connell. Él y yo nos mantenemos la mirada durante unos segundos, antes de que tenga que apartarla porque siento que esos ojos azules podrían taladrarme el alma.

El entrenador del equipo de hockey, Reynolds, hace sonar su molesto silbato para que la jauría de gritos que hay suelta se calle. Todos acatamos la orden al instante y mantenemos una postura tensa a la espera de que hablen. Los entrenadores nos dedican unas sonrisas incómodas y vuelven a mirarse, como si no supieran quién de los debería dar la noticia o lo que sea que tengan que decirnos.

Martina y yo nos miramos con algo de preocupación. Este sitio es muy especial para nosotras. Aquí hemos conseguido forjar nuestra amistad y hemos pasado unos momentos increíbles. Saber que algo malo está pasando, porque no hay que ser muy adivino para saber que nos van a decir algo malo, nos está destrozando por dentro. Las dos entrelazamos nuestras manos y nos damos un suave apretón para hacernos saber que estamos aquí la una para la otra, pase lo que pase.

Echo un vistazo a los chicos del hockey cuando el entrenador de su equipo comienza a hablar sobre por qué nos han citado aquí. Todos permanecen con sonrisas burlonas, como si esto para ellos simplemente solo fuese una broma. Unos ojos azules se cruzan en mi recorrido visual y no puedo evitar quedarme enredada en ellos. Connell se ha cambiado con Gael en algún momento y ahora permanece a mi lado. Tiene el cuerpo un poco inclinado hacia delante, lo justo para que el entrenador no le llame la atención y lo justo para que me moleste en la trayectoria de mi mirada hacia sus compañeros de equipo. Su flequillo cae sobre su frente como si fuera un libro abierto y tiene la sonrisa ladeada plantada en la cara.

—¿Qué? —pregunto en un susurro.

—¿No crees que deberías estar escuchando lo que los entrenadores están diciendo? —mis mejillas se tiñen de rojo.

—Y eso hago —aparto la mirada de él y vuelvo a colocarme mirando al frente.

—Creo que estabas haciendo de todo menos prestar atención a lo que estaban diciendo.

—Yo podría decir lo mismo de ti —lo miro de nuevo.

—Eres tú la que ha venido súper asustada.

—Yo no he venido asustada.

—Te tiemblan las piernecillas —frunzo el ceño y agacho la mirada para comprobar si es cierto. Negativo. Solo intenta sacarme de quicio.

—Te voy a decir yo a ti lo que te va a temblar —respondo, volviendo a dirigir mi mirada a él. Connell está mordiéndose el labio inferior, conteniéndose.

—¿Es una amenaza? —pregunta, alzando sus cejas.

Pero no me da tiempo a responderle porque, en el momento en el que quiero hacerlo, la voz de mi entrenadora se cuela en nuestra conversación y hace que ambos nos miremos sorprendidos. Connell y yo estamos compartiendo una misma emoción después de dos años y medio. Connell es el primero en apartar la mirada y en mirar a ambos adultos con la boca abierta, un claro signo de indignación.

Yo tampoco me quedo atrás. Tengo que mirar a Martina un par de veces para comprobar que he oído bien y que lo que acaban de decir es cierto. Mi mejor amiga ya está empezando a llevar a cabo su protocolo de cuando le dan una mala noticia, cuando Connell y yo soltamos a la misma vez:

—No pueden cerrar la pista. 

-----------------------------------------

¡Hola, hola! ¿Qué tal? Ya estoy por aquí de nuevoooooooo. Venga va, ya podéis ir saliendo de vuestras cuevas y venir a gritarles a estos dos muchachos que se dejen de tanta tensión porque VAN A ACABAR CONMIGO Y SOLO ES EL SEGUNDO CAPÍTULO. De verdad, lo mucho que me gusta la relación que están teniendo Connell y Nicole. Es que... AAAAAAAA Los amo y solo llevamos dos capítulos. YO ASÍ, NO LLEGO AL FINAL DE LA HISTORIA. AVISO. 

¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado mucho y que la historia os esté enganchando lo suficiente. Ya sabéis que a mí siempre me cuesta mucho, mucho empezar con las historias porque no quiero que nadie se aburra, así que espero que os estéis enganchando poquito a poco y que vayáis preparando las palomitas y los pañuelos porque tengo tantas ideas, que no sé si vais a ser capaces de soportarlas. 

Todo dicho y hecho por hoy, nos vemos en unos días con el siguiente capítulo. Narrado por *cof* Connell *cof* *cof*. Muchas gracias a todas mis lectoras fieles que estoy viendo que poco a poco se van incorporando a la historia. Espero traeros con frecuencia la historia sin que la universidad me ahogue a trabajos. Gracias, gracias y miles de gracias, siempre por darle la oportunidad a mis historias y por darles vuestro amor. Sois las mejores. Ahora, me callo un ratito y me paso a leeros por comentarios como siempre :)

Os quieres, Cris. 

Continue Reading

You'll Also Like

12.4K 1.1K 10
Disfruten de este hermoso kyumin. Todos los derechos a su autora original.
231K 17K 27
Escucho pasos detrรกs de mรญ y corro como nunca. -ยกDรฉjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquรญ, Iris. ยกPerteneces a e...
36.3K 1.4K 39
Simple, en este libro habrรกn pequeรฑas historias sobre aventuras junto a Levi Ackerman. En este caso T/N es mujer pero en caso de gustar algรบn escenar...
89.8K 2.3K 13
Dicen que cuando eres diferente, eres raro. Cuando tienes gustos diferentes tambiรฉn dicen lo mismo.. Pero, ยฟquรฉ pasarรญa si mis gustos son un poco ext...