El amor es un... ¿demonio?

By DarkBit

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Jesica es una oficinista que está profundamente enamorada de la chica que ve todos los días al salir de su tr... More

Te daré un atajo.
Eres un accidente.
Hambre voraz.
Ella descubre un sentimiento. Ella deja todo atrás.
Ese sentimiento.
El triángulo.
El equilibrio del triángulo se quiebra.
Una humana y una humana. Un ángel y una demonio.
Amor y crisis.
Dirty-sama78.
La ley de las tres pruebas.
Un amor de eternidad.

Aprendiendo de ti.

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By DarkBit

    Llegó a aquel vecindario un ser majestuoso que cargaba unas inmensas alas blancas. Casi nadie podía ver a aquella mujer de cabello negro frente a la puerta de una pequeña casa. Se hizo visible para todos una vez que sus alas volvieron a su refugio en las espaldas de ese ángel.

Suspiró una vez que estuvo dentro, se quitó la chaqueta que tenía puesta y la dejó sobre una silla para luego sentarse. Movió su cabeza hacia un lado y luego hacia el otro. Escuchó el sonido de sus huesos.

-Esto es tan aburrido-pensó-. Patrullar como ángel de la guarda es algo que definitivamente no extrañaba.

Sacó su celular de uno de los bolsillos de sus pantalones. Ninguna llamada perdida. Ningún mensaje de texto nuevo. Todo el día mientras sobrevolaba aquella ciudad había estado preocupada por su celular. Su vida había cambiado mucho por su cambio de puesto laboral angelical.

Como ángel de guerra permanecía en el cielo. Solo pasaba entrenando día y noche para estar preparada para cualquier posible encuentro con un demonio. No necesitaba comer. No necesitaba dormir. En el paraíso no había necesidades, ni pasiones, ni deseo, ni preocupaciones. Solo podía dedicarse a lo que le gustaba y eso era ser la mejor guerrera para ser admirada por su padre.

Como ángel de la guarda tenía que permanecer en el mundo humano y vivir casi como una humana. La única diferencia era que tenía sus alas y su ilimitado poder angelical. El cual no podía usar para combatir a menos que necesitara defenderse.

Eso y... Esa humana. Esa humana de piel morena con la que se había encontrado esa noche. Ese número de teléfono. Ese cálido abrazo. Cerró sus ojos un momento recordando ese momento.

De repente sonó su celular.

-¡Waaa!

Asustada por sonido que la trajo de nuevo al mundo real dejó caer ese aparato.

Desesperada lo recogió y presionó el botón para atender la llamada.

-Ah... Eh... Este...

Tenía problemas porque no recordaba lo que decían los humanos para saludarse.

-¿Hola?-dijo la voz del otro lado de la línea.

-¡Ah sí! ¡Era eso! ¡Hola!

-Hola Iris. Me recuerdas, ¿cierto? Te di mi número de teléfono cuando nos encontramos esa noche. Tú... me abrazaste.

-Sí, te recuerdo.

Oyó un suspiro.

-Ah. Menos mal. Pensé que podías haberte olvidado. Perdona que me tardara en llamarte. Mucho trabajo y bueno... No sabía si podías estar muy ocupada con tu trabajo en esa compañía.

-No te preocupes. Tengo tiempo para salir algún fin de semana o un día de semana a la salida del trabajo. Puedo pasar a verte.

-Genial. Este sábado al mediodía. ¿Te parece?

Arreglaron donde encontrarse y la hora.

-Bien. Te veré entonces, Iris.

-Hasta pronto, Astrid. Cuídate mucho.

Terminó la llamada y luego fue a su habitación para cambiarse de ropa.

Como ángel de la guarda usaba ropa más casual y de colores vivos. Si llegaba a necesitar manifestarse frente a un ser humano debía tener un aspecto que ellos suelen pensar que debería tener un ángel.

Ese era un día jueves. Por lo cual empezó a preguntarse cómo debía vestirse para encontrarse con una humana. Sabía que eso era lo que llamaban una cita.

Se acostó sobre su cama y se quedó mirando el techo.

-¿Por qué me preocupa tanto que a esa humana le guste como me vea con lo que lleve puesto?

Se quedó recostada pensando en que quizá no debió aceptar seguir en contacto con ella, ya que comúnmente no tenía interés alguno en tratar con humanos. Pero esa morena era una enloquecedora excepción.

-Bueno. Veré qué sucede. Al menos tendré algo que hacer con mi tiempo libre. Ahora que ya no puedo entrenar para el combate haré lo posible para divertirme junto a esa humana.





Llegó y ocupó una banca en la plaza en la que habían acordado encontrarse con Astrid. Para ese día prefirió salir vistiendo diferente a lo acostumbrado. Llevaba una falda roja que le llegaba hasta las rodillas y una blusa de color rosa salmón, y sus zapatos.

Se miró por un momento en el espejo que llevaba.

Aunque no acostumbraba hacerlo también se había maquillado. Como ángel no tenía conocimiento alguno sobre eso, pero podía aprender fácilmente cualquier cosa con solo observarlo una vez. Había visto algunos videos tutoriales en internet para ello.

Las capacidades de sus ojos de ángel eran una gran ventaja.

Espero un momento a la sombra de un árbol. La incomodaba la mirada de algunos hombres que pasaban por allí.

-Asquerosos. Dejen de mirarme como perros hambrientos frente a un trozo de carne.

También mientras esperaba vio a lo lejos a una pareja paseando. Un hombre y una mujer.

Aunque no podía escuchar de qué hablaban parecían estar bromeando por los gestos que hacían ambos. Luego vio a la chica sonreir para luego darle un beso a su pareja. Se quedó intrigada al ver eso. Como ángel que era no tenía experiencia alguna en eso. Como ángel era totalmente ajena a los sentimientos humanos y a las relaciones que establecían entre ellos.

Por cada humano que nacía un ángel nuevo era creado. Pero no pasaba por las mismas etapas que un humano.

Iris no había sido niña. No había sido adolescente. Al nacer ya era un ser con alas y forma adulta con el poder y la capacidad para servir en la tarea que su padre le asignara.

-¿Cómo se llama eso?-se preguntó al ver a esa pareja besándose-. Parecen disfrutarlo.

Estaba algo distraída cuando sintió la mano posándose en su hombro.

-Hola.

Miró hacia su derecha y se encontró con el rostro de Astrid, quien se había inclinado para hablarle, muy cerca del suyo.

Se movió hacia un extremo de esa banca muy sonrojada.

-¡Ah! E-e-e-eres... Tú.

-Lo siento. No quise asustarte. Entonces realmente eres Iris. Casi no te reconozco vestida así. Astrid había salido con un pantalón jean azul y una blusa blanca. Se sentó también.

-Estabas muy concentrada mirando algo. Ahora dime. Yo también quiero ver. Miraba a su alrededor.

-Eso-le dijo señalando a la pareja. Astrid los miró.

-Ah. Ya veo.

-Dime...

-A mí también me encantaría tener un conjunto de ropa como el de esa chica. Tienes buen gusto.

Iris prefirió no aclararle a que se refería y dejar todo así.

Luego notó la mirada de Astrid fija en ella. Se sentía algo inquieta, pero no como cuando la habían mirado los hombres que habían pasado por allí. No expresaba lascivia. Más bien parecía hipnotizada. La mirada de Astrid no estaba fija en sus ojos. Sino en sus labios. Iris tenía una extraña sensación. Le gustaba que la mirara así, pero a la vez la hacía sentir algo avergonzada. Sentía su corazón latiendo rápido.

-Oye...

La morena reaccionó en ese momento.

-¿Qué vamos a hacer hoy?

-Tengo planeado ir a algunos lugares a los que me gustaba ir con mi...

Iba a decir "mi ex", pero no le pareció buena idea mencionarla.

-Con mis amigas. ¿Te interesa? Pero si prefieres vamos a algún lugar que tú quieras.

-Es que yo no...

-Déjame adivinar. Eres nueva por aquí.

-Si.

Astrid se puso de pie y haciendo una voz algo extraña dijo...

-Miren todos. Aquí tenemos a una forastera.

Luego le ofreció su mano y volvió a hablar con su voz normal.

-Entonces ven conmigo. Déjame enseñarte.

Iris tomó su mano. Juntas se fueron caminando de allí.

-Cuéntame. ¿Estás aquí de paso por tu trabajo o te quedarás mucho tiempo?

-Estoy aquí por tiempo indeterminado. Tal vez para siempre. Mi padre puede estar enojado por mucho tiempo.

-¿Es terrible cuando se enoja?

-No tienes idea. Cada vez que se enoja la Tierra es un caos.

Astrid se rió.

-Padres. Son terribles cuando se enojan.

-Dímelo a mí-susurró esa mujer ángel.

-¿Te parece si vamos a almorzar? Desayuné muy temprano y mi estomago ruge.

-Está bien-respondió sin mucho ánimo Iris.

-A menos que tú quieras ser mi plato fuerte.

No entendió esa indirecta.

-¿Ah? ¿Qué tratas de decir?

Astrid le mostró su lengua un momento. Como burlándose.

-Ignora lo que dije mejor.

-De acuerdo.

Luego la morena la codeó en la cintura delicadamente.

-Oye. Vamos. Aflójate un poco. Sonríe. No estás en tu trabajo. Libérate.

-¿Estoy actuando de alguna manera que te molesta? Si es así lo siento mucho.

-¡No! ¡No es eso! Déjame que yo te arreglo.

Astrid la tomó por la cintura rodeándola con un brazo. Con la mano que le quedaba libre empezó a hacerle cosquillas en plena vía pública.

Esa ángel sintió esos dedos en su vientre y una extraña sensación. Las ganas incontenibles de reír. Solo unos segundos de esa suave tortura cambiaron su ánimo mágicamente.

Las personas que pasaban las miraban algo extrañadas.

Astrid terminó con eso y la miró.

-Bien. Ahora si me gusta. En tus ojos hay un brillo que no tenían recién.

-Estás loca-le dijo Iris a manera de elogio.

Entraron juntas al restaurante que la morena y la chica de anteojos que iba por ahí acompañada por una demonio solían frecuentar.

Las dos hicieron sus pedidos.

-Háblame de ti, Iris. Eres la nueva aquí. Por donde quieras empezar.

-¿Empezar qué?

-A hablarme de ti, niña.

La mujer ángel tuvo bastantes problemas y se sintió muy culpable por tener que decir algunas mentiras y decir cosas sobre su vida ocultando ciertos detalles.

-Vaya. No pensé que fueras una ejecutiva de una importante compañía y que en tus ratos libres practicaras artes marciales y lucha con espada. Recuerda que nunca te haga enojar, ¿sí?

Iris apoyaba un codo sobre la mesa y cubrió su rostro.

-Soy un ángel de la guarda mintiéndole a una humana-se decía a sí misma-. Ahora mi padre estará enojado hasta que las ranas sepan sumar, restar, multiplicar, dividir, y explicar la teoría de la relatividad.

Astrid notó eso.

-¿Te duele la cabeza o algo así?

-No. Por un momento me puse a pensar en el hecho de que... Ya no soy una ejecutiva.

-No te deprimas. Anímate. ¿O tengo que hacerte cosquillas otra vez?

-¡Eh! No. No hace falta.

Cuando comieron cada una lo que encargaron algo llamó la atención de la morena. La forma en que Iris tomaba los cubiertos. Su postura al sentarse. Su presencia. Lucía como toda una dama.

Aunque luego se dio cuenta que era de esperarse que tuviera modales refinados ya que parecía pertenecer a una familia adinerada.

-¿Sucede algo?-le dijo al notar la mirada de la morena sobre ella.

-Me sorprendió un poco verte así.

-¿Así cómo?

Astrid no le responde por quedarse perdida en un escena que creó su mente.

Ella veía el horizonte a lo lejos.

Su caballo avanzaba velozmente yendo hacia ese reino que ese encontraba en los confines de esa lejana tierra. Al llegar de inmediato solicitó ver a la princesa. Supo que se encontraba en el jardín que estaba a un lado del castillo.

La encontró allí. El cabello negro de esa princesa se movía por el viento. Llevaba un elegante vestido. y una corona.

-Princesa-susurró.

Con el silencio y la paz que había en aquel lugar hasta el más suave murmullo podía oírse.

Iris volteó para mirar a su fiel guerrera.

Se acercaron. Caminando una hacia donde estaba la otra.

Astrid se agachó y dejó su escudo y su espada en el suelo.

-He regresado victoriosa de esa gran travesía para salvar el reino. Todo por ti, mi princesa.

-Levántate Astrid. Mírame.

-No. Estar de pie ante su presencia, su alteza. Ni yo con todos mis logros merezco tal honor.

-Si tiene que ser así entonces te lo ordeno. Levántate. Y mírame a los ojos.

Obedeció esa orden. Sintió su corazón alborotado cuando sintió esos ojos azules sobre ella.

-Es suficiente. No quiero volver a verte yéndote con tu caballo por el horizonte. No otra vez. Has salvado a todos. No solo este reino. A nuestro mundo entero. Ya descansa. No luches más. Quédate. Quédate a mi lado.

-¿A tu lado? Pero... Te lo he dicho. Eres la heredera del trono. Tienes que ser la reina. Tú... La silencio poniendo un dedo en posición horizontal sobre sus labios.

-Por ti renuncio al trono. Que sea mi hermana la reina. Yo solo quiero ser para ti. Tal vez todo este tiempo haya sido tu princesa, pero tú has sido la reina. La reina de mi corazón.

-Princesa.

No resistió más y unió sus labios con lo de su amada.

-Mmmm-pensó Astrid en el mundo real con parte de su ser sumergido en esa fantasía-. Sí, yo soy la guerrera más grande y el amor de la princesa.

-Oye... ¿Astrid?

Volvió a la realidad.

-Eh. Perdón. Me quedé pensando en algo.

-Bueno. Tu...

-¡Sí! Te contaré sobre mí. Obvio.

-Adelante.

Ambas terminaron de comer.

-Bueno. Yo... Creo que soy una persona cualquiera. No fui muy destacada estudiando, pero siempre me defendí bastante bien. No seguí estudiando ninguna carrera porque mi padre piensa permitir que yo me encargue del mini supermercado del que es dueño. Soy hija única. ¿Tú tienes hermanos?

Eran millones y millones de ángeles.

-Ah... Sí. Muchos.

-Déjame adivinar. ¿Cuatro tal vez?

-Sí. Dos mayores que yo y dos menores.

-Siempre me pregunté cómo sería tener hermanos. Cuando digo eso automáticamente me dicen algo como "no te pierdes de nada".

-Creo que yo diría lo mismo.

Astrid golpeteó la mesa con sus dedos un momento.

-¿Has estado en pareja?

-Pa-re-ja-dijo separando cada silaba de la palabra, haciendo sonreír a la morena.

-Sí. ¿Has estado con alguien? Con un hombre. O... Tal vez con una mujer.

-Si he estado con alguien. Sigo sin entender.

No podía creer que la de ojos azules realmente estuviera hablando en serio. Se rió.

-¡Vamos! Ya deja de bromear.

-Explícame. Hablo en serio.

Astrid pensó que la estaba jugando de chica inocente y decidió seguirle la corriente.

-Cuando dos personas se gustan o sienten algo y... Pasan tiempo juntos, se dan besos, hacen... Algunas cosas más privadas. Y si todo sale bien, se enamoran y todo pasan toda la vida juntos, forman una familia.

Iris no sabía sobre relaciones entre humanos, pero sabía cómo se reproducían. La palabra "hijos" la relacionó de inmediato con la palabra "sexo". Lo cual también practicaban los humanos con cierta clase de demonios.

-No. Nunca he... estado en pareja. ¿Y tú?

-Dos veces. Hace unos años con un hombre. No terminamos mal. Solo que pasó un tiempo y realmente como que... No sé... Como que el amor que sentíamos se fue apagando. No nos peleamos ni nada. Solo terminamos. Seguimos como amigos. Hoy ya está casado y tiene una hija. Y hace poco estuve con una chica.

-La chica con la que se terminó la relación cuando te vi esa noche.

-Sí. Precisamente.

-¿Cuál es el objeto de que estuvieran juntas si no pueden reproducirse?

-Simplemente amor.

-¿Amor? ¿Qué es eso? Explícalo claramente. Enséñame. Noto que muchos hablan de eso en todos lados, pero no lo entiendo.

Astrid se sintió algo inquieta. Movió sus manos de un lado a otro con nerviosismo.

-Oye, tranquila amiga. Al menos esperemos hasta la segunda cita, ¿sí?

Poco después salieron de ese restaurante. Iris fue siguiéndola mientras la otra caminaba muy decidida.

-¿Adonde iremos ahora?

-Ah. Perdón. Pensaba que podríamos ir a la librería. Ahí podría conseguir algo para iniciar tu aprendizaje.

-Mmmm. Puede que sea buena idea. Los libros suelen ser una gran fuente de conocimiento para los humanos. ¿Cierto?

-Para los humanos. Eso dijiste.

Sonrió y le dio un beso en la mejilla.

-Acompáñame, marcianita.

Iris se detuvo.

Astrid también.

-¿Sucede algo?

-Espera. Eso que hiciste. Tus labios aquí-concluyó tocando su mejilla.

-¿Quieres otro? Está bien.

Astrid volvió a besarla. Uno en cada mejilla.

-Tres por uno. Promoción del día.

Sintiendo una inquietud que no conocía siguió a la morena a esa tienda de libros. Aceptó un regalo de esa humana. Un libro con varios cuentos cortos. Historias románticas.

-Lee eso. Asiste a mis clases, pórtate bien y aprobarás.

Siguieron paseando casi todo el resto de la tarde. Astrid le puso a Iris la misma prueba que a Jesica. El juego de baile. La morena fue superada ampliamente por la audaz ángel de la guarda. Sus reflejos y movimientos eran muy superiores a los de la humana.

Ambas concluyeron aquella cita cuando regresaron a aquella plaza. Volvieron a ocupar la misma banca.

Astrid apoyó su cabeza sobre el hombro de su ángel.

-¿Estas cansada?

-Sí. Un poco.

-Si quieres ya podemos regresar.

-No. Quedémonos un ratito.

-¿Y qué estamos haciendo?

-Solo... Haciéndonos compañía. Si quieres hacer algo me lo hubieras dicho. ¿No te gusta solo estar a mi lado?

-Sí, si me gusta-le dijo de inmediato Iris-. Me gusta. No pienses lo contrario.

-¿Sabes? Eres algo extraña. Eso me gusta. Me caes bien. ¿Te interesaría que nos volviéramos a ver algún otro día?

-Sí, por supuesto.

Astrid se sentó apropiadamente en la banca.

Iris la miró.

-¿Ya quieres irte?

-No. Quiero pedirte algo.

-¿De qué se trata?

Astrid se sonrojó, provocando que la otra sonriera y también sintiera el rubor en sus mejillas.

-¿Me darías un abrazo?-le preguntó como haciendo pucherito.

-Como aquella vez.

-Sí.

Se pusieron de pie.

Iris se le acercó y la abrazó, pero tomándola por la cintura.

Astrid correspondió su abrazo y dio un leve suspiro.

Tanto una como la otra hicieron más intenso ese abrazo. Se aferraron una a otra. Pero sin hacerse daño. Solo queriendo sentirse más cerca si es que eso era posible. La morena amaba la paz que sentía al abrazarla.

Iris quería seguir sintiéndola. Su calor. La noble esencia que podía sentir por la percepción que tenía como ángel.

Se separaron un poco y sus miradas se encontraron.

Astrid acarició su mejilla para luego besarla allí mismo. Luego le dio otro beso en la comisura de sus labios. Se detuvo para contemplarla. Vio el rostro sonrojado de su ángel.

Iris cerró sus ojos.

La morena interpretó eso como un permiso para lo que quería hacer. Cerró sus ojos también y unió sus labios con los de esa divina mujer. La besó tiernamente. Despacio. Esos labios eran ricos. Le gustaban. Quería más.

Iris apenas la correspondía. Más que nada la dejaba hacer. Era muy evidente su inexperiencia en eso. Era nuevo. Era cariño. Era algo que muchos ángeles desconocían. La sensación de un beso amoroso y sincero.

Astrid se separó algo arrepentida. Pensando que tal vez fue algo lejos.

-Lo siento. Yo no...

-No te disculpes. Está bien.

Iris se aferró a su cintura. Se le acercó como ofreciéndole sus labios.

-Más, más.

-¿De verdad quieres que te bese?

-Sí. Bésame.

Accedió a ese pedido. ¿Cómo podía negarse?

Siguió adelante.

Iris parecía ir acostumbrándose a ello. Aprendiendo de a poco.

Hubo algo que impidió ese momento.

-¡Oigan!

Dejaron de besarse y miraron a una chica que debía tener como 12 años, tenía el cabello negro con dos coletas en ambos lados de su cabeza.

-Consigan un hotel, ¿no?

Se separaron totalmente sonrojadas.

Como que se habían olvidado que estaban allí donde cualquiera las podía ver besándose.

La chica desconocida luego se retiro refunfuñando.

Astrid decidió acompañar a su ángel hasta su casa. Un momento en que ambas casi ni se dirigieron la palabra como tratando de asimilar lo que había sucedido.

-Esta es mi casa-anunció Iris-. Gracias por acompañarme.

La mujer ángel tenía su mirada puesta en el suelo.

-Iris.

Alzó su mirada.

-Dime.

Astrid la besó una vez más.

-Te falta aprender sobre besos. Pero no te preocupes que iré enseñándote sobre esto también.

-Gra... Gracias.

-Hasta pronto.

En vez de entrar a su casa se quedó un momento mirándola mientras se alejaba. Maravillada por todas las nuevas sensaciones que estaba viviendo junto a esa humana.





Ya habían pasado tres meses desde ese atardecer en que ambas se habían encontrado por primera vez. Aquella primera cita a la que le siguieron muchas más. Astrid caminaba tomando la mano de Iris, quien aún guardaba su secreto de que era un ángel de la guarda. Ya estaba llegando la noche y era mejor volver.

Habían decidido salir juntas ese día

-¿A tu casa o la mía?-se adelantó a preguntar Astrid.

-A tu casa. Tengo ganas de estar en tu camita.

-¿En mi camita y hacer cositas?

Iris se sonrojó. Ella había cambiado bastante al estar con la morena. Ya eran oficialmente una pareja y en todo el tiempo juntas había aprendido mucho sobre el mundo, las relaciones y se volvió más expresiva.

Astrid la besó en la mejilla.

-Calma amorcito. Solo bromeo. Eso será solo cuando tú desees.

No era que ella estuviera ansiosa de hacerlo con Iris. Solo que le gustaba bromear sobre eso. No quería hacerla sentirse presionada. Sobre todo teniendo en cuenta que su bella ángel era virgen.

-Lo sé. Te amo, mi pancito tostado.

Astrid la besó en la mejilla.

-Mala. Tú haces que cualquier apodo tonto relacionado con mi piel suene tan tierno.

Llegaron a la casa. Iris encendió el televisor. Aunque no para mirar algún programa o algo así.

Solo para que hiciera algo de ruido y la casa no estuviera tan silenciosa.

Sabía lo mucho que la incomodaba/asustaba a su pareja que hubiera mucho silencio.

-¿Me permites ayudarte a hacer la cena, amor?-preguntó la mujer ángel.

-Claro. Acompáñame.

Era lo que solían hacer aquellas noches en que estaban juntas. Cocinar. Disfrutar de estar juntas. Ver televisión, alguna película.

A Astrid le sorprendía que a su ángel no le impresionaran para nada las películas de terror.

Iris se quedaba mirándolas solo siguiendo la trama y ni siquiera parpadeaba en las escenas más tensas.

La morena en cambio se ponía muy nerviosa. La abrazaba. Ocultaba su rostro en el pecho de su ángel para no ver algunas escenas fuertes.

Como ángel que era, Iris no le temía a ninguna criatura monstruosa. Ella había sido entrenada para enfrentar cualquier cosa.

Esa noche también habían elegido una película de esa clase.

Aunque a la mujer ángel se le hacían algo repetitivas las tramas de esas películas las veía sin quejarse. No podía negar que le gustaba aprovechar la oportunidad de que la aterrada Astrid la abrazara. Empezaba a sentir algo que no entendía.

Su piel, su olor, su calor. Le agradaba mucho sentirla cerca. Sentía que su propio cuerpo de alguna manera le pedía establecer un contacto que nunca había tenido con aquella morena.

Terminaron de ver esa película. Astrid se aferraba fuerte. Abrazada a su cintura.

-Qué miedo. Dime que ya terminó.

-Terminó. Ya puedes tranquilizarte.

Se apartó de ella.

-Cielos. ¿Cómo puedes ver todo eso sin siquiera pestañear?

-A algunas personas les dan miedo este tipo de cosas. A algunas no. Es simple.

-¿Te quedas hoy conmigo?-le preguntó mientras apagaba el televisor.

-Sí. Te he dicho que...

-¡No!-exclamó como protestando Astrid.

-¿Eh? ¿Qué sucede? ¿Quieres que me vaya?

Astrid la tomó de las manos y la ayudó a levantarse del sillón.

-Tú solo sígueme el juego-le dijo guiñándole un ojo.

La llevó hasta enfrente de la puerta de la casa.

-¿En serio es necesario que te vayas?-le preguntó esta vez con tono de suplica.

-Ehhh... Sí, tengo que volver. Tú duermes en tu casa y yo en la mía. Así funciona. ¿Cierto?

-No necesariamente.

Astrid se le acercó lentamente. Le dio un suave y cálido beso en los labios.

Provocando el sonrojo de ese ángel.

-No necesariamente. Puedes quedarte. En serio.

-¿De verdad quieres que me quede?

-Sí.

Astrid la abrazó por la cintura. Siguió besándola. En las mejillas, en los labios. Descendió hasta su cuello. La hizo sentir algo nuevo.

Iris correspondió su abrazo.

-Sí. Me quedaré contigo. Ya me convenciste.

Se apartó de ella y volvió a tomar sus manos. Le sonrió.

-Antes me costaba bastante que aceptaras quedarte.

Iris se le acercó para abrazarla.

-Sí, porque quiero aprovechar cada segundo a tu lado.

-Te amo, mi ángel.

En ese momento Iris se alarmó, pero se calmó porque seguro solo era una forma de llamarla cariñosamente y que no se refería a que ella realmente era un ángel.

Fueron a la habitación. Ambas se pusieron sus pijamas.

Iris tenía mudas de ropa y pijama en la casa de Astrid por si se quedaba a dormir y viceversa. Para mayor comodidad.

Se sentía algo inquieta cada vez que miraba a la morena cambiándose. Siempre se sentía algo culpable al sentir aquello.

-No debo comportarme así-se regañaba siempre-. No es correcto. Soy un ángel de la guarda.

Cuando Astrid la miraba cambiándose más que deseo sentía ternura. Aunque el cuerpo de esa ángel no se parecía en nada al cuerpo pequeño y frágil de Jesica la enternecía muchísimo. Sentía ganas de abrazarla, de besarla, hacerle el amor. Hacer que se sintiera segura entre sus brazos. Alejó esos pensamientos para sentirse más tranquila.

Las dos se acostaron y estuvieron conversando unos minutos.

A la morena se le hizo un nudo en la garganta cuando su ángel se posó sobre ella para besarla y luego descansar su cabeza sobre ella.

La abrazó.

-Qué cara. Parece como si algo te preocupara. ¿Estás bien?

-Sí. Es que siento algo... Y no sé qué es.

Iris volvió a mirarla. Sus rostros estaban muy cerca.

Astrid aprovechó para devolverle el beso.

-Quizá ya es el momento.

-¿El momento de qué?

Se sonrojó antes de responder.

-Que quizá. Bueno... Debamos hacer eso que tu quieres hacer.

Astrid se quedó en silencio unos segundos.

-¿Quieres que...?

Iris afirmó con la cabeza.

-Sí, estoy segura de que quiero intentarlo.

Se apartó cuando notó que la morena se apoyaba sobre sus manos para incorporarse.

Astrid la acarició en una mejilla.

Iris suspiró al sentir su tacto.

-No puedo explicar por qué, pero lo necesito. Más de tus caricias. Sentir tu piel en contacto con la mía.

Se acercaron una a otra para besarse.

-Solo recuerda. Si en cualquier momento te sientes incomoda o quieres que me detenga me lo dices de inmediato.

Luego de esa breve interrupción se besaron. Simples contactos de labios.

Lo cual duró unos segundos. Ya que Iris para demostrar seguridad ella empezó a dar besos más serios y apasionados.

Astrid la correspondió. Su respuesta proporcional a los besos de su novia. Cada vez que la besaba no podía evitar sentirse algo orgullosa.

Nunca se había imaginado a sí misma como una "profesora de besos", pero había hecho un buen trabajo con su ángel.

Acariciaba su cintura. La sentía temblando. Esperaba que fuera de nervios o de emoción. La tomó de las manos. Entre beso y beso le pareció escucharla sollozando.

Astrid se alejó y la vio derramando lágrimas, pero con una sonrisa.

-¿Estás bien? Si quieres ahora mismo dejamos esto. Vamos a dormir.

-No es... Eso. Tranquila. Es que... Estoy feliz. Por tenerte a mi lado. Es ahora que me pongo a pensar cuan afortunada soy por tenerte a mi lado, mi pancito tostado.

Astrid se le acercó para besar su frente.

-Yo lo soy aún más..

-Astrid. Antes de seguir tengo que confesarte algo. Tú siempre has sido sincera conmigo. Yo... Todo el tiempo te he ocultado algo sobre mí.

La morena se quedó boquiabierta.

-Ah... Pero... No es nada grave, ¿cierto? A menos que me digas que en realidad no te gusta el chocolate. Si es eso termino contigo-concluyó riendose.

Iris limpió sus lágrimas con la manga de su pijama.

-No. Es que... Yo soy un ángel.

Hubo un tiempo en que Astrid podía haber considerado que eso era una broma, pero después de lo sucedido con Jesica y Andrea solo pensó que si había demonios seguramente había ángeles. En algún lugar.

En el cielo. En la Tierra. En su habitación en ese momento.

Pensaba decir algo, pero justo vio a Iris dándose vuelta en la cama.

Quedó dándole la espalda. Para luego quitarse la camisa que formaba parte de su conjunto para dormir.

Luego de un momentáneo resplandor. Como el flash de una cámara de fotos salieron sus alas.

-¿Lo ves?

-Es real. –Retrocedió un poco sobre la cama, lógicamente anonadada-. Es verdad.

-Lo es, Astrid.

Iris la miró por encima de su hombro.

-Tienes que pensar muy seriamente si quieres amarme. Porque que un ángel esté con una humana. No creo que a mi padre le agrade mucho la idea. Por eso debes preguntarte. ¿Realmente aceptarás el riesgo que pueda representar estar a mi lado?

Astrid se le acercó para tocar sus alas. Las acarició con delicadeza.

-Antes de responderte eso guarda tus alas. Porque para responderte necesito hacer algo que con ellas en medio no puedo.

-Lo haré.

Otra vez el resplandor. Sus alas se replegaron.

La abrazó por detrás. Tomándola de la cintura. Besó su hombro derecho. Le habló al oído.

-Yo siempre daré todo de mí. Lo que sea. Solo por ti. Solo por tenerte a mi lado. Tener tu amor me hace sentir que mi vida es perfecta. Contigo siento que nada me falta. Te sueño y despierto cada mañana porque te veré. Solo saber que estás a mi lado me hace feliz. Porque eres mi amor. Porque eres mi ángel. Y siempre lo serás, ¿cierto?

-Sí. Siempre. Sin importar lo que pase. De una forma u otra siempre estaremos juntas.

-¿Podemos continuar?

-¿Donde me quedé?

-Me estabas besando.

-¿Puedo seguir por esa parte?

-Claro.

Astrid la besó en el cuello.

-Ah... Pero pensé que... ¡Ah!

Mordió sus labios.

-No dije que sería en los labios, amorcito.

Siguió besándola en el cuello, en los hombros mientras acariciaba esa espalda que albergaba aquellas gloriosas alas blancas.

Acarició los pechos de su ángel por encima del sostén. Notó sus pezones erguidos.

-Mmmm... Sigue... Soy toda tuya, Astrid.

-Mi ángel.

Se apartó para quitarle el sostén.

Iris volteó dejándole ver sus pechos. En principio como con timidez se cubría. Con un notable sonrojo en su rostro.

-¿Me dejas ver?

-Es que... Es que...

Astrid empezó a quitarse su pijama también.

-¿Te sentirás más segura si yo me desvisto un poquito también?

Iris al ver a la morena con la parte superior de su cuerpo al descubierto sentía que si hubiera sido un personaje de animé en ese momento hubiera tenido una de esas exageradas hemorragias nasales.

Dejó de cubrirse y se le acercó para besarla. A pesar de sentirse algo nerviosa deseó corresponder el cariño que le había dado. Besó su morena piel. En la comisura de los labios, en el cuello.

Astrid no pensó que esa ángel lo hiciera con tanto deseo. Incluso sintió una delicada mordida en esa parte. La admiraba mientras la otra estaba centrada en su tarea. Le sorprendió un poco que se incluso se animara a besar sus pechos. Estaba logrando que se excitara. Jadeó, gimió mientras su ángel prácticamente devoraba su morena piel.

Cuando la sintió acariciando su vientre tomo su mano. La dirigió hacia su intimidad.

Iris reaccionó ante aquello mirándola a los ojos. Mientras sentía aquella parte.

-E-e-e-estoy tocando tu... Tu...

Quitó su mano de allí.

-Mi mano...

Astrid la besó en la mejilla.

-Lo siento. Me dejé llevar un poco. Es apenas tu primera vez y creo que es un poco pronto para eso.

-Está bien. Solo que obviamente nunca he...

-Tocado así a otra mujer. Lo sé. Tranquila. Recuéstate. Ponte cómoda. Yo te haré sentir bien. Y repito, si te sientes insegura solo dímelo y me detengo.

Iris se recostó como la morena le pidió y respiró profundamente. Sentía su corazón latiendo rápido. Estaba nerviosa, pero realmente lo deseaba. Sin dudas.

Astrid terminó de desvestirse. Luego se acercó para quitarle lo que le quedaba puesto a su ángel.

Los pantalones de pijama y por último solo sus bragas.

La morena se acostó a su lado. Se besaron y acariciaron. Una recorría el cuerpo de la otra delicadamente. Reclamándolo como su propiedad. Iris deseaba que esa morena siempre fuera solo para ella. Entendió que no se había equivocado. Era esa sensación la que anhelaba. Ambas desnudas. Sin palabras. Solo calidez. Solo besos. Solo caricias. Solo amor. Astrid quería que su ángel solo tuviera alas para explorar su cielo y no el de nadie más. Aunque ella no tenía alas también deseaba ser solo para su cielo. Siguió explorándola. Acarició sus pechos para luego besarlos.

-Ah... Astrid... Mmmm... Sí...

Suspiró. Gimió cuando sintió esa cálida y húmeda lengua sobre sus pezones.

Astrid continuó besando su vientre. Por primera vez percibió el trabajado abdomen de su chica.

Iris ya no luchaba contra demonios, pero nunca había dejado su intensivo trabajo físico. Le gustaba estar en forma aunque sus días de lucha hubieran terminado. Sintió las caricias en sus piernas y en sus muslos. Supo lo que debía hacer. Quizá por instinto. Abrió sus piernas tímidamente para que su amada pudiera ver su intimidad y tener libre acceso a ella.

Astrid suspiró al verla frente a ella. Totalmente sonrojada. Desnuda.

-Eres hermosa. Realmente mereces el título que llevas.

-A ti solo te faltan las alas para estar completa-le dijo con voz temblorosa.

Astrid acercó una mano. Tocó la intimidad de su ángel.

Iris se sorprendió cuando vio a la morena acercando su rostro a su entrepierna.

-Ah... Oye...

-Dime.

-¿Vas a besarme alli?

-Sí. ¿No quieres?

-No. Digo... ¡Sí! Digo... Solo sigue.

Astrid la besó justo en esa parte tan sensible. En su clítoris. Logrando que la chica ángel temblara y gimiera para ella.

Iris cerró sus ojos y tomo la sabana con sus dedos.

-¡Ah! Astrid. Cuando haces eso...

Astrid lo puso entre sus labios y luego lo lamió. Lo acarició solo con la punta de su lengua. La otra arqueó su espalda y jadeó. Casi no podía articular palabras. Solo el nombre de su amada.

Astrid besó los labios de su sexo para luego apartarlos y lamer el interior de la vagina de su ángel. Se detuvo porque percibió que estaba a punto de acabar. El temblor de sus muslos y sus descontrolados gemidos la delataban.

La bella empleada de tienda se alejo relamiéndose.

-Ya estás lista.

Se acostó a su lado. Rodeó la cintura de su ángel con un brazo. Hizo que se acercara. La otra mano la llevó a la entrepierna. Acarició su entrada.

Iris apoyó su cabeza en los pechos de la morena. Sabía lo que seguía

-¿Me lo permites?

-Sí. Hazlo.

-Te dolerá un poco.

-Lo sé. He leído algunas cosas al respecto ayer. Pero estaré bien. No te preocupes.

La penetró con un dedo. Acarició su interior. La sentía muy estrecha.

-Astrid... Aprovecho que la tenía tan cerca para lamer sus pezones. La morena fue más profundo lentamente.

Dejaron lo que estaban haciendo un pasajero momento para mirarse.

Astrid la penetró profundamente sumando un dedo más.

Iris cerró sus ojos y gimió de dolor al principio.

-¿Te duele mucho?

-Algo. Tú no te detengas. No soy una niñita. Puedo con esto.

Se besaron.

Los gemidos de la chica ángel quedaron ahogados por los posesivos labios de esa morena.

Astrid siguió moviendo sus dedos en su interior. Sentía el aliento cálido de su amada en su cuello. La oía gemir. Eso la excitaba mucho.

La alentaba a seguir adelante.

Iris por primera vez experimentó la desbordante sensación del orgasmo.

Astrid acarició su frente. Le permitió separarse de ella. Respiró agitada. Recuperándose de aquello.

-Si hubiera sabido que se sentía así te lo hubiera pedido mucho antes.

-Yo creo que me arrepiento un poquito-dijo bromeando la morena mientras señalaba una leve marca de dientes en su hombro.

Iris se sonrojó. Se le acercó para besar esa parte.

-Es que no sé... En ese momento me sentí tan desbordada que... Francamente no sé por qué lo hice. Lo siento.

-Está bien. En ese momento sintiendo tu piel tan cálida hasta me excitó un poquito esa mordidita.

Se besaron.

-Ahora si quieres duerme. Yo... Debo ocuparme de algo.

Astrid quedó de costado sobre la cama. Dándole la espalda. Llevó una mano a sus pechos y la otra a su entrepierna.

Iris la observó roja como un tomate.

-Ah... ¿Te estás masturbando?

Astrid se incorporó.

-Eh... Sí.

-Pero... Es que... No me parece justo para ti. Debería...

-Pero si hoy apenas me tocaste y te pusiste toda vergonzosa. No importa. Solo es la primera vez.

-Pero quisiera...

Hacía pucherito la bella ángel.

-Está bien. Hay algo que podemos hacer. No te pongas así.

Le pidió que se sentara en la cama apoyándose con los brazos con sus piernas flexionadas.

Astrid entrecruzó sus piernas con las de su ángel.

Ambas gimieron cuando sus sexos hicieron contacto.

Por su inexperiencia en eso Iris casi no se movió. Dejaba que Astrid la guiara con sus movimientos. Ambas gimieron de placer con cada roce. Con cada contacto hasta que acabaron dando un fuerte gemido. Sintiendo los fluidos entremezclados en sus entrepiernas.

Iris se recostó.

Astrid se posó sobre ella. La besó y frotó sus pechos contra los de su ángel.

Iris la correspondió. Sabía que luego de aquello quedaría en su cuerpo su marca. La huella de los besos, el calor de esa humana. Y quería que así fuera.

Quería que cualquier ente sobrenatural pudiera saberlo. Ángel, demonio o quien fuera sabría que su corazón le pertenecía a Astrid.

La morena se apartó un poco de sus labios.

-¿Ya vamos a dormir?

-Después de otra ronda de besos.

-Me parece bien.

La semana siguiente llegó el momento en que Andrea y Jesica se enteraron de su relación y tuvieron lugar los acontecimientos ya conocidos.

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