El alma de la sacerdotisa

By Ann_Ra

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Sinopsis
Preludio
Capรญtulo 1
Capรญtulo 2
Capรญtulo 3
Capรญtulo 4
Capรญtulo 6
Capรญtulo 7
Capรญtulo 8
Capรญtulo 9
Capรญtulo 10
Capรญtulo 11

Capรญtulo 5

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By Ann_Ra

El capítulo 5 es un salto en el tiempo y los habrá en otros capítulos. El preludio es un ejemplo y  este capítulo es la continuación.

Si tienes dudas, las responderé en cuanto pueda.



Noches después del ataque en el bosque.


Fuego.

Sangre.

Oscuridad.

Elementos plasmados en mi piel como tatuajes.

No me encuentro tirada en el bosque. Desconozco el rostro del dueño o dueña donde me cobijo, pues pierdo continuamente la conciencia. De algo estoy segura, quien sea, me socorrió tras enfrentarme cara a cara con el monstruo. Mi voluntad es de acero, pero no alcanza a mis músculos. No siento el continuo peso del dolor, siendo tan consciente que estoy herida en varias zonas de mi cuerpo como el muslo. La curación es lenta, igual al herir a un inmortal con un arma hechizada. El monstruo está creado para matar a cualquier especie.

La cúspide de mi preocupación recae en mi bebé. Me había caído del caballo y golpeado contables veces en la lucha.

Observo la redondez de mi vientre desprotegido de la coraza y sólo cubierto por el blusón. Ni los brazales, el cinturón del bajo, las dagas del muslo derecho... Estoy desprotegida. Quienquiera que sea, me ha desarmado y dejado una capa de ropa. Parpadeo con fuerza y aclaro mi vista acostumbrada a irse. A la mínima podría presentarse el peligro aunque parezca que no.

Todos mis sentidos, (o los que tengo a mi disposición en ese momento) se centraron en los rasgos de la pequeña habitación. No existe medio de ventilación, el olor a azufre y especias es cargante. Cuelgan del techo, en esquina a esquina, piedras y ramas que forman símbolos paganos. Hay una tabla de madera donde reposan bastantes tarros y frascos, un cuenco grande, unos paños sucios y vasos con velas; las responsables que pueda ver un poco de claridad. Todo es modesto y campestre. Y supersticioso.

No cierro los ojos, no finjo dormir, acepto en enfrentarme a la cara desconocida que pasa por la puerta.

Lo primero: es una mujer.

Y lo segundo: la conozco.

—¿Ivonne?

No dice absolutamente nada. Me mira con ojos entrecerrados y estos mismos se dirigen a mi pierna herida. Se acerca al taburete con una cesta que alberga rollos de tela y tarros. Ella es quien me está cuidando. ¿Por qué? Ivonne es desconfiada con los humanos del Primer Mundo. Bueno, puede que con cualquiera por su aislado hogar.

Ladeo la cabeza sobre la almohada hacia las maniobras de la bruja. Con un cuchillo, corta las vendas viejas, las retira con rapidez sin importar que me cause molestia de cómo la tela pegajosa tira de mi carne. Cierro los ojos, acobardada y enfadada de ver como me trata. Mi labio inferior es atrapado por mis dientes cuando vierte un líquido, que parece cercano al alcohol de farmacia y después, respiro entre dolida y aliviada de que esparza una pasta.

—Gracias —murmuro.

—Es pronto para darme de las gracias.

—Me recogiste, eso se agradece.

Ivonne suspira descontenta.

—Te recogí por otros motivos —dice de incógnito.

Me pregunto cuales, menos de tener simpatía conmigo.

—¿Fui la única superviviente?

—Al parecer, sí.

Un barullo de emociones inquietas se queda en mis sistema digestivo.

—¿No encontraste a Breyton?

—No. Y no me preocupa. —dice con voz áspera.

Pero no creo sus palabras. La muerte de Breyton podría cambiar el rumbo de todo y afectar su tratado de paz, aquel que mantenía su pequeño territorio dentro de los cambiaformas.

La observo con atención cuando se estira hacia mi pierna. El tamaño de mi vientre me impide ver el estado de la herida. Así que busco una pista en la reacción de la bruja. No me gusta la línea facial que se forma en la barbilla y la frente, tan hundida y lineal, haciendo aparentar unos años más.

—¿Tan mal está? —Hago un intento de alzar la cabeza, pero parece que lo único que puedo es ladearla.

Se mantiene callada. Otra afirmación de que no va bien la curación. Empiezo a temer lo peor.

—¿Por qué no siento nada? —Mi voz sale asustada.

—Hice un conjuro, para que descansaras sin dolor —Y sin dejar de mirar la herida, inquiere—: ¿Qué te ha atacó?

¿Qué me atacó? Ni si quiera yo estoy segura.

—Fue un monstruo —confieso a lo que único que no tengo dudas.

Su mirada vuela como una bala hacia mí.

—¿Qué clase de monstruo?

—Uno sacado de una maldita pesadilla.

—¿Y qué haces viva tras luchar con un monstruo horrible e imparable? —Expresa incrédula, con una risa seca, repasando mi cuerpo débil. Puede que mi inmutable rictus fuera serio y le hizo cambiar de actitud—: ¿No te habrá dejado viva por un motivo?

—No estaría tan grave —contradije. De momento me reservo el dato de que el monstruo posiblemente estará muerto y a sabiendas que me interrogaría a fondo, llegando a saber de mis poderes. Y nunca, nunca, debo subestimar a una mujer y una poderosa como lo es una bruja del bosque.

—Si me entero que ese monstruo del que hablas sigue vivo y se acerca a mi territorio buscándote, le pondré las cosas fáciles. ¿Lo entiendes? No me importa que seas una pobre chica embarazada y herida.

Me esfuerzo por asentir y sobre todo por no creerla. Arrugo la tela del camisón donde reposa mi tripa abultada.

—El bebé es fuerte —dice mientras se limpia las manos en su delantal—. Limítate a recuperarte antes de dar a luz.

✨🌙 ✨

No calculo con exactitud los días por la ausencia de luz natural y los efectos somníferos de las medicinas de Ivonne aunque ésta a veces me empuje a moverme tanto dentro como fuera del camastro para bañarme con un trapo frío de agua que olía parecido a la menta. Y realiza cantos de nuestra lengua y otro lejano. Tengo que ser sincera: me calma escucharlos, como las nanas de mi madre o la voz de tía mientras me leía un cuento.

Cuando duermo, sigo soñando y esperando por encontrar una visión que me dé esperanzas.

Y llega.

Estoy en el bosque con la misma túnica que duermo y con los pies descalzos. La noche está cerca, los insectos nocturnos empiezan a hacerse oír. Me giro, buscando aquello que debo ver. Y lo hallo. Es un hombre que está de espaldas, sentado sobre una capa de piel, cerca de una pequeña hoguera. Me acerco a hurtadillas y me siento estúpida porque soy quien observa y escucha, pero nadie puede hacerlo conmigo. Y cuando estoy lo demasiado cerca para detallar sus facciones, sé que no está solo. Mi corazón palpita estrepitosamente. Miro a los dos hombres con una felicidad que me desborda, tanto que muero por gritar y brincar.

Ambos aún están vivos, pero casi irreconocibles. Lucen barbas de muchos días, el rostro grasiento de suciedad como sus ropas, los cuerpos encorvados y tensos... Me arrodillo ante Malkolm. El intento de tocarlo se desvanece sobre su piel. Arrugo mi cara, dolida por la imposibilidad, pero aun así, paso mi mano alrededor de su cabello oscuro e imagino el sentirlo. Y lo hago con su mandíbula poblada de barba, su cuello despejado y sus alineados labios. Ansío el calor de su ser, no puedo vivir sin ello.

Lo amo mucho. No sé si volveremos a encontrarnos. Y esta vez, las cosas son más difíciles y mortales.

—Si no me encuentras, lo haré yo y no voy a soltarte jamás, mi lobo gruñón —Juro con la voz estrangulada.

Me incorporo con las lágrimas apunto de desbordarse de mis ojos. Miro a Breyton al recordar su presencia. Su mirada rojiza es más oscura y siniestra, rodea con ella el perímetro. Está vigilando o esperando, o ambas cosas. Su espalda se despega de la corteza del árbol.

—Lo has oído, ¿verdad?

—Sí —Responde Malkolm. Suspira profundamente, antes de sacarse la camisa mientras Breyton prepara el arco—. Voy a rodearlo.

¿Rodearlo? ¿A quién se refiere?

Pero mis dudas acaban en una sola. El miedo me atenaza cada célula de mi cuerpo y es cuando escucho el siseo del monstruo que nos atacó en el bosque.

Joder, no lo maté.

Pierdo de vista a Malkolm. Solo se puede sentir su cruda transformación en el aire.

No, no, no. No puede enfrentarse a él o lo matará.

Sin embargo, de sólo impulsarme a correr hacia el, caigo en un profundo hoyo.

La visión termina.

Despierto sin poder respirar, como si me ahogara en mi propia sangre.

Me incorporo a un lado, mirando hacia el borde del lecho. Toso cada vez más fuerte, con la necesidad de expulsar el líquido que interfiere en el conducto de mis pulmones. Y lo hice. Paralizada, observo un charco oscuro en el suelo, como sangre cuagulada, pero por el olor sé que no es. Y me doy cuenta después que estoy ardiendo y temblando a la vez. Fiebre. Sé que la herida en mi pierna debe ser más grave de lo que yo e Ivonne suponíamos al principio y es posible que el monstruo me transmitiera una clase de veneno que ralentiza mi proceso sobrenatural de curación. Mi sospecha empezó a tomar claridad.

Minutos después, me sobresalto por el sonido de unas pisadas fuertes. Ivonne empuja la puerta con una mano ennegrecida mientras que con la otra sostiene el asa de la cesta llena de hierbas y hortalizas que indica que estaba recolectando. Sus ojos castaños saltan a una Sarah que sólo sabe sollozar y temblar y luego pasan al vómito oscuro. Deja tirar la cesta y saca una piedra de su cinturón que cuelga decenas de saquitos. Cierro los párpados, pues estos pesan como la presión en mi pecho. Mi cabeza termina entre la almohada y el hueco del colchón. Siento la mano de la mujer sobre la mía. Abre mi palma y deposita, lo que creo que es la piedra de cuarzo, y me obliga a mantenerla conmigo, como si tratara de un amuleto protector, algo que seguramente sea cierto por sus costumbres y creencias.

—Ese monstruo es poderoso. Ahora entiendo como ningún guerrero cambiaforma quedó con vida. Debe haber sido enviado por un dios de la muerte o semejante. El olor que desprendes es como las aguas que transportan a los muertos de las batallas...—Ella habla con tono de sorpresa. Tengo que esforzarme por seguir sus palabras. Toca con sus nudillos la superficie húmeda de mi frente—. Y no estás muerta todavía... no sé por qué. Pero estás en camino y poco podré hacer.

Mi cuerpo lo sabe. Mi mente está entre la inactividad y una realidad pétrea. Voy a morir si sigo así. Lo haré sin ver a mi bebé y despedirme de Malkolm. Tiemblo de nuevo, pero esta vez es porque lloro en silencio. La piedra que contengo en mi mano está caliente como el fuego que abrasa mi sangre. Si es protectora, si es mágica, quizás halla esperanza. Siempre la hay. Me surge un pensamiento a partir de esto. Me enfada por no haberlo recordado desde que desperté en la casa de Ivonne o peor, saber que es lo único que tengo de ayuda. No. No lo hice porque no estaba al borde la muerte como ahora.

Llámala, a Daiah, aunque pierdas su juego. Hazlo por tu vida y la del bebé.

Ivonne se levanta de un salto por un estruendo en su puerta exterior y yo la hubiera seguido si no estuviera encamada. Sale rápidamente con un cuchillo de hoja curva, una hoz que escondía en su cesta. Continúo con la mitad de la cara aplastada y con la mano hecha puño donde está la piedra. No tengo fuerzas para nada más. Soy un maldito peluche deshecho. Escucho a Ivonne alzar la voz sobre de la de un hombre que conozco. Puede ser que la fiebre me empuje a imaginarlo... Alguien entra a trompicones. Abro los ojos y de hacerlo, me encuentro con el rostro de mi verdadera pareja, Malkolm. Al principio, me cuesta creer que esté aquí hasta que reconozco su calor en mi piel. Es inconfundible. Su sensación y el olor que le acompaña. Puede que no supere el grado de temperatura de mi cuerpo enfermo.

—Dime que eres el verdadero Malkolm...—Sollozo— Reconozco tu olor. Hueles otra vez a chucho mojado, pero no basta... —Abandono mi ánimo porque me vienen imágenes sangrientas de lo que viví en el castillo y fuera por confiarme.

Puedo ver sus labios estirarse y abrir, deja ver un colmillo. Tiene una barba espesa, pero no tanto como lo recuerdo en nuestra visión.

—Lo soy, Sarah.

Su respuesta no es suficiente. He visto que se pasean seres que cambian de piel y fingen ser otros.

—¿Cuál es nuestro cuadro? —Le lanzo la pregunta entre una tos seca.

Malkolm limpia la comisura de mi boca.

—Las tres gracias —contesta suavemente.

No sé si se puede apreciar mi sonrisa llena de felicidad. Es el único de este mundo que sabe que cuadro nos unió al conocernos. Le daría cientos de besos, lo asfixia con mis abrazos, le haría el amor noches seguidas... Él se adelanta en atrapar mis labios. Es dulce y lento, trata de no superarse porque sabe que no podré en mi situación. Mi corazón parece latir con más fuerza gracias a él, es como si su beso me diera un trocito de su vida. Después, lo siento acariciar mi tripa sin apartar los ojos sobre los míos aunque pierda fuerza de mantenerlos abiertos.

—Sea lo que le atacó, es más fuerte que mis habilidades —dice Ivonne detrás de él.

Él me ayuda a colocar mi cabeza sobre la almohada. Inspecciona la infección de mi pierna tras apartar la venda.

—Hay una solución, pero necesito ayuda de otra persona.

✨🌙✨

N/A

Gracias a las lectoras que siguen esta historia. No he pasado mi mejor año como escritora, pero de algo estaba segura y lo sigo y es terminar la bilogia aunque me cueste años. Así estoy de vuelta, recuperándome poco a poco.

Las quiero 🥰

Pregunta:

¿Les gusta los saltos de tiempo?

El próximo continúa con el capítulo 4 🫢 o si prefieren seguimos con este.

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