Siguió dando vueltas en el aire en busca de alguna señal, algún indicio de magia oscura. Aunque la ciudad no iba con él en lo absoluto, no podía despreciar su belleza y la cantidad de magia tan antigua que mareaba sus sentidos.
Pese a que tenía un mapa que le señalaba las ciudades donde se harían los rituales. Aquel pedazo de papel no le decía los lugares exactos, dificultando su trabajo de encontrarlos y destruirlos.
Cambió de dirección y se internó en la gélida noche en busca de algo más, el lugar debía estar infestado de cosas oscuras y tenebrosas. Magia que estaba fuera de su saber, así que volvió a concentrarse en algún rastro que no conociera.
Paro en seco en el aire y lo sintió brevemente. El inconfundible olor de una humana y un vampiro.
Se impulso con ayuda de sus alas y visualizo a lo lejos, en medio del desierto. Dos puntos que se movían entre la arena.
Se acercó lo más que podía sin ser detectado. Estaba a algunos metros de ellos y se escondió en un gran montículo de arena, materializó una serpiente de fuego y la hundió en la arena para que se deslizara entre ella y llegará a ellos.
La serpiente alzó la cabeza y volvió a hundirla mientras se deslizaba detrás de ellos.
—Con la sed que tengo, me alimentaria aquí mismo de ti —dijo el vampiro—, lamentablemente eres necesaria.
La mujer habló un idioma que Alan no entendía, llegando a la conclusión que era una mujer de la zona. Sintió cólera al escucharla sollozar y que el vampiro se divirtiera por eso
—Una lástima —dijo el vampiro—. No hay nada más delicioso que una mujer preñada y un delicioso feto.
El odio que sentía Alan por los vampiros aumentó en creces. No entendía porque algunos hombres lobos consideraban a los vampiros otro tipo de especie, los vampiros para él eran monstruos, no animales.
Los animales cazan por instinto, los vampiros disfrutaban asesinando y haciendo sufrir a sus víctimas. A él tampoco le agradaban mucho los humanos, pero no asesinaría a ninguno por diversión, ni le haría daño a algún inocente adrede.
Los vampiros eran el fruto de la traición, hijos del primer asesino Caín y los mayores enemigos de los hombres lobos.
Exceptuando a Catrina y a su sobrino, Alan estaría gustoso con exterminar a la especie por completo.
El vampiro se detuvo sujetando toscamente a la mujer, dijo algunas palabras en lo que Alan creyó reconocer era egipcio antiguo.
El sonido de una puerta de piedra moviéndose hizo que la serpiente de Alan se ocultara de nuevo, solo dejando un ojo sobresaliente para ver que hacían. Una especie de medialuna sin fondo se formó en la arena, que daba inicio a unas escaleras.
El vampiro empujó a la mujer y los dos se internaron en la oscuridad de aquel lugar.
Se cerró la puerta secreta nuevamente, invisibilizando la entrada.
Alan sonrió satisfecho y tomó vuelo volviendo a su escondite.
Concetta miraba al niño durmiendo sobre su cuna, camino hacia la ventana. Los recuerdos empezaron a invadir el pensamiento. La primera vez que había ido a esa ciudad había sido con su mate, hace muchos años atrás. Cuando era joven y despreocupada.
Los dos iban a aprender a leer jeroglíficos, a los dos les apasionaba la historia y en especial la de ese país. El recuerdo de ese tiempo maravilloso y mágico lastimaba su quebrado corazón. A pesar de los años, el recuerdo de su gran amor le despedazaba el alma.
Concetta salió de su trance cuando el aletear de las alas de Alan la alertó. En el ingreso de otra ventana contraria a la cual ella prestaba atención.
Miro la hora y se dio cuenta que ya iba a amanecer.
—Ya empezaba a pensar que te capturaron —dijo Concetta—. Pensaba tomar mis cosas y largarme de aquí.
—¿No irías a mi rescate?
—No creo que te dejarían vivo —replicó ella—. Yo no lo haría, eres insoportable.
Alan chasqueó con la boca.
—Fueron difíciles de encontrar —dijo sentándose en la mesa y sirviéndose un vaso de agua—. Tenías razón Ceta, los hijos de puta están bajo tierra.
Alan le explicó todo lo que había visto.
—¿Por qué no hiciste que tu espectro los siguiera abajo?
—¿No crees que una serpiente de fuego iluminaria un lugar tan oscuro? —dijo en un tono burlesco—. Además, que no sé qué magia había ahí, me hubiera expuesto.
Concetta asintió.
—Creo que esta vez debes acompañarme sí o sí —dijo Alan—. No tengo idea de que habrá ahí abajo y no sé nada sobre magia egipcia.
—Yo también estuve pensando eso —asintió Concetta cruzándose de brazos—, pero es muy peligroso dejar a Belial solo.
—¿Be... ? —Alan frunció el ceño—. ¿Le pusiste nombre a esa cosa?
—Es un niño.
—Por el amor a la estúpida diosa luna, ¡Es un demonio!
—Tú también lo eres y tienes un nombre —dijo Concetta decidida.
—¿Y porque le pusiste ese nombre precisamente?
—Como lo encontramos en la tumba del amigo de tu demonio, creí que sería un bonito gesto —dijo ella sonriendo—. Además, tiene cara de Belial, ¿No crees?
Alan suspiró y contuvo un conjunto de insultos.
—Lo dejaremos con mi sobrino —propuso Alan.
—¿El hijo del imbécil de Luke? —preguntó ella escéptica.
—¿Tengo otro sobrino en Egipto?
—Eso sería muy peligroso —replicó ella—. Podrían descubrirnos rápido.
—Sería perfecto en caso algo nos pasara —explicó Alan—. Le daré indicaciones de llevarse al engendro directo al Reino y dárselo a Jaime para que lo encierre.
Concetta miró preocupada al pequeño Belial.
Alan gruño.
—Te dije que no te encariñes con él —dijo duramente—. No es tu hijo.
—Lo sé —respondió ella mirándolo fulminante—. No tienes que estar repitiéndomelo idiota.
—Lo llevaré dentro de unas horas —dijo Alan—. Hoy es luna nueva y tenemos que estar en marcha antes del anochecer.
***
Bastian caminaba de un lado a otro. En su cabeza había una discusión importante. Merit le había dicho que sus padres saldrían temprano a dar un paseo por las pirámides y que le habían dado el día libre para prepararse para la luna llena.
Él había pensado al comienzo que ella había querido proponerle juntarse a hablar en el patio de su casa o algo así, pero cuando ella le explico cómo se podía escabullir por el balcón de su habitación a la de ella sin ser visto por nadie, supo que ella no solo quería hablar.
Había pestañeado y lo observó con esa mirada anhelante que Bastian podía reconocer.
Se miró al espejo y suspiró.
—Es que mírenme, soy irresistible —pensó en voz alta enojado con si mismo—. ¿Cómo no se iba a enamorar de mí?
Ella era preciosa, una de las chicas más lindas que había conocido. Además, que su belleza interior era tan grande como la exterior y Bastian no podía negar que él también gustaba de ella.
El problema era que ella era el tipo de chica con la cual no podía darse algunos besos y después despedirse como si nada. Ella era musulmana y si alguien se enteraba que estuvo tonteando con ella, estaría en graves problemas.
Además, estaba el hecho de que él era bisexual, ningún chico le había puesto peros al informarles eso. Sin embargo, algunas chicas con las que había intentado salir, no les agradaba para nada que a él también le gustara los hombres.
—¡A la mierda todo!
Se arregló un poco el cabello e intentaría llegar a su habitación por las ventanas. Le diría que era bisexual y que también le gustaba, pero que no estaba buscando una relación. Ya quedaba en ella sacarlo de su habitación a patadas o darse unos buenos arrumacos.
Abrió su balcón en el momento exacto que Alan aterrizó con el niño en brazos.
—¡Ah! —Bastian salto asustado.
Alan lo empujó y se metió a su habitación.
—Cállate maldita sea —le susurro Alan mirándolo furibundo.
—Pero...pero...pero... —Bastian observó a su tío—. Dijiste que no te vería más y que no te buscara.
—Algo surgió —Alan estiró los brazos con un gesto de asco—. Cárgalo.
Bastian dudó, pero al final cargó al niño.
—¿Que...?
—Cuidaras al niño.
—¡¿Qué?!
—Tengo que hacer algo donde no puedo llevar a esa cosa —dijo Alan lo más bajo posible, pero sin dejar de mirarlo amenazadoramente—. Y no tengo donde dejarlo, así que lo cuidaras.
—Tío Alan...—habló Bastian estupefacto—. No tengo la menor idea de cómo cuidar a un niño.
—No es tan difícil, solo dale de comer un poco y cámbiale el pañal.
—Pero...
—No lo estoy preguntando —Alan lo señaló con su dedo—. Te lo estoy ordenando.
Bastian abrió y cerró la boca indignado.
—¿Y hasta cuándo será? —pregunto después de resignarse.
—No lo sé, tal vez regrese mañana.
—Nosotros nos iremos mañana al mediodía —dijo Bastian—, solo nos estamos quedando hasta ahora por la luna de hoy.
Alan medito un momento.
—Si para mañana al mediodía no he regresado —empezó a decir—, quiero que le cuentes a tu papá que paso y que te lleves el niño directo al Reino y se lo entregues a Jaime en sus propias manos. Tienes que ser cuidadoso, pueden matarte por él.
Bastian abrió mucho los ojos.
—¿Estará en peligro? —dijo deduciéndolo rápidamente—. ¿Hará algo peligroso cierto?
Alan asintió.
—No puedo decirte más, pero si no vuelvo es que todo se fue al caño y es muy importante que lleves a ese mocoso al Reino donde estarán protegido —le explico—. Y también quédate tu ahí, sería lo más sensato.
Alan se dio la vuelta para irse, pero Bastian le hizo una última pregunta.
—Del uno al diez, ¿Qué tan peligroso es que tenga a este niño en mi poder?
—Casi me matan por quitármelo —dijo Alan—. Así que calcúlalo tú mismo.
***
—¿Ya te vas a tranquilizar? —gruño Alan— Estoy volviéndome loco con tu comportamiento.
—Tu ya estabas loco sin mi ayuda —replicó Concetta—. Solo estoy preocupada.
—Ese mocoso está en buenas manos.
—No creo que las manos del hijo del ser más egoísta que he conocido sean buenas —dijo ella—. No creo que nada de Luke Moore sea bueno, ni siquiera su hijo.
—Luke se apaciguó bastante ¿sabes? —dijo Alan—. Sigue siendo un grano en el culo, pero después de que murieron sus padres, dejó de ser tan imbécil. Es el que más nos ha apoyado de todos los grandes alfas y su hijo salió totalmente a su madre, es buen chico.
Concetta frunció el ceño.
—Recuerdo que fue malo contigo en la escuela —se burló Alan—. ¿Por eso lo odias tanto no?
Concetta paró de caminar.
—Malo es poco al describirlo —dijo ella con resentimiento—. Fue cruel.
—¿Ustedes no salieron juntos?
—No me recuerdes la época más asquerosa de mi vida.
Alan soltó una carcajada retomando su caminata.
Concetta suspiro.
—Su hijo no deja de ser un adolescente —dijo ella triste—, tal vez no sepa cuidarlo bien y se le caiga o sabe la diosa luna que pase.
—Ese mocoso no es tu hijo —insistió Alan—. Ya te lo he dicho, no debías encariñarte con ese engendro.
—Podrían ir por él.
—¿Y arriesgarse a atacar toda una manada de hombres lobos? —Alan negó con la cabeza—. Es el mejor lugar donde pudimos dejarlo, además que, si nos llegara a pasar algo, Bastian lo llevaría directamente donde Jaime. No pudimos dejarlo en mejores manos. Así que déjate de tonterías.
Concetta lo miro preocupada.
—¿De verdad crees que nos pueda pasar algo?
Alan gruño.
—No había sentido tanta magia antes, cuando se abrió la puerta secreta, toda la esencia mágica me golpeó fuertemente en todos los sentidos —explicó él—. Vamos a enfrentarnos a magia que nunca pensé presenciar, es antigua y peligrosa.
Concetta trago saliva.
Era para lo que había entrenado tanto. Al fin pondría todo su potencial en práctica. Estaba dispuesta a morir por ello.
—Recuerda honrar tu promesa —dijo decidida.
—¿Cuál? —preguntó Alan alzando una ceja.
—Qué pondrías esta misión sobre mi vida —dijo ella totalmente seria—. Me prometiste que me dejarías morir si debías elegir, espero que lo cumplas.
Alan frunció el ceño.
—¿De nuevo quieres morir? —preguntó Alan molesto—. ¿Por qué siempre dices estupideces?
—¿Acaso ya me agarraste cariño?
—Ni lo sueñes —dijo él—. Aun pienso que fue un error no matarte cuando te encontré.
Concetta sonrió.
Los dos se encontraban ya lejos de la ciudad y ya Alan podía tomar vuelo sin ser visto
—Ni en mis más locos sueños pensé que algún día tú y yo trabajaríamos juntos, Alan Hoffman —dijo ella burlesca.
El por poco sonríe.
—También ha sido un disgusto —dijo el cargándola y tomando vuelo.