Bajo la misma arepa

By Areale_deCastillo2

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Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... More

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Ella perrea sola
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Confesiones
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
La mardición de los Takis
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Fiesta balurda
Salve, Virgen de los Malandros
Mordisco
Esposa odiosita
El Chigüire Chigüireao'
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

Heteromarico

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By Areale_deCastillo2

Sin tiempo qué perder, Yeferson agarró las llaves del carro y se fueron a regañadientes al supermercado, los amigos de Débora incluidos porque no tenían nada más interesante qué hacer.

Al llegar, se dividieron en pasillos distintos, cada uno centrado en sus intereses.

—¡Lo encontré! —exclamó la voz de Gabriel, quien estaba revisando un estante con júbilo.

—¿Qué encontraste? ¿El clítoris? —inquirió Natalia cuando llegó hasta a él.

—No —Gabo arrugó la nariz—. El clítoris es un punto ficticio que las mujeres crearon para promover el feminismo y hacer sentir inútiles a los hombres en el acto sexual.

—¿Quién coño te dijo eso?

—Suposiciones.

—Claro que clítoris sí existe, gafo —Bárbara apareció con una cesta de frutas en mano.

—Enséñamelo pues.

—Mamagüevo.

—Hay que ver para creer, Barbie. Ver para creer  —Gabriel se alzó de hombros—. La cosa es que Encontré una caja de flips sin código de barra, ¿Saben lo que eso significa?

—¿Qué? —inquirieron ambas al unísono.

—Que prácticamente no existe en el mercado. Me la puedo llevar y nadie se dará cuenta.

—Existen las cámaras de seguridad, animalito del monte —aseveró Bárbara.

—Yo digo que eso también es pura paja. Los supervisores de las cámaras no están pendientes de esa webonada, capaz que hasta se quedan dormidos en una silla giratoria con el poco e' robos proyectándose en las pantallas de los monitores.

—Ves demasiadas películas —opinó Natalia.

—Ah pues, eso está más que comprobado —sostuvo Gabo, abrazando la caja de flips que estaba dispuesto a esconder bajo su suéter—. De carajito me jartaba los duraznos en los pasillos y nunca me agarraron, y hasta me metía ciruelas en los bolsillos pa' llevar pa' la casa.

—Estás muy decidido a llevarte los flips, ¿No? —cuestionó azúl vinagre.

—Definitiva y totalmente.

—Okey, yo me voy. Tus planes son demasiado mierderos y yo no me voy a meter en peo' por tu culpa.

—¿Le tienes miedo a los policías? —quiso saber Natalia divertida, cruzada de brazos.

—Miedo no, pero no me traje la cédula, y esas brujas son capaces de martillarme hasta quince dólares por esa mielda.

Sin más, ella se alejó de sus amigos. Natalia se quedó para apoyar el atraco infalible de Gabriel.

Por otro lado, Débora inspeccionaba los anaqueles de productos de belleza cuando Yeferson llegó hasta ella, manejando uno de los carritos metálicos.

—¿Qué tanta vaina compras? —inquirió el moreno al ver que ella metía un perfume en su cesta.

—¿Qué te importa?

—Yo de vaina uso jaboncito azul.

—Con mis productos sigo una secuencia para cuidar mi piel y perfeccionar mi higiene. No lo comprenderías.

—Lo entiendo perfectamente, víbora. Yo también tengo un orden cuando me baño con mi jaboncito azul —contestó él, alzando una ceja—. Primero la cara y después el hue...

—¡Que puto asco! —ella lo empujó.

—Así te encanto.

Débora dejó en el estante una crema para peinar que estaba ojeando y apresuró el paso.

—¿Qué haces? —preguntó Yeferson.

—Me alejo de ti.

—Bueno, puedo mejorar mi higiene si comienzo a bañarme contigo. Consideralo, es un buen plan que nos beneficia a ambos, sifrinita.

—Traes la camiseta al revés —explicó ella el verdadero motivo.

—¿Y tú te crees influencer que no puedes andar con un chamo con la camisa al revés? Muchacha ridícula.

El celular de Débora sonó con una notificación de Twitter, aquello confirmó las sospechas de Yeferson. Tal vez su hermanastra tenía una doble vida y hacía tutoriales de maquillaje cuando todos dormían, de otra manera no conseguía explicarse porqué tanta obsesión con los productos de belleza si casi nunca la veía usándolos.

—Murió la reina Isabel —anunció la castaña al desbloquear su celular, estupefacta.

—¿La de Inglaterra?

—Ajá. La guardiana de la piedra filosofal.

—Verga, la hermana de Matusalén —se río Yeferson—. Hasta llegué a pensar que me iba a morir yo primero. Esa tenía como cien años, ¿No?

—Casi.

—Nojoda, qué ladilla, ahora el rey va a ser el viejo ese hijo de ella.

—¿Y eso a ti en qué te afecta? Si vives en Guarenas —Deb alzó una ceja.

—¿Qué? ¿Ahora no tengo derecho a ser opositor de una monarquía extranjera por vivir en el tercer mundo?

Débora marcó aún más su expresión.

—Clasista mamañema —él suspiró—. Bueno, mosca por ahí mi reina, no te vayas a morir tú también.

—Ay, te preocupas por mí —la castaña fingió una sonrisa tierna.

—No. Ya partí el vaso de la licuadora, ¿Te imaginas que también te mueras estando conmigo? Sapegato, prefiero morirme yo primero antes que asumir semejante peo' con Jhoana Maricarmen y su marido.

Riendo por su expresión exagerada, Yeferson se desapareció por otro pasillo, manejando su carrito vacío mientras miraba sin mucho interés los estantes con chucherías y licores. Cuando llegó a la sección de frutas, se detuvo abruptamente al ver desde una esquina al closetero hablando muy de cerca con una chama carita de cabello crespo.

—¿Y este no era marico pues? —inquirió para sí mismo al ver que Gabriel sacaba el teléfono, claramente pidiendo el número de la chama.

—Hace una semana descubrió que en realidad era hetero curioso, solo quería experimentar —explicó azúl vinagre, que se encontraba en la misma sección, observandolos.

—¿O sea que prácticamente le reventaron el culo y después volvió a ser tipo serio?

—No, no. Sí le gustan los hombres, pero se inclina más al bando de las mujeres.

Yeferson aferró las manos a la barandilla del carrito. Sus nudillos se tensaron hasta el punto de palidecer por la fuerza que ejercía al recordar el supuesto noviazgo de tapadera. ¿En realidad sí había disfrutado besarla todas esas veces? ¿Qué pensamientos tendría al contemplarla casi desnuda en la soledad de su cuarto mientras supuestamente jugaban? Más que arrechera, Yeferson por primera vez se sintió amenazado.
¿Qué tal si Débora supo durante todo ese tiempo que su amigo no era gay y simplemente le gustaba llevarse con él de es manera?

—Maldito heteromarico —farfulló el moreno, soltando el carro y aproximándose a una de las cajas metálicas que contenía centenares de tomates.

Sin pensarlo dos veces y con la arrechera de aquellos pensamientos que le carcomían las entrañas, escarbó entre la pila de tomates y tanteó hasta encontrar el más blandito y lanzarselo a Gabriel desde una distancia prudente para no fallar el tiro.

—¡Ñelda! —exclamó la vistima, sobándose la nuca y limpiandose los restos de pulpa roja y semillas.

Yeferson no le dió ni tiempo de reaccionar porque agarró otro y le lanzó el proyectil directo a la frente. Gabriel hasta retrocedió por el impacto.

—¡Coño! ¡¿PERO QUÉ GÜEVONADA ES PUES?!

Pero en ese momento Yeferson era más arrechera que persona. Agarró un cambur y le fue pelando la concha mientras caminaba hasta él. Cuando llegó, se lo embarró todo en un oído mientras lo empujaba y le gritaba:

—¡MARDETO BECERROOOOOO!

Su voz se escuchó por todo el supermercado, alertando a Débora y a Natalia que no tardaron en correr para ver qué estaba pasando y, peor aún, a los guardias de seguridad.

—Te montaste por la avenida principal del pipe, rolitranco e' Cabecewebo —Yeferson lo señalaba con una mano y con la otra lo empujaba.

—¿Qué mierda te pasa a ti vale? ¿Te fumaste una lumpia vencida?

—¡Pecaste mamagüevo! Tas claro que hiciste lo malo. ¡Te metiste con Débora con la excusa de una tapadera cuando en realidad no eras ningún marico!

—¡Soy bisexual mano!

—¡Bisexual el coño e' tu madre, mal parido!

Yeferson estaba tan enceguecido por la rabia que no medía la fuerza de sus movimientos. Estaba siendo irracional, tanto que empujó a Gabriel y lo agarró por el cuello de la camisa, volviéndolo a levantar para estamparlo de espaldas contra un estante de productos enlatados, causando que el anaquel temblase y de éste cayeran decenas de productos haciendo estruendo contra el piso.

—¡Yeferson, déjalo! ¡Mierda, cabrón, ya! —pese a que Débora le sacudía el brazo, el aludido escuchaba su voz como si estuviese tan lejos que se confundía fácilmente con una alucinación auditiva.

Cuando estuvo a casi nada de mandar un puñetazo seco a la mandíbula de Gabriel, una fuerza superior a la suya lo tomó por los hombros, manipulando sus brazos. Intentó zafarse con brusquedad de aquel agarre, pero el desconocido a sus espaldas fue más astuto al maniobrar sus brazos y esposar sus muñecas en menos de un minuto.

—Quedan bajo observación judicial por alteración al orden público —informó otro policía que también acababa de tomar a Gabriel, pero decidió no someter su libertad a las esposas ya que éste no lucía tan alterado como el moreno.

Débora lucía desesperada, intentando explicar a los oficiales que todo era un malentendido en medio de balbuceos, pero sus palabras no cobraban mucho sentido porque ni ella conocía el motivo de aquel arranque tan vehemente por parte de su hermanastro.

Bárbara observaba la escena en silencio; miraba con los ojos abiertos de par en par y con los labios apretados la cara de Gabriel hecha un asco, embarrada de tomate y cambúr, las latas desperdigadas por el suelo y el carrito con las compras atravesado a mitad del pasillo. De alguna manera, ella había causado todo aquello al confesar que Gabriel no era completamente homosexual.

—Mielda, tremendo beta —pronunció antes de acercarse para intentar tranquilizar a Débora. Natalia también fue hasta ella, lucía menos sorprendida por todo.

La castaña ni se molestó en vociferar insultos hacia su hermanastro antes ni después de subirse a la patrulla policial. Para ese entonces, Yeferson tampoco deseaba pedir disculpas por lo ocurrido, solo se tragó las malas miradas de ella por el camino, mirando por la ventana y poniendo muecas por la incomodidad que le conferían las esposas.

En comandancia, hicieron pasar a  Yeferson regañadientes a una sala grisácea iluminada a duras penas por una lámpara alógena que colgaba sobre una mesa metálica. Aquello era muy de película a su parecer, sobre todo cuando un funcionario tomó asiento frente a él con sus dedos cruzados e inclinándose levemente hacia adelante con semblante de pocos amigos.

—¿Y bien? ¿Cuál es la raíz del desacato en un establecimiento comercial?

—Problemas maritales.

—¿Es tu novio ese chico?

—Sapegato, no —Yeferson arrugó su rostro—. Una de ellas.

—A las tres chicas también les hicimos preguntas, ninguna afirmó estar en una relación idílica contigo.

—La bajita culona es la mujer mía, pero ella todavía no lo acepta.

El oficial suspiró con disimulo y se relajó contra el espaldar de la silla.

—Y entonces, ¿Cuál fue el motivo de esa supuesta discusión marital?

—¿Cuál fue la respuesta del otro chamo?

—No ha sido interrogado.

—¿Y dónde está?

—En una celda, comiendo flips.

Yeferson chasqueó la lengua.

—Llevo más de media hora en estas cuarto paredes con el culo dormido por el frío de la silla, ¿Me vas a decir que durante todo este tiempo ningún oficial se ha tomado la molestia de interrogar a la aparente víctima? Repetí quinto grado como tres veces, pero por mala conducta, no por bruto.

—¿Qué me está queriendo decir, ciudadano?

—Lo que a usted le dé la gana de entender, oficial —el moreno bufó—. Usted mismo dijo que las muchachas fueron interrogadas, antes de hacerle preguntas a ellas, tuvieron que buscar el testimonio del chamito para dejarme de último, comparar sus respuestas con las mías y saber si estoy mintiendo.

El policía alzó la comisura de sus labios en una sonrisa corta, aquella
conversación se le hizo interesante. No llegó a pensar que aquel tópico alcanzaría esos extremos por el simple aspecto del ciudadano.

—Sí empecé todo yo. El mariquito ese engañó a mi novia de alguna manera y a esa chamita yo nunca le digo mentiras como para que venga otro becerrito a pretender jugar con ella. Es medio awrboniada a veces y por eso no se dió cuenta, pero estoy yo para defenderla así a ella le den igual las artimañas de su amiguito.

—No es tu novia.

—Es la flaca que me desbarata el pavimento, la misma vaina.

El oficial relamió sus labios, realmente entretenido.

—Yo era como tú; arrogante, tanto que me costaba aceptar que la chama que me gustaba en realidad no me quería, mi pasatiempo era engañarme con la creencia de que se estaba haciendo la difícil para que yo me esforzara más por conquistarla.

—Y eso a mí me importa porque... —Yeferson lo invitó a extender la explicación.

—Al final se casó conmigo.

En otro momento la historia le habría gustando, pero no entonces. Pese a que lucía tranquilo, ese policía no le simpatizaba en lo absoluto. De hecho, se reclamaba mentalmente por mi haber agarrado otro cambúr para metérselo por uno de los huequitos de la nariz.

—¿Y?

—Nada. Ya pasó a mejor vida —el oficial se alzó de hombros.

—Adoro los finales felices —Yeferson esbozó una sonrisa amplia para cabrearlo, pero el policía permanecía relajado.

—No murió. Se fue a los yunaites la semana pasada.

—¿Por la selva?

—Sí.

—De pinga, pero me sigue sabiendo a culo la historia de tu vida.

—Y a mí la tuya me importa entre poco y un carajo, pero necesito que confieses qué ocurrió en el mercado y por qué agrediste a ese chico para poder ganar tiempo. Tienes diecinueve años, el muchacho todavía es menor de edad, puedes meterte en serios problemas, ¿Lo sabías?

Bien, aquello no lo había considerado. Optaría por ser más colaborador y menos bromista.

—Se metió con mi jeva con la excusa de que supuestamente era gay y la necesitaba para tapar su relación con otro chamo. El maldito ese no es gay un coño e' la madre y prácticamente la utilizó.

—Y por eso le lanzaste dos tomates y le metiste un cambúr en el oído.

—Quería ponerme más creativo yendo al pasillo de utensilios y sacarle los ojos con un tenedor, pero estaba arrecho y la sección de frutas la tenía más cerca —se alzó de hombros y enfocó el portanombres que sobresalía de su chaleco—. ¿Me quita las esposas, oficial Carrillo?

—No.

—¿Al menos me puede decir ya cuál fue el relato del gafo ese? Dramático, eso seguro.

—El testimonio de Gabriel no le concierne, ciudadano.

Yeferson blanqueó los ojos.

—¿Con qué propósito fueron al supermercado juntos si a leguas se nota que él no te agrada?

—Me estaba metiendo unos latazos con la mujer mía cuando sus amigas y él llegaron a visitarla. Me molesté en ese momento porque me chocaron el carro. Discutí con Débora en la cocina y partimos en vaso de la licuadora, así que todos juntos fuimos a comprar una nueva, ahí me enteré de que el maldito ese era heteromarico y el resto ya lo sabe.

—No era necesario añadir esos primeros detalles.

—Ya sé. Se nota que el chisme no te gusta, pero te entretiene. Además, no iba a desaprovechar la oportunidad de recalcar que yo y ella SÍ tenemos algo.

—Ella y yo.

—No, carrillo. Tú no —rió cuando el aludido alzó una ceja—. Qué bolas, no terminé decapitado ni castrado por joder la licuadora, pero caí preso, que es casi lo mismo.

—No estás preso todavía.

—Entonces quítame las esposas.

El oficial Carrillo exhaló antes de levantarse y liberar las muñecas del ciudadano.

—¿Estás arrepentido? —inquirió el policía, aunque ya intuía la respuesta.

—Me arrepiento de no haberle metido más coñazos antes de que los guardias llegaran.

—Deberías ser condescendiente con él. Razonable al menos. Le hicimos saber que podía poner una denuncia en tu contra y dijo que no quería hacerlo, que no era para tanto. Gracias a él podrás irte mañana y solo tendrás que pagar una fianza.

Yeferson cerró los ojos con fuerza, obstinado y hastiado por saber que pasaría la noche en una celda de mala muerte.

~•~

Al salir de comandancia, Natalia le propuso a Débora ir a una fiesta en Vista Place para despejar la mente y olvidar aquel bochorno al menos por un rato. Antes de ir a testificar tuvieron que pagar todos los daños ocasionados en el mercado sin derecho a tomar los productos para su consumo.

—No creo que sea buena idea...

—¡Anda sí, si tú vas yo también! —se ánimo Bárbara—. Anda, así cumples mi nueva fantasía.

—¿Qué fantasía?

—Gritar: «GÓZATELO MAMI QUE TU MARIDO TA' PRESO» mientras suena un salseteo malandro.

—Que marginal, me encanta —secundó Natalia y sacudió el brazo de la castaña—. Anda, vamos. Di que sí.

—Yeferson ya ha de estar molesto conmigo, ¿Se imaginan cómo se pondría si se entera de que me fuí de fiesta mientras él estaba en la cárcel?

—Molesta deberías estar tú por su brutalidad —dijo Bárbara, bufando—. Parecía que tenía metido al malandro Ismael prendido en candela. Además, no se va a enterar si nadie se lo dice.

—Okey, vale —accedió Débora y se tapó las orejas por los gritos eufóricos de sus amigas.

—¡GÓZATELO MAMI QUE TU MARIDO TA' PRESO! —exclamaron Bárbara y Natalia al unísono mientras llegaban al estacionamiento para abordar el carro de Miguel David e irse a arreglar al apartamento.

•••••••••••••••••

Holi, ¿Todo bien por aquí?
Quiero felicitar a Mir y a Mia por sus cumpleaños<3

¿Ustedes tienen alguna fantasía marginalita? Porque yo sí tengo un deseo culposo: que me ahorquen mientras me dan besos son sabor a caroreña.

Jaksjajja MAMÁ YO NO ESCRIBÍ ESO, ME HACKEARON.

¿Cómo les cayó el oficial Carrillo?

¿Piensan que la reacción de Yeferson fue exagerada o la justifican?

Baaaaai. No olviden recomendar la historia si les va gustando 🙃

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