Evasivas

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Brayan había vendido gran parte de la mercancía. En esquinas baldías del barrio, usando una capucha negra que influía junto a la oscuridad nocturna para ocultar su rostro, con una navaja en el bolsillo por si las cosas se ponían feas y el corazón latiendo en sus oídos cuando personas de mal porte y evidentemente agresivas se acercaba para comprarle u ofrecerle truecks que le tocaba rechazar.

Se sentía sucio. No ese tipo de suciedad que te hace sentir inmundo, pero sabes que se quitará con un buen baño; se sentía impuro de alma, había manchado las valiosas enseñanzas de su madre con dinero sucio ganado con sustancias ilícitas y de consumo adictivo.

Pero era eso o seguir mal viviendo, con una madre que oculta si cansancio con una sonrisa forzada. Robar o matar jamás estaría entre sus opciones, porque pese a su mala conducta y su aspecto de delincuente, aún tenía principios, y se aferraría a ellos sin importar las circunstancias.

El último cliente de la noche llegó, tanteando el terreno mientras Brayan yacía recostado de un poste de luz descompuesto. En un pase veloz, ambos intercambiaron gramos por billetes verdes, sin dirigirse siquiera la palabra.

Con la plata en el bolsillo y su morral vacío, trazó el camino de regreso a su casa, y en el proceso se encontró a su novia, se estaba haciendo las uñas postizas en casa de una gran manicurista en formación que poco a poco llevaba el anaquel de su sala con diversos tonos de esmaltes.

—Flaca —saludó él si avisar su presencia. Natalia se sobresaltó y correspondió a su beso, pero no como normalmente lo hacía. Brayan trató de quitarle importancia—. Eso pues, puliéndote. Siempre buscando la manera de estar más bella.

Ella esbozó una sonrisa, pero la comisura de sus labios tembló mientras lo hacía. Se sentía tensa.

—Esta mañana fui a buscarte para llevarte al liceo y tu mamá me dijo que ya te habías ido —comentó Brayan, tomando asiento en una silla plástica con permiso de la manicurista.

—Salí más temprano —excusó ella. ¿Cómo le explicaba que no había pasado la noche en casa? Y no por ir a una pijamada precisamente.

—Y... Creí que estabas corta de billete, que estabas reuniendo para comprar el material de tu proyecto de fin de año, ¿Cómo conseguiste para hacerte las uñas?

Natalia palideció, intentó disimular al carraspear la garganta.

—Son un regalo, por ser una cliente tan fiel a mi negocio en progreso —la salvó la chica que le limaba las uñas.

Brayan asintió lentamente. No sospechaba absolutamente nada, pero se sentía mal porque había llevado dos días sin ver a su novia y por el momento estaba ocupada para darle un abrazo.

—Te estaba llamando hace rato, mi mamá hizo arepas con riqueza, tus favoritas, y quería que fueras a cenar con nosotros.

Ella cada vez se sentía más enrredada. Por suerte, era muy buena mentirosa cuando el momento lo requería, pero esa habilidad no la hacía sentir menos culpable.

—El teléfono se me dañó, amor. El estúpido de Gabriel me lo tumbó ayer en el liceo y se le partió la mica. Ni siquiera prende. Iba a ir a tu casa apenas saliera de aquí.

—Bueno... —Brayan exhaló—. Puedo esperarte para subir juntos.

—Estas cosas se demoran —soltó una risa tierna, aunque un nudo en la garganta impedía la fluidez de su voz perfecta.

—Yo siempre voy a tener tiempo para ti, muñeca.

~•~

Natalia estaba delineando sus ojos para salir con su nuevo ligue. La noche anterior se había quedado durmiendo con Brayan. El sentimiento de culpa la carcomía, no obstante, su voracidad de lujos y privilegios podían más que su culpa.

Cuando procedió a pintarse la boca, alguien tocó la puerta de su casa. Su papá fue a abrir y saludó a su yerno con un choque de puños normal antes de dejarlo pasar.

—Te tengo una sorpresa, cierra los ojos —pidió Brayan luego de besarla.

Natalia, insegura, sucumbió a aquel misterio mientras su novio le colocaba una caja en las palmas abiertas.

—Listo, ábrelos.

A Natalia se le puso chiquito el corazón al ver la caja blanca con serpentinas y una nota que, aunque solo llevase escrito un «Te amo, tóxica» con lapicero azúl, confesaba que detrás de ese regalo había un genuino sacrificio.

Con un nudo en la garganta, correspondió el abrazo de Brayan en silencio. ¡Era mentira que se le había dañado el teléfono, solo estaba evitando contestarle mientras estaba con su cuadre! Mierda, ¡¿De dónde coño había sacado plata para comprarle uno nuevo?!

—No es la mejor marca, flaca, pero al menos es un modelo de este año con buenas características —le hizo saber él—. Le recargué saldo a tu chip para que puedas empezar a usarlo, lo compré esta mañana y lo puse a cargar apenas llegué a la casa. También me puse a agarrar internet en un cyber del centro y le descargué las aplicaciones que usas, tiene hasta Pinterest.

—No te merezco —sentenció Natalia, con los ojos empañados.

Brayan solo río y le dió un beso en el cuello.

—Esto te tuvo que haber costando un dineral, Brayan, no...

—Tenía unos ahorros —mintió para tranquilizarla.

Había descompletado los riales que estaba guardando debajo del colchón para la nueva casa de su mamá, pero ver la cara de perplejidad de su novia nunca tendría precio.

Y Natalia empezó a llorar, supuestamente de felicidad. La verdad era que no podía con la culpa, mientras ella se maquillaba para ir a ver a otro, Brayan llegaba con un regalo caro que con esfuerzo adquirió para ella.

Durante la noche anterior, Natalia no pegó un ojo en toda la madrugada, solo miraba el techo en la habitación a oscuras mientras la respiración pesada de Brayan chocaba contra su cuello.

Recordó la primera vez que se enamoró, habían pasado tres años desde que un imbécil la había utilizado para profanar su virginidad y desecharla después de un buen polvo, como a un coroto cualquiera.

Era consciente de que Brayan movía cielo y tierra para hacerla feliz. Durante meses estuvo esperando a que ella decidiera darle una oportunidad, nunca fue capaz de sexualizarla ni de tratarla de manera inapropiada. Podía ser un boleta mientras pisteaba en la calle, pero se desconocía cuando ella le decía cosas bonitas o comenzaba a seducirlo con juegos previos, ahí era él quien estaba a su merced.

Y había tomado una decisión. Le pediría un tiempo con la excusa de que iban demasiado rápido con su relación y que estaba confundida, así tendría tiempo para sacarle regalos costosos y viajes inolvidables al del Corolla.

Pero ahora... Ahora se sentía atada a Brayan. Al terminarle o pedirle un tiempo siquiera, se vería como una zorra interesada, quizás sí lo era, pero jamás con él.

No pensaba soltar a ninguno de los dos. Ahora, solo le tocaba actuar con discreción mientras disfrutaba de ambas partes. Tendría que aprender a domar el maldito sentimiento de culpa.


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5mentarios. Creo que no tengo nada para preguntar aquí.

Solo les puedo dejar un dato random: tengo 17 años xd.

Por favor, no estén con una persona solo por lástima, me lo hicieron a mí y es horrible.

Los quiero mucho </3

Bajo la misma arepaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora