Yubiricandeleisy

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El domingo al mediodía, el calor despertó a Débora. Al levantarse con un intenso dolor de cabeza por la resaca, revisó si el aire acondicionado tenía alguna falla porque no entendía, al querer optar por buscar socorro en el ventilador, se dió cuenta de que se había ido la luz.

Se dirigió al baño con pasos apesadumbrados para ducharse y quitarse todo ese sudor del cuerpo y el maquillaje corrido de la noche anterior. No había tenido ni ganas de asearse, en la madrugada cayó rendida apenas tocó el colchón.

Ah pues, pero resulta que se había ido el agua también.

Tuvo que pasarse unas toallitas húmedas por todo el cuerpo para no sentirse tan asqueada y sudorosa. Se puso un pijama cualquiera y salió a la sala. Quedó aturdida por la bulla que tenía Yeferson en la cocina, removiendo unas ollas mientras cantaba con una férrea pasión:

—¡Volví, pero pa' meterle al beat! ¿Pero cómo que volví yo no entiendooo si yo nunca me fui? ¡Más duro que el bicho mío, jode conmigo y sale partío'! Tengo pal' de hijos, pal' de sobrinos, el que no me dice papiiii, me dice...

—¡Tío!

—¿Qué? —suspiró al ver que la ladilla humana ya se había levantado.

Débora vio que tenía puesto otro suéter, pero este era amarillo chillón. ¿Cómo hacía para tener tantos suéters horribles?

—Quita eso, que me duele la cabeza —aseveró—. Por favor.

—Sí eres corta nota, verga. Te paras es jodiendo.

Yeferson quiso ser considerado solo porque él también se había levantado enrratonao'. Pero para no doblegar su orgullo, lo que hizo fue bajarle el volumen a la cornetica.

—¿Mejor, su alteza?

—Gracias —contestó con ironía, sentándose en un taburete del mesón—. ¿Y Jhoana y mi papá?

—Salieron a hacer mercado.

—¿Y qué estás haciendo ahí?

—Comida.

—Ajá, ¿Pero qué?

—Comida que se come.

—Yefer...

—Deja el fastidio, que no te voy a dar ni pa' weler. No eres digna de mis recetas afrodisíacas.

—Ni que te estuviera pidiendo, cabrón.

—Por si acaso. Guerra avisada no mata soldado, y si lo matan es por aweboniao'

Débora exhaló a profundidad, rogando paciencia a todas las deidades existentes.

—Quita eso. Vamos a poner Morat.

—Tas' mal, comadre. Sobre mi cadáver me vas a quitar a Bad Bunny.

—Pero Morat siempre será mejor que cualquier cosa.

—Mijir qii ciilqiiir cisi.

—Mtch —emitió ella.

No pudo aguantar la risa cuando en la corneta sonó «Lou bateri, plis cheirk» y se apagó en seguida.

—Coño e' la madre. Por culpa tuya, pavosa.

Débora se agarraba la cabeza, la risa le producía más punzadas de dolor.

—¿Quieres sopa? —ofreció él, revolviendo algo en la olla.

—¿No que no?

—Aprovecha que estoy de buenas, antes de que me arrepienta.

—¿Quién coño hace sopa con este calor tan horrible? ¿Cómo no te sofocas con ese suéter puesto?

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now