Dedicado a YuudaiKamiKawa13, por haberme subido el ánimo, aún sin saberlo.
Gracias (◔‿◔)
<<Los amuletos que colgaban bajo el techo sobre el que estaban parados tintinearon suavemente, como anunciando que el mismísimo Shinigami rondaba por allí, dispuesto a recoger una nueva alma en su reino de miles de millones de fallecidos súbditos.
-Me pregunto... -musitó el de Sunagakure, dejando salir poco a poco su arena, junto al aterrador Instinto Asesino que poseía- Realmente me pregunto si me creen tan imbécil como para permitir que le hagan algo frente a mis ojos.
El mineral tomó la forma de una enorme cola de tanuki, formada por millones de granos de arena que no iban a dejar escapar al enemigo, que recién se había dado cuenta que el venir había sido una grandísima estupidez. Una que pagaría con su vida.
-¿Qué... ¡¿Qué demonios eres?! -exigió, temblando levemente por lo aterrado que estaba.
Nunca podría recibir respuesta alguna, pues tarde notó que la cola había sido una banal distracción. El verdadero ataque se había escondido bajo el techo, avanzando a toda velocidad en su dirección. El ojinegro intentó correr por su vida, pero apenas logró voltearse cuando la arena lo alcanzó.
Gaara jadeaba un poco, pues había tenido que evitar que el Shukaku saliera con ese último ataque. "Todavía no" intentó comunicarle. Quería esperar al día de la invasión, uno en el que podría arrasar con cada rastro de Konoha, la aldea maldita en la que casi apagaron a su sol. Se incorporó, observando una última vez al rostro tranquilo de una dormida Nozomi, que portaba una pequeña sonrisa.
Esa misma noche, juró ante la luna que nunca dejaría que alguien intentara extinguirla de nuevo.>>
-Es asombroso, ¿Esa es su verdadera identidad?
El no ser sensor, y no poner atención a tus alrededores, sea porque te confías o porque no se te ocurra, tiene desventajas. Sobre todo en la noche. Kabuto y Baki lo sabían muy bien.
-¿Estás seguro de esto? Ese chico es de Oto
-Sí. Ya no lo necesitamos -replicó desinteresadamente el albino.
-Pensé que lo querían para comprobar la fuerza del tal Sasuke. -el moreno arqueó una ceja, pues sabía que no era precisamente propio de aquellas personas tan cuidadosas deshacerse de una pieza útil con tanta simplicidad.
Sin que alguno de ellos se diera cuenta, dos sombras se colocaron discretamente a ambos lados del edificio en el que mantenían su reunión clandestina, escuchando y analizando la información que les era proporcionada.
-*¿Qué hace con alguien de Suna?* -se preguntó Hayate Gekko, procurando mantenerse fuera del radio de detección de aquellos dos, suprimiendo su chakra y silenciando cualquier ruido que pudiera hacer.
-Ya no es necesario -suspiró el infiltrado, con esa sonrisita astuta que tan bien se le daba- Recibí la orden de secuestrar a Sasuke-kun, pero resulta que fracasé.
-¿Cómo dices? -el mayor se alarmó, aunque la experiencia en el campo de batalla se encargaría de disimularlo fácilmente.
Kabuto solo se encogió de hombros, sin mayores preocupaciones, al tiempo que recordaba aquel encuentro que tuvo con Kakashi Hatake, en la sala del hospital.
-Sí
Flashback
-¿Podrá hacerlo alguien como tú?
El sello maldito de Sasuke acababa de ser suprimido por Minato. Los ninjas médico se habían encargado de los efectos secundarios que dejaba el portar tres sellos al mismo tiempo en un solo cuerpo, más las heridas de su combate y las que recibió en el Bosque de la Muerte, dejando como resultado el tenerlo en cama con varias sondas y una mascarilla.
Kabuto había aprovechado para terminar con todos los ANBU escolta que el Sandaime y el Yondaime habían asignado para protegerlo. Observó al pelinegro, recordándose a sí mismo años atrás, cuando recién había sido acogido por Orochimaru. Sacó un bisturí perfectamente afilado. Verdaderamente había sido una desgracia el que el Sannin de las serpientes hubiera puesto el ojo en ellos.
-¿Quieres que lo comprobemos?
Kakashi había llegado en el momento preciso para evitar que ocurriera un asesinato en el lugar. Minato no era tan ingenuo como para creer que Orochimaru se quedaría tranquilo después de aquella visita en la habitación de sellado, así que ordenó a su mano derecha que estuviera alerta y rondando el lugar, en busca de cualquier cosa sospechosa por parte del Sannin. Evidentemente no había errado en su deducción.
-Eres un mocoso muy egoísta -espetó el Jōnin, finalmente apuntando a su menor con un kunai, listo para atacarlo cuando bajara la guardia- No te burles de los adultos.
-No seas tan arrogante -devolvió el de Oto, alzando su arma a la vez, con la diferencia de que esta tenía una ligera torcedura en la punta- Yo tengo la ventaja en esta situación.
Antes de que el chico pudiera concretar su amenaza, Kakashi se movió tan rápido como pudo, obligándolo a soltar el kunai y haciéndolo caer lejos. Hubo un momento de intrincada lucha entre ellos, hasta que el espía logro despistarlo haciéndose pasar por el cadáver de uno de los ANBU y escapando por una ventana.
Fin del flashback
-Ya saben que soy un esbirro de Otogakure. -terminó, con una mano sobando su nuca, en señal de vergüenza.
-Entonces, si descubren que te reúnes en secreto conmigo, el plan para destruir Konoha se irá al diablo -escupió Baki, conteniéndo su frustración al notarlo tan despreocupado con aquel tema.
Hayate se tensó automáticamente. No esperaba, en ningún sentido, que la revelación que obtendría sería esa. Debía informárselo al Hokage para preparar todas las defensas en caso de invasión, que, sabiendo lo que ya se había dicho, era casi seguro.
Por otro lado, el otro oyente frunció el ceño ante lo oído. Se cruzó de brazos mientras rodaba los ojos. Maldito Orochimaru, pensó, irritado.
-Tengo entendido que eres la mano derecha de Orochimaru -el de Suna siguió hablando, con la atención de los demás ninjas- ¿Cómo pudiste venir a verme después de que sepan quién eres? Eres un estúpido.
-Para ser más concretos, no es que me descubrieran -replicó el menor, riéndose de manera burlesca, antes de mirar a su interlocutor, con un destello de locura en la mirada- Me expuse a propósito.
Ante la confusión de este, se dispuso a explicar sus acciones, contradictorias a simple vista, y que, sin embargo, hilando los puntos, tenían sentido en una complciada y caprichosa estrategia.
-Quería ver cómo actuaba Konoha. Aún estoy a tiempo de raptar a Sasuke-kun.
Baki no estaba del todo convencido. Sonaba inverosímil, desordenado y riesgoso, con probabilidades de fallar aún más altas ahora que habían descubierto a Kabuto.
-Si cometen algún error, nos retiramos de inmediato -amenazó quedamente, sabiendo que aún le convenía mantenerse del lado bueno de ese hombre- El plan fue idea de Oto. Suna no se inmiscuirá hasta el final. Es lo que desea el Kazekage.
-*Es terrible -se dijo Hayate, sabiendo que tenían que actuar lo más rápido posible, o sería tarde para detener a esas dos naciones juntas- Sunagakure es aliada, pero está conspirando con Oto. Debo informárselo a Yondaime-sama*
-Como quieran. Este es el plan que llevará a cabo Otogakure -respondió el Yakushi, extendiendo un rollo de pergamino hacia su aliado temporal, que lo recibió inmediatamente- Y algo más. Ya va siendo hora de que ellos sepan del plan.
Ambos miraron a Gaara, que se levantaba decidido de entre los escombros del techo en que se deshizo de Dosu.
-Sí, lo sé -se resignó Baki, extendiendo a su vez un pergamino, mucho más delgado que el que había recibido- El Kazekage quiere que le entregues esto a tus superiores. Piensa que podría ser de utilidad.
-Bien. Yo me retiro -se despidió el peliblanco, comenzando a caminar hacia el lado contrario.
-*Ah, así que de eso se trata -pensó el encubierto, suspirando un poco más tranquilo- Otogakure sigue siendo verdadera y Suna no tiene nada que ver. Más les vale.*
-Y por último... -el menor se detuvo en su andar, afilando su mirada y dejándola vacía de cualquier sentimiento, ya fuera auténtico o fingido- Yo me encargo de la limpieza.
Hubo dos reacciones de los oyentes. Hayate se sobresaltó, sin esperar que lo hubieran descubierto tan fácilmente. El otro contuvo a duras penas una risa estruendosa, lo que le valió el casi ahogarse con su saliva y ponerse a toser.
-No, déjamelo a mí -manifestó el de Suna, arqueando una ceja ante los para nada disimulados sonidos que podía localizar a su derecha- Como habitante de Sunagakure y de Kaze no Kuni, debo esforzarme por mis camaradas. Además, solo hay dos ratas. Será fácil.
Ni bien hubo terminado de decir aquello, las tres personas aludidas saltaron lejos, teniendo todos a su favor el poder del Shunshin no Jutsu.
Hayate corría por los techos que conocía como la palma de su mano. Había puesto todo su esfuerzo en salir lo más rápido posible en cuanto escuchó que había alguien además de ellos tres en ese lugar. Como no pudo detectar su firma de chakra, ni nada que delatara si era aliado o enemigo, prefirió no arriesgarse y llevar su información al Hokage.
El ninja, por su parte, lo seguía discretamente, sin hacer un solo ruido. Parecía más una brisa que volara por el cielo nocturno, invisible, intangible, completamente indetectable. Sabía que en unos momentos, su objetivo haría acto de presencia.
Y no se equivocó. Tan solo cinco segundos después, Baki apareció repentinamente frente a Hayate, soltándole un veloz puñetazo que detuvo su avance y lo obligó a retroceder de un salto, si no quería que impactara en él. Con una pirueta lo suficientemente ágil, se alejó lo suficiente como para estar completamente consciente de cada movimiento del enemigo.
-Vaya, señor examinador -se burló el extranjero, aunque sin perder su expresión estoica- ¿Qué hace aquí solo a estas horas? ¿Su compañero lo abandonó?
-*Entonces no es aliado suyo, ¿Eh? ¿Sería un ANBU? ¿O serán dos conspiraciones diferentes en el mismo día? Sea como sea...* -caviló el de Konoha, llevando una mano a la empuñadura de su espada y dirigiéndose hacia su oponente- Tendré que pelear.
Ambos se colocaron cuidadosamente en posición de ataque. Cada momento era crucial, hasta el mas mínimo movimiento podría determinar al ganador de ese encuentro. Quién huía y quién no, quién lograba vivir un día más y quién moriría esa misma noche.
Sin previo aviso, Hayate comenzó a correr, preparado para ejecutar su técnica. Esa por la que se había ganado el título de Tokubetsu Jōnin. El único ojo visible de Baki se abrió un poco más, debido al reconocimiento.
-Konoha-ryū: ¡Mikazuki no Mai!
En un efecto parecido al que daban los clones ilusorios que se enseñaban en la Academia de Konoha, múltiples copias del sensor del examen se expandieron por el aire, desorientando al líder del equipo de Suna. Apenas logró voltearse para ver al menor, que caía hacia él con la espada desenvainada y dispuesta a atravesarlo. Logró con éxito ensartarla en su hombro, salpicándose la cara de sangre en el proceso, y por un breve momento, se pensó victorioso.
Lo que no esperaba era que esa arma tan afilada no pasara de hacer una herida superficial, y encima, se quedara atascada en la armadura del hostil.
-*¿No puedo sacarla?* -se preguntó, comenzando a entrar en pánico.
-La Danza de la Luna Creciente: Mikazuki no Mai, una técnica de Konoha. Es impresionante que la uses a tu edad -espetó el moreno, dibujando una sonrisa ladeada y sarcástica en su rostro- Esta aldea tiene buenos peones
Levantó su mano, sujetando la espada por el lado sin filo de la hoja. No temía ni en lo más mínimo al joven que tenía en frente, pues sabía que mientras lo detuviera ahí, su plan seguiría como si nada.
-Tu forma es perfecta, pero las espadas reales se pueden detener. Por otro lado... -el ojiónix mayor levantó la otra mano, como si estuviera sosteniendo una shuriken en ella- Las cuchillas de viento son imparables.
El espectador sonrió al notar lo que estaba a punto de pasar. Tal parecía que su trabajo iba a ser más fácil de lo que pensó. Sensei estaría complacido, como con todo lo que hacía.
La expresión de Hayate se deformó en horror cuando vio al jutsu tomar forma. No pudo hacer nada al notar que todo se volvía negro con preocupante rapidez. Lo último que vio antes de perder la consciencia por completo fue una figura encapuchada observando todo desde un techo.
No tenía la más mínima idea de que, al amanecer, los ANBU no encontrarían su cuerpo, sino un cadáver astutamente hecho pasar por el suyo.
Al día siguiente, en la misma catarata de antes, Nozomi y Karin se afanaban en sus entrenamientos individuales. Poderosas corrientes de chakra podían sentirse en todas direcciones para cualquiera que tuviera habilidad de sensor, similares, pero a la vez muy diferentes entre sí.
Una, tenía la intención de contener, de proteger, de resguardar y aprisionar. La otra, intentaba aferrarse, equilibrarse, elevarse y avanzar.
La ojizafiro respiraba agitadamente, intentando mantener su leve avance dentro de aquella barrera. Si bien el primer intento no fue el mejor de todos, ahora, después de bastante tiempo debo aclarar, podía crear una casi transparente conexión entre sus cadenas. Extendía rápidamente dos desde su espalda, levantándolas una paralela a la otra, como si estuviera a punto de detener un ataque, y, por un minuto aproximadamente, se podía distinguir un brillo dorado entre ellas, como una pantalla de vidrio, antes de que comenzara a parpadear y se desvaneciera.
La de lentes no se quedaba muy atrás. Debido a la poca información de la que disponían, incluso siendo Jiraiya un experto en recolectarla, no sabían del todo cómo era que funcionaba el Iyashi Hitokuchi. Sí, podía sanar heridas y restaurar por completo incluso la energía de las personas, pero no tenían idea del modo en que lo lograba. Además, en el proceso drenaba aproximadamente una cuarta de las reservas de chakra de Karin, lo que, a la larga, podía tornarse peligroso, y mucho más si se usaba continuamente, como sería el caso en un entrenamiento.
Sin embargo, no por nada Nozomi y Jiraiya eran los ninjas más tercos, impulsivos y creativos de sus respectivas generaciones. El día anterior, la menor había hecho al menos cien clones de sombra que envió por toda la aldea, en busca de algún jutsu que se pareciera medianamente al Kekkei Genkai, mientras que el peliblanco empleaba un método de entrenamiento básico, ya familiar para la nacida en Konoha: comenzó a enseñarle a trepar árboles.
Mientras observaba a la ojicarmín avanzar paso a paso (y caerse cada tres de ellos) en la corteza del grueso roble que habían encontrado a varios metros de la cascada, decidió no mencionar todo lo que se había tardado ella misma en lograr eso. También decidió colocar un colchón inflable que solía tener en su antiguo apartamento bajo el lugar en el que trepaba su prima. Mejor prevenir que curar.
Desde luego, había logrado encontrar algo para que su prima entrenara cuando terminase de escalar el roble. Aunque el Clan Uzumaki no era originario de Konoha, y, por consiguiente, no había tantos datos como quisiera sobre ellos en ninguna de las bibliotecas que conocía, sí consiguió un pergamino sobre el ninjutsu médico que podría ser de utilidad. El problema era precisamente que requería un control de chakra prodigioso. Uno que tal vez ni ella misma poseía.
Por ese motivo, habían concluido que sería mejor que continuara construyendo su control de energía, lo perfeccionara, y entonces, no antes ni después, aprendería el jutsu. Karin refunfuñó un poco, pero accedió. Sabía, después de todo, que era necesario recorrer un camino largo antes de obtener lo que quería.
Y Jiraiya tenía la tarea más difícil de todas. Una tan titánica que solo un Sannin como él podía realizar. Tal vez ni siquiera Minato pudiera hacerlo sin morir.
¡Espiaría a las jovencitas que jugaban en la cascada sin que ese par de mocosas lo pillaran!
-*Una hazaña de esta magnitud no debe subestimarse -se decía, asintiendo para sí mismo- Y quien lo haga, jamás ha visto a un Uzumaki enojado.*
Las chicas solo reían y jugaban con el agua, inconscientes de que tenía la mirada puesta sobre ellas. Mientras se mantuviera dentro de ese arbusto, todo estaría bien. La investigación se mantendría hasta que ellas decidieran irse.
Si claro, hasta entonces.
-Oye, Ero-Sennin~
Al invocador de sapos casi le da un paro al corazon. Tan pálido como una hoja de papel, trastabilló hacia atrás lo más rápido que pudo, con los dientes castañeteando como si fuera invierno.
-¿No se supone que ibas a entrenarme?
Nozomi tenía una vena sobresaliendo en la frente. Su ceño estaba fruncido y podía notarse a varios metros que contenía las ganas de conectar un buen gancho de Senpūken en el hígado de su padrino. Jiraiya recuperó la compostura rápidamente, apuntándola con un dedo.
-¡Estoy informándome! Además, ¿No se supone que tú estabas en la burbuja?
-¡Estoy en la burbuja! -replicó la adolescente, apuntando a ese lugar.
Efectivamente, Nozomi seguía dentro de la burbuja, aunque, al igual que su clon, miraba al mayor de forma asesina. A este se le hizo un tic en el párpado.
-Muy graciosa niña -se quejó- Puedes hacerlo tú sola, solo hace falta que te esfuerzes más.
-¿Crees que no me estoy esforzando? -la pelirroja levantó un puño, en el que sujetaba un kunai. Sin necesidad de voltearse a ver, lo lanzó hacia atrás, directo al pecho de la original.
El plan detrás de aquello era que las cadenas, que ya estaban afuera y frente a la hija del Yondaime, crearan automáticamente la barrera para protegerla, al estar enfrentando un peligro real. Sin embargo, cuando el kunai estuvo a la distancia adecuada, el arma cayó al suelo con un ruido sordo, haciendo que la chica pusiera una cara de exasperación.
-¿Qué pasó? ¿Salió la barrera? -cuestionó el de marcas rojas perezosamente, asomándose por un lado del clon de su estudiante para ver lo que pasaba.
Contrario a lo que la joven esperaba, no surgió ninguna barrera de oro, sino dos cadenas que habían cubierto el espacio vacío perfectamente. Al asimilar el hecho, sujetó sus largos cabellos, jalándolos mientras soltaba un gruñido.
-¡No otra vez! -bufó, dejándose caer al suelo.
-¡Eso no es una barrera! -exclamó Jiraiya, frustrado de no poder ver el "gran talento" del que tanto le había presumido Minato- ¡Si no te lo tomas enserio, me marcharé!
-¡Cierra la boca viejo! ¡Me lo tomo muy en serio! -contraatacó ella, sentándose rápidamente, con los ojos blancos por el enojo.
-¡Entonces concentra chakra como si tu vida dependiera de ello!
-¡Eso estoy haciendo!
-Algunos ya lo habrán escuchado, pero los reuní aquí para dar el informe oficial. Una patrulla de ANBU encontró el cuerpo de Hayate Gekkō cerca del Castillo Kikyō.
Minato se encontraba sentado en una mesa de forma extraña, con espacio disponible solo para tres personas, a pesar de su tamaño. En sus costados tenía a los viejos consejeros de Konoha, aquellos que servían a la aldea desde la época del Sandaime Hokage. La tensión podía palparse en el aire. Era obvio que no se llevaban nada bien.
De hecho, las únicas razones por las que había aceptado mantenerlos en el puesto era por la influencia que poseían en la aldea, y porque sus antiguos consejeros, desgraciadamente, habían perecido en el ataque del Kyūbi. Kakashi tampoco podía entrar como consejero, debido a que tenía un equipo de Genin a su cargo. Una verdadera pena.
-¿Hayate está..? -Asuma no pudo terminar su pregunta.
-No puedo creerlo -Kurenai tenía los ojos abiertos como platos.
-¿Fue Orochimaru? -Anko estaba preparada para lo que fuera necesario.
-No podemos estar seguros -intervino Kakashi, con su típico semblante relajado- Imagino que Hayate estaba siguiendo a Kabuto, el espía de Oto. No hay duda de que Orochimaru pretende algo, pero...
-Deberíamos cancelar el examen e ir tras Orochimaru -aportó otro Jōnin, con una cicatriz a lo largo del rostro.
-Eso no es posible en este momento. Cuando se presentó ante Anko, la amenazó para que no detuviéramos el examen, que reune a chūnin de todos los países aliados -explicó el rubio.
-¿Qué quieres decir con eso? -reclamó un consejero: Homura Mitokado, alguien muy allegado al Tercero. Se había opuesto rotundamente a que el Cuarto volviera a su puesto, al punto de que estalló un pequeño conflicto. Una historia para otro día.
-Orochimaru tiene suficiente poder para invadir un país pequeño. Todos los países pusieron sus ojos en él cuando dejó nuestra aldea -replicó el ojizafiro, sin dejarse alterar por la falta de respeto- Y, por fortuna para algunos, nos guarda rencor. Todos querrían contar con él.
-Entonces, ¿Alguno de los países aliados se unió a él para traicionar a Konoha? -cuestionó el mismo Jōnin, logrando que la mirada del Hokage se volviera opaca. Era imposible saber lo que estaba pensando en ese momento.
-El pacto de alianza tiene el mismo peso que una promesa verbal -contestó el peliplata, mirándolo de reojo- Ya saben lo que pasó en la Tercera Guerra Mundial Shinobi.
-Saben bien que nos falta información sobre esto. Sin embargo, no es la suficiente como para considerar que son sospechas infundadas.
-Enviamos a ANBU a recopilar información en los distintos países -habló Koharu Utatane, otra de los antiguos consejeros- Es peligroso actuar sin pensar. Podría ser lo que espera el enemigo.
-Confío en todos ustedes -destacó Minato, ignorando descaradamente a la mujer, cosa que notaron todos, aunque nadie dijo nada- Y si se da el peor de los casos...
Los Jōnin se alertaron, ante el súbito cambio de tono de su líder. Cualquiera que conociera a Minato Namikaze coincidiría en que era un hombre amable, amoroso, servicial y protector. Sin embargo, cuaquiera que conociera al Yondaime Hokage acabaría pregonando sobre su afilada mente, su astucia, su determinación y su afán por defender a esa aldea que amaba tanto.
-... Konoha peleará con todo lo que tiene.
En otro lugar, muy, muy lejano...
Un chico de ojos oscuros permanecía sentado en su cama. Tenía un kunai en la mano, dándole vueltas con un solo dedo, en el aburrimiento total. Se preguntaba si le darían una misión pronto, a pesar de que acababa de volver a casa. No podía evitarlo, desde que ese día había sucedido, siempre estaba ansioso por tener algo que hacer para demostrar su utilidad.
Paseó su mirada por la habitación. Estaba bien iluminada, los rayos del sol permitían ver claramente los objetos ahí presentes, entre ellos una diana para lanzamiento de shuriken y kunai, varios pergaminos desperdigados en su escritorio, y al lado de ellos, un marco para fotos.
Se levantó para tomarlo y poder verlo mejor. La foto mostraba a una niña pelirroja con orbes azules, de la que, a estas alturas, había oído hablar bastante. Inclinó su cabeza levemente hacia la izquierda, observando la brillante sonrisa que le regalaba la fémina desde esa imagen.
-No lo entiendo... -murmuró, dejando la foto en su lugar, mientras se dirigía a la salida.
Cerró la puerta con cuidado, mientras cruzaba las manos detrás de la nuca. Sopló uno de los mechones de cabello que caían en desorden sobre su frente, preguntándose cuándo volvería.
Tal parece que la invocó con el pensamiento, pues no pasaron ni cinco segundos antes de que tuviera que agacharse, antes de que un par de guadañas le atravesaran la cabeza.
-¡¿Qué te ocurre, grandísima tarada?! ¡¿Se te frío el cerebro en la misión o qué?! -reclamó el niño, amenazando con el puño a la despreocupada figura que se erguía frente a él.
-Hoy es "tarado", pequeño demonio -respondió el peliazul como si no fuera la gran cosa- Te vi muy distraído, pero tus reflejos son tan maravillosos como siempre, ¿No?
-Púdrete Yoko -respondió el aludido, con una vena bien marcada en la sien.
-Lenguaje -riñó una tercera voz, a lo que ambos giraron la cabeza tan rápido como pudieron- Llegas un día tarde mocoso.
Tanto Yoko como su menor hicieron un saludo militar y una reverencia de 45º hacia el hombre que se acercaba por el pasillo. Sabían que no era necesario, pero cada quien tenía sus razones para hacerlo.
-Saludos al espectro de la muerte, portador de la oscuridad y de la calma, Tennō-sama -hablaron en perfecta sincronía.
-Vamos, vamos, así está bien -el mayor levantó las manos a la altura de su pecho, haciendo gestos para quitarle importancia- Entiendo que te hayas distraído un poco, pero ¿Por qué no enviaste un halcón para informar de tu retraso?
-Oh, vamos Sensei, no creí que fuera a tomar tanto tiempo -se quejó el chico, con un leve puchero- Además, están muy bien vigilados, no pude obtener los detalles tan rápido.
-Quedarte ahí tonteando no iba a servir para nada -murmuró el que permanecía a su lado, ganándose un leve coscorrón.
-Al menos yo traje vivo a mi objetivo -Yoko no se molestó en bajar la voz para responder al menor con tono burlón.
-¡Cállate! -el joven lo apuntó con un dedo, una venita marcada en su sien y los ojos en blanco- ¡Para que sepas, al mío ya lo había atacado alguien antes que yo!
-Entonces, ¿Por qué no lo detuviste? Para un mocoso genio como tú, debería haber sido fácil.
-¡Era un ataque de Fūton y estaba en mitad de Konoha! ¡Si me daba, tal vez se me habría caído la capa!
-Pero era de noche y traías el antifaz, ¿Cierto? -comentó "casualmente", dejando al ojioscuro sin argumentos.
-M-Maldito seas Yoko -escupió el chico, admitiendo su derrota.
Tennō suspiró ante sus peleas. Se preguntó seriamente cómo era que ellos dos compartían sangre con él, aunque fuera lejana.
En el hospital de Konoha, todos estaban vueltos locos. Algunas enfermeras corrían de un lado para otro, abriendo puertas y revisando cuartos vacíos, los doctores intercambiaban información entre sí, con el semblante serio, y hasta había un par de ANBU por el lugar, patrullando las entradas y salidas. Haruno Sakura y Yamanaka Ino estaban sentadas en un banco, esperando impacientes por noticias de alguien.
Una doctora se acercó a ellas, conservando la formalidad, aunque alguien que la conociera bien podría notar el fastidio en el movimiento de sus manos, golpetando con los dedos su planilla.
-¿Ustedes son Yamanaka-san y Haruno-san? -preguntó educadamente, sin dejar que su estado de ánimo afectara a quien no tenía la culpa.
-¡Sí! -respondieron las kunoichis al unísono, observándola con atención- ¿Acaso ya..?
Sus esperanzas se vieron derrumbadas con la negativa de la pelinegra, haciendo que soltaran un suspiro preocupado. La mujer se compadeció de aquello, pues no era su culpa que estuviera pasando esto justo cuando vinieron a visitarlo. Culpó a los ineptos ANBU y al inepto de Hatake Kakashi, que, se suponía, tenían que vigilarlo, pero sobre todo, al inepto de Uchiha Sasuke, que no entendía que su estado había sido de gravedad, y que tenía que reposar.
-No se preocupen chicas, lo encontrarán pronto. Los ANBU del Hokage-sama ya fueron informados. Por ahora, lo mejor que podemos hacer es esperar -las consoló, con una sonrisa maternal, logrando que rubia y pelirrosa asintieran- También querían ver a Lee-kun, ¿No?
-Sí -afirmaron ellas, con un tono más leve.
-El tampoco debería moverse, así que solo será un rato. Tengo una operación programada en media hora, así que solo las guiaré hacia su habitación, ¿Está bien? -preguntó cortésmente.
-Está bien, no se preocupe -respondió Ino por ambas.
Nana se dio la vuelta, comenzando a caminar por los fríos pasillos del hospital. Debía darse prisa y terminar con eso rápidamente, o llegaría tarde a donde la habían llamado. Por supuesto, no tenía media hora, sino tan solo cinco minutos para arribar a su destino.
-Esta es la habitación de Lee-kun -señaló a una puerta deslizable, con el nombre del paciente escrito en un letrero- Por favor, no hagan ruidos muy fuertes, y procuren no elevar su voz ni abrumarlo. Si necesitan una enfermera, solo presionen el botón azul que está a un lado de su camilla.
Cuando obtuvo respuestas positivas de ambas adolescentes, dio media vuelta rápidamente y comenzó a caminar a un pasillo vacío. Conocía ese lugar como la palma de su mano, y sabía que, en el ala norte, un par de habitaciones después de la del discípulo de Gai, habría uno por el que no pasaba ni un alma.
Se escabulló silenciosamente, teniendo especial cuidado de que nadie la viera. Cuando se aseguró de que fuera así, se quitó rápidamente el uniforme de enfermera, agradeciendo que fuera solo de una pieza. Lo guardó, junto con la cofia, en un pergamino de sellado, que a su vez, guardó en la bolsa ninja que colgaba en su cinturón.
Bajo el uniforme, portaba un traje negro de cuerpo completo, sin mangas. Del mismo rollo de pergamino, deselló unos guantes negros, una armadura gris para el pecho y guardias de metal para los brazos del mismo color, junto con una máscara blanca. Por último, se lo colocó todo con premura, y desapareció en un estallido de velocidad. No era su especialidad, pero al haber crecido prácticamente junto al Kīroi Senkō, sabía algunos trucos.
Se presentó ante su líder con la cabeza baja, en una reverencia en la que su rodilla tocaba el suelo.
-Es justo como usted dijo, Minato-sama -reportó, con una voz firme y neutra- Ha escapado.
-Ese maldito mocoso... -el rubio se pasó las manos por el cabello, intentando aliviar un poco su estrés. No había terminado todo el papeleo temprano como para estar persiguiendo al Uchiha- Y yo que quería ir a ver el entrenamiento de Nozomi.
-Si gusta, yo podría ir a buscarlo -se ofreció la ojiroja, con una pequeña sonrisa. Una que, aunque no se viera, no auguraba cosas buenas- Así usted podría ir a ver a la pequeña ranita.
-¿Y dejar que lo arrastres todo el camino de vuelta al hospital? Te conozco demasiado bien Nana-chan -la apuntó con un dedo acusador- Debo admitir que me tienta la propuesta, pero sigue siendo el hijo de mi mejor amigo. Además...
Se llevó las manos al cuello y lo destensó, con una mirada ladina. Al estar la oficina en penumbra, Nana solo podía ver el destello del fuego azul en la mirada del Hokage.
-Él y yo tenemos cuentas pendientes.
-Está bien, está bien -se resignó la fémina, permitiéndose un trato más informal- Solo no lo asuste demasiado.
-¿De qué estás hablando? -preguntó el Hokage, con fingida inocencia- No haría algo como eso.
Sin dejarla replicar, desapareció de la oficina con su jutsu insignia. Su intuición, las conversaciones con su hija y Kakashi, y algo de la larga experiencia que había tenido con Fugaku, le indicaban que el joven azabache no estaría en las cercanías del hospital, eso ni soñarlo. Probablemente querría empezar a entrenar en cuanto él mismo considerara que estaba bien. Y para eso, necesitaba a Kakashi.
Observó a su alrededor. Era un enorme páramo desierto, un cañón en el que abundaban las rocas y no había ni un gramo de vegetación. A unos 500 metros de distancia, divisó una cabellera negra encrespada, lo que hizo que suprimiera su chakra y avanzara hacia su objetivo, procurando ser lo más silencioso posible.
-Nee, Sasuke-chan~ -murmuró en su oído con cierto tono juguetón, mostrando indirectamente lo enojado que estaba- ¿Por qué no estás en el hospital?
El Uchiha intentó reprimir un escalofrío, fallando miserablemente, aunque sin saberlo. Mierda, definitivamente no se esperaba que el Hokage en persona fuera a buscarlo, y menos que estuviera enojado. Se atrevería a decir que incluso se parecía un poco a Nozomi cuando encontraba pervertidos.
-¿Sabes~? Hoy tengo algo muy importante que hacer... Y por tu culpa, voy retrasado. Así que, ¿Qué te parece si regresamos al hospital?
Eso encendió todas las alarmas de Sasuke. No podía dejar que por ningún motivo o circunstancia lo llevaran de vuelta a una camilla. Tenía que empezar a entrenar cuanto antes, si quería estar en su mejor forma para las finales del examen. Fue lo suficiente como para volver a su máscara de frialdad, típica de un Uchiha.
-No tengo tiempo para estar en un hospital -espetó, sacándose la mano del rubio del hombro, sin siquiera dignarse a mirarlo- Debo empezar a entrenar ahora.
Kakashi llegó justo a tiempo para evitar que ahí se cometiera un asesinato, aunque, para desgracia de Sasuke, no logró salvarse del resto de la venganza de Minato. Tuvo que bajarlo el solo de una cuerda suspendido en lo alto del acantilado.
**********
¡Nueva actualización después de dos meses!
La prepa no deja vivir gente ;-;
No tengo ni tiempo para andar leyendo, de tanta tarea que hay. Aún así, aquí les traigo este capítulo, que, aunque no lo parezca, es muy importante para la trama de la historia. Además de que espero haber resuelto algunos cabos sueltos (traficando rimas xD), voy a estar cambiando más cositas de aquí en adelante.
Por otro lado, ¡Abrí una cuenta de Instagram para este perfil! Estaré publicando cosas random sobre esta historia, algunas Incorrect Quotes y la playlist de Spotify, para quienes aún no tienen el link. La pueden encontrar con el mismo nombre de la cuenta de Wattpad.
Dato curioso: en el momento en el que estoy escribiendo esto, el capítulo aún no tiene nombre xD
¡Preguntas de este lado! --->
¡Sugerencias aquí! --->
¡Chanclazos por desaparecer- Ah, no, esos no.
Tsuki-san, ¡Se va!