Bajo la misma arepa

By Areale_deCastillo2

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Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... More

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Ella perrea sola
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Confesiones
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
La mardición de los Takis
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Fiesta balurda
Salve, Virgen de los Malandros
Mordisco
El Chigüire Chigüireao'
Heteromarico
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

Esposa odiosita

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By Areale_deCastillo2

Yeferson llegaba de reparar Orientación y Convivencia cuando encontró a Débora sentada en el sofá de la sala, con Mordisco acostado sobre su regazo, su hermanastra puso una mueca al verlo con la camisa beige por fuera y el cuaderno sin forrar bajo el brazo.

—¿Qué me trajiste? —le preguntó mientras ojeaba un libro prestado de su padre.

—Nada. Vengo del liceo, no del trabajo —respondió él queriendo lucir odioso—. A
demás, ¿Quién eres tú para yo estarte trayendo vainas?

—Mtch.

Yeferson se rió por lo bajo cuando vió que ella exageraba la arruga en su frente y abrió la nevera para agarrar agua, pero encontró algo todavía mejor: refresco.

—Vine buscando cobre y conseguí oro chamo.

Después de echarse tremendo trago de refresco y soltar un eructo disimulado porque si no Débora le inventaba la madre, rodeó la encimera.

—Rescata ahí, sifrina —se sacó un Toronto del bolsillo y se lo aventó en el aire.

En eso salió Jhoana del pasillo y lo vió de arriba a abajo.

—¿Y a mí qué me trajiste?

Yeferson se acercó y le dió un sonoro beso en la mejilla antes de colocarle una flor en la oreja.

—Esa cayena la arrancaste de la mata de allá abajo —le reprochó.

—Sí eres mal agradecida, pure. El mejor regalo llegó a tu vida cuando te dijeron que estabas preñada de este morenito bello, ¿Qué más quieres?

Dicho esto, se perdió por el pasillo, no sin antes agarrar a su gato para llevárselo a su cuarto.

~•~


Yeferson pasó toda la tarde durmiendo. Se quejó como un niño pequeño cuando vió la hora en su celular y notó que ya era momento de irse a trabajar, al menos estaba descansado.

Se dió un baño vaquero y se puso la primera pinta que consiguió en las gavetas. Al salir a la sala, Débora estaba aún en el sofá, leyendo el mismo ejemplar, al parecer la trama la tenía bastante enganchada.

—¿Qué libro es ese?

—Se llama Gardenia.

—¿Y de quién es?

—De Geryadith Areale.

—¿Y quién es esa?

—La autora de Gardenia.

El moreno blanqueó los ojos y se lanzó a su lado, rodeándole los hombros con un brazo.

—Coño fresa, ¿Viste cómo está subiendo el dólar? —se humedeció los labios adrede—. Así suben las ganas que tengo de besarte todos los días.

Él se acercó un poco más, a propósito, pero ella se apartó todavía más mientras fingía que no prestaba atención a su existencia.

Yeferson le quitó el ejemplar de un arrebato y le colocó una mano en la cara interna de sus muslos mientras la hacía voltear para atrapar sus labios. Su hermanastra correspondió al instante a pesar de que supuestamente pretendía poner resistencia los primeros segundos. Ella misma llevó ambas manos al cuello del moreno para profundizar la situación con sus respiraciones entrelazadas y sus lenguas sin dar tregua a las ganas mutuas de ir más allá una vez más.

Yeferson llevó la mano libre a la nuca de ella mientras ladeaba la cabeza para adquirir un mejor acceso a su boca, para explorar el lugar de donde emanaron jadeos de placer a su nombre, jamás se cansaría de morder suavemente aquellos labios que se apretaban ante sus insultos y se entreabrían con cada cercanía e insinuación incandescente.

Débora era poco predecible en ocasiones, pero Yeferson conocía su lenguaje corporal, y al menos de esa forma ambos se comprendían y confesaban los mismos deseos con reciprocidad.

Ella se separó de él cuando escucharon una puerta abrirse, de la cual salió Miguel David con una sonrisa radiante.

—¿Y esa felicidad a qué se debe? —indagó su hija, limpiando las comisuras de sus labios con prudencia.

—Mañana me caso —contestó su progenitor, como si estuviese pronunciando un «Dah»

—Nos llevaréis a vuestra luna de miel, ¿No?

—¿Qué? No.

—Pero, ¿Por qué?

—Nos casamos Jhoana y yo, ¿Qué tenéis que ver vosotros?

—¡Seremos legalmente una familia!

—¿Y por eso los tenemos que llevar a nuestras vacaciones? No, mi loca. Bájate de esa nube —dijo Jhoana, que apareció en la sala de repente—. Si quieren les compramos anillos a ustedes también.

Débora quiso buscar apoyo en Yeferson, pero a él le daba igual si a su mamá se la llevaban para Margarita o al fin del mundo a celebrar su matrimonio. Al moreno le fascinaba mucho más la idea de quedarse a solas con la caprichosa esa, aunque aquello significara tenerla jodiendole la paciencia a cada rato por cualquier cosa. Además, tenía que cuidar a Mordisquito, su nueva responsabilidad.

—Os pienso dejar algo de pasta para que salgáis —avisó Miguel David mientras se servía un vaso de refresco.

—Mejor, así vamos a Las Cabañas —dijo Yeferson.

—¡Padre! —exclamó Débora cuando Miguel David se alzó de hombros, aunque en comparación a la primera vez, ahora no lucía tan indignada porque era incapaz de resistirse demasiado a la posibilidad.

—Cuidad el auto o os decapito, a los dos.


~•~


Tras el fallecimiento de la ceremonia íntima y prácticamente improvisada, la pareja de recién casados llegó al apartamento con una sonrisa radiante, mirando a cada nada el anillo en sus dedos que simbolizaba su idílica unión.

Detrás de ellos llegaba Yeferson, que estaba peleando solo al intentar deshacer el nudo de la corbata y ridículamente solo conseguía apretarlo más, Débora se reía mientras se ofrecía para ayudarlo y él se negaba de mala gana, sosteniendo la supuesta dignidad que le quedaba.

Lo primero que hizo la castaña fue correr hasta su habitación a sacarse los tacones de un puntapié, sintió que estaba pisando el verdadero paraíso al quedar descalza. Yeferson llegó corriendo hasta la habitación de ella, se armó con unas tijeras y cortó el pedazo de tela que no le confería ni un mínimo porcentaje de elegancia y que solo había usado porque entre su mamá y su hermanastra conspiraron para obligarlo.

Jhoana y Miguel David no perdieron tiempo; se apresuraron a despojarse de las vestimentas para reemplazarlas por algo más casual, se dieron una ducha rápida y terminaron de empacar sus cosas para el viaje, aquella prometedora luna de miel los tenía ansiosos.

—Todavía o nos habéis dicho a dónde pensáis ir —dijo Débora cuando ambos aparecieron en la sala con el equipaje más que listo, la castaña estaba echada en el sofá grande.

—Solo les diré: no pongan la casa patas arriba en nuestra ausencia —contestó Jhoana arreglándose el cabello—. Y tampoco nos esperen durante las próximas tres semanas.

—¡¿Tres semanas?! —exclamó Yeferson, paniqueado, se preparaba un pedazo de canilla con riqueza en la encimera—. ¡¿Piensan dejarme tres semanas con la víbora?! ¡Cuando lleguen no encontrarán ni mis restos!

La aludida lo asesinó con la mirada y luego volvió la vista hacia su padre, exigiendo sin necesidad de palabras una explicación.

—Haremos distintas estaciones en todo el país. Vamos, que lo tenemos merecido, convivir con vosotros es un absoluto estrés porque un día estáis abrazados y casi dando besitos y luego os echáis veneno con reciprocidad. Con Jhoana queremos descansar antes de enfrentarnos a esto de aguantaros hasta que os independiséis.

—Sí, yo también los amo —ironizó el moreno, blanqueando los ojos.

—¿Os cuesta mucho llevarnos? —insistió Débora por enésima vez—. Que me porto bien, dejad solo al marginado cuidando la casa.

—Que no. Te quedas, y el marginado también —sostuvo Jhoana.

—¡Mamá! —exclamó Yeferson.

—Disculpa, hijo, te quiero —la mujer exhaló profundamente—. Les dejamos plata, todos los servicios pagos y la nevera full. No nos van a necesitar para nada, así que tampoco nos escriban si no es para una emergencia.

—El matrimonio te tiene arisca —le dijo Débora, ganándose una mirada fría de su padre.

—Si no ven actualizaciones de estados nuestros en WhatsApp no se asunten, seguro la estamos pasando sabroso y simplemente los bloqueamos.

Yeferson y Débora compartieron el mismo sentimiento de indignación absoluta cuando ambos atravesaron el umbral y salieron del apartamento.

Sin embargo, no se detuvieron a pensar mucho en la ausencia de sus padres, la verdad era que a ellos también les daba igual si ellos se iban o no mientras tuviesen todas las comodidades en la casa. Yeferson todavía se estaba preparando su pan cuando la castaña se acercó y se subió a uno de los taburetes.

—¿Me preparas uno a mí también?

—Yo no soy cachifo tuyo, has tu vaina tú.

Débora apretó los labios y suspiró antes de acercarse a la nevera y sacar el cartón de leche descremada junto a una bolsa de cereales de colores.

—Permiso —hizo el amago de empujarlo, pero él se puso rígido a propósito.

—Verga pana, ¿Viniste o te mandaron?

—¡Permiso!

—Yo estaba aquí relajao' como quien dice haciéndome un pan con chiswí y vienes tú a invadir mi espacio con la excusa de que quieres conflei.

—¡Permiso, cabrón! —ella lo volvió a intentar empujarlo, pero él se atravesó más.

—Deja la ladilla y dale porai, Covadonga, que en mi pista no transitan carritos chocones.

Ella le frunció el ceño, dejó las cosas tiradas sobre el mesón y se marchó de prisa hacia su cuarto como una efectiva estrategia de manipulación. Al rato Yeferson llegó y le dejó un plato plástico sobre el escritorio de su habitación con un pan y un vaso de panelada.

Porque el condenado se la pasaba quejándose de que su hermanastra era una caprichosa de mierda, pero la malcriaba con todo el gusto.

Cada uno se encerró en su mundo durante el resto del día hasta que Yefelson salió a trabajar y Débora se despidió con un "Muérete" que según él se traducía a un «Chao, te voy a extrañar, me traes algo»

•••••••••••••

No me asesinen, con el montón de tarea que tengo es suficiente sufrimiento.

Este capítulo no me pareció la gran vaina, perdón por ello, es que de verdad he estado muy mal por la ausencia que he tenido con esta historia. Ustedes saben que los amo un montón y si me he alejado es porque tendré buenas razones, pero lo último que quiero es abrumarlos con mis problemas.

¿Les gustan los chigüires? Yo los amo.

¿Cuáles son sus flores favoritas? Yo amo las margaritas.

Si pudieran visitar un lugar de Venezuela en su luna de miel, ¿A dónde irían?
Estoy indecisa entre Barquisimeto, en un pueblito llamado Barbacoas, y Mérida porque nunca he ido y me parece muy interesante.

¡Los quiero un montón! En una semana subimos 3K más de lectura, ¡Qué emoción!

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