Bajo la misma arepa

By Areale_deCastillo2

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Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... More

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Ella perrea sola
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Confesiones
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
La mardición de los Takis
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Fiesta balurda
Salve, Virgen de los Malandros
Esposa odiosita
El Chigüire Chigüireao'
Heteromarico
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

Mordisco

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By Areale_deCastillo2


Cuando llegaron al restaurant y empezaron a ojear el menú, Jhoana se llevó los dedos al entrecejo y cerró un momento los ojos.

—¿Todo bien, amor? —Miguel David puso una mano en su espalda.

—Me duele la cabeza.

—Seguro que es por todo el sol que has llevado —intuyó Débora.

—¿Quieres que busque una farmacia y vaya por pastillas? —ofreció su marido.

—Por favor.

—¿Listos para pedir? —llegó un mesero con libreta en mano, esperando para anotar su orden.

—Eeeh —Miguel David rascó su nuca y le dió una mirada significativa a su hijastro antes de proceder a entregarle unos billetes—. Ve a por las pastillas mientras pedimos, ¿Qué querrás tú?

Yefelson se alzó de hombros para indicar que cualquier cosa estaría bien y trazó el camino hasta la salida. No sabía desplazarse perfectamente en la ciudad, pero se defendió pidiendo indicaciones a unos buhoneros y llegó a la farmacia más cercana, que estaba a dos calles del restaurant.

Se caló una cola como de trece personas porque solo estaba funcionando una caja y al punto había que hacerle la paja para que pasaran las tarjetas del banco de Venezuela. Cuando llegó su turno, pidió un blíster de Ibuprofeno y se embolsilló el vuelto con la excusa del delivery.

Mientras caminaba de regreso, algo que se movía en la acera llamó su atención. Nada más porque estaba aburrido se acercó a mirar, se agachó y recogió una gorra de policía que estaba en el suelo, y después se le quedó viendo un gatito recién nacido y espelucao'. El felino era el que movía la gorra en el piso porque de alguna forma de quedó encerrado.

Sus ojos verdosos miraron directamente al moreno que sacudía el sucio de la gorra. El gatito se subió a su pierna y empezó a revolcarse contra la tela del pantalón.

—Ay, que bonito miamol —Yeferson empezó a hablar como un gafo cuando lo agarró entre sus manos porque los animales pequeños eran su debilidad, le resultaban demasiado tiernos.

El gato empezó a ronronear cuando él lo peinó y le seguía hablando bonito.

Yeferson lo dejó en un rincón para que nadie lo pisara al pasar, se puso la gorra de Paco y se dispuso a seguir caminando en dirección al restaurant. Al trastabillar, miró sus pies y se dió cuenta de que el gatito lo había perseguido, así que lo volvió a agarrar y lo fue examinando en lo que quedó de camino.

Tenía todo el pelaje negro, unos intensos ojos color oliva y una pequeña herida en una oreja.

Al llegar al restaurant, el vigilante de la entrada le dijo que no ponía ingresar con el animal porque dentro se distribuían alimentos. Yeferson intentó sobornarlo con un billete de un dólar y otro de un bolivar, pero no funcionó, así que le pidió al hombre que se lo cuidara hasta que saliera.

—Vengo a vigilar, no a cuidar las mascotas de los clientes —fue lo que argumentó el tipo.

De mala gana, Yeferson dejó al gato a un ladito de la puerta y entró. Por suerte, el felino no lo siguió esta vez.

Cuando llegó a su mesa, ya todos estaban comiendo, su mamá le sacó el dedo del medio cuando él llegó diciendo:

—Epa ciudadana, rescata pal' fresco.

—¿De dónde sacaste esa gorra de policía?

—Me la conseguí por ahí

Se dispuso a comer en silencio la pizza que habían pedido para él y, al salir, rescató a su nuevo amigo.

—¿Y ese gato? —indagó Débora con el ceño fruncido.

—Mío, chismosa.

—Yeferson Jesús, ¿Qué haces con ese animal?

—Mamá, no le digas así, es la hija del hombre que amas —se apartó cuando Débora quiso pegarle—. ¡Deja de querer caerme a coñazos a cada rato, un día de estos te voy a denunciar, bestia!

—Yeferson —volvió a advertir su mamá.

—Es familia, pure. Se llama Mordisco.

—¿Y por qué Mordisco? —quiso saber Miguel David, a quien también le parecía bonito el gato.

—Porque le falta un pedacito de oreja —respondió el moreno, como si fuera obvio.

—Eso ni siquiera tiene sentido —objetó la castaña.

—Estás obsesionada con los libros de fantasía, ¿Qué vas a estar sabiendo tú de sentido?

—Yeferson, no sé de dónde sacaste ese gato, pero no te lo vas a llevar —sentenció Jhoana.

—Se llama Mordisco y se queda —farfulló su hijo.

—Lo más cercano que tuviste a una mascota fueron pollitos de colores —Jhoana se cruzó de brazos—. Y se morían a los dos días.

—Mamá, esos pollitos eran burde maricos —él blanqueó los ojos—. Este gato es chiquiluki. Y es negro, como yo. Porta el flow.

Jhoana siguió renfunfuñando de camino a donde tenían estacionado el auto mientras Miguel David intentaba convencerla de que tener un gatito quizás no era tan mala idea. Débora andaba perdida en su mundo y Yeferson le empezó a hacer chistes crueles cuando Mordisco se quedó dormido en su mano y se aburrió.

~•~


En el apartamento, cada quien se dedicó a guardar su ropa nueva sin preocuparse por el quehacer de la casa. Débora aseguró que a primera hora del día siguiente limpiaría la sala y Miguel David pediría un delivery de algo para cenar.

—Víbora —Yeferson llamó desde el marco de la puerta de la habitación de la aludida, parecía desinteresado mientras ojeaba la pantalla de su celular.

—¿Qué quieres? —inquirió Débora sin voltear, le estaba dando la espalda mientras doblaba su ropa.

—¿Por qué Voldemort simplemente no apuñaló al Harry con un colmillo de bacilisco? Se hubiera ahorrado rolo e' peo.

—Porque el fénix lo curaría con sus lágrim... ¿Agarraste mis libros? —aquello lo preguntó con enfado, ahora sí que lo miraba.

—No, egoísta de mierda. Vi las películas cuando estaba carajito, pero no me gustan.

Pero aquello era mentira, para Yeferson nunca estaría demás ocultar su dignidad con patrañas. Era cierto que no había tocado los ejemplares, estaba leyendo los PDF.

—Y Hermione es como medio gafa. No digo que tenía que quedarse con Harry porque hubiera sido muy cliché, pero Viktor Krum era mejor opción que el garrapastroso ese cagao' del ron.

Débora no estaba de humor para participar en aquel debate, llevaba días demasiado pensativa, sintiendo la necesidad de bajar los humos con su hermanastro, de acercarse más a él, y no precisamente en buen plan. Solo bufó y le cerró la puerta en la cara.

Yeferson se cruzó de brazos. No la comprendía para nada.

Al final, Débora salió igual cuando llegó la hora de cenar. No pudo huirle a la pizza porque después de todo eso fue lo que pidieron, y su padre se hizo el sordo cuando ella dijo que quería Pollo a la brasa.

Su hermanastro se quedaría toda la vida de que era una caprichosa de mierda, pero su instinto de boleta enamorado lo obligó a meterse en la cocina y hacerle una arepa. Cuando Yeferson le dejó el plato plástico en el mesón, Débora alzó una ceja.

—¿Por qué esa arepa tiene forma de corazón?

El moreno se alzó de hombros y se tiró en el mueble a comerse la pizza que le tocaba a ella. Débora no disimuló la sonrisa esta vez y se sentó a comerse su arepa en forma de corazón.

Mientras Jhoana y Miguel David comían juntos, mirando una novela nueva, el televisor se apagó porque se fue la luz.

—Coño vale, no veo un coño, ¡Coño e' la madre! —Jhoana se levantó para buscar una vela porque su teléfono estaba apagado para usar la linterna, pero la penumbra era tan espesa que no lograba ver ni sus propias manos—. ¡Yeferson, sonríe un momento que no veo!

—¿Por qué sonreír? —quiso saber Débora, aún sentada en el taburete.

—No lo vas a entender, fresa —le respondió su hermanastro—. Humor negro. Cosas de gente con piel humilde.

La luz llegó y se volvió a ir en menos de diez segundos, el suceso de la electricidad intermitente se repitió unas cinco veces hasta que la luz abandonó el barrio por completo.

—¡Que huevo tan pelao' vale! ¡Se me van a quemar los corotos! —exclamó la señora Yubiricandeleisy arrecha desde el piso de abajo.

••••••••••••••••

El capítulo es corto, pero ay equis. No he tenido tiempo para adelantar mucho:(


¿Les gustan los gatos? A mí no xd.


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