Bajo la misma arepa

Per Areale_deCastillo2

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Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... Més

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Ella perrea sola
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Confesiones
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
La mardición de los Takis
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Salve, Virgen de los Malandros
Mordisco
Esposa odiosita
El Chigüire Chigüireao'
Heteromarico
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

Fiesta balurda

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Per Areale_deCastillo2

Eran las nueve de la mañana y Yeferson llegaba del trabajo. Al ver a Débora sirviéndose un vaso de agua en la encimera, le entregó una bolsa y le dijo:

—Escóndela, corre.

Ella lo miró como si le hubiese salido un tercer ojo.

—¿Qué es esto?

—Te traje pasticho de pollo y una lata de Pirulin, pero si mi mamá ve eso empieza a hablar paja. Guárdalo.

Débora abrió los ojos al límite cuando alguien tocó el timbre y Jhoana salió de su cuarto, la castaña escondió la bolsa detrás de su espalda y le pasó por un lado para ir a esconderla en su cuarto. Cuando regresó, Yeferson estaba de brazos cruzados, recostado de la encimera, y el muy abusador se había bebido su vaso de agua.

—¿Quién era, má? —le preguntó a Jhoana cuando cerró la puerta.

—Ah pues, sí eres chismoso.

—Le voy a decir a Miguel David que le andas abriendo la puerta a desconocidos y que andas con un misterio.

—Mtch —emitió su mamá—. Era la señora Yubiricandeleisy invitándome para su cumpleaños, es hoy en la noche.

—Si te ha invitado hoy mismo es porque no quiere que vayas —opinó Débora con un tono despectivo, su madrastra la miró mal.

—Te estás juntando mucho con Yeferson. Esa sutileza se pega.

—Perdón.

Jhoana desapareció por el pasillo y Yeferson estuvo a punto de hacer lo mismo para ir a descansar cuando Débora lo detuvo al agarrarlo por un brazo. Cuando él se giró con una ceja arqueada, ella se humedeció los labios inconscientemente y se aclaró la garganta. El suceso tan impetuoso e intenso de la noche anterior no le incomodaba en lo absoluto, pero aún así ella se sentía un poco extraña.

—Salgamos —le propuso con una timidez que detestó.

—Estoy cansado.

—Mhmm vale —no pudo evitar que su tono saliera desanimado.

Yeferson suspiró, su respuesta había sonado demasiado apática, no quería que fuera así. Pero es que de verdad tenía mucho sueño, todavía no se adaptaba al horario rotativo.

—¿A dónde vamos?

Débora alzó los hombros con más ánimo y con una sonrisa le contestó:

—Es una sorpresa.

Dicho esto, agarró las llaves del auto de su padre sin preocuparse en pedirlo prestado y ambos salieron.

~•~

—¿Una tienda de tatuajes? —Yeferson arrugó las cejas al ver la fachada del local con estilo gótico, de ladrillos negros y oscuros pendones publicitarios en la entrada.

—Y perforaciones —añadió Deb, jalándolo por un brazo—. Venga, vamos.

—Hola, bienvenidos, ¿Qué desean? —los recibió un tipo con barba creciente y el tatuaje de una catrina en el cuello, vestía completamente de blanco en contraste con la temática del local.

—Me gustaría saber los precios de las perforaciones —contestó Deb—. Por favor.

El hombre les entregó un par de carpetas plásticas con los diversos preciosa impresos junto a imágenes de las múltiples perforaciones que realizaban.

—Tenemos promociones para parejas, dos piercings por un precio de regalo —les hizo saber el chico.

—No somos nov... —intentó decir Débora, pero su hermanastro la interrumpió.

—Okey, gracias.

La castaña blanqueó los ojos y le preguntó:

—¿Cuál te quieres hacer?

—Aquí hay gato encerrado —fue lo que dijo Yeferson.

—¿Qué? Claro que no. Solo intento hacer algo lindo por ti después de todo lo que...

Yeferson sonrió con malicia y se llevó los dedos índice y medio a los labios para depositar un pequeño beso en ellos.

—Idiota —siseó ella—. Es que casi siempre me llevas comida de tu trabajo y me regalas pequeñas cosas que me gustan, y hoy yo quiero regalarte algo a ti.

El moreno arrugó la nariz.

—Me dió diabetes auditiva.

—No hagas que me arrepienta de esto, cabrón.

—Empezamos a agredirnos verbalmente otra vez, enana siniestra.

—Es tu culpa por ser tan gilipollas.

—Fastidiosa...

—Ya.

—Okey —cortaron el mal rollo—. ¿Te vas a hacer uno tú también?

—No. No me van las perforaciones —ella mordió el interior de su mejilla.

—¿Y los tatuajes?

—Menos —Deb le estaba mintiendo en la cara, pero era creíble porque él no conocía aún sus piercings ni su tatuaje minimalista. Ojalá no se diera cuenta de la mentira.

—Siempre hay una primera vez, ¡Pana! —llamó al tipo de blanco.

—¿Ya decidieron?

—Sí, ella se va a tatuar.

Débora abrió los ojos como platos y ni siquiera pudo decir que eso era falso porque Yeferson le tapó la boca con una mano.

—Bien, ¿Qué va a querer?

Yeferson tuvo que tragarse las ganas de reír.

—«Aquí solo come Yefelson» en la pelvis, con letras malandras.

—¡No! —exclamó Débora en su defensa al soltarse y empujar a su hermanastro por la cabeza.

—Algún día —el moreno suspiró.

El tipo ni siquiera se sorprendió ni le vino en gracia la situación, un sinfín de peores trabajos había hecho ya.

—Bueno, como sea —habló Yeferson, ojeando la carpeta de los precios—. Quiero uno en la ceja y otro en la nariz.

Dicho esto, el tipo de blanco lo hizo pasar a una pequeña sala con las paredes tapizadas de diseños de tatuajes. Después de esterilizar las piezas y las aguas, el tipo lo anestesió mientras le daba varias indicaciones de cómo cuidar la cicatrización de las perforaciones, pero Yeferson no le estaba parando ni media bola.

Cuando salió, Débora lo estaba esperando en un sillón vinotinto. Pagó y se fueron.

—¿Quieres helado? —preguntó él cuando casi llegaban.

—Bueno.

Yeferson se desvió del camino y adentró el carro por las calles del barrio hasta detenerse frente a una casa verde agua.

—DESPACHOOOOO —gritó desde la ventana, Débora se cubrió los oídos un momento, aturdida.

—A la orden —salió una señora morena vistiendo una bata azul de florecitas sin sostén, veía a Yeferson son los brazos en garra y el pelo gris amarrado en una cebolla.

—Señora Irma, ¿De qué sabor tiene las tetas?

Débora le dió un golpe en el hombro con fuerza y le gritó:

—¡¿Eres loco?!

—Coño, arráncame el brazo de una vez —se quejó su hermanastro, sobándose el mismo hombro herido en el río.

—Hay de todo —avisó la señora Irma.

—Me da dos de bati bati y una de parchita —cuando la señora fue a buscar el pedido, Yeferson le devolvió el coñazo a Débora, pero suave—. ¿Qué te pasa a ti?

—¡Le has preguntado de qué sabor tiene las tetas!

Yeferson repitió esas palabras en su mente y lo único que pudo hacer fue soltar una carcajada ante la ignorancia de la castaña. No sé preocupó en explicarle que esa pregunta no tenía nada de malo si se la hacía a alguien que vendía helados en bolsas, solo le preguntó a ella:

—¿De qué sabor las tienes tú?

—Averigua por tu cuenta.

—Diablo' señorita.

Sin embargo, cuando él le puso una mano en la pierna, ella se la apartó con brusquedad.

—Eres tan incomprensible —juró Yeferson mientras la señora Irma le daba sus helados y él le pagaba.

~•~

En la noche, Débora y Yeferson estaban sentados en el mueble grande de la sala, cubiertos con la sábana de My Little ponny de ella mientras cantaban la intro de su programa favorito.

—NO ME IMPORTA TU RAZA O TU SEXO, ¿PA' QUÉ HABLAR DE ESO? Y NI DE DONDE VENGAS, EN EL MOMENTO EN QUE TE HAGA FALTA Y QUE TENGAS UN PROBLEMA Y NO VEAS...

—¡Callaos! —se quejó Miguel David desde su cuarto.

Pero ellos nada más bajaron la voz.

—... El final del túnel la luz que te alumbra y te ayuda a salir del dilema.

Yeferson agarró una cucharada de pasticho de pollo que había calentado en el microondas y se la dió a Débora en la boca mientras empezaba el capítulo de Caso Cerrado y ella se quejaba porque ya lo había visto.

En ese momento, Jhoana llegó de la calle y prendió la luz de la sala.

—Carajo. Ni los amarres esos de tiktok pues —dijo cuando vió que Yeferson le daba comida en la boca a Débora.

—¿Qué pasó pure?

—Naweboná Yeferson, que estás pasado de huevón. A ti como que te dieron agua de pantaleta.

Débora se ruborizó por el comentario.

—Y tú estás pasada también, más metida que una gaveta —farfulló su hijo—. ¿Cómo te fue en la fiesta?

—Tengo hambre.

Y con eso lo dijo todo.

—Miguel David te dejó en el horno unos bollitos con sardina.

—Yo quiero de eso que están comiendo ustedes —dijo Jhoana mientras se quitaba el maquillaje con el agua del fregadero, era una mujer muy delicada.

—Pa' ti no hay pasticho.

—Cría cuervos... —se quejó, sacó su comida del horno y se sentó en un mueble individual—. Qué fiesta tan mala oyó.

—Mamá, agradece que te invitaron. Ni siquiera sabes con qué esfuerzo hicieron eso...

—No había tequeños —Jhoana sabía que con eso haría que su hija se callara—. Y ponían puro reggaeton, ni un merenguito. Y de paso se me volvió a reventar la sandalia.

—Se pasaron, qué pecado, que fiesta tan balurda —Yeferson rodó los ojos y Débora les pedía que hicieran silencio mientras veía el episodio repetido y destapaba su lata de Pirulin.

—¿Y esa verga? Pareces un búfalo —opinó Jhoana cuando le vio a Yeferson el piercing de la nariz—. Oléeeee.

—Y tú una sapa —siseó el moreno—. Deberíamos montar un zoológico aquí. También tenemos a Débora que es un caimán.

La susodicha lo miró feo.

—Eres una basura.

—Y tú un caimán. Te comiste tu helado y como no te quise comprar otro, me quitaste la mitad del mío. Lambucia.

—Tú me lo ofreciste —ella intentó defenderse.

—Eso no te quita lo lambucia.

Débora se rió por lo bajo mientras Jhoana fruncía el ceño.

—¿A mí no me compraste helado?

Comprar helado y no acordarse de Jhoana significaba peligro. Ella perdonaba cualquier cosa excepto que no le dejarán helado o Doritos. Yeferson no se quería morir todavía.

—Si mamá, está en la nevera. De parchita.

De la nada, Jhoana le lanzó el tenedor y le pegó en la frente después de decir:

—¿Objeto o pastel?

Yeferson gritó de dolor porque le había dado en el piercing de la ceja.

—¿Qué hice ahora?

—Me dijiste sapa, Yeferson Jesús, respeta. Se me había olvidado.

En ese momento salió Miguel David del cuarto y se sentó con ellos.

—Mañana saldremos a comprar la ropa para la boda —avisó.

—Yo no quiero pinta barata de Cruz Verde, te lo digo —le digo Yeferson, exquisito—. Aspiro ropita más pipirisnai.

—De vaina te van a comprar tres pares de medias por un dólar, abusador —farfulló Jhoana.

Los cuatro se quedaron viendo Caso Cerrado hasta tarde después de que Jhoana le lanzara la sandalia buena a Débora porque no le quiso dar Pirulin. Que bonita familia.

•••••••••••••••

Hola, ¿Tienen piercings? ¿Dónde?
Yo tengo el septum, el smile y el hélix.

¿Alguna vez fueron a una fiesta sin tequeños? Que porquería.

¿Les gusta Caso Cerrado? ¿Prefieren el pasticho de carne o de pollo?

Continua llegint

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