Extras Pecados Placenteros (E...

By Zachl0604

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Fanfic-La Bella Durmiente

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By Zachl0604


Toma asiento que te voy a contar un cuento, uno sombrío, cruel y sangriento.

En un recóndito castillo cubierto por nubarrones, acostada en una cama, rodeada de enredaderas y espinas, yace una princesa la cual se la conoce como la bella durmiente.

No tiene una bonita historia puesto que hace muchos años, todo el reino fue invitado y se reunió queriendo conocer a la princesa quien recibiría los tres dones como regalo por parte de las hadas.

“Belleza”, otorgó Mildred; “bondad”, otorgó  Molly y se apartó dándole paso a la gran hada Luciana, quien se acercó a la cuna con la varita pensando en el don que le iba a obsequiar. Detalló a la recién nacida de cabello pálido, “Zoe sería una gran princesa”, eso fue lo que pensó mientras cerraba los ojos moviendo la varita mágica, pero de pronto…

El entorno perdió color tornándose oscuro, nubes negras aparecieron en el cielo, trayendo el helaje que abrió las puertas del castillo de par en par, el día se convirtió en noche y los nobles se movieron atemorizados con la criatura que apareció en la puerta, la cual hizo que las tres hadas abrieran la boca anonadadas, y es que no todo era paz en aquellas tierras, ya que había un ser maligno, desvergonzado y descarrilado que al nacer fue llamado “Emma”, sin embargo, la gran mayoría le decía “Maléfica”.

Era un ser despreciable indigno de sus dones, la bruja malvada de ojos azules se elevó, su capa no tocaba el suelo, ya que levitaba en el aire aterrorizando a todos.

—He traído mi don, pese a que no me han invitado a la reunión —Los reyes y las hadas intentaron abalanzarse sobre la princesa,en vano, porque ella no los dejó, ya que su magia los llevó contra las paredes.

—¡Fuera de aquí, bruja! —le gritó Molly y la risa maligna de Emma tronó en el castillo alzándose más, los ojos del color del cielo centellearon presos de la ira cuando señaló a la princesa de la cuna.

—¡Emma no! —pidió uno de los nobles.

—Maldita eres y malditos todos serán, porque cuando cumplas dieciocho años, princesa Zoe, te pincharás el dedo con la aguja de una rueca y todos morirán —Sentenció enardecida antes de desaparecer.

Los reyes aterrados tomaron a su hija y rogaron a las hadas romper la maldición, pero estas, por más que intentaron una y otra vez, no pudieron romper el embrujo y el don de Luciana, que aún no le había dado, sólo ofrecía una pequeña esperanza.

—Cuando se pinche el dedo con la aguja de la rueca, no morirá —susurró el hada—. Solo caerá en un profundo sueño y cuando reciba el beso del amor verdadero, ella y todos los presentes despertarán. 

Los años pasaron, la profecía se cumplió, en su décimo octavo cumpleaños la princesa y su reino cayó en un profundo sueño. La bruja no volvió al castillo, el que los aldeanos quisieran matarla la mantenía escondida en el bosque. La nación esperaba ansiosa la llegada del hombre que rompería la maldición de la princesa y, un día lluvioso, sus súplicas fueron escuchadas cuando un despiadado príncipe pisó sus tierras.

La nieve crujió cuando aterrizó sobre esta, sacando la espada manchada de sangre, no era un ser noble de corazón puro: Ilenko Romanov era del tipo de ser que arrancaba las manos de sus víctimas y éstas colgaban como adorno en la silla de su caballo. La trenza que formaba su cabello le llegaba a la mitad de la espalda y su rudeza no mermaba el impresionante atractivo. Era alto, con mirada leonada y porte de gladiador.

Los aldeanos chocaron las palmas felices cuando el filo de la hoja cortó la maleza y se abrió paso con sus hombres dentro del castillo donde yacía Zoe, la princesa de cabello pálido que dormía presa del encantamiento. «Un beso del verdadero amor», las hadas la habían dotado de una belleza inigualable con el fin de que el hombre que la viera fuera capaz de enamorarse de ella en segundos.

El príncipe llegó y guardó la espada mientras se acercaba. No lucía como una muerta, simplemente parecía estar en un profundo sueño, tenía las manos sobre su abdomen, los labios eran delgados y la nariz fileña. El bárbaro se quedó a la espera que se le agitara el corazón, pero nada pasó y acortó más el espacio.

—Besela, mi príncipe, y rompa con la maldición de esa bruja desgraciada —pidió Boris, su noble caballero.

Ilenko se inclinó dejando un beso sobre los labios de la princesa, pero todo seguía igual, torció los ojos y lo volvió a hacer.

—¿Se siente enamorado, señor? —le preguntó su consejero—. Porque hay que estar enamorado, tal vez si la observa por varios días…

—¡No tengo tiempo para eso! —se incorporó—. No vine a enamorarme, vine por las tierras.

—Pero la profecía dice…

—¡¿Cuál es la segunda opción?!

—Matar a la bruja —contestó su caballero y él suspiró cansado— o encerrarla en una jaula de oro. 

—Entonces vamos por ella.

A miles de kilómetros del castillo, en una pequeña cabaña, los ojos azules de la bruja brillaban frente al fuego, el cabello negro le cubria los hombros, era un ser solitario, el cual llevaba años apartada, sobreviendo a la inclemencia de la naturaleza, resguardandose sola de aquellos que querian matarla. Ya había sido apedreada dos veces, los aldeanos se habían reunido y juntos organizaron la cacería que la había hecho moverse.

Una gran parte de su poder quedó en el hechizo del reino y no era la misma de antes, ya que todavía no hallaba una nueva fuente con la cual nutrirse.

—¡Mi señora! —Uno de los elfos tocó su puerta— ¡Mi señora!

Se apresuró a abrir dando paso al hombrecillo jorobado y con verrugas.

—Mi señora, tiene que irse —le avisó—. Un despiadado príncipe con sangre de bárbaro viene para acá y los aldeanos han dicho que quiere su cabeza.

—¡Fuera! —La bruja echó al elfo.

El pulso de la bruja se disparó, era consciente de lo que había hecho y que una de las hadas había cambiado su hechizo. Desde lo sucedido, los príncipes que intentaron rescatar a la bella durmiente hacían hasta lo imposible por matar a la bruja que la hechizó.

Se apresuró a la hoguera a la que le exigió el nombre del hombre extranjero, su imagen apareció entre las llamas y no era cualquiera, no era como los que habían venido antes. Pudo captar distintas imágenes de sus sangrientas batallas mientras blandía la espada como ninguno, el pecho de ella dolió, ya que cortaba cabezas con hachas y las alzaba como trofeo. El corazón le dió un vuelvo cuando se vio sin salida, la iba a despedazar. de eso no tenía duda alguna, y los labios le temblaron frente al fuego, ya que no quería morir.

La nieve caía con fuerza, uno de los puentes se había derrumbado, pero eso no fue un impedimento para detenerse, el príncipe era de los que no cedía y obligó a su caballo a dar el salto casi mortal que lo dejó al otro lado del abismo. Sus hombres no eran capaces de hacer tal maniobra y por eso lo dejaron avanzar, sabían que sólo Ilenko Romanov era capaz de traer el corazón de la bruja y, mientras los cascos del caballo levantaban el hielo, Emma buscaba su única esperanza de vida.

Si salía, no llegaría muy lejos, algo le decía que era del tipo de hombre que se empecinaba. Era obvio que la perseguiría, así que vació el cajón en busca de la pócima que no aparecía, vació el segundo y el tercero, hasta que halló el frasco. Afanada, se quitó la ropa y destapó el recipiente con la boca esparciendo el élixir por su cuerpo, luego corrió por uno de sus camisones y se lo puso dejándolo abierto. No podría matarlo, pero sí embrujarlo.

Nunca había estado con un hombre, pero conocía un viejo hechizo que,temporalmente, lo tendría a sus pies. El caballo relinchó a las afueras de la cabaña, el jinete bajó de un salto y, furioso, se apresuró a la puerta que derribó, hallando a la mujer que se volvió hacia él con el camisón abierto.

Por un momento se sintió como si un ente invisible hubiese soltado un empellón en su tórax al verla. Abrió y cerró los ojos, ya que su miembro dolió con la fuerte punzada que atravesó su tronco… Olía a… No sabía a qué olía, pero… el pecho se le aceleró con braveza. El príncipe esperaba encontrarse con una anciana, no con una belleza de cabello color ébano y ojos azules. El zumbido en sus oídos lo aturdió y se fue sobre ella con espada en mano, llevándola contra la pared.

La hechicera se tragó lo que le causaba el sujeto, una cosa era verlo en las llamas y otra tenerlo de frente. Los pezones los sintió pesados y el filo de la hoja quedó en la yugular de la bruja que mantuvo la mirada en los nudillos del príncipe, quien respiraba con furia. Ella sacó sus caderas sintiendo la verga endurecida que se escondía detrás de los pantalones,necesitaba besarlo, ya que ese era el primer paso: ponerlo a probar su veneno. 

—Tus días acabaron, hija de perra…

Ella alzó la vista mirándolo a los ojos y él sintió que le atravesaban el pecho con una daga. Los pálpitos en su verga era algo insoportable, no tenía sentido el que su boca ansiaba tanto la de ella y le atribuyó las ganas al hecho de que su cerebro sabía que no le costaba nada tomarla.

Estaba casi desnuda y lo miraba a los ojos de una manera que… Tuvo que empuñar el mango de la espada con fuerza, la mano que estaba en su cintura tocó su miembro con insolencia y este le dolió todavía más. La boca la tenía llena de saliva y miró atrás, estaba en lo más recóndito del bosque, nadie lo siguió y…

—Sé lo que quieres hacer y está bien —musitó ella mareando más al príncipe—. Moriré y será nuestro secreto…

Se humectó los labios y no supo de donde surgió el impulso que lo hizo arrojar la espada lejos, yéndose sobre ella. Sus labios chocaron, la lengua de ella nadó en su boca en busca de la suya y ambos corazones se sincronizaron, latiendo a un mismo ritmo. Emma sabía que con un beso podía confundirlo, pero tenía claro que entregando su cuerpo podría conseguir que se perdiera. Le quitó la chaqueta y llevó los dedos a los botones de la camisa que empezó a soltar.

Los pies del bárbaro se negaban a moverse en lo que saboreaba aquella boca, tenía que arrancarle la cabeza e irse, pero lo único que le apetecía era empalarla con la verga que no dejaba de tomar grosor. Todo era tan confuso que sentía que no sabía lo que hacía, él echó la cabeza hacia atrás queriendo salir del pantano al que se estaba metiendo, pero no lo logró, ya que ella le abrió la camisa y pasó la lengua por los pectorales duros. 

Era bastante alto y el tenerla tan cerca lo estaba asfixiando, ya que el élixir que la cubría tomaba fuerza con sus ganas, con sus latidos; era como una leona en celo, la cual estaba estaba envolviendo al león que se quedó en blanco cuando la bruja despuntó el pantalón para sacar su miembro.

El tronco grueso quedó en la mano de la hechicera, a quien el pecho le saltó con el tamaño y el grosor. El miedo la abarcaba, ya que la enorme verga del príncipe era demasiado grande para su pequeña vagina y el que él de nuevo la pusiera contra la pared, la hizo pasar saliva cuando alzó uno de sus muslos para engancharlo en su antebrazo.

Sus pies dejaron de tocar el suelo y, de un momento a otro, su espalda tocó las sábanas de su cama cuando la arrojó a estas, yéndose contra ella. Sus bocas volvieron a unirse y esta vez  se concordaron con ímpetu, con fuerza. La mano de él se mantenía sobre su garganta y ella separó las piernas para que la penetrara, «era necesario».

Así fuera temporal, era indispensable tener aquella enorme cosa entre sus pliegues, hechizado no la mataría y tendría semanas para pensar, cosa que no podía hacer con un hombre de su categoría persiguiéndola. El dolor le robó un gemido cuando él arrebató su pureza atravesándola y lo ideal sería quitarlo, pero pronto el dolor desapareció dándole paso al placer. Ella con los dedos peinó las hebras sueltas que se le escapaban y lo obligó a mirarla, a fundirse en los ojos azules en lo que la empalaba con la verga que palpitaba dentro de ella.   

Las estocadas la llevaron de arriba abajo moviendo la cama que se estrellaba contra la madera y, mientras la bella durmiente dormía en la torre más alta del castillo a la espera de su ser amado, este caía en las redes de la bruja que la condenó.

La nieve seguía cayendo, los bárbaros esperaban al otro lado del abismo a la espera del príncipe que en ese momento absorbía los gemidos de la mujer, quien se corría entre sus brazos, consiguiendo su cometido, y es que aquellos jadeos aniquilaron el razonamiento del hombre que tenía encima, quien se derramó dentro de ella y no paró, ya que entre más la penetraba, más poder tendría el embrujo, por ello le entregó su cuerpo hasta que este no dió para más.

El clima hizo que los bárbaros se volvieran, estaban casi en medio de una tempestad y horas después Emma se despertó sola en la cama.«No funcionó», fue lo primero que pensó al no verlo en la cabaña. Los hechizos en ocasiones fallaban y se apresuró a tomar el camisón, pero…

Él atravesó la puerta dejando caer la leña que traía, el que estuviera tan empapado era señal de que se había bañado en el lago. Ella sabía que él no estaba en sus cinco sentidos y por ello se apresuró a su sitio tomando los palos.

—A la próxima salgo yo, ¿bueno? —le dijo—. No quiero que salgas.

Él se agachó a ayudarla y sus miradas chocaron cuando sus ojos se encontraron, era demasiado… atractivo, apuesto, su sexo todavía dolía por la noche anterior, pero eso no fue impedimento para empaparse.

—Siéntate, te haré de comer.

Él se movió a la pequeña mesa y ella tomó el conejo que tenía en la jaula, lo preparó para ambos y sirvió la cena. No recordaba cuándo había sido la última vez que había comido con una persona y el que él no dejara de mirarla lo volvía más raro.

—¿Quieres más? — ella le preguntó cuando terminó.

—Si.

Sintió los ojos de él en su espalda en lo le volvió a servir, le avisó que iría a asearse mientras él terminaba de comer y cuando regresó estaba desnudo en la cama esperándola. Lo ideal sería irse a caminar y planear qué hacer, ya que las medidas no son más que algo temporal, sin embargo, a ella le convenía. Le servía sumirlo mucho más y esa fue la excusa que usó para acercarse.

El despiadado príncipe sujetó su miembro y lo alzó mostrándolo, demostrando las ganas que tenía de empalarla. Ella abrió las piernas sobre este, no le importó el dolor que sintió al deslizarse en el tronco endurecido que la hizo mirar el techo en lo que la movía.

Ráfagas de nieve seguían cayendo afuera, la primera semana pasó y la preocupación empezó a abarcar a los bárbaros y los aldeanos, que esperaban por la cabeza de la bruja, pero lo que no sabían era que su príncipe estaba ocupado en una cosa totalmente diferente.

La cabeza que tenía que arrancar la sujetaba, pero para tirar del cabello que tomaba mientras la embestía. A la hechicera se le erizaba la piel cada que despertaba con él al lado, cuando paseaba la esponja húmeda por sus pectorales mientras lo aseaba, cuando la besaba mientras cocinaba.

A su modo le sacó lo que necesitaba saber: era el futuro rey de tierras crueles y sangrientas, el reino de la bella durmiente era lo único que le faltaba para tomar el trono y el hecho de saberlo la encogió, porque sí que tenía motivos para despertar a su verdadera amada. 

La bruja de ojos azules lo observaba mientras dormía sin saber qué hacer más que besarlo cada vez que la buscaba. Creía estar enamorado de ella y a la segunda semana era él quien la aseaba a ella y quien se sentía cada vez más vulnerable entre sus brazos.

Como todas las noches la hizo suya y, mientras él dormía, ella tomó un mechón del cabello del príncipe guardándolo  tras su oreja.

—Hace muchos años —le confesó ella mientras él dormía— hubo una ninfa que se convirtió en bruja, cansada y hastiada de cómo otros la juzgaban y trataban por no ser como se le exigía. Su madre la negó ante los reyes y estos estuvieron de acuerdo a la hora de desterrarla. En conjunto, borraron la memoria de su padre y de sus hermanas para que no la buscaran.

Él no abrió los ojos y ella le dió la espalda, no buscaba el perdón de nadie, no había sido una buena aldeana, ya que desde pequeña se había equivocado en varias cosas y fueron errores que le terminaron pesando. Su furia cayó sobre la hija de los reyes y no se arrepentía, sabía que la cacería estaba justificada y que tarde o temprano tenía que pagar.

Los días llenos de coito siguieron, una semana más con el príncipe que estaba cautivo en su hechizo. Como todas las noches se acostó con él cerrando los ojos, pero esta vez no fue mucho lo que durmió, ya que el retumbe de los caballos galopando la despertaron. Rápido salió de la cama abriendo la ventana, un sin número de personas venían directo a la cabaña con antorchas.

—Oye—despertó al príncipe—, tenemos que irnos.

Le pasó rápido la ropa tratando de recoger lo indispensable, se cerró el abrigo que la cubría y juntos salieron por la puerta de atrás queriendo alcanzar la línea de árboles, pero… muchos aldeanos salieron de la nada arrojándose sobre ella, alejando al bárbaro de la bruja. Eran demasiados, no se podía levantar y la palma le dolió cuando abrieron su mano sacando la sangre que echaron en la copa y que le dieron de beber al príncipe, queriendo acabar con el hechizo.

La atacaron con palos, con piedras y la arrastraron entre la maleza mientras que él se levantaba aturdido.

—Ilenko —Intentó llamarlo—. Yo solo quería…

Le taparon la boca y la encerraron en una jaula de oro, la cual pasearon por todo el reino. No tenía poderes dentro de ella, su sangre la usaron para romper el hechizo del castillo y durante tres días no supo de nadie, ya que estaba encerrada en un viejo calabozo dentro de la jaula.

—Hoy se casa el príncipe con la bella durmiente —le dijeron y eso le dolió más que las heridas que tenía— y quemarte será el espectáculo principal.

El palacio fue decorado para la ocasión, la iglesia estaba llena de aldeanos, los novios esperaban frente al altar y la jaula fue arrastrada hasta el sitio; quitaron la manta que la cubría y miles de abucheos cayeron sobre la bruja a la que le temblaba la barbilla.

El rey era dueño de una vara con la que la chuzaba durante la ceremonia y eso la tenía contra los barrotes, Zoe miró a su futuro esposo perdidamente enamorada, el príncipe se había untado los labios de sangre antes de darle el beso que la despertó y ahora no podía dejar de mirarlo, mientras el sacerdote daba inicio a la ceremonia. Lo que decía se perdía entre los insultos a la bruja, los jadeos de esta siendo maltratada y él bárbaro no se molestó en mirarla, ya que estaba concentrado en la bella durmiente, quien se acercó a besarlo cuando se le dio la orden.

Dió dos pasos hacia él con una sonrisa en el rostro, pero, en vez de la cercanía de sus labios, sintió el frío de la espada que la atravesó desatando un río de sangre cuando el príncipe la apuñaló dejando a todo el mundo anonadado. Lo cierto era que no le gustaba para nada y pensándolo bien, podía someter al reino con sangre. Con fuerza sacó la hoja del vientre de la princesa, ésta cayó y con un ágil movimiento decapitó al sacerdote.

El rey se fue contra él y corrió con la misma suerte del cura, pateó la jaula de oro hasta romperla liberando a la bruja que, con la poca fuerza que le quedaba, se alzó huyendo. Los aldeanos y los hombres que lo acompañaban no entendían nada, sin embargo, Ilenko Romanov era su futuro rey y tenían que defenderlo, por ello, un río de sangre corrió por la iglesia dejando un montón de cadáveres.

—¡Mi príncipe! —Boris llamó al bárbaro que se subió a su caballo corriendo al bosque en busca de lo que necesitaba.

No escuchó a nadie, y mientras él se adentraba al bosque a toda prisa, el cuerpo de Emma cayó débil en la nieve, como pudo se levantó y corrió tratando de perderse; había embrujado a un futuro rey, era obvio que la harían pagar. Sus pies ardían en lo que corría, volteó al captar el caballo que la perseguía e intentó acelerar el paso, pero el jinete le sumó fuerza al animal que se acercó por un lado y de nuevo la hizo caer.

Ella se apoyó en los codos queriendo levantarse, pero alguien la tomó del cabello y hundió los dedos en su mandíbula.

—Los embrujos no funcionan en los que han estado cara a cara con el diablo, Ved´ma —le confesó—, pero, por intentarlo, ahora tienes una cadena, la cual te ata a este príncipe ruso.

—¡Suéltame! —Intentó escaparse. No estaría atada a nadie y mucho menos a ese bárbaro de mierda.

Se zafó de su agarre e intentó correr, pero él se subió al caballo y la volvió a tomar encaramándose en este. Con fuerza tiró de su corcel, tiró del cabello de ella y  acaparó su boca con un beso largo y profundo que la dejó sin habla cuando sus ojos se encontraron.

Puso el caballo a trotar cabalgando hacia sus tierras y cuando llegó su madre lo recibió extrañado.

—¿Y la nueva reina? —preguntó.

—Aquí está —contestó él sin bajarse del animal—. Es esta bruja maldita.

Apresuró el paso del caballo metiéndose al castillo donde la desnudó llevándola a la cama.

—Me perteneces a mí y a nadie más que a mí, ahora y para siempre.

Las puertas se cerraron y para la historia quedó el cuento del bárbaro príncipe que prefirió a la bruja en vez de la princesa. 

Fin.

Nota:La verdad yo vote por Pocahontas 😞ando mood salvaje jajajajaj

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