Bajo la misma arepa

By Areale_deCastillo2

226K 42.4K 28K

Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... More

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Ella perrea sola
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Confesiones
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Fiesta balurda
Salve, Virgen de los Malandros
Mordisco
Esposa odiosita
El Chigüire Chigüireao'
Heteromarico
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

La mardición de los Takis

3.6K 814 685
By Areale_deCastillo2

Yeferson seguía molesto porque Débora le había dicho jala bolas en su idioma. ¡Se había acostado a dormir a las tres de la madrugada por hacer ese diagrama de mierda! ¡Un gracias habría estado bien! Incluso dudaba que Débora entregara la tarea por la que sacrificó su sueño.

Al día siguiente y después de haber preparado todo lo necesario para la ida al río, Miguel David subió al apartamento, sudado y con una mueca de incomodidad.

—Tendremos que ir en transporte público, se me ha averiado el auto —avisó—. Ya lo he mandado al taller, seguro que me lo hacen llegar hasta allá cuando quede arreglado.

—Podemos irnos tú y yo. Débora y Yeferson que lleguen en la moto —propuso Jhoana, aferrando una mano a la correa de un morral tricolor donde estaban el carbón y la comida cruda.

—Ni de coña, yo en eso no me subo —Débora se negó al instante.

—¿Prefieres el transporte público de Venezuela? —inquirió Miguel David y su hija asintió—. No sabes lo que escoges.

—No pienso doblegar mi elección.

—Algún día te vas a subir a esa moto —juró Jhoana.

—Tendré que estar muy desesperada.

—Pues, a lo mejor cuando tú digas «Plomo», ya yo no voy a tener balas —Yeferson le dió un golpecito en la frente con si índice y atravesó el umbral—. Bueno, Jhoana Maricarmen, nos vamos tú y yo en la mami y ellos que se vayan en su autobús con aire acondisoplao'.

—Vámonos pues.

Los cuatro salieron del apartamento.

—¡Coño e' la madre! El salao' no tiene día libre pana —farfulló Jhoana mientras bajaban las escaleras.

—¿Qué pasó, amor? —Miguel David llegó hasta ella y colocó una mano en su espalda.

—Coño vale, que se me reventó la sandalia. Y me da ladilla devolverme a buscar las cholas.

—Bueno mamá, en el camino nos paramos en unos chinos y te rescato una pegaloca —dijo Yeferson y siguió bajando—. Relájate.

Yeferson y Jhoana se fueron al estacionamiento y Miguel David y Débora a la salida de la residencia para ir caminando hasta la parada de autobuses.

Cuando ellos dos llegaron, estaba cargando una encava que tenía salsa baúl a todo volumen, Débora movía la pierna con impaciencia, esperando que el bus se llenara rápido. Y aún cuando todos los asientos estaban ocupados, el colector gritaba desde la puerta:

—¡GUATIRE PUESTO VACÍOOOO!

Aunque las ventanas estaban abiertas, Débora sentía que estaba en un sauna. Ese suplicio la estaba poniendo a considerar que mejor era irse con el capullo de su hermanastro.

Por otro lado, Yeferson y Jhoana llegaban a los chinos, compraron la pegaloca y unos choguís para chuchear.

—Débora me dijo el otro día que le gustan los takis —comentó Jhoana, señalando con la boca el anaquel con paquetes morados—. Pero están bien caros.

—Chino, dame unos takis —pidió Yeferson sin pensar, viendo otro estante.

—Veeeeerga, me extraña, si tú eres más agarrao' que vieja en moto —Jhoana lo empujó.

—Ah pues mamá, sí hablas paja.

—Claro que sí. La otra vez te pedí unos Doritos y me liriqueaste toda con que no te habían pagado todavía.

—Estaban muy caros esos Doritos.

—Cuestan un poquito menos que los Takis —su mamá se cruzó de brazos—. Definitivamente un pelo de poncha jala más que una guaya.

—Mhmmmmju —emitió Yeferson, caminando hacia la caja para pagar—. Chino, ponme unos Doritos también, dos Speed Max y media de cónsul.

—A Débora también le gusta esa vaina de la lata amarilla, ¿Por eso pediste dos? —Jhoana subía y bajaba las cejas para molestarlo.

—Mamá, cállate. Por favor.

~•~

Cuándo Miguel David y Débora llegaron al río, Yeferson y Jhoana ya estaban ahí.  Él tenía los pies metidos en la orilla del río mientras su mamá pegaba su sandalia y se metía un coñazo de Doritos en la boca, como si se iba a acabar el mundo.

La verdad era que para Jhoana no existía otra manera de comer Doritos.

—Toma Deb —su madrastra le extendió una lata de Speed Max y el paquete de Takis, luego susurró—. Yeferson te compró esto, pero me dijo que te dijera que te lo regalé yo.

—Mhmm, gracias —Débora se alzó de hombros—. Yo... Quisiera hablar contigo un momento, ¿Puedes? —inquirió, rascando su nuca.

—Obvio bobis, siéntate —Jhoana se hizo a un lado y le dejó un espacio en el tronco donde estaba sentada.

—Mira... Verás que mi mamá también se iba a casar con mi papá —Deb decidió ir directo al grano—. Un día me dejó en la guardería y simplemente desapareció, teniendo yo ocho meses de nacida...

Jhoana la escuchaba atentamente mientras devoraba su bolsa de Doritos, Miguel David estaba sacando el carbón a unos cuantos metros lejos de ellas.

—Mi papá tuvo que aprender a cambiar pañales solo, preparar biberones y memorizarse las canciones infantiles que me gustaban para ponerme a dormir. A veces llegaba tarde al trabajo porque se esmeraba peinándome el cabello, así solo hiciera coletas sencillas. Cuando crecí me enseñó mi valor como chica y mimaba todos mis caprichos. Creo que me estoy extendiendo demasiado...

—Para nada —Jhoana le apretó el hombro—. No te preocupes.

—Bueno. Cuando yo tenía trece años me creé mi primera cuenta de Instagram y solo por curiosidad busqué el nombre de mi madre, ya que nunca apareció y ni siquiera sabíamos si estaba viva. Sí que lo estaba. Al parecer, se había marchado a Suiza con un hombre pijo. Entonces entendí que en realidad nos había abandonado a mi padre y a mí. Cuando le enseñé su perfil, él ni siquiera sé mostró sorprendido, así que ya lo sabía. Nunca le suplicó que volviera ni le reclamó por haberse ido sin explicaciones previas, ahí entendí que mi papá era un gran hombre.

Débora se aclaró la garganta, recordar esas cosas siempre la ponían melancólica.

—Mi padre es mi héroe. Solo quería que supieras que te vas a casar con un excelente hombre. Nunca me lo dijo, pero sé que mi mamá le rompió el corazón al irse así de la nada. Lo último que quiero es que alguien vuelva a herirlo. No digo que tú vayas a hacerlo, me has demostrado ser una mujer maravillosa, todo lo contrario a las madrastras brujas de la televisión. Solo supuse que él nunca iba a contarte sobre mi madre porque no estima la idea de mencionarla siquiera, y yo quería que conocieras la historia. En fin...

Jhoana chasqueó la lengua mientras masticaba sus Doritos y le sonrió con las comisuras manchadas de polvo anaranjado.

—Yo amo a tu papá —le aseguró—. Y si algún día le hago daño, tú simplemente puedes romperle el corazón a mi hijo y estaremos a mano.

Débora suspiró y miró por inercia la orilla del río, donde Yeferson le lanzaba piedras al agua y se distraía viendo cómo rebotaban.

—Sí, supongo —fue lo que respondió la castaña al alzarse de hombros—. ¿Sabes? Le he visto apagado estos días, desde hace semanas no es el mismo.

—Tienes razón.

Débora no pudo evitar recordar su regalo de cumpleaños y cómo se lució con ese detalle, así que le preguntó:

—De casualidad, ¿Hay algo que él te haya pedido alguna vez y que tú no se lo dieras?

Jhoana pensó un momento.

—Cuando estaba carajito, le pidió al niño Jesús una heladería creisel supra que hacía ikike helados de verdad en pocos minutos —se echó a reír—. Nunca se la compré porque era muy cara. Le dije que eso era para niños maricos y le regalé un MP3.

—Quiero decir... Algo que le pueda seguir gustando ahora...

—Bueno, cuando tenía quince años me pidió permiso para hacerse una perforación. Y le dije que no porque eso era de malandros. Me imagino que todavía la quiere.

—Mhmm vale, gracias.

Dicho esto, ella abrió la bolsa de Takis y se dispuso a comer de los rollos picantes que al parecer no le hacían ni cosquillas.

—¡Eh, Yeferson! —llamó Miguel David, todavía preparando el carbón.

El aludido sacó los pies del agua y se acercó.

—Háblame.

—Id a por leña mientras preparo las cosas.

—¿Yo y quién?

—Y Débora.

—Yo y Covadonga no vamos para ningún lado.

—Covadonga y yo —corrigió su padrastro.

—Primero se nombra a la gente importante —se cruzó de brazos—. Que vaya mi mamá, ella sabe más de palos.

Jhoana frunció el ceño y le lanzó la primera piedra que consiguió, él la esquivó.

—Estoy ocupada pegando mi sandalia —excusó.

Yeferson blanqueó los ojos y empezó a caminar en dirección contraria a buscar la bendita leña, Débora se apresuró a ir tras él cuando Miguel David la miró mal.

—¿Quieres? —le ofreció de sus Takis a Yeferson, sospechaba que seguía molesto con ella porque no le había hablado en todo el día, salvo para tratarla mal.

Inútilmente, porque ahora siempre se sentía culpable cuando le hablaba feo.

Yeferson metió una mano en la bolsa sin siquiera mirarla y siguieron andando.

—¿Dónde vamos a conseguir leña en este matorral, tío? —inquirió la castaña, matando un zancudo en su brazo.

—No sé, cállate.

—¿Por qué no te callas tú? Cabrón.

—Porque yo no estoy hablando.

—Lo estás haciendo justo ahora.

—Cállate.

—Tú no me mandas.

Yeferson blanqueó los ojos y se agachó para recoger una rama seca que vio entre el monte.

—Insoportable.

—Capullo.

—Fastidiosa.

—Gilipollas.

—Sapa.

—Pringado.

—Parangaricutirimícuaro.

Débora lo vió raro y se quedó callada.

Siguieron andando en silencio hasta que Yeferson pegó un grito de dolor.

—¡MARDETA SEA MANOOOOOO!

—¿Qué? ¡¿Qué pasa?! —Débora se alarmó al ver que el moreno se estrujaba la cara con las palmas de las manos.

—¡Me estaba comiendo esa mierda y me metí un dedo en el ojo! —señaló la bolsa de Takis casi vacía.

Débora no pudo contener la carcajada mientras masticaba. Yeferson, arrecho de que se burlaran de su sufrimiento, la jaló por un brazo y la lanzó pal' río.

—¡Está fría el agua, maldito cabrón! —reclamó ella.

—Como tus sentimientos, si es que tienes —Yeferson recogía agua de la orilla para echarse en el ojo—. Anormal.

•••••••••••••

Arepitas, este capítulo estará dividido en dos partes ✨

Se lo dedico a Esther. Feliz cumpleaños, muñeca ❤️

¿Les gustan los Takis? A mí sí.

¿Qué piensan de la historia de Miguel David? Hace mucho que quería sacar a la luz el misterio de la mamá de Débora.

Los tqm.

Continue Reading

You'll Also Like

36.5K 1.3K 67
Cómic más +18... Créditos a @SusanAlemHazbin
80K 918 200
historias que están publicadas en Fisico o que están Amazon o en otras plataformas. ❌Pronto acabará está historia y ya tengo la segunda parte prepara...
17.6K 2.9K 24
Pequeño relato lleno de poesía en cada uno de sus capítulos. Detrás del secreto de una historia de amor trágica, acompañamos a un hombre con el alma...
396K 43.1K 48
¿Puede un adolescente vivir sin Internet? Para Zachary Blackelee eso es pan comido, él nunca ha usado el Wi-Fi, no tiene celular o algún otro artefa...