Extras Pecados Placenteros (E...

By Zachl0604

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Extras y escenas eliminadas de la saga Pecados Placenteros ❤ Lascivia 1(físico) Lascivia 2(físico) Lujuria 1... More

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Fanfic Tarzán

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By Zachl0604

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Rachel.

Bajo del vehículo y sujeto mi gorro tipo safari, mientras miro los enormes árboles que se ciernen sobre mí, el calor es agobiante y las especies a mi alrededor me distraen. 

Mi padre recoge el equipaje con sus ayudantes en lo que descendemos de este. Mi esposo se quedó en Londres, es un caballero de la alta alcurnia la cual esta vez no pudo acompañarnos.

—Andando cariño —me pide.

Levanto mi falda para que no entre al barro, cuidando de que mis botas no se unten. Estamos en los más recóndito de la selva de Brasil y nos adentramos a esta con los caballos que nos ayudan iniciando la expedición, ya que mi padre es botánico y andamos en busca de plantas medicinales que nos ponen a caminar con subidas y bajadas maravillados con el entorno que nos rodea. Compartimos el espíritu aventurero y no nos da miedo adentrarnos a lo más recóndito, me sumerjo entre los árboles, la noche cae y, tanto a mi padre como a mí, nos emociona que esta sea nuestra primera vez acampando al aire libre.

Los dos ayudantes nos ayudan con el fuego, no hemos llegado al corazón de la selva, pero sí estamos bastante adentro. La carretera ya no se escucha y la aldea desapareció hace unas horas. El terreno es peligroso, hostil y me siento sobre una de las rocas encandilada con la noche, «Hay tantas cosas por descubrir». Paseo la vista a mi alrededor absorbiendo el olor de la naturaleza, todo es tan maravilloso que…

El corazón me salta cuando levanto la vista notando el par de ojos que veo y desaparecen en la oscuridad.

—Creo que hay algo ahí —Me levanto señalando y todos voltean, pero se fue muy rápido.

—Aquí hay muchos animales, señorita.

—Pero no eran los ojos de un animal —digo con una mano en el pecho.

—Siéntese y cálmese, los pobladores quedaron medio día atrás y aún no conocen todas las especies salvajes que habitan en el planeta.

Papá me devuelve a mi puesto, pero me siento un poco aturdida a decir verdad y por ello poso la mano en mi pecho recibiendo el tazón de agua fresca, «no eran los ojos de un animal». Dejo que la noche continúe y a la mañana siguiente me despierto temprano a seguir con la caminata. Me aseo, con mi pañuelo bordado me seco el sudor de la frente agachándome a recoger mi cantimplora y…

Las ramas crujen detrás de mí y volteo, pero no hay nadie, ya que papá está saliendo de la tienda.

—Vámonos —pide y durante el trayecto no puedo evitar sentirme observada. Me apoyo en el hombro de mi padre y alzo la vista cuando las ramas sobre mí se sacuden.

La misma sensación la siento durante los tres días siguientes de nuestro viaje y siento que cada vez me vuelvo más paranoica, ya que es una sensación que no se quita. Al cuarto día bajamos la carga en el sitio donde nos vamos a instalar temporalmente, es de noche y a la mañana siguiente papá prepara su mochila para partir, mientras que yo mantengo mi libro de especies entre las piernas.

—Volveré más tarde —me avisa—. Habrá mucho barro y no quiero que te ensucies.

Asiento tranquila dejando que se vaya con sus ayudantes, bajo la vista a mi libro pasando la página, el cantar de los pájaros me relajan, pero el sonido de las ramas hacen que vuelva a voltear notando el reflejo que se esconde. Varias aves vuelan a lo lejos y siento que esta vez no estoy loca, hay alguien observando y no es un animal.

Piso las hojas secas adentrándome entre los árboles, tomo una rama mirando a todos lados a la defensiva en lo que me acerco al río que yace a lo lejos y donde… me congelo con el hombre que está desnudo y de espaldas, el cual me hace esconder detrás de los árboles sin poder dejar de observarlo. Está frente a la cascada y cambio de sitio al notar lo que hace, ya que…

Su aparato masculino reposa en su mano y la mueve enérgicamente mientras mantiene la cabeza hacia atrás como Dios lo trajo al mundo… «Es un salvaje». Pongo la espalda contra la corteza y  se me seca la boca al notar el tamaño de lo que tiene en la mano, lo cual acalora mi cara. Vuelvo a asomarme reparando los gestos, los labios separados «Es un hombre muy bello», su cuerpo está lleno de músculos, especialmente en sus brazos y piernas. Sigue agitando la mano sobre su aparato con intensidad y me aferro al árbol hasta que…

Su mirada recae sobre mí cuando voltea de repente y corro lejos cuando se apresura a mi puesto, mi falda se sacude con la huida y me voy al suelo con la raíz del árbol que sobresale, dándole pie para que me tome del tobillo arrastrándome entre las hojas como un cavernícola. Pataleo asustada llamando a mi padre, pero no me escucha y termino frente a la cueva donde me adentra y me amarra las manos con unas lianas de la selva que ata a una roca.

Sigue desnudo, he leido sobre salvajes, el cabello negro destila gotas de agua y los ojos grises son los mismos que vi aquella noche. Es un hombre realmente hermoso y no recuerdo haber leído sobre tribus con sus rasgos.

—Tranquilo —trato de conciliar—, mi nombre es Rachel…

Callo cuando se me viene encima oliendo y arrancándome la ropa que empieza a desgarrar. Mis manos siguen sujetas y en menos de nada quedo desnuda cuando baja mis bragas y las alza reparandolas, «Padre señor». El rubor invade mis mejillas y procuro mantener la calma, todo en él me dice que vive aquí y que soy una intrusa.

Repara mi cuerpo y noto como su miembro se vuelve más grande y duro, avivando mi calor, «Rachel, por favor, has sido capturada por un salvaje». No sé cómo puedo estar pensando en otra cosa,  intento mover las manos, pero siguen sujetas a la roca.

Miro a mi izquierda notando las figuras estampadas, «copulación india». Hay dibujos del método de reproducción humano, él mete los dedos en mi sexo y… «Oh, si» dice mi cerebro…

—Oh,no… —digo rechazando el pensamiento anterior.

Sus manos ásperas se deslizan por mis muslos apretandolos con fuerza sin perder de vista mis pechos, su boca queda a centímetros de uno y el que respire sobre mi pezón lo endurece, cada molécula de mi cuerpo arde con vergüenza y aparto la cara cuando sube a mi boca.

—Oye…

Mis labios se separan con el jadeo que me provoca al sentir la cabeza de su miembro paseándose por mis pliegues, las hebras de mi cabello se pegan a mi cuello, mis muñecas siguen atadas y él se mantiene desnudo y húmedo sobre mí.

—Tienes que alejarte —digo y sacude la cabeza—. No puedes tomar a alguien que no es tu pareja, para poder aparearse hay que serlo.

Trato de hablar con palabras que quizás pueda reconocer, pero es en vano, ya que no se detiene y mi espalda se curva cuando hace caso omiso a mis oraciones sumergiéndose en mis paredes. Las piernas que tenía tensas no sé porque se relajan sucumbiendo al placer que nunca ha desatado mi marido, los jadeos se convierten en gemidos con el balanceo de sus caderas, las cuales nublan mis pensamientos con los gruñidos masculinos que emite…

—Por favor…

Mis súplicas no lo detienen, ni siquiera sé si me entiende, no hay nadie que me escuche dentro de la cueva donde yazco desnuda con un troglodita sobre mí, el cual mete y saca su enorme miembro de mi interior, miembro que sale untado de mi feminidad, miembro que aliviana mi saliva e hincha mis paredes consiguiendo que estas se expandan para recibirlo. Las caderas me las sujeta y siento la callosidad que decoran las palmas de sus manos a la hora de tomarme.

La forma en que bombea dentro me dice que tiene un afán innato por acabar, ya que a cada empellón le suma más fuerza provocando que mis pechos gordos salten ante sus ojos, que brinquen sin ningún tipo de pudor. No soporto la invasión de su miembro, el cual no deja de salir y entrar… entrar y salir consiguiendo que la temperatura incremente. Mis extremidades se vuelven a tensar de la nada, siento que el techo me da vueltas cuando mi sexo se encoge, mi pecho se acelera y termino perdiendo el conocimiento.

Mi sien late con punzadas agresivas, las cuales me hacen arder la cabeza, me cuesta ubicarme y miro a mi derecha, «piedra». Sigo desnuda y me desato haciendo fricción en la roca. Me pongo la mano en el pecho escandalizada, tengo raspones en las piernas por el arrastre y me incorporo despacio, ya que sigo un tanto mareada. Mi entrepierna está untada de su esencia y tapo mis pechos caminando a la salida.

El aire fresco me golpea, no sé cómo le explicaré esto a Bratt, pero mi cabeza está demasiado aturdida para pensar en mi hogar, no sé cómo será el pensamiento de este hombre al cual le hemos invadido su territorio; he leído sobre salvajes y sé que no tienen ningún tipo de educación o principio.

Llego a la entrada de la cueva y noto que se está lavando a la orilla del río. Se mantiene desnudo y pasa la mano por su torso musculado. De tener que correr, no sé a dónde tendría que huir, necesito que me devuelva a mi sitio y decido salir, pero me termino quedando quieta cuando se vuelve hacia mí. 

El brazo lo mantengo sobre mi pecho en lo que sale del agua, la rama de atrás cruje cuando retrocedo, es un hombre… hermoso… salvaje, pero hermoso. Mis ojos se pierden en él y mi cerebro formula mil preguntas sobre él, sin embargo, estas se cortan cuando me toma echándome sobre su hombro como un cavernícola, devolviéndome de nuevo a la cueva donde vuelve a dejarme en el mismo sitio y de nuevo, pero sin las manos atadas, vuelve a entrar a mi intimidad. La tarde está cayendo y las venas que recubren su miembro hacen que me aferre a sus hombros cuando la cabeza de este golpea con fuerza en mi interior. No sé porque respondo de semejante manera si no es mi esposo, no lo conozco y se podría decir que es casi un animal, pero mi cuerpo no piensa igual y responde de la manera en que lo hace.

Las mismas sensaciones que me atropellaron hace unas horas vuelven, pero con más fuerza y esta vez no una, sino dos veces, con la gran diferencia de que esta vez me mantengo consciente en lo que estruja mis pechos con fiereza, desatando el ardor que se mantiene cuando se levanta y no sé a dónde va. No lo sigo, me quedo quieta en mi sitio, puesto que estoy demasiado cansada para levantarme.

Vuelve con los palos de leña con los que empieza a armar la fogata y me siento pasando el trago grueso que avasalla mi garganta, los pechos me los vuelvo a tapar, ya que mi vergüenza me lo exige.

—¿Tienes algún nombre? —Hago un nuevo intento por comunicarme, pero no me contesta— Yo… debo volver con mi padre, ya que…

Levanta la vista dejándome sin palabras con el gris que decora sus ojos, un nuevo nudo se forma en mi pecho cuando vuelve a abalanzarse sobre mí separando mis piernas. No doy para quitarlo y mi cuerpo responde de una manera, la cual no puedo explicar.

A la mañana siguiente despierto con el sonido de los pájaros y con él entre mis muslos, con su cara escondida en mi cuello y con mi garganta jadeando con sus embestidas. El que su cuerpo esté unido al mío no es algo de un solo día, intento salir de la cueva para lavarme, en vano, ya que me toma por detrás y me pone contra las rocas enterrándose en mí.

Desaparece, salgo a conseguir fruta y de la nada lo tengo encima, el cabello me queda sobre las hojas, mis ojos aprecian el atractivo masculino, la mandíbula la aprieta estando dentro de mí y en eso consiste mi segundo día estando en los brazos de un salvaje. Pensar en Bratt es algo que quiero hacer, pero no tiene cabida en mi mente con la belleza masculina que irradia el hombre que me posee.

No tengo manera de enviarle un mensaje a mi padre, de hecho, no sé ni en qué parte de la selva estoy y al cuarto día despierto como todos los días, con mis muslos untados de su masculinidad. El camisón que lucía debajo de mi ropa está tirado sobre una de las rocas, así que me lo pongo, me llega a la mitad debido a las roturas que le hizo y lo acomodo de manera que me cubra lo necesario antes de salir.

No lo veo por ningún lado y salgo del sitio, el sol ya salió y camino un par de pasos vislumbrando al chimpancé que le ofrece la naranja que recibe, tiene uno más pequeño en el hombro y hay varios cerca. Mi amor y la curiosidad que me causa la especie hace que me acerque, le está pelando naranjas a varios y uno se sube a mi cabeza.

Observo atenta lo que hace y mi garganta se seca con las hebras negras que le caen en la frente, no tiene más que un trozo de tela alrededor de su cintura, la cual muestra la figura de su miembro que…

El crujido que capto me hace voltear a la derecha donde veo la sombra de la persona que se mueve, de inmediato miro a su sitio y doy un paso atrás al ver al tirador que le apunta.

—¡Cuidado! —exclamo, pero el tiro resuena, los animales huyen y él intenta tomar su cuchillo, sin embargo, otro disparo lo manda al suelo.

—¡No, por favor! —Alzo los brazos para que el tirador se detenga y, de la nada la selva, se llena de los hombres que acompañaban a mi padre, siento que pierdo color cuando veo a Bratt.

—Cariño —Corre a mi sitio— ¿Estás bien?

No puedo dejar de observar al hombre que está tirado y, en vez de sentirme agradecida, siento que el mundo se vuelve confuso para mí cuando lo levantan llevándoselo no sé a dónde.

—No es necesario que le hagan daño, solo me trajo y me mantuvo amarrada —explico— Es un salvaje, no sabe lo que hace, de hecho, ni siquiera sabe hablar.

—Lo llevaremos a Londres, hay que estudiarlo —pide uno de los acompañantes de Bratt— ya que parece que se crió con los animales…

—Es mejor dejarlo, este es su hábitat.

—¡Lo llevaremos! —Me ignoran.

A los dos días estoy de nuevo en el barco, mi padre no me deja sola, está preocupado y se asegura de que esté bien. En la ciudad me reciben mis hermanas y mi madre, el médico, por pudor y al estar casada con un caballero, solo hace una revisión rápida.

—¿Se sabe algo del salvaje? —pregunto abanicándome la cara mientras tomamos el té tres días después.

—Lo tengo encerrado en una de las celdas —contesta Bratt—. Intentaremos civilizarlo.

—Tuviste suerte de que no te hiciera nada —comenta mi madre tomando mi mano—. Espero que esto sea una lección para no hacerle más caso al loco de tu padre. 

Me tapo la cara con el abanico al recordar las veces que estuvo sobre mí, Bratt siempre ha sido un hombre celoso y si llega a saber lo que pasó podría causar una tragedia, por ello, me reservo todo. Los días siguientes no me siento para nada tranquila, el estar con mi esposo no se siente igual, ya que siento que sus besos no son los mismos y el tenerlo dentro mío se siente diferente. A medianoche, cuando sus ojos se cierran, me levanto con una vela, el camisón de la pijama lo recojo y busco las prisiones cuidando de que nadie me vea.

Guardo un mendrugo de pan, un trozo de queso, espero que el guardia desaparezca en el pasillo y me sumerjo en los corredores en busca del sitio donde lo hallo. Está en un rincón y hago uso de la llave de Bratt, le pusieron un pantalón y, rápido, dejo la comida que traje. Intento devolverme, pero…

Atrapa mi mano, no sé en qué momento me pone contra su dura cama, siento su aliento fundiéndose con el mío y la dureza de su miembro sobre mi abdomen.

Intento apartarlo temerosa de que me vean los guardias, pero no me obedece, por el contrario, levanta mi camisón, el pantalón se lo baja y en menos de nada estoy siendo penetrada por el salvaje de la selva, el cual desata un río de excitación. Mis pezones se endurecen, mi clítoris se hincha y mis pechos duelen cuando los aprieta. Muerde sobre la tela y lo peor es que no es algo de una noche: es de veinte lunas seguidas, donde abandono los aposentos de mi esposo y visito la cama del salvaje que empapa mis muslos.

Empieza a ocupar gran parte de mis pensamientos, el recordar sus gruñidos, su forma de tomarme, hace que mis mejillas se enciendan mientras coso las prendas de mi esposo en el jardín.

—Hola cariño —Me abraza por detrás—. Que bella estás hoy.

—Gracias —Le doy un sorbo a mi té mientras que él se sienta frente a mí abriendo su periódico.

—Anoche cuando desperté no estabas —comenta acelerandome el pecho.

—Estaba indispuesta y salí a tomar aire.

Asiente y actúo como si nada, volviendo a lo mío.

—Dentro de tres noches se le dará de baja al salvaje —dice y la aguja se congela en mis manos— Desafortunadamente no pudo ser civilizado y ya ha matado a cuatro adiestradores.

Los ojos me escuecen no sé porque, con mi nariz pasa lo mismo y trago grueso haciendo mi mejor esfuerzo.

—Me parece bien —comento—. Ha matado a otros.

—Si —responde—. Te lo comento porque te vieron salir de su celda anoche, así que supuse que querías estar al tanto.

—Solo le fui a dejar algo de comida.

Deja caer el periodico en la mesa antes de acercarse por un lado poniéndome los pelos de punta.

—Espero que solo sea eso, querida esposa —advierte antes de retirarse y las lágrimas brotan de la nada.

Las aparto rápido y sigo cosiendo, le he faltado el respeto a mi esposo estando con otro y es algo que no sabe, por eso, el que muera es lo mejor, me digo y me repito a lo largo del día. A la madrugada no lo voy a ver, ni al día siguiente tampoco, así las ganas me carcoman, mis ganas de comer desaparecen y cada vez que cierro los ojos lo único que veo son los ojos grises que se oscurecen cuando estaba sobre mí.

La tercera noche llega y no paro de dar vueltas a lo largo de mi vivienda, mañana lo van a matar y eso hace que mi pecho salte a cada nada, siento mis prendas pesadas y que el aire me falta en ocasiones, «tiene que irse». Por mí fue sacado de su hábitat y tiene que irse.

Espero que Bratt se duerma y, como todas las noches, busco su llave, pero no la veo, no la dejó en el sitio donde suele guardarla. Con cautela reviso cada rincón de la casa hasta que la hallo, la dejo contra mi pecho y tomo lo que necesito antes de apresurarme a los calabozos donde, con más cuidado, lo libero.

Lo tomo de la mano sacándolo y me hace caso, pero en el corredor me encuentro a Bratt apuntando.

—No puedo creer que te hayas convertido en una ramera.

—Solo quiero que vuelva a su sitio —le digo— así que baja el arma.

Desvía el cañón al sitio del hombre que tengo al lado, pero este se le va encima desatando el disparo que acaba con el guardia que intenta acercarse. Mi esposo termina bajo el salvaje que clava múltiples puños en su cara, Bratt se defiende y ruedan juntos en el piso mientras que mi mente se nubla, los empleados no tardarán en bajar con el escándalo. El hombre con el que me casé queda sobre el pelinegro e intenta asfixiarlo, pero…

Tomo el arma del guardia dándole con esta en la cabeza con un golpe tan fuerte que cae, el pelinegro intenta matarlo, pero no lo dejo y tomo su mano sacándolo del lugar. Corro con él fuera de la casa, varios de los empleados notan mi huida y empieza a gritar consiguiendo que varios de los vecinos despierten, sin embargo, no me importa. Sigo corriendo con su mano sujetando la mía hasta el puerto que está lleno de gente, el barco está por partir y saco la bolsa con monedas de oro ofreciéndolas a uno de los cargueros.

—Llévelo —le ruego— ¡Puedo darle más cuando vuelva, pero, por favor, llévelo!

Le haré frente a las autoridades, tendré problemas, pero la tranquilidad de que está vivo.

—Suba —dice el carguero y doy un paso atrás cuando él da un salto arriba y me ofrece su mano.

—Andando nena —me dice dejándome atónita.

—¿Puedes hablar? —No me lo creo.

—Si —Arruga las cejas—, nunca dije que no.

—Pero…

Doy de nuevo otro paso atrás, a lo lejos varios guardias se abren paso y…

—Nos vamos, ¿o qué?

Mi pecho late acelerado perdida en la tormenta que tiene en los ojos, sé que debería quedarme, pero… mi cuerpo clama al suyo y termino sujetando la mano del salvaje con el que parto de Londres dejando mi vida atrás.

Volvemos al sitio aislado donde sólo somos los dos y donde empiezo una nueva vida con el salvaje, con la bestia que se convierte en mi esposo cuando nos casamos frente a un grupo de nativos, los cuales nos desean que… vivamos felices para siempre.

Fin.

Nota: AMOOO este fanfic, necesito mas. Me quedé con la duda de cómo sería con Cenicienta, lo necesito, pero necesitaba ver a Chris más salvaje de lo que ya es jajajajjaja

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