Bajo la misma arepa

By Areale_deCastillo2

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Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... More

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Ella perrea sola
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
La mardición de los Takis
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Fiesta balurda
Salve, Virgen de los Malandros
Mordisco
Esposa odiosita
El Chigüire Chigüireao'
Heteromarico
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

Confesiones

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By Areale_deCastillo2

—Dos meses, mi flaca —Brayan esbozó una sonrisa radiante cuando extendió hacia su novia un pequeño ramillete con una rosa blanca y hojas de eucalipto.

Natalia no contestó, sabía que se le quebraría la voz si intentaba pronunciar un monosílabo siquiera. Le dió un beso profundo a su novio para prolongar su silencio hasta que no hicieran falta contestaciones.

—Ponte más bella, flaca, que vamos a cenar hamburguesas en el centro.

Como ya estaban en la habitación de Natalia; Brayan solo se relajó sobre la cama mientras ella se desvestía y envolvía su cuerpo en un paño para irse a bañar.

Al quedar solo entre las cuatro paredes, Brayan recordó que todavía no le había contado a su mamá que no llegaría a casa esa noche porque planeaba quedarse con su novia hasta el amanecer, sacó el celular de su bolsillo para avisarle, pero éste le pidió batería con urgencia como un último aliento antes de que el rostro de Brayan se reflejara en la pantalla apagada.

—Coño e' la madre —se quejó en voz baja.

Aunque había llevado la moto, tenía una flojera inmensa de ir hasta la casa solo a decirle algo a la señora Azucena, así que buscó con la mirada el teléfono de Natalia, lo encontró sobre el escritorio que usaba para hacer sus tareas.

Como había grabado su huella dactilar antes de regalárselo, pudo desbloquearlo sin problemas. Lo hizo sin malas intenciones, por el contrario,le pareció correcto, puesto que la huella de Natalia también estaba grabada en el celular de él.

Después de acceder a la mensajería y avisarle de su llegada al amanecer a su reina madre, se fijó en el fondo de pantalla; era una foto de Natalia junto a sus dos amigas en su salón de clases. Brayan al ver que tenía la misma fotografía de fondo de pantalla principal y de bloqueo; se metió en el menú de aplicaciones, pretendiendo encontrar la galería para buscar una foto donde saliesen ellos juntos para establecerla de fondo principal, pero una aplicación en particular llamó su atención antes de encontrar el ícono de la galería... Natalia tenía dos calculadoras, y reconoció una en particular porque él también la usaba antes de tirar sus comportamientos desordenados para tener una relación seria.

Brayan cerraba y abría su mano libre inconsciente y tenía el ceño ligeramente fruncido. En otra ocasión, le habría restado importancia y esperaría unos días para preguntárselo directamente a Natalia, pero no entonces; no cuando había estado actuando de manera extraña, no cuando ella empezaba a evadirlo sin explicaciones y se mostraba más sentimental cuando él la buscaba, no cuando últimamente aparecía de la nada con dinero para arreglarse en cabello y comprarse ropa nueva, en ese momento, lo que menos pensaba hacer era sentarse a esperar explicaciones sobre la existencia de esa segunda calculadora.

Intentó desbloquearla con la fecha oficial de su relación y no accedió a ninguna bóveda secreta, así que probó una segunda vez con la fecha de cumpleaños de ella y, esta vez, la aplicación le mostró las carpetas ocultas.

Su respiración comenzó a acelerarse mientras pasaba y pasaba diferentes fotos de Natalia sin ropa, videos donde se tocaba los senos con coquetería frente al espejo, o boomerangs donde sacaba su lengua y hacía movimientos lascivos con ella, también GIF mordiéndose el labio inferior. Fotos de su intimidad, de sus tetas descubiertas y de sus nalgas sin ropa interior. Aquella revelación de demostraciones sensuales gráficas sin tabúes, en lugar de excitarlo, desató en él unas intangibles ganas de llorar de la desesperación.

Porque él no recibía ninguna de esas fotos ni videos, al menos no con regularidad, ninguna de todas las que acababa de ver; porque a pesar de lo que acababa de descubrir, todavía tuvo la valentía de irse a la galería y buscar una foto de ellos juntos, pero no consiguió ninguna.

El WhatsApp estaba bloqueado con un patrón que él desconocía, pero intuía que allí había algo... Evidencias textuales, quizás.

Deseando haber visto mal -como si fuese posible-, regresó a la bóveda oculta en la calculadora y volvió a ver las fotos, esta vez, se metió en otra carpeta y vio fotos de Natalia dentro de un carro, sonriendo junto a un chamo que tenía pinta de fino. Habían muchas más; ambos comiéndose a besos, con sus bocas manchadas de labial; otras en puestos de comida rápida de calles refinadas, una en el parque de diversiones Luna Park, incluso varias donde ella estaba acostada sobre el pecho del chamo, vistiendo solo un sostén de encaje.

—Brayan... —Natalia hablaba en voz pausada, cagada al verlo con su teléfono entre las manos—. ¿Qué estás haciendo?

Brayan temblaba por la irregularidad de su respiración, atribulado.

—¿Qué crees que estoy haciendo, Natalia? —respondió él con desdén—. Pues viendo las fotos que le mandas al del Corolla.

—Brayan, yo...

—¿Tú qué, Natalia? ¡¿Tú qué?! ¡¿Por qué me hiciste pensar que había algo mal conmigo, con tu indiferencia, cuando la del problema eres tú?!

Natalia se acercó con cautela mientras él retrocedía, con la cara roja de la impotencia.

—¡Yo te amo a ti, Brayan! —le aseguró. —Pero él...

Al ver que ella dejó la frase al aire, poniendo una mueca, Brayan terminó por ella:

—Pero él tiene plata. —aceptó y vió el teléfono en su mano. —Entonces que tu nuevo novio te compre otro teléfono, me imagino que con su coñazo de rial tiene para regalarte un iPhone, una vaina arrecha.

Dicho esto, le estrelló el teléfono contra el piso, la pantalla se desquebrajó con el impacto. Luego lo recogió, se acercó a ella y se lo estampó contra el pecho al pasar por su lado para salir del cuarto.

—Brayan... ¡Brayan! —llamaba y llamaba, pero él no mostraba intención de voltear, así que lo agarró por el hombro. —Brayan...

—Ojalá le dure la plata para toda la vida, porque tú no te enamoras del cariño genuino, sino del bolsillo gordo. —farfulló mientras se separaba bruscamente. —Tienes puros billetes en el corazón, Natalia, puros billetes embarrados de mierda.

—Brayan, vamos a hablar. —insistía ella, al borde de un colapso, como un culpable recién condenado a cadena perpetua intentando convencer a un juez de su falda inocencia. —Por favor...

—¿Qué me vas a decir, Natalia? —inquirió él, con los puños apretados por el resentimiento. —¿Que yo te cojo mejor? ¿Que lo vas a dejar porque prefieres quedarte conmigo y conformarte con mis sentimientos a pesar de que no tengo nada? No tengo lujos para ofrecerte y montarte en el pedestal que creí que merecías, qué más habría querido.

—¡No te vayas! —rogó ella al ver que Brayan se subía a la moto.

—¿No quieres que me vaya?

—No...

—Que pena. —chasqueó la lengua con fingido pesar. —Debiste pensarlo antes de preferir la plata que el amor.

Sin más, prendió la moto y se fue, dejando atrás los gritos de Natalia que lo llamaba mientras lo veía desaparecer por las calles del barrio.

~•~

Cuando Azucena sintió que Brayan había llegado, salió a la sala y le dijo con una sonrisa:

—Me llamó tu tía Arantza, quiere que la visitemos pronto.

Brayan adoraba a su tía, la hermana morocha de su mamá era un encanto, tenía tiempo sin verla, pero esa noticia no lo entusiasmaba mucho en ese momento.

—Mamá, terminé con Natalia —le avisó, para que supiera que no estaba de buen humor para compartir su emoción.

Cuando Azucena se acercó a su hijo y lo vio, suspiró mientras lo abrazaba.

—¿Quieres hablar de eso?

—No... —Brayan dudó un momento. —No sé.

—Ven.

Abrazado a ella, se lo llevó hasta su cuarto y ambas se acostaron en la cama. Entre los brazos de su mamá siempre se sentiría seguro; fueron su consuelo cuando se raspaba las rodillas al caerse manejando bicicleta, cuando se ausentaba su papá en todos sus cumpleaños hasta que creció y se convenció de que él nunca aparecería, todas las veces que sacaba notas bajitas en los exámenes del colegio y estaba asustado porque su mamá se molestara con él; así que se permitió llorar contra su pecho mientras ella le besaba la frente y acariciaba su espalda, siendo testigo del primer corazón roto de su bebé.

—Estaba con otro, má' —hablaba entre sollozos. —Estaba con otro que tenía plata mientras yo estaba aquí, matándome para darle humildemente lo que necesitara.

—Ay, mi amor —Azucena solo era capaz de acariciarlo mientras le ardía en el pecho del dolor de su hijo. Su consentido le dolería toda la vida, era su único motivo para levantarse cada día con una sonrisa, su pequeño compañero de vida. —No lo vas a ver, pero siempre llega alguien mejor. Va a llegar una muchacha que te haga ver lo valioso que es tu amor, y que como muestra te regalará el suyo.

—Mamá... —él se separó para mirarla con lágrimas en los ojos. —¿Qué hice mal? Porque te juro que yo sentí que lo di todo para que ella estuviera bien conmigo, para ser suficiente, para que no tuviera necesidad de buscar nada más en otros. No logro ver en qué fallé para perderla de esta manera...

—Papi, el que ama nunca pierde. —su mamá volvió a abrazarlo.

—Pero...

—Vas a sufrir más decepciones, más desprecios e inseguridades, este es solo el comienzo de una vida llena de dolor. Pero hay cosas bonitas, lo sé porque mi vida era un completo desastre hasta que llegaste tú y me trajiste mil maravillas. Buenas notas en el liceo, todo un caballero hecho y derecho, de carácter un poquito rebelde, pero excelente muchacho. Eres mi mayor orgullo, mi bebé.

Brayan sintió que el remordimiento le pasaba factura al escuchar esas palabras. Se estaba ahogando con las movidas que le ocultaba a su mamá, sentía que ella no volvería a verlo con los mismos ojos de amor, que pensaría que su hijo había echado toda su buena crianza a la basura... Pero no podía reprimirlo más, especialmente porque ya tenía la soga en el cuello, y ésta cada día le apretaba más.

Aumentando el volumen de sus lágrimas y su ritmo cardíaco, le dijo:

—Yo tengo que decirte algo. Todo fue culpa mía, no quiero que sientas que has desperdiciado años de tu vida en alguien como yo... —exhaló con dificultad—. Mamá, yo te juro que todo lo hice sin malas intenciones, pero la situación se me escapó de las manos... Estoy perdido y no sé qué hacer, siento que este problema no tiene salida y...

—Mi amor, tranquilo... —ella le seguía sobando la espalda. —Créeme que ningún error nos va a separar, nada hará que cambie mi manera de verte.

—Esto es diferente. —el nudo en la garganta cortaba su voz. —Es grave. Párate.

Ambos se levantaron de la cama. Brayan alzó el colchón y sacó los bloques de marihuana que había escondido allí esa misma mañana, cuando El Chapulín le exigió vender el doble, también tenía varios sobres blancos con pacas de billetes en su interior, billete que pertenecía al proveedor en su mayoría.

A Azucena se le escapó un jadeo al ver la cantidad de droga que su hijo ocultaba bajo su colchón.

—Te lo juro, mamá, que yo iba a hacer todo lo posible por salirme de este negocio apenas te comprara una casa. Sacarte del barrio y asegurarnos una mejor vida era mi único propósito con todo esto, pero gasté parte de mi ganancia en Natalia y tengo el ojo del vamos encima... Mamá, los que venden en otras zonas del barrio ya saben que hay un nuevo jíbaro, están buscando de picharlo para joderlo, pero todavía no saben quién soy yo y me...

—No lo digas. —rogó ella. Pero Brayan ya no quería ocultarle la realidad.

—Me están buscando para matarme porque trabajo con el hampa de menca, los negocios de él están prohibidos aquí y por eso me ofreció esto, porque es peligroso, y yo acepté por imbécil...

—Vámonos. —soltó su mamá, sin pensarlo dos veces.

—Mamá, a donde vaya me van a encontrar. Si no me matan los jíbaros de aquí, me va a buscar El Chapulín por desaparecerme con su billete.

—Vámonos, Brayan. —ella empezó a caminar por todo el cuarto, su mente maquinaba a toda velocidad un designio rápido que los sacara de la situación. —En el camino vemos cómo coño hacemos. Dejo el trabajo, la casa, todo, pero nos vamos. Empezamos como sea en otra parte bajo perfil. No sé a dónde coño vamos a parar, pero nos tenemos que ir hoy mismo.

Azucena salió corriendo a su cuarto a preparar un equipaje ligero sin esperar respuesta de Brayan. Su hijo se asomó por la cortina e intentó persuadirla.

—Mamá, no podemos dejar todo así de repente...

—¡Sí podemos, Brayan! —ella le gritó, desesperada. —¡Por mí te metiste en este lío! ¡Por mí pusiste en peligro tu vida! ¡¿No entiendes que yo por salvarte me quito hasta el corazón para dártelo a ti?!

Brayan no podía más. Terminó de acercarse a ella y se arrodilló, aferrando los dedos a sus pantorrillas, bañando de lágrimas saladas sus pies descalzos.

—Perdóname —le rogaba como un mantra. —Perdóname.

Ella se agachó y acunó la cara de su hijo entre sus manos.

—Perdóname tú por hacerte pensar que tenías que llegar a estos extremos por darme una vida mejor. En un palacio, un ranchito o debajo de un puente; yo siempre voy a vivir feliz si tú estás conmigo.

—Mamá... —él no podía dejar de sentir culpabilidad por el rumbo tan drástico y severo que había tomado su decisión. —No quiero que me odies. Vete a casa de mi tía Susana mientras yo resuelvo esto. Lo que menos quiero es hacer que abandones todo a lo que estás acostumbrada por querer salvarme a mí, sé que me vas a terminar odiando cuando ya no sepamos qué hacer ni a dónde ir.

—Hijo. —musitó ella, secando las lágrimas que descendían como un manantial por sus mejillas. —Tú no sabes nada. Anda a hacer las maletas. Voy a ir haciendo unas cuantas llamadas para conseguir unos pasajes que salgan antes de mañana.

—Te amo —masculló Brayan, aferrado a la tela del vestido de Azucena.

—Y yo te amo más —ella lo estrujó más fuerte contra su pecho. —Ahora apúrate. Guarda la plata y ve preparando la ropa. Van a ser las diez de la noche, a las doce ya deberíamos haber dejado la casa.

••••••••••••••

No tengo nada para preguntar.

Solo quiero recomendarles una de mis películas favoritas, se llama "El rumor de las piedras", es venezolana. Busquenla por internet, aunque normalmente la pasan por Cine Latino.

"El rumor de las piedras" fue la película que me inspiró para escribir un libro ambientado en un barrio venezolano.

Probablemente después de este capítulo decidas abandonar la historia, y estás en todo tu derecho, pero te pido que por favor no lo hagas, aún hay muchas cosas por venir. Más lágrimas, risas y suspiros risueños.

Los quiero, arepitas con lentejas.

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