Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

1.3M 66.4K 4K

¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
Más de Seduciendo a mi Jefe
Grupo de WhatsApp
EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
1.UN EXTRAÑO EPISODIO
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

3.TENSIÓN SEXUAL

6.3K 382 9
By Clau_Llerena

Echo un fugaz vistazo al reloj en mi muñeca para no perder de vista la entrada del edificio. Veintisiete minutos con cincuenta y cinco segundos, ese es el tiempo que llevo esperando sentado en el auto a que una cabellera castaña entre a la empresa. Me siento ridículo e infantil, no tengo idea de lo que estoy haciendo, pero al mismo tiempo me apetece actuar sin pensar demasiado por primera vez en mi vida.

Llevo dos semanas con este jueguito “inocente” y he descubierto una parte de mí que no conocía. Sus provocaciones me instan a ser más cálido, más divertido, más… impulsivo. Y aunque me desconcierta muchísimo, me gusta. Los pequeños minutos en los cuales jugamos con las palabras mis obligaciones desaparecen, mi legado familiar carece de importancia y olvido el enorme peso que cargo sobre mis hombros.

Por fin, tres minutos después la veo la veo bajar de un taxi y le doy la señal a mi chofer para que me abra la puerta. Por mucha prisa que me dé, incluso omitiendo el protocolo de seguridad, ella se me adelanta y entonces, me veo forzado a repetir la escena de la otra tarde: con un rápido movimiento me meto en el ascensor.

—Señorita Roldan, buenos días —por fortuna, no hay nadie más que nosotros. Algo muy común cuando entras en la oficina a las siete de la mañana.

—Señor Gold, ¿a qué debo tan inesperada visita? —su lengua viperina hace acto de presencia—. ¿El ascensor privado se ha averiado? O… — dibuja una sonrisa con marcado sarcasmo, resaltando aún más el corazón que forma con su boca— no me diga que ha decidido mezclarse con la plebe.

Plebe —me froto la barbilla con dos dedos pensativo, en tanto miro la pantalla en la pared. Son veinticinco pisos y vamos por el doce, no tengo mucho tiempo—, ¿es así como te consideras, Amanda?

—Perdón, pero, ¿le he dado permiso para tutearme?

Cuando pienso que ya no puede sorprenderme, sale con comentarios como estos. Por lo visto, me queda mucho de Amanda Roldan por conocer todavía.

—Soy tu jefe —señalo lo obvio.

—¿Y qué? —bufa entrecerrando los ojos en torno a mí—. Eso no le da derecho a tomarse atribuciones que no le corresponden.

—¿Crees que no me corresponde? —imito su actitud provocativa—. Yo soy el dueño de todo lo que ves aquí, Amanda. Hago y dispongo a mi antojo y si me apetece que bailes la macarena en una sola mano, debes hacerlo.

—Pues no conmigo, señor Gold —replica ella, intuyo que un poco mosqueada—. Soy una persona, no un mono para andar de graciosa. Lo que acaba de decir se llama abuso de poder, ¿sabe?

—Cada quien ejerce el poder en medida de sus posibilidades.

—La prepotencia no le llevará a ningún lado, señor Gold —se atreve a señalarme.

«¿Pero es que esta mujer no tiene instinto de supervivencia»

Me acerco a la pequeña provocativa hasta quedar a unos pocos centímetros de distancia y no me asombra que no me aparte. Las extrañas sensaciones que me dominan también le corroen a ella.

—¿Acabas de llamarme prepotente? —no puedo apartar los ojos de su boca y entonces, en un parpadeo mis dedos los tocan de manera inconsciente. Apuesto a que ya tenía una respuesta perspicaz preparada, pero mi movimiento inesperado la ha dejado fuera de base. A mí también, aunque no lo demuestro. El magnetismo entre los dos es demasiado fuerte—. ¿Sabes que puedo despedirte por esa simple expresión? ¿Por qué contradices cada palabra que digo, Amanda? ¿Es acaso un mecanismo de defensa?

El rostro se le descompone por unos efímeros instantes y luego se normaliza, pero alcanzo a percibirlo. Creo que acabo de encontrar su punto débil.

Agacho un poco la cabeza para quedar a su altura, antes de acortar la distancia entre los dos. Mi nariz roza la suya, sus pechos se aprietan contra mi pecho y su respiración parece desparecer. No la beso con mis labios, sino con mi aliento.

Es tan abrumador compartir el mismo aire con ella y a la vez, adictivo.

A pesar de que tenía la intención de provocar un acercamiento y mejorar nuestra “relación”, jamás se me pasó por la cabeza que terminaríamos aquí, en esta posición e hipnotizados por una corriente desconocida.

»¿Qué escondes, Amanda Roldan? —me cuesta emitir la pregunta debido a la cercanía y a las inmensas ganas de besarla—. ¿A qué le tienes miedo?

Mi mente se debate entre lo que debo y quiero hacer. Mientras una voz me grita «¡bésala!», otra me recuerda que tengo novia.

Me separo un poco para mirarla directamente a los ojos en tanto ella se mantiene embelesada, no sé si debido a mis preguntas, a la cercanía o a ambas. Como si el destino nos obligara a vivir la misma escena una y otra vez, el timbre del ascensor suena y de manera automática, las puertas se abren.

Entonces, ella me aparta atacando mi hombro con un puñetazo nada femenino.

—¡Eres un prepotente, patán, arrogante! —su cara enrojece por la furia y casi corre para salir del ascensor. Luego, gira sobre sus pies para encararme antes de que las puertas se cierren—. ¡Y un asno!

No me da tiempo a replicar, pues sale disparada al mismo tiempo que el ascensor reinicia su marcha.

—Asno —murmuro en voz baja desconcertado—. ¡Me ha llamado asno!

—Buenos días, señor Gold —mi asistente me recibe en la recepción de Presidencia—. Tiene una videoconferencia en treinta minutos y el señor González de la sede en España ha llamado…

Dejo de escuchar cuando ingreso en la oficina.

Esa boca solo parece abrirse para lanzar ofensas. No me tiene miedo, no se intimida y… le gusto.

¿Es mutua la atracción?

Hasta un tonto podría darse cuenta de que sí. Necesito desquitarme o en todo caso, devolverle sus palabras y en estos momentos solo veo una forma de lograrlo: la seducción. Debo seducirla, pero para eso debo primero convertirme en un hombre sin compromisos o ataduras.

¿Dejaré una relación de años por una mujer que conocí el otro día?

Siempre he sido un hombre de hechos, ni siquiera advierto o doy previo aviso. Y tanto en los negocios como en mi vida personal, aplico un refrán que me gusta mucho: quien no arriesga no gana.

«Esto no se quedará así, Amanda Roldan»

—¿Señor? —la expresión de Camille me indica que he pensado en voz
alta.

«Céntrate, Daniel Gold»
Me remuevo en el asiento y adopto la actitud rígida de siempre, volviendo a ser El Jefe.

—Avísame cinco minutos antes de que inicie la videoconferencia, Camille —dispongo con tono neutro.

—Sí, señor —asiente para luego marcharse.

Abro el ordenador para revisar los correos pendientes como cada mañana y su nombre aparece entre los remitentes. Hace días le he estado enviando uno que otro correo, pero ninguno como el que estoy a punto de redactar. Este dice claramente “estoy flirteando contigo”.

De: Daniel Gold. Para: Amanda Roldan.
Fecha: 2demarzode2018. 9:03a.m. Asunto: Nuevo vocabulario.
Señorita Roldan:
Esta mañana luce encantadora. Adoré nuestra conversación en el ascensor. Le doy me eterna gratitud. Gracias a usted es descubierto que el elevador para trabajadores es más divertido que el privado. Una vez dicho esto, ¿debemos añadir prepotente y asno a mi larga lista de cualidades?
Atte.,
Daniel Gold.
Presidente de Golden Publishing Company.

Le doy «enviar» antes de que pueda pensármelo dos veces y me enfrasco en el trabajo. Sin embargo, no han pasado ni dos minutos cuando me entra su respuesta.

De: Amanda Roldan. Para: Daniel Gold.
Fecha: 2 de marzo de 2018. 9:05 a.m. Asunto: Mi jefe idiota.
Estimado señor Gold:
Le pediría por favor que dejara de enviar correos que no sean sobre asuntos de trabajo. Tengo un jefe patán arrogante que no admite distracciones en la empresa. Nuestro enfrentamiento de esta mañana no ha sido más que la punta del iceberg. Sus comentarios y sus correos, solo me hacen reafirmar mi opinión sobre usted.

PD: puede añadir las palabras a la lista. Le quedan como anillo al dedo, junto con ACOSADOR.
Atte.,
Amy Roldan.
Asistente de Eloy Gold, Golden Publishing Company.

¿Así que idiota y acosador también? La lista se va haciendo más y más larga, al igual que la tensión sexual entre ambos.

¡Por Dios! Jamás me había sentido de esta forma. Minutos antes de conocerla, el deseo carnal era algo secundario en mi vida. Ahora no dejo de pensar en las mil maneras de poseerla en este mismo edificio. ¡En mi propia empresa! Ya no me siento como yo mismo. Ni siquiera la carga laboral me distrae.

¿De dónde vienen esos pensamientos? ¿Qué mierda me está haciendo esa mujer?

Tengo que deshacerme de esta tensión antes de que pase a mayores y entonces, cometa una locura.
Por ello, decidido tecleo una respuesta.

De: Daniel Gold.
Para: Amanda Roldan.
Fecha: 2 de marzo de 2018. 9:08 a.m. Asunto: Re: mi jefe idiota.
Señorita Roldan:
Creo que tendré que adoptar otro método para hacerle cambiar de opinión. No dude que este será efectivo.
Nos vemos en el ascensor privado a las 12:00 m. Ni un minuto más. Ya veremos si le parezco acosador después de este enfrentamiento.
PD: Cabe aclarar que es OBLIGATORIA su asistencia a la cita o no me quedará más remedio de tomar medidas drásticas.
PDD: adoro el asunto de su anterior correo.

Su jefe idiota,
Daniel Gold.
Presidente de Golden Publishing Company.

—Veamos con qué me sales ahora, Amanda Roldan —comento expectante en voz baja.
Ella tarda un poco más de lo habitual en responder, pero lo hace.

De: Amanda Roldan. Para: Daniel Gold.
Fecha: 2 de marzo de 2018. 9:15 a.m. Asunto: Cita.
Ciertamente lo dudo. Pero lo daré el beneficio de la duda. Ahí estaré.
Atte.,
Amy Roldan.
Asistente de Eloy Gold, Golden Publishing Company.

El hecho de que acepte acudir a la cita —por mucho que le haya amenazado— no me decepciona en lo mínimo y reafirma una vez más mis pensamientos; ambos deseamos lo mismo.

Termino con los mails a toda prisa para iniciar una video llamada no programada. Aún me queda un asunto pendiente.

—¿Dani? —su rostro risueño y algo empolvado aparece al otro lado de la pantalla. Apuesto a que se encuentra cavando alguna tumba—. ¿Sucede algo?

—Sucede todo —contesto tras un suspiro—. Debemos hablar, Susan.

Continue Reading

You'll Also Like

1.9M 133K 90
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
18.6K 1.3K 50
Un dia normal en la Wammy's House , un chico rubio sale castigado y debera afrontar 1 mes en una misma habitación con su peor enemigo.. Pero ese odio...
590K 26.2K 36
Hudson Manckley es el empresario más famoso de Londres y mi jefe; un total mujeriego que piensa que todos deben besar el piso por el que camina. Pero...
41.2K 2.9K 22
Callum no nació para convertirse en el próximo Rey. Rayla no pidió ser elegida por el nuevo rey dragón, de hecho, no sabía porque había sido elegida...