Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

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¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
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EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
3.TENSIÓN SEXUAL
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

1.UN EXTRAÑO EPISODIO

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By Clau_Llerena

Los encuentros siempre son importantes. Somos las personas quienes no le damos la atención que requieren.

Un encuentro al azar puede ser el momento crucial que defina el resto de tu vida.

Para mí fue así, solo que no lo supe ver en su momento. Lo cual, por lo general, es lo que se espera de mí por el simple hecho de ser hombre. Mi mente tal vez no va al ritmo habitual de los demás porque tengo una norma irrompible: el trabajo es lo primero.

Sin embargo, estando metido en mi mundo esquemático, me tropiezo con la parte opuesta de mi vida pero que me revoluciona por dentro. Ella me provoca necesidades que antes no tenía y con cada palabra que sale de su boca logra algo que nadie jamás ha hecho: sorprenderme.

Mi vida deja de ser constante para volverse una auténtica locura, mis reglas se van a la mierda y las prioridades cambian en un santiamén…, pero me estoy adelantando a la historia. Para llegar a ese momento debo volver al principio.

Todo empieza mientras mi hermano parlotea sobre el mismo tema de todos los días: mi aburrida rutina.

—¿Por qué no vienes a casa esta noche y cenas con nosotros?

—Tengo trabajo —respondo fastidiado.

—Debes despegarte de esa oficina, Daniel —me señala con tono reprobatorio en su fase de hermano mayor. Me da vergüenza reconocer que me agrada más cuando estamos en plan colegas y mejores amigos. Como hermano es un coñazo—. La empresa no va a ir a ninguna parte.

—El mundo evoluciona, Eloy —chasqueo la lengua con mal humor—. El negocio editorial está en la ganga ahora; todos los autores quieren ser escritores y los editores a su vez empresarios. Hay demasiada competencia y para seguir estando en la cima del podio, debemos trabajar —él niega con la cabeza al mismo tiempo que lleva dos dedos a su entrecejo con frustración, pero no dice nada. Sabe que no existe forma en la que pueda convencerme de lo contrario—. Así que haz tu parte y asegúrate de traer buenos proyectos a la junta.

—¿No lo hago siempre? —sonríe con suficiencia, demostrando la arrogancia que nos caracteriza a los Gold—. Llevaré a mi asistente.

—Los secretarios no asisten a las juntas —objeto imponente.

—No es una petición —repone él—, simplemente te lo comunico. Al igual que la tuya, no es una asistente cualquiera.

—¿La estás entrenando? —cuestiono ceñudo. Como editor de Golden Publishing Company es muy exigente y resulta difícil escucharle hablar sobre el potencial de los novatos.

—Tiene talento. Ya lo verás en la reunión.

—Eso espero —concilio—. De otra forma, será la primera y última vez que te asista.

—¿Debo recordarte que yo también soy dueño de esta compañía?

—Ya nos veremos, hermano.

Le dejo vociferando en tanto me dirijo hacia la salida. A esta hora de la mañana ya me he cansado de su perorata. Así es Eloy Gold: carismático, comprensivo y en ocasiones, un grano en el culo.

El vibrar de mi móvil anuncia una llamada entrante y al ver de quién se trata, descuelgo al instante.

—¡Dani! —me saluda con su habitual efusividad.

—Dime que ya tienes las maletas hechas.

—Sí —su tono inseguro no me gusta nada. Si me la vuelve a hacer…
—, sobre eso…

—Otra vez no, Susan —resoplo desviando la mirada hacia el techo—.
¿De qué me sirve una novia si la tengo al otro lado del mundo?

—Dani, escucha…

—No, Susan —la corto de sopetón con voz imperativa—. ¿Piensas que voy a esperarte toda la vida? Tengo un imperio que manejar y soy yo quien soporta las indirectas de nuestras familias, por no hablar de la imagen que estoy dando al público.

—A ti nunca te ha interesado la imagen.

—No, pero tampoco me gusta tener a los medios señalándome, ni a las mujeres solteras tirándoseme encima.

—¿Hay algo que necesite saber? —inquiere con la voz agudizada. No puedo entender su actitud posesiva y celosa cuando es ella quien se encuentra lejos.

—No tengo necesidad de serte infiel, Susan —declaro impertérrito. El sexo jamás ha sido una necesidad para mí, en mi opinión está sobrevalorado. No entiendo cómo algunos hombres pierden la cabeza por unos simples instantes de placer. Por mi parte, me quedo con el whisky escocés—. Cuando no quiera estar contigo te lo diré y listo. Siendo honesto, este compromiso interminable me está hartando.

—Solo serán siete meses más…

—¡¿Siete meses?! —profiero incrédulo.

—Dani…

—Adiós, querida. Disfruta excavando en busca de tesoros perdidos — le corto—. Cuando estés a punto de abordar el avión, entonces me llamas.

—Dan…

Cuelgo sin mas antes de continuar mi camino. Sin embargo, ella insiste llenándome el teléfono de llamadas. Recorro el pasillo directo al ascensor mientras rechazo cada una de ellas. Si no fuera por el trabajo lo apagaría.

De buenas a primeras, tropiezo con alguien como si se tratara de un poste de luz y el celular cae al suelo en el proceso. Maldigo para mis adentros y alzo la vista dispuesto a echar al incompetente que me ha golpeado. No obstante, la furia desaparece por completo en cuanto reparo en el delicado rostro frente a mí.

Ella se paraliza como una estatua ante mi escrutinio, excepto por la boca en forma de corazón que emite pequeños temblores. Las largas pestañas embellecen los ojos pardos y al ver cómo su nuez de Adán se mueve de arriba hacia abajo, una desconocida tensión se apodera de mis músculos.

El aire se carga de una extraña atmósfera mientras sus labios me llaman, invitándome a llegar hasta ellos.

¿Qué es esto?

¿Quién es ella?

«¿Pero qué te pasa, Daniel?»

«¡Despierta!»

—¿Pero es usted ciega, señorita? —inquiero molesto regresando a mis sentidos.

—Lo siento, señor —balbucea—. No lo vi venir.

—Es evidente —la observo de reojo por encima del hombro—. Debería prestar atención a su alrededor y no distraerse. En esta empresa no hay espacio para distracciones. Es bueno que lo tenga en cuenta —añado con cierto tono amenazador—, si quiere conservar su trabajo.

—¿Perdón? —bufa con gesto descolocado.

¿Es que no me reconoce?

—La perdono, señorita…

—Es evidente que en parte fue mi culpa por no mirar hacia adelante — se atreve a interrumpirme. Está claro que no me conoce, lo cual resulta increíble teniendo en cuenta que soy el rostro de New York y además, su jefe— y por ello me disculpo.

Se relame los labios rosados, consiguiendo distraerme por unos breves segundos.

¿Qué es esta sensación de ahogo?

»Si usted no le estuviera prestando atención a su teléfono —señala dicho dispositivo en el suelo con desdén—, me hubiera visto y esquivado, posteriormente. Es irónico de su parte que culpe y ponga en duda mi trabajo en esta empresa, sin siquiera conocerme.

El desconcierto me toma desprevenido y no puedo evitar la cara de idiota sorprendido ante sus palabras. ¿Acaba de desafiarme? ¿De dónde ha salido esta mujer? Por mucho menos he dejado a otros en la calle sin posibilidades de volver a ser contratados en el negocio editorial.

—¿Sabe usted con quién está hablando, señorita? —el tono bajo de mi voz me toma por sorpresa hasta a mí.

—Por supuesto —la prepotencia domina su rostro—, con un patán arrogante. Si me disculpa, debo continuar con mi trabajo. En esta empresa no hay espacio para distracciones.

Me quedo clavado en mi sitio en tanto la contemplo recoger sus pertenencias antes de marcharse, ignorándome por completo.

¿Está loca?

¿Cómo se atreve a tratarme con tanta beligerancia?

El celular vuelve a sonar, esta vez con una llamada de mi asistente y despierto de mi ensimismamiento. Mientras marco el último piso en el ascensor, no dejo de rememorar el extraño episodio.

¿Qué acaba de pasar?

Lo que más me desconcierta es mi actitud, nunca nadie me había dejado sin palabras, mucho menos enfrentado sin vacilación.

No tengo idea de quién sea esa mujer, pero voy a averiguarlo y después… ¿Después qué? ¿La despediré?

Supongo que para saberlo, primero tengo que encontrarla.

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