Bajo la misma arepa

By Areale_deCastillo2

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Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios añ... More

Nota de Autora
La flaca mamarre
No se desprecia una arepa
Colgate, su majestad
Manzana tercermundista
Correcciones clasistas
Mogul
Vestida como sartén de pobre
Yubiricandeleisy
Se formó el despeluque
Atributos con Photoshop
Chivato
Azúl vinagre
Evasivas
Ódiame
Novios de mentis
Oh no, fallo en la utopía
Recíproca chocancia
Sorpresas
Confesiones
Fuertes declaraciones
El último cigarrillo
Ingrata
Desaparecida
El mejor amigo
Una indirecta despedida
Planchabragas
La mardición de los Takis
Todas mienten
El boleta enamorao' (+18)
Fiesta balurda
Salve, Virgen de los Malandros
Mordisco
Esposa odiosita
El Chigüire Chigüireao'
Heteromarico
Bajo la misma arepa
Querer querernos (+18)
Cómo hago pa' no quererte
Besos sabor a caroreña
Maldita mala (+18)
Qué se siente
El procedente de Socopó
Dominantes (+18)
Epílogo
Agradecimientos
Extra navideño
Apoyen a la autora de BLMA

Ella perrea sola

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By Areale_deCastillo2


—Espero que al menos sepas bailar —Débora resopló cuando casi se tropezó con los tacones al bajar del auto y Yeferson la sostuvo.

—No. En realidad no sé.

Dejaron que sus amigos se adelantaran y se quedaron aclarando varias cosas dentro de carro. Decidieron quedar en tregua por esa noche. Lo ideal era pasarla bien, no entrar en conflictos.

—Si no sabes bailar, ¿A qué coño vas a las fiestas, tío?

—Ah pues, a comer tequeños —contestó él, relajado, poniendo seguro al carro.

—¿Qué son los tequeños? —inquirió Débora, apartándose de su lado cuándo éste quiso pasarle el brazo por encima de los hombros—. Demasiado, mantén una distancia prudente para evitar el contagio y la transferencia de tu peste habitual.

Yeferson rodó los ojos y la empujó por el hombro.

—Los tequeños son un pasapalo que no tiene padrote.

Débora siguió sin entender, ambos guardaron silencio mientras caminaban a la entrada del centro comercial Vista Place. Pero Yeferson no puede estar quieto mucho rato, claro.

—No te creas. Después de la quinta botella empiezo a dejar salir los pasos prohibidos. ¿No saber bailar? Lo puedo creer de ti, insípida, pero no de un negrito que por los poros destila flow.

—No tienes idea...

—Eres insoportable.

—Y ya empezamos de nuevo —Débora chasqueó la lengua.

—No. Empezaste tú, diciendo que tengo peste.

—La tienes —aseveró la castaña.

—Repito; eres insoportable —Yeferson suspiró—. Con razón el pure tuyo te dejó por allá bien botada.

—Al menos las cosas que yo digo con ciertas, en cambio tú buscas la manera de tergiversar mis cualidades para burlarte de mí.

—Yo no falsifico nada. Soy es real —se quejó—. ¿Te cuesta mucho aceptar que no eres el centro del universo y que tu actitud tiende a ser bastante desagradable?

—¿No es eso lo que te cuesta aceptar a ti?

—No. Yo lo asumo, en cambio tú crees que eres perfecta. Yo sé que en el fondo quieres ser como yo, te cuesta admitirlo. Y me rompe un poquito el corazón tener que decirte que no puedes igualar algo que no alcanzas.

—Vale, ¿Por qué siempre te empeñas en fastidiarme? Eres muy molesto, en serio —se quedó Débora, doblando por un pasillo. Ya casi llegaban al club.

—Porque tú empezaste a joderme la existencia desde el día que estaba burda de relajado fumándome un cigarro y mi mamá me llamó arrecha, diciendo que te tenía que ir a buscar pa' Catia. Pa' allá pa' donde el malandro Ismael dejó a una tipa preñada.

—Yo tampoco quería que me fuera a buscar un tierruo putrefacto a nicotina y desodorante expirado.

—¿Y ahora dónde aprendiste esa palabra? —Yeferson se cruzó de brazo—. Quería que te adaptaras a mi mundo, pero no que usaras las ofensas en mi contra.

—Me la enseñó Natalia. Cada vez que nos vemos, me pregunta, ¿Y el tierruo del hermano tuyo?

—Claro —Yeferson soltó una risa sardónica—. Debe ser que el novio de ella es un toyobobo. Se supone que hicimos un trato hace diez minutos y ya estamos escupiendo veneno otra vez.

—Es tu culpa. Eres un adefesio ambulante, y yo una imprudente a la que nada se le escapa.

—Ajá, sí. Ya está bueno —ambos se detuvieron en la entrada del club—. Mejor vete por tu lado con Natalia y cejas en desgracia, yo voy a estar con unos convives. Si necesitas algo, pídeselo a alguien a quien le importe. Nos vemos a las cinco en el estacionamiento, enana.

Débora hizo el amago de sacarse el suéter para entregárselo, pero él jaló la tela hacia abajo.

—Y déjate la vaina esa puesta, por amor a la decencia.

Sin decir más, él abrió la puerta, el bullicio de la música y la multitud quedó un momento a la intemperie hasta que ésta volvió a cerrarse.

Débora se aproximó al cesto de basura más cercano y botó la porquería esa que se hacía llamar suéter.

Al entrar, se encontró con una oscuridad absoluta, solo flashes de luces de neon delineaban las siluetas de todos. Le tomaría un buen rato encontrar a sus amigas entre tanta gente. En el camino se encontró a Gabriel, él se sumó a la búsqueda para reunir al grupo del liceo.

—Yo sabía que estabas buena, pero el uniforme siempre esconde algo —elogió Gabriel a sus espaldas—. Tremendo culo vale. Siéntate en mi cara, porfa.

Débora se habría indignado de no ser porque ya sabía que Gabriel era así de sutil con todo, y también sabía que en realidad él no estaba interesado en ella, solo en su amistad y en copiar sus impecables apuntes en las materias numéricas.

—¿Ese que está allá no es el novio de Nata? —Gabriel señaló una especie de escenario pequeño, donde estaba montado Brayan con su gorra blanca para atrás y en micrófono en la mano, hablando con el DJ.

—Sí, vamos.

Cuando llegaron, Brayan no los distinguió entre el gentío, pero Natalia, que estaba un lado de la tarima, sonrió al verlos. Brayan probó el micrófono y llamó la atención de todos los presentes, Débora solo rogó al cielo no tener que pasar pena ajena por lo que estuviese a punto de suceder.

—Hoy cumplo tres semanas de relación con mi hermosa novia. No puedo creer que todo haiga empezado porque fue para la bodega de mi casa a pedir fiado y como mi mamá no estaba, aproveché y le regalé las cosas a esa chama tan bella.

«Este también dice haiga. Tierra trágame y escúpeme en Madrid, ya no puedo más»

—Mi reina, me tienes loquito —Brayan siguió su discurso, extendiendo una mano hacia Natalia para que se pusiera frente a él en la tarima—. Gracias por estas tres semanas de felicidad, te amo, tóxica. Quiero dedicarte esta canción. ¡Suéltale DJ!

Por las cornetas empezó a sonar una melodía suave mezclada con susurros y acordes de una guitarra, luego empezó el trap, como era de esperarse de alguien como Brayan.

El novio de Natalia se llevó el micrófono a los labios y empezó a cantar. Por lo menos no desafinaba.

Ella es la niña del barriooo, yo la veo pasar a diarioooo. ¡Y te juro que le compraría el mundo si yo fuera millonarioooooo! Ella tiene un flow muy carooo, sé que se han estrellado variooos. Pero no puedo dejar pasar la oportunidad de intentarlo.

Bárbara encontró a Gabriel y a Débora en la orilla del escenario y se acercó a ellos.

—Si no es así, no quiero nada —dijo apenas llegó, señalando con la boca a Natalia que sonreía como una boba mientras Brayan le cantaba cerquita del rostro.

—Sí. Los regalos grandísimos están sobrevalorados —opinó Gabriel—. El verdadero detallazo es que te dedique una de Neutro en plena Sexy Candy. ¿Qué te pasó en la cara?

Bárbara lo ignoró para concentrarse en la rola que le dedicaban a su amiga, ya iba como por la mitad.

Lo que me gusta es que te buscas lo tuyo, para que no vengan ningún hombre a pisotear tu orgullo. Y que no te interesan las criticas, ni los murmullos. Baby, solamente dime quién te toca y lo destruyo.

Todos empezaron a aplaudir y gritar cuando Natalia no aguantó y se lanzó a besar a Brayan con el resto de la música sonando en el fondo.

Cuando bajaron el escenario, los dos se perdieron. A lo mejor Brayan había coronado otra vez.

Gabriel les brindó unas polarcitas a sus amigas y se sentaron en unos taburetes de madera que encontraron por ahí mal parados. De un momento a otro Gabriel se perdió para invitar a perrear con Safaera a una chamita que le había puesto el ojo desde que llegó.

Bárbara estaba hermética, mirando a las chamas menear el culo contra sus cuadres o entre ellas mismas.

—¿No es tu ambiente, verdad? —preguntó Débora, poniendo una mano en su hombro. Barbie sacudió la cabeza-. Tampoco el mío, pero ya estamos aquí. Vamos a bailar juntas.

Cuando intentó levantarla, su amiga se negó.

—No sé bailar, no me gustan estas cosas. Soy más de hacer maratones de series y viajar a la playa.

Débora asintió, mas no desistió.

—Vale. Te llevaré a la playa pronto si perreras conmigo.

—¿Me lo prometes?

A Bárbara se le iluminaron los ojos como si fuera una niña chiquita abriendo los regalos de Navidad y viendo que el niño Jesús le trajo lo que había pedido. Le encantaba el sol y la arena.

—Te lo juro, tía. Venga, vamos.

Mientras se acercaba a la pista, empezó a sonar «Ella perrea sola». Desde la tarima, Natalia les guiñó un ojo, pues, ella se lo había pedido al DJ, que al parecer era primo de Brayan.

—Más perfecto imposible —opinó Barbie, inclinándose hacia adelante para bailar twerk mientras movía las nalgas contra las de Débora—. ¡Ella está soltera antes que se pusiera de moda, no cree en amores de Amorfoda! —cantaba a todo pulmón, El conejo malo era su cantante favorito.

En la lejanía, Yeferson reconoció esa tela blanca brillante y casi le da un soponcio cuando vió que la enana siniestra esa se había quitado el suéter y se le estaba subiendo el vestido.

No tardó mucho en apartar a un poco de gente para llegar hasta ella y agarrarla por un brazo.

—¡¿Y a ti qué mierda te pasa?! —ladró, intentando zafarse.

—¿Dónde dejaste el suéter? —Yeferson parecía serio y a la vez tranquilo, pero nada más estaba aguantando la arrechera.

—A donde pertenece, en la basura.

—¡Se te ve todo el culo, Covadonga! —Yeferson la sacudió por los brazos, harto de su comportamiento.

Débora lo empujó por el pecho, también obstinada.

—¡Estoy cansada, maldita sea! ¡Estás montando todo un teatro! ¡¿Qué mierda quieres de mí?!

Yeferson se intimidó un poco al verle la cara, pero seguía receloso. Quiso aligerar la tensión con un chiste de mal gusto.

—De tu cuerpo puedo querer muchas cosas porque estás buena, para darte hasta en la cédula. Pero apenas veo tu actitud, se me baja.

—¡¿Es que nunca se te acaban los comentarios obcenos, animal?

—No. De hecho, tengo un repertorio full.

—Que te den —gruñó, histérica, haciéndole señas a su amiga para irse a otro rincón del club, pero Yeferson la volvió a agarrar por el brazo—. ¡Ya déjame en paz, hostia!

—Busca el suéter.

—¿Qué? Tienes que estar de coña.

—¿Tengo cara de estar mamando gallo? Anda a buscar el suéter o nos vamos.

—¡Está en la basura!

—Pues sácalo y póntelo. Según tú, ya estaba podrido, no haría la diferencia.

Débora intentó zafarse, pero él la estaba agarrando fuerte.

—¡Suelta, me lastimas!

—No. Dramática.

—Que la sueltes —apareció Gabriel, notoriamente molesto por como trataban a si amiga.

—¿Y quién eres tú? —Yeferson lo miró de arriba a abajo con arrogancia.

—Al parecer, el que te va a partir la cara si no la sueltas.

Débora todavía intentaba aflojar el agarre, pero era inútil.

—¿Más o menos? No sabes con quien te estás metiendo —Brayan también llegó para respaldar a su convive—. Pirate de aquí, que eso es problema de ellos.

—Si es problema de ellos, ¿Qué haces tú aquí? Sapo.

Brayan estuvo a punto de mandarle un coñazo a la cara, pero Natalia se metió entre ellos, alterada por la situación.

—Bueno, ya. Parenla ahí.

—Que te pongas el suéter —seguía ordenando Yeferson, autoritario.

—Que te vayas a la mierda —decía Débora, entre dientes.

—¿Y qué coño tienes tú con ella que la defiendes tanto? —preguntó Brayan a Gabriel.

—Lo que tengamos ella y yo no es peo tuyo.

—Estoy rifando una coñaza y tú tienes el talonario completo, cabecegüevo.

—¿Qué pasa pues? —preguntó Gabriel a Yeferson.

La verdad era que Gabriel, por hacer ejercicio todos los días, tenía su buen porte. No era capaz de matar ni una hormiga, pero necesitaba hacer creer que sí para que dejaran a su amiga en paz.

Yeferson se dió cuenta de que sería estúpido explicar que estaba armando todo ese show solo por un vestido corto, así que se limitó a soltarla y ya.

—Segurito la quieres usar de tapadera —contestó—. Esa pinta de closetero no te la quita es nadie.

Al final, se fue con Brayan, quien le echó una última mirada mortal a Gabriel antes de desaparecer.

—Joder, sóis tan guay —Débora abrazó a Natalia y a Gabriel—. Gracias.

—Ningún gracias, sácate una teta.

Natalia se echó a reír cuando Débora lo agarró por el cuello y le plantó un beso de pico en los labios como agradecimiento.

Cuando se separó de él, Gabriel parpadeó repetidamente y se llevó los dedos a los labios, sin poder creerlo. La inalcanzable del salón acababa de darle un beso solo porque sí.

—Nojoda Gabriel, quedaste fue loco —se burló Bárbara mientras destapaba una cerveza con los dientes.

Al final, Natalia se puso a bailar salsa baúl con Gabriel un rato y Débora se fue con Bárbara a tomarse ocho cervezas cada una mientras fangirleaban sobre la saga del carajito con cicatriz de rayo y lentes culo de botella.

Débora se sentía extraña por lo que había pasado horas atrás, ¿Ahora por qué el capullo de su hermanastro actuaba de esa manera? De verdad no lo detestaba, se notaba que no era taaaan mala persona, pero se había pasado de la raya. Sin embargo, tenía una inefable sensación de culpabilidad que no lograría pasar ni con todas las cervezas del club.

Al rato apareció un mesero repartiendo aperitivos en unas bandejas, cuando llegó hasta donde ella estaba con Barbie, se dió cuenta de que eran deditos de queso con una especie de salsa verde en un pequeño recipiente.

—Tequeños con guasacaca —dijo Bárbara, agarrando cuadro de la bandeja, el mesero se le quedó viendo feo—. ¿Qué? El autocontrol no existe cuando se trata de tequeños, bro.

Débora se limitó a agarrar uno y agradeció al hombre.

Así que sí conocía los dichosos tequeños, pero bajo el nombre «Dedos de queso». En son de paz, Débora le dijo a Barbie que ya volvía.

—Okey —contestó ella con la boca llena de tequeños.

Al reconocer a Yeferson sentado con Brayan y otros chavales en un rincón, tomó una bocanada de aire y empezó a caminar hacia él para reírse y decirle que ya había probado los tequeños y que tenía razón, que no tenían padrote, así no supiera con exactitud qué coño significaba «Padrote» y por qué los tequeños no tenían.

Cuando estuvo casi cerca, un obstáculo se interpuso en la trayectoria de su objetivo. Era una tía morena de cabello crespo, vestía unos shorts blancos y un Bralette de encaje salmón que dejaba a la vista su escote sin relleno. Vio cómo la chica le quitaba el cigarrillo a Yeferson y se lo llevaba a los labios mientras se abría de piernas sobre él, Yeferson le acariciaba la cintura de arriba a abajo mientras se reía con las ocurrencias de un pana. La tía se inclinó hacia adelante e intentaba pasarle el humo por medio de un beso que él evitaba.

La expresión de Débora gritaba: Cabreo. Y la presión en su pecho hizo que acelerara la respiración. No logró discernir exactamente qué sentía ni por qué, pero definitivamente sí sabía que aquello NO debía sentirlo.

—¡Bien bello pues! —gritó Natalia cuando apareció de pronto y jaló a la morena por los pelos.

Entonces Débora se sobresaltó al ver que ese no era Yeferson, sino Brayan. Se sintió muy apenada por su amiga, pero aliviada a la vez que miró a Yeferson saliendo del baño. ¿Por qué se sentía tan tranquila ahora? Se odió a sí misma en ese momento.

Natalia le reclamaba a Brayan, más que alterada mientras le golpeaba el abdomen y él intentaba explicarle que la tipa apareció de repente y se le subió, pero no quería hacerla sentir mal al rechazarla directamente.

Natalia no se quedó quieta hasta que la tipa se disculpó, diciendo que aquello era verdad y que no sabía que él tenía novia porque acababa de llegar.

—¿Qué pasó, Sifrinita? ¿Ya te quieres ir? —le preguntó Brayan a la castaña.

Débora ni siquiera se había dado cuenta de que había llegado hasta ellos.

—Ahmm... No. Estoy bien.

—¿Y entonces? Piérdete, que me das dolor de cabeza —le dijo su hermanastro y ella le sacó el dedo del medio—. Mentira gafa, quédate. Mala mía por lo de hace rato, te invito un trago de mi vaso de anís bien frío con Power azúl, Arizona y trululú.

Débora miró hacia donde estaba Bárbara. Gabriel ahora la acompañaba, así que decidió sentarse entre Natalia y un desconocido y aceptar el trago como su disculpa no genuina.

•••••••••••••••

Mi fantasía oscura es que un novio tóxico me forme mi peo en plena fiesta vale JAKSJJAJAJA. Mentira, yo en las fiestas soy Bárbara, sentada tranquilita tomando.

Yo enamorada soy Brayan, dedicando canciones a las tres semanas, q pena.

¿Qué opinan de Yeferson en este capítulo y de su suéter feo?

¿Quisieran un amigo como Brayan que se meta en peo voluntariamente por ustedes?

¿Les gusta Neutro? A mí me fascina, si es así, comenten su canción favorita, las mías son Maquito y Glock 26.

Chao, Arepitas con lentejas<3

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