Seijuro es bastante curioso.
A diferencia del sus rumores de que es recto, correcto, educado y considerado, en realidad, parloteba mucho.
Cada que tenía la oportunidad, le preguntaba algo acerca de él.
Sus pasatiempos. Los miembros de su familia. Cómo aprendió a cocinar. Sus comidas favoritas. Algún deporte que le guste...
Kouki respondía simplemente, a veces con monosílabas o con oraciones cortas, pero Seijuro no se rendía y seguía preguntando, como si no captará la indirecta de que no quería hablar.
— Vaya, así que te gusta el basket, ¿No estás en el club?
— ...
— Si, lo sé, fue una pregunta estúpida. Me disculpo.
Seijuro por fin vió a Kouki sonreír, y aunque sabía que esa sonrisa significaba que coincidía con que había dicho una estupidez, se sentía gratificante verla.
Su sonrisa era muy bonita, y cuando la veía, de alguna forma se sentía en paz. Y contradictoriamente, sentía que su pecho dolía por su alborotado corazón.
Seijuro, finalmente, entendía porqué esas chicas locas se volvían tan locas al ver solo una sonrisa.