TREINTA Y UNO

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    Kouki estaba acostumbrado a escuchar todo tipo de insultos.
 
    Era cosa de su día a día, y que sean dirigidos a su persona era la norma en esta escuela...

    — Es una decepción...

    Su oído ya los pasaba sin prestarle atención, solo a veces hacían un leve zumbido cuados las perras ladraban más fuerte de lo normal.

    — Hasta el Presi... ¿No es el mundo muy fácil para las perras que abren las piernas?

    — Culpas mucho a Furihata, pero, ¿no es el Presidente el que cayó muy fácil? Todos saben que Furihata es una ramera, ¿no tiene vergüenza el presidente por estar con alguien así?

     — Wah, Furihata en verdad debe de ser muy bueno... ¿Por qué no lo intentas?

    — ¿Debería? No creo que sea difícil, pero el Presidente está a su alrededor todo el tiempo.

    — Como si a él le importara, si Furihata fuera tu novio, ¿en verdad pensarías que se conformaría solo con uno?

     — ¡Hajajaja! Tienes razón, el Presi es inteligente, debe de saber ya con quién se metió.

    — ¿Tal vez el Presidente quiere que alguien más se una?

    — ¿Dices un trio? Oh... Eso tiene sentido...

    — ¿Verdad? El Presi se ve recto y correcto, pero debe tener gustos más morbosos de lo que parece.

    — ¡Tiene sentido! ¿Por qué se metería con Furihata si no?

    — Wah... ¿deberíamos intentarlo?

    — Como el Presi tiene tanto dinero, el hotel debería ser de lujo, jaja...

    Solían pasar como un zumbido molesto.

    Solía ignorarlo hasta el punto de que ni siquiera sentía algo cuando veía a sus viejos agresores, mucho menos reaccionaría ante un perro que solo saben ladrar luego de decir su nombre completo. Era algo que Kouki quería dejar en el pasado y disfrutar su tranquila vida con su novio. Aunque si alguno intentará disculparse con él, Kouki nunca los perdonaría.

    Su condición en este punto era buena, porque al menos ya no había abuso físico, solo palabrerías de niños mimados que siempre piensan que tiene la razón.

    Solo era eso... Sin dudas Kouki los mandaría a la mierda si ellos llegaran siquiera a acercarse a su novio y a él, pero...

    Mirando hacia afuera de la ventana, viendo el atardecer a punto de llegar, Kouki pensaba que era imposible haber tenido tan buenos días últimamente y que no haya nada para arruinalos, tuvo una buena cita con su novio y se sintió renovado al darle una cachetada a alguien. Tal vez el haber conseguido novio lo ablandó y ese lado impulsivo, infantil y temperamental que había estado ocultado salió a la luz...

    — ¡¿Me estas escuchando?! ¡Mira el pobre rostro de mi hijo! ¡¿Cómo crees que compesaras esto?!

    — ¡Será mejor que comiences a arrodillarte, niño! ¡Podrías meterte en un asunto legal si sigues con una actitud tan arrogante!

    Lentamente, Kouki volvió su mirada a los adultos que chillaban, con sus hijos, con moretones en el rostro y sangre seca bajo su nariz, escondidos detrás, fingiendo ser miserables e inocentes.

    — Adelante. Será mejor así, porque no pienso siquiera seguir hablando con ustedes.

    — ¡Niño arrogante!

    Una de las madres quiso levantar su mano contra Kouki, pero Kouki no estaba dispuesto de recibir ningún golpe ni por lastima a estas madres preocupadas.

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