La voz del corazón (Terminada)

Bởi Renatamortimer

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La música trasciende incluso más allá de la muerte. Clarisa siempre ha sido una chica con pasión por la músic... Xem Thêm

Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4

Capítulo 5

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Bởi Renatamortimer

Encontraron un lugar en las canchas comunitarias, con suficiente espacio para maniobrar y conectar sus instrumentos. La hora se acercaba, eran las dos y media de la madrugada. Habían pasado el resto del día ansiosos, no estando del todo seguros si lo que estaba pasando era real o no.

Después de conseguir todo lo solicitado por Cuca, ella los mandó de regreso a su casa a descansar, ya que necesitarían de toda su energía para llevar a cabo dicha labor.

No sin antes darles un amuleto a cada uno de los presentes, para que pudieran observar todo lo que acontecería. Este estaba elaborado con las flores de nube, licor y otros elementos que la abuela Cuca se negó a revelar.

El tiempo parecía avanzar muy deprisa. Cuca trazó un circulo de sal mezclada con incienso de dos metros de diámetro.

—Sal e incienso para protegernos de los Comealmas y evitar que abandonen este espacio sin consentimiento —explicó ella, ante el desconcierto de los chicos. Además, ordenó que todos se ungieran en agua con sal e incienso por seguridad¾. Veladoras para iluminar el camino de Crisalis, un alma pura —prosiguió, colocándolas en los cuatro puntos cardinales, detrás del circulo de sal.

Con la tierra de tumba hizo una cruz, en cada uno de los puntos ya mencionados. Para ayudar a anclarla, roció el agua y el licor en el interior del mismo. Faltaban dos minutos para la hora, Cuca tenía el copal con incienso, a la espera para encenderlo. Los instrumentos estaban listos, ya que ella había dicho que, para atraerlos, necesitaban de una voz como enlace.

Esa seria Clari, aprovechando su conexión con el más allá. La anciana la ayudaría prestándole de su fuerza, puesto que no había nada más poderoso como la música nacida de las emociones humanas, creada por Delirios. Esa que llegaba como un vendaval desatando estragos y removiendo todo a su paso, con la fuerza para darle salida a la voz del corazón.

La alarma sonó.

Cuca se movió, sosteniendo el copal con incienso encendido en las manos, mientras marcaba los cuatro puntos cardinales, y recitaba a toda velocidad en un dialecto que no alcanzaban a comprender.

La música sonó y Clari empezó a cantar, la canción había sido elegida como una de las favoritas de Cris. Mientras cantaba sentía una energía que la recorría con parsimoniosa lentitud, para después abandonarla y concentrarse en el círculo. Era el poder combinado de ella, su abuela y la música que invitaba a las almas a acercarse.

No obstante, no eran las únicas criaturas que podían sentir el llamado. Clari continuó cantando, la música la envolvía por completo, podía sentir que algo en su interior se sentía libre y al mismo tiempo la invadía la dicha por continuar su canto.

La presión del poder se podía sentir en el aire. La densa neblina hizo acto de presencia y desde el interior del circulo comenzaron a brotar tres seseantes y grises criaturas. Las cuales estaban cubiertas de escamas, tenían pelaje como de caballo de la cintura para abajo y pinchos en sus colas medio enroscadas como las de un camaleón.

Entre ellas estaba la que tenía prisionera a Cris. Crisalis se veía traslucida, su imagen parpadeaba; como una bombilla a punto de fundirse.

Lo habían logrado, habían interrumpido la alimentación, aunque no sabían por cuanto tiempo.

Los chicos de Delirios por poco se detienen cuando vieron las espeluznantes y monstruosas criaturas por primera vez. Sin embargo, bastó con ver en dirección a Cuca y a Clarisa quienes continuaban como si no existieran, concentradas en lo que hacían. Como si la canción fuera lo único que las anclaba a la realidad, su voz alcanzando cada rincón en su interior.

Se armaron de valor y continuaron tocando. Dom en la batería, Kirara, en el bajo, Mika con su guitarra, y Mauricio en el teclado. Esperaban no haber desestabilizado todo, ya que la abuela les había dado la instrucción de no detenerse hasta que ella les diera la señal de que era seguro hacerlo.

La música se detuvo, estaba hecho. Habían conseguido atraerlos a este plano.

—Déjenla libre —ordenó la abuela, sin dejar de sostener el copal humeante en su dirección.

—No puedess darnoss órdenes, anciana —seseó valiente una de las criaturas.

—No pueden abandonar el círculo, están atrapados —respondió la anciana, con un dejo de orgullo en su voz.

—Ssi no podemos ssalir, ella tampoco. —Los brazos escamosos se apretaron con más fuerza sobre la ya pálida Cris—. Tú no quieress hacerle daño —respondió la criatura con maldad, sacando la lengua bífida y pasándola por el rostro de Cris, gozando con su sufrimiento.

La chica se retorcía, puesto que recordaba que momentos antes esas cosas la estaban drenando y esa no era una sensación nada agradable, mucho menos sentir su asquerosa lengua sobre su piel.

Los chicos se quedaron quietos ante la impotencia de su provocación. Por más rabia que sintieran, no podían hacer nada.

—Entréguenla y los dejare salir del círculo —Trató de negociar la anciana con una sonrisa benevolente.

Las criaturas la observaron un momento con sus demoniacos ojos amarillos, un brillo cargado de maldad pura y cinismo.

—¿Para qué cuando la dejemoss, noss desstruyan? —inquirió el monstruo con diversión, mostrando sus afilados dientes de tiburón.

—Yo no los destruiré —respondió la abuela, calmada como si tratara de explicar a un niño pequeño.

—No eress la única con poder aquí, anciana. ¿Qué hay de ella?

Todas las miradas hostiles se centraron en Clari, ella se encogió de hombros. Tenía que aceptarlo, su poder aún estaba latente, no podía utilizarlo todo sin sufrir las consecuencias. La primera vez que lo hizo, casi quedó en coma por atraer a un ejército de fantasmas contra su voluntad con la fuerza de su voz.

—Tampoco lo hará, no está entrenada para hacerlo.

Los chicos de Delirios la observaron como si fuera la primera vez que la veían. Ella sonrió de regreso, tratando de trasmitir la sensación de que todo estaría bien. Clari confiaba en su abuela, siempre lo había hecho. A pesar de que su madre le había dicho que se alejare de ella, que no estaba bien de la cabeza. Clari, no le hacía caso, porque sabía de primera mano lo que vivía su abuela. Su mamá no había nacido con esos dones, ellas sí.

—¿Tenemoss tu palabra? —cuestionó el monstruo con cautela. Desenroscando su cola con pinchos, para dar golpecillos con ella sobre el suelo.

—Si —respondió la abuela, sin vacilación alguna.

—Trato —contestó la criatura, con una sonrisa de dientes afilados, un escalofrío les recorrió el cuerpo de lo grotesca que era.

Cuca asintió en dirección a Clari. Ella respondió de la misma manera, se acercó al círculo, y con cuidado borró una parte.

Clari sintió la energía de su alrededor descender unos cuantos grados. La criatura aflojó su agarré, y Cris fue liberada.

Los chicos se apresuraron a ir junto a ella, pero la abuela los detuvo en el acto.

—¡No se acerquen! —gritó ella.

Retrocedieron ante la mirada de advertencia que les dio la anciana. Esperaron hasta que Cris cruzó el circulo por su propio pie.

Una vez liberada, las tres criaturas sonrieron mostrando sus toscas mandíbulas con dientes afilados, sus amarillos ojos brillantes de la emoción. Tramando sus próximas acciones.

—Esstá hecho —comentó el que antes sostenía a la chica.

Las criaturas empezaron a salir del círculo con desmedida lentitud, sin dejar de verlos como si fuesen bocadillos. Pasaron su lengua por sus colmillos, ya saboreándolos.

—Desstrúyanloss —ordenó uno de ellos. Los otros dos asintieron y comenzaron a reír mientras se acercaban—. No dejen ni un hueso.

—¡Eso no era parte del trato! —respondió Clari con temor, dando un paso atrás.

—No acordamoss no matarloss a todoss. —Se escuchó la siniestra voz con satisfacción—. Ssolo que ustedess no nos desstruirían, deberían ssaber que deben ser meticulosos con lo que dicen y no hacer tratos.

—Tienen razón, nosotras no lo haremos —dijo Cuca en tono decidido. Lo había estado pensando un rato, sin embargo, no tenían más opción.

Veloz, mordió el interior de su muñeca con fuerza, rompiendo la piel. Pronto comenzó a brotar sangre. Tomó la mano de Clari al tiempo que empezó a recitar en una lengua desconocida.

La temperatura del aire aumentó, Cuca comenzó a sudar. Clari sintió que sus rodillas se doblaban. Sus parpados se cerraron un instante por voluntad propia, sin embargo, la abuela la sujetó con firmeza, obligándola a abrirlos de nuevo. En cuanto lo hizo, su abuela negó con la cabeza, sin dejar de recitar.

Clari se negó a rendirse, se mantuvo en pie como pudo. La presión era cada vez peor. No podría soportarlo por mucho tiempo. Compartir su energía se sentía horrible y a la vez embriagador. Sentir todo ese poder en su cuerpo era agotador. Soltó un gritó liberador y la energía fue dimitiendo, concentrándose en un lugar sobre el suelo, no obstante, el ambiente seguía tenso.

Hubo un fuerte sonido discordante, como si una tela gigante hubiese sido rasgada por la mitad y al mismo tiempo sonara el tañido de un gong. Como si de una sola entidad se tratase, la oscuridad se concentró en un solo punto, un agujero negro del que no se veía el final, mientras la neblina surgió a gran velocidad dando más la sensación de estar dentro de un caldero.

—Más criaturas —comentó asustada Kirara. Intentando agruparse con sus amigos. ¿En qué rayos se habían involucrado?

—No. —Negó con una sonrisa la abuela de Clari.

Si intentaba que fuera tranquila, a nadie se lo pareció. Se podía decir que rivalizaba con la de los monstruos.

—¿Entonces? —indagó Clarisa, con preocupación. Tragó saliva, esto superaba con creces todas sus creencias de que su abuela estaba loca, bien lo decían sus vecinos y las personas a su alrededor.

Las criaturas que hasta ese momento se habían mostrado hostiles, estaban congelados fuera del círculo. Como si no pudiesen creer lo que estaba pasando.

—Sse-señora. —Lograron tartamudear. Se notaba que les costaba moverse, atrapados en un miedo espantoso, que amenazaba con destruirlos.

—¿Cuál señora? —preguntó Dom confundido por el cambio de acontecimientos. Mirando a su alrededor en busca de una respuesta.

—Sh —lo calló Cuca.

La neblina se había disipado, la oscuridad infinita había desaparecido y en su lugar se encontraba una figura alta, cubierta con una túnica negra, ondeando sobre su cuerpo.

—Tu llamado fue escuchado Caterina, ¿o debo decir Cuca? —dijo la voz dulce como pequeñas campanillas, con un atisbo de sonrisa.

—Como desees, mi señora —respondió Cuca, con respeto.

Recibió un suave asentimiento por respuesta, que de no haber estado prestando atención, habría pasado inadvertido.

—Cuanto tiempo sin verte, querida. Mi padre me envió, ¿qué puedo hacer por ti? —continuó con su melodiosa voz, en tono cordial como si preguntara por el clima, ignorando a las criaturas que temblaban de miedo ante su presencia.

Cuca puso al corriente a la recién llegada, quien asentía conforme avanzaba la historia. Los demás, incluida Clari, observaban con la boca abierta, ni en sus más locos sueños creerían esto si alguien se los contara.

Ellas dialogaban como viejas amigas poniéndose al corriente.

—Entiendo que así es como utilizaras tu favor —dijo finalmente la figura de negro, mientras su vestidura se ondulaba bajo sus pies.

—Sí, señora —respondió la anciana con humildad.

Dicho esto, se oyó el chasquido en el aire de un objeto muy afilado siendo blandido a gran velocidad. Las criaturas comenzaron a descender a las profundidades, como si estuvieran en arenas movedizas, tiesos por el terror de lo que pasaría adelante.

Los demás, estaban atentos a la conversación entre Cuca y la figura de negro.

—Una cosa más, permítele a la chica cumplir con su último deseo.

—Tienes suerte de que me agrades Caterina, pero no abuses —respondió la creatura de negro, retrayendo su hoz a una simple vara metálica.

—¿Entonces? —presionó la anciana.

—De acuerdo. Con esto el favor de mi padre queda saldado. No nos debemos nada. No puedes invocarme de nuevo, si lo haces, te costará la vida —sentenció con jovialidad, como si hablaran de intercambiar alguna revista de chismes.

Y así, la oscura figura desapareció. Todos estaban callados, sorprendidos ante lo que acababa de suceder.

—Bueno, no se queden ahí parados. Hay que recoger —comentó Cuca, adelantándose a apagar el incienso del copal.

—Pero ¿qué carajo acaba de pasar?, pellízqueme porque creo que estoy soñando —dijo Mika, tallándose los ojos. Si era un sueño quería despertar—. Auch. —Se quejó.

Kirara que estaba más cerca de él, se rio.

—Tú lo pediste —respondió ella alejándose un par de pasos para evitar represalias.

—Entonces, no fue un sueño —comentó Mau, saliendo de su estupor.

—Si lo fue, creo que todos soñamos lo mismo —terció Dom.

—No, no fue un sueño. Fue una pesadilla —expresó Cris, aun estremeciéndose por lo que acababa de acontecer. En su vida había pasado por cosas feas, pero nada equiparable a estar atrapada con aquellos seres monstruosos.

Todos se volvieron a verla. Crisalis estaba entre ellos, se sintieron felices, e intentaron abrazarla, pero no pudieron. Era un fantasma después de todo.

—¡Llaverito, estas aquí! —comentó Mika, con lágrimas en sus ojos, no creyendo que podía verla de nuevo.

Ella asintió, acercándose más a él.

—Pero no por mucho, así que dinos cuál es tu última voluntad —interrumpió Clari el feliz momento, entendiendo que no le quedaba mucho tiempo a la chica.

—Quiero ver a mis padres y decirles que los siento por todo el dolor que les causé mientras estuve con ellos. Los desvelos, y las fiestas que se perdieron por cuidarme, lo aprecio mucho. No era mi intención irme así, pero mi cuerpo era débil y ya no pude soportar más. Ellos no tuvieron la culpa de nada, no me obligaron, fue mi decisión hacer esa última intervención. Necesito que vivan su vida, que se liberen de esa culpa, que no se preocupen por mi ausencia. Deben seguir adelante, pase lo que pase. Al igual que ustedes chicos.

Todos asintieron, aceptaron entregar el mensaje, Clari lo haría de la misma manera que llegó a ellos, con Cris presente en su canción.

***

Sus padres lloraron, sintiendo a su hija en la voz de Clari. Dándoles paz y consuelo a su pérdida. Cris estaba muy cerca de ellos, con lágrimas en sus ojos, era la despedida.

La misión de Clari estaba completa.

Vio oscuridad materializarse cerca de Cris, luego se formó un túnel, del que provenía una pequeña luz, que fue creciendo hasta tragarse a la oscuridad y la encapuchada salió. Esta vez sin el dramatismo de la neblina.

Levantó la capucha y por primera vez, Clari pudo ver su rostro níveo, cabello blanco hasta la cintura y sus penetrantes ojos verdes como anticongelante, enmarcados por cejas y pestañas negras. Sus labios sonrosados, curvados en una cálida sonrisa. Extendió una mano enguantada de negro y Cris la tomó. Ambas se adentraron en la luz.

—Eso es todo, entonces. Se va con ella —dijo Mika.

—Si —asintió Clari—. Un momento, ¿viste eso? —preguntó incrédula.

Los amuletos que había hecho su abuela, solo funcionaban una vez, y su abuela había terminado tan cansada que se negó a hacer más. Se suponía que era la única de aquí que podía ver lo que sucedió.

—De hecho, sí. ¿Por qué? —preguntó el chico como si ver desaparecer a alguien fuese lo más normal del mundo.

—No deberías, bueno tal vez sí, pero el efecto del amuleto se venció. Así que yo no sé, quizás la abuela sepa por qué, si es permanente o solo temporal que puedas hacerlo. —Tomó un respiro.

La emoción de poder compartir este momento la estaba poniendo parlanchina.

—Tranquila, creo que tenía que ver partir a mi novia.

—Supongo que sí —dijo sonriente, mientras Dom venia hacia ellos jugando con sus baquetas.

—Y tú, ¿te unirás a la banda? —preguntó Dom, metiéndose entre los dos y rodeándolos con sus brazos. Ignorante de la escena que acababan de presenciar Clari y Mika.

—No sé si deba —respondió ella.

Después de todo, eran amigos de Cris, no de ella. ¿Era correcto ocupar el lugar de alguien de quien había llevado un mensaje?

—Chicos, hey chicos —llamó Mika a los demás, quienes se reunieron a su alrededor.

—¿Qué pasó? —preguntó Mauricio, pasándose una mano por el corto cabello rubio.

—Aquí, Clari duda si debe unirse a la banda.

—¿Qué? ¿Estás de broma?, chica te queremos con nosotros —dijo emocionada Kirara—. Ella estaría de acuerdo.

Los demás asintieron en aprobación.

—¿En serio puedo unirme? —preguntó Clari con diversión. Haciéndose del rogar.

—Vamos no seas así —terció Mauricio.

—¿Entonces? —presionó Dom.

—¿Puedo pensarlo? —Ante la mirada atónita de los demás, sonrió y asintió—. Chicos ya tienen vocalista. —Esperaba no arrepentirse de su decisión.

—Menos mal, porque ya eres una de nosotros y la semana que viene tenemos tocada, así que te ibas a venir con nosotros con o sin tu consentimiento —comentó Dom de manera casual, bien quitado de la pena.

—No se atreverían —respondió con falsa preocupación.

—Quien sabe, ahora no lo averiguaremos, Jilguero. ya que aceptaste por tu propia voluntad —terminó Dom, guiñándole un ojo.

—No me llames así —se apresuró a decir ella.

—Demasiado tarde, Jilguero.

Fin

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