𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹

Galing kay Feneti

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Hace más de quinientos años, los vampiros y las brujas se asentaron en la ciudad de Estambul. Después de que... Higit pa

❧ 𝕻𝖗ó𝖑𝖔𝖌𝖔 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝖁 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴𝕴𝕴 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝖃 ❧
❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃 ❧
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❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁 ❧

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Galing kay Feneti

Pisadas.

Las pisadas sobre el viejo y chirriante suelo de madera era lo único que se escuchaba en la gran sala de reuniones del castillo Bolat.

La poca luz tenue de los candelabros alumbraba ligeramente su figura reflejando su sombra sobre las paredes.

Serkan, que no podía cesar sus movimientos de nerviosismo, caminaba una y otra vez alrededor de la mesa mientras acariciaba con sus dedos su barba.

-Es imposible. Imposible.—murmuraba sin parar.

Dos golpes seguidos en la robusta puerta lo sacaron de sus pensamientos. Apretó los puños con rabia y antes de hablar se aclaró la voz para tratar de sonar con serenidad.

-¿Si?—alzó la mirada hacia la entrada.

-Señor Serkan soy Engin, traigo noticias.—dijo temeroso.

-Adelante.

La puerta se abrió lentamente mostrando tras ella al más miedoso del clan Strigoi. Cuerpo encogido y cabeza baja era el comportamiento que adoptaba cuando estaba frente a su líder.

-Mi señor.

-Lo que sea que tengas que decir dilo rápido. No tengo tiempo para escuchar tus absurdas palabras.—su rostro tomó esa seriedad que tanto temía Engin.

-Tengo noticias sobre Eda Yildiz mi señor.—los ojos de Serkan se abrieron de par en par ante sus palabras.

-Toma asiento.—ofreció.

-Gracias.—miró como también este se sentaba en su gran trono.

-Te escucho.

-Verás mi señor, acabo de venir de inspeccionar la aldea y en el camino de regreso escuché a un grupo de mujeres mencionar el apellido Yildiz. Usted está interesado en la familia así que sentí que era mi deber obtener información.—tomó aire al sentirse incómodo ante la penetrante mirada de Serkan.—Pude oír que hoy en la noche se celebraría su vigésimo tercer cumpleaños y que la fiesta sería en el gran salón Yildiz.

-Interesante.—comenzó a jugar con los anillos que decoraban sus manos.—En ese caso le daremos una gran sorpresa a la señorita Eda.

-¿Le daremos un regalo?—dijo emocionado.

-¡No estúpido!—lo fulminó con la mirada haciendo que pegara la espalda al respaldo de la silla asustado.—Nos vamos a colar en su fiesta.

-¿Colarnos? No le agradará eso.—murmuró con miedo.

-¡¿Desde cuándo me importa a mi su opinión?!—golpeó la mesa con fuerza.—Como Strigoi es tu deber venir conmigo y acatar mis normas, ¡¿entendido?!

-Si mi señor.—agachó la cabeza en señal de sumisión.

-Ahora fuera de mi vista.—ordenó.—¡Ahora!—una sola palabra bastó para que Engin saliera corriendo de la sala cerrando la puerta tras de sí y dejando a un Serkan totalmente enfurecido.



El bullicio y las risas de la gente era lo que le daba el toque especial a la celebración. Algunos entablablan conversaciones interminables alrededor de la mesa mientras que otros se dejaban llevar por el ritmo clásico de la música. Aquel salón desprendía un aura de felicidad y, aunque todos llevaran máscaras, las sonrisas hablaban por sí solas.

-Señor, ¿está seguro que quiere entrar? Está todo lleno de brujas blancas y su presencia nos debilitará.—comentó al ver a través de la ventana el ambiente.

-¡¿Qué clase de Strigoi eres?!—volvió a fulminarlo con tan sólo una mirada.—Guarda silencio y obedece a tu señor.

-Si señor Serkan.—siguió sus pasos sin emitir palabra alguna.

Las máscaras cubrían gran parte de su rostro por lo que lograron entrar sin levantar sospechas.

Serkan alzó la mirada y comenzó a buscar su objetivo entre la multitud de personas. En el centro del salón se encontraba la cumpleañera, rodeada de sus familiares más cercanos que la obsequiaban con varias canastillas llenas de los mejores frutos que recolectaban en sus huertos.

Su sonrisa era radiante, tanto que hasta Serkan la pudo percibir de lejos sintiendo algo extraño en su interior. Avanzó con paso decidido hacia ella abriéndose paso entre la gente. Su túnica negra destacaba entre las vestimentas blancas de las brujas pero no contaban con que su olor se había disipado para no levantar sospechas.

-Muchas gracias por el regalo.—lo colocó a un lado junto a los demás.

-Princesa.—una simple palabra bastó para que girara su rostro ante su llamado abriendo los ojos de par en par al reconocer su voz.

-Si no quiere que arme un escándalo váyase de aquí en este mismo instante.—se dirigió hacia él cuando los invitados se apartaron manteniendo una postura firme y relajada.

-No seas tan descortés con tus invitados bruja.

-Increíble.—se levantó del sillón y lo miró fijamente.—Usted es un ser que le encanta el masoquismo, ¿no es así?—Serkan sonrió ladeadamente.—Espero que comprenda que no deseo que esté cerca de mi.

-Tus deseos no me importa en absoluto.—la miró con superioridad.

-Creo recordar que no le invité a mi festejo así que está estorbando en este lugar.

-Shh...—colocó el índice sobre sus labios indicándole que guardara silencio.—Si te comportas no habrá muertes esta noche.

-Eres un...

-¿Maldito? Lo sé.—soltó una pequeña risa malvada y echó un vistazo a su alrededor antes de tomar su brazo.

-¡¿Qué cree que hace?!—frunció el ceño en desacuerdo ante su contacto.

-¿Me concede este baile?—tiró de ella levemente al ver que miraba a los invitados y les dedicaba una sonrisa demostrando que todo estaba en orden.

-Si haces las cosas bien no te pasará nada.—la pegó a su cuerpo.—Sólo quiero disfrutar este momento con mi bruja.—susurró en su oído con voz seductora.

-Se va a arrepentir de esto. Se lo aseguro.—habló entre dientes.

-Ya deja de hablarme como si nos conociéramos de hace poco.

-No le pienso tutear si eso es lo que espera por mi parte.—lo encaró recibiendo como respuesta una media sonrisa.

-¿Sabes? Yo nunca me arrepiento de lo que quiero.—colocó una mano en su fina cintura.

-Yo tampoco.—respondió y adoptó la posición requerida para el baile.

Sus movimientos iban al compás de la música. Ambos se dedicaban alguna que otra mirada esporádica pero sin dirigirse palabra. Por un momento todo su alrededor dejó de existir siendo solamente ellos dos. Sintiendo una corriente de sensaciones ante la cercanía que se estaba creando.

-Esta noche te ves especialmente hermosa.—rompió el silencio entre ellos.

-Gracias, pero me vestí así para mí misma y no para complacer vista ajena.

-¿Te cuento un secreto?—pasó los dedos lentamente por el escote de su espalda provocándole un ligero suspiro.

-Si no me lo cuenta moriré de curiosidad.—soltó con ironía haciendo que Serkan soltara una carcajada.—No se haga el interesante.—titubeó al sentir como su cuerpo era aprisionado contra el suyo.

-Tu vestido me ha dicho que no quiere estar sobre tu cuerpo.—susurró en su oído logrando que se estremeciera.

-Pues es una lástima que usted no sea el privilegiado para despojarme de el.—se separó lentamente sin dejar de mirarlo a los ojos.—Espero no verle más por aquí. Si me disculpa tengo invitados a los que atender.—caminó hacia su respectivo lugar y volvió a colocar una sonrisa en su rostro.

Serkan se apartó un poco de la gente que aún bailaba y se camufló entre los demás sin quitar la vista de Eda. No podría entablar conversación con ella en persona pero si en la mente haciendo uso de sus poderes.

-Parece que esta noche quieres que la sangre corra sin control, ¿verdad?

-Intentelo y veamos quién pierde más. Hay más de quince brujas blancas a mi disposición y de los suyos son sólo dos. Bueno, sólo uno porque Engin no es como usted.—siguió atendiendo con normalidad.

-No tientes a la suerte Eda Yildiz. Puedo acabar con todos en cuestión de segundos.—amenazó.

-Muchísimas gracias Damla. Es una canastilla preciosa. Que Dios bendiga a su familia.—besó la mejilla de la mujer en señal de gratitud.

-Disculpe señorita, ¿podría concederme este baile?—el muchacho inclinó su cabeza en actitud de reverencia.

-Claro que si Kurtuluş.—sonrió.—Y deja de hacer eso, no soy de la realeza.—le alzó la mirada.—Vamos.—aceptó su mano y caminó hacia la zona de baile.

-Aléjate.—Serkan volvió a dirigirse a ella.

-No me moleste. Estoy disfrutando de mi invitado.—lo miró victoriosa al ver como apretaba los puños ante el acercamiento con aquel hombre.

-Está esta noche más que preciosa señorita Eda.

-Muchas gracias. También estás muy elegante.—le dedicó una sonrisa.

-Te lo advertí.—fijó la mirada en el hombre sintiendo como su poder emanaba de su cuerpo.—Muerte.—El cuerpo sin vida de Kurtuluş cayó estrepitosamente al suelo provocado un grito de terror al unísono de los invitados.

-¡¿Qué ha pasado?!—exclamó Engin asustado al ver lo que sucedía y se acercó a Serkan.

-La vida de los humanos es corta Engin. Nunca se sabe cuando vas a morir.—sonrió con maldad.

-Kurtuluş despierta.—Eda lo zarandeaba con la esperanza de que pudiera despertar.

-Espera fuera Engin. Debo hacer algo antes de marchar.

-Si mi señor.—salió rápidamente de la sala.

Aprovechando la conmoción de los invitados y que todos estaban pendientes del ya fallecido, se acercó con sutileza hacia Eda tomandola del brazo y alejandola.

-Serkan Bolat, ¡suélteme!—intentó zafarse del agarre sin resultado alguno siendo arrastrada hasta el jardín.—¡¿Qué quiere de mi?! Ya le dije que no estoy interesada en usted.

-¿Por qué haces tantas preguntas?—la tomó de la cintura para que no huyese y lentamente le sacó la máscara que le impedía ver ese hermoso rostro.

-Será porque se toma atribuciones que no le corresponden.—respondió con rabia.

-En todo caso ese sería mi problema.—acarició su mejilla.—Y tú eres el problema más excitante que jamás he tenido.—llevó la mano hasta sus labios y con la yema de los dedos los rozó despacio sacándole nuevamente un suspiro.

-Sus juegos no funcionan conmigo.—apartó su mano.

-Nunca subestimes los gustos de tu señor bruja.

-Claro, ahora le apetece mi cuerpo, ¿cierto?—comenzó a reír.

-No, contigo es diferente.—la miró a los ojos.

-¿Diferente en qué sentido? ¿Me dará flores y dirá palabras bonitas? Por favor Serkan Bolat no me haga reír. No le pienso creer ni una sola palabra que salga de su boca.—se separó un poco para mantener distancia.

-Entonces no me queda de otra que obligarte a creer.

-No puede obligarme a nada.—de un rápido movimiento logró soltarse de su agarre y encararlo.

-Claro que puedo.—se acomodó la túnica.

-Yo no voy a estar con usted si no lo deseo.—golpeó su pecho y frunció el ceño al ver que no lo había movido ni un sólo milímetro.—Olvídese de mi y vaya a buscar una mujer para satisfacer sus deseos masculinos.

-Es una lástima que tu seas inferior a mi y que estés bajo mi mandato. Al fin y al cabo es el lugar que mereces junto con esos sucios humanos. Da gracias de que al menos tengo compasión de ti y estoy alargando tus días.—alzó la cabeza en señal de superioridad y sonrió victorioso antes sus palabras.

-Eres un ser tan despreciable que no merece palabras con educación de mi parte.—lo miró con repudio.

-Eda, me vas a hacer llorar. Eres cruel.—se llevó la mano al pecho y fingió tristeza.

-Le voy a demostrar que no me hace sentir nada.—se acercó rápidamente y lo tomó de la nuca juntando sus labios con seguridad. Se obligó a apartar aquellos sentimientos que alguna vez sintió por él y aunque sus labios, su aliento y su respiración la ponían nerviosa se mantuvo firme.

Se separó lentamente sintiendo como sus labios luchaban hasta el último segundo por no separarse. Alzó la mirada y conectó con aquellos ojos de color indescriptible que desprendían un aura de misterio.

-Respira Serkan Bolat.—esbozó una leve sonrisa al ver que este se había quedado estático.—Guarde esto en su mente porque de mi parte no volverá a suceder.—se alejó de él.

-Ya sé que estás desesperada por mi. Tranquila, pronto estarás a mis pies.

-Lástima que su deseo no será escuchado.—caminó tranquilamente hacia la entrada.

-Todas se rinden ante mi y tú no serás la excepción.—sonrió con maldad.

-Creo que eso ya sucedió y fue al revés.—se giró para mirarlo por última vez.—Adiós Serkan Bolat.

-Adiós Bruja. Dale mis condolencias a los familiares de Kurtuluş. Era un buen hombre.—colocó la capucha de su túnica y le dedicó una sonrisa frívola viendo como el rostro de ella cambió totalmente.

-No me subestime.—Serkan soltó una carcajada.—A diferencia de los suyos nosotros tenemos sentimientos.

-Me conmueve el alma.—posó la mano sobre su corazón.

-La humildad que hay en mi ya no es compatible con usted. Cuídese, no sabe lo que le podría pasar.—chasqueó sus dedos y se desvaneció dejando al líder de los Strigoi más que enfurecido.

-Mi señor.—apareció Engin de repente.

-Vámonos de aquí.—ordenó con voz estridente.

-Pero...—trató de entender su comportamiento.

-¡Cierra la boca y camina!—gritó.

-Si mi señor.—agachó la cabeza y salió de allí tras él.

La desesperación lo estaba matando. Varios días sin saber de ella, sin encontrarla, sin estar cerca, lo estaban matando por dentro.

Sentado en su gran trono junto a la mesa robusta que destacaba en la sala, iba soltando pequeños gruñidos de desaprobación y nerviosismo mientras daba ligeros golpecitos continuos con sus dedos sobre el reposa manos.

-Adelante.—respondió ante la llamada de la puerta. Ember, una de las brujas negras de su clan, entró con pasos lentos pero decididos y se acercó.

-Mi fiel señor, ¿qué puedo hacer por usted ante mi llamado?—inclinó ligeramente su rostro como sumisión.

-Me gustaría hablar contigo en un lugar más apartado. Preferiblemente que sea lejos del castillo.

-Estoy deseando ir con usted mi señor. Siempre cumpliré con sus deseos.—sonrió.

-Te aseguro que yo también querida.—se levantó y caminó hasta la puerta.—Lo vamos a pasar en grande.—tomó su túnica y se la colocó cubriendo con su capucha gran parte de su rostro.—Vamos.

-De acuerdo señor Serkan.

Tras varios minutos caminando por el bosque llegaron a su destino. En una de las llanuras de este había una pequeña cabaña de madera. Un porche en la entrada y flores de diferentes colores plantadas alrededor era lo que más destacaba del lugar.

De un sólo golpe logró partir la cerradura. Tomó bruscamente del brazo a Ember y la metió. Su mirada no reflejaba nada bueno.

-Que bello lugar señor Serkan.—observó su alrededor.

-Lo escogí sólo para ti pero a cambio deberás hacer algo.—se quitó la túnica y la lanzó sobre la silla más cercana.

-Haré lo que me pida Señor. Tus deseos son órdenes para mi.

-Quiero que adoptes la forma de Eda Yildiz. Ya conoces sobre ella.—se acercó lentamente con una sonrisa malévola.

-Por supuesto señor.—alzó las manos y mientras las pasaba frente a ella la magia negra salía en forma de destellos oscuros tomando así la forma de dicha bruja blanca.

-No sabes lo mucho que me pones.—la tomó del cuello y la estampó contra la pared.

-Serkan...

-Haz su voz, ¡vamos!—ordenó.

-Serkan, ¿qué me harás?—habló con la voz de Eda y lo miró con deseo.

-Qué no te haré bruja.—apretó uno de sus pechos.—Ya puedes empezar a rezar a quien sea que creas porque de esta no saldrás entera.

-Mis rezos sólo van dedicados a usted mi señor.—jadeó ante su roce.

-Pues entonces ponte de rodillas y comienza.—la apartó de la pared y la tiró al suelo haciendo que quedara arrodillada ante él para acto seguido bajar por completo su ropa.

Ember tomó su sexo y sin pensarlo se lo llevó directo a la boca haciendo que Serkan soltará un gruñido al sentir la humedad y el tacto de su lengua.

-Eda.—gimió con voz ronca su nombre y empujó más su cabeza para sentir. Unos cuantos roces más lo llevaron rápidamente al éxtasis vaciandose en la boca de la bruja.

-¡Vamos!—la levantó con fuerza del cabello y la arrojó a la cama.

-Serkan...—jadeó.

-Esto sólo acaba de empezar querida.—con una fortaleza descomunal logró arrancarle el vestido por completo de su cuerpo y desgarró la fina tela de su ropa interior dejándola totalmente expuesta.

Era tan grande el deseo de tomar el cuerpo de Eda que no pudo aguantar más para ordenarle a aquella bruja que adoptara su forma. Verla en la cama, desnuda, con las mejillas coloradas y los labios aún manchados de su esencia lo estaban volviendo loco. Sacó su ropa y la lanzó en algún lugar de la cabaña. Se acercó más a ella y la devoró con la mirada como león hambriento.

-Toda para mi.—abrió sus piernas observando con lujuria su intimidad.

-Hazme tuya Serkan.—movió las caderas buscando contacto físico.

-Créeme que lo haré.—se posicionó en su entrada y entró de golpe sintiendo como sus paredes lo abrazaban. Ember soltó un fuerte gemido al sentir el gran tamaño que poseía.

-Dí que eres mía, ¡dilo maldita bruja!—la tomó del cuello mientras la embestía sin parar.

-Soy tu-tuya Serkan.—cerró los ojos al sentir dolor.

-¡Dime quién es tú amo Eda!

-¡Tú Serkan!—respondió angustiada.

La cama golpeaba una y otra vez la pared al ritmo de las duras embestidas de Serkan. Estaba fuera de control. Sus ojos pasaron de un hermoso verde a un intenso negro acompañados de sus grandes y afilados colmillos.

-Siempre serás mía Eda.—se acercó a su cuello.

-¿Serkan?—lo miró aterrada.

Sin previo aviso, clavó los colmillos en su cuello comenzando a succionar toda la sangre que viajaba por la yugular. Ember se retorcía de dolor bajo su cuerpo. Soltaba gritos y palabras inaudibles mientras trataba de liberarse sin éxito.

Los golpes comenzaron a cesar lentamente hasta que sus brazos cayeron a ambos lados de la cama con un sonido seco. Serkan se separó y miró el cuerpo sin vida de la bruja, cómo iba perdiendo la apariencia de Eda para volver a la original.

Salió de ella y se sentó a un lado revolviendo su cabello con las manos ensangrentadas. La cama estaba cubierta de sangre, todo un paraíso para él. Tomó la mano inerte de Ember y jugó con sus dedos mientras sonreía malévolamente.



Con una canastilla de frutas bajo su brazo y paso calmado, Eda llegaba después de un largo día en el huerto con Selin. Habían comprado en el mercado nuevas semillas las cuales plantar mientras que Luna correteaba por el pasto persiguiendo a los pájaros. Un día maravilloso para la familia Yildiz.

-¿Me dejé las velas prendidas?—se extrañó al ver el destello de la luz a través de las ventanas.—Eda, últimamente estás muy distraída no puede ser que...—se quedó estática al ver la puerta abierta.

Insegura, entró lentamente a la cabaña mirando a todos lados. Dejó la canastilla sobre la mesa y avanzó con cautela hasta llegar a la habitación. Su rostro se descompuso al ver a Serkan sentado en su cama cubierta de sangre junto al cuerpo inerte de una mujer.

-Bienvenida Eda. Creía que la espera se haría eterna.—sonrió ladeadamente mientras aún jugaba con los dedos de la bruja.

-¡¿Qué demonios hiciste?!—exclamó.—Has perdido totalmente la cabeza.

-¿Te preocupas por mi? Qué considerada.—recibió una mirada de odio por respuesta.

-¡¿Por qué viniste a mi cabaña para hacer tus cosas?!

‐Es un lugar acogedor.—se encogió de hombros.

-¿Ese es mi perfume?—tomó el frasco y observó que estaba vacío.

-¿No reconoces tus cosas? Estoy llegando a pensar que la que ha perdido la cabeza eres tú.—soltó una carcajada.

-Este lugar me pertenece y no tienes derecho alguno a hurtarlo de esa manera.—lo encaró.—No todos giran a tú alrededor Serkan Bolat.—colocó el frasco en el mueble.—Y si, sé reconocer perfectamente mis cosas pero mi perfume aún no estaba vacío, ¿acaso tienes alguna obsesión conmigo?

-Vaya, veo que has dejado de dirigirte hacia mi de una manera formal.—Eda suspiró cansada ante su actitud.

-¿Por qué está aquí? Que yo recuerde usted me odia.

-Estás en lo cierto pero ahora digamos que te aprecio de otra forma.—se levantó de la cama y caminó hacia ella lentamente.

-Si piensa que me voy a alejar por la sangre se equivoca.—se mantuvo firme ante él que estaba cubierto de la cabeza a los pies.

-Para mi eso es un punto a favor.—ladeó una sonrisa y comenzó a caminar a su alrededor observandola con detenimiento bajo la atenta mirada de ella.—Que gran pureza.—acarició su cabello manchandolo de sangre.—Me gusta que te hagas la valiente aunque por dentro tiembles.

-Ahora dirá que le gusta mi bondad y pureza. Por favor, no me haga reír.—lo miró fijamente cuando lo tuvo enfrente.

-Cada uno tiene sus gustos Eda. No está bien juzgar a la gente, ¿no te lo enseñaron?—vaciló.

-Yo no finjo valentía. Soy valiente desde niña y no le temo, ¿quiere que se lo recuerde?

-Interesante.—pasó los dedos por su barba.—Veo que al final fuiste tú la que olvidó quién soy. Tienes tanta valentía de estar frente a mi sabiendo lo que soy capaz.

-Pues no le tengo miedo.—afirmó.—De echo, si fuera usted lo tendría ya que veo que está cayendo en mis encantos.—sonrió.—Es una lástima que no se encuentre entre los hombres que me gustan.

-Nadie puede resistirse a mis encantos. En todo caso deberías de sentirte afortunada. Muchas brujas hacen cola sólo para verme.—alardeó.

-Si no le importa debo limpiar todo este desastre que ha ocasionado en mi propiedad.—de sus manos emanaron unos destellos que hicieron que el cuerpo de la bruja se desvaneciera por completo.

-Que bien que sabes limpiar. Me sentaré para ver cómo ejerces tú deber como mujer.—tomó asiento colocando los pies sobre la mesa.

-Le recuerdo que las mujeres somos las que engendramos y que los hombres vienen a este mundo gracias a nosotras.—respondió.—Por cierto, aquí tiene su camisa. No la vaya a olvidar. Y si quiere puede quedarse también con esto.—lanzó el bote de perfume en su regazo.—Para que no me olvide.

-Es un detalle por tú parte bruja. Me quieres tanto que me das un obsequio para no extrañarte.—bromeó.—Te diré algo.—se levantó y caminó hacia ella.—Es algo desde lo más profundo de mi corazón.—colocó la mano en su pecho.—Cómo sé que te gustaron las vistas he pensado que cuando llegue tu turno haré algo diferente. Puedes estar tranquila, no seré tan brusco pero mejor guardo silencio porque si no la sorpresa ya no valdrá.—acarició su mejilla manchandola de sangre.

-Si eso llegase a pasar le aseguro que no seré yo la que va a desear repetir la experiencia porque si le permito tocarme, aunque sea un sólo pelo de mi cabeza, para ese momento su corazón ya no le pertenecerá, ¿entiende?—apartó su mano.

-¿Quién dijo que iba a poner mi corazón sobre la mesa para que lo tomen?—refutó.

-Atense a las consecuencias.

-¿Me estás amenazando?—soltó una carcajada.—Porque las amenazas son lo que más me gustan.

-Tomelo como mejor le parezca.—Serkan frunció el ceño ante sus palabras.—Adiós Serkan Bolat.—chasqueó sus dedos y desapareció del lugar dejando su olor impregnado.

-Veremos quién de los dos es el primero en caer...









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