Juntos ✧「 Lawlight 」

De SkCookieJ

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❛❛L cometió el peor error posible: en un impulso, evitó que Light recuperara sus recuerdos. No sabía precisam... Mai multe

Insomnio
Caos
Misterios, discusiones y un nuevo hogar
El cumpleaños de Light
De hábitos y convivencia
Un nuevo compañero felino
Sin poder evitarlo más
Entre la distancia y la verdad
Matsuda, idiota
Ryuzaki Rue: La Mansión Poltergeist
La mentira no puede ser mantenida si tus herejes te contradicen
Light Yagami en contra de Los Ángeles: el peor musical
Aviso importante: cancelación.

Las brechas no dejan de serlo aun si las cubres con azúcar

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De SkCookieJ

L se levantó de la cama, imperturbable. Sin mirar a Light, movió la perilla de la puerta y abandonó el cuarto. El castaño, desconcertado por lo ocurrido, se encogió de hombros, volviendo a acostarse y poniéndose las cobijas encima.

¿Qué habrá sido eso? Se acomodó, cerrando los ojos.

De la nada, sintió que lo estaban observando. Creyendo que era una alucinación, siguió intentando dormir. Una desagradable opresión apareció en su pecho; sudó levemente. Incómodo, volvió a abrir los ojos, intentando ver si había algo diferente en su cuarto.

Hasta que lo único que pudo oír con claridad en su cabeza, fue el sonido de alguien masticando una manzana. Con la maldita boca abierta.

—Eso fue inusual.

—¡Ah! —Light se pegó con la cabecera de la cama— Oye, ¿quieres dejar de hacer eso? —Las cobijas se le enredaron cuando se levantó, y por poco se cayó. Las amontonó en una bola, lanzándolas a la cama despreocupadamente— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Abrió la puerta corrediza del balcón, acercándose a él fastidiado.

—Uh, unas cuantas horas; diría yo —Light observó con asco como se comía lo último de la fruta—. Escucha, hay un problema —El adolescente parpadeó, sin comprender—. Cada vez entiendo menos y no sigo los eventos como deben ser. Me he sentido apartado —Apoyó la mano en la cabeza, ceñudo—. Oye, ¿desde cuándo duermen en la misma cama? —preguntó sin saber el significado de indiscreción.

—¿Qué? —espetó el castaño, importunado—. Eso no es de tu incumbencia.

—Ah, ya veo, no vas a hablar. —Se masajeó el mentón, pensativo.

—¿Qué quieres que diga? —Alzó la barbilla, sin inmutarse ante su presencia—. Solo lo ayudo a dormir.

—...¿Eso y ya? —contestó el dios, poco convencido.

—El insomnio es complicado.

—Ah, entonces por eso lo abrazabas —concluyó con burla.

Light inhaló profundamente, masajeándose el puente de la nariz.

—No quiero que nadie sepa lo que pasó ahí, ¿entiendes? —advirtió.

—Creí que odiabas los engaños.

—Esto es diferente.

—Así que mientes a conveniencia.

—Yo no... —¿Qué importaba? Ni siquiera iba a escucharlo—, olvídalo.

Asomándose por el balcón, Light se perdió unos momentos en el presuntuoso patio y el cielo nublado. A través del reflejo de la baranda, se percató de que L estaba en la azotea, aún conversando con Matsuda. No podía ser nada bueno, o al menos, eso indicaba la cara del detective. A su lado, Ryuk alcanzó un cartón de palomitas de maíz, comenzando a devorárselas

—¿Qué estás haciendo? —interrogó el castaño, estupefacto.

—Observo los acontecimientos —contestó, antes de notar que Light lo miraba acusador— Light, ¿por qué me ves así?

—Estás ensuciando mi balcón. —Light pateó las palomitas por el borde, irritado.

—Es que llevo minutos viéndolos y no entiendo nada —evadió sus acusaciones, aburrido—. Por eso quería que me actualizaras...aunque creo que eso no se va a pasar —Admiró el cartón de palomitas, volviéndoselas a comer despreocupadamente—. Al menos lo intenté.

—¿Yo que voy a saber de qué están hablando? —masculló Light, apoyándose en el pasamanos de espaldas, a unos metros del shinigami— Probablemente sea algo del caso.

—¿El caso no se había acabado? —Ryuk le echó un vistazo de nuevo.

—Sí, ya que ¿de qué más podrían hablar? —objetó, moviendo la mano como si la idea fuera imposible—. No es como si se llevaran bien. —presumió como un hecho.

—Eh... ¿cómo que no?

—Pues, no —contradijo, incrédulo—. Si lo hicieran, ya lo sabría.

—Creo que ha quedado claro que a este L le encanta mentirte.

—Ellos están discutiendo cosas privadas —dijo Light, a punto de volver a su cuarto—. No debemos estar aquí.

—Deben estar hablando de ti. —consideró, acercándose un poco hacia ellos.

—¿Cómo sabes? —Alzó una ceja, desconfiado y cruzándose de brazos. Se sentó en el pasamanos admirando a su loco compañero a punto de espiarlos.

—Porque les estoy leyendo los labios. —admitió, cada vez acercándose más  donde ambos hombres discutían e intentando permanecer lo más oculto posible.

—¿Y qué dicen? —cuestionó, pasmado, antes de darse cuenta que lo que hacían estaba mal—. No, olvídalo; vuelve aquí.

—Que eres un impertinente por comerte mis deliciosas manzanas. —Ignoró su petición.

—Las manzanas que compré para . —corrigió Light, perdiendo la paciencia.

—¿Acaso olvidaste mi síndrome? —protestó, antes de notar de que se acabaron sus palomitas cuando volteó el cartón y no cayó ninguna—. Estás bastante cruel, Light.

—Solo con shinigamis que causan una masacre mundial. —dijo, sin empatía, volviéndose a poner del pie y abriendo la puerta de su cuarto.

—Estaba aburrido en mi mundo. —Bajó una vez más a donde se encontraba Light.

—Y yo me aburrí de esta conversación. —Se estiró, antes de cerrarle la puerta en la cara.

—Por eso están diciendo cosas malas a tus espaldas —siseó el shinigami, chocando con el vidrio—. Auch.

—Ya cállate, nadie está hablando de mí, —Volvió a acostarse, lanzándose las cobijas encima para no verle la cara a Ryuk.

Matsuda bebió lo último de su café, haciendo una mueca. Limpiándose la boca, se levantó y colocó el celular sobre un librero. L divisó un cartel policial cubierto de varios hilos carmesí y clavos muy apretados. Si acercaba su cara a la pantalla, se veía que estaba lleno de anotaciones de la Death Note, Light y él.

Eso no podía ser bueno.

—El día en que el caso se acabó —señaló una foto de Light y L a punto de caerse a puñetazos en el helicóptero— la actitud de ustedes dos cambió. —Su dedo pasó a la siguiente imagen—. Nunca nos contaste nada del cuaderno, y yo siempre quise saber qué había ocurrido.

Llegaron a una evidencia del día en que quemaron la libreta de Shidoh.

—¿Cómo habías pasado de maltratar constantemente a Light, creyendo que era un criminal, a de la nada, aceptar la derrota? —cuestionó, para dar suspenso.

—¿Crees que estuvo bien para mí haberme equivocado? —L actuó como si le consumiera haberlo hecho.

—Ese es el problema.

En primera, nunca lo hizo.

—Estudié lo sucedido con las habilidades que aprendí en la academia policial. Así, pude descubrir lo que ha estado pasando sin que los demás lo sepan —culminó, antes de voltear el cartel completamente—. No voy a seguir con el plan, y pienso detener lo que estás haciendo.

Nada de eso estaba sucediendo.

Aunque debía pretender que sí.

—Escucha, puedo entender que la situación te cause impotencia. El problema es que no hay nada que puedas hacer. Si interfieres, no dudaré en actuar en consecuencia. —Y vaya que L podría destruir su carrera profesional en unos minutos. Su sola cara demostró que estaba acordándose de las peores cosas que había hecho, y no dudaría ni un segundo en usarlas con él.

—¿Qué? —Matsuda se quedó callado por un rato— Pero, ¿por qué haces esto? —Llegó el momento en que no pudo contenerse más— Es que... ¡está mal! Simplemente, no puedes continuar mintiendo así —Movió las manos, gesticulando— Has estado mintiéndonos quién sabe por cuántos meses y causando problemas —recriminó, mayormente por la pantalla que los separaba— Que Light haya comenzado a importarte-

Sí, debía ser una equivocación.

No iba a creerle así sin más.

—No. Light no significa nada para mí —mintió L, viendo a Matsuda secamente por encima de la pantalla—. Es solo un peón que uso para mis casos más complicados. No coopero al lado de nadie. Las personas hacen lo que les digo y no me importa nada más.

Observó hacia la calle, sentándose con una pierna estirada y doblando la de al lado, poniendo un brazo sobre su rodilla.

—Siempre voy a mentirle a los demás y no voy a cambiar, mucho menos porque me lo digas. Si crees que puedes hacer algo... adelante, inténtalo, voy a eliminarte en el proceso. —amenazó L, y ni siquiera le importó que Matsuda y él se conocieran desde antes.

—Conque eso es lo que va a pasar —El policía se debatió si debía seguir hablando unos instantes, antes de decidir que ya no había nada qué esconder—. El problema es que puedes engañar a cualquiera, pero no a mí —pausó brevemente, bastante incómodo. Nunca quiso oponerse a L por el miedo. Su intrepidez debía venir de las sospechas que iniciaron desde hacía semanas.

—No es cierto.

—Créeme, que esta locura haya pasado por-

—El caso no es una locura.

—¿Qué caso?

No.

—Al principio comenzamos hablando del caso.

—Ese ni siquiera es el problema ahora.

—¿Matsuda? —indagó el detective acusador e incrédulo.

—Un momento —Al aludido casi se le va el celular—. ¿Qué está pasando aquí?

—Eso es lo que quiero saber.

Ambos se quedaron en un silencio bastante largo, solo opacado por el viento mañanero que sacudió su cabello y le erizó la piel. Por un momento, creyó haber escuchado algo, cerca del balcón de Light precisamente. Inspeccionó el sitio desde donde estaba por si acaso, y no halló nada. Por seguridad se apartó de ahí lo más que pudo. Seguramente una manzana cayó de los árboles.

—Ah, eso —balbuceó Matsuda, con cierto nerviosismo y admirando sus libros para no hacer contacto visual— Pues, Light, ya sabes... —Le mostró la cubierta de un volumen de criminología como si sirviera de algo, su voz rasposa. ¿Y ahora qué?— Mira esta volumen que compré —Inmediatamente entendió que L no desistiría—. Ay, hombre, esto es incómodo.

¿Qué más podría esperar?

Ellos no se entendían, ni compartían algo que los uniera.

Presentía que le hablaría de una suposición estúpida.

—Sí, ¿qué pasa con Light? —insistió. Matsuda caminó por la sala un poco, contemplando cóm. Se sentó en una silla, pasándose la mano por la cara. Viéndose deshecho antes de confesar la verdad, hizo lo posible para animarse y no querer desaparecer.  La mano del policía recorrió su propia frente, mirando encima suyo.

—Qué sientes cosas por él, claro. —animó pobremente y a borbotones, señalándolo con el dedo índice y elevando el pulgar hacia arriba con una sola mano.

Casi perdió la vida.

—Nunca me había equivocado antes—Matsuda estuvo a punto de contradecir a L, pero se detuvo, sabiendo que iban a pelear de nuevo si metía la pata—. Hoy acabo de hacerlo por primera vez.

El policía no supo qué decir.

—Creí que ibas a decirme algo que me sirviera, algo que cambiaría las cosas y que valdría la pena para salir de mi aburrimiento —enumeró L, o mintió, básicamente—. Pero las cosas no salieron como deseaba.

—¿Qué? ¿Cómo que suposiciones? —El hombre se opuso, completamente seguro de sus palabras—. Es que has estado actuando diferente y yo-

—Sí, pensaste —recalcó, acostándose sobre la silla para aparentar normalidad—. Solo intento acostumbrarme a presencias nuevas en mi vida, y esto es lo que pasa.

—Es que pareciera que... ya sabes —Alzó un brazo, dudoso—. Creo que me pasé un poco con mi cartel policial, pero... —se defendió a duras penas.

Un poco sería condescendiente ante lo que has hecho. —desaprobó.

¿Cómo pudo él saber?

—Pero, entonces: ¿por qué están durmiendo en la misma cama? —L volteó su cabeza lentamente, acechándolo con una mirada penetrante e inmisirecorde. Matsuda, intimidado, enmudeció de nuevo.

Mi punto es —El policía suspiró, buscando las palabras correctas—: ¿acaso están saliendo? —Matsuda probó a calmar la situación, antes de parecer aparentemente descontento, estremeciéndose— Oh, vaya ¿cómo pudieron ustedes-?

Sí, iba a darle una patada.

—Matsuda, estás comenzando a incomodarme.

—¿Cómo iba a saber que ya son pareja? —discutió el hombre.

—No estoy interesado en algo tan innecesario como eso.

—¿De verdad no son nada? —preguntó, ni un poco disuadido.

—No.

El policía se rascó la cabeza.

—¿Qué puedo decirte? —impugnó, cansado por haber pasado horas en su cartel policial para que lo criticaran—. Claramente, nunca creí que acabarías de ese lado; ya sabes. Me hubiese preparado bien, y hecho las cosas como se deben, pero siempre eres impredecible —Quitó un marcador del portalápices—. Mira a donde hemos llegado —Lo giró en sus manos, lanzándolo encima de él y volviéndolo a atrapar—. Ah...¿por qué?

Matsuda debía estar perdiendo la cabeza que le quedaba.

—No comprendo.

—Ah, pues... —su semblante se ensombreció—. Supuse que no serías inmune a las chicas y probablemente caerías en sus encantos algún día; si es que llegaba a pasar. Parecías bastante solitario y lo necesitabas, un poco desesperadamente —al percatarse de su desliz, se corrigió. No obstante, solo empeoró las cosas—. Mucho menos con un hombre.

¿Eso qué?

—Y Light, ya sabes...

—¿Acaso sería algo malo? —cuestionó L, perdiendo la paciencia.

—¡Sí! —protestó el policía— ¿Qué voy a hacer ahora?

—Ah, ya veo —Se colocó un pulgar en la boca—. Eso suena bastante discriminatorio.

—Eh, ¿qué? —se alarmó— No, espera ¡Eso no es lo que quise decir!

—Matsuda, no sigas —pidió—. Ya fue suficiente —opinó, insatisfecho—. Últimamente causas problemas, me desobedeces y ahora quieres meterte en mi vida personal.

—¡Es que─! —Entró en pánico— ¡Ay, vamos! ¡Escúchame!

—Basta —pidió, inusualmente calmado—. Me cansas.

—Creí que eso era desde el primer día —intentó bromear—. ¿Compañero...?

Ahora, me cansas el doble. —Se levantó, limpiándose los pantalones.

—Pero-

—Matsuda.

—¿Sí?

—No me sirves.

—No... 

—Ya no quiero verte nunca más.

—¡No!

—Muchacho, me complace informar que tu dieta ha acabado. —Watari anunció desde la computadora de Light, la cual se encontraba bastante destruida. ¿Qué se podía esperar de que le cayera batido encima?—. Has seguido los pasos correctamente hasta ahora. Debido a eso, el doctor informó que ya puedes volver a comer dulces como antes.

Una mañana normal, le contaron esa noticia en la cocina. Habían pasado unas cuantas semanas desde lo ocurrido con Matsuda. Estuvo un poco malhumorado luego de eso. Que un idiota cualquiera pasara sus mentiras se sintió como si lo hubieran derrotado en algo importante —y estúpido— a la vez. Él nunca perdía en ninguna competencia; menos en algo así. Su mente le hacía acordarse de eso como si lo pellizcaran constantemente por su cuerpo entero. Quería voltear los papeles en ese mismo instante.

Pero no podía.

Aún.

—Apuesto a que la historia nunca olvidará su coraje y sacrificio. —bromeó Light, levemente sarcástico, rememorando lo que sucedió cuando su dieta comenzó. Bien pudo haber aplaudido como militar.

El castaño, por supuesto que sabía que algo había salido mal en la conversación de ese día. Si bien era cierto que al universitario le daba curiosidad de qué pudieron haber hablado, eligió esperar a que se lo contara. Si es que lo hacía.

—... ¿Cómo que se acabó? —interrogó el detective—. Eso significa que ya no habrá más comida de Light. —Sí, no le importaba lo demás. Ya se había acostumbrado a sus manjares, aunque estuvieran llenos de sal y vegetales asquerosos. Ah, y que nadie se olvidara de la espantosa milanesa.

Los cambios lo descolocaban.

—¿De verdad no odiabas mi comida? —dijo Light, aturdido.

—No, me había familiarizado con ella.

—¿Por qué no has aprendido a cocinar? —reprendió Watari.

—Oh, ¿debía hacerlo? —El detective abrió la nevera, husmeando por algo que comer.

—Estos muchachos de hoy...

Pero no, eso no importaba.

Estaba cansándose cada vez más de esconder la verdad, en vez de ocultar cosas que valieran la pena. Por ello, probablemente debería decirle lo que sucedía a Watari. Contarle algo personal no estaba bien para L. Siempre había quedado implícito que los dos solo hablaban de casos, políticas y demás, por lo que la idea de abrirse le azoraba demasiado —Y con cualquier persona— Mintió desde que vino a ese mundo. No iba a cambiar así sin más.

Por más que el anciano le haya hablado de cosas personales anteriormente, se sentía incapaz de hacer lo mismo. En contra de su voluntad, iba a ser más importante de lo que quería. Se sentía muy engorroso.

—Watari, quiero hablar contigo después. —avisó, sin encontrar nada que le abriera el apetito en el refrigerador.

—Como desees.

Light lo sujetó de la manga antes de que acabara de hablar, haciendo que se acordara de aquella vez que L lo hizo con él en el cuartel. Había algo íntimo en eso, sin embargo, despejó esos pensamientos de su mente. El castaño solo lo veía como su insoportable amigo y nada más. Sin embargo, le interesó lo suficiente, más que para darle un plato lleno de alfajores para celebrar, observándolo con una sonrisa amena.

Quería seguir amargado y se lo impedía.

Le caía mal.

Mentira.

—Ven, voy a entrenarte en capoeira. —L salió afuera.

—¿De verdad? —Light lo siguió.

Watari se quedó contemplando las escena, pensativo.

—Es algo inusual —El shinigami apareció al lado de la computadora, comiendo una manzana y aparentemente, sin nadie con quién hablar—. De hecho, comencé a escribir una entrada de esos dos en mi Death Note. Hace unos minutos se la mostré a Light y aparte de decir que no me incumbía, evitó mi presencia por completo. Probablemente lo incomodé —Observó las páginas que llenó—. Siento que desperdicié mi día.

—Considero que es muy sensato —Watari lo vio con escepticismo, emanando cierto desagrado. Parecía que sentía cierta hostilidad hacia el dios de la muerte. ¿Por qué sería? Aunque, luego lo ocultó bien porque simplemente pasó a verse cansado. Qué comportamientos más inusuales podían presentar los ancianos—. ¿Has pensado en qué pasaría si pones sus nombres completos por accidente?

—Ah —se fijó en el cuaderno—, es verdad. Casi se me olvida.

—Qué.

Y, de hecho, L pudo dejar de lado las cosas unos minutos entrenando a Light. O más bien, martirizándolo. Se preguntaba hasta dónde llegaría el universitario por aprender, así que mientras estaba acostado casualmente en una de las sillas plegables afuera, perdió cuenta de la cantidad de veces que lo obligó a calentar, hacer abdominales, correr, movimientos y le lanzó cosas para que las esquivara o pateara como un capoeirista profesional,.

Que nadie lo acusara de mal maestro; lo vio en una película y eso bastaba.

—¿Sabes lo qué estás haciendo? —El shinigami se aproximó en su dirección.

—No.

Sonó su celular.

Una vez más Matsuda...

—Compañero. —saludó escuetamente el policía.

—Un minuto. —Le dio L para hablar.

A Matsuda casi se le cae un papelito que cogía disimuladamente.

—Escucha, quería disculparme por lo que hice antes. Fue un descuido completo y siempre...has... —Leyó con dificultad, mirando el escrito en cualquier dirección posible—, estado en lo correcto. Nunca volveré a cuestionar absolutamente nada de lo que hagas —A medida que avanzaba, su voz se volvía más inaudible. Cómo se notaba que no quería estar ahí.

—¿Por qué mortificarte en hacer esto si no quieres?

—Aparte de que quería decirte que esto fue un malentendido, necesito preguntarte de qué estabas hablando ese día. Es decir, yo mencioné acerca de...ya sabes —susurró ahuecando una mano al lado de su boca, aún más abochornado—, pero creíste que hablaba de algo más. Entonces, ¿hay algo que no deba saber?

—No —negó, sin interés. Matsuda no le creyó ni una palabra—. Si me disculpas, estoy ocupado.

—¡Oye, espera! Aún no acabé —Pasó al siguiente papel, lanzando el que usó por ahí—. Sé que pensaste que estaba metiéndome con tus preferencias, pero la verdad es que no es cierto. Como compañero de plan, me siento en la obligación moral de ayudarte, aunque nunca pensé que de verdad estuvieras loco por Light.

No, eso no era verdad.

—Al ser una situación bastante impactante, ¿cómo iba a planear algo que sirviera en estas circunstancias? Estaba desesperado Sí, es un hombre, ¿y qué? Eso está bien. De hecho, es increíble. ¿Quién no podría enamorarse de Light? ¿Has visto su-?

Matsuda quedó con la boca abierta, sudando.

—Ay, Matsuda... ¡idiota! —se insultó a sí mismo, dándose un puñetazo en la cabeza— Ya olvídalo, son cosas de mi pasado. Escucha, no voy a quitártelo ni nada, ¿de acuerdo?

—Dudo que puedas lograr algo así. —se apresuró a decir L, queriendo marcar su superioridad en pos de competir.

—¿Ves? Estamos en la misma página —bromeó, elevado un pulgar—. Por eso, vas a olvidar esa parte y nunca contársela a nadie. Es algo que pasó hace muchísimo —pretendió Matsuda, y L sospechó que eso pasó en algún momento del caso—. Ya ni me acuerdo cuándo.

—No me importa.

El policía frunció el ceño.

—Ay, ¡vamos! No es como si hubiera hecho algo malo. Los demás pueden sentir cosas por él —se cruzó de brazos, desviando la mirada—. Light no le pertenece a nadie. —su voz bajó.

—Light puede estar con quien quiera, es cierto. No podría importarme menos —Su mirada se ensanchó espeluznantemente, con hosquedad— ¿Vas a seguir diciendo que me pasan cosas con él?

—Pues, se me salió. —Su compostura desapareció. .

—Él es bastante molesto y aburrido. A veces siento que lo odio. Si alguna vez llegara a sentir cosas por él, nunca te pediría que me ayudes —aclaró, dándole un buen sorbo a su batido de banana—. No cambiaría absolutamente nada. —le dio un vistazo aburrido mientras seguía saboreando su bebida, aspirando de la pajilla con fuerza para irritarlo.

—Bueno, si sigues actuando así, no dudo en que conseguirá a alguien más —habló impulsivamente de nuevo. Se dio cuenta de su equivocación en el peor momento posible—. Ay, no, espe-

—Matsuda, no me importa. —Siguió absorbiendo la pajilla con dureza.

¿Por qué siempre le arruinaba el día?

—Sabiendo lo que has hecho por esos sentimientos, al menos podrías admitirlo.

—¿Y qué se supone que hice?

Matsuda se apretó el cabello entre los dedos.

—Ya fue, esto-

—Sí, mejor vete.

—Yo...ya no quiero pelear más. Estás actuando diferente y encubriendo cosas, pero ¿sabes qué? No haré nada más —anunció—. Lamento las cosas que he hecho hasta ahora. Yo solo...quería ayudar —Abrió la puerta de su apartamento con sus llaves, cerrándola bruscamente. Bajó al estacionamiento, en dirección a la estación—. Sé que debo caerte mal, y... ya no importa. —Matsuda se despidió.

La llamada finalizó.

El detective quedó con el dedo en el aire, sin poder hacer los honores él mismo.

¿Cómo pudo él...?

—Oye, el shinigami comienza a incomodarme. —Light se quejó, limpiándose el sudor del entrenamiento con un paño. Se sentó en una de las sillas plegables al lado suyo.

—A mí me incomoda Matsuda. —Puso su celular sobre la mesa, impasible.

—¿Viste que escribe cosas de nosotros en su Death Note? —señaló disimuladamente con la cabeza, acercándose a L para que no los escuchara.

—Matsuda cree que puede meterse en mi vida privada. —asimiló, observando a la nada.

—Y él siempre está siguiéndome, no entiendo qué le pasa.

—Eso opino yo —Comió uno de los alfajores, finalmente—. Las personas sin vida propia son las que más me cansan.

—Concuerdo.

Chocaron sus bebidas con descontento.

—Ah, claro, que hablen. —dijo el shinigami a unos metros de ellos, comiendo una manzana solito.

—Así que... —inició Light. Ryuk leía un libro de la industrialización de las manzanas, tirado en el piso de la biblioteca— ¿Esto es lo que sientes cuándo no sabes nada? —cuestionó, escéptico.

—Sí. —contestó indiferente, concentrado en cómo le quitaban el sabor a su fruta preferida con horribles químicos.

Si no estaba concentrado en sus casos, o comiendo, L se ponía de mal carácter. Con él actuaba como de costumbre, sin querer causar problemas entre ellos a diferencia de la última vez. No obstante, en contra de lo que el detective quería, Light ya se había dado cuenta que algo lo perturbaba. Aunque no podía cambiar nada.

Aún así, Light creía que se parecía a alguien que no podía aceptar estar equivocado; casi odioso, como si quisiera patear a Matsuda por lo que fuera que hubiera sucedido —de nuevo— A ese punto, L podría actuar ante él, pero no evitaría sus sospechas.

Y ese día, fue suficiente.

—Voy a ver qué le pasa.

Y eso que de alguna manera, L seguía siendo él mismo.

La situación lo llevaba preguntarse: ¿cómo hablar con Matsuda unas cuantas veces había causado eso? ¿Dé que se estaba perdiendo? Normalmente, a L se le olvidaría en casi nada las peleas con él.

Qué molesto podía ser el policía.

—Oye —Light se encaminó en dirección a la sala, donde su amigo se encontraba acostado de lado en el sofá, mirando su computadora, inmutable—. Escucha... —Ninguno de los dos era muy bueno hablando de sentimientos, pero inevitablemente hubiese sido raro de alguna manera—. Quería saber cómo estás.

—¿Cómo estoy? Bueno, solo una cosa me hace sentir vivo. —Se acercó a él y sus caras quedaron a centímetros una de la otra. Como estaba acostumbrado a que le hiciera eso, Light simplemente se le quedó observando. Aunque esa vez estaba más cerca de lo usual, por lo que se puso nervioso al cabo de unos segundos. Inevitablemente, desvió la mirada, inquieto.

—Light, quiero mostrarte algo.

—Oh —Le entró curiosidad—, ¿qué es?

Imprevistamente, L se levantó de la silla, alcanzó un paño de su bolsillo y lo desplegó en el aire. Antes de siquiera poder decir algo, Light fue sujetado por los hombros, y el detective le hizo dar varias vueltas a una velocidad inconcebible, casi como en las caricaturas viejas. Le vendaron la cara y lo siguiente que escuchó que Ryuk volvía a meter el libro en su estante, pasando por la pared y acompañándolos cuando pisaron afuera.

—¿Qué estás haciendo? —cuestionó Light, dando pasos cautelosos.

—Llevándote.

—¿A dónde?

—No puedo decirte.

—¿Y a mí sí me vas a contar? —Ryuk se colocó al lado de ellos.

—No.

Había unas escaleritas cerca de la fuente.

Light casi se cayó.

—¡Mal-! —L lo agarró por debajo de los brazos antes de que su cabeza chocara con el piso—...dición.

—Cuidado Light, es importante que veas por donde caminas. —se burló el shinigami mientras L lo ayudaba a levantarse. El detective le proporcionó una mirada despectiva, parecida a las que les daba a Matsuda; sutilmente peor.

—Ah, esta cosa no- —El castaño intentó desanudarse la venda, pero apenas le cayó a mitad de la cara, ya que L lo sujetó de ambos antebrazos— Oye, ¡ya suéltame!

—¿Alguna vez han querido mostrarte algo que nunca viste, pero no lo permitiste porque hacías muchas preguntas? —El detective intentó mantener los brazos de Light abajo, lo que hizo que el menor forcejeara más.

—Comportamientos obsesivos, peleas constantes... —detalló el shinigami, escribiendo en la Death Note—. Qué complicado.

Light.

Light accedió a quedarse, desistiendo. L dirigió el camno e insistió en amarrarle la venda con más fuerza para que no se le corriera. Aunque al caminar un poco se detuvieron, y pudo apartársela de la cabeza. El detective estiró el brazo, presionando el botón de un control. La compuerta de la cochera comenzó a abrirse, e inesperadamente, una luz los envolvió.

—¿Qué...? —El castaño se protegió la cara con el brazo. La nitidez desapareció, y al bajarlo, parpadéo sospechoso— Eh... ¿qué es eso?

—Observa, el nuevo auto —Presentó el pelinegro, con una mano alzada—. En el momento en que lo vi, supe que debía hacerme cargo de él.

—¿Y qué hiciste con el que estaba ahí, no sé, hace como dos días? —parpadeó, sabiendo que a esas alturas de su vida ya debía haberse acostumbrado a sus locuras, incluidas sus obsesiones sin sentido.

—Lo vendí. —Pasó las llaves por sus dedos.

Light negó con la cabeza.

—Y lo primero que voy a hacer con él es... —miró insolente al nipón.

Ah, no.

—No, no lo creo. —Light se desplazó a un costado de la cochera, listo para salir de ahí.

—No entiendo. —mencionó el shinigami.

El detective se antepuso delante de Light, impidiéndole marcharse.

—¿Por qué haces esto ahora? —El castaño se volvió al dios de la muerte, quien seguía escribiendo cosas, y eso no le ayudó en mucho.

—Ya no puedo enseñarte más sobre capoeira —Poniendo ambas manos en su espalda, cerró la compuerta de la cochera para que Light no escapara. El castaño, sin más alternativa, se apoyó en ella, cruzándose de brazos—. Mis casos, por el momento, se han acabado —monologó, pareciéndose a los antihéroes de las películas—. En cuanto se presentaron estas circunstancias imprevistas, apareció un plan.

—Más bien, va a esperar a que evoluciones a un nivel de capoeira que le parezca entretenido —El dios de la muerte hizo un mapa conceptual en la libreta—. Los humanos son muy interesantes.

—¿Qué? —Light polemizó inmediatamente— Puedo pelear bien.

—Necesitas práctica. —Y apagó las luces que iluminaban la cochera. El sitio permaneció a oscuras.

—¿Y para qué sirve el maestro? —El castaño aún podía distinguirlo en las sombras.

—Es hora de que el alumno siga su camino y luego volvamos a pelear.

—...Solo quieres verme equivocarme en algo, ¿verdad?

—O quiere pasársela contigo. —Podría ser, pero, ¿qué parte de su pelea con Matsuda causó eso? Light sonrió dichoso de cualquier manera.

—Yo, quiero probar cosas nuevas, y para eso necesito a alguien capacitado. —mintió el detective en parte, para despiste de los presentes.

¿O no?

—¿Crees que soy capacitado? —El castaño se metió con él.

—Viendo que has cumplido la mayoría de edad...

—Siento que nadie me escucha. —El shinigami desapareció por medio de la pared.

—En algunos países no. —evocó Light.

—Light, he decidido que voy a enseñarte a conducir.

No.

Acabó en el asiento del conductor sin importar lo que quisiera.

—Estoy concediéndote el honor de usar este auto, Light.

—No quiero conducir. Primero, a pesar de que en Estados Unidos se puede manejar antes de los dieciocho, no significa nada. No me he sacado la licencia en mi país natal, así que lo que estamos haciendo está mal. —Light alcanzó su billetera, haciendo parecer como si quisiera encontrar algo— ¿Ves? No hay nada.

—Light, ni siquiera sé por qué lo estás intentando —contestó Lawliet, sin hacerle caso. Simplemente le quitó su carnet y la estudió—. ¿Por qué tan serio? —El castaño de doce años parecía como si hubiera salido de discutir con alguien.  Y sí, ese día había sacado menos de diez y el profesor no quiso subirle la nota.

—¿Y por qué quieres enseñarme a conducir de la nada? —demandó, con voz autoritaria y quitándole su documento, pudoroso— Nunca lo he necesitado, y dudo que lo haga ahora.

—No puedo decirte. —contestó simplemente.

—Ah, claro que no puedes. —se quejó el castaño.

¿Por qué siempre Matsuda le causaba problemas?

Es más, si a Light le hubiesen pedido que descifrara lo que estaban haciendo, no podría —aún— Sin embargo, si ayudaba en algo con el ánimo de L, iba a cooperar. Y no podía decir que las clases estuvieron aburridas, puesto que estaría mintiendo. Pese a que costó bastante para que aceptara en primer lugar, en unas cuantas semanas dominó lo básico, por más que siguiera sintiéndose mal al hacer algo inmoral. Como solo iban cerca eventualmente se calmó.

—Hoy es la última prueba. —Luego de unas semanas, L le comunicó la noticia.

—Dudo que seas un maestro certificado como para decir eso.

—Puedo hacerte unos documentos cuando pases.

—Nadie va a hacer eso, voy a conseguir la licencia como es debido.

—Mi oferta seguirá en pie si quieres aceptarla —avisó, como si supiera que algo podría pasar—. Podrías necesitarlo.

—Nah, no lo creo. —contestó, divertido.

A Light ya nada le quedaba muy claro esos días.

En parte, sí. Su amigo, por algún motivo, se obsesionaba con cosas inusuales y lo ponía a prueba por ser lo suficientemente capaz y estar aburrido. Quería deleitarse a sí mismo compitiendo en cosas nuevas y lo metía en eso.

Lo que estaba bien, porque sino Light se aburriría de estar ahí. Así, entendió el problema: cuando algo descolocaba a L y no podía controlarlo, se molestaba por perder ese desafío. Odiaba los cambios.

Y no solo Matsuda hacía que la vida de L "se complicara", no. Watari sí. En ocasiones, Lawliet se quejaba de que evadía sus llamadas diciendo que estaba ocupado con casos y cosas clasificadas.

Una mañana, Light y L se pusieron a conversar, llegando a la conclusión de que Watari estaba —aunque sea— un poco enfermo. Su piel pálida, el cansancio y lo lento que se movía lo volvía cada vez más evidente.

El nipón una vez le propuso que contratara a un médico cuando llamó a L, y Watari lo descartó porque seguía con sus labores y se sentía bien.

Si Watari mintió o se encontraba inconsciente de su posible problema...

—Escucha, lo que vas a hacer hoy es... —L buscó en línea.

—Ryuzaki, ¿así quieres pretender que estamos en una academia profesional? —Enarcó una ceja.

—Sí.

Light volteó las llaves y encendió el auto. Su prueba —entre comillas— consistió en pasar por unas curvas, hacer maniobras evasivas, ir por la ciudad, estacionarse y controlar bien la palanca. Y evidentemente, su comprensión de los semáforos y señalizaciones, así como su capacidad de reaccionar rápido.

Por supuesto, le costó un poco en el nuevo entorno. Lo que no importaba, ya que se propuso conseguirlo y demostrar sus capacidades. Hubo algunos problemas inesperados; cosas que se olvidarían en el pasado. Normal.

Y a final de cuentas, fue mejor de lo que creyó posible para haber recibido unas pocas clases.

—Bueno, Light, ahora quiero que hagas lo siguiente. —L escribió algo en su celular.

El GPS los dirigió hacia el Beverly Center, uno de los centros comerciales más populares de Los Ángeles. Le llevó unos quince minutos llegar, y a diferencia de la última vez que fueron, un montón de personas se amontonaron en la entrada de los vehículos, creando una enorme fila.

El lugar seguía alzándose imponente como la última vez que fueron. Blanco, sencillo y moderno. Sus paredes eran de estuco texturizado rematado por una malla metálica, cambiando de apariencia según el momento del día. Al frente estaba el logo de una modelo de la que no se acordaba, y encima, el logo. Y unas cuantas palmeritas al frente lo hacían lucir más casual.

—Su cita para bañarlo es a las dos y quedan veinte minutos —L señaló su cabeza. El castaño abandonó su estupor en el momento en que el cabello del detective se movió estrepitosamente y su mascota apareció—. No lo aceptarán después, así que date prisa y entra. O, probablemente quedará oloroso hasta mañana.

—¿Crees que voy a venir mañana? —Light debió imaginarse que se trataría de eso.

—Sí.

Sin más alternativa, abrió la puerta del lado de L y los dos bajaron.

—Luego te diré si pasaste o no la prueba. —indicó L.

—Creo que es bastante obvio que lo hice. —dijo Light, desinteresado.

—De hecho, no —El adolescentes se sorprendió—. Cometiste unos cuantos desaciertos.

—¿Qué? ¿Cuándo?

—Primero-

—Hice las cosas bien.

—No, Light.

Light simplemente quería salir unos minutos, nada más. En vez de eso, acabó buscando un puesto en un estacionamiento enorme y oscuro por clases de conducir que nunca pidió. ¿Cuántos minutos pasaron? No los contó. En consecuencia, olvidó la cantidad de pisos que pasó. Por algún motivo, hasta escuchaba cosas en su cabeza.

O eso hubiese querido.

—Para alguien que opina que eres molesto y aburrido, ciertamente quiso enseñarte. —El nipón se sobresaltó.

—¿Qué haces aquí? —A Light le estaba empezando a hartar que Ryuk se le apareciera por sorpresa. El shinigami se acostó en la maletera, concentrado en el mundo nueve de Mario Bros—. ¿Y qué estás diciendo? —Se desabrochó el cinturón, extendiendo la mano alrededor de su Nintendo Switch— Ustedes, los dioses de la muerte, siempre ven lo que quieren en vez de-

—No, no es cierto. Lo escuché con estas orejas —El castaño dejó de luchar—. En la mañana que peleó con ese Matsuda, mencionó que le molestabas, aburrías y casi que te odia. Algo de que nunca podría senti-

—¿Por qué hablaría mal de mí con Matsuda? Eso es estúpido.

—Mira lo que escribí el día en que ocurrió. —Le pasó la Death Note.

—No me importa leer eso. —Oprimió el volante, colocándose adelante y dándole un manotazo a la libreta, comprimiendo la mandíbula.

No.

—Light, vas a ensuciarla.

—¿La usas para asesinar personas y-?

—Oye, estas cosas son complicadas de conseguir.

Light no podía ser estúpido.

Mientras que no escuchara la versión de L, no valía la pena pensar en eso.

Desgraciadamente, a una pequeña parte dentro de él le costaba no dudar. El detective siempre le ocultaba cosas, mientras eso no cambiara, Light iba a seguir así. Ni siquiera era la primera vez que ocurría un problema por sus secretos. Llevaban meses ahí y que los demás aclararan cualquier problema en vez del propio L se volvió un patrón. Desde luego, no podía creerse las palabras de un shinigami así sin más, solo un necio haría eso.

El problema: ¿por qué le mentiría? Ryuk siempre escuchaba conversaciones privadas si podía. Como el día donde estuvieron en el balcón. Además, si lo notó cerca de L la vez en que él peleó con Matsuda y Light entrenaba.

¿Podría ser...?

—Oye, no vayas a estacionarte que me pasé la mitad del nivel.

Al notar un puesto despejado, sopló aire por la boca. El vehículo de al lado estaba algo salido de la línea. Light o le dio importancia a ese punto porque acabaría por maldecir al conductor con unas cuantas palabrotas. Intentó estacionarse lo mejor que pudo, aunque en contra de su voluntad, comenzó a costarle más de lo que creyó —por ser amateur—, lo que al cabo de unos minutos le comenzó a estresar.

—¿Qué estás haciendo?

—Quiero estacionarme y este- —Light se masajeó el puente de la nariz— ¿Sabes qué? No importa, me estacionaré como quiera. Últimamente, en este mundo, las personas hacen lo que quieren y- —Retrocedió.

Los cauchos hicieron un sonido estrepitoso al acelerar.

—Ay, no

¡Crash!

Mario cayó a la lava y Ryuk perdió.

—Ah...

El impacto consiguió que Light se diera un cabezazo con el volante. Un dolor espantoso lo envolvió; se llevó ambas manos a la cabeza, enseñando los dientes. Al pasársele, le dedicó una mirada al borroso lugar. Parpadeó un par de veces hasta que su vista se aclaró y permaneció acostado, impávido y apreciando como la herida se la inflamaba. ¿Qué había...?

—Light, estaba a punto de llegar a donde Bowser.

Su acompañante quedó con el cuerpo doblado. Y algunas cosas le volaron encima. Se las quitó con pereza y Light vio la pared muy cerca del vehículo. Por un instante, nadie habló. El castaño se encontraba paralizado.

—Mierda —Light abrió la puerta, haciéndole caso omiso y salió a ver lo que había hecho—. Ah, maldita sea... —Se pasó la mano por el cabello. Sudó, asimilando el daño que provocó.

—Bueno, no se ve tan mal —El shinigami desdobló su cuerpo para que no estuviera deforme—. Son cosas pequeñas —Aparte del parachoques colgante, las luces destrozadas y una hendidura enorme—. Va a llevarlo a alguna parte y lo olvidará.

Algo se quebró.

—...¿Qué fue eso? —El nipón se alertó.

A la ventana de la maletera le salió una pequeña fisura que fue creciendo.

Y el vidrio se partió en pedacitos.

—Olvídalo, va a enojarse bastante.

—...¿Qué hago?

—Pues, no sé —Ryuk se encogió de hombros—. Espero haberte ayudado.

Light perseveró con nada más que la caja de herramientas de la maletera para solucionar el problema como pudiera; un carro presentable mejoraría la situación. En cambio, no importó lo que hiciera, el parachoques no volvía a quedarse en su lugar.  Presentía que debía cambiar la pieza y quitar los cauchos, y los minutos no iban a alcanzarle. Sin más alternativas, metió todo en su lugar. Sus conocimientos de mecánica no servirían.

Arrastrando los zapatos, caminó escuetamente hacia el ascensor. Le pusieron la pistola de la temperatura en el brazo, y ni reaccionó. Entró por la puerta con gas de ozono, se montó en el elevador y ni se inmutó ante la pacífica música. Ajustándose la mascarilla, paseó un poco por planta baja. De ahí, subió las escaleras mecánicas de planta baja al primer piso, yendo a su muerte prematura.

¿Cómo se suponía que iba a decirle a L que chocó?

—Ah, allá está —El shinigami le mostró a Light, a la vez que L les hacía un ademán desde el segundo piso— ¿Qué vas a hacer, Light?

¡Piensa, Light, piensa! Su contraparte mental se puso ambos índices a un lado de su cabeza.

—Ah, ahí estás. —saludó L.

—Ya me estacioné. —contestó Light, incisivamente.

—Sí, le quedó de maravilla. —comentó Ryuk.

—Qué bueno. —L parecía interesado.

—Sí. —Light siguió con la farsa.

¿Por qué accedí a esto? Se quejó, odiando cada segundo. Debía estar en casa. Si L hablaba mal de él y no le importaba nada más que entretenerse, ¿por qué seguía escuchándolo? Es más, ni siquiera le importaba lo que pensara. Que siguiera haciendo lo que quisiera, su opinión debía ser bastante inmadura si solo ideaba eso para insultarlo.

Eso no quitaba que siempre sucedían cosas malas entre ellos, y si lo que Ryuk le contó era verdad, pues...

Prefería confrontarlo por eso, aunque probablemente fuera mentira.

Light solo quería saber qué pasaba con los demás últimamente.

L, Watari, Matsuda...

—La verdad, Light, hiciste la prueba bastante mal —admitió, y Light pudo darse cuenta con humillación por qué, ¿cómo pudo ser tan estúpido? Se sentía un imbécil de primera clase.

De pronto, L alcanzó una bolsa que según los conocimientos de Light, correspondía a una marca cara. Sin poder cuestionar qué era eso, su amigo la empujó perezosamente en su pecho. El universitario la sujetó escrupulosamente; pesaba bastante. Al abrirla, notó dos cajas y al apartarlas para verlas con claridad casi maldice a alguien.

Un celular . Sus dedos se hundieron en el cartón. Y una computadora nueva...¿por qué ahora?

—Yo...no sé qué decir —entabló Light, sin querer alterarse—. No debiste-

—Lucías desesperado, así que decidí complacerte. —esclareció, con el objetivo de evitar malentendidos.

—Bueno, yo... —intentó buscar palabras—. De verdad...

Ni de broma.'

—Creo que nos hemos distanciado. —mintió Light, en contra de su voluntad.

—¿Nos hemos...distanciado? —dijo L, extrañado— ¿Hice algo malo de nuevo? —cuestionó, aparentemente pensativo.

—No, para nada —se apresuró a aclarar—. A veces, estas cosas suelen pasar —Movió la mano—. Deberíamos salir por ahí. —Colocó una mano detrás de su cuello, aparentando normalidad.

Si estuvieran en una película, habría un acercamiento a su cara incómoda. Light Yagami se habría sentado con él a hablar de ese supuesto problema, no a decirle que salgan por ahí. Quiso soltar un bufido, pero se contuvo. ¿Cuándo en mi vida he querido hacer algo como salir? Aún así, hay una posibilidad de que lo crea. Al fin y al cabo...

—Si eso es lo que piensas, podría hacerlo —musitó, algo sospechoso—. Aunque quisiera saber qué es lo que causó este problema en primer lugar.

—La vida sucedió —contestó Light, sin poder parar de fingir—. Me desconecté de las cosas...

—Creo que ese sería yo —aclaró el mayor—. Escucha, sé que últimamente he actuado fuera de lugar por culpa de-

—Olvida eso, simplemente hagamos algo —Le puso una mano en el hombro—. Algo como... —Buscó desesperadamente algo que sirviera, y vio un cartel en la pared— Esto —contó, casualmente—. He querido verlo desde que se estrenaron los avances.

HIGUCHI: EL ASESINO DEL MAL

¡Disfruta el estreno de esta obra basada en hechos auténticos!

¿Qué estás esperando? Ven, a ver a nuestro elenco a partir del cinco de julio.

No te lo pierdas.

No puede ser. Le hicieron una obra de teatro al caso. Despotricó Light internamente. Esto no va a terminar bien.

—Light, ¿qué ocurre cuando una empresa quiere adaptar algo por dinero?

—Sale completamente mal —Sin permitirle a su amigo debatir, continuó con su punto— Vamos, ¿qué tan horrible podría ser? Ha sido aclamada por la crítica.

—La sala ni siquiera está en el centro comercial.

Un problema menos.

—Caminar un poco no va a acabar contigo —Le restó importancia, arrastrándolo a una de las cuantas salidas de ahí—. Solo espera aquí un momento, voy a comprarle unas manzanas a ya sabes, está fastidiándome con eso —pretendió acordarse de algo—. Pero antes, llevaré esto al auto.

—Yo no he hecho nada —El castaño se llevó a Ryuk por los harapos—, aún —Vio que estaban volviendo al estacionamiento en vez de ir afuera, donde el shinigami se dio cuenta que las personas se amontonaban por amable hombre de pelos rubios, sombrero rojo y ropas antiguas vendía la codiciada fruta—. Light, ¿a dónde vamos? Aquí abajo no hay manzanas.

—¿No entiendes? Nadie va a comprarte manzanas —Cogió las llaves del auto, y el shinigami casi se deshizo por el olor a su comida favorita con miel—. Voy a llevar el auto al mecánico y quiero que me ayudes.

—Eh, ¿y qué voy a obtener con eso? —Su cabeza pasó por el techo y afuera, observó al hombre del negocio al lado de una mujer con vestido azul—. Oye, quiero mis manzanas.

—Si cooperas, voy a prepararte manzanas acompañadas de lo que quieras. Nunca vas a aburrirte de mis platillos hasta el día en que ese Shidoh se olvide de la Death Note —Light elevó un dedo.

—Escucho.

Sí... las cosas van según lo planeado. Light celebró con una sonrisa presuntuosa. Solo debe impedir que sepa de mi verdadero paradero hasta que vuelva y así, podré solucionar esto. El shinigami se perturbó. No voy a soportar cómo se va a poner por haber chocado un auto. Es culpa suya, maldición.

En una situación como la de ellos, hablar mal del contrario no era un crimen imperdonable. Pero sí le disgustaba, y estaba cansado de las mentiras.

Además, ¿decírselo a Matsuda y no en la cara? Nada propio de L.

Pero, conocía muy poco.

—Light —Ryuk sacudió una mano frente a su cara, esperando a que reaccionara— ¿Qué estás haciendo?

—Planeo lo que va a pasar. —Encendió su nuevo celular, configurándolo.

A veces, Light se parecía a su versión antigua ¿O siquiera había algo así? Se suponía que las Death Note no cambiaban al propietario. A Ryuk le costaba creer que sin la libreta, no se asemejara a la persona que llegó a conocer en cierto punto. No obstante, en momentos como ese, en los que el castaño se enojaba, odiaba cosas o peleaba, podía volver al pasado donde no se aburría. Eso sería lo más cercano que obtendría a sus días de crimen.

—Aquí hay unos cuantos mecánicos que están disponibles —Light se metió a su cuenta en Internet y abrió Google Maps, guiándose por el mapa virtual—. Del Beverly Center al más cercano me llevará diez minutos. Desconozco cuánto dinero voy a perder, así que no sé cuándo voy a regresar —Calculo el tiempo entre las rutas en autobús y metro—. Distrae a Ryuzaki hasta que yo aparezca.

—Dudo que esto vaya a salir bien, Light —El castaño cerró el mapa virtual, metiéndose el dispositivo en el bolsillo—. ¿Cómo vas a reparar el auto en unas horas?

—Sólo observa y verás. —Le mostró unos billetes entrelazados en sus dedos—. Esta es la única clave para prosperar en la vida.

—Hola, Watari.

—Buenos días —saludó el hombre— ¿En qué puedo ayudarte?

Watari parecía estar en la sala de su casa alquilada. A diferencia de L, el anciano vivía por las cosas más simples, y a su edad, prefería pasar de las personas indiscretas. Su hogar parecía hogareño, lleno de colores cálidos y objetos antiguos como marcos viejos, cuadros del siglo pasado, una lámpara de araña y demás.

A pesar de eso, el sitio daba la impresión de ser misterioso si se le observaba con cuidado. Como si detrás de eso hubiera más, y con la mente brillante de Watari, eso era cierto. ¿Qué más le habría metido a su vivienda?

—Últimamente he sentido un poco de impaciencia, dado a que has estado evitándome —Light no aparecía, así que L se aburrió y compró la comida de la obra antes de que se fueran. Sentado en un banco, su mano acunaba una bandeja, y metió la otra en el cartón de palomitas, despreocupado—. No sé si puedas ayudarme, pero decidí probar.

Masticó lo más lento posible, para evitar lo que se suponía que iba a pasar: contarle a Watari su problema.

—He estado ocupado con los herederos que van a sucederte algún día. —Watari subió sus lentes.

—Día que no ha llegado. —L lo escudriñó inexpresivo.

—Verás, ahora mismo no es el momento... —Watari iba a mentirle de nuevo.

—Y yo quiero hablar contigo, así que escucha. —El detective lo detuvo.

—...Como quieras. 

Olvidó su comida.

—Como sabes, he hecho que Light coopere en mis casos más complicados y así, me acostumbré a ese estilo de vida. Pero, algún día, eso se va a acabar. Light seguirá con su camino, conocerá personas competentes y va a olvidarme. Luego, en unos años, se convertirá en un detective mundial, me quitará mis casos y perderé un activo valioso.  —ninguna señal aparte de la seriedad cruzó la cara de L.

L habló en clave porque no iba a contarle la verdad completa, se sentía incapaz de hacerlo.

—Las cosas cambiarán para mal, inevitablemente. Me di cuenta de esto un día en el que peleé con Matsuda. Y, ciertamente, no puedo hacer nada. Light siempre está quejándose de mi actitud, lo que indica que no somos compatibles. Al menos, en el ámbito laboral. En el momento en que nuestros caminos se separen, me aburriré por unos cuantos meses. Y no quiero eso. —L acabó, pareciendo descontento.

Sí, eso es lo que L aprendió de Matsuda.

Siempre lo supo, pero...

Watari lo estudió momentáneamente. Se sirvió un poco más de café en su taza, escuchándolo despotricar acerca de sus aparentes problemas profesionales. Si usaba su cabeza, comprendería lo que en verdad quería decir. El anciano podía ser muy astuto si quería. Él conectaría las piezas, le proporcionaría una manera de avanzar sin necesidad de comprometerlos en una conversación profunda o algo incómodo como eso. Y ambos pasarían de largo.

—Así que me vas a ayudar a olvidar este problema y lo solucionarás por mí. —L volvió a una voz más casual, como si no le importara.

—Ustedes se complican mucho la vida —El anciano bebió su brebaje con paciencia—. Estás sacando conclusiones demasiado apresuradas, y ciertamente, nunca has sido así —concluyó el anciano, lo que no le entusiasmó mucho—. ¿Acaso hay algo más que deba saber?

No, Watari; así no.

—Hay cosas de las que no me siento cómodo hablando contigo. —aclaró L de una.

—Ya veo, pero que te comportes así por algo como esto no es normal. Le estás dando peso a algo que no va a suceder. Aunque compartas cierto vínculo con él, ponerte así por algo como esto es bastante inusual. Deberías estar ocupándote de tus casos en vez de estar en —estudió, sin poder creer lo que estaba viendo— ¿el Beverly Center, muchacho?

—No es como si pensara en esto cada día. Mi prioridad siempre ha sido ser un detective antes que nada —L puso un pulgar en su boca ante la acusación, volviendo a ingerir sus palomitas—. Lamentablemente, cambié en contra de mi voluntad y me abrí a cosas nuevas y un poco insoportables.

—Sabes, a veces pienso que estás obsesionado con ese muchacho... —Watari alzó una ceja, con una voz que no esperó de él. Parecía escrutadora.

—Me obsesionan muchas cosas. Eso es lo que conlleva ser un humano. —L ni siquiera lo negó.

—Entonces...

Sabiendo que no llegarían a ninguna parte, L cedió.

—Siento cosas por él —se cansó y decidió admitirlo—, cosas que son anormales, no platónicas y en sentidos que nunca creí posibles. Un poco inesperado, si me preguntas.

Watari se quedó callado, lúgubre.

—Y eso. —L se masajeó los pies, incómodo por haber admitido su situación.

—No, yo creo que eso no podrá ser.

—...Bueno.

L esperaba algo más.

—En cierto modo, ya es —El pelinegro movió un poco el refresco en su mano y bebió un sorbo, levantando una mirada inescrutable hacia el rostro del hombre—. No se puede cambiar y ya. Es, ciertamente, incontrolable.  —Y vaya que lo aprendió a las malas.

—¿Cómo sucedió esto? —suspiró el hombre, como si le hubieran contado lo peor de su vida.

¿Qué le ocurría? Eso no era propio de él.

¿Por qué estaba comportándose así?

—No sé, solo pasó y ya —describió L, cada vez más impasible, pese a que por dentro se sintiera completamente extrañado—. Un día, luego de que-

—Escucha, sentir cosas así siendo un detective-

—Eso no implicará un problema.

—Hay cosas que no sabes y-

—¿De verdad?

Ya escuchó suficiente.

Llevaba semanas sin saber qué le ocurría a Watari y por qué quería desaparecerse así. No iba a soportar ninguna falta de profesionalismo en el anciano solo por ser su compañero. Sí, L podía ser un embustero que siempre apartaba a otros, pero admitía ser lo suficientemente hipócrita como para aceptar que si le hacían lo mismo sin motivo aparente, le enfurruñaba. Detestaba que las personas improductivas le hicieran perder días de su vida. 

Light podía mentirle cuanto quisiera, porque había un pasado oscuro entre ellos y L simplemente eliminaría cualquier misterio ya que le importaba. Watari, al contrario, no podía hacer eso.

—Pues, sería bueno que me las digas —L controló su frustración, presionando su vaso de refresco hasta que el hielo crujió—. Ya estoy cansándome de lo que sea que pase contigo. Por favor, habla de una vez —pidió, aún con las uñas enterradas en el plástico—, es lo adecuado para ambos.

El anciano terminó su café, poniendo la taza encima de la mesa y limpiándose una pequeñísima cantidad de sudor en el proceso. Cualquier día, habría querido saber qué le sucedía y buscar un médico, ya que se veía un poco demacrado. Desde luego, eso fue cuando el anciano no andaba engañándolo descaradamente; mucho menos, cuestionando sus decisiones.

Debió presentir que hablar con él sería mala idea.

—Hay cosas que nunca supiste. —admitió Watari.

—¿Acerca de qué?

—Sobre lo que pasó con la Death Note.

—¿Cuál de ellas?

—La del shinigami Ryuk.

¿Qué?

—Unos días luego de que quemáramos la Death Note de Higuchi, la shinigami Rem se me acercó contándome que la libreta que había pasado a ser de Ryuk antes le perteneció a cierto shinigami que significó algo para ella. Eso causó ciertas complicaciones inesperadas —Se quitó sus lentes para limpiarlos, sin verlo a la cara— No la quemé. —admitió, entrelazando ambas manos seriamente.

Ninguno se movió para cortar el aplastante silencio.

—¿Por qué no la quemaste, Watari?

—Ella no quiso que lo hiciera.

—Y la obedeciste.

—Las consecuencias para ambos si no lo hubiera hecho hubieran sido... —inició el anciano con la misma madurez que siempre presentaba, mostrándose un poco descontento.

—A mí no me importa lo que signifique esa Death Note para ella —musitó el detective con una voz bastante cruda—. Siempre has sido lo suficientemente competente como para ocuparte de esta clase de estos percances sin mí. ¿No es así? ¿Qué pasó esta vez?

Ni con Matsuda había sentido algo así; aquel disgusto. El policía siempre hacía hasta lo imposible para desesperarlo, sin embargo, siempre lo vio como un hombre que no valía la pena para sus estándares, peor con lo sucedido hacía semanas. Watari, por su parte, siempre había sido el caballero que lo apoyaba con el dinero, y le enseñó más de la corrupción del mundo. Lo consideraba alguien capaz, y por ello, en su incierta cercanía, que le hubiera ocultado algo así de importante por meses, le importunó.

Light, indisputablemente, lo había hecho salirse de sus casillas en varias oportunidades durante el caso. Y a pesar de su apariencia calmada, apareció un fuego en los sombríos y opacos ojos de L. ¿Qué le enojaba más? ¿La verdad que nunca supo y estuvo delante suyo desde el principio, o que Watari lo engañara tan descaradamente sin parecer culpable? Porque las suposiciones en su cabeza solo empeoraban el problema en que siempre estuvieron metidos.

—Siempre vamos a llevar nuestros pecados encima; es algo a lo que accedí desde que nos unimos porque quería conocer. Los shinigamis son criaturas que no estaban en esa lista. Aunque quisiste ayudar al señor Yagami, sus crímenes han sido los peores en la historia de la humanidad, y si bien contribuí a esta causa, desconfié de él. —Watari carraspeó, y contuvo el aliento antes de proseguir. 

Cualquier persona astuta lo haría. No le sorprendía; siempre fue así.

Porque él no estuvo esposado a Light como L.

Y eso en más de un sentido.

—Como no me interesaba lo suficiente, no iba a entrometerme. Cambiar las circunstancias volvió nuestro destino dudoso. Que la shinigami apareciera solo corroboró que debíamos parar. Si hubieses querido oponerte a ella, las cosas se habrían vuelto un completo desastre. Ellos son seres de un mundo distinto al nuestro. —La situación estaba volviéndose una migraña implacable, y la incredulidad adornó la cara de L.

Watari siempre se mantuvo como su sombra. Pasaron muchos años como uno mismo, y por ende, L olvidó un detalle importante: el anciano podía pensar como alguien completamente independiente. Al lanzar la libreta aquel día, ya no podían volver al pasado, y el hombre lo ayudó aunque una minúscula parte de su podrida consciencia no quisiera.

En su lugar, hubiera hecho lo mismo si Light no le importara.

No en esa vida.

—Estás siendo hipócrita. Sí, prácticamente te obligué a ayudarme, aunque luego no te importó más. Me hiciste caso, ya que pensaste que nada pasaría y manipularíamos a los demás como quisiéramos —De solo especularlo, a L le entró el deseo de que se callara para no escucharlo más. ¿Cómo pudo ser así de inservible?—. El día en que Ryuk regresó por culpa de Shidoh, supiste que sería cuestión de días para que no pudieras continuar engañándome. Y por eso estuviste evitándome. 

Ese hombre no se parecía a Watari.

Él desconfiaba de L.

—Si esto llega a oídos de Ryuk, querrá que le devuelva la Death Note. No puedo impedírselo porque nos asesinará por simple aburrimiento. Así es él. —L pudo carbonizarlo con la mirada si hubiese querido.

El lugar se llenó de una energía pesada, ambos listos para pelear. Ese debate no iba a ninguna parte, y cada vez podía apreciarse más su sequedad hacia el hombre; los porcentajes corrían por su cabeza. ¿Cómo pudo desobedecerlo así? Estaba a punto de perder de nuevo; y no en una competencia precisamente. ¿Y si esa vez no había nada que pudiera hacer? Sus herederos no impedirían su muerte. No podía desaparecer cuando se esforzó para mantener sus mentiras.

Odiaba lo que Watari hizo.

Si seguían así...

—Muchacho, ¿estás consciente de que si el señor Yagami se volvió un asesino una vez, puede hacerlo de nuevo, no? —le advirtió Watari, sin mucho cuidado—. No quiero que me malinterpretes, ha llegado a caerme bien y se ve que se preocupa por los demás.

¿Y qué?

—Cualquier desencadenante va a volverlo loco como la primera vez si no somos cuidadosos. Si la Death Note cae en su poder de nuevo. —Ah, ¿con qué derecho Watari decía eso?

L apretó más el vaso.

Y entonces, el refresco salió volando por los aires.

La cantidad de fuerza inducida por su mano mandó la tapa detrás suyo.

—No me importa. —La bebida le llovió encima a L, y él ni se inmutó.

El anciano, un poco perplejo, cerró la boca.

—Lo que quiero aclarar es que intentar cambiar lo imposible nos llevó a esto, es por ello que nunca debimos meternos con los shinigamis en primer lugar. Como detective, lo único que importan son los casos. Acercarse demasiado a los demás siendo personas como nosotros nunca acaba bien, y ya pudiste verlo. Simplemente, olvídate de esos sentimientos y concéntrate en seguir adelante. —Mientras más quería ayudar Watari, L se cerraba más.

—Si bien crees en los demás más que yo, olvidas un detalle crucial: las personas siguen siendo imperfectamente humanos. Y lamentablemente, esa es una maldición que nunca pensaste que llegaría a mí. —Un hecho que L quizás nunca aceptaría por completo, aunque lo hiciera sentir vivo.

¿Por qué no más bien, el anciano se iba a dormir, en vez de andar despierto en la madrugada y murmurando sobre sus decisiones? Deseó que nunca hubiera contestado su llamada. Las cosas pudieron ser diferentes. ¿O solo quería olvidar lo que estaba pasando porque no le importaba ser parte de ese desastre?

—Sé que es bastante estúpido sentirme de esta manera, y hasta me cansa. Sin embargo, es como algo que sin saberlo, estuve buscando desde que nací. Mis casos siempre van a ser lo más importante, pero como detective que soy, nunca abandonaría un misterio que me interese. Puedo luchar contra shinigamis incluso si crees lo contrario o me das la espalda. No es el primer crimen que he cometido. —L lo enfrentó, pareciendo dolorosamente indiferente.

—Pero es el peor que has hecho. —enfatizó Watari.

Sin querer escucharlo más metiéndose con las cosas que había hecho, coontratacó:

—Yo no soy el único culpable aquí. Ambos hemos hecho cosas que nos perseguirán hasta el día de nuestra muerte —Y se acordó del peor pecado del anciano—. Dime, ¿quién es el culpable del suicidio de un niño y el nacimiento de Beyond Birthday? —Cualquiera lo amonestaría por hablar sin pensar; el problema es que pretendía cada palabra que salió de su boca—. ¿Quién les metió ideas a la cabeza? Porque yo casi nunca hablaba con ellos, y mucho menos me vieron en persona.

El anciano se encargó de ver si eran aptos para ser L, y se equivocó en el primer intento.

¿A qué llevó eso?

—Nunca quise que eso pasara. —L dio en el clavo.

—Entonces, ¿por qué dos niños compiten por mí en este instante? —L siguió provocándolo. Su poca humanidad desaparecía a velocidades inmensas. O eso pensaba él.

—Veo a esos niños con más comprensión de lo que lo has hecho alguna vez. —señaló Watari.

—Y van por el mismo camino.

Se pasó con sus palabras.

Y aún así, no le importó.

Ya nadie iba a solucionar sus problemas, lo haría él mismo.

—Así que no vas a escucharme. —Watari parecía cansado de discutir, así que a pesar de sus crueles provocaciones, no siguió con la pelea.

—No debo hacerlo, nunca has sido mi padre como para decirme qué hacer. —menospreció L, sin querer continuar la conversación. El desdén estaba escrito en su cara completa.

Ya no quería su presencia.

—...Comprendo. —suspiró el canoso, con un poco de pesadumbre.

Desconectaron la llamada.

Y aunque lo hubiera destrozado con sus palabras, no se sintió como quiso.

este mes hay otro cap

sip, suena increíble, pero antes permitanme contarles la historia de mi vida 🌚

¿Por qué no actualicé antes? Bueno, hace dos semanas estaba lista para mandarle a mi beta reader el cap completo, ¿y saben qué pasó? Word me lo borró completito. Así es, pero había una versión vieja por ahí, y tuve que reescribir varias cosas de nuevo. 😝 Aunque por lo menos me quedó mejor que antes así que creo que valió la pena ✌️

Ahora sí, hablando de este cap... les voy a contar una curiosidad: una de las primeras ideas que se me ocurrieron al comenzar esta historia era que Light aprendiera a conducir. Aunque lo de que chocara se me ocurrió en el camino y aproveché la oportunidad para meterme con él. Oh, y con L. Por primera vez en su vida, no pelea con Light, sino con los demás; sin ser el culpable de paso. Matsuda se pasó de metido y Watari pues...

¿Qué opinan? ¿Quién de los dos es culpable? ¿L o Watari?

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