La Dama y su Cazadora

By Sabrichitason

72.7K 8.5K 1.5K

Lady Dimitrescu x OC El nombre Van Helsing era conocido en todo el país, posiblemente incluso en todo el mund... More

1: Misericordia
2: Una maldita Van Helsing
3: Un viejo Amigo
4: Casa de Muñecas
5: El plan
6: La reunión
7: El arreglo
8: El enemigo de mi enemigo es mi amigo
9: Juega tu papel p1
10: Juega tu papel p2
11: Más dulce que la sangre
12: Una vez mordido, dos veces tímido
13: El diablo está en los detalles
14: La ignorancia es felicidad
15: La familiaridad engendra desprecio
17: La fortuna favorece a los audaces
18: Un nuevo comienzo
19: Entre la espada y la pared
20: Algo ganado
21: Siempre es más oscuro antes del alba
22: El experimento perfecto
23: Sanando
24: Lo siento pero no lo siento
25: El desacuerdo
26: No luches contra monstruos, para no convertirte en uno
27: Si miras el abismo, te devolverá la mirada
28: Dos son tan malos como uno
29: Un vistazo de dicha
30: Un disparo
31: La venganza es un monstruo con apetito
32: Trato con el Diablo
33: Una elección
34: Una despedida
35: La Ceremonia
36. Madre
37. Recuerdo
38. Hay nubes en el horizonte
39. La otra
40. Una introducción atrasada
41. Al fin nos encontramos
42. Una charla de animo... ¿tal vez?
43. Hablemos
44. Encuéntrame a mitad de camino
45. Una familia que caza junta, permanece unida
46: Pesada es la cabeza que lleva la corona
47: La vida solo puede entenderse del revés p1
48: La vida solo puede entenderse del revés p2
49: Estos placeres violentos tienen finales violentos
50: La única forma de deshacerse de la tentación es ceder a ella p1
51. Resístelo, y tu alma se llenará de anhelo de cosas prohibidas pt2
52: El tiempo cura muchas cosas, pero tiene poco efecto sobre la culpa
53: Hombres desesperados hacen cosas desesperadas
54. La tormenta siempre pasa
55: Yo me escondo, tú buscas
56: ¿Me seguirás a la oscuridad?
57: Pinta estos fragmentos de carmesí
58: Nueva Sangre

16: No termina hasta que el pájaro cante

1.2K 181 28
By Sabrichitason

—Madre Miranda. —Tu voz sonaba ronca por todos los gritos y las emociones acumuladas cuando te dirigiste a ella.

—Imagínense mi sorpresa cuando no recibí una invitación para esta pequeña cena suya —dijo la Madre Miranda, mirando alrededor de la habitación—. Entiendo su renuencia a que me una, pero no puedo evitar preguntarme por qué tanto secreto.

Alcina había retraído sus garras, un toque de vergüenza permanecía en su expresión mientras se alisaba el vestido. Siempre tan reservada y serena con la Madre Miranda. Después de todo, era impropio de una Dama de su estatura que la vieran actuando tan poco refinada. Madre Miranda esperaba de ella la perfección, dejando poco espacio para arrebatos como estos.

Heisenberg, por el contrario, se mantuvo erguido y desafiante bajo la mirada escrutadora de la Madre Miranda. No tenía amor ni miedo por la sacerdotisa. Se planteó la pregunta de por qué ella todavía lo mantenía cerca. Ella debe haber sabido desde hace algún tiempo que su prodigio se había estado alejando de la manada. Tal vez siempre ha sido sobre el control de la sacerdotisa.

—Madre Miranda, puedo explicar...

—¡Silencio! —Madre Miranda interrumpió a Alcina con tono hostil—. No deseo escuchar tus excusas.

La sacerdotisa dirigió su atención a Lord Moreau, quien se encogió en un rincón. Se estaba meciendo, los brazos acunando y frotando su piel de una manera tranquilizadora. No podía levantar la mirada del suelo para encontrarse con la de su amada Madre. Asustado y obediente como fue creado para ser.

—Gracias, Lord Moreau, por informarme sobre tal reunión —dijo la Madre Miranda en voz baja como si estuviera tratando de no provocar al hombre ya agotado—. Me has hecho sentir orgullosa, hijo mío.

Un sonido de alivio mezclado con tristeza escapó de los labios de Lord Moreau mientras lloraba abiertamente por la alabanza recibida de su deidad, su mundo, su madre.

—Tal vez fui negligente con mis instrucciones... —La Madre Miranda dio un paso adelante, sus ojos nunca dejaron los tuyos—. ¿Dónde está mi anfitrión especial? ¿Dónde está Sorina?

—Muerta —dijiste en un tono apático.

—¿Cómo? —cuestionó mientras sus ojos se lanzaban hacia Alcina, queriendo que la Dama del castillo respondiera.

—Yo...

—Yo la maté —saltaste.

—Niña, ¿qué estás haciendo? —Heisenberg murmuró.

—Lo correcto —susurraste de vuelta.

Madre Miranda deambuló alrededor de la larga mesa de comedor, deteniéndose una vez que estuvo directamente frente a ti. Ella levantó una mano, acariciando suavemente tu mejilla. Esa misma mano se deslizó lentamente por tu rostro hasta que agarró tu cuello con fuerza. Tanto Heisenberg como Alcina se lanzaron hacia adelante y solo se detuvieron cuando levantaste una mano en el aire. Las cejas de Madre Miranda se levantaron un poco ante sus acciones.

—¿Debo recordarles de dónde vienen? —preguntó Madre Miranda mientras apretaba su agarre alrededor de tu cuello—. ¿Han olvidado quién soy? ¿De qué soy capaz?

Los dos Lores detrás de ti dieron un paso atrás, pero aún podías escuchar el gruñido que retumbó a través del pecho de Heisenberg.

—¿No quieres saber por qué? —te ahogaste, con una sonrisa plasmada en tu rostro a pesar de la amenaza de perder el oxígeno que tanto necesitabas.

La sacerdotisa sonrió. —Nunca dejas de sorprenderme, Prudence. Incluso cuando miras a la muerte a la cara, el fuego en lo profundo de ti continúa ardiendo —dijo—. Eres más fuerte de lo que pensaba.

Madre Miranda retiró la mano e hizo un gesto hacia la puerta. —Camina conmigo —ordenó.

La seguiste de cerca, ignorando las súplicas y susurros provenientes de Heisenberg. No tenía sentido mentir sobre tus planes. No hay razón para correr y esconderse. Terminaste de jugar a fingir. Terminaste de huir de tus demonios.

Madre Miranda las había conducido a ambas al patio. El aire fresco de la primavera era una sensación de bienvenida en tu piel acalorada.

—Así que tú fuiste quien mató a Sorina. ¿Por qué? —preguntó.

—Era mejor que muera que se convierta en uno de tus experimentos sin sentido —respondiste encogiéndote de hombros.

Madre Miranda dejó escapar una risa oscura cuando comenzó a rodearte. —Jamás tuviste intenciones de ayudarme con un anfitrión, ¿verdad, Prudence?

—No —respondiste audazmente.

—Entonces, ¿cuáles eran tus intenciones?

—Matarte... —te detuviste cuando creíste ver una figura en la ventana mientras girabas hacia el castillo—. Me dieron una asignación de la Orden. Eras mi objetivo. Sigues siendo mi objetivo.

—¿Y Sorina?

—Una baja —dijiste con la mayor indiferencia que pudiste—. Una estratagema para que Lady Dimitrescu cumpla con mis demandas.

—¿Así que Alcina fue tu cómplice?

—¡No! Sorina era una táctica de intimidación, un chantaje, un seguro de responsabilidad civil —interrumpiste rápidamente—. Alcina no quería tener nada que ver con el plan. Ninguno de los Lores tiene algo que ver. Esta asignación era mía y solo mía.

—¿Pensaste que tendrías éxito en tu plan? —Madre Miranda cuestionó mientras continuaba rodeándote como un buitre—. Los aldeanos me adoran. Soy su única salvación...

—¡Eres un maldito cáncer! —escupiste—. Te estás propagando como el virus que se llevó a tu hija. Devorando todo lo que es bueno y excavando en lo más profundo. Enconando y pudriendo todo lo que tocas. Nunca has sido la salvación de nadie. Eres una plaga andante, nada más.

El rostro de Madre Miranda se oscureció. —¿Cuántos han muerto por tus manos, Prudence? ¿Cuántos han muerto a causa de la Casa Van Helsing?

—¡Nunca hemos cometido genocidio! Nunca hemos matado a menos que fuera necesario.

—¿Es eso así? ¿Qué hay de la gran horda de Strigoi que protege su nido que el ejército de tu padre masacró o la aldea llena de brujas que ayudaste a quemar hasta los cimientos bajo las órdenes de un consejo supersticioso? —preguntó, dejando de rodearte—. ¿Qué hay del pueblo que permitiste que los lycans asolaran, matando a gente inocente después de que tu amante fuera quemada en la hoguera por brujería? ¿Qué hay de Sorina? ¿La mascota de Alcina merecía morir en tus manos?

Tu cuerpo se puso rígido pero sacudiste la cabeza con furia. —¡No! No, esos eran males necesarios...

—Tú no eres tan diferente a mí, Prudence.

—¡No soy nada como tú!

—¿Creíste que no estaba al tanto de tu pequeño plan desde el principio? —preguntó casualmente, ignorando tus gritos—. ¿Crees que fui lo suficientemente tonta como para creer que una Van Helsing, un miembro jurado de la Orden, vendría a Rumania para ayudarme?

—Si lo supiste todo este tiempo, ¿por qué no intentaste detenerme? —preguntaste.

—Quería ver hasta dónde estabas dispuesta a llegar. Las cosas que estabas dispuesta a hacer, dispuesta a sacrificar —respondió Madre Miranda—. Quería ver tu verdadero yo.

—Entonces, ¿qué te impide matarme ahora? Ya sabes la verdad.

Madre Miranda dejó escapar una risa siniestra. —¿Qué te impide correr? ¿Por qué no me ruegas por tu vida? La mayoría lo haría.

—Prefiero morir de pie que vivir de rodillas, Madre Miranda.

Ella tarareó de acuerdo, trayendo una garra dorada a tu vena yugular. —No voy a matarte, Prudence, y tú no me vas a matar —afirmó con confianza, clavándote la garra en el cuello y sacándote sangre.

—¿Qué te hace estar tan segura de que no te mataré? —preguntaste.

Madre Miranda sonrió maliciosamente, apartando un mechón de cabello suelto de tu cara antes de llevar su garra ensangrentada a su boca.

—Soy la única que tiene la verdadera respuesta a tu pasado y quién eres —explicó mientras se giraba para mirar hacia el castillo—. También sé que eres especial. Lo supe desde el momento en que probé tu sangre. No eres una mujer corriente, Prudence.

—¡Estás llena de mierda!

Madre Miranda se rió entre dientes. —Eres un poco maníaca, niña.

—Y tú eres una bruja psicópata —respondiste—. Parece que todos tenemos nuestros defectos.

—No tengo motivos para mentirte, Prudence —te aseguró—. No te mantendría con vida si no me fueras útil y tampoco lo haría Alcina.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —preguntaste vacilante.

Por un largo momento, Madre Miranda pareció vacilar con una respuesta. —¿Creías que las hijas de Alcina deseaban conocerte y leer tus diarios por su interés? ¿O que Alcina se deshizo de su mascota por una grabación frívola?

Madre Miranda caminó lentamente hacia ti de nuevo, la sonrisa depredadora nunca abandonó su rostro. —¿Creías que Alcina tenía verdadero afecto hacia ti? ¿Qué te estaba manteniendo a salvo por su bien? No, querida niña. Todas estaban siguiendo mis órdenes. Aprender de ti, estudiarte para un propósito mayor. No podría permitir que te escaparas o te pusieras en peligro, no cuando eres tan valiosa para mí.

Sentiste que el aire abandonaba tus pulmones mientras te balanceabas ligeramente sobre tus pies. Miraste desesperadamente a tu alrededor para aferrarte a cualquier fuente de estabilidad. La adrenalina se disparó a través de tu sistema mientras te preparabas para arremeter contra Madre Miranda. Estabas temblando, la rabia te tragaba lentamente por completo.

Ibas a matar a esta perra aunque fuera lo último que hicieras.

—Tienes la oportunidad de ser parte de algo mucho más grande que tú. Puedo ayudarte a entender tu propósito, tu potencial. Como anfitrión, podrías...

—Vete al infierno —exhalaste bruscamente—. No tengo ningún interés en llamarte mami.

Intentaste dar un paso adelante, pero tus movimientos carecían de energía. Tropezaste, apoyándote contra la estatua del sacrificio.

Oh, la ironía.

Te deslizaste por ella, sentándote en el suelo y jalando tus rodillas hacia tu pecho. Inclinaste la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos por un momento. Podías escuchar sus pasos acercándose, pero tus ojos permanecían cerrados.

—Te daré tiempo para que reflexiones sobre esta oportunidad, un lujo que no le doy a otros —dijo Madre Miranda—. Has pasado muchos años huyendo de tu propósito y ahora es el momento de abrazar tu nuevo comienzo. Volveré pronto, Prudence. Espero una respuesta entonces.

No respondiste, permitiéndole irse con la última palabra.

Estaba tranquilo ahora, pero el profundo silencio que te rodeaba no hizo nada para traer paz a tu mente. Simplemente te sentaste allí, reproduciendo los eventos que condujeron a este mismo momento. Las palabras de Madre Miranda penetraron profundamente no por la intención maliciosa detrás de ellas, sino porque eran ciertas.

Fuiste derrotada en tu propio juego.

No estabas exactamente segura de cuánto tiempo pasó mientras estabas en el patio o cuándo Alcina se había unido a ti.

—Mi pequeña cazadora...

—Todo el tiempo supiste lo que Madre Miranda estaba planeando. —Una declaración tuya, no una pregunta.

—No me dejó otra opción —se defendió Alcina en voz baja—. Ella amenazó a mis hijas...

—Sorpresa, sorpresa —cantaste sarcásticamente.

—¿Qué quieres? ¿Que te diga que tenías razón? ¿Quieres una admisión de culpabilidad? ¿Una disculpa?

Permaneciste en silencio por un momento, tu visión se nubló con la aparición de lágrimas repentinas. Tus cejas se acercaron, tus hombros se curvaron hacia adelante y tu cabeza colgaba sin fuerzas.

—Cuando era niña, mi padre siempre me decía que los monstruos no sentían nada. No sentían dolor, ni tristeza, ni lealtad, ni amor. Son impulsados ​​​​solo por el instinto. Matan, comen y se multiplican. Dijo que matar a un monstruo no era diferente a sacrificar una vaca o un cerdo, sus vidas valían lo mismo que el ganado... —Hiciste una pausa y finalmente levantaste la cabeza para mirarla a los ojos—. Facilitaba la caza. Hizo que matar fuera más fácil porque en esta vida eres el cazador o la presa.

—¿Me consideras tu presa?

—No... nunca te vi así —admitiste—. Una parte de mí siempre se sintió atraída por ti, desde el momento en que te vi. Me imagino que lo consigues a menudo, dada tu belleza, tu confianza, tu aura. Doncellas ofreciéndote sus corazoncitos de cristal con la esperanza de que tú, a su vez, les des el tuyo.

—¿Es eso lo que me diste, mi pequeña cazadora? ¿Tu corazón de cristal? —Alcina preguntó en voz baja.

Te pusiste de pie, sacudiendo el polvo de tus pantalones antes de mirarla de nuevo. —Intenté darte fragmentos, milady. Pieza por pieza, con la esperanza de que pudieras enmendarlo. Verás, mi corazón fue destrozado hace mucho tiempo así que no tenía uno entero para ofrecerte. Sabía que podría ser un riesgo, sabía que solo podría terminar en dolor.

—Entonces, ¿por qué intentarlo?

Le diste una sonrisa triste. A pesar de la decepción, a pesar de las lágrimas que escaparon de tus ojos, a pesar del dolor en tu pecho, continuaste sonriendo. —Porque sentir dolor es mejor que no sentir nada.

Pasaste junto a Alcina y regresaste al castillo. Notaste que Heisenberg esperaba junto a la puerta y rápidamente te secaste las lágrimas.

—¡Niña, funcionó! Tenías razón sobre el monstruo idiota que abrió la boca y parloteó a Madre Miranda. Estuvo fuera el tiempo suficiente para que mis exploradores desenterraran algo en su laboratorio. La tenemos, Prue...

—Se acabó Heisenberg —le dijiste.

—¿Se acabó? ¿Qué quieres decir con que se acabó?

—Madre Miranda lo sabe todo —murmuraste—. Se acabó... he terminado.

—Vamos a resolver esto, Prue. Pensaremos en otro plan ahora que tenemos los diarios de Madre Miranda —sugirió Heisenberg mientras se frotaba la nuca con nerviosismo—. Podemos improvisar.

—No importa. Sé exactamente a quién quiere como recipiente.

—¿A quién?

—A mí. Ella me quiere... a mí... Heisenberg y tú me guiaste directamente hacia ella —dijiste, con la voz ligeramente quebrada.

—¡Te lo juro, niña, no tenía ni idea!

—Lo sé —lo calmaste con una mano tranquilizadora sobre su pecho—, pero los otros Lores sí.

Heisenberg agarró su martillo con fuerza, los músculos y las venas se tensaron contra su cuello.

—No es su culpa, Heisenberg. Madre Miranda sabe que cada uno de ellos puede perder y lo está usando en su contra. No estoy enojada con ellos, solo conmigo misma... —dejaste de hablar cuando viste a Bela, Cassandra y Daniela de pie detrás de Heisenberg. Las tres parecían sorprendentemente arrepentidas, Daniela más que sus hermanas. Volviste tu atención a Heisenberg, palmeando su pecho—. Yo... creo que estoy lista para irme a casa ahora.




Continue Reading

You'll Also Like

518K 53.2K 133
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
1M 106K 143
1era y 2da temporada ♥️ Sinopsis: En donde Jimin es un Omega mimado y Jungkook un Alfa amargado, los dos se casan por sus propias conveniencias. ⚠️...
112K 4.5K 32
𝐨𝐧𝐞 𝐬𝐡𝐨𝐭, +16, 𝐜𝐮𝐭𝐞 todos los personajes son mayores de edad todos los personajes le pertenecen a Haruichi Furudate <3
608K 81.4K 46
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!