La Dama y su Cazadora

6: La reunión

Nunca te gustaron las grandes reuniones, celebraciones o encuentros. Durante estos eventos, pasarías el tiempo soñando despierta o deambulando sin rumbo, buscando algún tipo de alivio de tu aburrimiento. Nunca fuiste elegante o bien hablada en estas situaciones. Eras contundente, de habla rápida y contabas chistes morbosos que a muchos les desagradaban. Tu madre, en cambio, podía dominar una habitación con poco esfuerzo. Ella era diplomática donde tu padre era embrutecedor. Era empática donde tu padre era frío. Ella fue amada donde tu padre era temido. Su nombre era Valentina de la Casa Balsamo antes de casarse y tomó el nombre de Van Helsing. Tu madre provenía de una familia noble pero humilde. La Casa Balsamo tenía conexiones de larga data tanto con la Casa Van Helsing como con la Casa Heisenberg. La familia Balsamo era extremadamente rica e invirtió financieramente en la armería Van Helsing y la fábrica Heisenberg. Tu madre y tu padre se conocieron en un baile que se realizó para celebrar la alianza de sus Casas, ambos se enamoraron instantáneamente y se casaron al cabo de un año. Tu madre tenía dificultades para concebir y pasarían otros cinco años antes de darte a luz. Tu padre quería llamarte Colette, lo que significaba la victoria del pueblo. Tu madre se negó rotundamente y declaró que tu nombre era Prudence, lo que significaba buen juicio. 

A los doce años, fuiste presentada a la Orden para enfrentar un juicio sobre tu competencia como cazadora novata y tu potencial para convertirte en una fiel servidora de la Orden. Cualquier Van Helsing que el consejo consideró que estaba listo para servir fue sacado de su hogar familiar y colocado en una institución preparatoria durante tres años. Transcurridos esos tres años, fueron llevados nuevamente ante la Orden para su sentencia definitiva. Un Van Helsing que tuvo éxito fue ungido, equipado con dispositivos para luchar contra seres sobrenaturales y enviado a cazar. Rápidamente ascendiste de rango en la institución preparatoria y llamaste la atención de la Orden y las casas nobles. Tu padre recibió elogios y reconocimiento por criar a una cazadora tan fuerte. Pronto te convertiste en su orgullo y uno de los mayores logros de su vida, al menos en público.

—Mi hija, Prudence Van Helsing.

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—Prudence Van Helsing —respondiste, tu voz resonando en la habitación ahora silenciosa.

Los músculos de tu estómago se tensaron y tu mano agarró el extremo de tu espada. Esperaste a que Madre Miranda hablara, pero ella permaneció en silencio mientras te observaba, atentamente, mientras el resto de los Lores en la sala miraban.

—Da un paso adelante —ordenó en un tono sensual—. Quiero verte claramente, Prudence Van Helsing.

Angie te soltó a regañadientes y tus piernas se movieron por sí solas mientras te acercabas a la sacerdotisa. Te detuviste ante los dos escalones y la miraste osadamente a los ojos. Esta mujer fue culpable de crímenes atroces contra la gente de este pueblo y serás condenada si te acobardaras ante su mirada.

Madre Miranda se llevó una mano a la cara y lentamente se quitó la máscara dorada. Las plumas se deslizaron de su cuerpo mientras se extendían en alas negras alargadas. Se te cortó la respiración cuando finalmente pudiste ver su apariencia completa. Era hermosa. Dio un paso adelante mientras extendía la mano y agarraba tu barbilla firmemente entre su dedo índice y pulgar. Te acercó más, haciéndote tropezar un poco, e inclinó tu cabeza de lado a lado mientras sus ojos escaneaban tu rostro. Con su pulgar cubierto de garras doradas, abrió un lado de tu labio inferior. Instintivamente agarraste su muñeca con fuerza y ​​la apartaste. Madre Miranda gruñó antes de inclinarse hacia delante y pasar su lengua por el corte. Su lengua era cálida y húmeda mientras recorría tu herida, sumergiéndose una vez entre tus labios cerrados antes de apartarse. Soltaste su muñeca y usaste el dorso de tu mano para limpiarte la boca. Miraste como ella movía su lengua contra el interior de sus mejillas, saboreando tu sabor a fondo.