YO NUNCA |BL|

Od CazKorlov

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Un chico que ve espíritus y un fantasma malhumorado deberán trabajar juntos para descubrir al asesino que les... Více

|Reparto|
|Nota de autora|
|Epígrafe|
0| Besé al hermano de mí ex
1| Encontré un cadáver en el baño
2| Gusté de los gemelos Florencio
3| Fumé en el colegio
4| Me cagué a trompadas con alguien
5| Malviajé con Enzo Florencio
6| Me desmayé por ver sangre
7| Quemé la comida por un mensaje
8| Volví con mi ex
9| Discutí con un fantasma
10| Lamenté su muerte
11| Allané propiedad privada
12| Creí en los monstruos
13| Besé a un chico en un antro
14| Provoqué a un criminal
15| Rompí una promesa
16| Infringí la ley
17| Resistí la tentación
18| Fui el reemplazo de alguien más
19| Disfruté el carnaval
20| Tuve respeto por los muertos
21| Sentí celos cuando no éramos nada
23| Acepté la ayuda de un fantasma
24| Gasté mis ahorros en caramelos
25| Mentí por una causa honesta
26| Lo volvería a intentar
27| Creí en los cuentos de mamá
28| Me metí a un frigorífico
29| Le tuve miedo a los fantasmas
30| Salí del clóset de cristal
31| Salvé a un amigo
32| Quise saber la verdad
33| Observé la oscuridad
[Especial] Festejé año nuevo
34| Visité el limbo

22| Fui suficiente para vos

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Od CazKorlov

Sentí su respiración golpearme la piel.

—Tú no aprendes, ¿verdad?

Sus pupilas se afinaban más con cada paso que daba y como si tirara de un hilo, la herida en mi brazo empezó a palpitar.

«Mierda».

Había bajado la guardia, me descuidé un segundo y ahora sentía que si movía algún músculo de forma brusca ese rubio con porte de animal me iba a hacer más que un simple rasguño. Me paralicé en mi lugar, tal vez sí había empezado a volverme loco.

—Kevin, ¡qué alegría verte! —Enzo me alcanzó con tanta rapidez que las piernas me temblaron del alivio. Posó su mano en mi hombro e imitó la sonrisa del extranjero—. ¿Por fin cortaste la correa de tu dueño? Rawr —Torció la muñeca como si fuera una garra, al muchacho de chomba rosa no le hizo gracia.

Traté de controlar mi nerviosismo bastante seguro de que escuché un gruñido salir de su garganta.

Keep your prey under control, Florencio. —Su aura crecía con cada palabra—. Or I will do it for you.

Sentía que iba a aplastarme.

—Uy, a ver en español. —Colocó una mano en su oreja y su boca llena de piercings formó una O completa a tono con su burla. Sin embargo, el aroma a flores que el teñido tenía naturalmente se pudrió, revelando una violencia que nunca había sentido antes.

—No estoy jugando. —El rubio clavó con fuerza los dedos en el marco de la puerta junto a mi cabeza, y fue entonces que noté el filo del cuchillo en la mano de Florencio.

—Yo tampoco, Mckannon —siseó, y sus dedos cavaron en mi hombro—. Estoy cansado de que se metan en mis cosas, ¿sabés? —La frialdad de su voz me hizo estremecer—. Mejor ocupate de tu culo, y el de tu novio. —Con un movimiento ligero de sus dedos el arma desapareció y la sonrisa volvió a su rostro—. Si es que te deja.

El rubio le enseñó los dientes con gesto herido como un felino, pero el timbre de la sala lo interrumpió y decidió que era mejor empujarnos a un lado para ver quién era.

—¡Por fin vino un pibe de verdad! Tanto trolo me iba a transformar en homosexual. —Se quejó Bruno tras observar a través de la mirilla de la puerta, con un vaso de fernet con gaseosa en la mano.

Enzo se escabulló con rapidez a la cocina, dejándome en shock.

—¡Bruno! —Julián siguió a su amigo, y dio una vuelta completa chorreando un poco de líquido de su bebida en el suelo —. ¡Fua, Kevin, no sabía que también estabas acá!

El muchacho se detuvo al ver al pelirrojo agitado pararse en la puerta y frunció las cejas rubias.

—¿Kiki?

«¿Kiki?»

—¡Julián! —Alanis le reclamó al otro por el enchastre.

Ezequiel atravesó el umbral, chocó contra su amigo de forma abrupta y tras un suspiro de alivio acunó su rostro con ambas manos, acercándose hasta que sus narices casi se tocaron.

—Te busqué por todos lados, pedazo de imbécil. —El murmullo afligido que salió de su boca me dio vuelta el corazón y me llenó la garganta de amargura.

«¿Por qué dejas que los demás noten que te importa?»

Por primera vez, entre los brazos de mi ex mejor amigo, vi a esa bestia dar una muestra de una emoción genuina: La sorpresa.

«¿No te das cuenta de que te estamos mirando?»

No podían escapar de nuestros ojos abiertos de par en par, era como si transcurriera en cámara lenta la esperada escena de la película en la que los amantes trágicos al fin se confiesan su amor.

El canto rítmico de Enzo que llegó desde la cocina la interrumpió.

Yo quiero azotarte, domarte, pero lo malo es que te gusta. Castigarte por tu mala conducta, oh no, no, castigarte por tu mala conducta, oh no, no... —Se detuvo en el borde de la isla al captar el silencio y alzó la cabeza a través de los mechones blancos que le cubrían la cara para encontrarse con los ojos de su gemelo—. Ay no, no chicuus. —Chasqueó la lengua e hizo un berrinche infantil—. ¿Quién carajo invitó al hijo de puta de Ezequiel?

—Yo lo hice, ¿qué tanto? —Milagros salió del baño con rapidez, y jaló la manga del suéter del pelirrojo que empezaba a ponerse colorado, noté la seña que le hizo a Kevin para que la siguiera—. Bueno equis, juguemos al juego de la botella chiquis.

Cielo se aferraba a la cintura de Bruno para que no se cayera a la mierda y dejaba que él le comiera la oreja con alguna estupidez. Otro vistazo al ceño fruncido de Julián me dijo que él también se concentraba bastante en aquello como para protestar por la pésima idea de Milagros.

Una sola mirada amenazante de Miranda marcó la mayoría para mí. Sus pupilas parecían dos aureolas oscuras mientras perseguía las luces que proyectaban estrellas en las paredes y hacía brillar las pegatinas en el techo de Alanis.

Todos nos sentamos en una amplia ronda dentro de su pieza. Me enfermaba el hecho de que yo solo parecía ver la manera en la que Kevin se había puesto a reparar con alegría en las pecas del rostro de Ezequiel y se las había ingeniado para que el pelirrojo se sentara entre sus piernas abiertas.

Justo frente a mí.

—Las reglas son fáciles —mencionó la rubia de camisón blanco de tiritas a mi lado, se recogió el cabello en una pulcra coleta que hizo brillar el rosario dorado en su cuello, y vació lo que quedaba de la botella de vodka en su garganta antes de dejarla en el centro de la ronda—. El que no besa se queda afuera. —Sonrió.

—¿Quién empieza? —preguntó Julián, jugueteaba con la tira de su buzo hippie dentro de la boca.

—Ahora que hablaste, vos, mi rey. —Delante de él Enzo curvó los labios antes de fumar una calada de su cigarro—. ¿Harías los honores?

A esta altura el humo formaba una nube de vaho sobre nosotros, y seguro que Alanis no iba a poder quitarla tan fácil, pero estaba demasiado ocupada en su licuado de ananá con vodka como para preocuparse por eso.

Agité la lata de cerveza vacía en mi mano y le dediqué una mirada irritada al peliblanco antes de ver la botella girar de una manera que me resultó casi hipnótica. Reprimí una mueca, los primeros señalados por la misma habían sido Bruno y...

Miranda.

«Ugh»

—Uy, la loca. —Julián se partió de la risa y la rubia de cabello enrulado le tiró una almohada, pero me la contagió al ver el gesto de terror del castaño alcoholizado que empezaba a asimilar lo que eso significaba.

Su amigo comenzó a silbar de forma ruidosa al ver que ella gateaba con lentitud hacia él. Se le acercó tanto que el muchacho no tuvo tiempo de retroceder, se vio obligado a aceptar su destino esperando que la tortura de tener que besarla terminara de una vez. Hasta que se rozaron sus narices y una sonrisa lobuna se extendió por el rostro angelical de ella, un instante después estiró su chicle baboseado y se lo pegó en toda la jeta.

—Si querés repetir me avisas, Brunito. —La rubia le lanzó un beso volviendo a su lugar frente a las arcadas del otro, que terminó yéndose al baño a vomitar.

—Te re fuiste al pasto. —Como era de esperarse Cielo también quedó fuera del juego al irse a ayudarlo.

—¡Bueno! —Milagros aplaudió satisfecha—. Dos menos.

—¡Bue, eso no se vale! —Se quejó Julián con las piernas cruzadas.

—¿Vos también querés, pendejo? —Gruñó Miranda, su violencia dilatada por las drogas, y giró la botella en lo que Milagros le metía otra golosina a la boca para calmarla.

El movimiento se ralentizó, a mi derecha capté la mueca agrandada de Enzo convertirse en una sonrisa completa apenas la botella señaló a Julián.

—Ay no, es un chabón, ¿no podés tirarla otra vez? —soltó el aludido mordiéndose la uña del pulgar.

—Ya sabés las reglas, Juli —susurró Milagros sin poder contener la emoción brillante en sus ojos.

Él sacudió la cabeza, su cabello se veía más claro bajo las luces, y tenía un ligero subtono rojizo que se complementaba con el colorado de sus mejillas llenas de lunares.

—Yo no soy gay —siguió inseguro.

—Bue, yo tampoco —Enzo se acercó hacia el centro de la ronda con el ligero tintineo de sus cadenas—. Soy bisexual. —Se pasó la lengua por los dientes de arriba y le ofreció la mano.

Me miraba a mí.

Presioné la mandíbula.

—Ya fue, Julián, esto se queda acá —dijo Alanis embotada por el alcohol—. Aprovechalo —soltó con una pequeña risa contenida.

—Eso, rey, estrenalo. —Miranda le dio un golpe a Enzo—. Julián, no seas cagón —siguió la rubia cual Cupido—. ¿Pensás que un solo beso te va a transformar?

—No es eso, no...

—Déjenlo en paz si no quiere —intervino Ezequiel con un gesto de amenaza hacia su gemelo.

—Kiki tiene razón, Juli, hacé lo que sientas, pero no seas un cagón como otros —ladró el teñido de mierda, y creí estar alucinando le había dado la razón a su hermano.

Su gemelo puso los ojos en blanco y yo traté, en serio traté de contenerme.

El centro de atención frunció el ceño al sentir que el grupo de hienas atacaba su frágil hombría, y se tomó el resto de su vaso de cerveza de un trago antes de desplomarse sobre sus talones delante de Enzo, resignado a compartir el mismo aire que él. Señaló su pecho, como si quisiera demostrar algo.

—Un pico nomás. —Su gesto era completamente serio, a pesar del rojo que rápidamente también tiñó sus orejas. Enzo alzó ambas manos en señal de rendición.

—Tranquilo, no te vas a arrepentir. —Como si quisiera redoblar la apuesta, se puso un cuadro de colores en la punta de la lengua. Julián miraba hacia abajo, se fijaba en cómo se movían sus labios—. Yo te doy los que quieras, Rome...

Sin embargo, la boca de Julián lo interrumpió al ritmo de los vitoreos que se alzaron a su alrededor, se aferró a su chaqueta de cuero sintético, y el teñido reaccionó un poco tarde por la sorpresa de lo que definitivamente no era un simple "pico".

Florencio lo siguió de una forma hambrienta, le envolvió la nuca con la mano, e hizo que separara los labios a medida que los dedos llenos de anillos se internaron el cabello claro del pibe con olor a sahumerios.

—¡Ah, bueno! —dijo Milagros.

—¡Le metió la lengua hasta la garganta! —reía Alanis, hizo que mi rostro comenzara a calentarse.

En medio del trance reconocí el truco del ácido y sentí cada uno de sus movimientos como si los estuviera haciendo conmigo.

Clavé las uñas en mi palma.

Miranda chifló cuando Enzo se alzó sobre sus rodillas en medio del beso, envolviendo al otro por la cintura para jalarlo más cerca, y Julián se arqueó de manera casi inocente para hacer que encajara perfectamente con la altura de mi chico.

—Tremendo lavaje de estómago le está haciendo.

—¡Uy, qué envidia, yo también quiero! —Se quejó Milagros.

Me sentí como un imbécil por pensar que iba a poder soportarlo, y me encontré con los ojos de Enzo repasándome con algo parecido a la diversión que le daba aprovechar cada mínima oportunidad que tenía para castigarme.

Por no hacer lo que quería.

—Yo no juego más —solté levantándome.

Necesitaba huir.

«Cobarde».

Pasé por la puerta cerrada del baño en donde escuché los susurros de Cielo junto al llanto aislado de un Bruno, y me precipité a la cocina.

Me apoyé en la mesada fría para respirar, el aire que entraba por la ventana abierta enfrió mis mejillas, y me di cuenta de que quería llorar, reventarles la cabeza a esos dos, pero era tan inútil y miedoso que no podía hacerlo.

Al final, él tenía razón.

Lo que había empezado como un simple juego entre nosotros dos hizo que me diera cuenta de que yo no tenía la necesidad de fingir a su lado. Él había reclamado cada parte de mi vida como si yo le perteneciera desde el principio y el dolor en mi pecho me decía que así lo quería.

Encajábamos.

Sin embargo, lo quería tanto que enmudecía cada vez que planeaba decirlo en voz alta.

«Yo nunca fui suficiente para vos».

Deseaba estar solo, no esperé que alguien me siguiera y menos el sonido de esa voz que ardió en el aire por el resentimiento que guardaba en ella.

—Jodete, vos te lo buscaste.

Al girar la cabeza me encontré con su copia barata de hombros anchos a mi lado, recargado contra la encimera, ni siquiera se tomaba la molestia de mirarme, yo no parecía ser lo suficientemente importante.

—¿Qué mierda buscás acá? —gruñí con torpeza, enojado conmigo mismo por lo minúsculo que me hacía sentir su sola presencia—. ¿Te importa?

Una sonrisa irónica se formó en su cara.

—No me importa —dijo, pero se pasó una mano por el pelo cobrizo oscuro en señal de frustración.

Más vitoreos desde la pieza de Alanis llenaron el silencio, y ahogaron la posibilidad de obtener la otra respuesta. Sin embargo, él no se movió de su lugar. Tardé en darme cuenta que el humo del tabaco encendido ascendía de entre sus dedos, el cigarrillo se consumía en cenizas que parecían colmar mis pensamientos.

Reconocía esa falsa cara de enojado que ponía cuando cavilaba alguna idea en su cabeza. Sus cejas formaban una curva descendente que iba hacia el centro de su nariz llena de pecas.

Al final chasqueó la lengua, y dejó el cigarro encendido al borde de la bacha para lavar platos antes de ir a abrir la heladera.

Sin poder evitar el impulso lo agarré, apoyé mis labios en él y fumé una calada, era de menta.

Sabía a violencia.

—Yo te advertí que mi hermano era un desviado sin remedio y no quisiste escucharme —empezó con tono condescendiente al advertir el cigarrillo entre mis dedos, todavía le seguía molestando que tocaran sus cosas—. Es tu responsabilidad lo que te pase después de seguir el juego que él empezó solo para molestarme.

El humo se atascó en mi garganta.

—¿Molestarte? —Tosí, fingiendo demencia—. ¿Vos te pensás que sos el centro del universo, Florencio?

Él se encogió de hombros sin inmutarse.

—No es necesario ser muy inteligente para darse cuenta de que solo te usa, a este punto es al pedo que te ofendas por eso.

Bien. Eso me hizo reír.

Me reí en su cara. Me hizo sentir cálido saber que a pesar de los años la brutal sinceridad que me había hecho confiar en él desde el principio seguía ahí, la diferencia era que ahora estaba en mi contra. Me observó como si no tuviera caso discutir conmigo y me dio la espalda, yéndose de la cocina.

Se me escapó una risita en cuanto alcé la voz sobre la música.

—No tenés cara, Kiki.

Se detuvo en la entrada y se volteó lentamente.

—¿Qué?

Alargué el momento hasta el límite de su irritación, llevándome el cigarro a los labios. Sentía una satisfacción enfermiza por tenerlo esperando ahí.

—Lo de desviado, lo decís por experiencia, ¿no? Todos vimos el numerito que hiciste hoy y si le sumamos el que grabé en la fiesta de Halloween, uff, ese fue mucho más... explícito. —Sonreí apenas comenzó a caminar hacia mí y temblé de anticipación al percibir los músculos de su garganta tensarse—. Capaz hasta a alguien podría interesarle verlo.

«Vos no cambiaste nada».

«Yo sí».

Ya no me importaba mentir con tal de borrarle ese gesto de superioridad de la cara.

—Ni se te ocurra hacer nada, lo digo por tu bien —murmuró, sentí un ligero déjà vu al distinguir las venas de su brazo.

—En realidad me preguntaba si ahora que te comiste a ese rubio maricón... —Me mordí el labio para contener una risa frente al sonrojo que subió por su cuello—. ¿Ahora vas a huir de él como lo hiciste conmigo?

Tenía la teoría de que la verborragia ácida era mi habilidad, y lo que me iba a matar al final.

Un parpadeo después la altura de mi ex mejor amigo se cernía sobre mí, y el aroma a su perfume caro invadía mis fosas nasales, pero de una forma diferente a aquel día antes de que se fuera del país.

Me empujó contra la mesada, y sentí sus dedos clavarse a los costados de mi mandíbula hasta que una punzada de dolor estuvo a punto de hacer caer el cigarro de mis labios.

—Callate, callate, callate. —El odio le hacía presionar los dientes y marcaba las venas de su cien.

—¿Amenazarte es requisito para que elijas tomarme en serio, Ezequiel? —balbuceé al límite, mis ojos comenzaron a lagrimear—. Porque no tenés ni idea de lo que soy capaz de hacer.

—Siempre te tomo en serio, por eso trataba de ser gentil con vos, advirtiéndote sobre mi hermano. —Ignoró por completo el calor extremo del cigarro encendido que estaba a punto de presionarse contra su cara—. Pero sos muy estúpido si crees que podés meterte conmigo sin hacerte cargo de las consecuencias. —El brillo febril de sus ojos verdes se tornó borroso y creí ver sus pupilas temblar—. Si abrís la boca sobre algo de esto te voy a hacer mierda, Rodríguez, decime que lo entendés.

Un miedo monstruoso se asentó en mi estómago, tan asfixiante que ni siquiera pude registrar si dije algo más. Clavaba sus garras en mi columna y me gritaba que corriera lejos, aunque mis extremidades no fueran a responder.

—Voy a asumir que esto es un sí —dijo, limpiándome la lágrima que se deslizaba por mi mejilla, y me quitó el cigarro de los labios—. Y tendrías que dejar de fumar, te va a hacer mal.

Me atraganté con el humo que lanzó en mi cara antes de desaparecer, como si nada hubiera pasado.

El timbre de la casa sonó por segunda vez.

—Hijo de puta. —Tosí, tratando de volver a respirar con normalidad.

El sonido volvió a retumbar dentro de mi cerebro varias veces, pero entre el volumen de la música y los gritos que salían desde la pieza que nadie se dio cuenta.

Mierda, ¿no había nadie lo suficientemente consciente como para responder al delivery? Yo no pensaba hacerlo.

Abrí la canilla y me lavé con fuerza para borrar el rastro del toque de Ezequiel. Mientras daba vueltas por la cocina buscando algún trapo para secarme, noté una silueta oscura que se deslizaba del lado de afuera del patio de Alanis.

Al principio pensé que había flasheado mal, pero luego el mosquitero se abrió lentamente para dejarle pasar por la ventana con el silencio aislando cada uno de sus movimientos.

Movimiento que interrumpió apenas se encontró con mi mirada desencajada

—No jodás. —Abrí la boca con el grito a punto de escaparse de mi garganta.

—¡No, no no! ¡No grites! —El extraño se precipitó hacia adelante y me tapó la boca con la palma áspera, sentí la frialdad de la joyería, junto al olor a humo asfixiante.

Me paralicé al ver el fino delineado de sus ojos oscuros, y los tatuajes.

Yo lo conocía.

Retrocedí y cualquiera habría perdido el equilibrio, pero no él. Se deslizó con ligereza lejos de las sombras, lo que me dejó distinguir las delicadas líneas de tinta negra que comenzaban en sus dedos flexionándose, y parecían seguir el mismo patrón de las venas en sus brazos, perdiéndose dentro de las mangas de su camiseta de Black Sabbath.

Los mismos terminaban enlazados a las plumas del cuervo demasiado realista que envolvía las alas alrededor de su garganta.

—Gracias por no gritar. —Se quitó la media melena azabache de la cara y me percaté del lunar de cabello claro, casi blanco que enmarcaba su gesto amable—. Hace frío para dejarme tanto tiempo esperando afuera ¿sabés? —Gesto que se perturbó por el esqueleto de la serpiente que atravesaba su párpado derecho.

Tener al jefe de los cuervos tan cerca por primera vez hizo que mi piel se erizara.

—Voy a llamar a la policía —balbuceé sin pensar.

«¿Qué mierda, Danilo?»

Él rió y extendió la mano, tenía otra calavera de animal muerto tatuada en el dorso. Una cabra esta vez.

—Creo que no nos habíamos presentado antes, vos sos uno de los amigos de la escuela de Enzo ¿no? —Una chispa encendió sus ojos mortalmente tranquilos, e hizo que cada parte de mi cuerpo se tensara ante la amenaza—. Soy Jonathan.

|✝|✝|✝|

—Dani.

Escuché mi nombre a lo lejos, parecido a un eco susurrado desde algún lugar en el fondo de mi cerebro. La nostalgia me envolvió y traté de alejarme, pero unas manos me apretaron los brazos sobre la ropa, reteniéndome en mi lugar.

Me quejé entre dientes.

Sentí su toque ascender por el resto de mi cuerpo con una suavidad que me desarmó, hasta que cubrió mis hombros y tocó mi cabello, evitando el contacto directo con mi cuello.

—Danilo. —La determinación en su voz hizo que me tranquilizara solo un poco.

Apoyé la mejilla sobre una superficie plana y acolchada parecida a una almohada, e inhalé el fuerte aroma a lluvia que cargaba, se mezclaba con uno más suave, y fresco.

«Menta».

Parpadee lentamente a medida que la bruma del sueño se desvanecía bajo el ritmo de una respiración hueca, vacía.

«Superficial».

Sin corazón.

—¿Ya estás despierto? —Ezequiel se aclaró la garganta, y alcé la cabeza de repente para encontrarme con sus ojos verdes, observándome desde arriba, más allá de lo que yo podía permitirle y el calor me subió por todo el cuello—. Pensé que tu sonambulismo se había ido —comentó fríamente, apenas me separé de un violento empujón.

De no ser por su agarre me habría caído al suelo.

—Dios. —Me refregué la cara y me deshice de su toque de forma brusca, buscando estabilidad física para acomodar mi caos mental—. Mierda, mierda. —Di una vuelta sobre mí mismo y mi cerebro medio perdido en el sueño notó imágenes sueltas, las manos de Enzo, su cuchillo, Ezequiel entre las piernas de Kevin, cadáveres de animales y...

Jonathan.

Podía oler el fuego dentro de él.

Las sirenas de bomberos me taladraron el cerebro. Alcé la cabeza hacia la sombra silenciosa que se posaba en el cable de la luz sobre mi cabeza.

Un cuervo.

—¿Dónde...? —Mi espalda chocó con una reja, y Ezequiel confirmó lo que yo ya empezaba a notar.

—El frente de la casa de Alanis.

—Puta madre, lo que faltaba. —Estiré mi cabello con frustración—. Volver a caminar dormido, Dios mío.

—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —Creí ver la preocupación tensar la mandíbula de Ezequiel, al igual que los músculos bajo el suéter y no pude evitar recordar la calidez de sus brazos rodeándome, junto al susurro de su voz.

—Ah sí, de maravilla, no sabés —grazné. Sacudí la cabeza, fue un mal momento para recordar a su hermano tocándome—. Obvio no, tarado ¿te pagan?

Alzó una ceja y su expresión cambió.

—¿Qué soñaste?

—Nada. —Apoyé la cara en el metal de la reja en lo que ordenaba mis pensamientos, sentía el cerebro hecho un nudo.

—No me mientas, Rodríguez, te conozco —insistió, acusador. La mención de mi apellido en su boca marcó mis prioridades de forma errónea, y no contento con eso trató de acariciar uno de mis rizos con los dedos—. Te estás sonrojando.

De repente, el magnetismo que había entre nosotros me pareció demasiado surreal.

Me volteé un poco solo para mirarlo directo a los ojos, y noté la burla en el tinte de superioridad que teñía su rostro.

—A vos qué te pasa, ¿no te dieron cariño en casa? —Le pegué en la mano—. No me rompas las pelotas, Florencio, me acabo de despertar.

Percibí como sus labios se curvaron y chasqueé la lengua buscando un poco de aire limpio que no oliera a menta y lluvia.

«Carajo».

No comprendía bien el porqué de sus acciones, pero necesitaba distancia para poder pensar en no hacer estupideces. Me conocía, y ya sentía la boca seca.

—Pero no te quedes en modo planta —protestó el pelirrojo, cruzó los brazos sobre el pecho.

A la mierda, iba a aplicarle la ley del hielo.

—Danilo te escuché decir cosas dormido —dijo.

Cerré los ojos, exhalando por la nariz.

—Te levantaste y recorriste la casa —siguió—. Si me preguntás a mí, pienso que es normal que los trastornos del sueño vuelvan a afectarte si estás pasando por periodos de mucho estrés.

—Bue, ¿¡qué más!? —exploté y me exprimí las sienes para calmarme—. ¿Tu Wikipedia paranormal tiene otra cosa para agregar al diagnóstico general?

—Sí, sí tengo —siguió con su tonito condescendiente, y algo en la expresión de su cara, hizo que no pudiera dejar de mirarlo—. Sos un ordinario.

Lo peor era que tenía toda la razón.

Sonreí un poco y me moví el piercing de la boca con la lengua, sin quererlo me había dado la idea perfecta para hacerlo callar.

—Tuve un sueño erótico con tu hermano, ¿te doy detalles? —dije adrede, pero el asco no lo detuvo de avanzar en mi dirección con porte aún más demandante.

—¿Ah sí? ¿Nada más? —Me sostuvo la mirada sin parpadear, y el verde de sus ojos por poco atravesó mi determinación.

—Solo soy un adolescente, no hay más —remarqué, atándome el cabello. Se llevó una mano a la barbilla y entrecerró los párpados en mi dirección.

—En un momento abriste los ojos, me miraste y me dijiste que soy un hijo de puta, ¿eso también era para mi hermano?

Carajo.

Era peor de lo que pensaba.

—Mierda, no. —Me dejé caer con desgana a los pies de la enredadera que se pegaba a la pared de la casa—. Está bien —Miré hacia arriba y empecé a jugar con mis manos, arrancando el fino pasto del suelo—. Soñé con el día en el que le llamaste desviado a tu hermano y me amenazaste, dijiste que ibas a "hacerme mierda".

Ezequiel parpadeó, sentí en mi interior el momento exacto en el que todo el circo se esfumó y la culpa le cayó encima como un ladrillo.

—Lo sabía. —Me dio la espalda entre murmullos y la confusión se abrió paso en mí.

—¿Lo sabías?

Se volteó de repente con una mano en su pecho.

—Lo sentí. —Empezó a caminar nervioso, la frustración se arremolinaba en su ceño fruncido mientras negaba con la cabeza—. Te sentí soñando. —Volvió a acercarse y me levanté, contagiado de sus nervios—. Fue como... no sé cómo mierda funciona, pero no es la primera vez, tira de mí y es... intenso.

Me mordí la lengua para evitar soltar un quejido de la vergüenza.

—¿Sentiste todo?

Ezequiel paró y se me acercó tanto que su sombra cubrió la mía bajo la luz de la luna. Parecía enojado, pero lo conocía lo suficiente como para decir que en realidad estaba contrariado, no sabía qué decir, sus ojos revoloteaban de acá para allá en mi rostro, buscaba algo que ni siquiera yo sabía si tenía.

—Lo que te hice sentir esa noche —murmuró con arrepentimiento, retorciendo sus manos como cuando era un niño—. No está bien.

Mi corazón se estrujó.

«No».

Yo no me arrepentía de lo que le había dicho ese día.

No pude evitar querer rodearlo con los brazos, apoyar mi mejilla en su pecho otra vez y dejarle descansar la barbilla sobre mi cabeza. Deseando escuchar cómo su corazón se alborotaba o al menos hacia algo que me indicara que estaba vivo.

—No tendría que haber hecho eso, yo...

«Dios no».

Perdonarlo significaba enfrentarme a algo para lo que no me sentía listo y se me hizo un nudo en la garganta de solo pensarlo.

Creí que no podría respirar.

—Basta. —Lo interrumpí, pegándole en el hombro—. No seas tonto, eso no importa ahora. —Agité una mano, repentinamente enojado—. Y no es a mí a quien tenés que pedirle disculpas de todas formas.

Sabía que Ezequiel trataba de administrar su violencia y reducía el contacto físico cada vez que estaba cerca mío a menos que fuera estrictamente necesario, pero no podía mirarme de esa manera esperando que lo liberara de cargar con la culpa, porque yo siempre iba a perdonarlo en nombre de todos a los que había lastimado.

—Tenemos que parar a la persona que te asesinó antes de que mate a más gente —anuncié, señalándolo—. No podemos jugar a la ouija, ahora. Vayamos a lo importante.

—Andate a la mierda ¿querés? —Se corrigió con el ceño fruncido.

Su mirada se opacó, el brillo culpable en sus ojos fue reemplazado por la crueldad que me reflejaba, y me tranquilizó.

—No es como si vos fueras tan útil tampoco —soltó, su molestia en ascenso—. Si te la pasas tonteando, ¿te pensás que no me doy cuenta?

Su malhumor diario era más fácil de manejar.

—Tonteando y todo yo ya tengo a un sospechoso, Kiki. —Le di un ligero toque a su nariz con el dedo antes de rodearlo.

—¿Quién? —siseó a mis espaldas.

Traté de controlar mi respiración, para que no sintiera mi inquietud, pero el cuervo graznó y voló lejos de nosotros como si su trabajo ya estuviera terminado.

Y fallé en el intento.

|✝|✝|✝|

Buenas buenas, criaturas de la noche ¿Cómo están? Por fin puedo traerles nuevo capítulo, me disculpo por la tardanza, estuve haciendo tramites de la universidad y estudiando para un final que tendré en dos semanas, así que es probable que la próxima actualización se vuelva a espaciar un poco, por favor, no me abandonen como Kiki a Dani, POR FIS.

Bueno, es la santa hora de las:

||PREGUNTAS||

¿Les gustan las pijamadas? Me gustan cuando todos se ponen de acuerdo para ver una peli que no es de terror (me dan miedo)

¿Kevin necesita correa?

¿Cómo le pondrían al ship entre Kiki y Kevin?

¿Creen que Enzo hizo bien al defender a Dani? Mi beta le puso nombre al ship, "Denzo" y nada, les queda, par de tóxicos.

¿Reconocieron la canción de reggaetón viejo que canta Enzo?

¿De verdad esperaban que Miranda le diera un beso a Bruno?

¿Esperaban el "pico" entre Juli y Enzo? ¿Qué hubieran hecho en la situación de Dani al ver eso? ¿Piensan que su reacción estuvo bien?

¿Qué opinan de Kiki amenazas?

¿Les gustaría que Jonathan entrara por la ventana de su corazón? ¿Notaron sus tatuajes en el flashback? ¿Qué habrían hecho si ven a alguien así entrar de la nada?

¿Esperan su aparición en el presente de la historia? Esperenla.

¿Dani tiene instinto de supervivencia a esta altura?

¿Creen que Ezequiel cuida de Dani? ¿Cómo le dirían al shipp?

Hubo muchísimas pistas acá también, AAA, me pone nerviosa porque les veo super atentxs. En fin, si tienen teorías saben que siempre quiero escucharlas.

Espero que les haya gustado.

PD: Sí. La canción en multimedia representa a Julián.

PD1: Dejo en multimedia dos regalos de mis esposas que no podía esperar para mostrarles. POR FIN,POR FIN.

Dibujo de Jonathan precioso hecho por sadclown_ CON SU REMERA DE BOKITA.


Edit maravilloso de Jonathan hecho por LeluTheWriter, me encanta.

LOS AMO. LAS AMO.FIN.

Hasta me dieron ganas de hacerle un coso super chafa con imágenes representativas (véase el edit de abajo)

Ahora sí, nos leemos uwu

—Caz.

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