En medio del abismo

Від Kashmey

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Gray Village es el único reino restante, conocido como el abismo. Desde hace más de cien años han decidido in... Більше

Nota de las autoras
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Andrew's Rolling Stoned
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 - PARTE I
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Andrew's Rolling Stoned
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Mapa Gray Village
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25

Capítulo 6 - PARTE II

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Від Kashmey

Parte 2

ZARA

Sábado, día del baile.

6 A.M

Diosito santo, casi tuve una crisis esta mañana. El baile me tiene nerviosa, ni siquiera he podido comer. Sé que he actuado extraño, incluso yo me siento extraña. Las mariposas en mi estómago se convirtieron en aves gigantes, no he dejado de temblar. Imaginar a Andrew allí, bailando, viéndose tan perfecto hace que me sonroje.

Creo que los demás no han notado mi comportamiento, porque siguen comportándose como siempre conmigo. Me apresuro a tomar todas mis cosas, la caja con mis accesorios y salir a hurtadillas de la casa. A pasos apresurados me dirijo hacia el campo, en donde salen los primeros carros hacia el centro de Gray Village. Lo único bueno de vivir alejada del centro del bloque, es que vivimos cerca de la locomoción.

Saludo a todas las personas que ya están trabajando, quienes me sonríen amablemente. Me subo a una de las carretas de siempre, con aquel señor que le falta un diente y de sonrisa amable, llamado Hernán.

—¡Buenos días, señor!

—Buenos días mija, ¿cómo está?

—Bien, emocionada por el baile. —No puedo evitar sonreír— ¿Le quedó bien el vestido a su hija?

—Se ve como una princesa —dice de forma un poco extraña, es como un hablar cantado.

—¿Está feliz?

—Era todo lo que quería.

Se me escapa una risita de orgullo, porque sé que ellos no podrían haberse pagado eso, y mi antiguo diseño les hizo feliz. Podría bailar de la emoción.

Apenas carga algunos envíos y otras personas suben, él se ubica en el frente del carro y hace a los caballos tirar. El viaje es siempre el mismo, ver el bosque tupido, un poco tenebroso, luego el centro, pero por el camino externo, que rodea el bosque y así hasta llegar a la gran muralla que separa el centro del bloque.

Al llegar, me bajo antes, en la plaza central. Hay grandes estatuas que son preciosas, rinden honor a cada uno de los gobernantes de Gray Village. Todas las reinas son hermosas, y los reyes también, un poco parecidos a Andrew.

Avanzo rápidamente hasta el pequeño callejón que hay después de la plaza, en donde las casas son un poco más pequeñas y coloridas que las demás. Está todo tan limpio, tan precioso, que parece una pintura de alguien más.

—Buenos días —saludo con educación a algunos de los trabajadores que barren las calles.

—Señorita —saluda solo uno, de los cinco.

Sonrío incómoda y continúo. Lo mínimo que una espera es que saluden de regreso, siempre paso vergüenzas. Colette me diría que es mejor no saludar, pasar mirando un punto fijo y con el ceño fruncido, pero no puedo. Es mejor mostrar educación y saludar, aunque pase vergüenza siempre.

Me detengo frente a la casa de color crema en la que cuelgan telas en las ramas de los árboles y toco la campana. La puerta se abre de forma casi automática, dejándome entrar. Adentro todo es un asunto de moda, mujeres ya probándose sus vestidos, muchos probadores, muchos prototipos de vestidos, muchas pelucas, máscaras, todo. Saludo a todos con una gran sonrisa, ellos me saludan de regreso.

—¡Señora Ariadna!

—¡Oh, mi dulce Zara! —exclama.

Toma mi rostro entre sus manos y se acerca para dejar un sonoro beso en mi mejilla. La señora Ariadna es como la madre de la moda en Gray Village, se luce con cada diseño que crea, es increíble. Sus bonitos ojos azules se posan en la caja que llevo con mis cosas, luego en mi cabello.

—Uh, tenemos que arreglar ese nido de pájaros.

—De esto es de lo que le hablaba —digo en voz baja.

—¡Está bien, preciosa! ¡Todo tiene arreglo en esta casa! —mueve sus manos de forma exagerada y me da la espalda para comenzar a avanzar hacia el final de la casa— Sígueme, Zarita.

—¿Ya vió el producto final? Estoy orgullosa de este trabajo.

—Preciosa, irás a robar corazones a ese baile.

Aunque mis diseños no son tan extravagantes como los suyos, ella los respeta y siempre me da consejos para mejorar. Bueno, esa es la razón por la cual la realeza elige mis diseños por sobre los de ella, pero la señora Ariadna jamás ha parecido molesta por esto, al contrario, dice que prefiere seguir teniendo sus clientes fijos de la nobleza y su libertad para crear.

Llegamos al salón de peinados, donde ya hay cinco mujeres haciéndose sus peinados. Esta es la primera vez que yo me haré uno, quiero verme bonita, por fin Andrew parece estar dándome un poco de su atención.

—Blanquita, encárgate de mi Zarita bebé —le ordena— Quiere un peinado liso, cambia este nido de pájaros por glamour.

—De acuerdo, señora —Sonríe ella y me señala el asiento—. Comencemos.

Me ubico allí, y conforme pasa el tiempo, puedo ver mi desordenado cabello irse transformando en algo más liso. Finalmente, toma una sección de mi pelo y hace una coleta, dejando todo lo demás suelto, no sé qué hace después, pero sí puedo decir que me veo increíble. Cuando termina, noto que soy de lo más similar a una noble.

—¡Ay, me veo linda!

Blanquita se ríe y asiente tras de mí.

Una noche podré soñar que soy otra persona, en un mundo en el que sí pertenezco junto a Andrew, en donde sí merezco su atención y claro, en donde la podría tener por completo. Una noche podré soñar.

(...)

Las horas pasaron más rápido de lo que esperaba, aunque lo pasé muy bien en la casa de la señora Ariadna. Ahora voy tomada de su brazo, con mi vestido rojo, mi máscara roja y mi hermoso peinado. ¡Parezco una dama de la corte!

La señora, por su parte, va con un vestido muy extravagante, que dará más que hablar que el vestido de Colette. Por cierto, no me debo cruzar con Colette, ella me podría reconocer con sólo mirar mis ojos. Bueno, tal vez no, pero no me pienso arriesgar. De lejos ni siquiera sabrá que soy yo, porque no parezco yo.

Nos detenemos frente al gran salón, que está precioso. Las damas y los caballeros entran vestidos con gracia, elegantes, preciosos. Enderezo mi espalda.

—¿Estás lista, Zarita?

—Lo estoy.

Seguimos la fila para entrar al salón. Por protocolo, por no tener algún reconocimiento real de la corona, nos deben revisar, en caso de que llevemos algún tipo de arma o instrumento con el que podamos realizar algún daño a los integrantes de la corona. Lo único dañino que llevo son las ilusiones que tengo por Andrew. De hecho, él es el peligro, aunque un lindo peligro. Si me habla, yo podría simplemente desmayarme.

Al entrar, al fin, la señora Ariadna se queda atrás saludando a algunas de sus clientas. Siento todo mi cuerpo temblar a medida que avanzo por el centro, buscando cruzar aunque sea una mirada con Andrew antes del baile de medianoche. La orquesta, que está al final del salón sigue tocando un vals que creo reconocer, es de Tchaikovsky.

En la pequeña tarima, una figura alta llama mi atención. Lleva su traje, en el que trabajé, junto con una máscara gris con brillos rojos. Está hablando con unas personas que no conozco, sé que es un senador, claro, porque nosotros no podemos llegar hasta allá así como así, ya que está todo ese sector rodeado de guardias. En la parte baja debemos estar con nosotros. Doy unos pasos más, y él hace lo mismo, hasta llegar al borde de la tarima. Yo me detengo cuando él lo hace, sólo nos admiramos desde la distancia.

Ninguno puede romper con el protocolo. Ellos sólo bajarán para el baile de medianoche, el príncipe y las damas hijas de senadores. Él debe conceder una pieza a todas, rodeado por guardias. Los guardias formarán una pared que divida a todos los demás de su majestad y las damas. ¿En qué momento podremos bailar juntos?

Andrew lleva su mano derecha a su pecho. ¿Se siente mal? ¿Está enfermo? Quisiera acercarme y preguntarle, aunque en el momento no sea capaz de formular palabra alguna.

Otro senador llega y hace que Andrew se gire, rompiendo nuestro pequeño momento. Supongo que es a lo que me debo acostumbrar. Me alejo un poco del centro, hacia las grandes mesas con ponche que están en el sector de la izquierda. No bebo, sólo me quedo allí, viendo a las demás parejas pasar un buen momento.

Después de unas horas, escucho a una chica hablar emocionada de que quedan diez minutos para medianoche. Juego con mis guantes, sin saber qué hacer, o si podré ver al príncipe bailando con todas esas damas, sabiendo que tal vez... Hoy corteje a alguna.

¿Soy patética?

—Señorita, buenas noches —saluda una voz grave.

Me sobresalto, girándome hacia la gran figura que me observa desde una corta distancia. No lleva una máscara, está vestido con el traje de la guardia real. Lo reconozco por ser el guardia personal de Andrew, el señor Declan.

—S-s-señor —hago una reverencia.

Él sonríe.

—No se asuste, por favor —Con sus manos hace un ademán para que me tranquilice, pero me hace saltar—. Señorita, el príncipe me envió.

—¿E-el príncipe?

—Sí, quiere que le entregue esto.

—¿Disculpe?

De su traje saca un pequeño broche, distintivo de algunos nobles, cuando son familias aliadas a la corona. Él lo levanta un poco.

—Por favor, si le preguntan cómo lo consiguió, usted dirá que su tatarabuelo fue veterano de guerra.

—¿Eh?

—Ahora, le pido que me acompañe, que comenzará el baile de medianoche.

—P-pero...

Voy a entrar en pánico.

El señor Declan no me deja pensar demasiado, toma mi brazo con gentileza y me gira hacia el centro del salón, empujándome de forma leve para que avance.

—No entiendo —susurro.

—Su majestad le dijo que sea su acompañante para el baile, ¿no es así? —dice con cierta diversión—. Es lo que estamos haciendo.

Abro los ojos.

—¡Si me descubren iré a la horca! —chillo.

Si muero en la horca, Colette me revivirá y después me asesinará otra vez.

—Su majestad jamás se arriesgará así, señorita. Estoy a cargo de que eso justamente no suceda hoy.

—¿E-entonces?

—Confíe en su majestad, por favor.

Llegamos al centro, en donde ya se formó el muro de guardias. El último Waltz deja de sonar, luego viene el elegido por el príncipe en persona. Cuando vamos a cruzar el muro, uno de los guardias nos detiene, analizándonos con desconfianza.

—Ya están todas las señoritas nobles que se presentarán esta noche —dice él.

Declan se posiciona frente a mí, haciendo que el guardia mire hacia arriba.

—Falta una señorita, permíteme escoltarla.

—No se me informó que serían más. —Se asoma para observarme otra vez— Que se quite la máscara.

¡Me descubrieron!

¡Quiero llorar y rogar por mi vida!

—¿Te atreves a pedirle a una dama noble que se quite la máscara? —dice Declan, indignado en mi nombre poco noble— ¿Quién te crees que eres?

—Declan, sólo digo que...

—Yo estoy a cargo de esta sección.

—Lo sé, pero...

—No sólo estás cuestionando mi autoridad, soldado. Estás cuestionando la posición de una dama noble, de una familia estimada para la corona.

El soldado se pone recto. Mis piernas ya casi no me pueden sostener, en cualquier momento caeré de rodillas.

—Señor... —dice él.

Declan se gira hacia mí.

—Señorita, perdóneme por este inconveniente y me disculpo por lo que pediré a continuación, pero necesito que me entregue su insignia familiar —pide con amabilidad.

—¿M-mi qué...?

Los ojos de él se agrandan.

—Su insignia —ahora sus palabras suenan menos amables—, por favor.

Temblando me apresuro a sacar la pequeña insignia de mi guante y se la entrego. Él la mueve en frente del rostro del soldado.

—Lo siento, señorita —dice después de unos segundos—. No estaba informado, mis sinceras disculpas, he cometido un grave error.

—Del que se enterará la corona —dice Declan—. Mañana veremos tu posición en esta tropa, si es que sigues teniendo una.

—Me disculpo.

Ambos pasamos. ¿Lo conversará con la reina? Pero si la reina no sabe de esto. ¿Lo habrá dicho sólo para asustarlo?

—Ubíquese antes de la señorita de blanco —indica Declan—. El príncipe no tardará en aparecer, hará una reverencia, como todos los años, y la sacará a bailar primero a usted.

Doy un paso hacia la fila y me tropiezo. La chica de blanco se ríe. Avergonzada me posiciono a su lado.

El último Vals deja de sonar, allí es cuando las luces de los costados se apagan, dejando sólo el centro iluminado. Escucho algunos gritos de emoción. Reconozco el Vals que empieza a sonar, porque es el favorito del príncipe, siempre pide que su orquesta personal lo toque. Lo escuché nombrarlo como Waltz No. 2 de Dmitri Shostakovich. Es hermoso.

El príncipe entra por el centro, frente a la tarima. Se ve elegante, hermoso. Su mirada nuevamente se encuentra con la mía, esta vez un poco más cerca, y desde acá puedo notar como sus ojos brillan de una forma hermosa. Se acerca hacia mí con pasos lentos, al ritmo del Vals, sin despegar su mirada de mí en ningún momento. Llega frente a mí y extiende su mano hacia mí, con algo de torpeza la tomo, sintiendo su tacto cálido, que hace que toda mi piel se erice.

—Lo siento, Zara —dice en voz baja—. Creí que tendríamos más tiempo, pero los senadores no me han dejado en paz.

—N-no... No se preocupe, su majestad.

—Sí, sí me preocupo, porque la invité y no quiero parecer descortés —dice con amabilidad—. Además, podría haber venido con algún caballero que sí le pudiera hacer compañía, no que la abandonara toda la noche.

—Pero ya está aquí —susurro.

Caminamos cinco pasos y nos detenemos en el centro de la pista.

—Ahora viene la reverencia.

Hago lo que dice, ambos hacemos una. Entonces ahora su mano derecha se posiciona en mi cintura, con mucha delicadeza. Siento todo mi rostro caliente, me he sonrojado otra vez. Al menos nadie lo ve ahora.

—¿Tuviste problemas para estar aquí?

—El guardia real Declan lo arregló, su majestad.

—Déjame guiarte, ¿puedo?

Asiento. Él comienza a guiar el baile, sosteniendo con un poco más de fuerza mi peso.

—Zara...

—¿Sí...? ¿Su majestad?

—¿Podría sólo llamarme Andrew? Creo que se lo había pedido.

—Oh, es cierto.

Tonta, Zara, tonta.

—Está bien, sólo... Me gusta cuando dice mi nombre, siempre suena de una forma nueva.

Dicho eso, comienza a hacerme girar, luego lo hacemos ambos juntos. No sé qué hago, sólo lo sigo a él. Embriagada en su aroma, en su mirada, en el calor que emana. Estamos en nuestra propia burbuja, todo lo demás desaparece.

—Se ve preciosa hoy —dice en uno de los giros.

—Usted también —se me escapa.

Abro un poco los ojos y lo escucho reír.

—Se ve preciosa siempre.

¡Tráiganme agua! ¡Me voy a desmayar!

Seguimos girando, siento que con una coordinación increíble.

—¿Puedo decirle algo, Zara?

—S-sí...

—Este es uno de los mejores momentos de mi vida, gracias por permitirme bailar con usted.

Quiero darle las gracias a él, pero nada sale. Sólo siento un calor agradable en mi corazón y también un cosquilleo en el estómago.

Cuando la música comienza a subir de intensidad también lo hace el baile, su agarre se vuelve cada vez más firme, y ya no tengo temor en estar tan cerca de él. Quiero perderme en su mirada, simplemente así. Podría bailar aquí para siempre. De alguna forma, es tan natural, que se siente como si lo hubiéramos hecho toda la vida.

—Andrew... —susurro.

—¿Sí? —dice igual de bajito.

¿Debería decírselo?

¿Debería decir algo?

—¿Zara?

—Es que yo...

—Me gustaría conocerla más.

Casi dejo de bailar.

—A mi también me gustaría... —Ni siquiera puedo terminar la frase.

—Es una promesa, entonces.

No tiene que sonreír, puedo imaginarlo haciéndolo. Yo también sonrío y me derrito un poco.

Una explosión suena por todo el salón, haciéndonos detener. Todo ocurre en cámara lenta. Uno de los guardias toma a Andrew por los brazos y otro me toma a mí por la espalda, sus manos intentan sujetarme pero nos separan y una masa de personas se interpone entre nosotros.

Los gritos comienzan y luego más explosiones. Todo en el salón se vuelve oscuro. Veo su figura intentando acercarse a mí, yo también lo intento pero es en vano.

—¡¿Qué está pasando?! —grita uno de los senadores.

Se escucha un grito de una mujer. La masa de personas comienza a moverse en todas direcciones, empujándose los unos a los otros. Un hombre enmascarado hace que toda la masa se separe, va corriendo en dirección a...

—¡Príncipe Andrew! —grito como puedo.

El hombre salta sobre él, pero Declan es más rápido y corta su garganta con su espada. Hay más gritos y las personas se dispersan. Andrew llega a mí, pero no lo puedo escuchar, caigo de rodillas.

—¡Declan! —exclama, sujetándome los hombros—. Sácala de aquí.

—Su majestad...

—¡Sólo llévala a un lugar seguro!

El guardia real asiente varias veces y yo comienzo a llorar. Hay sonidos de espada y gritos de guerra.

—¡Andrew, no quiero que te pase nada!

—No me pasará nada, lo prometo —dice tomando mis manos—. Debes irte, prometo que volveremos a bailar juntos.

Siento como el guardia me comienza a sacar del salón, casi me lleva arrastrando.

—¡Mis amigos! —grito.

Andrew hace una ligera mueca de preocupación y a toda velocidad se acerca a nosotros que seguimos andando, empujando a más personas.

—¿Cómo se ven?

—V-v.... V-vestido negro... corto —es todo lo que puedo decir.

—Estarán a salvo. —Mira a Declan— Sácala de aquí.

Es lo último que dice antes de girarse y perderse entre la multitud desesperada. 



***

Modo baile.

¿Alguna vez han ido a un baile? No necesariamente a bailar vals, claro.

Yo sólo sé perrear, me disculpo.

¿Por qué las explosiones? ¿Qué pasará con Colette y los gemelos? Dejen sus teorías aquí.

¿Alguien habrá reconocido a Zara?

Gracias por leernos.

Un abrazo grande,

Chik y Kashmey.

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