Seduciendo a tus demonios © [...

By MarDMMD

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[Destructiva Obsesión #1] No es necesario leer Elaine para entender SATD. [COMPLETA]✔ PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO... More

Booktrailer y advertencias.
IMPORTANTE.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.- Parte I.
Capítulo 19.- Parte II.
Capítulo 20.
Capítulo 21.- Parte I.
Capítulo 21.- Parte II.
Capítulo 22.
Importante.
Capítulo 23.- Parte I.
Capítulo 23.- Parte II.
Capítulo 24.
Capítulo 25.- Parte I.
Capítulo 25.- Parte II.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
¡Lara y Neal! + Curiosidades.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo especial: San Valentín 2022.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Epílogo.
CATD. (Importante)
¡CATD DISPONIBLE!

Capítulo 52.

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By MarDMMD

Advertencia: Este capítulo contiene lenguaje fuerte y material no apto para personas sensibles. Si lo eres, te recomiendo no leerlo.
Si decides continuar, entonces espero que disfrutes de la lectura.♡

Cerdeña, Italia.

Fecha: Desconocida.

Lara Spencer.


Desperté de golpe cuando sentí que alguien me tomó de la cabeza para hundirla dentro de una tina llena de agua. Me dejaron ahí por varios segundos en los que intenté luchar. Cuando volvieron a sacarme, tomé una respiración profunda, intentando llenar mis pulmones. Ni siquiera pude seguir con eso ya que otra vez me zambutieron por varios segundos más.

De nuevo luché, me removí, intenté salir del agua. Lo intenté con fuerza.

Eso hice hasta que me sacaron y me arrastraron a la silla, me sentaron en ella y de nuevo me ataron, dejándome sin la posibilidad de defenderme.

Sí, de nuevo me regresaron al calabozo. Y el tipo que me estuvo ahogando hace unos momentos, se retiró después de darle un asentimiento de cabeza al hombre de la máscara.

Me removí, intenté desatar mis manos, lo cual fue muy mala idea.

Lo que me tiene atada tiene púas, cada vez que me muevo, puedo sentir que me desgarra la piel.

―Eso solo te lastimará más ―Informó lo obvio

Está frente a mí, también está sentado. Emana tranquilidad y frialdad por cada poro, simplemente es...escalofriante.

Tiene unos ojos muy escalofriantes.

―¿Por qué me hace esto? ―Lloriqueé―. ¿Qué le hice?

―Tú nada.

―¿Entonces por qué deja que me torturen? ―Sollocé, bajando la cabeza―. ¿Qué clase de monstruo es?

Por unos segundos, él solo guardó más silencio.

―Tuve un hermano, no era de sangre, pero lo quería como si lo fuera. Era la persona más importante para mí ―Explicó―. Se llamaba Lorenzo Amato.

Lo miré inmediatamente al escuchar ese nombre.

―¿Quieres saber lo que le pasó?

No supe qué responder.

Sé lo que le pasó.

Pero...no quiero que lo diga.

―El agente Hardy se ganó su confianza y su amistad. Justo cuando consiguió su lealtad, lo traicionó y lo mandó a prisión ―Habló, usando ese mismo tono arisco y frío―. Y después, estando en prisión, Alighieri lo mandó a matar para que no encontraran alguna conexión que los vincularan. Y esto, bailarina, es algo que yo no olvido.

―Eso no fue mi culpa. No es mi culpa.

―Lo sé.

―Entonces déjeme ir. Yo...yo no diré nada sobre usted, solo déjeme ir.

Se levantó de su silla para comenzar a moverse por todo el lugar.

―Alighieri no tiene a nadie, eres lo único que ama y lo único que le importa ―Siguió―. Para Hardy, tú y su hermano son lo más importante, daría la vida por ustedes dos. Pude ir por Nathan, pero...¿por qué no matar dos pájaros de un solo tiro? Quedaste en medio del fuego cruzado. Es muy lamentable, sí. Pero, es lo que te tocó.

―Neal solo hacía su trabajo. Si va a culpar a alguien, que sea a Alighieri por traidor ―El labio inferior me tembló―. Yo no tengo que pagar por culpa de Bruno. Si tanto lo odia, mátelo y déjeme ir.

―Hardy y Alighieri son culpables. Y te equivocas, que los odie no significa que vaya a matarlos ahora. A veces, la muerte es mejor que la tortura y yo no pretendo darles ese privilegio.

De nuevo volvió a sentarse. No apartó los ojos de mí.

Comenzaba a impacientarme, a sentir pánico.

Guardé silencio, no pude responder a sus palabras. Básicamente acaba de decirme que no los matará por el momento, primero los torturará. Y seguro que eso aplica también para mí.

Me torturará más.

Más después de todo lo que me ha torturado por meses al volverme una paranoica. Más después de todos estos días que he estado encerrada.

―Usted envió los antifaces todo este tiempo, usted causó lo del centro comercial.

Entornó los ojos.

―Creí que había quedado claro.

―¿Por qué culpó a Neal? ¿Por qué me hizo desconfiar en él?

―Era la única manera de que lo quisieras lejos y así poder tener el pase libre para traerte ―Se encogió de hombros de manera natural.

A Hardy le debo una disculpa, una disculpa enorme.

Lo traté horrible y él no se merecía eso.

―Entiendo que lo ames, pero, ¿ves a dónde te llevó ese amor? ―Se inclinó―. Tú aquí, tu hermanito allá afuera, solo, en peligro...

Negué, aguantando un sollozo.

―No...a él no lo toque, por favor ―Supliqué―. A mí hágame lo que quiera, tortúreme, máteme, pero por favor...a mi hermano no...

―Debiste alejarte del policía. Tu vida sería mucho mejor con él fuera ―Suspiró―. Estarías en casa, en compañía de ese chiquillo, siendo la familia que solían ser antes de que lo conocieras.

―Usted no puede decidir si debo alejarme del hombre que amo.

Asintió con lentitud.

―Tienes razón, no puedo. Pero puedo hacer que te arrepientas por todas las consecuencias que acarrea ese amor. Él tiene el infierno ganado gracias a mí y si estás dispuesta a soportar que tu hermano y tú sean el daño colateral, entonces quédate con Hardy ―Dijo, levantándose de su lugar―. Pero deberías ordenar tus prioridades. Reflexionar y preguntarte, ¿cuál es la razón por la que te despiertas cada día? ¿Por quién sigues y seguirás viviendo?

Evité verlo a los ojos, simplemente bajé la cabeza.

Esa respuesta lamentablemente, la sé muy bien.

―Neal me hallará, te matará y me sacará de este lugar.

Soltó una risa seca.

―Probablemente, puede que tengas razón en esto también ―Dio un paso hacia enfrente―. Puede que sí consigas salir, ¿pero sabes algo?

Lo miré de inmediato.

Se puso de cuclillas frente a mí. Sus dedos cubiertos por ese guante, se posaron en mi barbilla.

―Cuando veas el infierno que te espera allá afuera, te aseguro que desearás volver a este lugar.

Me soltó con brusquedad. El movimiento causó que mi cuerpo entero doliera más.

Me torturaron de mil maneras después de marcarme. Me golpearon más tiempo, me metieron la cabeza en esa tina de agua varias veces y por varios segundos. Les divertía verme luchar contra el agua, les divertía verme tratar de conseguir oxígeno.

Yusuf se masturbó delante de mí y después el asqueroso me llenó la ropa con sus fluidos. Lo que me pusieron para atarme tiene púas. Los tobillos y las muñecas me arden. Me dejaron sin comer este par de días que me tuvieron en ese cuarto donde me torturaron. Apenas si me dieron unos sorbos de agua. No hay día que no me golpeen hasta hacerme sangrar.

Mi cuerpo está desgastado.

Mis ganas de seguir soportando poco a poco me están abandonando.

El hombre de la máscara salió y a los pocos segundos, entró Yusuf. Me desencadenó en silencio y me obligó a caminar por todo el pasillo. Subimos unas escaleras y cuando llegamos al final, pude reconocer la habitación que compartí con Lucille.

Sacó unas llaves, abrió y me lanzó al interior.

―Dios...―Formuló Lucille al mirar mi estado.

Yusuf me tiró a los pies la bolsa que sostuvo todo este tiempo.

―Tómala ―Me ordenó.

Guiada por el miedo, eso hice.

Le eché un vistazo al interior, dándome cuenta de que era una replica de mi antifaz y un traje parecido a los que usaba cuando bailaba en el club.

―Arréglate, vendré al anochecer por ti. Volverás a bailar esta noche frente a los socios de mi jefe.

―No ―Respondí de inmediato.

―No fue una sugerencia.

―No lo haré, no bailaré, mucho menos para ustedes. No quiero.

Me tendió una sonrisa torcida y tensa antes de acercarse y tomarme el brazo con brusquedad. Sus dedos se incrustaron en mi piel, ejerciendo mucha presión.

―Te vas a poner bonita, te pondrás el antifaz y ese traje y saldrás con una enorme sonrisa a bailar frente a todos ellos ―Su tono no fue amable, fue amenazante―. No me importa si no quieres. La marca que llevas ahora, me da el privilegio de manejarte a mi antojo. Así que obedece antes de que te arranque la lengua porque tus berrinches ya me están colmando la paciencia, pequeña puta.

Me soltó bruscamente para después, enfocar a mi compañera.

―Mi jefe ordena que la ayudes a arreglarse para que deje de parecer un zombie. Está hecha un espantapájaros y así como se mira, el espectáculo solo dará risa y asco ―Le dijo, después volvió a mirarme―. Volveré por ti en unas horas y espero que para entonces, entiendas que no te conviene llevarme la contraria, ¿estamos?

Mi labio inferior tembló. Las lágrimas se arremolinaron en mis ojos, solo que no me permití soltarlas.

―Sí...―Musité.

Después de una mirada más, salió de la habitación y cerró con seguro.

Lucille buscó ropa cómoda y nueva en las cajoneras, después de dármelas, me pidió que tomara una ducha, que eso me ayudaría a sentirme un poco mejor.

Fui al baño en silencio, me quité lo que quedaba de ropa ya que todo este tiempo estuve sin blusa porque la rompieron el día que me marcaron.

Mi nariz picó demasiado cuando llevé los dedos a esa zona de mi cuerpo. Mi piel estaba marcada, por suerte ya no duele tanto y comienza a desinflamar. Lo jodido, es que esa marca siempre me acompañará.

Me acompañará hasta el día que muera.

Cada vez que la vea, recordaré el infierno por el que estoy pasando. Me hará desear estar muerta.

Justo como lo deseo en este momento.

Deslicé mis dedos por todo el contorno. Son unos garabatos que no logro entender encerrados dentro de un círculo. La marca debe medir más o menos la palma de mi mano, es imposible no darse cuenta de que está ahí.

Me obligué a moverme hacia la ducha para quitar todo el mal olor, la sangre y la suciedad.

El agua caliente fue un poco reconfortante, me ayudó a relajar mis músculos completamente adoloridos.

No sé si sea capaz de bailar. No solo por el asco que me produce que esos cerdos me vean, sino porque estoy tan débil y tan herida que siento que me desmayaré en cualquier momento.

Después de unos minutos más, salí de nuevo, me sequé y me vestí antes de volver a la habitación. Sobre la cama había algo de maquillaje, base, polvo, brochas de plástico, lápiz labial, sombras, delineador y mascara de pestañas. Todo lo necesario, claro, a excepción de que no hay ni un solo espejo.

El hombre de la máscara le permite a Lucille tener maquillaje y toda la ropa que desee. Le regaló muchísima ropa bella y fina, aunque ella no la usa.

Después de todo, ¿para qué lo haría si está encerrada y si todo lo que hay aquí es solo para intentar deslumbrarla?

Cosa difícil. Ella es la hija de un gobernador, el dinero le sobra. Aparte es muy testaruda e indiferente, ya dejó claro el asco que ese hombre le da.

―Siéntate.

Asentí, acercándome a la cama y sentándome lentamente en ella, haciendo una mueca de dolor en el proceso.

Lucille me miró unos segundos al notarlo, después negó.

―Mira lo que esos bastardos te hicieron ―Murmuró. Se acercó a mí, sosteniendo el humectante para mi rostro.

Apenas terminó de acercarse cuando yo me lancé a sus brazos, buscando consuelo y que alguien me sostuviera.

No somos amigas, de eso estoy segura.

No nos tenemos cariño.

Realmente, deseo con todo mi ser que fuera Elaine la que esté aquí, apoyándome, brindándome su apoyo y su cariño como siempre lo ha hecho. Pero lamentablemente no es así, no está aquí para decirme que todo estará bien.

Lamentablemente tampoco es mi hermano para darme fortaleza y hacerme confiar en que saldré de esta.

Y...y no es Neal. No es Neal que me da la esperanza de que puedo ser feliz, de que después de tanto sufrimiento, algún día conseguiré ser feliz.

Es Lucille la que está aquí conmigo. Una mujer que tuvo la mala fortuna de estar en el mismo lugar y en una situación similar a la mía.

No me abrazó, no me rodeó, no dijo palabras de consuelo ni palmeó mi espalda siquiera para mostrarme un poco de su apoyo. Simplemente se quedó quieta y me permitió llorar contra ella.

Una parte de mí creyó que me empujaría, me daría un buen golpe y me diría que no sea una débil. Que llorando como Magdalena no conseguiría nada.

Y aunque es muy brusca e insensible, la mayor parte del tiempo tiene razón.

Pasados unos diez minutos, me dio un par de palmaditas y se alejó ligeramente.

―Ya, ya, es suficiente ―Carraspeó―. No sabemos en qué momento anochecerá. Ya trajeron el desayuno hace unas horas, así que no falta mucho para que sea la hora en la que vendrán por ti. Por eso debo comenzar a arreglarte.

Me quedé en silencio, viéndola preparar mi piel. Primero empezó con la base, el polvo y el contorno. Después siguió con las sombras. He notado que es muy perfeccionista y se toma su trabajo muy enserio. Está muy concentrada en maquillarme, también muy concentrada en no lastimarme tanto ya que tengo varias heridas en el rostro.

Tiene ojeras leves, como si no hubiera dormido bien estas últimas noches. Tal vez durmió hasta tarde escribiendo en su libreta. Ocupa todo su tiempo en eso y no para por horas.

Aunque bueno, ¿qué otra cosa podría hacer en este lugar si no es eso?

―¿Cuántos años tienes? ―Pregunté.

Tomó sombra café y siguió con el ojo que faltaba. Uno ya estaba.

―Debo tener veinticuatro o veinticinco.

―¿Debes? ¿No sabes tu edad?

―Me secuestraron varias semanas antes de mi cumpleaños, no sé con exactitud cuánto llevo aquí. Probablemente falten algunos días o probablemente cumplí los veinticinco en esta semana ―Explicó, sin detener los movimientos de su mano con la brocha.

―Oh...feliz cumpleaños entonces.

―Gracias ―Regresó, esta vez dejando la brocha para seguir con el delineado.

―Te secuestraron el día que le realizaron una conmemoración a tu padre, ¿no?

―Sí.

Fue el día que la escuché discutir con la esposa del capitán.

Corrección: cuando escuché a la esposa del capitán insultando a Lucille.

―¿Tienes mucha curiosidad sobre mi vida o por qué tantas preguntas?

―Estoy aburrida ―Fui sincera―. Llevamos varios días aquí juntas y no sé nada sobre ti. Digo, básicamente compartimos la cama y apenas si te conozco.

Vi el reflejo de una sonrisa divertida en sus labios.

―Comprendo, quieres conocerme más antes de volver a meterte en la cama conmigo. Que mojigata ―Se burló―. Como que te está afectando esto de no ver a señor maravilloso, ¿no?

Puse los ojos en blanco.

―Sí, es eso. Me siento muy sola ―Bufé.

―Ah, que belleza. Sí sabes usar la ironía, muñequita ―Me molestó―. Pensaba que solo sabías llorar, eso es lo único que has hecho.

La miré mal.

―Eres muy insensible, Lucille.

―Soy realista.

―Me torturaron ―Le recordé―. Me secuestraron y ahora me obligarán a bailar.

―Sí, a mí también me secuestraron. Y desde que pasó, no he soltado ni una sola lágrima a diferencia de ti.

―No somos iguales. Que tú seas incapaz de sentir, no significa que yo esté tan vacía como tú.

Ella soltó una risa baja y divertida, dejando el delineador de lado para rizar mis pestañas.

―¿Qué te causa gracia?

Se encogió de hombros.

―Me causa gracia que conmigo sí sacas las garras para defenderte, pero no puedes ni levantar la cabeza ni decir algo sin tartamudear o temblar cuando entran esos hombres. Incluso si es solo para traer comida ―Resopló―. Me molesta tu actitud de sufrida.

―Eres odiosa.

―Y tú una mártir. No aprovechas los atributos que la vida te dio ―Dijo, levantándose―. Eres divina, seguro que los hombres babean por ti cada vez que te ven. Además, bailas. En lugar de idear un plan para escapar de este infierno, estás temblando y temiendo porque te harán bailar fuera de la habitación. Seguro piensas en que esto es de lo peor.

Se llevó una mano a la frente, fingiendo actuar en alguna escena dramática.

―¡Oh, Dios! ¡Yo que no rompo ni un plato, yo que soy buena e inocente y esos cerdos me harán bailar frente a ellos! ―Expresó, usando un tono ligeramente agudo. Después se recompuso y volvió a caminar hacía mí, me tomó de los hombros y me sacudió un poco―. ¿Acaso no te das cuenta de que te están dando una herramienta a tu favor?

Parpadeé.

―¿Una herramienta?

―Esos hombres allá afuera, están armados. Y lo más importante, son hombres ―Remarcó las últimas palabras―. Un cuerpo lindo, una sonrisa coqueta y una mirada encantadora y caen como moscas. Tienes la oportunidad de salir, ser una puta diosa de la danza y seducirlos para robarles algún arma que nos ayude a salir de aquí. Pero en lugar de pensar en lo que la vida te ofrece en bandeja de oro e idear un plan, se te cierra el mundo. Dios, hasta en eso me recuerdas a mi hermana.

―Tú misma lo dijiste, están armados. ¿Y si notan lo que pretendo? ¿Y si me matan cuando se den cuenta de mis intenciones?

―Eres mujer, muñequita. Y las mujeres siempre encontramos la manera de que las piezas se muevan a nuestro favor ―Dictaminó, de nuevo sentándose y tomando la máscara de pestañas―. Pero, allá tú si quieres morir aquí o jugártela. Yo no te voy a resolver la vida.

Ambas dejamos de hablar, supongo que el tema se cerró en ese momento. Ella solo se dedicó a terminar con mis pestañas y yo solo me dediqué a repasar sus palabras una y otra vez en mi mente. Suena como una muy mala idea, arriesgarme de esa manera, poner mi vida en juego de esa manera.

Pero...igual si no lo hago, me torturarán hasta matarme.

Cualquiera de las dos opciones que elija, implica un riesgo para mí.

¿Soy una miedosa?

¿Solo sé llorar y quedarme paralizada?

Sí.

En eso, sí tiene razón.

―¿Cómo se llamaba tu hermana?

Sus movimientos se detuvieron por unos momentos.

Después, dejó el rímel y tomó el labial para seguir con su labor. Con el último paso.

―Chiara.

Iba a asentir, pero si lo hacía entonces la movería y se estropearía el maquillaje.

―¿Fue reciente?

Negó lentamente.

―No, fue hace años.

―¿Y cóm...?

―Chismosa ―Gruñó―. En un accidente de auto. El gobernador iba conduciendo.

―Debió ser difícil.

Por unos segundos, solo por ese misero y corto segundo, por sus ojos cruzó el dolor. Tan rápido como vino, se fue. Simplemente si algo la afecta, es una experta ocultándolo.

―Lo fue. Sobre todo para mi ex cuñado. Él jamás volvió a ser el mismo después de perderla.

Nos quedamos en silencio unos momentos, hasta que decidí hablar de nuevo.

―¿Y ella la tratabas de la misma manera que a mí? ―Pregunté―. Digo, dices que su actitud era parecida a la mía. ¿También eras dura con ella para que reaccionara y se armara de valor?

Su mandíbula tembló.

Alejó su mano y empuñó el labial.

―La traté peor, fui una hermana terrible ―Admitió―. Siempre peleábamos, ella siempre intentaba manejar mi vida, no sé, hacerme cambiar para que el gobernador y yo no nos lleváramos tan mal. Intentaba cambiarme y sé que no lo hacía con mala intención, pero yo no lo veía así, era más joven, inmadura, rebelde y jamás pensaba dos veces antes de decir cosas hirientes, y Chiara quería cambiar esto. Pero...eso me molestaba, así que un día, le dije que no la necesitaba en mi vida, que estaba harta de ella, que mejor para mí si moría...

Aplanó los labios, bajando la cabeza.

―Y un par de horas después, me dieron la noticia de su muerte ―Siguió―. Se fue pensando que la odiaba, dije todas esas cosas horribles por culpa de la rabia y Chiara murió creyendo que eso era lo que pensaba de ella.

Carraspeó.

―Ya puedes parar de hacer preguntas ―Se levantó y esta vez, me tendió el cepillo de plástico―. Péinate.

―¿Por qué me dijiste todo eso?

Se encogió de hombros.

―Probablemente no saldremos nunca, así que es bueno que alguien más sepa sobre esa parte de ti que ocultas ―Dijo.

Miré mis manos sobre mi regazo unos segundos, antes de volver a enfocarla.

―Asesiné a alguien ―Solté de golpe.

Ella levantó las cejas, sorprendida por mi confesión.

―¿Tú? ¿En otra vida o qué? ―Inquirió, burlona―. Porque en esta dudo que te atrevas a siquiera matar a una mosca.

La miré mal.

―Quiso violarme. El hombre con el que estaba en ese entonces, iba a dispararle, yo le pedí que no lo hiciera porque no quería que sus manos se mancharan de sangre ―Suspiré con pesadez―. Pero...él tiene un carácter difícil de manejar, así que no lo asesinó él. Tomó mi mano con firmeza y me hizo apretar el gatillo. Jamás se lo dije a nadie hasta ahora, ni siquiera a mi hermano.

Ella asintió con lentitud.

―¿Y por qué me lo dices a mí?

Sonreí con tristeza.

―Porque tal vez no saldremos nunca, por lo menos yo, no creo que con vida.

Ella torció los labios, un tanto de acuerdo con eso.

Dios, sí que es pesimista cuando se trata de mí.

―Por lo menos puedes ser hipócrita diciendo que saldré con vida. Algo de animo no viene mal ―Bufé.

―No me gusta la hipocresía, así que tendrás que soportarlo ―Hizo una mueca―. Ahora, péinate.

Comencé a cepillar mi cabello, primero de desde las puntas y después la parte de arriba hasta que quedó sin nudos y completamente lacio. Tardé un poco debido a que es muy largo.

Yusuf estuvo a punto de cortarlo ayer.

Pero uno de sus compañeros lo detuvo, dijo que a "ellos" le gustaré más como estoy. Ahora sé que se refiere a los hombres que me verán bailar.

Después tuve que ponerme el jodido traje en el baño. La parte superior es un sostén rojo con algunas monedas doradas en la parte de la copa, tiene más incrustaciones, como lentejuelas para llamar la atención, incluso hay unas cadenitas colgando. La falda también es roja, de tela fina y preciosa. Cubre mis pies ya que es larga, y en la parte del vientre tiene el mismo diseño del sostén.

Y debido a que es de dos piezas, la marca es...totalmente visible. Es fácil darse cuenta de que está ahí, adornando mi piel.

Tragué saliva, esta vez tomando la replica de mi antifaz. Lo mantuve entre mis manos mientras lo examinaba con atención.

―Se hace tarde y aún debo intentar ocultar los moretones que tienes en el cuerpo ―Me dijo Lucille. Está en la habitación mientras yo sigo en el baño―. Date prisa, muñequita.

Sacudí la cabeza y salí de baño.

El antifaz lo dejaré para el final, aún no quiero ponérmelo.

Lucille volvió a su labor, pero esta vez intentó cubrir con la base, los moretones que hay en mis brazos, en mi abdomen y en mi espalda. Hay más en mis piernas, pero afortunadamente a esas las cubre la falda.

La mujer estaba terminando cuando la puerta se abrió.

Por ella entró el más joven de los hombres, sosteniendo dos platos de plástico llenas de lo que parecía ser alguna sopa. Huele delicioso, creo que es pollo.

Y esta vez, en lugar de traernos agua, nos trajeron jugo de...¿uva?

Lo dejó en el suelo, cerca de la puerta.

―Espera ―Le dijo Lucy, enfocando toda su atención en él―. ¿Llevas poco tiempo aquí?

Él detuvo su acción de salir.

―No.

―¿Me estás mintiendo?

Evitó mirarla.

―Solo te he visto pocas veces, ¿sabes? ―Siguió ella, acercándose a su escritorio para tomar su libreta. Yo me acerqué al baño, sintiéndome demasiado fuera de lugar en su conversación―. Y...eso me pone muy triste porque escribí algo para ti. Temía que no vendrías de nuevo y realmente deseo que lo escuches.

Le dio una sonrisa tímida y dulce.

¿Qué trama?

―¿Puedo leerlo para ti? ―Pidió en un susurro―. Si temes que vaya a huir, puedes cerrar la puerta.

―Señorita Feramo...

―Por favor ―Suplicó―. Solo necesito sacar todo de mi interior.

Él suspiró con pesadez y cerró la puerta. Colocó el seguro de nuevo y la miró.

Lucille se sentó en la cama y palmeó justo a su lado.

―Anda, siéntate conmigo ―Le pidió, mirándolo a los ojos. Cuando notó que el chico estaba inseguro de hacerlo, entonces volvió a pedírselo.

Esta vez, él se sentó a lado de Lucille. Ella le sonrió un poco más mientras abría la libreta en alguna página.

―Todos los días desde la primera vez que lo vi, despierto con una incomodidad en el pecho. No sabía con exactitud lo que era, hasta que lo vi de nuevo. Era miedo, miedo de no verlo cruzar la puerta una vez más, miedo de que no ilumine mi habitación cada vez que entra. Se queda segundos, no habla y evita mi ojos. Y entonces cuando sale, todo pierde sentido, color, brillo ―Comenzó a leerle―. Todo lo que él me hace sentir con solo mirarme, me abruma y me paraliza. Me hace sentir inferior, pequeña y atemorizada. Pero aún con eso, solo deseo que me mire, que mire dentro de mí, que sus ojos encuentren los míos y vea a través de mi alma.

Esta vez, sus miradas se encontraron.

―Deseo que me envuelva, que me brinde una sonrisa cálida, que me devuelva la parte de mí que me arrebató: mi razón. La razón me abandonó desde la primera vez que lo tuve cerca ―Siguió sin siquiera mirar las hojas, por lo que deduzco que se lo aprendió de memoria―. Sé que está mal, sé que debo retroceder, sé que es peligroso. Pero, ¿cómo le hago entender a mi corazón que debe parar los latidos frenéticos cuando él está cerca? ¿Cómo hago para detener el caos que él causa dentro de mí, cada vez que esos ojos atrapantes y brillantes me recorren? ¿Cómo dejo de anhelar estar entre sus brazos?

Él apenas si se parpadeaba, estaba como ido, perdido.

Lucille posó su palma sobre la mejilla del hombre y se inclinó hacia él, intentando despertarlo de su trance.

―¿Es así cómo te sientes por mí?

―Es lo que siento por ti ―Susurró, mirando con suplica―. Y sé que está mal. Me aterra que...el hombre de la máscara se entere. Temo que te haga daño, temo no verte una vez más, que todo pierda sentido si no estás. ¿Eso me hace estúpida?

Él negó de inmediato.

―No, señorita Fera...

―Lucille, dime Lucille.

―No eres estúpida, Lucille ―Habló de inmediato―. Eres hermosa, sensible y dulce. Ellos se equivocaron contigo, dijeron que eres altanera, manipuladora y egoísta, pero no lo eres.

Ella sonrió con tristeza.

―Es la forma en la que puedo defenderme de ellos, me aterra que si bajo la guardia, ellos me verán débil y se aprovecharán ―Sus ojos se llenaron de lágrimas―. Pero tú eres diferente, mi corazón me dice que tú no me harías daño, ¿verdad?

Él le tomó el rostro y negó repetidamente.

―Jamás.

Lucille le regaló una sonrisa.

―Sabia que no me equivocaba contigo.

No, no se equivocó.

Tuvo razón al decir que era fácil de manipular.

Ella terminó con la distancia que los separaba y unió sus labios a los de él.

Y entonces lo noté.

Mientras él estaba concentrado en el beso y en las caricias que Lucille le otorgaba, ella estaba muy ocupada tomando la navaja que él escondía en el bolsillo de su pantalón. Con su mano libre, la envolvió y la escondió, rodeándola con su puño.

Y la puerta se abrió de golpe, por lo que él se separó de ella rápidamente.

Yusuf miraba la escena, primero parecía sorprendido, después, sonrió burlón.

―Mira nada más, ¿crees que al jefe le agrade saber que quieres follarte a su ramera?

Me adentré un poco más en el baño al notar que llevaba un arma.

El chico buscó su navaja en sus bolsillos supongo que para defenderse de Yusuf, cuando no la encontró, sus ojos inmediatamente cayeron en Lucille, después en su mano cerrada en un puño.

―¿Me quitaste...?

La risa sonora y divertida de Yusuf, lo interrumpieron.

―¿Qué te pensabas? ¿Que Lucille Feramore voltearía a ver a alguien como tú? ―Le dijo―. Por favor, para ella solo eres un pase de salida, no significas más que eso. Y eres tan idiota, te dejaste engañar por esta perra mentirosa.

Después apuntó su arma en dirección a Lucille.

―Lanza la navaja y no intentes nada más ―Le advirtió.

―Quítamela tú. ¿O me tienes miedo?

―A mí no me retas. ¿O ya se te olvidó que la alcohólica de tu madre sigue allá afuera? ―Señaló, por lo que la mandíbula de la mujer tembló―. O me das la puta navaja o me encargo de que mamita Feramore le haga compañía a tu hermana en el panteón.

Ella apretó más la mano. Noté sus ojos chispear con rabia, su cuerpo tenso.

―Rápido.

Botó la navaja, después la pateó con su pie para que llegara a los pies de Yusuf. Él se inclinó, se la guardó en el bolsillo y después, apuntó su arma en dirección al chico al lado de Lucille.

―¿Cómo es que fuiste tan imbécil para dejar enredarte por esta mentirosa? ―Le reclamó―. ¿Eres consciente de que cavaste tu puta tumba? Es la mujer del jefe.

―Asco. Yo no soy su mujer ―Gruñó Feramore.

Y entonces, Yusuf disparó a la pierna derecha del hombre. Yo me cubrí la boca para ahogar mi grito, el chico cayó al suelo de rodillas, soltando un quejido alto en el proceso.

Y Lucille...ella apenas si se movió.

―Lo ibas a aceptar por las buenas o por las malas, pero te gustó más a las malas. Metete en la cabeza de que de aquí no sales si él no lo desea ―Masculló―. Ya para de intentar huir, solo le colmas la paciencia. Solo la cagas, como con esto.

»¿Qué era lo que querías? ¿Ver a este escuincle morir? ¿Cargar con su muerte en tu consciencia? ―Inquirió, para después volver a dispararle al chico, esta vez en el hombro.

Yo salté en mi lugar, cerré los ojos y me cubrí detrás de la pared del baño al escuchar otro quejido.

―Ya déjalo. No tiene la culpa de nada, si quieres lastimar a alguien, que sea a mí. Es un chiquillo.

Y sí, tiene algunos diecisiete años al menos.

¿Qué hace trabajando para personas así? ¿Qué vida tan mala debió tener como para acabar dentro de una mafia?

―Algo nuevo, Lucille Feramore preocupándose por alguien más que no sea ella ―Se burló―. ¿Tanto tiempo compartiendo la habitación con la bailarina te removió esa piedra que tienes en el pecho?

Otro disparo.

―¡Ya para! ¡Vas a matarlo! ―Le exigió.

Por su tono puedo deducir que estaba llorando.

―Eso será por tu culpa.

Y un último disparo.

Ya no hubo un quejido por parte del chico, solo se escuchó un grito desgarrador por toda la habitación. Solo fueron unos segundos, porque después simplemente cesó.

Y fue reemplazado por una risa baja.

―¿Y le reclamabas que se dejó engañar por mí? Por Dios, si tú fuiste más estúpido por pensar que este cerdo podría importarme ―Las palabras de la mujer, me dejaron confundida. Incliné la cabeza para ver la escena, ella estaba de pie, con los brazos cruzados, la expresión fría y los ojos vacíos―. ¿Se te olvida que crecí con el diablo? Te hace falta mucho más que un cadáver para conseguir asustarme.

Yusuf la miró unos segundos, antes de enfocar sus ojos en mí.

Cuando me apuntó con su arma, dejé de respirar.

―¿Y qué tal si intentamos con ella?

Lucille se encogió de hombros desinteresadamente.

―Como quieras. No es mi responsabilidad.

Sin dudarlo, él disparó al suelo, justo a unos centímetros de mí. Lo hizo con la intención de amedrentarla, pero no lo logró.

Solo consiguió que yo saltara en mi lugar, que gritara y sollozara por culpa del miedo.

―Cuidadito con llorar, ya debemos irnos ―Me advirtió―. Toma tu antifaz, rápido.

No me moví, estaba paralizada.

―¿El disparo te dejó sorda? ―Inquirió―. ¡Que te muevas!

Me apresuré a ir a la cama para tomar el antifaz. Yusuf llamó a dos hombres para que vinieran a sacar el cuerpo en el suelo y después de advertirles que el que escuchara a Lucille le arrancaría los ojos, entonces me sacó de la habitación a rastras.

Sus dedos se presionaron en mi brazo mientras me guiaba por un corredor largo y un tanto oscuro. Doblamos en una esquina que llevaba a unas escaleras que tuvimos bajar. Solo bajamos un piso, después fuimos nuevamente por un pasillo.

Me metió a una habitación pequeña y estando aquí, podía escuchar mucho ruido afuera. Parecían hombres gritando, aclamando algo. Solo nos divide una cortina negra, por lo que el sonido es muy intenso.

La mano de Yusuf sobre mi mandíbula, me distrajo del sonido.

―La italiana hizo muy bien su trabajo. Ya no pareces un zombie ―Acercó sus labios a mi oreja. Mordió el lóbulo, por lo que apreté los dientes―. Con esta apariencia me pones más duro.

Cerdo.

Me soltó con brusquedad y después me acercó a la cortina. La abrió un poco, por lo que pude mirar un poco el exterior.

Hay varios hombres, todos visten traje, beben en copas de cristal y lucen muchísimo más viejos que yo. El hombre de la máscara está sentado en una mesa casi al final de todos y es el único que no parece simio gritando como los demás.

―¡Traigan a la bailarina!

―¡Traigan a la bailarina! ―Secundó otro.

Al ver la manera en la que vitoreaban, Yusuf rió cerca de mí, arrebatándome el antifaz de las manos para colocármelo.

―Anda, te esperan. Y cuidadito con intentar algo.

Me empujó fuera de la habitación. Al verme, los hombres empezaron a silbar, a gritarme palabras obscenas y a exigirme que comience a bailar.

Me miró más alta desde mi posición ya que estoy sobre una tarima. Y es justo esta posición, la que me da el privilegio de mirar a todos.

De...buscar al eslabón más débil.

Las palabras de Lucille inundaron mi mente, lo que dijo en la habitación. Me pusieron una oportunidad frente a mí.

Está en mis manos decidir tomarla o no.

La canción comenzó a sonar por todo el lugar. Es sombría, el ritmo es lento y seductor.

Tomé aire, cerré los ojos y me armé de valor para traer de vuelta a la puta diosa de la danza que he sido toda mi vida.

Empecé con vaivenes lentos, mirando atentamente a mi público. Permití que el ritmo me guiara, que me dijera qué hacer ya que no tenía una coreografía armada.

Simplemente estoy improvisando.

Y espero hacerlo bien.

Alcé mi brazo derecho frente a mí, después deslicé mi palma por mi pecho, bajando con lentitud. Seguí enfocándome primero en mis brazos, por lo que los alcé a mis costados, intercalé los movimientos de arriba abajo suavemente, como si fueran una serpiente recorriendo un territorio. Los bajé de nuevo, esta vez dando un par de pasos hacia enfrente, contoneándome en el proceso.

Los tambores de la melodía sonaron, por lo que aceleré mi ritmo para coordinarlos con esos sonidos.

Me dejé caer en el suelo. Mi espalda quedó apoyada contra la tarima y por unos segundos, en los que la música cesó antes de seguir, así me quedé. Flexioné mis rodillas, antes de incorporarme sobre el piso. Eché mi cabeza hacia atrás, curvando mi espalda en el proceso. Sonreí en dirección a esos hombres, justo después me incorporé y di una vuelta sobre mi eje.

Llevé mi mano derecha a mi cadera y comencé con un vaivén un poco más rápido que antes. Seguí con movimientos circulares, después haciendo ondulaciones con mi estómago. Moví la cabeza con lentitud, cerrando los ojos para evitar detenerme por las cosas tan obscenas que me gritan.

Comencé a descender por las escaleras, pasé entre las mesas, evitando la del hombre de la máscara, claro. Todos los hombres silbaban, intentando atraerme para que les bailara a ellos.

Pero, yo iba por uno en específico. El más escandaloso, el más necesitado de mi atención.

Me detuve frente a él y lo miré a los ojos, usando la mejor de mis armas, esa que puede hipnotizar cuando me lo propongo.

Mi mirada.

Sí, sé bailar, sí, mi cerebro es como un libro de historia, sí, tengo un buen cuerpo. Y sí, soy hermosa.

Pero, si hay algo de mí que atrae más que otra cosa, es la forma en la que mi mirada puede envolverte, dejarte débil e incapaz de reaccionar.

Justo como ahora tengo al hombre este frente a mí.

Pasé mis manos por mi cuerpo, insinuándome y provocándolo. Moví mis caderas con lentitud, después me incliné un poco para quedar más cerca.

Él no estaba enfocado en mi cuerpo ni en mis movimientos, estaba enfocado en mis ojos. Ya ni siquiera grita o silba como los demás.

Está perdido.

Estiré mi mano disimuladamente, sin perder el ritmo. Fui con la intención de tomar el cuchillo para carne que hay en la mesa.

Y entonces la sentí.

La mirada gélida y amenazante del hombre de la máscara. Sus ojos vacíos estaban fijos en mí. Negó con la cabeza lentamente, deslizando sus dedos por el arma que tiene en su mesa.

Notó mis intenciones.

Sabe lo que quiero.

Con una simple mirada, me ordena que lo deje, que lo que pretendo, simplemente lo deje ir. No voy a conseguir nada si él está vigilándome.

Tragué saliva, antes de darme la vuelta y volver al escenario.

Para este momento, mi animo decayó totalmente. Pero no pude detener mi baile, de lo contrario podría tener represalias.

Para cuando el clímax de la canción llegó, yo me doblé sobre mi espalda. Mi cabello cayó como una cascada, incluso se rozó contra el suelo. Volví a incorporarme y después de varias volteretas más, de varios movimientos con mis caderas, mis hombros y mi cabeza, la melodía llegó a su final, igual que mi baile.

Los hombres se pararon para aplaudir y gritar sonoramente, taladrándome los oídos en el proceso. Me di la vuelta para volver detrás de la cortina, pero Yusuf de pie en el umbral, detuvo mi acción.

Me dio una sonrisa torcida, antes de tomarme de los hombros y regresarme a mi lugar.

―Ahora el momento más esperado de la noche ―Habló alto, captando la atención―. ¿Quién será el afortunado que se llevará a la bailarina a casa esta noche?

Lo miré enseguida, incapaz de procesar del todo sus palabras.

―¿Qué...?―Formulé.

Yusuf dijo algo y después, los hombres comenzaron a levantar la mano y a decir unas palabras, cada que uno callaba, otro hablaba, parecía una competencia. Y yo ni siquiera puedo entender qué dicen ya que están hablando en otro idioma.

Los demás callaron después de que habló un señor que seguro pasaba de los sesenta años. Pusieron una expresión decepcionada y se hundieron en sus asientos. Yusuf gritó completamente emocionado y señaló al señor. Los demás aplaudieron nuevamente, mirando al tipo.

―Felicidades, ya tienes nuevo dueño ―Murmuró contra mi oído―. Seguro que no tendrás problema con esto. Total, ya debes estar acostumbrada a te paguen por follar.

Sudé frío, mi cuerpo entero tembló.

¿Me subastaron?

―No, no, no ―Comencé a susurrar, soltándome de golpe.

Yusuf me tomó nuevamente con fuerza para arrastrarme detrás de la cortina.

―¡No! ¡Enfermos! ¡Cerdos! ¡Hijos de puta! ―Pataleé―. ¡Suéltame, asqueroso! ¡Muérete! ¡Animal!

Me pegó a la pared, manteniendo mi pecho pegado contra esta misma. Se puso detrás de mí, restregándose en el proceso.

―Te voy a coser la jodida boca si no dejas de gritar. Me estás colmando la paciencia, pequeña puta.

Me tomó el brazo y del cabello y de nuevo comenzó a llevare por todo el camino que lleva a la habitación. Me hizo subir las escaleras, y después de quitar el seguro y abrir, me lanzó a la habitación.

―Quédate así como estás porque ya vendrán por ti. Y más te vale no intentar huir de tu nuevo dueño, de lo contrario iré por tu hermano y te obligaré a ver cómo le saco los ojos ―Me advirtió.

Mis manos comenzaron a temblar, las lágrimas me nublaron la vista.

Un hombre más joven y luciendo un poco preocupado, llegó a él y le dijo algo en voz baja. Yusuf asintió, sacó su arma y le quitó el seguro.

―Vigila la puerta ―Le ordenó.

Ambos salieron y de nuevo colocaron el pestillo.

Solo cuando estuvimos solas, me dejé caer en el suelo, completamente incapaz de seguir manteniéndome de pie. Comencé a sollozar y a llorar alto, abrazándome en el proceso.

―Y ya vas a comenzar a llorar...―Murmuró Lucille desde la cama―. Con eso puedo adivinar que no conseguiste ni una mierda allá afuera.

Sollocé.

―Me vendieron ―La voz se me rompió.

―¿Cómo que te vendieron?

―Como un objeto, Feramore. Me vendieron a un viejo que me triplica la edad ―Farfullé, levantando la cabeza―. Vendrán por mí pronto, me llevarán lejos...y no volveré a ver a las personas que amo.

Ella dejó su libro de lado y se levantó.

―No, no pudieron venderte. No pueden hacer eso ―Comenzó a murmurar, dando vueltas por toda la habitación.

―Ya lo hicieron, ¿qué parte no entendiste?

―Jamás saldré de aquí si me quedo sola ―Susurró, llevándose las manos al cabello―. Es imposible que logre salir sola. Te necesito para eso.

Acabo de decirle que me vendieron y todo en lo que piensa es en ella.

Aunque...tampoco puedo culparla. Estar aquí es un infierno.

―Ya no hay nada que hacer. Y ya no quiero intentarlo más ―Bajé la cabeza―. Saben cómo encontrar a Tommy, no quiero que lo lastimen...

Me muero si lastiman a mi hermano.

―¡No! ¡No puedes hacer esto! Deja de ser cobarde, deja de paralizarte y echarte a llorar. ¿Qué no miras que lo que quieren es asustarte? ―Me tomó del brazo para levantarme―. Es para que no intentes nada, para que te quedes justo como estás ahora. Pero yo te necesito para salir y tú me necesitas para lo mismo.

Me lanzó a la cama y fue directo al escritorio.

―Bien, no pudiste conseguir un arma, pues vamos a buscarla aquí.

―¿Qué haces? ―Pregunté, completamente confundida al verla subir al escritorio. Se estiró para tomar la barra que sostiene la cortina. Es larga y de plástico.

―Grita que algo me está pasando, aprovecha tu puto llanto de mierda y grita que algo me pasa ―Dijo, bajando del escritorio, sosteniendo la vara con firmeza―. De otra forma no podremos. Una necesita distraerlos y la otra debe atacar, esto último me toca a mí, ¿entiendes?

―Mi hermano...

―A tu hermano no vas a protegerlo desde acá adentro, no por más que lo ames ―Se acercó a mí―. El amor no les va a salvar la vida, las ganas de sobrevivir sí.

Mi labio inferior tembló.

Se acercó a la puerta, se acomodó al lado, por lo que al abrirla, no se miraría.

―¡Hazlo!

Apreté los dientes y me armé de valor.

―¡Ayúdenme! ¡Por favor, ayuda! ¡Lucille resbaló en la ducha! ―Grité, intentando que mi tono saliera lo más desgarrado posible―. ¡Por favor, se está desangrando!

Comencé a llorar más, a sollozar alto.

―¡Lucille! Por favor, por favor despierta.

Y tal vez fue mi tono, tal vez fue mi llanto, porque pude escuchar que le quitaron el seguro a la puerta y después que abrieron de golpe.

Cuando el hombre que nos está cuidando cruzó el umbral, Lucille aporreó su rostro con la vara, consiguiendo que perdiera el equilibrio. Pero, no se detuvo con ese golpe, comenzó a golpear una y otra vez, todas contra el rostro del tipo.

―Esto.

Otro golpe.

―Es.

Otro

―Por.

Uno más.

―No.

Más.

―Darme.

El rostro del hombre estaba completamente lleno de sangre. Lucille está completamente cabreada, sus golpes son fuertes, duros.

―Café...

Dejó de golpear. El hombre estaba quejándose, aún sigue vivo y se le ve la intención de levantarse.

Ella rebuscó en los bolsillos hasta dar con una navaja. Una vez que la tomó, entonces clavó el filo contra la garganta del tipo, dejándome a mí completamente en blanco al ver la sangre saliendo a borbotones.

Mucha de esa le cayó a ella en la ropa y en el rostro.

―En los desayunos ―Respiró agitadamente, viendo al hombre drenarse.

Se llevó una mano a la mejilla, intentando limpiar un poco la sangre. Contrario a eso, solo causó que una mancha roja se extendiera por su piel.

Me removí en mi lugar, incapaz de articular una palabra.

Dios...

Está muerto.

Acaba de matarlo.

Creí...creí que solo lo dejaría inconsciente.

―Andando. Esto fue lo más fácil, lo difícil es escapar sin que los demás nos atrapen y nos maten ―Dictaminó, levantándose y empuñando la navaja.

Tomó una bata de seda de la cama y me la lanzó, después tomó su libreta y se la guardó en el bolsillo de la sudadera.

―Muñequita, date prisa.

Negué, completamente aterrada.

Ella gruñó, tensando la mandíbula.

―O te pones bien los ovarios, o nos matan. Tú decides.

No quiero irme con ese hombre, no quiero que me vendan.

No quiero quedarme aquí.

No quiero que me torturen más.

Las manos me temblaron mientras tomaba el albornoz para colocármelo. Lucille me tomó y me guió al exterior. Comenzamos a caminar por todo el pasillo, siendo cuidadosas y sigilosas con nuestros pasos.

Bajamos las escaleras con lentitud. Al llegar al tercer piso, nos detuvimos abruptamente para escondernos detrás de un muro cuando vimos a uno de esos hombres. Dice algo en otro idioma contra un radio. Parece enojado, ya que le quitó el seguro a su arma y se fue derecho, caminando deprisa.

Me sobresalté cuando comencé a escuchar disparos. Fueron seguidos, eran muchísimos y se escuchaban en el piso de abajo.

Estoy ligeramente acostumbrada, porque ellos siempre están disparando.

Lucille miró en todas las direcciones, buscando alguna salida. Después, nos fuimos del otro lado del pasillo, fuimos hasta el final y entramos por una puerta.

Estamos en una cocina. Una cocina industrial que está completamente solo salvo por nosotras, todo está ordenado y oscuras.

―Vamos ―Susurró.

Por suerte, no llevamos zapatos que resuenen mucho. Solo nos permiten tener pantuflas ya que no tienen agujetas.

Caminamos por toda la cocina hasta llegar a una puerta metálica. Nos asomamos para verificar que estaba solo y fue cuando noté que desde este lado, se podía mirar la tarima en la que estuve bailando. Desde esta puerta puedes estar cerca de las mesas.

Dios, este lugar está lleno de pasadizos, de puertas, de escaleras y habitaciones.

―¿Qué clase de puto laberinto es este? ―Mascullé.

En este momento, ya no está ninguno de esos hombres que me vio bailar.

―¡La mujer del jefe y la bailarina se escaparon!

Ambas miramos hacia un hombre que acababa de salir de otra puerta.

Esa que debe guiar a la salida...

―Que no soy su mujer ―Gruñó Lucille, lo suficientemente bajo para solo poder escucharla yo.

Otros dos hombres aparecieron cerca del primero, alertados por los gritos.

―Corre ―Dijo ella.

Me jaló del brazo para regresarme por la cocina. Comenzamos a correr, regresando por todo lo que recorrimos. Pude sentir a los hombres siguiendo nuestros pasos, gritando en ese mismo idioma que me tiene asqueada. Tuve que soltarme de Lucille cuando comenzamos a ir más rápido, esto para evitar caer.

Nos mentimos en la primera habitación que encontramos y sí, esta también tenía un pasillo que te guiaba a quién sabe dónde.

Los hombres aún venían detrás y apenas cruzamos ese pasillo, todo se volvió oscuridad. Las luces se apagaron, no quedó ni un solo rayo de luz. Mi respiración se agitaba cada vez más conforme corría de esos tipos.

Nos apagaron las luces.

―¿Muñequita? ―La escuché a decirme desde un extremo de la habitación, pero por más que quise identificar de cuál para ir con ella, no pude.

Ni siquiera sé a dónde voy, solo sé que tengo mis manos frente a mí para no chocar.

Mis dedos tocaron una tela, por lo que la moví hacia un lado, intentado seguir con mi paso. Tropecé con algo a mis pies, por lo que caí al suelo con las palmas y las rodillas apoyadas.

―Joder...―Gruñí, sintiendo mis manos llenas de algo viscoso―. ¿Lucille?

No tuve respuesta, solo se escucharon pisadas.

Y entonces cuando las luces se encendieron de nuevo, se escucharon muchísimas más detonaciones en los pisos de abajo y de arriba, en todas partes. Son disparos que no cesan, solo aumentan con cada segundo que pasa.

Pero por más que le tema a las balas, eso no fue lo que me dejó sin palabras, lo que ocasionó que mi cuerpo comenzara a temblar. Un sollozo escapó de garganta al ver la escena.

Tropecé con un cadáver.

Un hombre.

Estoy sobre un charco de sangre fresca, mis manos están llenas del líquido carmesí que sale de la herida que tiene en la cabeza.

―Dios...―Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.

―¡Búsquenlas! El jefe ha dicho que a la bailarina la maten y que tengan cuidado con lastimar a Feramore, a ella la capturan y la amarran si es posible. Nos la llevaremos con nosotros ―Escuché la voz viniendo de la radio que tiene el hombre cerca de su cadera―. ¡Rápido!

―Lucille ―Volví a llamarla.

No, no, no.

Nuestros caminos se separaron cuando las luces se apagaron.

Los disparos en todo el lugar no cesaban, cada vez se acercaban más. Personas gritaban, decían cosas que no puedo entender, había quejidos, golpes, estruendos.

―Dansçıyı buldum ―Escuché justo delante de mí, a unos pasos.

Levanté la cabeza, por lo que inmediatamente mis ojos se encontraron con los de un tipo. Lleva un cuchillo en la mano y comenzaba a acercarse con pasos lentos.

Retrocedí sobre mi lugar, sobre la sangre, manchando más mi ropa.

Mi mano se topó con el arma que el cadáver aún sostiene entre las suyas. La miré brevemente y la tomé, aún temblando, aún llena de miedo.

―¡No se acerque! ―Vociferé en un hilo de voz, apuntándole―. ¡Juro que dispararé!

Él no se detuvo y no sé si es por la diferencia de idiomas, o porque realmente no tiene intenciones de hacerlo.

Me voy más por lo segundo.

―¡Que se detenga!

Y entonces, presioné el gatillo. Pude ver el momento exacto en el que la bala salió disparada, impactando con el hombro del tipo.

Y sí, eso tampoco fue suficiente para detenerlo.

Cerré los ojos, apunté de nuevo y apreté los dientes.

Me armé de valor y...

Una detonación volvió a resonar por toda la habitación.

Abrí los ojos de golpe y al hacerlo, noté que el hombre perdía fuerza, cayó de rodillas y después, su cuerpo quedó inerte en el suelo. La sangre comenzó a salir a borbotones de su cabeza, manchando más el piso.

Mis ojos de nuevo subieron, viendo al causante de esa muerte.

Porque sí, yo no disparé.

Alguien se me adelantó.

Lo hizo el hombre de pie frente a mí.

*
*
*
*

N/A.

Holaaa, probablemente encuentren algunos errores por ahí, pero la verdad tengo sueño y no corregí bien del todo:(
El 53 lo publicaré en unos días ya que aún no termino y tengo mucha tarea por terminar:(

Solo quise subir este para no dejarlos más tiempo sin capítulo:(♡

Espero queles haya gustado. 💖

Tengo una duda, ¿ustedes releen la historia mientras subo capítulo nuevo?
Ya saben, con esto de que soy muy lenta jaja.

Ahora sí, ya me iré a dormir:(
Besooos.💋

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