ADAM - en edición.

By JohaNightmare

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El tormento de no saber que pasara es, quizá, una de las peores emociones que podremos experimentar como indi... More

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NOCHE.
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TÉ.
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PRUEBAS.
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LANA.
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PRESENCIA
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ACÁ Y ALLÁ
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TE AMO.
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44.
45.
IRSE

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By JohaNightmare

Las cristalinas gotas del frío rocío se pegaban a la creciente barba de Adam, se aferraban con fuerza y evitaban a toda costa caer, no importaba que tan pesados fueran sus pasos, ellas se mantenían ahí, quietas, sin perderse, sin ir a ningún lado que no fuera el mentón de ese sujeto.

La negra bufanda de Adam tenía pequeños brillos adheridos por cualquier lado que se le mirase, eran cortesía de mis rositas y brillosos guantes; él no sabía que existían en esa bufanda, y esperaba que no se diera cuenta por una buena cantidad de horas o días.

— ¿Quieres un café antes de ir a la oficina? — adoraba su voz, tenía ese tono gris que tanto lo caracterizaba, y el día de hoy se mezclaba con uno más de coqueteo — ¿o una tizana?

— Una tizana.

— ¿Quieres un baggel con eso? — negué en silencio mientras Adam miraba fijamente el semáforo que tenía frente de sí.

Habíamos despertado extrañamente temprano y Adam había insistido en caminar a la oficina para que pudiéramos desayunar y tenernos un rato, el clima era frío y un tanto húmedo, el sol intentaba con todas sus fuerzas el brindarnos un poco de calor. El largo saco que portaba y sus negras botas sin agujetas se confundían fácilmente con el húmedo pavimento de la ciudad, su traje informal iba por debajo, junto con más brillos de mi atuendo que se habían pegado al poner su saco sobre la cama. Su mano izquierda me sujetaba con una amorosa presión contra su costado y dentro de su bolsillo, pasaba su dedo pulgar sobre mis nudillos de vez en cuando. 

—Me asusta mucho que estés tan callada, porque sé que cuando lo sueltes, nadie podrá pararte por horas.

—Siento la nariz fría y me incomodan las gotas de rocío en las pestañas— giró los ojos ante mi respuesta—, me duelen las piernas y no precisamente por caminar.

El rubor que recorrió la cara de Adam no se comparaba ni con el rojo de los vestidos que portaba Victoria en la oficina; una media sonrisa se formó en su boca y se fue más rápido de lo que llegó.

—Me duelen por el frío, relaja ese rubor Jonas — reí mientras se llevaba su mano libre a las cejas y las despeinaba, balbuceó por lo bajo un par de insultos — lo siento, no sabía cómo romper el hielo de lo que pasó ayer, y he sentido esa tensión rara desde que nos despertamos y vi tu incomodidad cuando me cambie frente a ti.

—No era incomodidad Emily. — Giró a verme y se acercó más que suficiente a mi cara — Era tensión sexual, y era demasiado temprano como para hacer cardio, ¿no crees?

Lo odiaba.

Golpeé su brazo e intenté contener una risa mientras reanudábamos el paso, Adam era bueno para devolver la misma carta que le jugabas, odiaba que no me dejara poder tener una victoria de mi propio juego.

—Ad, sobre anoche...

—No lo hagas incómodo, Ems.

—No lo haré, sólo quiero saber, — Ad se detuvo justo antes de girar la esquina de la cafetería — pasó lo que pasó porque era lo que queríamos, ¿verdad? No fue por la Casa.

Su mirada cambió a una de extrema preocupación, dejo de sujetar mi mano y llevó sus cálidos dedos a mis mejillas. 

— Fue por nosotros Emily, de eso no hay duda. Lo hicimos porque nos queremos y estábamos ahí. La Casa no entró en esa fórmula. —asentí con vergüenza. —Oh Ems, lamento que lo pensaras de esa forma —me estrechó con fuerza entre sus brazos — te quiero mucho, Castaña, lamento que mi incomodidad de la mañana te hiciera sentir así, después de todo, también fue la primera vez que estuve con alguien y no sabía cuál era el camino que se seguía al día siguiente.

Reí con alivio. — No sabía cómo decírtelo sin sonar como una tonta, pero ahora me alegra saber que lo sabes y estamos bien.

(...)

Podía ver la sala de juntas desde mi pequeño sillón blanco, la figura de Adam estaba levantada, apoyada sobre un robusto mueble blanco, sus largas piernas y sus brazos se encontraban cruzados, cada vez que sus labios se movían podía ver la tensión que se generaba en el rostro de su padre, Victoria, Morett, y la mayoría de su familia. El padre de Adam se levantó y se acercó agresivamente a Adam, su rostro estaba prendido en llamas y movía su dedo índice como loco apuntando al resto de la sala y luego a él mismo, Ad se mantuvo quieto y podía jurar que sonrió tal como siempre lo hacía, con soberbia y sarcasmo. La mirada de Adam se desvió un poco hacia el grande cristal que nos separaba y me sonrío rápidamente.

—Las cosas ahí dentro se ven bastante tensas, ¿no cree? — una de las chicas asistentes se encontraba a mi lado— hace mucho no los veía discutir.

— ¿Quién crees que gane? — me miró con cierto atisbo de miedo — Apuesto por Victoria y Adam.

—Señorita, a esta altura, cualquiera de ellos dos destrozaría el uno al otro. Hace diez minutos entre a servirles agua, el señor Adam nos pidió no servir café por si a alguien se le ocurría tirárselo al otro en la cara.

Ambas reímos en silencio y nos quedamos observando el resto de la situación, íbamos haciendo apuestas de quien saldría primero de la sala y quién le seguiría. Obviamente todos ganamos al apostar que Adam saldría primero dejando a todos solos y entre discusiones con Victoria tranquilizando a todos.

—Ven a mi oficina, Ems.

—A la orden, mi capitán.

Me mantuve a la mitad de su blanca oficina después que Ad cerrara la puerta apoyándose contra ella, se mordió el labio inferior mientras sonreía con ese aire soberbio de siempre y se mantuvo bastante quieto antes de pronunciar algo.

— ¿Qué hiciste, Jonas?

—Reformula la pregunta, Wiley.

Crucé los brazos con seriedad. — ¿Qué no hiciste ahora, Adam?

—Siempre tan inteligente. — se acercó con delicadeza hacia mí, posó sus manos sobre mis caderas y ejerciendo presión me hizo caminar de espaldas hasta chocar en su escritorio — Digamos que Vicky y yo encontramos unos errores con las acciones testamentadas que mi abuelo dejó en su testamento, lo analizamos con el abogado de la familia y un juicio, y en resumen, el último testamento me nombraba como sucesor directivo y accionista mayoritario del 50% de la empresa, del resto de las acciones, algo así como un 15% no estaban en el testamento final, junto con varios títulos de la mesa directiva, nadie se había dado cuenta, compré un 10% de esas acciones para mí, vendimos los otros 5%, y los compramos bajo tu nombre. 

— ¿Hiciste qué?

— Es momentáneo y te ayudará a pagar la escuela.

— ¿Me usaste para enojar a tu familia una vez más?

—No te usé, usé tu nombre, ellos saben que las compre yo, y me los quito de encima un rato.

—A ver, déjame ver que te entiendo, ahora eres 60% accionista, y 5% pasivo accionista por medio de mí, al mismo tiempo eres directivo, pero la mesa directiva va a seguir manejando todo perfectamente incuestionable bajo tu régimen porque no hay forma de quitarte más que con la misma junta, pero ya no es la junta de tu familia, y ahora son algunas personas diferentes.

—En pocas palabras, algo así, es correcto.

— ¿Y eso es... para qué?

—Para que pueda regresar a casa contigo y dejar de pensar en Nueva York un tiempo, quizá planear con tiempo las cosas de las que hablábamos ayer, buscar una universidad para ti, remodelar la mansión, comprarte un auto, deshacernos de la Casa, de Garden, y que puedas volver con tu padre. Primeramente, lo último, sobre las demás cosas.

— ¿Cómo haces que las cosas sean tan complicadamente fáciles?

—Tengo años haciéndolo, y lo del testamento fue meramente suerte, Ems, tómalo o déjalo, pero ya está hecho — retiró sus manos de mis caderas y se alejó unos palmos — por cierto, noté que mi bufanda está llena de tus brillos rosas, ¿podrías ordenarme una bufanda del color de tus guantes?

—Iré a tomar aire, eres increíblemente molesto.

PDV Adam

Emily golpeó con una fuerza increíble mi brazo al volver a la oficina, había entrado por la puerta con una rapidez fenomenal y se mantuvo en silencio dando vueltas. Sujetaba una mano en el aire ordenándome que callara.

—No puedes usar mi nombre para cosas, que una vez más, has hecho sin mi permiso, tienes que incluirme en esas cosas, si tan solo las mencionaras, te juro que lo entendería y diría que sí, pero no puedes hacerlo así como así porque luego me siento engañada — retomo aire con mucha fuerza — ahora bien, agradezco que lo hayas hecho con la intención de que podamos estar juntos y planear realmente todo lo que tenemos que hacer, y que pueda volver a mi vida normal, pero inclúyeme en esa pre-toma de decisiones maldito idiota, porque yo también planeo cosas y las tengo que re-planear por tus babosadas. — Mantuvo su mano alzada al aire — Ya puedes hablar.

—Primeramente, lo siento, seguidamente, no tenías porqué golpearme con tanta fuerza, y por último, lo sé, una vez más, lo siento, te incluiré en las siguientes decisiones que tenga planeadas que nos ayudaran con nuestro futuro.

Asintió despacio.

—Ah, y ya no hay bufandas rosas.


Emily se encontraba sentada frente a mí, tenía mi laptop en sus manos, un block de notas a lado de ella, y un par de tazas vacías de té; el control del aire acondicionado también lo tenía ella, había subido la temperatura lo suficiente para sentirse cómoda y quitarse los guantes y el largo abrigo que llevaba. Un par de minutos después, se paró a lado de mí.

—Sujeta el borde de mi blusa para quitarme el suéter, por favor.

—A la orden — giré mi silla en su dirección, sujete los delgados bordes de su blusa con cuidado, cuando Emily tiró del suéter hacia arriba un par de manchas aparecieron a la vista justo en línea horizontal a su ombligo — ¿estás bien?

— ¿Mmmh?

Apunté a su abdomen, Ems levantó su blusa de nuevo y las manchas moradas y rojas se hicieron presentes, eran moretones circulares y algunos largos, había dos que se extendía hacia la parte de su espalda baja, la hice girar con cuidado.

—Emily, ¿tienes alguna idea de cuando te pasó esto?

—No estaban ahí ayer.

—Eso lo sé, te vi anoche — tomé mis lentes del escritorio y me acerqué con curiosidad, tracé los moretones con las yemas de mis dedos, presione un par de ellos pero Ems no reaccionaba con dolor — Emily ¿eres anémica?

—Eh, quizá.

La miré con tremenda seriedad que solo le quedo asentir. —Tenemos que llevarte a un buen doctor en cuanto volvamos.

—Drew ya me había llevado antes de venir para acá. Me dio una dieta y un par de suplementos, estaré bien. — Volvió a bajar su blusa con cuidado, su pequeña cara se mostraba confundida — No recuerdo haberme golpeado con nada ayer, es lo raro.

— ¿Ni en la mañana?

—Ven, acompáñame al baño a revisar si tengo más.

La blusa de Emily yacía sobre el lavabo de mármol del baño, se había sujetado el cabello con una liga amarilla de hule. Su cara de confusión era grande al ver que tenía dos pequeños moretes bajo cada uno de los omóplatos, y un par más a cada lado del abdomen.

—Qué raro, quizá me golpee con algo de la cama del hotel, o dormí mal.

—Ems, estamos hospedados en el mejor hotel que existe, en una King size bed sin alambres y con duvets de plumas, no creo que haya sido la cama o tú durmiendo mal. — Volví a trazar los moretes con mis dedos, mi dedo anular cubría perfectamente uno de ellos — Quítate el pantalón Ems.

— ¿Qué?

—Vamos, hazlo.

Emily removió su cinturón con cuidado, removió el par de jeans oscuros de sus piernas y lo dejó sobre el lavabo.

Había tres moretones en el doblez de su pierna derecha, dos más en la parte trasera de su pierna, y uno justo en su sobresaliente hueso de la cadera.

—Carajo, ¿de dónde siguen saliendo?

Deje salir una risa pesada, los ojos de Emily me escudriñaban completamente confundida. Le sujete por debajo de los brazos y la alcé a sentarse en el mármol, el quieto sonido de disgusto por el frío de la superficie, se quedó atorado en su garganta.

Me acerqué hacia entre sus piernas y le tome por el doblez de la rodilla. — ¿Lo ves ahora? — Dirigió su mirada a mis dedos cubriendo uno por uno los nacientes brotes morados — Fui yo. — Cubrí el moretón que se encontraba en su sobresaliente con la base de la palma de la mano, una vez más, encajaba — No me di cuenta que te estaba sujetando con demasiada fuerza ayer — le indiqué que viera el reflejo del espejo, posé mi mano sobre los dos pequeños moretones de sus omóplatos — supongo que estos últimos y algunos del abdomen los hice cuando estuviste sobre mí.

—No recuerdo que me doliera cuando me sujetabas, supongo que el frío tampoco ayuda mucho. — Emily tenía las mejillas carmesí, pasé su blusa por sus hombros mientras reía — Gracias.

—Lo siento, no quería lastimarte.

Me hice a un lado para que pudiera saltar del mármol al suelo y ponerse los jeans de nuevo, Emily rio por lo bajo.

— ¿Ayer escuchaste que alguno de mis suspiros fuera de dolor? — Entreabrí los labios para reír— iré por un par de toallas y hielos.

—Disfrutas mucho jugar la carta de la tensión, ¿no?

—Después de todo, a esta hora solías hacer cardio en casa.

Tuche.

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