JACARANDA |Elsa x Isabela|

By erickacipriano

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Hace muchos años Bruno no solo escondió la visión de Mirabel, si no de la última persona que la familia Madri... More

Prólogo
CATTLEYA
BREZO
HYDRANGEA
BEGONIA
TARAXACUM
NENÚFAR
CRISANTEMO
AMAPOLA
HOLA
AZALEA
TULIPA
ROSÁCEA
DAHLIA
HYACINTHUS

FREESIA

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By erickacipriano

Colombia, Pueblo de Encanto 

POV Isabela Madrigal 

Me encontraba haciendo crecer matas inmensas de robles, los arboles se alzaban a mi alrededor y los nuevos ciudadanos me observaban sorprendidos. Sus rostros eran un verdadero poema, y mentiría si dijera que no amaba la manera en la que la gente me miraba. Me sentía viva. 

Pero creo que la sensación que más predominaba era intranquilidad. No podía dejar de pensar en la profecía de Bruno y en aquella mujer. Una parte de mi quería saber un poco más de aquello, al mismo tiempo que sentía la inmensa necesidad de ignorarlo y seguir con mi vida. 

Las horas parecían perderse con rapidez, intentaba mantenerme ocupada todo el tiempo, así no darle lugar a pensamientos intrusivos. Pero era casi imposible, esa mujer no dejaba de aparecer en mi mente. Habían momentos en los que simplemente me enojaba conmigo misma por pensarla, otros tantos la odiaba a ella. 

Y es que no sabía como podía odiar a una mujer que ni siquiera conocía, pero sabía que su mera existencia había arruinado la calma que apenas se me había sido dada. Y no se lo iba a perdonar. 

Una vez terminadas todas las tareas que tenía pendientes, me sentía agotada. No teníamos vidas tranquilas como las otras personas del pueblo, siempre necesitaban un poco de nosotros. A veces solo sentía la necesidad de estar en un lugar completamente diferente, quizás donde nadie me conozca y pudiera ser un poco más libre. Claramente mi libertad actual era mayor a la que alguna vez tuve, pero aún así no sentía que fuese suficiente. 

No pasaba más de medio día cuando escucho la voz de Mirabel gritando a lo lejos por el almuerzo. Me despido amablemente de mis espectadores e intento llegar lo más rápido a la Casita, quería distraerme un poco y de cierto modo las comidas en familia eran interesantes. Las charlas vacías en el almuerzo, los discursos alentadores de la abuela y los chismes recién llegados de la familia de tía Pepa.

Al llegar, Casita me saluda con un movimiento rápido de las ventanas y veo a Dolores nerviosa hablando con Antonio. Esto no era del todo bueno. 

En mi mente pasaron mil escenarios sobre esa conversación y todos terminaban en mi, yo y esa extraña mujer en específico. Sabía de sobremanera que Antonio se enteró de la profecía de Mirabel a causa de las ratas, y no me sorprendería que él lo supiera también.

Si es que Antonio lo sabe, eso significaba que Mirabel también lo sabía. 

- Isa estas pálida ¿Todo bien? - Mi hermana menor parece preocupada, pero yo lo estaba aún más. Si ella estaba enterada ¿Qué sería de mi? Lo más probable es que le cuente a la abuela, o intente buscar una solución tonta y extremadamente arriesgada. Lo que menos necesitaba era a Mirabel metiendo sus narices donde no la llamaba. 

- Si, todo perfecto. - Forcé una sonrisa y ella no parecía convencida, pero tampoco hizo el intento de preguntar de nuevo. 

El almuerzo fue tranquilo, mamá cocinaba increíble y eso hizo que mi humor cambiara un poco. Las charlas se centraron en su mayoría en como ayudar a los nuevos habitantes, y darles una bienvenida digna. La abuela tenía la idea de una fiesta, pero aún era muy pronto, debíamos dejar que los nuevos ciudadanos se instalen antes de cualquier cosa. 

No podía dejar de mirar a Dolores conversar con Antonio, era un extraño presentimiento. Al menos y no había dicho nada, y nadie pregunto, entonces por lo mismo significaba que solo nosotros lo sabíamos. 

Cuando nos dispusimos a recoger la mesa, fui donde tío Bruno. Una parte de mi necesitaba saber un poco más sobre aquella profecía. 

- Tío, tengo algunas preguntas - No necesité decir mucho para que él lo entendiera. Hizo un ademan para que lo siga hacía su extraño santuario. El camino lo sentí como una nube de humo en mi mente, no podía prestar atención a nada en concreto. Tenía la única necesidad de saber sobre mi futuro. Era un tanto egoísta, pero al estar siempre presionada a la necesidad de complacer a todos, un poco de egoísmo no me haría daño. 

- Ten en cuenta que quizás lo que veas no te agrade, y que mantengas la mente abierta. No olvides que lo que veamos allí, no cambiará nada en la percepción que tengo sobre ti. - Bruno hablaba con cierta delicadeza mientras nos rodeaba con un circulo de arena. Yo me encontraba en medio de este, y sentía que comenzaba a temblar. 

- ¿Estás lista? - Asiento con la cabeza y él me toma de las manos, y un pequeño deja vú parecía envolverme. Nuevamente era una pequeña niña, pero ahora sabía a ciencia cierta que mi futuro dependía de si una despampanante rubia aparecería en mi vida. 

Una nube de arena me rodea y cierro los ojos instantáneamente. Tío Bruno aprieta suavemente mis manos para que los abra. En tanto él observaba fijamente a la imagen que se aparecía en ese extraño vórtice.

Una figura femenina parecía estar rodeada de un paisaje invernal. Caminaba con cierta delicadeza y sonreía con una gracia indescriptible. Sus vestiduras tan blancas como ella, se confundían con el lugar. Parecía estar hablando en voz alta, mientras una suave brisa la seguía, como si el aire contestara a sus preguntas. 

Ella estaba emocionada, y de sus manos brotan flores de hielo, muy similares a las que teníamos en casa. 

- Ella también es como nosotros - Bruno estaba igual que sorprendido que yo, sus ojos verdes mantenían ese brillo curioso y quería saber más de aquello. Pero sabía que él no seguiría viendo si es que yo no le daba permiso. 

- ¿Podemos ver más tío Bruno? - El asiente con la cabeza y la visión continúa. 

La mujer parecía estar rebosante de alegría, sus pasos se apresuran hasta llegar a una habitación extraña. Creo que la visión cambió de lugar porque ya no nos encontrábamos en el bosque, si no en un elegante despacho. Aquella figura parecía escribir una carta con suma atención. Y una mujer de un inmenso parecido hablaba preocupada. 

- Elsa tienes que parar, no sabemos nada. 

- Ya sé su nombre. - Aquella mujer hizo caso omiso a las palabras de la otra y siguió escribiendo. 

Así que Elsa era su nombre. Sentía un nudo en la garganta con la necesidad extraña de nombrarla, pero no lo haría. No debía siquiera de enterarme de aquello, eso haría que le de más sentido a la existencia de la persona que arruinaría mi futuro. Me molestaba y me intrigaba el hecho de que esté buscando a alguien ¿Quién es la persona a quién busca con tanto interés? 

La mujer que parecía ser su hermana sale del despacho con cierta consternación, mientras la sonrisa perfecta de Elsa no dejaba su rostro. 

En ese momento la visión termina, y en mis manos cae la imagen de esa mujer de rasgos finos y con una sonrisa blanquecina en todo su rostro. Una parte de mi quería estampar en el suelo aquel pedazo de vidrio verdusco, pero no lo hice.

- Bueno, ahora sabemos que tiene poderes, su nombre es Elsa y parece estar buscando a alguien. - No me hacía nada de gracia nada de lo que estaba sucediendo, quizás algunas dudas sobre quien era parecían estar levemente resueltas, pero nada me aseguraba de que pasaría realmente.

- Eso fue demasiado extraño - Bruno parecía igual de confundido que yo. Solo esperaba que las cosas no empeoren más de lo que estaban y que la persona a quien buscaba no fuera yo. 

- ¿Crees que sepa de nosotros? - Cuestiono con cierta duda. De todas formas, no habría manera de que ella supiera donde estoy, este lugar es casi impenetrable. 

- Ehhhh, No estoy seguro. Ella estaba hablando con el viento. - Mi tío hace movimientos extraños con las manos simulando una ráfaga de aire. Mi mente entra en cuenta de aquel pequeño detalle, y solo sé que estoy jodida. 

- Tío, creo que Mirabel sabe de esto. Vi a Dolores hablando con Antonio, y sabes que Antonio le cuenta absolutamente todo. - No dejaba de apretar fuertemente la visión en mis manos, aquella sonrisa alegre parecía estar burlándose de mi. Por eso mismo, la tiré sin pensarlo.

El sonido de vidrio estampándose en el suelo hizo un ruido seco. Los pedazos de la visión se fueron hundiendo en la superficie arenosa, y solo un pequeño brillo opaco parecía denotar que algo existía allí. 

- ¿Por qué hiciste eso? - Mi tío que dio un salto de susto por aquello me miraba expectante. 

- No me gustaba su sonrisa. - Disimulo, él hace un gesto de poca importancia y levanta los hombros. 

- No creo que Mirabel hiciera algo para lastimarte Isa, todos te amamos. Eres demasiado importante para ella. 

- La abuela nunca lo aceptaría, ella te odio a ti y a Mirabel por no ser lo que ella quería que fueran. ¿Imagínate yo? Toda mi vida he hecho todo en mis manos para que se sintiera orgullosa, para que todos se sintieran orgullosos. - Las lagrimas se acumulaban en mis ojos y bajo la mirada de tío Bruno me rompí, al igual que la visión y la burlesca sonrisa de Elsa. 



Noruega, Reino de Arendelle 

Isabela Madrigal, quizá no me conozca. Probablemente y siquiera alguna vez haya escuchado sobre mi, pero déjeme decirle que los espíritus de este mundo saben de nuestra existencia, y mi interés por saber de usted es demasiado inmensurable.

Quisiera escribirle presentándome formalmente, pero siento que si me conociera, no quisiera saber de mi.
Pero me dejaré de nimiedades. Me fue precisado los detalles sobre su poder, y la curiosidad sobre conocer un poco más de aquello me carcome.

Podríamos hablar de aquello por este medio, usted solo tendría que dejar la carta en la esquina de su habitación y mis mensajeros se encargaran del resto. 

Me despido sin antes dejarle mis mejores deseos. 

Arendelle. 

- ¿No suenas un poco desesperada? - La reina de Arendelle intenta aguantarse la risa mientras observa a su sonrojada hermana mayor. Esta se removía incomoda desde el asiento más grande del despacho de su padre, sus ojos antes brillantes, contenían un aire inocente y avergonzado. 

- Nunca he hecho una carta de este tipo, solo he hecho cartas formales a reinos vecinos. - Las manos blanquecinas de Elsa temblaban levemente moviendo su pluma de un lado a otro. Su fino trazo daba una elegancia innata a la carta, pero la torpeza de sus palabras lo contrarrestaban. 

- Déjamelo a mi, nunca creí que serías tan torpe intentando conocer a alguien. - La pelirroja aguantaba una risa tapando levemente sus labios para que su hermana no lo notase, la guardiana se sentía abochornada. Sus ojos se movían de un lado a otro buscando la salida más próxima para huir a su amado bosque. 

- Ten en cuenta que debes ayudarme, mi vocabulario en español es reducido. 

Estimada Señorita Madrigal 

Es un verdadero gusto para mi presentarme ante usted con esta carta, tenía tiempo que deseaba poder escribirle.
De buenas nuevas, he tenido la dicha de enterarme de que se le han sido otorgados dones mágicos. Y para que no tema, decirle que también se me han sido conferidos a mi, aunque creo que de diferente manera. Alguna vez y quizás pueda contarle aquella historia.

Me presento con las más sinceras intenciones de conocerla, y quizás poder entablar una amistad con usted.

Espero pronta su respuesta. Me despido con todos los mejores deseos. 

                                                                                                                                                                      E. de Arendelle. 

- ¿Mejor? - La rubia sonríe y abraza emocionada a su hermana. A veces desearía tener el poder de ser sociable de Anna. 

- Muchísimo.

- ¿Cuándo planeas enviarlo?- La reina de Arendelle parecía curiosa ante esto. 

- En este momento se lo enviaré con Gale, lo más seguro es que llegué en medio del desayuno de aquí. Y allá será poco más de media tarde. 

La reina de las nieves sonreía complacida, se sentía con la confianza de los tontos. Esa que hace que se lancen de cara sin importar si pudiesen salir lastimados. La reina no era tonta más en tanto, era una mujer inteligente y solitaria, pero bastante astuta al mismo tiempo. Tenía las maneras dignas de una reina de hacer que las personas hagan lo que ella desease, sin pedirlo siquiera. 

Por eso es que confiaba demasiado en que esa carta sería respondida. 

Colombia, Casita Madrigal 

Eran alrededor de las cuatro de la tarde, cuando una joven adolescente parecía caminar con prisa por la vereda que llegaba a su hogar. En la puerta tallada con los personajes de su familia, yacía un sobre elegante, parecía haber sido puesto recientemente, pero no había nadie cerca que pudiera haberlo dejado. En la parte delantera se posaba un sello dorado en forma de una flor extraña. Los colores que rodeaban a este eran un azul profundo y un verde oscuro. El sobre de un blanco perla tenía una pequeña inscripción. 

Isabela Madrigal 

Mirabel estaba sorprendida ¿Quién era aquella persona que le enviaba cartas a su hermana? La curiosidad le carcomía, pero sabía de sobremanera que abrirlo sería una completa falta de respeto. Entonces sin esperar demasiado, tomó el sobre y lo llevó a la habitación de Isabela. 

Dentro de esta todo era un desastre. Flores levemente marchitas y otras punzantes rodeaban la entrada, la cama destendida le daba ese toque olvidado, todo estaba irreconocible. 

- ¿Qué haces en mi habitación?

Una figura delgada y con cabello oscuro miraba expectante a la adolescente. La joven parecía nerviosa y sus manos sudaban manchando levemente al sobre en las mismas. 

- Alguien dejó esto en la puerta. 

Mirabel miraba sin reconocer a su hermana mayor. Sus ojos avellanados estaban rojos y hundidos, su cabello levemente enmarañado y parecía temblar levemente. Como si quisiera huir de algo. 

- No la quiero, tírala por ahí. Debe ser algún admirador del pueblo. 

- Isa, parece ser importante. No es como si la hubiera escrito alguien de por aquí. 

Isabela pareció tensarse ante lo último. En su mente se agolpaba la idea de que quizás y fuese esa extraña mujer intentando comunicarse con ella, pero deshizo el pensamiento en ese instante. Era imposible que la encontrase. 

- Déjame ver. - Con cierta fuerza, arrancó de las manos de Mirabel aquel sobre y se dispuso a revisarlo. Miró los detalles de los bordes, y el sello que parecía tener toques de oro en la flor dorada de en medio. 

- ¿Qué es esto? - Su voz comenzaba a cortarse, más aún cuando leyó su nombre en la parte superior de este. Escrito con una letra pulcra y delicada, era imposible que alguien del pueblo tuviese tal caligrafía, ni siquiera algún miembro de la familia Madrigal. 

- La encontré en la entrada. ¿Isa por qué estás tan nerviosa? 

La joven observaba temblar a los delicados dedos de Isabela. Parecían nerviosos intentando abrir la carta pero fallando en el intento. 

- No estoy nerviosa. - Su voz parecía más un chillido que otra cosa. Y parecía caer una pequeña gota de sudor de su frente. 

- Vete Mirabel, quiero leerlo a solas. - La mujer de vestiduras rosas habló con voz firme. Su hermana dio un respingo pero no se movió, sabía que Isabela la necesitaba. 

- No me iré de aquí Isabela, no estás bien. 

- ¡Veté! - Dijo esa última palabra, y lanzó una mata de lianas para tirar de su hermana fuera de su habitación. 

- No puedes hacer esto cada que quieres estar sola. Sabes que nunca te juzgaría si te gusta una mujer. - Las lianas dejaron de tirar a la joven con gafas y parecían atraerla hacía Isabela nuevamente. 

- Para que quede claro. NO. ME. GUSTAN. LAS. ¡MUJERES! - Cada palabra era lanzada con una rabia acumulada. La joven de cabellos cortos estaba realmente asustada. ¿Cómo podía su hermana ponerse así por algo que ni siquiera era malo?

- Entonces deja de comportarte como si lo hicieran. Si realmente no te gustaran, no hicieras tanto esfuerzo para intentar desmentirlo. 

Isabela se quedó helada con aquellas palabras. Nunca había pensado en la razón del porqué le molestaba tanto que las personas pensaran que le gustaban las mujeres. Aunque la verdad, nadie siquiera lo pensó hasta que vieron la visión. 

-No me gustan. 

- Lo tengo en claro. Ahora lee la carta y deja de comportarte como una princesa mimada. 

Mirabel estaba siendo cruel con su hermana, ella lo sabía. Pero también entendía que Isabela no escuchaba a nadie cuando se cerraba en sus pensamientos, la única manera era ser dura con ella. 

Isabela estaba molesta, en sus labios se formó una mueca y rodó los ojos con desesperación. Estaba cansada de esta situación, solo quería despertar de esta pesadilla. 

- Bien, pero no vuelvas a asumir cosas absurdas. Y ni se te ocurra decirle a la abuela porque haré tu vida imposible. ¿Entendiste? - La adolescente asintió con la cabeza reiteradas veces. Sentía leves punzadas en sus manos que aún estaban atadas por las lianas y una presión un tanto fuerte en sus tobillos. Sabía muy bien de lo que era capaz Isabela. 

Las manos de la pelinegra fueron directo a romper aquel sobre, revelando suavemente los escritos de la mujer que no salía de su cabeza. 

Y con suerte, alguna vez de su corazón. 



WUUUUUUUU

Volví de mi bajón, lista para el drama y las cosas románticas. 

¿Les gustó? ¿Tienen alguna expectativa con respecto a su relación?

Tampoco quería que el conocerse fuera tan lento, pero quiero que su enamoramiento no sea tan fast. Es amor, no Romeo y Julieta. 

Porsia, los adoro un montón y gracias por esperarme para esta actualización. 

Abrazooooos. 



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