El perfume del Rey. [Rey 1] Y...

بواسطة Karinebernal

29.4M 2.3M 4.9M

Emily Malhore es hija de los perfumistas más famosos del reino de Mishnock. Su vida era relativamente sencill... المزيد

YA DISPONIBLE EN FÍSICO.
Nota importante antes de iniciar la lectura.
Mapa de la trilogía.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capitulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Prueba.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Extra Emily.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo Final Parte I
Capítulo Final PARTE II
DETALLES DEL LIBRO EN FÍSICO.

Capítulo 13.

348K 30K 41.8K
بواسطة Karinebernal

Llega el jueves y yo estaba decidida a no asistir a casa de Lady Valentine. Estos días han sido difíciles mientras intento reponerme de lo que sucedió, sin embargo, no me es sencillo.

Falte a clases por tres días, en los cuales no quise salir de casa ni un segundo y solamente me quede en el jardín, tomando el valor que sentía me habían arrebatado esa noche. Hasta que finalmente me arme de fuerza y tome la decisión de no permitir que Faustus controlará mi vida aun a la distancia, no estaba dispuesta a dejar que gane la batalla contra mis propios sentimientos.

Me arriesgué a hacer algo que me ayudase a sentirme mejor conmigo misma, que me diera  coraje, valentía y eso fue hablar. Yo quería quedarme en silencio, no lo negaré, deseaba olvidar ese suceso y actuar como si nunca hubiese pasado, pero eso sería injusto para conmigo. Quería hacer por todos, lo que la justicia no hizo por mí, así que ensañé con mamá todo un discurso sobre mi vivencia y le pedí permiso al señor Field para recitarlo en clase.
Me hubiese gustado que Rose estuviese presente para que viera cuan fuerte soy, que no soy débil como ella piensa y hasta quizás algo de lo que dije le habría servido.

Hablar me ayudó, me resultó terapéutico y aunque al principio al tutor no le pareció buena idea, ya que no quería alarmar a los demás con lo que él consideraba un caso aislado, mamá lo convenció de lo contrario. Y cuando estuve ahí, enfrente de la clase, relatando cada minuto de ese momento, me sentí aguerrida, acompañada, útil, porque estaba más que segura de que mi testimonio podría ser de ayuda para alguien de la sala o que al menos esté llevaría el mensaje a su casa y mi noche de horror serviría para poner en alerta a las personas o motivar a hablar a otro que había callado algo similar o peor.

Y ahora me encuentro aquí, de pie en el umbral de la casa de Lady Valentine, con mis manos cosquilleando nerviosamente mientras toco el aldabón. Liz me acompañó hasta entrar a la calle de nobles, pero a partir de ahí, caminé hasta la vivienda por mi cuenta y admito que recorrer ese pequeño trayecto repleta de miedo, me hizo sentir que a pesar de todo, podría volver a intentarlo.

—Bienvenida. Ya la señorita Valentine la espera. —Informa la doncella que abre la puerta.

Quita el abrigo que traía conmigo para posteriormente guiarme hasta el comedor, en donde efectivamente se encuentra la joven Russo, junto a una mujer que parece ser su madre y dos niños.

Candeleros decoran la mesa de ocho puestos, una enorme lámpara cuelga del techo, adornada con cristales que reflejan la luz a todos los espacios de la sala.

—Emily, es un placer volver a verte —saluda con una sonrisa — ¿Ves? Ahora si he recordado tu nombre. Te presento a mis dos hermanos, Thomas —señala a un pequeño castaño que levanta la mirada al escuchar su nombre, pero de inmediato la devuelve al plato frente a él — y Taded. —Este último inclina la cabeza con amabilidad, haciéndome sentir cómoda.

—Hola —Hablo cortésmente, pero soy ignorada por el primero de los niños.

—Madre, permíteme presentarte a la señorita Malhore —continúa Valentine —. Emily, ella es la baronesa Anabella Russo.

—Hola, Emily —curva sus labios en un gesto agradable —¿De los Malhore de Prinford?

—No, señora. Toda mi familia es de aquí de Palkareth.

—Es hija de los perfumistas, mamá.

—¡Oh! De la familia del perfume —Dice con un tono desdeñable.

—He visto varios frascos vacíos de los perfumes que hacen sus padres en tu tocador.

—Pues algo tengo que usar. —Replica caprichosa.

Me siento a la mesa, al lado del niño que me han presentado como Taded.

—Escuché que tienen una deuda grandísima con El Mercader. —Dice la mujer.

—Ya la hemos saldado casi en su totalidad.

—Madre, esos no son temas que deban tocarse.

—Solo digo que hay que tener cuidado. Puede tomar algo para así pagar el adeudo.

—Yo jamás haría eso. —Me defiendo.

—Eso lo sabremos cuando te vayas y verifiquemos que no hace falta nada en la casa. —se levanta altanera —. Llévame la comida a mi habitación. —Le ordena a su doncella.

Se retira de la mesa, pavoneándose como toda una señora perteneciente a las altas casas, presumida y déspota.

—Discúlpala, por favor. Es la edad —La vergüenza carcome las mejillas de su hija.

—No hay problema. Descuida.

Pero desde ahora puedo concluir que la Baronesa no es de mi agrado.

—¿Desde cuándo eres amiga de Valentine? Jamás te había visto y ella no recibe muchas visitas. —Me habla el niño amable.

—Tan solo somos conocidas.

—¿Es decir que no somos amigas? —pregunta ella con un gesto sincero —. Yo creí que sí.

—Bueno, si lo somos. Es decir, no sabía que nos llevábamos bien.

—Ahora lo sabes. Tocando otro tema, ¿no vendrías con una acompañante?

—No pudo asistir, tenía algunas co...

—También podemos ser amigos si quieres —irrumpe su hermano —. Soy bueno para guardar secretos.

—No lo eres —se queja el otro, el mayor, quien no ha hablado en toda la noche —. Y no interrumpas a las personas cuando hablan, es de muy mala educación.

—¿La he ofendido, señorita amiga de mi hermana? —pregunta preocupado y niego. —¿Lo ves, Thomas? No ha pasado nada.

—Al menos aprende su nombre si quieres que sea tu amiga. Se llama Emily, es hija de perfumistas, no consideraba a Valentine como su allegada hasta que ella la obligó a hacerlo. Se ha quedado observando los artilugios de la casa por un tiempo mayor al promedio, lo cual significa dos cosas, está detectando que puede robarse o quedó maravillada debido a que nunca ha visto algo semejante, lo cual se explicaría en que es una plebeya y no tiene acceso a objetos tan valiosos.

—¿Por qué siempre te comportas como un hombre mayor? —se queja su hermana —. Tienes once años.

—Ya lo ha dicho el rey Magnus y es buen momento para citarlo: "La edad no define tu inteligencia".

—¿Vas a empezar a hablar del rey Lacrontte? —reclama Taded —. Eres muy aburrido.

¡Por todas las flores del mundo! Nunca había presenciado tantas discusiones en una simple cena familiar. No podría vivir en un ambiente así.

••••

Después de terminar la comida en medio de una riña incesante, Valentine me lleva a su habitación, la cual es un mundo totalmente diferente para mí.

Las paredes están pintadas de lila con escabrosas lámparas de plata y colgantes de cuencas. Una enorme cama cubierta por un mosquetero blanco se adueña del lugar y sábanas en tonos pasteles la cubren por completo.
Una alfombra mullida en terciopelo descansa a los pies de un baúl de madera café y un tocador repleto de cremas, joyas, perfumes y cosas sin sentido terminan el conjunto.

—¿Qué quieres hacer mientras esperamos a Amadea? —Pregunta ella, descalzándose.

—No lo sé ¿qué propones?

—¿Te gusta leer? Tengo libros increíbles. Aunque también puedo enseñarte todas las cosas extrañas que traigo de mis viajes.

—¿Viajas mucho? —Pregunto intrigada. No conozco a muchas personas que puedan permitírselo.

—Por supuesto. Tanto que ya Palkareth me resulta aburrida. La vida en otros parajes es magnánima, desarrollada y extravagante.

Ahora me siento más pobre de lo que soy.

—¿A qué se dedica tu padre, Lady Valentine? —Cuestiono intrigada para entender por qué pueden permitirse tantos lujos.

—Dejémonos de formalidades, somos amigas. Dime Val, si quieres. Papá es banquero. Él guarda las riquezas de muchos nobles de Mishnock y las del rey Silas.

—Eso es sin duda una posición muy importante. —El asombro habla por mí.

—Así es. Tenemos sedes por toda Mishnock y algunas pocas en Lacrontte. Pronto lo ascenderán a conde. Estamos muy emocionados porque llegué ese día. ¿Y tu familia qué tal?

—Somos plebeyos, pero nos sentimos muy bien de esa forma.

—Si oficializas tu relación con Stefan, tú serás princesa y tus familiares se convertirán en infantes. Tienes el futuro asegurado.

—No es algo que nos entusiasme demasiado, es decir, el conseguir un título.

—Eso nunca esta de más. Con rango noble pueden invitarte a las mejores fiestas, incluso fuera de Mishnock.

—¿Has asistido a eventos fuera del reino? Creí que solo salías de vacaciones.

—Claro que lo hago y son los mejores. He viajado muchas veces a fiestas en Lacrontte y Cromanoff, también he visitado los viñedos de Cristeners. Podría invitarte al próximo evento que surja ¿irías?

—Está bien, siempre y cuando tenga el permiso de papá.

—¿Aun si es fuera del reino?

—Bueno, ahí la situación se complicaría un poco. No nos es tan fácil permitirnos un viaje de un momento a otro.

—¿Pero si por trabajo? —cuestiona y asiento —¿Es decir que irán al bazar de Lacrontte este fin de semana?

—¿Bazar de Lacrontte?

Recorro en mi mente cada recoveco. Estoy segura que he escuchado algo sobre eso con anterioridad, pero no recuerdo dónde.

—Es un evento para artesanos, orfebres y todo tipo de creadores de cualquier reino que ofrece la oportunidad de darte a conocer y conseguir contratos extranjeros. Fue creado por la ex reina Elizabeth.

—¿Quién es ella?

—La madre de Magnus. ¿En verdad no sabían nada?

—No, pero me alegra saberlo. Se lo haré saber a papá, quizás logremos ir, aunque no puedo asegurarlo.

Por supuesto. En el cumpleaños de Daniel, el rey Lacrontte bufo que vendería a los guardias Mishnianos que se llevó, en un bazar. Debe ser el mismo.

—¿Necesitas quien los financie? —Pregunta mi anfitriona, con emoción. Como si un plan se hubiese generado en su mente.

—¿Disculpa?

—Lo que escuchaste. Muchas personas que asisten al bazar tienen un patrocinador. Papá habla de eso todo el tiempo, es por ello que estoy enterada, pues es obvio que no soy artesana —me toma de las manos y me lleva hasta la cama con ella —. Cuando no pueden costear el precio del viaje o necesitan comprar gran cantidad de materiales para realizar sus productos y así hacerle frente a la demanda que tendrán en el evento, buscan alguien que los apoye económicamente y estos a su vez también se benefician. Puedo decirle a papá que los financie, él jamás me dirá que no, soy su niña.

—Sería una gran oportunidad, pero primero debo hablarlo con mi padre.

Ir a ese bazar en Lacrontte nos ayudaría a reunir el dinero restante de la deuda. Asistir es algo que indudablemente nos sería útil.

—Coméntale esta noche y si acepta, haré que mañana mismo se reúnan para pactar. Mi padre no dirá que no, solo debes convencer al tuyo.

—De acuerdo. Gracias por el aviso.

—Espero si lo tengas en cuenta. Ahora, ¿puedo sincerarme contigo, respecto a algo que tiene que ver con Stefan? —duda, mordiéndose las uñas y una vez acepto, sonríe nerviosa —. No sé cómo decirte eso, porque es evidente que eres una joven bondadosa.

—Dilo, no te preocupes, puedo entender casi cualquier cosa.

—No le agradas ni un poco al rey Silas —cierra los ojos, como si le avergonzara revelar aquello —. Cuando en la fiesta de Daniel lo invité a bailar y no lo solté por un buen rato, fue porque su padre me pidió que lo hiciera. En verdad, yo no pretendía interrumpir, pero... bueno, no tengo excusa. Fui su cómplice a final de cuentas.

Lo imaginaba. No me sorprende escucharlo.
La manera en como me habla y las indirectas llenas de sarcasmo que lanza sobre nuestro negocio familiar, me ayudaron a leer entre líneas. Es obvio que no le caigo en gracia por mi posición social.

—Descuida. Es algo que sospechaba.

—Stefan es un caballero muy protector. Estoy segura que no dejará que su padre te haga daño.

—¿Acaso el rey piensa damnificarme?

—No, no. No estoy insinuando eso, solo digo que Stefan siempre estará de tu parte.

Un sabor amargo se aloja en mi boca, creando una opresión en mi pecho de inseguridad.
No quiero que esta relación con el príncipe se convierta en una amenaza para mi bienestar o lado mi familia.

El sonido de la perilla siendo girada nos hace sobresaltar. La madera se mueve cuando es abierta y la luz blanca de la habitación brilla sobre la piel caramelo de Amadea, quien luce fresca en un camisón de dormir gris.

—¿Preparadas para la noche de mujercitas? — Pregunta sonriente.

—Esperen, ¿vamos a pasar la noche aquí? — Cuestiono confundida.

—Claro, ¿no te lo habían dicho?

—No, mi padre vendrá por mí a las diez. Creí que únicamente era una cena.

—¿A las diez? Pero si ya son las ocho y cuarenta.

—Quédate, yo prometo enviarte en uno de los carruajes de la familia. —responde Valentine viendo la expresión en mi rostro.

—Esta vez prefiero declinar. Tampoco traje ropa de cama o cepillo de dientes. No estoy preparada para pernoctar. Será en otra ocasión.

Amadea se acomoda a mi lado, jugando con los cojines que yacen en la cama y sé que no está presta a quedarse callada, esta sedienta de información y es notable en su comportamiento.

—De acuerdo, entonces aprovechemos el tiempo que nos queda. Emily, eres amiga de la chica Alfort ¿no es así?

—¿Ocurre algo con ella? —Respondo a cambio.

—La odio y no porque le haya reventado un perfume en la cabeza a Phetia sino porque debido a eso, mamá la trama mejor que a mí, la convirtió en su consentida y me desplazó.

—Espera —pide Valentine — ¿Tu hermano si tenía dos novias?

—No me sorprendería si tuviese más de dos. Es un mujeriego empedernido.

—¡Qué asco! Imagina besar a tu pareja y que este venga de poner sus labios en otra persona.

—Era lo que te iba a pasar a ti con Stefan. Esa boca ahora es de Emily.

—¡Amadea, por Dios! No le había dicho a Emily que te había contado sus infidencias.

Sus ojos se abren en una advertencia clara, indicando en silencio lo imprudente que ha sido al comentar aquello.

—Tienes razón, lo siento. No fue mi intención incomodarte. —Dice apenada, colocando su mano en mi pierna como disculpa.

—No me incomodas, pero prefiero hablar de otras cosas.

—Entendido —baja el tono de su voz —¿Supieron lo del último ataque de Lacrontte en la fiesta del general Peterson?

Mi estómago da un vuelco de inmediato. Estas chicas son pésimas para los cambios de tema, yo tenía en mente algo un poco más agradable.

—Lo comentaron en la sastrería. Decían que el rey Magnus había sacado completamente desnuda a su amante, la cual estaba pasando la noche con Daniel. —Susurra Valentine con emoción.

Cuanto odio que mi hermana esté en cotilleos sin fundamento, basados en absolutas falacias.

—Val, ¿si sabes que esa mujer de la que hablas es la hermana de Emily?

Ella palidece al instante y me mira con vergüenza. Los ojos quieren abandonar sus órbitas mientras agacha la cabeza, apenada.

—Perdóname, soy una indiscreta. Yo no lo sabía, no quise ofenderte a ti o a tu hermana.

—Ella no es amante del rey Magnus. Lo odia más que a cualquier otra persona en el mundo y tampoco estaba completamente desnuda —la defiendo —. Además, ser pareja de ese hombre sería lo último que mi hermana haría, ese señor es aborrecible. Solo nos hace sufrir y es un patán de pies a cabeza.

Aun recuerdo todo lo que me dijo ese día y lo mucho que se entretuvo con mi temor.
No podría tenerle menos estima a un ser de su clase.

—Difiero, aun así lo respeto. Entiendo que los ataques son aterradores, pero por tratarse del rey Magnus puedo perdonarlos. Es el hombre más bello que existe.

—Sin duda es perfecto. Yo me casaré con él. —Apoya Amadea.

—¿Piensas traicionar a tu reino por un hombre?

—Por Magnus lo haría sin dudar. ¿Tú que opinas de su porte, Emily? ¿No te parece absolutamente precioso?

—Nunca lo he visto en persona, así que no tengo nada que decir.

Miento para seguir cubriendo a Stefan. Él me pidió que no comentase su visita en el palacio y por el afán de aportar algo a la conversación, no voy a traicionarlo.

—Cariño, tus ojos se están perdiendo de un buen banquete Lacrontte.

Me siento rodeada de dos Mia. Aunque son agradables, no creo que pueda seguir su ritmo, hablan de todo con naturalidad y yo soy más bien tímida. Vuelan de un tema a otro en un parpadear y su opinión sobre el rey Magnus es bastante... diferente a la mía. ¿Por qué ese hombre las vuelve tan locas?

—¿Les atrae a pesar del daño que le ha hecho a nuestro pueblo?

—No es tan grave. Jamás he sufrido por causa de un Lacrontter.

—Pero muchos otros sí.

—Cada quien construye su opinión basándose en sus experiencias. A mí no me ha dado motivos para odiarlo, así que me sigue gustando.

—Cedric dice que la guerra es bastante cruel —informa Amadea —, pero eso quita el hecho que Magnus es muy apuesto.

Esa es la principal razones de las guerras. La falta de empatía.
No puedo juzgarla, no soy quien para hacerlo.
Cada persona vive en su propia burbuja y mientras está no se vea amenazada, no le importa que las demás estén siendo reventadas.

Se cree que es el rey quien lleva el peso de su pueblo, pero sinceramente considero que la prole, como nos llaman, somos los que cargamos con ello.

—¿Tu hermano está en la línea directa de fuego?

—Claro que no. De ser así ya le hubiésemos pedido que se retirara.

—¿Y qué tal lo que está pasando en estos días? —cuestiona Valentine —. El pueblo va a volver loco a mi pobre Genevive con las manifestaciones.

—Todos estamos cansados del conflicto —me atrevo a decir —¿Ustedes no?

—Bueno, partícula no me afecta, así que no sabría como responder.

Verídico. ¿Por qué habría de preocuparse el pájaro si el mar está contaminado y por qué habría de molestarse el pez en pensar que la lluvia torrencial no le permitía a las aves buscar comida?

—¿Y no te duelen las personas que pierden a sus familiares?

—Magnus no asesina inocentes. Todos los que mueren son soldados que se ofrecieron a batallar.

Omito su comentario al notar que será una pérdida de tiempo intentar hacerlas entrar en razón. La única manera de que las personas se apiaden del dolor ajeno es que lo vivan en carne propia.

Se pasa la noche y seguimos variando los temas hasta que papá viene a recogerme. Debo admitir que ellas son increíbles compañeras y que nunca hubiese imaginado que me llevaría tan bien con estas chicas después del mal rato que me hicieron pasar en el juego de polo.

Salimos a la calle y el frío me abraza haciéndome tiritar, dejamos a Amadea dormida en la habitación, mientras me reúno con mi padre en el umbral.

—Antes de que te vayas, Emily —me detiene ella—. Quería ofrecerte mis disculpas por como me comporté la primera vez que nos vimos, fue muy inmaduro de mi parte.

—No te preocupes, ya esa cuenta está saldada.

—Bien. Señor Malhore —le extiende la mano —. Tiene una hija estupenda y no dude en escribirnos si se decide. Ya tenga por hecho que cuenta con un patrocinador.

Él asiente, extrañado, pero no comenta nada al respecto y simplemente se despide como si hubiese entendido su mensaje.

—¿A qué se refería? —Pregunta cuando empezamos a caminar en la acera.

—¿Le gustaría volver a Lacrontte, padre? —Digo en su lugar.

—¿Para qué? Recuerdo haberte escuchado que odiabas ese reino.

—No sería necesariamente su acompañante. Estaba pensando que podía ir con mamá.

Comienzo a contarle todo lo que sé sobre el bazar y el plan de Valentine para financiar nuestro viaje.

—No lo sé. Es decir, sería una gran oportunidad, pero hoy ya es jueves —expone sus dudas tras escucharme —. Tendríamos que preparar muchos perfumes y solo contamos con el día de mañana para hacerlos. Siento que todo sería demasiado apresurado. Además, tampoco hemos planeado ninguna estrategia de venta.

—Eso es lo de menos. Nosotros podemos con todo eso. Los perfumes Malhore son los mejores y no creo que los Lacrontter puedan resistirse a ellos.

—¿Te apetece ir conmigo? Considero que te sería útil salir un momento de Mishnock mientras esperas el juicio.

—¿Lo juzga prudente? —Pregunto con duda.

—No quiero que tengas miedo. Deseo que entiendas que después de la frontera hay más vida, hay más mundo, en el que obviamente habrá maldad, pero al que quiero que estés preparada para enfrentar y nunca lo harás si no sales de aquí.

Sonrío, melancólica. Porque tiene razón, siempre la tiene.

—Tiene un punto a su favor.

—¿Aceptas mi plan? Porque de ser así, necesitaría que luego de las tutorías vayas directo a la perfumería con Mia. Liz, tu madre y yo necesitaremos mucha ayuda.

—¿Eso quiere decir que iremos al bazar de Lacrontte? —Aplaudo emocionada.

Mi emoción es notable, con esas ventas podremos pagar la deuda, quitarnos esa carga de encima y continuar con nuestro ritmo de vida normal.

—Solo si el Barón Russo acepta patrocinarnos.

••••

Valentine tenía razón. Su padre aceptó ser nuestro patrocinador para el bazar de Lacrontte. Costeó los gatos de nuestro viaje y estancia en el reino enemigo y con un poco de influencia ayudó a que la renovación de nuestros permisos de viaje estuviese lista para el viernes al final del día y justo entonces, mi padre y yo partimos al largo camino hasta Mirellfolw, el lugar al que prometí no volver jamás.

Papá y yo organizamos nuestro puesto lo más rápido posible pues llegamos retrasados a la inauguración por lo que nos perdimos el discurso de apertura del rey y todo lo que conlleva el inicio del evento como lo es, teñir nuestras manos.

Por más loco que suene, Lacrontte ha implementado un sistema para clasificarnos y ubicarnos, el cual consiste en pintar la palma de tu mano con el color predominante de tu reino, para de esta forma tenernos vigilados. Así que después de pasar con un oficial, nuestras manos se llenaron de un tono azul oscuro.

Estamos en nuestro puesto, en medio de los muchos otros que adornan hoy el centro de la ciudad, bajo una inmensa carpa colorida. En el sitio no cabe un alma más y solo hay espacio para que los compradores se paseen de tienda en tienda, golpeados por los diversos olores que se mezclan en el ambiente, desde comida, esencias, hasta por supuesto, perfumes.

—Hola, soy Ellen y ella es mi amiga Ellie. —Saluda una joven de cabello rubio, corto y ondulado, la cual se acerca a la mesa junto a castaña de impresionantes ojos negros.

—Soy Emily, ¿en qué puedo ayudarlas?

—¿Ustedes hacen perfumes? —Pregunta y no me queda de otra que asentir a pesar de lo obvio—. Que bien, porque necesito que hagan esta fragancia para mí.

Su acompañante saca de un cubre polvo de terciopelo rojo un envase cuadrado, hecho en cristal transparente, cubierto con láminas en oro y cristales blancos incrustados en el frente. En su interior aún hay un poco de líquido color chocolate, que una vez lo acercan a mí descubro que se trata de una loción masculina.

—¿Necesita una fragancia parecida a esta? —Inquiero, recibiéndolo.

—No, requiero que tenga el mismo olor.

—¿Quiere que repliquemos esto?

—Así es. ¿Pueden tenerlo para mañana?

—Lo siento, pero nuestro negocio se basa en fragancias originales, no copias de trabajos de otros perfumistas.

Aquellos diamantes blanquecinos y el metal de protección dan cuenta de lo costoso que es aquel perfume. Debe pertenecer a un duque o alguien de mayor rango y sinceramente lo último que queremos es meternos en problemas.

—¿Se hacen llamar perfumistas y no son capaces de hacerlo? —cruza las manos en el pecho, molesta —. Pagaré lo que me pida.

—¿Por qué mejor no se acerca al creador de este bálsamo y compra otro?

—Porque no es posible. El hombre murió y es un regalo para mi padre, quien lo usa.

—¿Son de la nobleza?

—Claro que no, pero podríamos serlo.

—¿Entonces de donde sacaron esto? Mis años de experiencia me dicen que un frasco tan lujoso solo lo puede ser adquirido por un gran noble.

—Ya digámosle la verdad. —Habla la joven de ojos negros.

—Está bien. Escucha, corazón —se inclina sobre la mesa como si fuese a decir el más grande secreto de estado —. Mi tío tiene un amigo, que conoce al hermano de la novia del sobrino del joven que saca la basura en el palacio del rey Magnus.

La expresión es su rostro es clara. Ella espera alguna reacción de asombro de mi parte ante lo que considera una gran hazaña, así que se la ofrezco aunque no entienda el contexto.

—¿Ahora entiendes lo increíble que es? —Me pregunta orgullosa.

—Tienen muy buenas influencias. —Digo con un tinte irónico.

—Eso no es todo —continúa, complacida por mi respuesta —. Ese encargado en ocasiones saca cosas de los artículos en desuso.

—Te refieres a la basura.

—No, son artículos en desuso y los vende a bajo costo. Ese perfume que tienes en la mano es nada más y nada menos que los restos de la loción que usa el mismísimo rey Magnus VI.

—Increíble. —Finjo nuevamente.

—¿Ves lo magnífico que sería ser los artífices de la réplica del perfume de su majestad?

—Aun así no podemos hacerlo, señoritas. Dentro de nuestro catálogo tenemos una colección de perfumes que quizás se asemejen, puede echarles un vistazo. Nunca serán iguales, pero quizás encuentre alguno casualmente similar.

—No buscamos algo parecido, deseamos el mismo. ¿Con quién debo hablar? ¿Dónde está tu jefe?

—El dueño es mi padre y como puede ver —lo señalo, atendiendo a una pareja mayor — se encuentra ocupado.

—Señor —van hasta allá e interrumpen su venta —. Requerimos hablar con usted. Es de vida o muerte.

Papá me mira, enviándome la indirecta que sea yo quien me encargue de ellas. Me encojo de hombros como respuesta, avisándole que lo he intentado sin fortuna alguna.
Él entiende y hace una seña para que cambiemos de clientes y ahora me corresponde atender al matrimonio de ancianos con los que negociaba.

—No es tan fácil —lo escucho hablar luego de unos segundos  —. Aunque aceptase, tendría que testearlo para lograr conocer sus componentes y eso tomaría tiempo.

—Pagaremos lo que sea, señor. —Aseguran las jóvenes.

Padre rocía un poco sobre sus dedos, agotando un poco más el líquido que hay en la botella.

—¿Por qué se lo aplica? Sabe cuan costoso es.

—Debo tenerlo en mi cuerpo para que el flujo de la sangre aumente el calor de mi piel y ayude a esparcir el aroma, señoritas.

—Bueno, ya que hizo tal arbitrariedad, dígame si lo va a hacer o no.

—Lo estoy evaluando. Hay que esperar que seque, de otra manera no podré percibirlo bien. Deme al menos tres minutos y le daré una respuesta.

—Queremos el Magnánimo —dice la señora, capturando mi atención mientras señala el perfume azul del mostrador —. Empáquelo, por favor.

—Por supuesto, serían treinta Quinels. —Aviso,  guardándolo en una pequeña bolsa sedosa.

La pareja se marcha tras pagar y corro hasta el otro lado, donde papá aún continúa testeando.

—A simple olfato puedo deducir que tiene bergamota, puede ser de tipo Calabria, y quizás cedro, pero no estoy seguro, creo que es algo más, un ingrediente que nunca he utilizado.

—¿Puede tenerlo para mañana? —Le repite la pregunta que me hizo.

—No he aceptado. Es un trabajo que yo no suelo hacer.

—Le daremos un adelanto ahora mismo. Tenemos setenta relucientes monedas para usted.

—Mínimo trescientos. No puedo darle un precio ahora, pero estimo que serán al rededor de mil Quinels.

¡Por todas las flores del mundo! Eso serían diez mil Tritens.

—¿Tanto? —Se quejan las chicas.

—Es un perfume caro, por ende sus ingredientes serán costosos.

—Está bien. —Le entrega a papá trescientas monedas, apiladas en grupos de diez —¿Puedo pasar a primera hora por él?

—Intentaré hacerlo, pero todo depende de los ingredientes, no obstante, les prometo que daré lo mejor de mí.

••••

La tarde pasa rápido y las ventas no han parado un segundo. Mis pies duelen debido a todo el tiempo en que he estado de pie y cuando el sol empieza a caer, sabemos que serán las últimas horas de comercio por el día de hoy.

—Lo sabía. —Escucho a papá, quien en sus tiempos libres se ha propuesto estudiar la muestra de perfume que le han dado —. Es bergamota Calabria. Mi olfato jamás me falla.

—¿Eso es malo? —Le pregunto, curiosa.

—En parte, pero solo porque no he traído de ese tipo. Debemos comprarla y es mejor hacerlo antes que cierren los locales —se levanta de la silla en la que ha estado descansando mientras yo estoy al frente — ¿Hija, puedes quedarte aquí mientras voy en busca de la esencia?

—No hay inconveniente. Por favor, también compré semillas de flores típicas de Lacrontte, para agregarlas a mi colección. Tenga cuidado en no traer alguna que ya tenga.

—No tengo la menor de idea de cuáles flores tienes. Eso es algo que debes hacer tú.

—No quiero caminar por ahí sola, padre.

—¿Emily, recuerdas lo que te dije el día que me propusiste volver aquí? No quiero que seas una joven con miedos y no quiero que te rindas si no lo intentas —me toma de los hombres para encararme —. Hazlo paso a paso y opino que está puede ser la oportunidad perfecta. Deberías ir a buscar las semillas en algunos de los puestos y si no están, vienes a mí. No te pido que salgas, nada más que explores las inmediaciones del evento.

Dudo que pueda hacerlo y papá lo nota.

—No dejes apagar a esa niña valiente que sé que eres.

Intento tomar el valor que tuve para hablar frente a la clase. Les trasmití un mensaje de lucha que yo también debo creer o de lo contrario no estaría siéndole fiel a las palabras que expresé.

—Yo puedo hacerlo. —Recito más para mí que para él.

—Confía en ti misma. El sitio está lleno de personas y más de una te ayudará si llegases a necesitarlo.

—Bien. Me llevaré el silbato de Willy.

—Perfecto. Tienes un recurso de respaldo, valor y tenacidad. No necesitas nada más, cariño —me abraza con rapidez —. No permitas que el mundo te consuma, eres tú quien debe ir y dominarlo.

Asiento enérgicamente, impregnándome de su energía.
Parece como si fuese a enfrentarme en una pelea contra el ser más poderoso que haya existido nunca y considero que en el fondo es cierto. Confrontaré mis miedos internos.

Comienzo a pasearme por el bazar, admirando la belleza de los diferentes puestos y cuan talentosos pueden llegar a ser las personas en todo el mundo, sin embargo, por más que busco, no encuentro ninguna floristería, parece que nadie con ese oficio se animó a venir a Lacrontte.

—Disculpe —me acerco a uno de los guardias del reino que custodian el evento — ¿Sabe en dónde puedo comprar semillas de flores?

El hombre baja de inmediato la mirada hacia mí y con un semblante serio, inflexible, me observa.

—¿Conoce alguno? —insisto en un tono más alto, al creer que quizás no me ha escuchado —. Estuve mirando en el bazar, pero no hallé a nadie. ¿Piensa que ya se fueron?

—¿Quieres comprar flores? —Responde en un tono militar.

—Si, señor. Y si no es mucha molestia, ¿conoce algún lugar donde pueda comprar bergamota Calabria?

—Enséñame las palmas de sus manos —ordena y obedezco, mostrándole el tono cobalto con el que fueron teñidas —. Una Mishniana en busca de flora, no es una muy buena combinación.

—¿A qué se refiere?

—Acompáñame, por favor.

El guardia intenta moverme y yo me pasmo. No voy a irme con ningún hombre a ningún lado, así este sea la autoridad.

—Solo dígame el sitio y yo iré por mi cuenta.

—No se lo volveré a repetir, señorita. Acompáñeme por las buenas, no quiero tener que usar la fuerza.

—Tengo un silbato, lo haré sonar antes de que me toque.

En seguida dirige su atención al objeto y la furia aparece en su rostro al ver escudo de Mishnock marcado en el metal.
Llama a sus compañeros con premura y les grita que he violado la ley 321 y posiblemente la 987.

Todo pasa tan rápido que me cuesta reaccionar. Dos sujetos corren y me toman del brazo, uno a cada lado. No sé qué sucede y tampoco entiendo que es lo que he hecho mal.

—¿Hacia dónde me llevan? —Pregunto angustiada cuando comienzan a moverme.

—Al palacio de Lacrontte.

—Quiero ver a mi padre, necesito informarle sobre esto. Tengo derecho.

—Tus derechos los determina el rey Magnus. En este momento eres una prisionera en espera de condena, a partir de ahora no tienes autorizado nada.

—¿Prisionera? —replico desconcertada —. Eso no es justo. No tengo la menor idea de que me acusan, al menos deberían explicarme en que los ofendí.

Nadie me responde y el miedo vuelve a renacer. ¿Y si son igual que Faustus?
Comienzo a hiperventilar, esperando que tal como dijo papá, alguien intervenga, pero nadie lo hace. En cambio, cada uno de los presentes se hacen a un lado, permitiendo que me lleven fuera del bazar.

—Por favor, suéltenme. Yo puedo caminar sola.

Los dos guardias se detienen al oírme y para mi sorpresa, quitan las manos de mis brazos.
Me mantengo estática unos segundos, procesando el hecho de que concedido lo que me pedí.

—Si intenta huir tenemos autorización de usar la fuerza, por favor, ahórrenos la molestia. —Me avisa uno.

—No huiré, lo prometo.

—Entonces, camine. —Pide, señalando la calle.

Busco algún mecanismo de defensa, sin embargo, no encuentro algo más que aquel vago recuerdo de escuchar al rey Magnus sugerir que su ejército nunca se sobrepasaría con una mujer, y tal como las hojas de los árboles en medio de un ventarrón, me aferro a ello.

Mi vestido de flores amarillas se ilumina bajo cada lámpara callejera que pasamos hasta llegar al imponente y aterrador palacio, del cual no tengo buenos recuerdos.

—¿El rey está en juicio? —Cuestiona uno de mis custodios, al tiempo que abren las rejas para nosotros.

—Está próximo a terminar. ¿Una acusada nueva? —Inquiere, al verme en medio de ellos.

—Infringió la ley 321.

El soldado abre los ojos, conmovido.

—Eras tan joven. Paz en tu tumba.

No entiendo si lo dice en serio o es toda una broma horrible que me están haciendo.
Quiero echarme a correr, quiero gritar y si es posible, desaparecer.
Este reino solo me trae problemas.

واصل القراءة

ستعجبك أيضاً

10K 516 29
Mi primera historia tardaré en actualizar para tomarme tiempo de que salga bien
36.3K 2.8K 46
《 - ¿Qué estamos haciendo? - ella gime contra su oído, estremeciendo la totalidad de su cuerpo. Las manos de él recorren su espalda lentamente mientr...
185K 8.4K 34
¿Te imaginas ser una espia el FBI sin conocer a tu nuevo Agente y que en un operativo tengas que ir a hacer un privado sin saber a quien se lo haces...
33.9K 1.3K 28
Rf wally x. y/n esto podría contener: -contenido +18 -gore +imágenes en si contenido +18 son varias cosas delicadas así que no es necesario seguir...