WICKED HATE | FRED WEASLEY (t...

By acirel_

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AVISO: lenguaje maduro, contenido sexual, violencia y uso de drogas y alcohol. Fred Weasley siempre ha odiado... More

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By acirel_

LA CASA ARAMBELLA
_____________

Estaba amaneciendo y aunque estábamos bastante privados de sueño, Fred y yo dimos un pequeño paseo cerca del río Támesis, con manos entrelazadas y respiraciones tranquilas mientras caminábamos entre la inmensa cantidad de muggles. El pelirrojo estaba tratando de ocultar el asombro en su rostro, especialmente porque ir a Londres - e ir a otro lugar que no fuera el Callejón Diagon - no era algo muy común para los magos.

Después de que Fred curase el corte en mi labio y el hematoma con un simple toque de su varita y dejando a su vez una pequeña caricia, tratando de alejarnos del Ministerio lo más posible, terminamos en el otro lado de la ciudad, en una pequeña cafetería acogedora y cálida cerca del puente Southwark que tenía una gran vista del río y de buena parte de la ciudad. Una vez que entramos, Fred parecía tan ensimismado que sentí un inmenso cariño  al ver sus ojos curiosos y abiertos de par en par.

Era un día lluvioso, nada nuevo aquí, pero estábamos tan necesitados de un poco de luz y aire fresco que nos sentamos en una de las mesas libres cerca de las ventanas. La cafetería no estaba tan llena como la última vez que la había visitado, cosa que agradecí profundamente.  Pronto, una simpática camarera se acercó a nosotros;

— Un chocolate caliente con crema batida, por favor — ordené, sonriéndole amablemente.

— Claro — respondió ella mientras lo anotaba en una libreta. — ¿Y para tu novio?

Abrí los ojos ampliamente, sintiendo como mi sangre corría rápido por mis venas e inmediatamente miré a Fred, cuya expresión facial no se diferenciaba mucho a la mía.

Finalmente, el pelirrojo salió de su ensoñación y se las arregló para volver a mirar a la chica, la cual seguía ajena a lo que acababa de pasar.

— Uhmm- lo mismo que ella, por favor —  respondió en un susurro silencioso y tartamudo.

La chica asintió y se detuvo por un segundo, mirándonos a los dos con una sonrisa;

— Hacéis muy linda pareja.

Estaba a punto de corregirle pero Fred me interrumpió primero;

— Gracias — sonrió, un poco sonrojado.

La chica lo anotó y volvió a la barra para preparar nuestros pedidos.

Le sonreí a Fred; — ¿Por qué no le has corregido?

Él simplemente se encogió de hombros. — A ver, lo nuestro es una historia un poco larga, ¿no? Además, creo que ambos podemos decir que lo que tenemos no es una amistad inocente y normal.

— Claro, pero pensé que te haría sentir incómodo.

— Para nada — dijo honestamente. — ¿Y a ti?¿Te ha incomodado?

Sonreí. — No, es solo que nunca hemos hablado de esto.

Fred respiró hondo, mirando por la ventana;

— Bueno, últimamente nunca tenemos la oportunidad, ¿verdad? Además, no quiero tener grandes expectativas de estar en algo más que en una amistad especial...

— Cuando estamos en medio de una guerra — completé, hablando al mismo tiempo que él. Nos miramos el uno al otro ambos nos reímos entre dientes.

— Sí, no quiero tener demasiadas...

— Esperanzas — completó asintiendo. — Es bueno ser optimista, pero no irreal y Merlín sabe lo que pasará mañana. No puedo ni quiero empezar a hacer promesas si no sé si viviré para cumplirlas.

— Me alegro de que estemos en la misma página, entonces — asentí, un poco aliviada.

— Aunque eso no implica que no vaya a estar orgulloso con el hecho de que alguien haya pensado que soy el novio de una Arpía — río con un tono irónico y arrogante. — Ese es un buen título del que estar orgulloso, ¿no?

— Definitivamente deberías estar orgulloso de que alguien piense eso, incluso si es un muggle — le guiñé un ojo.

Su sonrisa se hizo más grande y comenzó a mirar a la gente en las otras mesas, con curiosidad.

— Pareces un poco fuera de tu zona de confort.

— Si, bueno, pero realmente me gusta. Entiendo un poco la fascinación de papá con...— bajó la voz; — Los muggles.

Me reí.

— El chocolate que pedimos... — continuó Fred, — no es como el explosivo que venden al lado de Honeydukes, ¿verdad? Porque la última vez que Georgie y yo lo tomamos, terminamos cubiertos de azúcar al no beberlo lo suficientemente rápido.

Algunas personas nos miraron perplejas y tuve que apretar los labios para no estallar en carcajadas.

— No, Freddie. Es chocolate normal, te gustará.

La camarera regresó con nuestros pedidos y los puso frente a nosotros para después dejarnos solos para tener más privacidad. Seguidamente le di el primer sorbo - maldita sea, estaba tan bueno.

Fred miró su pajita, y tras unos segundos de indecisión, sin saber muy bien como reaccionar, lo probó.

Tras saborearlo, sus ojos se abrieron aún más, sorprendido, y no pude evitar sonreír cuando se lamió los labios y tarareó muy suavemente en aprobación.

— Merlín...— dijo simplemente.

— ¿Te gusta?

— ¡Joder, si! Está delicioso — respondió emocionado, y volviendo a beber con cuidado para no quemarse la bebida humeante. — ¿De qué conoces este sitio?

— Hermione me lo recomendó.

Fred movió la pajita dentro de su taza.

— Sabes, me alegra tener un momento así contigo después de la noche que hemos pasado...— comenzó, tomando una respiración larga y profunda y casi sin poder mirarme a los ojos. — No te lo he dicho antes porque estábamos frente al resto, pero, hmm, cuando esos Mortífagos me arrastraron con ellos... Terminé en la habitación de al lado y-

Fred apretó los labios, cerrando los ojos por un breve segundo.

— ¿Y? — lo animé a que continuara, tragando saliva.

— Y me obligaron a mirar y escuchar todo lo que te decían y te hacían — confesó Fred finalmente.

Me quedé paralizada en mi lugar. Mierda.

Jugué con mi pajita, moviendo la crema batida y sintiendo el vapor saliendo de la bebida rozando ligeramente mi cara.

— Son un montón de cabrones.  No deberías haber visto ni oído eso.

Fred frunció levemente los labios y respiró hondo.

— Siento que tuvieras que pasar por eso, cariño. Intentaron preguntarme dónde estaba Harry y cuando les dije que no lo sabía, Merlín, debieron suponer que significabas mucho para mí porque lanzaron un hechizo a la pared y me obligaron a verte allí mismo, sentada con Yaxley frente a ti y - con él diciéndote todas esas cosas repugnantes y...

Tragué saliva de nuevo, tratando de concentrarme en el dulce sabor del chocolate caliente.

— Quiero que sepas que nunca habría dejado que Greyback ni ninguno de ellos te pusiera un dedo encima — afirmó, bastante firme, serio y seguro de sí mismo. — Ni de coña. No me importa cuántas caras hubiera tenido que romper, no te iban a tocar. Solo ver a Yaxley quemar tu cicatriz y golpearte me hacía querer estampar su cara contra la mesa y hechizarlo hasta que olvidase su propio nombre.

Oh, Freddie.

Sin saber qué decir, simplemente agarré su mano y la acerqué a mis labios para comenzar a esparcir pequeños y suaves besos en ella.

— Estoy bien, Fred. Ambos lo estamos, y eso es todo lo que importa.

El pelirrojo sonrío, aunque el gesto no llegó a sus ojos, y se pasó la otra mano por la cara, luciendo exhausto.

— Maldita sea, estoy hecho polvo — susurró, dándole otro sorbo a su chocolate.

— Sí, yo también — murmuré jugando con los anillos en sus dedos. — Ojalá podamos descansar un poco en la Casa Arambella.

Fred arqueó una de sus cejas de manera casi imperceptible;

— ¿Estás segura de que quieres ir allí, Lilith? — cuestionó sin sonar muy seguro. — Quiero decir, ni siquiera puedes llamarlo tu hogar.

— Mis elfos son lo más cercano a "hogar" que puedo encontrar allí — murmuré dándole la razón. — Ya te lo advierto, Freddie, es un lugar oscuro y frívolo, no esperes la comodidad y el amor que desprende la Madriguera. Y aunque no quiera volver allí, necesito ver cómo están los elfos y, por otro lado, no tenemos ningún otro lugar donde posicionar el cuartel.

Además, tú eres el único hogar que necesito.

— Está bien, al menos estaremos juntos.

— Como el buen equipo hacemos — le sonreí y él me guiñó un ojo, sonriendo. — Pero apuesto a que extrañarás tu casa de todos modos.

Fred resopló sonriendo y negó con la cabeza levemente.

Is é mo bhaile an áit a bhfuil tú — murmuró con el tono y la voz más hermosos que jamás había usado.

Me sentí hipnotizada. La voz de Fred hablando en irlandés era jodidamente hermosa.

— ¿Qué significa? — le pregunté con curiosidad.

Su sonrisa se ensanchó.

— Significa que tienes chocolate caliente en la nariz  — se burló, dándome una sonrisa tan traviesa y una mirada tan profunda y brillante que supe que estaba mintiendo.

Pero lo dejé estar.

Seguimos charlando un poco más hasta que, de repente, la sonrisa de Fred se desvaneció.

— Lilith — dijo bastante ahogado y  asustándome un poco. — Hay un problema.

— ¿Qué pasa?

— Yo-yo no he traído dinero muggle —  murmuró bastante avergonzado.

Me reí disimuladamente. — No te preocupes, Freddie. Estaba planeando invitarte de todos modos.

— ¡Pero no me gusta que gastes tú dinero en mí! Además, tradicionalmente es el hombre quien paga la cita.

Cita. Cita, cita, cita, cita.  De hecho, esto era una cita...

Intenté relajarme, sonriendo de nuevo. — Vamos, ¿me vas a decir que eres uno de esos tipos anticuados? Déjame mimarte por una vez, Fred.

De mala gana, finalmente aceptó y tras algunas risas más, regresamos al lugar donde habíamos quedado con Remus y el resto en un cómodo silencio, con las mentes en blanco y las manos entrelazadas una vez más.

— Gracias, Lilith — murmuró Fred en voz baja justo antes de que nos acercáramos al grupo.

— ¿Por qué?

— Por hacer este día un poco menos miserable.

✵ ✵ ✵

— Bueno — comencé con un tono bajo, sintiendo el frío inundando lentamente mis huesos. — El bosque tiene una maldición anti-apariciones, así que tendremos que caminar hacia las profundidades para llegar a la Casa.

Todos asintieron y comenzamos a arrastrar silenciosamente nuestro equipaje al interior del bosque sombrío y denso. Quería decirles que no era tan aterrador, pero en realidad lo era.  Siempre lo había sido.

— Estamos en el punto más al norte de Inglaterra. La frontera con Escocia está a solo unos kilómetros de distancia — intervine rompiendo el pesado silencio. — En esta parte del condado apenas vive gente, así que no tendremos vecinos.

— Eso es genial — dijo Remus dándome una sonrisa amable. — Querida, ¿tienes algún estudio allí?

— Sí, de hecho, hay tres. Dos de ellos son de Circe, uno de ellos es el que usaba para guardar todos sus informes del laboratorio antes de que... bueno, ya sabes. Y el otro tiene mucha información sobre los Mortífagos y la Primera Guerra Mágica, no sé si hoy en día nos será útil, pero puedes husmear todo lo que quieras. Solo hay una habitación que siempre ha estado cerrada y nunca me he atrevido a abrirla...

Tragué saliva.

— El estudio de Ares — completé. — Si alguno logra abrir la puerta, sería genial, pero hasta donde yo sé, ha estado cerrada con llave durante los últimos 17 años. También hay una parte de la casa que está completamente destruida y en ruinas, pero en general la parte más importante está intacta.

Seguimos caminando, adentrándonos cada vez más en el bosque silencioso.

— Lo siento, chicos — estallé de repente.

— ¿Por qué? — Pauline preguntó confundida.

— Por no tener nada mejor que ofreceros. Por arrastraros conmigo hasta este maldito lugar. Y por haceros conocer una parte tan oscura de mi vida.

Los escuché suspirar.

— Lilith — intervino George. — No tienes nada de qué disculparte, el hecho de que sea un lugar donde podamos quedarnos y trabajar sin problemas es suficiente y estoy seguro de que todos te lo agradecemos. No seas tonta y deja de culparte a tí misma por cosas que no son su culpa.

— Ajá, si la zorra de tu madre arruinó ese lugar, es culpa de ella, no tuya — Fred completó.

Escuché a Liv correr a mi lado, y pronto, entrelazó su mano con la mía.  Mirándome con esos ojos azules que siempre lograban consolarme susurró;

— Estaremos bien allí, ya verás.

Cinco minutos después, finalmente llegamos a un gran claro donde los cuervos de los árboles eran los únicos testigos de nuestra visita.

Respiré hondo, mirando el lugar vacío.

Recuerdo la contraseña. La recuerdo demasiado bien.

Monstruo de la noche — susurré sintiendo un gran nudo formándose en mi garganta mientras aquellas palabras salían de mi boca.

El hechizo de invisibilidad comenzó a desvanecerse, mostrando lenta y silenciosamente los jardines frente a la casa.

— Es la contraseña que puso Ares — expliqué una vez que vi sus caras confundidas mirándome. — Ni Circe ni Snape se preocuparon en cambiarla.

— ¿Por qué eso? — preguntó Fred.

— Es el significado de mi nombre — respondí secamente. — Él mismo lo eligió.

La Casa Arambella era una especie de mansión gótica en ruinas, con paredes exteriores y techos pintados todo en un negro aristocrático y una valla plateada que protegía los jardines, lo cual provocaba que el lugar diese un aspecto ligeramente amenazante pero también noble.

Les di una señal para que me siguiesen. Se sentía extraño volver a tocar la misma hierba vieja y amarillente después de dos años. Se sentía como volver al mismo agujero negro.

— ¿Fue Ares quien eligió llamarte "Lilith"? — Remus intervino bastante sorprendido.  — He estado leyendo sobre ese nombre, aparece en la mitología judía ¿no? La primera esposa de Adán.

— Ajá, primera bruja y uno de los primeros demonios — completé. — Mi madre eligió Medea. Jodidamente irónico, ya que, en la mitología griega, Medea era una bruja que asesinaba a sus hijos después de que su esposo la abandonara.

Finalmente llegamos al porche y llamé a la puerta tres veces.

Se abrió lentamente y justo en ese momento, cuando puse un pie en el piso de madera, tres pequeñas figuras aparecieron frente a mí. De repente, toda mi tristeza se desvaneció y me arrodillé para abrazar a los tres pequeños elfos que nos daban la bienvenida.

— ¡Lilith! — Nilsy fue la primera en acercarse a mí, usando uno de mis vestidos de cuando era un bebé. La elfa se arrojó a mis brazos para abrazarme con fuerza.

— ¡Usted vino! —  Weepey estalló emocionado, saltando a mi alrededor.

— ¡Oh, y trajiste compañía! Pasen, por favor, pasen — sonrió Dondey dejando entrar al resto. Era la primera vez que alguien no pariente mío ponía un pie dentro de la casa. Ni siquiera Liv había venido antes.

— Chicos, estos son Nilsy y Dondey — les presenté. — Y esta pequeña belleza de aquí es Weepey, su hija.

Los tres elfos miraron con curiosidad al resto mientras ellos, uno por uno, se presentaban.

— Hemos venido aquí para quedarnos un par de días — les anuncié. — Las cosas en Londres están un poco difíciles por ahora. Espero que no os importe.

— ¡Por supuesto que no nos importa! —  Dondey intervino emocionado.

— ¡Por favor, Lilith, esta es tu casa! — Añadió Nilsy.

— Además, te hemos echado de menos — dijo Weepey. — Weepey está aprendiendo a leer.¿Te lo había dicho Weepey, Lilith?

Sonreí. — No, no lo habías hecho. Pero me alegra saberlo.

Entramos a la casa y terminamos dejando nuestro equipaje en la sala principal. Unos escalofríos me recorrieron la columna al recordar la pesadilla que tuve antes del ataque de mi madre. El interior de la Casa Arambella era un poco más acogedor que el exterior. Excepto por los retratos rasgados y el ambiente pesado, las habitaciones habían sido decoradas con bastante buen gusto y tenían ese tipo de elegancia antigua - similar a la de Grimmauld.

No pude evitar mirar la foto sobre la chimenea; el retrato de Ares. El espacio en su camisa donde habría estado su corazón estaba completamente roto y solo se podía ver su rostro. Tenía esa mirada aristocrática, seria y penetrante de ojos verdes y cejas arqueadas, sus labios estaban fruncidos y su mandíbula ligeramente apretada.

— ¿Eres tú? —  Fred preguntó llamando mi atención mientras miraba una de las fotos de los estantes, las comisuras de sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Me acerqué a él.

— Sí —  dije finalmente observando la imagen; Tenía como 2 años y allí estaba, con grandes ojos verdes e inocentes y una melena de rizos desordenados, sujetando uno de los diarios de pociones de Circe en mis manos y con un muñeco colgando de un collar alrededor de mi pequeño cuello. — Es de antes de... bueno, todo.

— Eras hermosa —  susurró con chispas bailando en el marrón de sus ojos. — Yo parecía una jodida zanahoria regordeta cuando era un bebé.

No pude evitar reírme, presionando mi frente contra su hombro.

— Lilith, este lugar es absolutamente hermoso — dijo Pauline bastante hipnotizada y recorriendo todo con sus ojos.

— Para ser honesta, me lo esperaba mucho más oscuro y aterrador — acordó Liv.

— Oh, y todavía no habéis visto la parte más elegante de la casa. Nilsy, ¿hay alguna de las habitaciones del segundo piso disponible para nosotros? — le pregunté a la elfina, la cual rápidamente asintió. — Apuesto a que a mis amigos les encantarán.

— ¡Sí, todas! Nilsy las ha mantenido limpias y listas para ser usadas — dijo bastante orgullosa de sí misma. — Si siguen a Nilsy, ​​Nilsy podrá mostrarles todas las habitaciones.

— ¡Dondey puede hacer algo de comida si quieres, Lilith! — el viejo elfo habló, agarrando la diminuta mano de su hija.

— Si tenéis suficiente, entonces claro, nos encantaría.

Al final, Fred y yo terminamos solos en la sala de estar, frente al retrato de Ares y con el sonido de la lluvia y del fuego crepitante como única melodía. Mirando las llamas, sentí las manos de Fred rodear delicadamente mi cintura y como su barbilla se apoyaba en mi hombro.

— Me duele verte tan triste, Lilith — murmuró en un tono suave.

Suspiré, acariciando sus manos sobre mi vientre. — No puedo evitarlo. Hay demasiados recuerdos en este lugar.

— Hagamos unos nuevos, entonces.

— ¿Qué?

— Ya me has oído, hagamos unos nuevos. Ya no estás sola, cariño. Ya no eres una niña desprotegida — susurró, señalando con la cabeza otra foto frente a nosotros que me mostraba cuando tenía seis años; Severus la había hecho para enviarla a mi médico y que pudiera hacer un seguimiento de mi crecimiento. Nilsy le rogó que no la tirara y terminó enmarcándola. Observé mi pequeño yo diminuto; todavía tenía esa misma melena llena de rizos y ondas incontrolables, pero la tristeza estaba bastante viva en mis ojos, y no había más inocencia en ellos, solo dolor y aislamiento. — Ya no eres esa niña de ojos tristes. Eres una nueva Lilith que tiene la oportunidad de crear nuevas historias con sus amigos en la casa de su infancia. No dejes que la figura del bastardo que tuviste como padre te derrote. No dejes que la perra de tu madre te siga haciendo cargar con sus crímenes. Ya no estás sola... Me tienes a mí.

Me di la vuelta para mirar a Fred y me dio otra sonrisa tenue, acariciando mi mejilla y limpiando suavemente la pequeña lágrima que caía por mi mejilla.

— No eres un monstruo de la noche como dijo ese hijo de puta — continuó señalando con la cabeza el retrato de Ares detrás de mí, pero manteniendo su tono suave. — Y tampoco eres un demonio. Eres un ángel, cariño. Un jodido ángel que ha sufrido de más.

Mordí mi labio para contener las lágrimas que se agrupaban en mis ojos y froté suavemente mi nariz contra la suya.

— Oh, Merlín, Freddie — logré tartamudear con una voz temblorosa y un gran nudo formándose en mi garganta.

Fred sonrió y acortó la distancia entre nosotros, fusionando nuestros labios en un beso lento, ardiente y dulce mientras me pegaba aún más a su cuerpo. Prendiendo fuego a mi pobre corazón.

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