Hasta que dejemos de ser Idio...

By OnaSpell

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«Noel, lamento decirte que un buen cerebro vale más que un buen culo». Cuando Noel Martín (un idiota en toda... More

©
EN FÍSICO ❤️‍🩹
Dedicatoria
ᴘᴇʀꜱᴏɴᴀᴊᴇꜱ
Prólogo
1. El arte infravalorado
2. Las tres reglas de Noel
3. Hei-Hei, unas bragas mordidas y un pastel de fragarias
4. El pastel de fragarias
5. Cómo perder la dignidad
6. Un auténtico dolor de cabeza
7. Atrapados sin querer
8. El karma no existe, ¿verdad?
9. Sueña, pero no te duermas
10. No hagas de hoy una noche normal
11. La última oportunidad
12. Dos pares muy dispares
13. Las estrellas fugaces también piden deseos
14. Queda mucho por sentir
15. Dejar ir para encontrar
16. Dos extraños a punto de colisionar
17. Un éxito catastrófico
18. Si el amor aprieta, no es de tu talla
19. A la muerte emborráchala
20. Si juegas con fuego, terminas en cenizas
21. Que el miedo no te impida seguir soñando
22. Si el amor está en el aire... ¡No respires! (1/2)
22. Si el amor está en el aire... ¡No respires! (2/2)
23. Más voz, menos eco
24. Huye de las personas que apagan tu sonrisa
25. Tiempo de florecer
26. Los ojos besan antes que la boca (1/2)
26. Los ojos besan antes que la boca (2/2)
28. A veces hay que dejar ir, para poder ser
29. Y es contigo cuando brillo más
30. Busca lo que encienda tu alma
31. Firmarte con un beso
32. Las cicatrices al aire libre se curan mejor (1)
32. Las cicatrices al aire libre se curan mejor (2)
33. Sé la mejor versión de ti mismo
34. Perderse duele una vida
35. Hablemos de los cristales rotos...
36. Eras, eres y serás siempre tu
37. No existen últimas veces... Solo penúltimas
38. Hasta siempre, Lena
Epílogo
Guía para dejar de ser idiota

27. Quién tiene magia, no necesita trucos

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By OnaSpell

*Os animo a comentar y a seguirme. *

Noté un peso encima de mí. Intenté removerme, pero no conseguí levantarme. "¿Dementores, sois vosotros? ¿Habéis venido a por mí?" me lamenté, haciendo referencia a las tenebrosas criaturas que arrebataban las almas en Harry Potter.

— Deja de moverte, pecosa. Quiero dormir — gruñó Noel. Sus labios me hicieron cosquillas en el cuello.

Me asusté. ¡Había olvidado que él seguía allí! Estaba detrás de mí, pegándose a mi trasero. Del sobresalto moví la pierna tan deprisa que le di en la espinilla. Noel, aún adormilado, se quejó herido.

— Atrás, satanás — chillé.

Acto seguido me puse las manos en la boca, no quería que Marcos o Doña Cecile entraran en mi habitación. Esta no tenía pestillo. Sin embargo, no pude salir de bajo sus brazos. Noel me estaba sujetando como si fuera un oso de peluche.

— Lena, hay dos formas geniales para despertarse — refunfuñó. — La primera es con un buen desayuno, me conformo con un café cargado y una tostada de queso. La segunda manera es con un buen polvo.

— ¡Gorrino! ¡Marrano! — contesté dando un manotazo en el aire.

Él me giró con facilidad, dejándonos cara a cara. Incluso dormido y con legañas era atractivo. Qué abominación de persona.

— Así que, como podrás observar ninguna de ellas incluye darme una ostia como si fueras un puto caballo.

— Se llama coz.

— ¿Qué?

— Lo que tu llamas la "ostia" del caballo — dije entre comillas. — Se llama coz.

— ¿Son las ocho de la mañana y ya me estás dando lecciones de vida?

— Primero, son las nueve de la mañana.

— Hora de dormir — dijo remolón apretándome más entre su brazo y su cuerpo.

— Segundo, ¿puedes hacer el santo favor de dejarme levantar? Sino no me haré responsable de tu alopecia instantánea.

— ¿Alo- qué?

— ¡Qué te dejaré calvo! ¡Pelón! Suéltame — dije autoritaria.

Él accedió. Pensé que se levantaría y se iría. Me descolocó cuando cogió la almohada y se la puso encima de la cabeza. La luz le molestaba. Puse los ojos en blanco. Habíamos estado tres semanas sin hablar. Evitándonos. Odiándonos delante de todos, echándonos de menos en secreto. La distancia más larga entre dos personas es el orgullo. Así que seguía en shock que hubiéramos dormido juntos.

Esos 20 días me había refugiado en las vivencias de Ronnie, las sandeces de Oliver y él. Alek. El pelinegro ya era oficialmente un componente más de nuestro grupo de amigos. Ronnie, aún no nos había contado lo que la había impulsado a dejar a Lídia. No estaba preparada. Pero cuando estuvo mejor, decidió que quería conocer a Alek. Así que se había unido a nuestros planes cotidianos; cotillear sobre los últimos rumores en el Central Pork; alimentar a las palomas en el parque laberinto de Horta; quejarnos de la gente de clase, y lamentarnos de la vida. Era divertido estar con ellos. Con el pelinegro.

Aun así, no había sentido un ápice de lo que estaba experimentado ese momento observando a mi vecino. Miedo con un regusto a paz. A su lado no importaba si era lunes o sábado; si la lluvia nos calaba o el sol nos acariciaba. No importaba, porque estar con él era como estar en una eterna primavera. Bueno. Era una eterna primavera con una ligera alergia.

En ese momento llamaron a la puerta de mi habitación.

— ¡Lena! ¿Estás despierta? ¿Puedo pasar?

Mierda, mierda, mierda. Marcos.

— ¡Un momento!

No sé si la situación era por culpa del karma o por aquella cadena de buena suerte de WhatsApp que no reenvié cuando tocaba. Tapé a Noel con el edredón y lo cubrí con todos los peluches, mantas y ropa que encontré en la cesta de la ropa sucia. Esperé que no se ahogara allí dentro, aunque tampoco me hubiera importado. Arriba del todo, coloqué a Hei-Hei, quién erizó su cola enfadado.

— Aguanta la respiración — murmuré en voz baja a Noel.

— Moriré antes ahogado o por culpa la mordedura de esta rata — balbuceó él. No le hice caso.

Fui a la puerta y la abrí poco a poco.

— Buenos días hermanito de mi corazón — sonreí inocente.

— ¿Con quién hablabas? — interrogó, arqueando una ceja.

— Hablo en sueños.

— Y yo he adoptado un gato.

— ¿En serio? Eso es mentira... — Marcos puso los ojos en blanco. — Ah, ya lo he entendido.

Mi hermano recorrió con la mirada la habitación. Me mordí el interior de la mejilla cuando posó sus ojos encima de la cama. Entornó los ojos. Hei-Hei estaba mordiendo un calcetín. Un sucio calcetín que llevaba puesto mi estúpido vecino. Noel, escondido bajo toda esa boñiga de mantas y ropa, gruñó. Me puse a toser, intentando esconder los quejidos de Noel.

— La polinización — intenté excusarme, roja como un tomate, ajustando la puerta para que dejara de mirar dentro. — Ya sabes. Primavera. Flores. Los antófilos, también llamadas abejas.

— Lo he pillado. La abuela Pilar llega en cinco minutos. Vístete rápido y ven, Cécile nos espera.

No se me pasó por alto que se refiriera a nuestra madre con su nombre de pila. Él siempre le había llamado mamá. ¿Qué me había perdido? Era verdad que se habían distanciado. Aunque siempre pensé que era por un pequeño desliz de la edad del pavo. Marcos se giró y se dirigió al comedor. En medio del pasillo se paró, pronunciando una palabra que provocó que me ardieran las mejillas.

— Sola.

¡Por todos los rayos y las centellas! Cerré la puerta rápido y me puse a buscar ropa en el armario para cambiarme. La pila de prendas y mantas se dispersaron por el suelo, dejando a la vista un Noel exasperado que buscaba aire. Hei-Hei se escondió bajo la cama, enfadada.

— ¡Me cago en todo lo que se menea! — se sentó encima de la cama, con una mano en la cabeza y ojeroso. Me atraganté con mi propia saliva cuando cogió una prenda de ropa haciendo pinzas. — Anda, tus bragas de Winnie The Pooh. Aún me acuerdo de ellas.

— ¡Dámelas! — se las arrebaté. — Y no te quejes. La que tendrá que lavar las sábanas soy yo. Me las has dejado babeadas y huelen a sudor. ¡Y tú hueles como la barra de un bar! Ahora, levántate.

Fui hasta allí y lo sujeté fuerte de las piernas, estirándolo fuera de la cama. Fue difícil, pero Hei-Hei me ayudó. El hurón blanco, enfadado con Noel por haberle arrebatado el sitio en la cama la pasada noche, le mordió el culo. El moreno dejó ir una exclamación y perdió la fuerza, permitiéndome sacarlo de la cama. Se cayó en el suelo.

— ¡Tu rata me ha mordido! — se quejó.

— Sht. No grites. Además, no es una rata. Es un hurón — cogí a Hei-Hei en brazos, quien se enroscó entre ellos, haciéndose una bola.

— Bien, ya me voy. ¿Dónde están mis pantalones?

Quise darme una palmada en la frente. Qué bochorno. Con tanto alboroto no me había dado cuenta que iba vestido con un jersey y unos bóxers negros que le resaltaban el culo. Me mordí el labio, que vergüenza.

— ¿Me puedes explicar por qué no los llevas puestos? — me sentí tonta por no haberme dado cuenta.

— Era bastante incómodo dormir con ellos.

Los encontró entre todo el caos de mantas y sábanas. Se los puso enseguida.

— Por cierto, ¿te han dicho que roncas un poquito? — me preguntó.

¿Me había estado observando? Tragué saliva.

— Mentiroso. Yo no ronco, solo respiro con alegría.

El timbre de mi casa sonó. Noel y yo nos miramos. La abuela Pilar había llegado y mi misión era echar al moreno a patadas.

— ¿Has traído churros? — oí que gritaba mi madre contenta.

A Noel se le iluminaron los ojos. Dibujó una sonrisa socarrona.

— ¿Ha dicho churros? ¿Son con chocolate o con azúcar? Me gusta más la segunda opción, pero me conformaría con la primera.

— Oh, no. ¡Oh, no! Tú te vas para casa.

Lo empujé hasta la ventana, y aunque me costó horrores lo conseguí. La abrí de canto a canto. Noel puso cara de cachorro abandonado, pero me hizo caso al ver mi cara de súplica.

— Nos vemos antes de lo que te piensas, pecosa — fueron sus últimas palabras antes de saltar por la ventana. Lo perdí de vista entre las escaleras de incendio.

Respiré hondo y me masajeé las cienes, implorando a la vida que no me diera estas sorpresas que me convertían en un saco de boxeo para mi corazón. Me puse un chándal rosa salmón y me hice un intento de coleta. Me fui al baño corriendo, gritando un ya voy que fue respondido por una risotada conjunta. Llegué al salón derrapando.

— ¿Es que ahora eres un coche de carreras? — me regañó doña Cecile. — ¡Me vas a rallar el suelo!

— Y aquí llegó la ratoncita. Ya veo que vas acelerada. Anda siéntate y come, que te vas a quedar en los huesos — añadió Pilar.

Observé la mesa, llena de churros con azúcar y una jarra con zumo de naranja natural. Marcos estaba sentando, a punto de hincar el diente a los churros. La abuela le zurró en las manos, riñéndole porque no estábamos todos. Justo en el momento que me senté, llamaron al timbre. Bufé. Seguro que eran los Testigos de Jehová.

— Déjame, ya voy yo. Así me muevo. Ya sabéis, moverse va — dijo Pilar. Se levantó con gracia y moviendo las cadera, presumida, se fue a la puerta.

Observé a doña Cecile y Marcos. Ella lo buscaba con la mirada, pero él la esquivaba a toda costa. Intenté hilar los últimos acontecimientos en mi cabeza. Era verdad que mi madre hacía meses que no estaba tanto en casa, aunque se la veía más contenta. Marcos, en cambio, no dejaba de tener la frente arrugada. Pensando demasiado.

— ¡El chico del parque! — oí que gritaba mi abuela. Alguien contestó, pero no oí que decía. — Pasa, pasa. Estábamos a punto de empezar a desayunar.

Los tres que estábamos en la mesa nos miramos, confusos. ¿Quién era el misterioso chico del parque? Se me desencajó la boca. ¡Ya me lo podría haber imaginado! Endemoniado niñato mimado. Mi madre y Marcos me lanzaron una mirada interrogante. Solo pude mover los hombros, igual de sorprendida que ellos.

— Siéntate, siéntate, niño. ¿Cómo te llamas?

Él se sentó a mi lado y me puso una mano en la rodilla por debajo la mesa. Me hizo temblar. ¿Cómo había logrado acicalarse tan rápido? ¡Llevaba incluso colonia!

— Noel, señora.

— Llámame abuela Pilar — sonrió ella.

— Así que son con azúcar, pecosa — ronroneó en mi oreja.

— Observo que las células fotorreceptoras de tus retinas que transforman la luz en señales eléctricas funcionan perfectamente — contesté sarcástica. — ¿Qué haces aquí?

— Tomaros rápido el zumo, chiquillos. Que se le irán a las vitaminas — cortó Pilar.

Noel sonrió, sabiendo que en ese momento no tendría que darme ninguna explicación. Comenzamos a comer los churros. ¡Bendita mi suerte! Estaban deliciosos y mis papilas gustativas bailaron.

— Y dime, abuelita, abuelita — canturreé con la boca llena de churros. Me gané una regañina de mi madre. — ¿De qué conoces a Noel?

— Del parque — Noel asintió.

— Me acuerdo que me dijo "no hay fracaso, salvo dejar de intentarlo" — arqueé una ceja.

— Eso suena como otro punto de la guía.

Marcos, doña Cécile y la abuela nos miraron, como si fuera un partido de pin-pon.

— ¿Qué guía? — preguntó Marcos guasón y con retintín. — ¿Una guía tipo kamasutra? ¿Como la que encontré el otro día en el cuarto de Cecile?

Doña Cecile se atragantó con un churro que se estaba comiendo y yo le lancé una mirada de advertencia a mi hermano. ¡Teníamos invitados!

— ¡Ya le gustarí...! — fue a decir Noel. Fue silenciado con un rodillazo de mi parte.

— ¿Qué es eso de la cama sueca? — soltó Pilar.

— Mira, abuela Pilar — comenzó a decir el simpático de mi vecino. — En esta vida solo hay dos libros importantes. La Biblia que dice que nos amemos, y el kamasutra que nos dice como. El segundo es como un tutorial que te enseña a hacer yoga a través del amor y la pasión.

Hay días tontos... y tontos todos los días. ¡Como se le ocurría decir aquello! Yo era la primera que creía que el sexo no era un tema tabú. Es increíble que todo el mundo se sorprenda cuando se habla de sexo. Curiosamente, las personas nacen a partir de un polvo. ¡Pero córcholis! Era mi abuela. Y era peligroso, porque estaba segura que se informaría sobre ello.

A pesar de todo ello, una pequeña parte de mí agradeció a Noel haber amenizado el mal rollo entre Marcos y Cecile. Debería hablar con ellos más tarde.

— Entiendo, es algo así como ama al prójimo como a ti mismo. Tendré que comprarme ese libro.

— Mamá... No es buena idea que te lo compres. Ya te lo dejaré yo. — añadió Cecile satisfaciendo la curiosidad de la abuela, aunque yo sabía que jamás se lo dejaría. — ¿Por qué no pones la radio?

La abuela se levantó y la encendió. Comenzó a sonar la canción Estrella Polar de Pereza. ¡Qué casualidad! Inmediatamente me puse a cantarla. Existen canciones que al cerrar los ojos se convierten en personas, y esa era la de nuestra pequeña familia.

A la Avenida de la Estrella Polar llega primera el invierno. Sobre las hojas muertas cae el sol, que no calienta los huesos.

Doña Cecile y la abuela, empezando a destornillarse de la risa, subieron el volumen. Y yo, que vergüenza tenía poca, me levanté y comencé a interpretarla con un churro en la mano como si fuera un micrófono.

Con los pies fríos no se piensa bien. ¡Algún delirio nos hará volver! — seguí cantando.

Cuando terminó todos aplaudieron y yo hice una reverencia.

— Eh... Eso... — habló Noel con la boca sucia de azúcar. Tenía la boca abierta de la sorpresa.

Marcos, Cecile, la abuela y yo lo observamos. Estallamos de la risa.

— ¡No te lo creerás Noel! Pero Lena es de lo más peculiar — comenzó a narrar la abuela Pilar.

— ¡Ostras! No lo hubiera dicho nunca... — contestó él sarcástico e inocente.

— Hace años, cuando Lena tenía 7 años, se escapó de casa en nochebuena.

— Ostras, no conocía yo esta faceta tuya — yo le saqué la lengua e hice una señal para que se callara. La abuela siguió explicando esa anécdota. Era de mis favoritas.

— Para entonces, hacía poco más de medio año que habían sacado la canción que estaba sonando en la radio. ¡Por favor, que tortura! La cantaba día sí, día también. Si lo extraño es que no nos sorprendiera un huracán. De hecho, dejamos de colgar la ropa mojada en el balcón por temor a que se presentara un diluvio universal.

— Gracias, abuela.

— Sht. — me mandó a callar. — La cosa es que la encontramos en el tejado del bloque mirando las estrellas. Le cayó una buena regañina. Entonces, recuerdo que preguntó "¿Crees que la estrella polar pensará que he sido buena este año?". Obviamente, nos quedamos a cuadros. Le contestamos que el caga tio, el tronco de árbol ese que le damos golpes con un bastón para que nos cague regalos, y los Reyes Magos seguro que creían que sí. Aunque estarían enfadados porque se había ido sin decir nada. Pero, ¿por qué debería saberlo la estrella polar?".

>> Como decía el Principito las personas mayores jamás serán capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles explicaciones. Solo decimos que somos personas serias, que no tenemos tiempo para estupideces. Lena nos miró y, convencida, dijo. "Porque la estrella polar es la más importante del cielo. Dicen que, si te pierdes, te ayudará a encontrar el camino". — Noel se rió. — Mi nieta, que luces tiene muchas, contestó: "esta mañana he oído quejaros porque no os dejaba poner villancicos y solo cantaba esa canción. Yo no quiero que la estrella polar se enfade y desaparezca. ¿Entonces como encontraré el camino?"

— Así que, indiscutiblemente, esa noche permitimos cantar esa canción a Lena porque nos dio pena — añadió doña Cecile —. ¡La muchacha la cantó 54 veces! Si es que después no nos sorprendió que estuviera una semana lloviendo.

— Ahora la cantamos cada año, es una tradición navideña. Y no tan navideña, porque ya lo ves, la cantan siempre que encuentran una oportunidad — terminó Marcos.

Las sonrisas nostálgicas iluminaban la mesa.

— Y tú, Noel, ¿tienes alguna tradición navideña? — preguntó doña Cecile.

Mi vecino chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

— Lamentablemente, jamás celebramos la Navidad en familia — murmuró afligido. Mis tres familiares y yo nos miramos apenados.

— Escúchame bien lo que te diré, la familia no depende de la sangre. Depende de quién esté allí para sostenerte la mano cuando más lo necesites, y aquí serás bienvenido siempre — nos sorprendió la abuela Pilar. Noel tenía los ojos vidriosos. — Pero bueno, piénsatelo bien. Que aquí tienes a alguien que te taladra la cabeza cantando la misma canción 53 veces, y eso no es moco de pavo.

Lo miré de reojo y el corazón se me deshizo. Me ablandecí. Si todos hubieran visto la sonrisa que nació de esa risa, como lo hice yo, nadie habría vuelto a buscar las estrellas en el anochecer. Por que quién tiene magia, no necesita trucos.

🌟 Nuevo capítulo. 🌟

Me ha enternecido muchísimo este capítulo. ¿Y a vosotros? Me parece súper bonita la historia de Lena con esa canción. Mañana os subiré otro capítulo, y si todo va bien tendréis varios a la semana (quedan solo 10 capítulos para terminar y estoy mal). 

☕Podéis encontrarme en INSTAGRAM, TIK TOK o TWITTER dónde subo cosas inéditas de mis novelas y memes del libro. Os espero allí. Me encantaría hablar con vosotras.

🥰 Le dedico este capítulo a BrendaAPereira. El próximo capítulo lo dedicaré a la primera persona que comente. (no repetiré dedicaciones para que todos podáis participar.)

🌟 PREGUNTAS COTILLAS 🌟

→ ¿Os ha gustado que Lena y Noel durmieran juntos?🌚🌚🌚

→ ¿Queréis un especial de Navidad? Pues esperaros a los siguientes capítulos jeje. 

→ ¿Habéis celebrado la Navidad?

❤️‍🔥

Nos vemos mañana con Oliver y compañía (forma parte de este capítulo, pero como quedaba muy largo lo separé en dos). ♥

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