No te enamores de Mia © [LIBR...

By kinomera

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Libro 2 de la bilogía «No te enamores». Es necesario leer «No te enamores de Nika» antes de iniciar esta lect... More

❁ ANTES DE LEER
❁ ADVERTENCIA
Prefacio
00_Googlea suicidio
01_Un gnomo madón
02_Amaia suena mejor
03_Construir paredes
04_ Ya no parece un gnomo
05_Chismes de pueblo
06_El temor al monstruo
07_Mi existencia de mierda
08_Las razones que buscaba
09_El lugar correcto
10_¿Qué siente ella?
11_¿Qué me pasa?
12_No te enamores de Mia
13_Ser un cretino nunca se sintió peor
14_ ¿Lastimarla o salir lastimado?
15_Una promesa
16_Un beso en mi mejilla
17_Ella
18_¿Quieres huir?
19_La fiesta de Adrien
20_La fiesta de Adrien (II)
21_Idiota es poco
22_¿Se puede ser feliz?
23_No sería la primera vez
24_Vidas que no cambian
25_Si ella se queda
26_ Mentiras sobre mentiras
27_Dilo sin llorar
28_Luz y oscuridad
29_Una vida normal
30_Aksel, Sophie y Dax
31_Beber jamás fue bueno
32_Entregarle todo
33_Una oportunidad perdida
34_Sí existe un nosotros
35_Es sábado
36_El comienzo
37_Después del partido
38_Hazlo
39_Tenemos que hablar
40_Te amé antes de saber que te amaba
41_Aprendió sola
42_Me enamoré de Mia
43_ Somos las víctimas
45_Pregúntame
46_Pestañeo
FELIZ DÍA
Epílogo
AGRADECIMIENTOS
EXTRA: 14 de febrero
EXTRA: Cumpleaños (1)
EXTRA: Cumpleaños (2)
EXTRA: Cumpleaños (3)
EXTRA: Una historia de Halloween
EXTRA: Una historia de Halloween (2)
EXTRA: Una historia de Halloween (3)
EXTRA: Halloween
EXTRA: Navidad en Soleil (1)
EXTRA: Navidad en Soleil (2)
❁¡Estaremos en librerías!❁

44_Un boleto de salvación

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By kinomera

Capítulo 44

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

No podía apartar los ojos del cuchillo en la garganta de Aksel.

—No imaginan lo que esperé este momento —declaró—, tanto que será mejor de lo esperado.

Con habilidad, clavó algo en el cuello de mi hermano. Me puse de pie y mamá gritó. Cuando las piernas de Aksel golpearon el suelo y sus ojos se cerraron, entendí que no había sido el arma, sino una aguja.

—Un sedante —confesó, al tiempo que el cuerpo de Aksel caía—. No se preocupen, esto será muy lento.

No me atreví a dar un paso y su vista se clavó en mi madre.

—Ven, Anette, no tengas miedo. —Extendió la mano para que la tomara—. No finjas que no lo harás —murmuró sin obtener lo que quería y eso cambió su expresión por una amenazadora—. O vienes o le rajo el cuello a este.

Pateó el cuerpo en el suelo y mamá se apresuró a obedecer sin que yo pudiera impedirlo. Una sonrisa se extendió en sus labios al tocarla.

—Siempre tan hermosa —dijo antes de tomar otra jeringa de su bolsillo y destapando la aguja.

Mis piernas eran de plomo. Solo pude ver cómo la sedaba, caía en sus brazos, inconsciente, y la dejaba en el suelo.

Se acercó, logrando que sus pasos resonaran por el comedor en lo que yo temblaba. Me sentí el mismo niño de trece años que descubrió al monstruo que tenía por padre.

No había cambiado mucho. Su piel más maltratada y los labios resecos. Los ojos inyectados en sangre y el olor a alcohol que lo acompañaba.

—Dime, Nikolai, ¿dónde escondes mi pistola? —El miedo me impedía hablar—. ¿Tengo que amenazarte o harás el juego más fácil?

—Mi... mi habitación... —balbuceé, pasando la vista por los cuerpos en el suelo—. Último piso... Hay unas cajas...

—Eso era lo que necesitaba.

Sentí una punzada en el hombro y su rostro se fue oscureciendo hasta desaparecer.

~❁ ✦ ❁~

—¿Quieres dormir eternamente? —cuestionó una voz lejana, áspera.

Mis párpados pesaban y tenía ganas de vomitar.

>>Tu madre y hermano despertaron hace mucho. —La mención hizo que recordara lo sucedido—. Tuvimos una bonita charla, por separado, claro.

Logré alzar la cabeza a pesar del dolor en el cuello y me costó entender que estaba en mi habitación. Mis piernas, atadas a la silla en que me sentara, las manos a la espalda y, para inmovilizarme por completo, reforzó con una cuerda rodeando mi pecho.

—Pensé que podríamos conversar. —Estaba sentado en una esquina de mi colchón, con la pistola desarmada para limpiarla—. Extrañé nuestras charlas.

Mi visión iba y venía, parpadeaba sin que mis ojos se cerraran. Todo daba vueltas y no pude hablar cuando lo intenté.

—Es el calmante —explicó sin alzar la vista—. Durará poco más de veinticuatro horas.

Era de noche y no pude calcular cuánto estuve inconsciente. La luz de la luna se colaba en mi siempre iluminada habitación.

—Mal trabajo, ¿sabes? —dijo al terminar con el arma y verificar que estaba preparada para disparar—. Descuidada y sucia, pero no la has usado.

De mi garganta salió un sonido ronco e irreconocible cuando intenté hablar.

Mi visión se nubló y al volver, caminaba de un lado a otro. Seguía hablando y no era capaz de seguir sus palabras. Nos insultaba, llamándonos malagradecido y culpables de sus desgracias.

Mi consciencia iba y venía. No podía pensar con claridad o preocuparme por Aksel y mi madre. Sus rostros pasaban delante de mis ojos en lo que intentaba prestar atención a lo que Nikolai decía.

Dos cachetadas me espabilaron.

—¡Despierta! —espetó cerca de mi cara—. ¿Ahora quieres dormir?

Me pegó una tercera vez e hice lo imposible por atenderlo.

—¿No quieres saber nada del resto de tu familia? —Logró que algo de fuerza regresara a mi cuerpo y tensé la mandíbula de impotencia. No podía removerme en el asiento—. Tu madre no ha dejado de llorar, es normal en ella. Tu hermano me sorprendió. Fue capaz de mirarme a los ojos. Parece que creció, pero sigue siendo el mismo niño asustado.

—De... déjalos.

La lengua me pesaba y no podía articular.

—¿Y tú, Nikolai? —Se inclinó hasta mi altura—. ¿Olvidaste el pasado? —Su dentadura se expuso más de lo que exigía una simple sonrisa—. ¿Olvidaste lo que hiciste en Prakt? ¿Olvidaste lo que le hicimos a Emma?

No pude protestar y un par de lágrimas se me escaparon.

>>Espero que no. Los asesinos son siempre asesinos. —Su aliento etílico quedó a mi alrededor—. Tú y yo somos iguales, eso no lo cambia la distancia y una casa mugrienta en medio de la nada.

Caminó a mi alrededor, provocando que me mareara.

>>Eres lo mejor que hice en esta vida, pero te resistes a aceptar quien eres, la grandeza que corre por tus venas.

Se le escapó un suspiro de decepción.

>>Supongo que esta ya no es una familia. —Se paró detrás de mí—. Esta vez se irán todos los Holten.

Un golpe en mi nuca fue lo último que sentí.

~❁ ✦ ❁~

Agua helada golpeó mi cuerpo. Temblé y quise ponerme de pie. Alguien lo impidió, aplastando mi pecho.

Tenía atados pies y muñecas, en el suelo y capaz de, a duras penas, girar sobre mi espalda.

Nikolai lanzó la cubeta con que me aventara el agua y me apuntó con la pistola.

—¿Tuviste lindos sueños?

Seguíamos en mi habitación. El sol estaba tan alto que se colaba perpendicular por las ventanas. Debía ser medio día.

—Mamá —dije con voz ronca, débil—, Aksel... ¿Dónde...?

—Atados, sedados y durmiendo plácidamente.

Salió de mi campo de visión y regresó con unas llaves en la mano.

—¿De quién es el auto que hay abajo? —Mi garganta se selló—. ¿Es de la chica que fuiste a buscar a la estación de autobuses?

No poder controlar mi respiración le dio la respuesta. Hizo sonar el llavero entre sus manos y admiró la letra "M" que lo adornaba con una sonrisa malintencionada.

—¿Crees en el destino, Nikolai? —Me miró con la misma expresión—. Le saqué poca información al adorado tío Ibsen, pero algo con tu amiguita Siala me dio una pista. Regresó de un viaje y se comportaba diferente, me miraba con miedo.

>>Su padre dijo que estuvo en Indaba y creí que los encontraría si viajaba al sur. Estaba en la estación cuando esa chica apareció. Iba al lugar equivocado hasta que ella me miró con esos ojos de "presta atención". Lo sentí.

Me hizo girar de una patada.

>>¿Es tu novia?

—No.

—Pero tienes su auto.

—Pidió... Tengo que buscarla en la tarde, es un trabajo.

—Un trabajo —repitió—. ¿Por eso vas corriendo a encontrarla cuando te llama?

—Es una amiga.

Caminó hasta mi escritorio, del que tenía una buena vista gracias a que me pateara.

—Una amiga especial —comentó, moviendo los libros.

Analizó el cuaderno con cubierta de cuero por más tiempo del necesario y luego mi teléfono.

—¿Puedes avisar que no vas a buscarla?

A mi cerebro, incapaz de pensar a toda velocidad, le costó saber lo que pasaría. Ella encontraría transporte y vendría a la mansión, corriendo al peligro.

—¿Te comió la lengua el gato o hay algo que no estás diciendo?

—Querrá saber por qué no fui. Vendrá y sabrá que estás aquí —confesé, esperando que temiera ser descubierto.

Se acercó a la ventana.

—Cierto. Es la vecina. —Me observó por encima del hombro—. Bonita familia. Salieron muy temprano.

Lo sabía todo e intentaba jugar conmigo, como siempre.

—Déjalos fuera de esto —gruñí, revolviéndome, aunque mis músculos no respondieran y el esfuerzo fuera en vano.

—¿Cómo podría si ahora tengo una nuera? —Abrió los brazos al techo y dio vueltas sobre sus pies—. Un nuevo miembro en la familia.

—¡Ella no tiene nada que ver conmigo!

Bajó la vista.

—¿Quieres deshacerte de ella?

—No es nada para mí, no tengo que deshacerme de nadie —mentí sin saber cómo alejarlo.

—Sé que mientes, Nikolai, pero te daré una oportunidad. —Se agachó para estar más cerca—. Si rompes con ella, entenderé que no es parte de la familia y no terminará como nosotros, ¿qué te parece?

—¿Qué quieres decir?

—La familia Holten se va de viaje sin retorno —confesó con una sonrisa perturbadora y descansando la pistola sobre su sien—. Imagina los titulares. "Familia comete suicidio colectivo en la antigua mansión Bakker".

Soltó una risa maniaca.

>>Saldremos por la puerta grande.

—Estás loco.

—Sí, pero tú también.

Me estremecí.

—Déjalos en paz y haré lo que quieras. —Giró la cabeza a un costado, valorando mi propuesta—. No les hagas daño, te lo suplico.

Bufó.

—Es increíble como logras conmoverme por ser mi preferido. —Fingía sin esforzarse, lo estaba disfrutando—. Te concederé una oportunidad para salvar a quien amas.

—¿Solo puedo salvar a uno?

—No soy tan retorcido —aclaró, mostrándose dolido—. Tu madre y Aksel nos acompañan hasta el final, no puedes salvarlos. Sin embargo, tu novia tiene un boleto de escape.

Dio un par de palmadas en mi mejilla.

—Si no forma parte de la familia, no le pasará nada y tendrá su final feliz.

Quería lastimarme, lo disfrutaba.

>>A menos que ella sea tan importante que no puedas dejarla ir.

—Puedo hacerlo.

—Perfecto, pero iremos juntos a recogerla y si veo que el cariño es muy grande no tendré más opción que aceptarla en la familia. —El sarcasmo en su voz era evidente—. No quiero verte sufrir por amor.

Se puso de pie.

>>¿Tenemos un trato?

—Sí —dije, tragando en seco.

—Entonces vístete bien. No querrás dar una mala imagen ante tu futura ex novia.

~❁ ✦ ❁~

Conduje con las manos aferradas al timón al punto que terminaron entumecidas. Solo podía mirar al camino y el retrovisor. Me seguía en aquel taxi destartalado que robara.

Podía imaginar la sonrisa de satisfacción por llevarme camino a más angustia.

La salvarás —me repetía para calmar los nervios.

Mamá y Aksel venían a mi mente, no los podría salvar. Nikolai había repetido varias veces lo de encontrar nuestro final.

¿De verdad podría matarnos y suicidarse?

¿Lo diría por manipularme?

Mia, piensa en ella —me recordaba—. Solo tienes que quitarla del camino y hacer un trato con él para dejar a mamá y Aksel fuera del juego.

La esperanza dolía. Sabía que salvarlos a todos era imposible.

La estación de autobuses no tenía movimiento cuando llegamos. No me atreví a bajar del auto. Parqueó y estuvo en mi ventanilla en pocos pasos.

—Atiéndeme bien, Nikolai. —El nombre y el olor a bebida me golpeó—. Dices lo que no debes a tu novia y la mato delante de ti, me da igual el espectáculo porque después haré lo mismo con tu madre y tu hermano.

La idea me hizo temblar.

>>Te estoy dando una oportunidad —murmuró—. Puedes salvarla o hacer como con Emma, matarla.

Miró el reloj.

>>Falta poco, Romeo, prepárate para el teatro. —Me tomó por la nuca e hizo salir de auto—. Tienes diez minutos.

Me soltó y no tuve el coraje de mirarlo. Me paré frente a la entrada y cuando mis piernas empezaron a fallar, caminé de un lado a otro. Encendí un cigarrillo de los que seguían en mi bolsillo y vi, de reojo, que había vuelto al taxi. No me quitaba los ojos de encima.

El movimiento de la estación y el sonido de los altavoces, indicó la llegada del autobús. Mis dientes castañetearon y el cigarrillo casi se me cae de la mano cuando Amaia apareció.

Dejó su maleta atrás y corrió a mi encuentro. Pasó los brazos por mis hombros y plantó sus labios sobre los míos. La calidez de su cuerpo llegó y por primera vez tuve terror por tenerla cerca. Mientras él viera lo que me importaba, más peligro para ella.

—¿Pasa algo? —cuestionó al separarse.

No la había tocado, no podía. Le di una última calada al cigarrillo y me deshice de él, no tenía tiempo para perder.

—Tenemos que hablar, Amaia.

—¿Hablar de qué? —Sus ojos se abrieron, llenos de miedo—. Es tu madre. ¿Pasó algo que...?

—Mi madre está bien —interrumpí con tono grosero—. Es sobre nosotros.

—Puedes hablarme bien —rebatió, dolida—. No hay necesidad de que me trates como empleada del siglo pasado.

Me iba a costar, pero mientras más distante fuera, más fácil sería. Tenía que lograr que me creyera y jamás quisiera volver a verme.

—Lo siento. No es como si fuera fácil decirlo.

—Pues di lo que quiera. —Cruzó sus brazos—. Yo también tengo algo para decir.

—Dudo mucho que quieras hacerlo cuando termine.

—Eso no lo sabes, suéltalo de una vez.

Un dolor punzante atravesó mi pecho.

—Tenemos que terminar.

Primero no se dio por aludida, poco a poco la confusión marcó su entrecejo. Se le escapó una risa nerviosa.

—Disculpa, ¿qué dijiste?

Saqué otro cigarrillo con tal de no mostrar el temblor de mis manos, manteniéndolas ocupadas.

—Tenemos que terminar.

—¿Se puede saber a qué se debe el cambio?

Evité su mirada incrédula.

—Estuve pensando, ¿sabes? No tiene sentido, nada de esto lo tiene.

—Habla claro, Nikolai.

El nombre, un latigazo y recordatorio.

—Estuve pensando en la mierda de relación que tenemos —espeté, levantando las barreras que solo ella lograra derrumbar—. En cómo irás a Prakt a estudiar y yo me quedaré aquí. No tiene ningún sentido que lo alarguemos.

—¿Mierda de relación? —cuestionó—. Me dices que soy lo mejor que has tenido, ayer dijiste que me amabas y ahora, ¿tenemos una relación de mierda?

—La distancia me dejó ver la realidad.

—Y esa realidad, ¿cuál es?

Su voz era tan aguda que resultaba irreconocible.

—Que dentro de dos meses estarás en la universidad, en una ciudad llena de distracciones y con tu cabeza en una sintonía distinta.

—Y eso, ¿qué tiene que ver?

—Que tenemos fecha de caducidad y todo se va a ir a la mierda —dije, intentando sonar desinteresado—. La verdad es que no tengo ganas de alargarlo.

Miró a los lados sin entender nada.

—Estás jodiéndome, ¿no es cierto?

—¿Tengo cara de estar haciéndolo?

—¿Crees que soy idiota? —preguntó, enfrentándome y dejando un paso entre nosotros—. Tienes miedo, eso es todo. ¿Crees que no reconozco cuando mientes?

—Me conoces, Amaia —murmuré—. Lo que digo tiene sentido y lo sabes.

—No lo tiene.

—¿Me vas a decir que no lo has pensado?

Contuvo el aliento.

>>Claro que lo has hecho y sabes que tengo razón. Lo nuestro se va a acabar y muy pronto.

—¿Y por eso decides decir que me amas? —comentó con sarcasmo—, ¿para después cortar conmigo?

—Eso fue lo que me hizo pensar lo demás.

—Quiere decir que me amas, pero me estás dejando. ¿De qué coño hablas, Nika? ¿Te estás volviendo loco?

No tenía sentido mentirle así y empezaba a impacientarme, sabiendo que escaseaba el tiempo. Nikolai podía aparecer en cualquier momento, llevaba la pistola con él. La imagen de su cuerpo baleado me revolvió el estómago.

Chasqueó los dedos frente a mi cara y me hizo volver a la realidad. Miré de reojo al taxi, nos observaba.

—Responde —exigió—. ¿Me amas?

—Más que a nada en el mundo —confesé.

Necesitaba llevarla a un punto vulnerable para lastimarla.

—Entonces, ¿a qué se debe este miedo? —Colocó la mano sobre mi pecho y temí que el contacto delatara lo cercanos que éramos—. Dime, ¿qué te llevó a pensar que separarnos es la mejor opción?

—Irás a estudiar —murmuré—. No tienes idea de lo feliz que me hace que sea así, pero eso cambiará demasiado entre nosotros.

—Nada tiene que cambiar. —Sonrió y supe que estaba a segundos de romperla como nadie lo había hecho—. Si queremos estar juntos podemos estarlo, no importa la distancia.

—No lo entiendes porque no lo has vivido.

—¿Y tú sí?

—No, pero sé de lo que hablo. Ahora tus intereses son unos y cuando te mudes serán otros.

>>Cuando llegues a la universidad, tus prioridades cambiarán, tus amistades... Te replantearás cada aspecto de tu vida y está bien que lo hagas.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—Querrás hacer otras cosas y eso no me incluirá. —Las palabras salían con facilidad. Para protegerla, mentir era fácil—. Estaré a tres horas de distancia y será imposible formar parte de tu nueva vida. Has visto a dónde puede llegar la separación.

—No somos Julien y Sophie —aclaró, llena de esperanzas—. Somos Mia y Nika. Quiero creer que, si queremos estar juntos, lo estaremos sin importar tres, seis o doce horas de viaje que nos separen.

>>Sé que confesar que me amas no debe haber sido fácil y puede que esperes a que te diga lo mismo.

—No es...

—No puedo decirlo —interrumpió, con la idea equivocada del conflicto—. No puedo hacerlo porque no estoy lista, pero no significa que no seas lo que quiero en mi vida.

>>Si te hace sentir inseguro, por favor, no lo estés. Tú y yo funcionaremos, lejos o cerca.

Acababa de darme la mejor salida, la definitiva.

—¿Cómo estás tan segura?

—Simplemente lo estoy. —Acarició mi rostro—. Solo tienes que confiar en nosotros, confiar en mí.

El calor de su tacto me distrajo, pero el claxon del taxi fue un doloroso recordatorio. Era momento de hacerlo.

—Dime, Amaia. —Empleé mi peor tono de voz al hablar, el más distante—. ¿Cómo quieres que confíe en ti si no eres capaz de decir que me amas?

Dio un paso atrás y la comisura de sus labios tembló.

>>¿Cómo esperas que pueda mantener una relación con alguien que no es capaz de decir que me ama?

—Yo-yo solo necesito tiempo. —Me rompió escuchar el miedo en su voz—. Yo quisiera de...

Hipó y sus ojos se llenaron de lágrimas.

>>Solo necesito tiempo.

La llevé a la misma posición que Charles la pusiera hace tantos meses, chantajeándola, diciendo que no me quería lo suficiente para hacer algo para lo que no estaba preparada. Era la mejor manera de anularla.

—No puedo—zanjé—. No puedo confiar en nada que venga de ti por mucho que quiera hacerlo.

>>Sé lo que es perder a alguien y vivir con ello. No estoy dispuesto a pasar por lo mismo. No soy tan masoquista.

—No tiene que terminar así. Puedes...

—No puedo confiar cuando ni siquiera estás segura de lo que quieres para ti —interrumpí, preparado para la estocada final—. Tus mayores problemas son los conflictos amorosos de tus amigos, el quejarte de lo molestos que son los adolescentes del Instituto o no leer los clichés románticos que todos leen para no ser parte de "la mayoría".

>>No te das cuenta, Mia, pero vives en una burbuja de niña mimada que es incapaz de valorar lo que tiene. Te has dedicado a jugar con tus padres, a mentirles, escondiéndote tras el miedo a decepcionarlos o lastimarlos porque sabes, desde el inicio, que la indecisión era producto de tu inmadurez.

>>No quieres tener la vida de tus padres porque la crees poca cosa y es que eres una niña egoísta, una que cree merecer más de lo que ya tiene sin ver que, desde su nacimiento, fue premiada con algo que pocos poseen.

>>Tienes padres que te aman y apoyan, pero te preocupa tener su vida, ser como ellos. Ni tan siquiera valoras lo que te apasiona y me estás pidiendo que confíe en esa niña, que olvide mis miedos por ella.

Acababa de destrozarla de todas las maneras posibles y lo supe porque su dolor fue el mío.

—Yo confié en ti cuando tenía mil razones para no hacerlo —musitó.

—Es mejor dejarlo aquí y ahora, Amaia. —Las ganas de abrazarla, quemaban—. No tiene sentido alargarlo para seguir engañándonos con que puede funcionar.

Le ofrecí las llaves de su auto y mis brazos temblaron. Lo controlé mientras las dejaba en sus manos y escondía las mías en los bolsillos.

—Es mejor no vernos más, cortarlo de raíz. —Sus enormes ojos azules reflejaban su desconcierto—. Te pido que no te acerques a mi casa, a Aksel o mi madre. No me busques hoy, mañana o cuando sea. Es muy posible que nos vayamos de Soleil.

—Pero...

—Una vez pediste que me alejara y supe leer que lo decías de verdad —corté—. Lo hice, aunque me costó. Haz lo mismo y sufriremos menos.

Su labio tembló. Abrió y cerró la boca varias veces, incapaz de conjurar palabras.

>>En menos de dos meses estarás en Prakt, olvidarás esto y seguirás con tu vida; no te preocupes.

Estuve a punto de irme y lo impidió, aferrándose a mi brazo.

—No puedes dejarme aquí —suplicó y me rompió verla en esa posición—. No sé manejar, no podré llegar a mi casa.

—Tú puedes hacer lo que quieras, Amaia. Solo necesitas entender lo capaz que eres.

Le di la espalda con el corazón a punto de salirse de mi pecho, pero dispuesto a seguir actuando. Me monté en el asiento del copiloto y Nikolai no tardó en arrancar.

—¿Todo solucionado? —cuestionó y supe que me veía de reojo.

—Dije que sería rápido.

Rio por lo bajo.

—Tú siempre las has sabido despachar rápido —murmuró—. Algo que yo no sabía a tu edad.

Soporté el temblor de mi cuerpo, pensando en Aksel y mamá, en Mia, quien había sacado de la foto antes de que fuera demasiado tarde.

Mi vista se nublaba mirando a la carretera. El calmante seguía haciendo efecto, no me sentía capaz de luchar por mi vida y la de mi familia. Él me las había quitado.

Una y otra vez sus amenazas resonaban en mi mente. Veía sus cuerpos en mis brazos, lo que se sentiría al perderlos. La imagen de Emma al pie de la escalera me estremecía. Una vez más me arrancaría todo, me obligaría a verlo mientras lo hacía.

Así llegamos a la mansión y seguí sus instrucciones. No me apuntaba con la pistola, sabía que haría lo que dijera. Una vez más nos había enjaulado.

Me dejó en la mesa del comedor, sin repetir la amenaza de lo que sucedería si me movía. Primero bajó a mamá y luego a Aksel, a quien volvía a apuntar con el arma, solo por tener el gusto de vernos temblar.

—Ven como podemos ser una linda familia —declaró, tomando lugar a la cabeza de la mesa—. Es cuestión de educarlos.

El sonido al plantar el arma contra la mesa nos hizo saltar en el lugar. Los tres bajamos la vista, como, en el pasado, nos obligaba a hacer cuando estaba molesto.

—Las manos sobre la mesa —señaló— y palmas hacia arriba.

Me sentí impotente al saber que debía hacerlo. Me dio mareo recordar las veces en que estuve en la misma posición.

—Tenemos una larga...

Lo interrumpió el sonido de un par de golpes contra la puerta de la entrada.

—¿Visitas? —No me atreví a alzar la vista—. Pensé que nadie vendría.

Se puso de pie, chequeando que el arma estaba lista para disparar, otro sonido que nos estremeció.

>>Si se mueven, disparo al que primero vea.

Sus pasos se alejaron y ninguno de los tres pudo hablar o moverse. Todas las salidas estaban cerradas, incluso la principal. No tenía sentido correr o luchar estando desgastados y hambrientos. Podía sedarnos y matarnos si lo deseaba.

—Nikolai —gritó y su voz resonó por la primera planta—, aquí y ahora.

Supe que debía obedecer, a pesar del sollozo de mi madre.

Atravesé el recibidor para alcanzarlo y todo dio vueltas cuando la vi. Quise creer que era otra de mis pesadillas, pero no, Amaia estaba ahí.






~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

A @jessymar27 que me hoy está de cumpleaños. Felicidades, linda,
espero que tengas un bonito día.

A @LissaxG y @Milu _m_libros
que tuvieron la suerte de que viera sus mensajes de Instagram y pudiera
dedicarles este capítulo.

Siempre recuerden que soy una sola,
que intento estar al pendiente, pero no
puedo. Las amo y me esfuerzo el doble
porque ustedes están aquí.

❤️

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~


Champiñones, en unas horas viene otro capítulo y mañana el final...

Me toca seguir escribiendo y editando si quiero llegar a tiempo.

Perdón por los errores, trato de pulirlo lo más posible, pero sé que se van.

Las amo.

Pd: Me han picado los ojos escribiendo y editando este final.

💋

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