Arranged marriage. (D.M)

By badMalfoy7

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Isabella Rosier siempre ha soรฑado con salir de Hogwarts y dedicarse a lo que mรกs le gusta. Sin embargo, sus p... More

ARRANGED MARRIAGE.
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EPรLOGO

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By badMalfoy7

Where's my love — SYML.

D R A C O.

Decir que el día estaba nublado, se quedaba corto.

Habían varias nubes sobre el cielo, tapando al sol y privándole brillar con la intensidad que lo hacía cuando Draco besaba a Isabella, y ella le sonreía.

La tierra estaba mojada a causa de la lluvia, haciendo que todo oliera a pasto y tierra.

Un aroma agradable en otros momentos, en este ningún aroma era agradable.

Ningún abrigo le podía quitar el frío que Draco sentía en ese momento. Era un frío que se colaba por su corazón y penetraba sus huesos.

El peso del cansancio estaba sobre sus hombros, haciendo que Draco tuviera la espalda encorvada.

Alzó la mirada al cielo y las gotas de lluvia cayeron sobre su piel pálida.

Antes de llegar a ese lugar, había echado un vistazo al espejo; ojos rojizos, ojeras adornando la piel por debajo de sus ojos y labios partidos.

No había necesidad de decir que estaba mal, se podía ver a leguas.

Suspiró una vez, y otra más.

Paso las yemas de los dedos sobre el mármol y sintió el frío y la humedad de éste. Entonces pensó que su esposa pasaría frío. El peor frió de toda su vida. Y se le congeló aún más el corazón tras ese pensamiento.

No podía hacer nada para evitarlo, y se odio por eso.

Isabella Malfoy, la chica que adoraba sentir la calidez del sol sobre su piel, ahora pasaría frío.

Sus ojos picaron y parpadeó varias veces, tratando de ahuyentar las lágrimas.

Ese día Draco Malfoy conoció el dolor. Conoció qué es el amor y el desamor. Conoció las lágrimas y los gritos de desespero.

No iba a tener más días con Isabella. Días llenos de amor y de paz junto a ella.

— Draco.

Escuchó la voz de su madre y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones negros, levantó la cabeza y vio el rostro de su madre. Se le veía demacrada. Las bolsas que siempre trataba de esconder, ahora estaban visibles sobre la piel de sus ojos.

Draco suspiró, dejó caer la cabeza y se acercó a su madre.

La mujer lo envolvió con un brazo y comenzó a caminar junto a él.

— Has pasado por muchas cosas a tu corta edad, Draco.

— Es porque soy malo.

Una pausa, entonces un suspiró.— ¿Quién te ha dicho tal mentira? No existen personas malas, solo existen personas que les pasan cosas malas. Y no por eso necesitas actuar como una persona mala — negó con la cabeza —. Todo lo contrario, Draco. No vuelvas a cerrar tu corazón, tampoco vuelvas a las malas andadas por las cosas malas que te pasan. Madura y aprende de ellas. Es lo mejor que puedes hacer.

— Bien.

La mujer le besó la nariz al llegar, y aunque no podía comparar ese beso con el de Isabella, lo hizo. Isabella era la única persona que le besaba la punta de la nariz, con mucho cuidado; como si la nariz de Draco fuese de porcelana y sus labios tuviesen espinas.

Ella lo hacía cuando ambos estaban a la misma altura, acostados. Ella se acercaba a él, sin dejar de mirarlo a los ojos y le besaba la nariz; después se alejaba y sonreía.

Una sonrisa llena de luz y de felicidad. La felicidad que Draco le provocaba.

Se llevó la mano a la corbata y la aflojó un poco, entonces giró sobre sus talones y vio la tumba de Isabella.

Observó como con cada centímetro, ella estaba más cerca de ser sepultada.

Esta vez no le importó llorar ante toda esa multitud de personas. Le permitió a su corazón mostrar la debilidad que tanto se esforzaba por ocultar.

Las personas lo miraban con lástima y tristeza. Algunos lloraban más que otros, y algunos simplemente se mantenían callados, con el ceño fruncido al igual que sus labios.

Ivy Rosier estaba al lado de Jack Rosier, los dos lloraban a moco tendido; abrazándose uno al otro.

Lucius Malfoy estaba a un lado de la tumba de Isabella y tenía una expresión de dolor. Sí, dolor.

En cuanto a Narcissa Malfoy, la mujer estaba igual de devastada que Draco e Ivy. Lloraba y murmuraba cosas en voz muy baja.

Las personas comenzaron a tirarle flores mientras ella descendía más y más.

Isabella murió y con ella todos los sueños de Draco.

— ¿Qué si nunca te olvido? — dijo mediante el lazo, el cual ya no existía —. ¿Qué si, toda mi vida, cuando conozca a alguién, no pueda enamorarme de ella, porque ella no eres tú? ¿Entonces qué, Isabella?

Lo único que recibió a cambio fue silencio. El mayor silencio que nunca había reconocido mediante el lazo. Estaba mudo, silencioso, frío y abandonado. No había nadie para que le respondiera del otro lado. Bella ya no estaba...

Empezó odiándola y terminó amándola para toda la vida. Aetérnum decía Bella, y tal vez era así.

Quizás Draco estaba condenado a amar a Isabella Aetérnum. No para toda la vida, sino, para toda la eternidad.

Él estaba condenado a amar a la mujer que odiaba al principio.

Y era lo mejor que le había pasado, porque estaba dispuesto a amarla en ésta vida, en mil vidas más y para toda la eternidad.

Draco e Isabella Malfoy, Aetérnum.

Eso era Isabella para Draco; su Aetérnum, su para toda la vida y su eternidad.

Y eso eran ellos; la pareja que estaba destinada a estar juntos. Tal vez no en vida, pero sí en la eternidad.

No estaban unidos por un pacto de sangre, tampoco por un juramento inquebrantable, sino por ese famoso hilo rojo invisible.

Después de todo, eran almas gemelas, y las almas gemelas nunca terminan juntos.

Dio unos pasos al frente, levantó su mano y dejó caer aquella rosa azul que Bella aún conservaba de su luna de miel. El primer ramo de rosas que Draco le había regalado.

— Te hubiera abrazado más fuerte de saber que era la última vez que iba a hacerlo.

La rosa desciendo junto al ataúd de Isabella. Se fue con ella, y cuando terminaron de tirarle toda aquella tierra, la flor quedó sepultada con ella.

Todos rompieron en llanto y emprendieron sus pasos a un lugar en específico.

Minutos después, todos los magos y brujas que estaban en el entierro de Isabella aparecieron en la mansión Rosier, excepto por Draco y su madre.

— Draco, debemos irnos. En poco rato empezará a llover más.— dijo su madre.

— ¿Pueden traerme a Scorpius? — fue lo único que pidió. Su voz se escuchaba baja y ronca.

— ¿A Scorpius?

— Bella no lo conoció — su voz se rompió al decir aquellas palabras. Sintió como una daga le perforaba el corazón —. Quiero que lo conozca.

— Mañana, cariño. Hace mucho frío, está lloviendo y el niño se puede enfermar.

Draco asintió, se agarró a la mano de su madre y ambos aparecieron en la mansión Rosier.

Draco recordaba aquella mansión con mucha luz y un ambiente cálido, familiar, pero ese día tenía un ambiente lúgubre.

Entraron en la mansión, y la mirada de Draco viajó a todas las personas que aún se encontraban allí.

Se acercó a los cuadros familiares y vio una en específico, de Isabella cuando aún era una niña.

Tenía no más de 11 años, con su carta de Hogwarts y una sonrisa deslumbrante. Había otra fotografía a su lado. En esta tenía alrededor de 4 años, también sonreía y le faltaba un diente.

Sintió unos brazos grandes a su alrededor y un olor muy reconocido. Miró sobre su hombro y vio a Luna Lovegood, la chica de cabello rubio y largo estaba al lado del moreno, viendo la escena expectante. Aunque la muchacha era conocida por su sonrisa risueña, sus ojos brillantes y sus comentarios incoherentes, en ese momento se mantenía callada, con los ojos decaídos y lágrimas sobre sus largas pestañas.

— Lo siento tanto, Draco.— dijo Blaise, con la voz entrecortada.

— ¿Qué se supone que debo responder a eso?

— Que se jodan — sorbió por la nariz y se separó del rubio —. Les debes responder de esa manera. ¡Que de jodan!

Draco palmeó el hombro del moreno, en un gesto de cariño.

— Mi más sentido pésame — pronunció Luna —. Bella era una linda persona.

A Draco le dolía responder, dado que su garganta se sentía rasposa por los gritos y el llanto, pero aún así preguntó.— ¿La conociste?

— Poco. Era un año menor que yo, aún así me la encontraba a veces por el pasillo. También en la biblioteca. ¿Tú ya la conocías en Hogwarts?

— No — respondió —. Aún no la conocía...

— ¿Quieres qué te hable sobre las pocas cosas que sé sobre ella cuándo estábamos en Hogwarts?

Draco quería escuchar cada cosa sobre Isabella, así que asintió.

La muchacha enganchó su mano con el brazo de Draco y de Blaise, y se los llevó a la cocina.

A los pocos minutos Astoria y Theodore Nott se les unieron, al igual que el amigo de Isabella, Matthew. La chica de cabello castaño y ojos verdosos, aún se podían ver las lágrimas corriendo por sus mejillas. Con una mano acariciaba su vientre y con la otra trataba de limpiarse las lágrimas. Theodore tenía los ojos rojos, la nariz mocosa y los labios entreabiertos, respirando con dificultad.

Luna empezó a preparar té. Les sirvió a todos y los obligó a sentarse alrededor de la mesa que se encontraba en el centro de la cocina. Era en forma de un círculo, de un blanco muy brillante y sillas rosas.

— Sé que Theo era amigo de Isabella en Hogwarts, ¿cierto?

Él asintió.

— Entonces él la conoce mejor que yo, pero aun así contaré lo que sepa de ella.

— Gracias.— dijo Draco.

— Era buena en pociones, pero aún mejor en cuidados de Criaturas Mágicas. Siempre tenía una sonrisa sobre su rostro y era amable con las personas, aunque no eran de su misma casa — bebió de su té y agregó —. Una vez me ayudó a encontrar mis zapatos.

— Bella era magnífica en Criaturas Mágicas — opinó Theo —. A ella le encantaba esa asignatura. Siempre hablaba de ella, de las maravillosas Criaturas... y soñaba con poder ser una Magizoologista.

— Ella... tenía un trabajo.

— Cierto, yo trabajaba con ella. Sus ojos brillaban al ver a esas Criaturas.

— Sé que estás sufriendo — prosiguió Luna —, pero dudo que Isabella queria que reaccionarás de esta forma.

Blaise asintió.— Todos estamos contigo, Draco.

— Todos menos ella...

— Ella también está contigo — Astoria señaló su pecho —. Siempre estará en tu corazón.

Se escuchó un estruendo en el vestíbulo, y Draco dejó caer la cabeza sobre la mesa. Lo último que quería era una pelea de varitas en ese momento.

— Draco.— escuchó una voz reconocida. Rota, pero aún reconocible.

El rubio levantó la cabeza y vio a Pansy Parkinson en el umbral de la entrada. Se le veía diferente. Su ropa era diferente.

Las lágrimas caían sobre su rostro y las manos le temblaban. A su lado había una mujer extraña.

Pansy corrió hacia Draco y se quedó parada a unos pocos centímetros. Draco, sin poder evitarlo, se levantó y envolvió a la chica que una vez fue su mejor amiga.

Recostó su cabeza sobre el hombro de Pansy, y un sollozo claro y fuerte salió de su boca, seguido de varias lágrimas.

— Eres una maldita perra.

— Lo sé...

Al anochecer, la mayoría de los magos abandonaron la mansión Rosier, volviendo a sus respectivas casas.

Draco se acercó a Ivy, y estudió su rostro.

— Lo siento por todo, Ivy. No pude hacer nada por ella.

— Está bien, Draco. Todo está bien.

— ¿Y Enora?

— Ella no pudo asistir hoy, pero mañana estará aquí. Iremos a visitarlos.

— Gracias.

Se acercó a los dos unicos amigos que se habían quedado con él, y los tres salieron de la mansión Rosier.

Afuera hacia frío. Sin embargo, había dejado de llover hace tiempo.

— ¿Adónde quieres ir?

— No sé.

— Mi departamento está libre.

Era la única cosa que Blaise había dicho antes de desaparecer junto a sus dos amigos.

Al entrar en aquel departamento, Draco sintió el calor envolver su cuerpo, más no su corazón.

Se dejó caer sobre el asiento, se quitó el abrigo y los zapatos.

— ¿Quién era la chica que estaba contigo, Pansy? — preguntó Blaise.

La chica se encogió de hombros y prendio un cigarrillo.

— Mi novia.

— Tu novia...— dijo Draco —. Siempre lo supe.

— ¿El qué?

— No estabas enamorada de mi, estabas enamorada de Isabella.

— Si eso te hace sentir mejor...

— Discúlpate.— Draco la apuntó con la varita.

Blaise reaccionó y se puso delante de Pansy y Dracoz

— ¿Disculparme?

— Discúlpate por todo lo que le has hecho a mi esposa.

— No estaba en mis cabales.

El rubio se puso de pie, empujó a Blaise y colocó una rodilla sobre el asiento de Pansy. Acercó su cara a la de Pansy, y colocó la punta de su varita sobre su cuello.

— Draco.— advirtió Blaise.

— Déjalo.— espetó Pansy.

— Discúlpate, maldita zorra.

— ¡No estaba en mis cabales! — repitió.

— Me vale una mierda si estás loca, Parkinson. He dicho que te disculpes.

— ¿Pero con quién?

Él hizo más presión sobre el cuello de la chica y gruñó.

— Te haré todo el jodido daño que tú le has hecho a Isabella, Parkinson. Te joderé la vida.

— Hazlo.— lo retó.

— Tienes medio segundo para disculparte, o te hechizaré y haré que te disculpes de rodillas mientras lames la suela de mi zapato.

— No te atreverás a tanto.

Una cínica sonrisa apareció sobre el rostro de Draco. Hizo aún más presión sobre el cuello de la chica, tanto que ella dejó salir un jadeó.

Sin quitarle los ojos de encima, abrió los labios y pronunció—: Crucio.

— ¡Joder! — exclamó Blaise.

Pansy dejó salir un chillido y empujó el pecho de Draco.

Draco la vio retorcerse sobre el asiento, hasta caer al suelo; justo a los pies de Draco.

— Discúlpate, o no pararé toda la noche.

— ¡Lo siento! — Exclamó en un sollozo —. ¡Lamento haberles causado tanto daño! ¡Lamento hacerles pasar por tanto! — sollozó aún más —. ¡Yo no... yo no quería!

— ¡Draco, basta! — bramó Blaise.

El rubio se llevó el dedo índice al labio.— Cállate, Blaise. Ajá, Pansy. ¿Y qué más?

Giró un poco la varita y la dejó descansar.

Pansy trato de moverse, pero no pudo. Quedo tirada sobre el suelo.

— De rodillas.— ordenó Draco.

— ¿Quieres que te la chupe? — se burló.

Draco alzó nuevamente su varita y volvió a pronunciar el mismo hechizo. Pansy volvió a retorcerse sobre el suelo, llorando.

Con otro hechizo más, Draco la obligó a ponerse de rodillas; con la frente sobre el suelo, a unos escasos centímetros de sus pies.

Se agachó para quedar más o menos a su altura y susurró—: ¿Qué más, Parkinson?

— Yo estaba celosa — sollozó —. Celosa de ella. Nunca te había visto de aquella manera... y yo. Yo creí que te perdería para siempre si ella seguía a tu lado. Si ella quedará embarazada y te diera un heredero. Decidí separarlos. Decidí hacerla estéril, o hasta matarla, pero fallé...  No lo hubiera hecho, si yo... Si yo supiera que la maldicion de sangre me ayud-

No pudo seguir hablando, Draco volvió a usar la maldicion Cruciatus en ella.

Blaise empujó a Draco y lo tiro al asiento.

— ¡Basta! ¿Escuchaste? ¡Basta!

— Échala, o la sacaré a patadas.

Blaise se giró hacia Pansy, unió las manos e hizo un puchero.

— Vete.— dijo, cambiando de expresión —. Vete de aquí, Pansy. Vete de nuestras vidas. Aléjate.

Pansy se puso de pie, encorvada y salió del departamento.

•~•~~•~•

Antes que el sol saliera, Draco ya estaba vestido y despierto. Se había despedido ya de su amigo y estaba apareciendo en la mansión Malfoy.

Entró y el olor a café le golpeó la nariz. Nadie tomaba café en esa casa.

Entro a la cocina y vio a su madre sentada, con una mano sobre la frente y la otra alrededor de una taza de café.

— ¿Qué haces? — preguntó Draco.

Ella dio un respingó y volteó a verlo.

— ¿Draco?

— Quién más.

— Estaba preocupada.

— Estuve con Blaise.

— ¿No pudiste avisar?

— Estoy viudo, tengo un hijo... puedo hacer lo que quiera sin avisar.

Narcissa se acercó a él, golpeó su pecho con fuerza h frunció el ceño.

— ¡No vuelvas a hablarme de esa manera, Draco Lucius! Puedes tener mil años, y si yo sigo viva, seguiré queriendo saber de tu maldito paradero.

—¿Dónde está Scorp? — preguntó, ignorando la regañada.

— Durmiendo.

— Iré por él.

— Es muy temprano.

— Iré por él.— repitió.

Dio grandes zancadas, hasta llegar a su habitación. Vio al pequeño en su pequeña cuna y lo tomó en brazos. Buscó alguna manta y lo envolvió en ella. Entonces se acercó al escritorio, sacó un pergamino y unos cerillos. Volvió a bajar las escaleras.

— ¿Adónde irás con ese niño?

— Tiene que conocer a su madre.— dijo, entonces salió de la mansión.

Decidió caminar, ya que el panteón no quedaba muy lejos de su casa, dado que Isabella había sido enterrada en el panteón de la familia Malfoy.

Al llegar, abrió la reja y entró al panteón. Buscó el nombre de Isabella y se sentó sobre el pasto, justo a su tumba.

Vio su nombre grabado y suspiró: Isabella Lara Rosier de Malfoy. Hija, esposa y madre.

Se palmeó los bolsillos y sacó aquel pergamino. Lo abrió y comenzó a leer.

Isabella Malfoy.

¿Por dónde empezar?
Ha pasado solamente un día de tu entierro y dos de tu muerte, y aquí estoy.

Volví a fumar, volví a inhalar cocaina, y las primeras horas me sentí bien, pero cuando el efecto paso me sentí fatal, porque te prometí dejar de hacerlo y volví a hacerlo.
Pero ya no lo haré, nunca más.

Estaba entre Scorpius o Milán, al final me decidí por Scorpius... Por cierto, está junto a mi.

Te lo describiré, para que puedas hacerte una idea que como es el pequeño diablito que hemos procreado tú y yo: Le está creciendo el cabello ya, y parece ser rubio. Ganaste, es rubio como yo. Tiene ojos grandes y grises, también ganaste; tiene mis ojos. Aunque los labios son igualitos a los tuyos; regordetes y de un color rojizo.

La mayoria del tiempo está dormido, pero cuando no lo está, se ríe y babea mucho.
Hace mucha popo, y me mira como si yo estuviese loco al limpiarlo.

Prometo cuidarlo y enseñarle las cosas que a mi nunca me enseñaron.

Prometo mostrarle cada día tus fotos y contarle cosas de ti. De nosotros.

Le contaré todo sin mentirle, Bella. Pienso en decirle como fue que nos conocimos, por qué nos casamos, como nos enamoramos y hasta de la manera en la que follabamos... Como si el mundo se fuera a acabar.

Necesito decirle esa última cosa, así entiende qué es el sexo y por qué tiene que hacerlo solamente con la persona que ame con toda su alma y corazón. ¿Lo entiendes? No pienso permitir que Scorpius cometa los mismos errores que yo.

Joder, Bella... Ganaste en todas las cosas.
Y la pared de Verona cumplió tu deseo, tu petición: Me he enamorado de ti como un loco.

Me he enamorado de tus preciosos ojos, tus labios y tu voz. De tu manera de ser y tus pensamientos.

Te ganaste mi corazón. Y este corazón siempre será tuyo por toda la eternidad; en esta y en mil vidas más, hasta la muerte. Aún cuando deje de latir, te pertenecerá a ti.

Cada latido mío es por ti y cada respiración te pertenece. Lo hago por ti, por Scorpius... por nosotros.

Nunca te he dicho que cuando duermes roncas, pero ahora lo diré: roncas cuando duermes, pero amo ese sonido.

Ahora no sé cómo dormiré por las noches, si tú ya no estarás a mi lado para pegarte a mi y roncarme en el oído.
No sé cómo viviré sin ti, amor mío...

Tú y yo, Aetérnum.
Dolcezza.

Siempre tuyo.
Draco Malfoy.


FIN.

Cap dedicado a @itzelsm24 :p

Falta el epílogo, no me maten todavía.

En cuánto terminé algunos detalles del epílogo y a más tardar el sábado estará listo, o tal vez el viernes.

Dios, me duele terminar esta historia :(

Estado: mar.


Yo y ustedes Aetérnum.

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