Negociando con el Corazón ||...

By quivaresc

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Gael, un joven Omega con una personalidad volátil, es contratado para trabajar en la empresa de uno de los cl... More

La entrevista
Una cuestión de biología
Divinos pensamientos
El arquero, la presa
Pasando del miedo al pánico
Un paso a la vez
Dudas
Comienzos
La manzana de la tentación
Convivencia
Zona de confort
Los secretos de Ismael
Primer contacto
La palabra con P
En otra vida
Deseo
Rescatando a un renegado
Propiedad del Rey
La familia de Gael
Mira lo que me hiciste hacer
Cosas de pareja
Perversión
Un consejo
Paz
En la intimidad
Estado de gracia
✨¡SEGUNDA PARTE!✨

Minaccia

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By quivaresc

Día 14: Bozal.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬

El último mes que transcurrió le había caído de maravillas al par.

Lunes a viernes, dentro del horario laboral, procuraban mantener un bajo perfil. Evitando rumores de pasillo y miradas despectivas que pudieran hacerles sentir mal por sus subordinados, todo bajo los roles de jefe-asistente. Esos días Gael descansaría en su departamento e Ismael solo podía recogerlo temprano en la mañana y pasar a dejarlo luego de haber concluido su jornada.

Los fines de semana, se los pasaban juntos en el departamento de Ismael. Tomando con calma su peculiar "algo", como el propio Gael decidió llamarlo. Solían salir algunas veces en público, y cuando lo hacían, Ismael no se molestaba en disimular nada. Con la mayor felicidad de su vida llevaba de la mano al joven pelirrojo que aún sentía pena de que fueran a ver al rubio con él. Gael solía convencer a Ismael de irse a lugares poco conocidos, casi que hasta escondidos. El mayor siempre pensó que Gael simplemente quería ser reservado para que nada, ni nadie afectara su vínculo.

Con lo que respectaba al trabajo, el equipo se había expandido un poco al tener a Walter de su lado. Ya era un hábito verlo llegar dos o tres veces por semana para dialogar con Ismael y poner en marcha todo lo propuesto para mejorar la productividad. Todo pintaba bien al final de ese mes.

Gael llegó a su edifico luego de salir a hacer una compra exprés al mini super de la calle. No había tenido chance de entrar en el momento que Ismael lo dejó hace una hora antes. Traía su mochila en la espalda y dos bolsas de papel en cada brazo, además de llevar en la punta de los dedos las llaves para abrir su puerta. Apenas pisó el primer peldaño, cuando el jefe de alquileres le echó un chiflido. Gael lo miró por sobre el hombro, este estaba esperándolo en el casillero pequeño para la correspondencia.

—Gael, tienes correo pendiente— el pelirrojo se sonrojó.

La semana pasada Ismael le había mandado a entregar un arreglo con un peluche de la altura de Gael.

—¿Es de Ismael?— se le acercó para dejar las bolsas en el piso y sacar del llavero, aquella pequeña llavecita que abría el compartimiento.

—Niño, no puedo revisar nada que sea de ustedes— repuso serio. —. Alguien vino y la puso allí, yo estaba reparando una tubería, ni me fijé quien fue— Gael se lo pensó antes de abrir la puertecilla. —. Pero se ve que hay correo porque el indicador está fuera de su ranura.

El sistema de correspondencia en el edificio, sacaba una especie de lengüeta azul cuando el más mínimo peso caía en el compartimento interno. El chico suspiró, abrió la cerradura. Había una carta ciertamente. Tenía puesta su dirección de entrega bien detallada. Solo se encogió de hombros y recogió sus compras para subir a su piso.

Entró corriendo, una bolsa había amenazado con romperse por debajo. Casi que lanzó las compras por la habitación. Pero pudo lograrlo hasta el lavabo, donde estas encajaron a la perfección. Se sentía cansado, las escaleras ayudaban a mantenerlo en forma, pero a veces eran un suplicio. Se encerró por fin. Pudo quitarse el saco, la corbata y los zapatos. Se echó en el sofá para poder sacar su teléfono. Había recibido varios mensajes en WhatsApp. La mayoría indicaban algo sobre un evento en un club nocturno. Eda los estaba enviando, después le habían llegado de parte de Jerald. Según decía la información, era un evento privado solo para clanes conocidos en el lugar.

De pronto apareció una foto de Ismael en la pantalla, indicando que lo estaba llamando. Se sintió feliz de solo ver esa foto robada de él puesta en su contacto. Le contestó finalmente.

—Dime, Isma.

—Vamos a salir el viernes al club este que están promocionando en Instagram— Gael se quedó con una cara de póquer.

—¿Cómo es la vaina?

—Eso— Ismael se reía.

—Pero eso es para miembros de clanes— Gael pasó sus ojos por el piso, notó que había tirado la carta en medio de su apuro. —... Tú y yo no somos algo "oficial" todavía, no creo que me dejen pasar.

—Gael, mi madre te dio una banda con nuestro escudo— el menor lo recordó de pronto. Abrió los ojos asombrado. —. Tú tienes una entrada VIP y no la aprovechas.

—Isma, tu mamá me la dio porque estaba agradecida conmigo, no creo que sea correcto aprovecharme de eso.

—Gael, quiero salir contigo— Gael negó con la cabeza, se había decidido a tomar el sobre en lo que Ismael hablaba. —. Supongo que está bien si nos ven llegar a los dos como miembros del clan Garza, digo, ya va siendo cómo hora, ¿no?

—¿Y si te digo que no me gustan esos ambientes?— volvió a tomar asiento, se sostuvo el teléfono entre la cara y el hombro. Se dispuso a abrir la carta.

—A veces siento que de los dos, tú eres el viejo— Gael puso una cara de sorpresa.

—Al menos a mi no me da artritis subir cuatro escalones— asintió cerrando los ojos.

—No discutimos al respecto, mañana te llevo de compras por algo de ropa y el viernes nos vamos al club, ¿okey?

—Okey— repitió derrotado, pero contento.

—Ya quiero que llegue el fin de semana.

—Yo también— se mordió el labio inferior.

Ismael empezó a balbucear sobre lo que tenía planeado, Gael empezó a revisar el contenido. Su sonrisa se acentuó mientras oía a su alfa conversar. En su mente solo cabía que quizás lo que tenía en las manos era otro de sus románticos detalles como solía dejarle últimamente. Abrió el papel plegado esperando ver una declaración de amor, pero allí fue cuando su semblante feliz se apagó.

Tenía muy pocas cosas escritas, pero ninguna de ellas era algo sobre amor. Mucho menos parecía ser escrita por Ismael. Releía esa oración sin creer lo que decía.

Se ven lindos juntos, ¿verdad?
¿Qué pasaría si alguno saliera herido?
¿Quién soportaría más?
¿Tú o Ismael?

—¿Pequeño? ¿Sigues ahí?— Gael estaba petrificado. —¿Hola?— sacudió la cabeza.

—Sí, sí... Estoy aquí— sacudió el sobre, había algo más allí dentro.

Cayó una fotografía instantánea de ellos dos, caminando juntos por la calle. Se veían felices. Pero esta tenía un circulo rojo rodeando la cabeza de Gael, con flechas que guiaban hasta un escrito del mismo color: PRIMERA ADVERTENCIA. Además de una línea repasada varías veces sobre su cuello.

—Te siento raro... ¿Todo en orden, Gael?

—Isma... ¿Puedes pasar por mi?— tiró todo al suelo.

—¿Te pasó algo?— Ismael estaba preocupado ahora.

—Ismael, no me siento bien... Por favor, te necesito— se tapó la boca.

—Voy saliendo para allá, espérame listo.

Ismael apenas colgó su teléfono cuando salió corriendo por el pasillo hasta el ascensor de su edificio. Rápidamente tomó su ruta en carretera para llegar con el pequeño pelirrojo. Había algo en su voz que le puso ansioso. Una rara necesidad de tenerlo entre sus brazos se hizo presente. A pesar de ir casi en dos ruedas por el camino, sentía que no iba lo suficientemente rápido.

El sonido de aquel frenazo alertó a varios de los inquilinos que pasaban su tarde frente al edificio, Ismael abrió las puertas de par en par. Buscar en la recepción a su omega y no encontrarlo, le empezó a colmar la paciencia. El encargado de los alquileres salió de su cuartito para recibirlo con una aura de rechazo, Ismael casi que lo mataba con la mirada. Era imposible resistirse ante él, incluso siendo otro alfa.

—¿Dónde está Gael?— preguntó entrando completamente. Su voz retumbó en el poco eco del lugar, los que iban bajando por las escaleras se frenaron en seco. Aquel alfa despedía una esencia fuerte y desagradable. Al no obtener respuesta, Ismael apretó el puño. —¿Dónde diablos está Gael?

—Por favor, cálmese— pidió el señor. —. Gael subió hace casi una hora a su habitación después de que hizo sus compras.

Ismael sin pedir permiso ni nada, decidió irse por las escaleras. Saltándose los escalones de tres en tres. Llegando finalmente al cuarto piso, ganándose expresiones de asco por su fragancia. Indicando que sería una tontería tratar de detenerlo o enfrentarlo. 

Abrió la puerta y usó esa voz fuerte otra vez.

—¡Gael!

El nombrado que estaba en su sofá, sintió el miedo calarse por sus huesos. Más al ver que era Ismael el que estaba parado en su puerta, no vaciló en salir corriendo y saltar a sus brazos. El chocolate no tardó en  hacerse sentir para relajar al menor que soltó sus lágrimas sin más. 

Había un grupito de espectadores en el pasillo, otros parados en las puertas de sus lugares y algunos incluso en la escalera. El encargado de alquileres no esperó orden alguno, los espantó de allí para que el par tuviera su momento sin problemas. Ismael decidió entrar con el muchacho aún entre sus brazos al pequeño departamento. Vio la foto en el piso rayada con aquel rojo brillante, la tomó y la rabia empezaba a sentirse.

—¿Quién te envió esto?— su voz ronca asustaba más a Gael.

—No lo sé, Ismael— se abrazaba así mismo allí de pie, bajó la cabeza. —... ¿Puedo irme a tu departamento desde hoy?— Ismael tenía la carta ahora en sus manos.

—Empaca tus cosas, ya— ordenó chasqueando los dedos.

El pelirrojo se dirigió a su habitación para preparar todo lo que iba a necesitar desde ese miércoles hasta el fin de semana. Sacó su maleta y empezó a llenarla.

Ismael por su lado, solo podía releer las palabras que estaban allí escritas en cursiva. No se le venía nadie a quien pudiera considerar una amenaza potencial no tanto para él, sino para su pequeño pelirrojo. Se restregó una mano por el rostro, apoyando su codo en su pierna para reposar su rostro más tarde sobre su palma. Alec era el primero en su mente. Sintió un golpe en el piso, era Gael saliendo con su maleta lista a la sala.

Ismael se la quitó para cargarla, vio a Gael sostener sus bolsas de papel con algunas de sus compras. Se veía apenado. El rubio se aclaró la garganta, Gael reaccionó y se dirigió a la puerta. Los dos salieron rápido de allí. Dejando la puerta con la llave puesta, esta vez, el pelirrojo se la guardó en el bolsillo del pantalón. No estaba dispuesto a correr ningún tipo de riesgos dejando su llave allí. Sin tomar en cuenta las miradas y comentarios que soltaban a sus espaldas, el infame par terminó por retirarse de aquel lugar. 

Gael estaba perdido en su mente, mirando por la ventana. Sujetándose con fuerza de la ropa de Ismael, este solo tenía un propósito en mente: poner a su omega a salvo de todo lo que pudiera ser un peligro.

—Quiero estar en mi nido, Isma— dijo Gael para mirarlo.

Su carita parecía un suplicio, con los ojos humedecidos y la nariz roja por lo mismo. Tenía un puchero formado en el labio. Mientras que en Ismael, esas facciones que le hacían tan atractivo ahora denotaban su molestia. Con el entrecejo fruncido y la mandíbula apretada. 

Una luz en verde fue la causante de que recibieran un impacto por un conductor ebrio, las manos de Ismael se golpearon contra la guantera. El pelirrojo, que siempre tenía la precaución de usar el cinturón, había recibido un impacto en la cabeza con la ventanilla de la puerta. Estaba aturdido viendo a Ismael, no lo podía oír con claridad. Se veía desorientado. Esas manos que ahora empezaban a verter un poco de sangre desde su dorso, tomaron al menor por los hombros. Le estaba preguntando algo, pero Gael no podía responder. El rubio salió hecho el diablo de la cabina.

Las sirenas de la policía no se hicieron esperar mucho. Gael se despabiló con eso, salió tambaleandose. Veía a Ismael moverse bruscamente mientras lo sostenían dos oficiales lejos del otro conductor.

—¿Ismael?— el menor se recargó en la camioneta. Le estaba doliendo la cabeza.

Ismael logró safarse de su agarre, agarró al otro por el cuello y antes de que pudiera lanzar el primer golpe, un tercer oficial con una complexión similar a la suya le había empujado para contenerlo en el piso. Gael trató de acercarse, pero al ver cómo le ponían un bozal y esposas en las muñecas, se detuvo. Estaba tan espantado de verlo actuar así.

Cruzaron sus miradas por un par de segundos antes de que los separasen. Se llevaron a Ismael y dejaron al pobre pelirrojo en medio de una crisis nerviosa.

...

El alfa estaba tan preocupado por no saber nada de Gael. Tenía un par de horas solo en una celda, aislado por su conducta agresiva. Aquel bozal le apretaba la cara, no poder más que quejarse con ruiditos era lo que siempre había odiado de semejante dispositivo. Con la respiración apurada y sus manos aún detrás de sí mismo, aquel estrés solo empeoraba.

La reja se abrió de pronto. El policía de hace rato se le acercó con un conjunto de llaves para liberar sus manos. Se tomó todo el tiempo posible para quitarle el bozal por fin. Lo sacó tirando de un hombro.

—¿Qué pasa?— preguntó al tratar de llevar el paso que le indicaban.

—Pagaron tu fianza.

—¿Quién fue?— en su mente solo cabía pensar en Gael. Esperaba ver al omega allí en la recepción, pero su ilusión se vino al piso cuando vio a Jerald con las manos en las caderas. —¿Jerald?— el nombrado le señaló la salida.

Firmaron un par de papeles y por fin pudieron salir de allí. En el auto de su hermano había una fragancia a café, muy similar a la que Gael despedía cuando no estaba bien.

Se calmó al imaginar lo que había pasado.

—Gael me llamó y tuve que pedirle apoyo a Eda— Ismael lo miraba. —. Vine en cuanto Gael se calmó, estaba muy alterado... Nos mostró una carta y una foto, Ismael— la voz de Jerald empezó a apagarse.

—Jer, ahora no quiero hablar de eso— Ismael ya estaba cansado de todo lo que estaba ocurriendo. —... Solo quiero ver a Gael, por favor.

—Claro, después nos encargamos.

No hubo más palabras.

Entraron al departamento y se encontraron con Eda sentada en el sofá viendo su teléfono, Gael no se veía en todo el lugar. Antes de que el instinto de Ismael lo hiciera volcar todos los muebles, Eda se le paró con las manos extendidas para tocar su pecho.

—Tranquilo— se miraban a los ojos. —... Está en su nido— Ismael pudo respirar. —. Hice que se diera un baño, comió un poco y se escondió allí— la voz de Eda pretendía relajarlo, pero él no lo haría hasta que no lo viera con sus propios ojos. —. Tuve que usar mis feromonas, no quería siquiera entrar aquí.

Ismael la miró molesto. Sabía que Gael odiaba que lo manipularan con feromonas. Podía imaginarlo llorando a la vez que lo ponían a hacer cosas tan comunes como esas. Era lo que menos necesitaba el joven. Solo respiró profundo para terminar de pasar a la sala. Se iba sobando los cachetes, le molestaban por el bozal. Tal vez tenía la piel maltratada, igual que en sus manos raspadas por el impacto. Se despidió de sus familiares para empezar a relajarse.

Dentro de su habitación se encontró con la maleta de Gael abierta sobre la cama. No se resistió a tomar una camiseta para olfatearla. La lavanda se había vuelto su calmante ideal para todas sus molestias. Claro que justo ahora deseaba que lo de la carta solo fuera un mal sueño. Se fue a duchar para asegurarse que no tendría ningún olor extraño en el cuerpo. Había sido una tarde lo suficientemente intensa como para volver a alterar al pelirrojo.

Todo ese proceso lo llevó a pararse nuevamente ante la puerta de Gael. Tocó un par de veces. Esas ligeras pisadas provocaron que su estómago se revolviera, el pestillo fue retirado. Un pequeño destello de la luz alumbró el rostro del omega allí dentro.

—¿Estamos solos?...— preguntó en voz baja.

—Sí, pequeño— respondió Ismael más calmado.

Con su pequeña mano, lo trajo dentro del lugar. Los dos de a poco habían redecorado para hacer el espacio más acojedor. Sacaron los muebles y habían puesto estrellas y lunas de plástico que brillaran en la oscuridad. Además de que Ismael había hecho una instalación de luces led que lentamente cambiarán a colores suaves. Todo para que en el momento que Gael lo necesitara, ese fuera un refugio para sacarse los malos pensamientos.

El tan ansiado momento de quiebre llegó para los dos. Gael temblaba a la vez que lloraba entre los brazos del mayor. Quién a pesar de todo, ya estaba calmado, acariciando su cabello y con los ojos cerrados.

—Me asusté mucho cuando te pusieron eso en la cara— decía Gael ahogado.

—Es normal que a los alfas nos pongan esos... Es para evitar problemas— Ismael estaba cansado. —... Como mordidas y eso— Gael lo encaró. —¿Qué?

—Nunca había visto uno— le acarició la piel maltratada. Ismael se sorprendió por eso. —. Mira tu carita... Me duele de solo verte...

—Ya me ha pasado... No es nada— Ismael lo miraba con una sonrisa. —... Yo me lo busqué, es que, ya venía mal por verte tan alterado por lo de la carta— Gael suspiró.

—Sobre eso...

—No tenemos que hablarlo hoy, si no quieres— posó una mano en su mejilla. El pelirrojo cerró los ojos para restregarse contra está. —... Por ahora, lo único que quiero es estar tranquilo contigo... ¿Sí?

Gael solo asintió antes de volver a llorar con todas sus ganas, sosteniéndose de la camiseta de Ismael. Quién solo se limitó a acariciarlo para que se calmara.

Así concluyó su día.

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