Juntos.
Sigo el camino hasta la cabaña ignorando los gritos de Marco. Sigue detrás de mí pero no quiero voltear a pesar de insistir tanto. Tengo sentimientos encontrados con este chico y no puedo hacerle frente a esas emociones.
—¡Cinthia!
Lo oigo trotar detrás de mí.
—Ahora no.
—¿¡Y si no es ahora, cuando!? ¡Acabas de decirlo todo!
Me detengo en seco levantando polvo con los pies y volteo a verlo directo a esos ojos que incitan mi locura. Me mira tan desesperado, con el pecho subiendo y bajando que provocan ganas de besarlo.
—Acabas de confesar que estás en este puto infierno por mi.
La carcajada sale de mi cuerpo como un suspiro. Esa es mi táctica para huir y no tener que afrontar el problema. Acababa de decirlo todo frente al grupo. ¿Qué dirían de mí?
Veo a Marco patear una piedra mientras vuelvo a la casa. Corro directo a la ducha, ahí es donde puedo pensar, soñar y arrepentirme de cualquier situación. ¿Cómo podía aceptar que me enamoré de un paciente?
El agua caliente me calma, relaja mis músculos y me permite pensar con claridad. Hasta que golpean la puerta.
—Abel dice que bajes a cenar. No sé que preparó, solo espero que sea buen chef.—dice Emma detrás de la puerta.
Cuando bajamos todos están colaborando. Marco y Austin ponen los platos en la mesa mientras Abel termina de cocinar un plato que desprende rico aroma y lo lleva a la mesa donde lo esperamos ansiosos.
—Espero les guste—dice sirviendo los espaguetis que ha hecho.
—No sabía que te gustaba la cocina—habla Marco.
—Está delicioso —apoya Austin.
Me animo a levantar la vista mientras todos alaban la comida de Abel. Tengo a Marco en frente y como si no fuese muy obvio, también está mirándome. Es como esa mirada que surgió el primer día que llegué a la Posada. Una mirada traviesa, inocente al mismo tiempo, de súplica. Una mirada única.
Y mientras los demás no dejan de hablar, siento su pie que se enreda con el mío por debajo de la mesa. Acaricia mi pierna con su calcetín áspero pero me quito. Frunce el seño de inmediato y busca mi pierna una vez más pero ahora, con un movimiento brusco, la atrapa con sus dos pies. La mesa se levanta moviendo todos los platos.
—¿Qué fue eso?—pregunta Abel asustado.
No puedo evitar que mi risa salga aunque me esfuerzo por contenerla, cuando Marco me sigue, es imposible retenerla.
—Creo que me ha picado un insecto.
Marco finge rascarse y aprovecha la oportunidad para apretar un dedo de mi pie. Chillo al instante.
—¿Te ha picado a ti también?—pregunta Marco alzando las cejas. Fingiendo sorpresa.
—Dejen de jugar y coman—dice Abel sonriendo.
La comida estuvo deliciosa, hace tiempo no comía un plato tan rico como el que Abel acababa de servir. Todos ayudamos a levantar y lavar los platos.
―Austin me pidió dar un último recorrido antes de dormir. Emma irá con nosotros―anuncia mientras se coloca un abrigo―Ordena tu cabeza―susurra en mi oído y sale cerrando la puerta en mi cara.
―Nos dejaron solos―habla Marco detrás de mi fingiendo tristeza.
―No estés tan contento porque me iré a dormir.
El viaje, a pesar de ser corto, ha sido agotador. Subo las escaleras mientras Marco me sigue por detrás. Pienso que también irá a su cuarto hasta que agarra mi tobillo y tira hacia abajo haciéndome caer. Subo corriendo para que no logre atraparme y corre más rápido. Entro en mi habitación intentando cerrar la puerta pero es más veloz y consigue entrar. Rendida ante su fuerza, me arrojo a la cama como una estrella de mar.
―¿Qué quieres?
―Que termines tu confesión.
―¿Sigues con eso? Solo fue una actividad de grupo.
Trato de quitarle importancia pero en realidad este tema es lo único que ronda en mi cabeza.
―No solo fue eso. Ahí fuera te liberaste, además Abel dijo que nadie iba a juzgarte. Básicamente podías decir lo que quisieras. ¿A qué le tienes miedo?
―No tengo miedo―digo incorporándome.
―¿Entonces qué es?―dice acercándose a mí.
―Nunca conocí a alguien que insista tanto a otra persona.
―Y yo nunca conocí a alguien que se resista a lo que siente.
Sus palabras las siento tan cerca mi oído que me provocan escalofríos. Siento una corriente por todo mi cuerpo cuando se acerca de ese modo. Su rostro está en centímetros del mío y no puedo evitar mirar sus labios entreabiertos gritándome que lo bese. Y para ese momento es imposible seguir conteniendo las ganas que brotan desde el centro de mi estómago y me abalanzo sobre él.
Nuestras bocas finalmente se unieron con esa fuerza, con ese hambre que teníamos cada vez que estábamos cerca del otro. Es absurdo pensar que sus besos no son la causa de mi locura, porque a medida que se incrementan junto al contacto de nuestros cuerpos, empiezo a sentirme húmeda.
Siento la presión de su cuerpo contra el mío. Mis pechos presionan contra el suyo cuando pierdo de vista su mano, que de pronto, está por todas partes. Su tacto es suave, me acaricia tan delicadamente como si fuera de porcelana.
Al cambo de unos minutos, terminamos rendidos en la cama pero ha sido tan bueno lo que ha pasado, que me quedo completamente dormida.
Cuando despierto, al estirarme toco el cuerpo de Marco. Se ha quedado dormido junto a mí. No puedo creer lo que acababa de hacer. Me volteo a verlo. Está cubierto con la sábana blanca hasta la pelvis permitiendo ver todo su torso. Su cabello está descontrolado pero aún así, se ve perfecto. Acaricio su puntiaguda nariz y la arruga por la cosquilla que le provocó mi dedo.
―Marco, despierta.
―Mmm, no. ¿Qué pasa?―dice con la voz ronca y quiero abalanzarme sobre él nuevamente.
―Debes irte.
―No puedo, estoy encerrado―habla dormido.
―Debes irte a tu cuarto. Levántate―digo empujándolo haciendo que casi se caiga de la cama.
Me mira frunciendo el ceño.
―Vete ya.
Busca su pantalón en el suelo.
―¿Te arrepentiste?
―Sal―le digo empujándolo a la puerta.
―Ven conmigo.
―¿Qué? ¿A dónde?
―A donde quieras, salgamos de aquí. Escapemos.
―¿Estás loco?
―Es el momento perfecto para huir. ¿O prefieres volver a encerrarte en ese manicomio?
―Marco, no te puedes ir.
―Quiero tener una vida normal y allá no puedo, Cinthia. Ahí dentro no tengo ni siquiera alma.
Lo miro confusa. No puedo permitir que se vaya. Traerá problemas para todos, se supone debíamos vigilarlo.
―Es la única oportunidad que tengo.
―No, Marco. ¿Te has vuelto loco? ¿Acaso quieres que me despidan?
―¿Tú crees que en algún momento te dejarán salir de ahí por tu cuenta? Tal vez salgas, pero muerta.
―¿Qué mierda dices?
―¿A dónde crees que fue nuestra anterior cuidadora?
―A su casa, no sé.
Él ríe. No entiendo nada.
―Le quitaste el puesto a esa chica y tuvo que irse. ¿Acaso la viste salir de la Posada? ¿Alguien pudo despedirse de ella? Nosotros no. ¿Sabes por qué? Porque la asesinaron.
―Vete a tu cuarto mejor. Deja de decir estupideces, no tienes pruebas de algo así.
―Sí, las tengo. Pero si prefieres quedarte, hazlo, y cuando vuelvas a ese infierno ve al patio y busca una tapa en el suelo. Entra sin que te vean y después me darás la razón.
¿Una tapa en el suelo? Sentía que de repente Marco había comenzado a delirar, que algún extraño sueño quedó rondando en su cabeza y ahora no dejaba de decir incoherencias.
―Ve a dormir.
―Ven conmigo, por favor. Es la última vez que lo pediré.
Niego con la cabeza y Marco sale caminando lento por el pasillo.
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Meme time:
Chicos, me pasaron esto diciendo que son Marco y Cinthia yo no puedo más JAJAJAJ.