Negociando con el Corazón ||...

By quivaresc

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Gael, un joven Omega con una personalidad volátil, es contratado para trabajar en la empresa de uno de los cl... More

La entrevista
Una cuestión de biología
Divinos pensamientos
El arquero, la presa
Un paso a la vez
Dudas
Comienzos
La manzana de la tentación
Convivencia
Zona de confort
Los secretos de Ismael
Primer contacto
Minaccia
La palabra con P
En otra vida
Deseo
Rescatando a un renegado
Propiedad del Rey
La familia de Gael
Mira lo que me hiciste hacer
Cosas de pareja
Perversión
Un consejo
Paz
En la intimidad
Estado de gracia
✨¡SEGUNDA PARTE!✨

Pasando del miedo al pánico

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By quivaresc

Día 5: Autocontrol.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬

Ismael miraba a su compañero de a ratos. Iban los dos en la camioneta, rumbo al centro de la ciudad para darse una ojeada de todos los restaurantes y decidir luego a dónde ir. La verdad, es que Ismael tenía planes para mañana en la noche con Gael.

—Comeremos lo que elijas— dijo mirando de reojo a los lugares a su lado. —. ¿Qué te gusta?

—Me gusta el sushi.

—Odio el sushi— negó con la cabeza.

Gael volteó a verlo con velocidad, luego suspiró y volvió a observar los locales a través de la ventana. Ismael de soslayo le echó una mirada. Cómo se apoyó el mentón en los nudillos y el codo en el panel de la puerta, su otra mano reposaba sobre una de sus piernas, las cuales estaban cruzadas. Tamborileaba con los dedos. Ciertamente se le veía algo nervioso. Su respiración también era apresurada, sin decir que su aroma era fuerte.

Ismael se puso la palma de la mano contra la punta de la nariz y la removió lado a lado. Seguido a eso, estornudó. Gael se sobresaltó para mirarlo nuevamente.

—Salud.

—Por favor, relájate— pidió Ismael aparcando en paralelo. —. Él no está aquí— aún sujetando el volante, se encogió de hombros. —. ¿Okey?

Gael se sonrojó e hizo una mueca landina con los labios.

—Discúlpeme— pidió mirándolo a los ojos.

—No te preocupes— sacó las llaves de la ranura. Verificó tener su billetera en el bolsillo del pantalón y tomó su teléfono del vacío detrás de la palanca de cambios. Gael apenas se quitó el saco y se guardó el teléfono y la billetera. Ismael pensó algo de pronto. —. Gael, por favor, estamos fuera de la oficina, ¿puedes dejar de decirme «usted»? Es como si me recordaran que estoy viejo.

Gael asintió.

—Está bien, señor Garza— se dio cuenta de lo que dijo al ver la expresión de decepción en el rostro de Ismael. —... Perdón, Ismael— dicho esto, Gael se tapó la boca para reírse bajito.

—Sí, sí, ya sé que estoy viejo— dijo con molestia. —. ¿Qué es lo sorprendente de eso?

Gael se lo pensó mejor.

—No aparentas mas de treinta— respondió con un tono de voz suave y una mirada coqueta.

Ismael se sonrió.

—Gracias por tratar de subirme el autoestima.

—No miento— le guiñó el ojo. Ismael asintió.

—Okey, tú ganas— Gael le mostró el pulgar en alto. Ismael se aclaró la garganta. —. Andando.

Entraron juntos al recinto.

En la mente de Ismael, él sabía bien lo complicado que sería cumplir con su parte del contrato con Walter y no podía ir por allí utilizando su fragancia para dopar al pelirrojo cada de algo no fuera como él quisiera. Por lo que decidió empezar a cortejarlo de una manera que le resultara cómoda. En cuando a la parte física, debería tener paciencia para poder llegar hasta allá. Si todo iba como debía, en poco tiempo Gael caería rendido a él.

Veía a Gael pedirle su comida a la mesera con una tierna sonrisa. Cuando esta se fue, el pelirrojo tomó su teléfono y comenzó a mover sus dedos. Ismael se distrajo por un momento, cuando en otra mesa, había un hombre mucho más joven que él, sentado junto a su pareja y con un niño junto a ellos. Los pinchazos en su piel ardían, se sentía abrumado. Podía oír la anciana voz de su padre recriminarle aquel problema del que ni siquiera tenía culpa o control.

—¿Todo en orden?— Gael lo devolvió al momento. Ismael asintió.

—Sí, pensaba en una tontería— se aclaró la garganta. —. Entonces, Gael... ¿Qué te parece hasta ahora tu trabajo?— el menor ladeó una sonrisa.

—Hasta el momento, bien.

—Qué bueno... ¿Te puedo decir algo?— el menor asintió. —Creo que tú y yo empezamos con el pie izquierdo.

—¿De verdad lo cree?— Gael levantó una ceja mientras sonaba sarcástico.

—Ja— era Ismael el que ahora tenía una sonrisa en la cara. —. Hablando en serio, empezamos un poco mal y debo tomar el crédito de eso.

—Wow, se volvió interesante— interrumpió mientras apoyaba su mentón en las palmas y los codos en la mesa. —. Continúa.

—Ah— tragó grueso. —, okey. Quiero empezar otra vez para que esta— movió las manos haciendo círculos entre los dos. —... tensión extraña que yo mismo formé, quede en el olvido... ¿Te parece?

—Me parece excelente— sonaba feliz.

—Genial. Te invito a comer para celebrar.

—¿Ya no estamos en eso?

—¡Me explico!— se tapó la boca. —... Quiero llevarte a cenar hoy.

Gael se sonrojó.

—Tengo mis condiciones— levantó su dedo índice. —... No puedes usar feromonas y mi cuello se queda cubierto.

—Está bien.

—Gracias por eso— Gael asintió. —. Acepto la invitación entonces y en lo que esperamos la comida, debo ir al baño— se puso de pie.

Ismael no le quitó la vista de encima hasta que lo vio pasar la puerta.

Gael fue derecho a lavarse las manos, para posterior a eso mirarse en el espejo. Seguía dentro de él el pánico de lo ocurrido con Alec. No era la primera vez que vivía una situación así, sin embargo, eso no quitaba el estrés que eso le generaba. Se secó las manos con una toalla de papel del dispensador para pasárselas luego por la cara. Mirándose al espejo. Preguntándose porque había sido castigado con pertenecer a esa raza.

De un momento a otro empezó a sentir una rara sensación en el pecho, se apretó la ropa. Las manos le empezaron a sudar, las mejillas y las orejas le ardían. Se puso nervioso ahora. Se sintió con un arrebato de energía tan repentino y con unas ganas de restregarse contra otra persona, entendió lo que le estaba pasando. Escuchó pasos acercarse a la puerta del baño. Las fragancias no se hicieron esperar apenas esta se abrió. Se tapó media cara y salió rápido entre tanta gente que lo miraban con interés al sentir la lavanda que él iba dejando a su paso.

Llegó hasta la mesa y tomó su respectivo asiento. Ismael lo miraba extrañado. Olía mucho a lavanda en el lugar, además de que el joven parecía afiebrado.

—¿Estás bien, Gael?...

—Sí, sí— tragó grueso. —. Es que hace muchísimo calor aquí y uf— rió. —... Debe ser por la parrilla.

—La parrilla está en la zona exterior— señaló a la pared de vidrio detrás suyo, desde allí podía verse como preparaban al aire libre las órdenes. —, y aquí creo que hay aire acondicionado— dijo para levantar la mirada. —... Hueles a lavanda— se sobresaltó. —... Y mucho... ¿Gael de casualidad estás en... ?

—Cállate, te pueden oír— jadeó. —. Ismael— su voz sonaba con desespero. El chico se llevó las manos a la garganta. Estaba conteniendo el aire, soltando de a poco e inhalando despacito. —... Necesito salir de— apretó los ojos para golpear la mesa con fuerza. Muchas personas voltearon al oírlo. —... Sácame de aquí. No sé cuánto más pueda contener la respiración.

—Okey.

—¡Para hoy!— exigió molesto y encimándose al rubio.

Ismael se puso de pie rápido, le tomó por la muñeca y se dirigió al mostrador para cambiar los pedidos a comida para llevar. Gael estaba allí de pie, tratando de concentrarse en la planta plástica junto a la puerta. Sintió algo fuera de lugar, al siguiente instante sentía como le respiraban encima. Allí se tapó media cara con la mano libre, Ismael le apretó un poco la muñeca contraría.

—Puedo sentir tu aroma desde donde estoy sentado— Gael apenas pudo ver por el rabillo del ojo al hombre que se le había acercado. —... ¿De casualidad tú estarás disponible?

Ismael tiró con fuerza del menor, lo apretó contra su cuerpo al pasar su brazo fornido por su espalda. Dejó que refugiara su olfato contra la desagradable fragancia a tierra mojada que despedía por su molestia repentina.

—Disculpe, pero no está disponible— Gael correspondió a su apretón colocando los brazos al rededor del torso de Ismael. Se le generó una nueva necesidad: meter sus manos por debajo de su camisa. —. Agradecería que lo dejase tranquilo— su voz era amenazante.

—Lástima...— dijo el otro para retirarse.

Ismael extendió su tarjeta para cancelar mientras mantenía al pelirrojo contra si mismo, lo cierto, es que también estaba poniendo de su parte para autocontrolarse. Sentir la calidez del menor, además de tenerlo contra su cuerpo sujetándose entre si y aspirando aquella esencia le daban ganas de estar nuevamente solo en la oficina como hacía un par de días.

Gael tuvo que salir del establecimiento a tomar aire fresco, lo estaba volviendo loco tener a Ismael así. Escuchó que la alarma de la camioneta sonó a la vez en que los seguros se levantaban. Se subió a la parte trasera casi al mismo tiempo que el hombre rubio, quien rápidamente emprendió su ruta. Gael iba en la parte de atrás, con una cara de molestia. Tratando de sobrellevar la situación. Sentía a Ismael un poco nervioso también. Pero no podía hablarle, sabía que algo tan simple como el escuchar su voz ronca lo pondría a mil.

Cuando menos se lo imaginó, llegó a pararse delante de la puerta del departamento de Ismael. Apenas se vio en su amplia y lujosa sala una fragancia conocida le llenó la nariz. Se fue detrás de aquello en lo que su contrario cerraba la puerta.

—No te llevé a tu edificio porque estamos muy lejos y no me siento capaz de manejar así, ni de mucho menos pedirte un taxi y dejar que te vayas solo— decía en lo que terminaba de ponerle la llave a la entrada. —. ¿Está bien?

—Me parece muy sensato, gracias.

Ismael al encararlo, se sonrojó de verlo sujetando una sudadera que había dejado allí de la noche anterior. La olfateaba incesantemente.

—¿Qué tiene?— se le acercó.

—Huele a chocolate— respondió apretando aquella prenda como si fuera lo más valioso de su vida. —... Esto me... Me ayuda muchisimo— se veía más calmado. —... ¿Te molesta sí la tengo por un rato?

—¿No sería mejor que yo-

—¡No!— Gael retrocedió hasta poner su espalda contra el amplio ventanal que daba vista a la ciudad desde allí. Se sorprendió por eso y se alejó del cristal con miedo. —... Déjame con la sudadera, así me calmo...

Ismael levantó las manos indicando su derrota. Se sentó en el sofá para por fin suspirar. El aroma de Gael seguía tan fuerte como antes, apretó los ojos y después se miró las manos.

—¿Normalmente esto cuanto dura?— preguntó viendo al joven.

—No es mi celo, por suerte... Todavía falta.

—¿Es como un pre?— Ismael levantó una ceja. Gael asintió. —¿Es peor tu celo?

—Sí— se acercó al mueble y se sentó en la alfombra que cubría todo el piso. Era cómoda también. —... En mi celo suelo usar supresores y esas cosas.

—No lo hagas— el menor lo miró sobre el hombro, su voz casi era como un regaño. Ismael ahora tenía los codos apoyados en los muslos. —... A la larga te vas a joder— cerró los ojos.

—Eso me han dicho— Gael miró a la sudadera. —... ¿Te molesta si me quedo por la tarde?... No me siento seguro si salgo así a la calle, me siento asustado por lo que pasó con Alec hoy...

Ismael sonrió.

—Claro, puedes quedarte.

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