Negociando con el Corazón ||...

By quivaresc

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Gael, un joven Omega con una personalidad volátil, es contratado para trabajar en la empresa de uno de los cl... More

La entrevista
Una cuestión de biología
Divinos pensamientos
Pasando del miedo al pánico
Un paso a la vez
Dudas
Comienzos
La manzana de la tentación
Convivencia
Zona de confort
Los secretos de Ismael
Primer contacto
Minaccia
La palabra con P
En otra vida
Deseo
Rescatando a un renegado
Propiedad del Rey
La familia de Gael
Mira lo que me hiciste hacer
Cosas de pareja
Perversión
Un consejo
Paz
En la intimidad
Estado de gracia
✨¡SEGUNDA PARTE!✨

El arquero, la presa

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By quivaresc

Día 4: Cuello.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬

Gael logró adaptarse rápido a su entorno y a sus labores como el asistente del presidente de la empresa. No había tenido algún otro momento incómodo con su jefe. Agradecía con el alma ese gesto tan respetuoso hacia su persona. De resto le había ido bien el resto de sus días laborales.

Su teléfono de escritorio repicó, Gael contestó rápido la línea privada con su jefe.

—¿Dígame?

—¿Ya tienes los papeles que te solicité?— Gael miró sobre el escritorio aquellas hojas impresas.

—Sí, señor.

—Muy bien, mi hermano ya está subiendo por ello.

—Las tendré a la mano, entonces.

—Gracias— colgó.

Tenía los papeles en su mano para grapar, pero la engrapadora estaba trabada. Molesto empezó a sacudirla, trató de quitar el alambre doblado en la ranura para así liberar el resto de las cargas con un dedo. Le estaba costando. Sacó la punta de la lengua entre sus labios apretados y arrugó el entrecejo, eso lo hacía cuando estaba concentrado en algo.

—¡Hola Gael!

El nombrado se asustó, la grapadora disparó la carga doblaba y una normal, que terminaron clavándose en su dedo. Soltó la grapadora, le cayó en un pie y por impulso levantó una rodilla que se golpeó con el borde del escritorio. Se quedó estático hasta que levantó la mirada hacía Jerald que lo veía sorprendido. Gael soltó un grito de dolor para empezar a quejarse.

—¡¿Quién llora tan feo?!— salió Ismael de su oficina molesto.

—¡Yo no lo toqué!— Jerald se alejó del mueble mostrador, levantando las manos.

Ismael se cruzó de brazos y entró al pequeño espacio donde estaba Gael sentado.

El área de Gael era algo pequeña, era un mueble de madera pulida que cumplía la función de mostrador y de escritorio por dentro. Estaba acomodado en una esquina del pasillo. Todo eso, dificultaba que alguien pudiera notar la presencia del joven al este estar concentrado en su labor, dando hincapié a que cualquier cosa pudiera sorprenderlo.

—¿Qué te pasó?— preguntó el hombre rubio. Gael se recostó en su silla, está se reclinó un poco. Le mostró el dedo donde tenia las grapas con un poco de sangre saliendo. Ismael se pasó la mano por la cara. —... ¿Es en serio, Gael?— estaba serio.

—Claro, muy enserio que me tiré una grapadora— empezó calmado. —... De hierro— enfatizó esas palabras. —en el pie y, pues bueno, no conforme con eso, le metí de paso la rodilla al escritorio. Pero el grito si fue por accidente, señor— sonaba sarcástico.

—Fue mi culpa— Ismael miró a su hermano.

Este se aclaró la garganta. Gael se ganó la atención del par al grapar los papeles finalmente. Se los extendió a Ismael.

—Son los números de las ventas del mes pasado, como lo pidió esta mañana.

Ismael los tomó sin perder de vista al joven, este se sacó el pequeño hierro con los dientes y sacó una curita de una de las gavetas de su escritorio. Se la puso sacando la punta de la lengua y suspiró al final de todo eso. Había algo llamándole la atención, apenas se percataba que el par de ojos rojos lo miraban atentos. Gael tragó grueso y desvió la mirada. Ismael se mordió la boca y le extendió los papeles a su hermano.

—Toma, espérame dentro.

—¿Okey?— el chico entró a la oficina.

El rubio seguía viendo al joven que ahora estaba usando su laptop. Golpeó el mostrador y se encaminó a su puerta.

—A la oficina, Gael— chasqueó los dedos. —. Quiero que tomes unas notas.

—Sí señor— Gael tomó una libreta y un lápiz.

Entró después del mayor.

—Asegura la puerta, por favor— escuchó de su jefe que se aproximaba al escritorio amplío al centro de la habitación.

Gael obedeció a la petición y se fue al lado izquierdo de la oficina. De ese lado estaba una mini sala de estar, Ismael tenía un par de sillones de semicuero negro viendo a una pantalla plana incrustada a la pared, una mesa baja de madera y vidrio con botellas de ron caro y vasos, además del mueble largo junto a una pared. Allí estaba Jerald junto a Alec.

Abrió su libreta y anotó la fecha de ese día. 

Tendrían una reunión ese día para discutir la disminución con los números de ventas en relación con la productividad de los departamentos. Gael se encargaría de llevar un registro de todo aquello que estos tuviesen que decir sobre el personal. Lo que más sobresaltaba era la queja sobre la paga, exigían un aumento para poder justificar una mejora en su productividad, cosa a la que Ismael se veía remiso. Para poder tener un buen panorama sobre la situación de la empresa, se estaban recibiendo quejas sobre el mal estado de los envíos debido al embalado hecho de mala gana. En el departamento de envíos, estos llegaban a atrasarse hasta más de dos días. Eso sin contar la mala atención que el personal estaba brindando en la línea de ayuda al cliente o cuando se les atendía personalmente por taquilla.

Gael miró por un momento como Ismael se sentó con una expresión de disgusto en la cara, negó con la cabeza mientras escuchaba a sus subordinados exponer las quejas del personal. Gael no paraba de anotar cada una de las cosas que se decían. La reunión llegó a un punto en que el mismo Jerald se fastidió del tema.

—Mientras ellos no mejoren su productividad, yo no voy a considerar ningún tipo de aumento— soltó Ismael de pie.

—Pero Ismael... Estas personas-

—Si quieren lo que piden, mejor que se esmeren en ganarlo— insistió mirándolo.

Tenía ese brillo en los ojos. Gael apretó la libreta mientras suspiraba. Le dio calor de pronto. De nuevo ese pensamiento estaba presente. Recorrió el cuerpo del rubio, se quedó fijo en sus manos. Una necesidad de que lo sujetaran se hacía presente repentinamente. Suspiró tratando de que la sensación acalorada desapareciera, bajó la cabeza un momento.

Cuando sintió que estaba mejor, estiró un poco el cuello de su camisa y se dio cuenta de que los tres hombres lo estaban mirando. Se sonrojó. Rápidamente se acomodó la ropa. Ismael se restregó la nariz con la mano y le dio la espalda a los demás.

—Suficiente por hoy, continuaremos en otro momento, por favor...

—Sí, señor— Alec se puso de pie. —. Si hay algo que necesite hacerme saber, no dude en decirme— se retiró.

—Dios— decía Jerald para sentarse en el sofá junto a Gael. —... Realmente, quiero saber como hacen nuestros trabajadores para pedir aumentos con tan mal trabajo— se puso las manos en los muslos.

—Bueno, hay que tener en cuenta todas sus quejas— decía el pelirrojo. —. Ellos son un factor importante, sin ellos la empresa no se mueve— leyó sus notas. —. Solo debemos indagar para descubrir las fallas. Ya sabemos que quieren un aumento para mejorar la productividad, pero ¿qué tal si hay algo más que los entorpece?

Jerald asintió.

—Eso es una buena idea, he de decir— siguió este mirando a su hermano que seguía de espaldas a ellos. —. Solo necesito qué me des la orden y nos ponemos en eso, Gael y yo.

—Luego discutimos eso, Jerald— dijo Ismael serio. —. Me duele la cabeza y todavía hay mucho por hacer...

—Está bien— Jerald se puso de pie. —. Me retiro entonces, hasta luego— le dio la mano a Gael. —. Nos vemos luego, Gael.

Se fue, dejando al par en silencio. Ismael seguía del mismo modo. Por lo que el pelirrojo se puso de pie para ver si podía hacer algo que lo relajase. Se iba acercando de a poco, cuando aquella fragancia dulce empezó a emanar del hombre rubio.

—Olías a lavanda— dijo este. Gael se quedó quieto en su lugar. —... ¿Por qué, Gael?— se dio la vuelta. Esa mirada color sangre era intimidante para el menor. —... Alec también es un alfa y es mucho más peor que yo con los de tu raza— lo señaló. —. ¿Sabes lo que pudiste provocar, no?— Gael bajó la cabeza.

—Sí, señor...

—¿En qué pensabas?

—En nada— respiró hondo para levantar el rostro, miraba como suplicando a su jefe. —. Si me disculpa, debo ir a mi escritorio...— Ismael asintió llevándose las manos a las caderas.

—Te llamaré si te necesito— Gael asintió.

El pelirrojo salió de la oficina mirando aún su libreta. Se sentó en su escritorio para tomar otro chocolate cuando aquel par de ojos verdes aparecieron de la nada por el mostrador. Haciendo que se sobresaltara en su lugar.

Alec tenía una sonrisa puesta. Si bien era sabido que estaba casado, Alec no era muy fiel a su compromiso. Se revolvió sus mechones blancos con la mano derecha, para después estirarse y tocar la cabeza de Gael. El chico pateó con fuerza el murillo del mueble para impulsar la silla lejos de su alcance, se lo veía respirar con calma. Alec apretó el puño, se alejó un poco del lugar.

El albino rodeó el mueble, bloqueado la salida. Notó el envase con los dulces junto a la laptop, después se dio cuenta de que Gael tomó a velocidad la libreta.

—¿Te conozco de algún lugar?... ¿De mucho antes, quizás?

—No lo creo...— respondió Gael repasando los apuntes para evitar mirarlo a los ojos.

—En la entrevista no olías así, ¿hueles así cuando te excitas?— el menor se encogió de hombros, tratando de ocultar su incomodidad. —... Sigues oliendo a lavanda... Hace mucho conocí a alguien que olía así tal cual...

—Creo que me está confundiendo, señor Moore.

—¿Estás seguro?— cuestionó el mayor encimándose.

—Sí, señor— sonaba tajante.

Alec respiró profundo. Levantó una ceja al darse cuenta de que el joven casi se estaba aguantando la respiración.

—Es descortés que no mires a tu locutor a los ojos— Gael apretó las manos. —... ¿Sabes?— le dio la cara, se veía molesto con los ojos brillando. —. Así está mejor— sonrió. Le sostuvo el rostro con la mano. Gael apartó la cara y desvió la mirada. Alec se estaba fastidiando de su actitud. Posó sus ojos en su cuello cubierto, le daba curiosidad como nunca le había visto esa parte. —... Llevo cuatro días... Viéndote con la camisa puesta hasta lo último y la corbata que casi, casi te ahorcas a ti mismo— posó su mano en el nudo de la corbata. —... ¿No te da calor estar así?...

Gael negó con la cabeza.

—No, señor...— ahora parecía enojoso.

Cuando sintió la presión sobre su garganta, Gael le apartó la mano de un manotón. Alec atestó una mano en pos de furia sobre las del pelirrojo para mantenerlas sobre su propia cabeza, este ahora se sentía impotente. Estaba forcejeando con todas sus ganas, la cara se le puso roja.

Alec tomó su corbata y de un tirón logró deshacer el nudo de esta, empezó a bajar uno a uno de los botones. Se encontró con una piel limpia y pálida, se veía serio mientras posaba su mano sobre su tráquea. Gael no dejó de tratar huir ni un segundo.

—Mientras más te muevas, más te costará mantener el aire— decía con una sonrisa. El menor lo veía a los ojos. —. Conozco tu truco, eres astuto niño... Ahora, respira y coopera.

Gael lo miró atento. Formó una sonrisa. Tomó una buena bocanada de aire y soltó un grito.

—¡Ismael!

La expresión en el rostro de Alec no tenía precio. No tuvo tiempo de alejarse cuando Ismael ya estaba parado en el umbral de la puerta a su oficina. Miraba a Alec con asombro, después se le acercó a tomarlo por el brazo. Este lo miraba asustado.

—No es lo que crees, Ismael-

—¡¿Qué diablos te pasa?!— se le acercó de forma intimidante.

—Por favor, sabes como son estos— señaló a Gael. —cuando andan en su celo, ¡quieren con el primero que se les cruza!— dijo descaradamente, el menor se disgustó por su comentario.

—Lárgate, Alec... 

El albino mostró una sonrisa mientras también movía su cabeza, Ismael en respuesta le mostró los dientes emitiendo casi un rugido, el albino retrocedió encogiendo los hombros. Se fue del lugar. Solo cuando el ascensor dejó de verse entre los cristales de las puertas, Ismael decidió ver a Gael. No estaba en su silla, por lo que se agachó y lo vio abrazando sus piernas y derramando lágrimas en el compartimento debajo del escritorio.

Ismael suspiró y tomó el teléfono fijo en el escritorio. Marcó una de las direcciones internas.

—Necesito que vigilen al señor Alec, por favor. Sin mucho alboroto, lo más discreto posible— colgó el teléfono. Escuchó el sollozo de Gael. —¿Te lastimó?

El menor lo encaró.

—¡¿Qué clase de pregunta es esa?!— extendió los brazos. Ciertamente su voz sonaba ahogada. —... Me vio el cuello... 

—Debiste entrar a la oficina en cuanto lo viste— miró a Ismael preocupado.

—¡Me tenía contra la silla!— se llevó las manos a la cabeza. —. Además, ¿qué iba a saber yo qué me saldría con eso?

—Gael... Debes tener cuidado de donde te paras, muchos como él son así— el pelirrojo se apretó con fuerza el hombro izquierdo, la impotencia volvía a atacarlo.

—¿Porqué es a mí al que le dice que tenga cuidado?— entrecerró los ojos mientras miraba a su contrario. —... Me atacó, yo no le hice nada— Ismael se rascó la nuca. —... Y todavía me vienen a decir que estoy loco por estar en contra de este sistema.

Ismael no sabía que decir. Le extendió la mano al joven, este se abrazó las piernas. Realmente estaba asustado. Ismael tiró de su mano y lo abrazó con fuerza.

—Por ahí leí que para ustedes no era fácil pasar por situaciones así— decía acariciando su cabeza. Gael sintió el aroma a chocolate, aceptó el gesto de pronto. —. ¿Quieres salir a almorzar?— Gael lo miró. —. Vamos, un poco de aire fresco te calmará, además, es viernes, Jerald está aquí y no creo que el edificio se caiga en mi ausencia.

—Está bien— sonrió.

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