Negociando con el Corazón ||...

By quivaresc

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Gael, un joven Omega con una personalidad volátil, es contratado para trabajar en la empresa de uno de los cl... More

La entrevista
Divinos pensamientos
El arquero, la presa
Pasando del miedo al pánico
Un paso a la vez
Dudas
Comienzos
La manzana de la tentación
Convivencia
Zona de confort
Los secretos de Ismael
Primer contacto
Minaccia
La palabra con P
En otra vida
Deseo
Rescatando a un renegado
Propiedad del Rey
La familia de Gael
Mira lo que me hiciste hacer
Cosas de pareja
Perversión
Un consejo
Paz
En la intimidad
Estado de gracia
✨¡SEGUNDA PARTE!✨

Una cuestión de biología

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By quivaresc

Día 2: Aroma.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬

Gael había pasado su día lejos del apartamento, caminando por la ciudad, haciendo turismo. Su traje manchado de café le importó poco, la duda sobre si obtendría el trabajo era lo que más llenaba su mente. Terminó en un parque, sentado en un columpio. Le quedaba poco dinero, solo podía pagar la renta y algo de comida para no morir en un semana. Se apretó los labios en lo que tomaba su teléfono para marcar nuevamente y pedir ayuda a su único amigo en el mundo.

—Hola— miró a sus pies, como se sacudían nerviosos. —... ¿Cómo estás?— se sonrió. —... ¡Felicidades! Me alegra que todo haya salido bien— empezó a jugar con el nudo de su corbata. —. Walt, necesito pedirte ayuda otra vez, por favor... Necesito más dinero— se avergonzó. Había perdido la cuenta de las veces que había pedido lo mismo. —... Estoy muy complicado este mes— se enderezó en su posición. —... ¿A cenar? Está bien... ¿Dónde?— se puso de pie. —... Te veo allá, hasta luego.

El pelirrojo se encaminó a la parada del autobús, aún faltaba para cenar, pero estaba del otro lado de la ciudad. Tenía que apurarse si quería llegar a tiempo para cenar con su amigo.

Iba aferrado al pasamanos, tratando de soportar su peso por el movimiento del transporte. Del mismo modo se imaginaba su estabilidad económica. Desde que cerraron la tienda departamental donde trabajaba hace un año y medio, estuvo yendo y viendo entre muchos trabajos. Dónde le rechazaban por no poderle pagar lo justo debido a su instrucción académica o por su raza. Era absurdo, en un mundo moderno como ese incluso se seguían llevando los prejuicios del pasado. Toda su vida había vivido y sufrido por ese tipo de pensamientos, de muchas personas, incluido su clan.

Logró tomar un asiento a la mitad del camino. Revisó su teléfono. Ni una sola llamada, ningún correo o Whatsapp. Nada. Apagó la pantalla e inmediatamente empezó a sonar su tono de llamadas por un número desconocido. Contestó veloz.

—Gael al habla— sonaba con un mejor semblante.

—Buenas noches, chico del café— esa voz otra vez.

—Pelmazo— colgó de inmediato y bloqueó el número.

Guardo el dispositivo. Había tanto loco en esa ciudad... No le sorprendía que hubiesen conseguido su número telefónico, además de que casi todos los baristas en ese café lo conocían hace tanto. A alguno se le pudo escapar darle esa información al rubio ese.

Minutos después, llegó al restaurante de comida italiana.

Entró y le indicó al portero que tenía una reunión con el señor Vital Junior, esté abrió los ojos con asombro. Sin chistar lo llevó dentro del lugar. Era un restaurante refinado, distintos aromas inundaban su nariz y no era por la comida. Su fino olfato lo volvía loco a veces, había alfas que no querían pasar por desapercibidos al ocultar su embriagante aroma cuando estaban en celo, esos trataba de evitarlos. Si tenían un aroma que a él no le agradaba, trataba de ni mirarlos, sabía que indicaba algún tipo de molestia excesiva en ellos, era como un repelente para tontos. Muy rara vez lograba disfrutar de un aroma sutil, era lo único que él podía sentir como si todo estuviera bien. Su amigo Walter era un alfa, cerca de él siempre olía a hierba buena. Era relajante para él.

Estaba sonriente, a medida que Gael se le acercaba su aroma era más fuerte. Su amigo se puso de pie y lo saludó con un buen abrazo. Era obvia su felicidad. Seguido a eso, tomaron sus respectivos asientos. Se empezaron a escuchar murmureos, Gael apretó los labios en lo que le traían el menú y un poco de agua. Incluso el mesero lo miró mal.

Esos estereotipos eran una condena a veces...

—¿No te incomoda qué nos miren?— le preguntó a su compañero mientras abría la carta. —... Siento que maté a alguien...

El hombre de cabello café y ojos plateados lo miró con su carta ya abierta.

—Saben quién soy y que estoy casado... Por eso miran así... Hueles raro— concluyó este riendo.

—Ah, sí— se aclaró la garganta. —. Me tropecé con un pelmazo saliendo del café, olía tierra mojada— levantó sus brazos para olerse así mismo. —. Debió ser un alfa— dijo molesto. —, tenía una voz fuerte y odiosa— negó con la cabeza y volvió a ver los precios.

—¿Odias la tierra mojada?— preguntó sin mirarlo. —. Viviste en un granja.

—Y odié cada día de mi vida allí— levantó las cejas y cerró los ojos. —. El plato más barato cuesta el triple de mi renta.

—Yo te invito, Gael.

—Walter— el pelirrojo se puso serio. —. Agradezco muchísimo que me ayudes dándome tu gentil apoyo monetario, pero... Esto no puedo aceptarlo.

—Yo insisto— se puso una mano en el pecho. —. Estoy feliz, acaban de nacer mis cachorros. Amir está feliz, mi padre está feliz, mi clan está feliz— decía con una sonrisa amplia en su boca. —. Eres mi mejor amigo, recibe mi gesto, por favor.

Gael asintió.

—Está bien.

—¿Quieres pizza?— levantó la mano. —¡Mozo!

Mientras recogían los menús de la mesa y tomaban el pedido del joven Walter, Gael aprovechó para servirse de la jarra con agua en la mesa. Se dio un profundo sorbo, dejó un brazo tendido sobre la mesa. Encaró a Walter cuando este le tomó la mano para apreciar mejor la mancha de café en su manga.

—¿Y esto?— preguntó levantando una ceja.

—Ah— dejó su vaso en la mesa. —, cuando me tropecé esta mañana me derramaron café encima.

—¿El mismo pelmazo?— preguntó Walter apoyando su mejilla en su puño cerrado. Gael asintió, Walter silbó. —¿No lo mataste de casualidad?

—Estuve a punto— lo señaló con una sonrisa. —, me intimidó su aroma.

—Entiendo. ¿La entrevista qué tal?

—No lo sé... Me mantuve calmado y eso... Pero me sentí raro todo el tiempo— bajó la cabeza. —. Por si fuera poco, subiendo al ascensor, volvía percibir la tierra mojada y, ¿adivina?— puso las manos en la mesa y se encimó ligeramente, se notaba emocionada su cara. Walter le sonrió. —. El pelmazo estaba allí.

—¿Sí?— cerró los ojos y ladeó la cabeza. Cuando le dirigió la mirada nuevamente, puso una expresión de duda repentina. Levantó una ceja y cubrió su boca. —¿Cómo era ese tipo?

—Eh— Gael miró hacia arriba. —... Como dos metros de alto— extendió el brazo por encima de su cabeza. —, ojos rojos como la sangre, cabello rubio— se tocó el pelo. —... El típico alfa mimado y creído que hay en todo clan con un pedigree perfecto— se encogió de hombros, Walter se puso serio. —. No quiero que creas que te ofendo Walt, pero— este trataba de señalarle algo a su mejor amigo con la mirada, pero este parecía no entender. —tenía ese tono de voz estúpido que usan cuando saben que no tienen oportunidad de ganarle a alguien. Tan patético— se rió. —. Debiste ver su cara de asombro cuando lo empujé antes, yo retrocedí por que iba tarde, porque sino, le vuelo la cara ahí mismo— respiró profundo. Walter tenía una cara de póquer. —. ¿Está lloviendo? Huele a tierra mojada.

—Gael Sorní— era esa voz, ahora denotaba molestia.

El nombrado se sobresaltó, sintió como se le erizaba la piel. Miraba a Walter con pánico. Agarró el mantel con fuerza, tragó profundo. El invitado extra cambió de lugar hasta estar a la vista de los dos amigos.

—Buenas noches, caballeros— miró al castaño. —. Walter, un placer como siempre— le tendió la mano en lo que Gael volvía a tomar agua para bajarse el susto un poco.

—Tarde como siempre... Garza— Gael le escupió al rubio el agua en su boca, rápidamente se tapó la cara asustado.

Escuchaba voces de fondo, no quería dar la cara. Apenas Walter percibió el olor a lavanda que su amigo desprendía, hizo lo mejor que pudo por él. De pronto, el joven empezó a sentirse más calmado, más vulnerable incluso. Se descubrió el rostro y respiraba apresurado. Miró al hombre rubio allí parado.

—¡Le pido mil disculpas por mi comportamiento, señor Garza!— pidió juntando las manos. Ismael levantó una ceja, de reojo notó como Walter no dejaba de mirar al chico. Este solo asintió y le tomó una mano. —... No sabía que se conocían... Dios mío, seguro ni pensará en querer contratarme.

—No te preocupes, yo tampoco me porté tan bien contigo... ¿Les importaría si me siento con ustedes?

—Por mi no hay problema— le respondió Walter con una sonrisa.

—Por favor, tome asiento— pidió Gael poniendo sus manos en la mesa.

Ismael levantó una ceja, mandó a que le trajeran una silla.

Gael se mantuvo agradable y con una sonrisina en los labios. El aroma lavanda se mantenía presente mientras degustaban de la pizza. Ismael trató de concentrarse en conversar con Walter, pero el olfato lo volvía loco. De vez en cuando le echaba un ojo al menor, le gustaba verlo tan dócil.

—Si me permiten— Gael se puso de pie. —, voy al sanitario.

Walter cerró los ojos y le hizo un ademán con la mano, Gael obedeció y se retiró. Una vez solos, ambos alfas empezaron a sacar sus temas a la mesa.

—¿Porqué quería verme, Garza?— preguntó Walter terminando de comer. —. ¿Su padre como sigue?

—Pues, déjeme decirle que no tiene buen semblante, pero bueno, ya todos estamos preparados para su partida— Ismael agitó su copa de vino con una cara inocente. —. Walter, quiero pedirle ayuda... Con la empresa de mi padre, por favor... Tenemos problemas con los envíos y creo que ustedes pueden salvarnos.

Walter negó con la cabeza.

—Lindas palabras, Garza— se quitó la servilleta del cuello de la camisa y la dejó sobre su plato vacío. —. Esta empresa no está para perder su prestigio, con las malas criticas que ustedes poseen actualmente, deberían agradecer que sus inversionistas no los hayan abandonado— Ismael cerró los ojos. —. Su padre nunca dejó de atosigar al mío, ¿será una tradición a caso? ¿Sus hijos atormentarán a los míos igual?— Ismael se rió.

—Es tan gracioso usted— se llevó la copa de vino a boca a la vez que Walter se la tapaba.

—Mis disculpas... ¿Cómo está con el problemita ese?— el rubio se aclaró la garganta. —¿No ha conseguido pareja todavía o a alguien qué le dé lo que necesita al menos?

—Eh, voy ahí— miró como desinteresado a la copa en su mano. —... Volviendo a lo que me interesa, ¿qué tengo que hacer para que tan siquiera considere tener una reunión conmigo y mi hermano?

Walter rápidamente maquinó algo.

—Mi amigo Gael, a veces me preocupa, ¿sabe?— Walter tenía un tono de voz que emulaba tristeza bien fingida. —... No siempre tiene un trabajo estable o pareja, y es por esa forma de ser que tiene.

—Me di cuenta hoy en el café— negó con la cabeza. —, sin embargo es el único de todos los postulantes a los que hoy vi, que me sirve para lo que busco.

—¿Es lo que estoy pensando, no?— Ismael asintió. Walter le pasó un brazo por los hombros. —Señor Garza, no sabe como me alegra escuchar eso

—¿Porqué?

—Usted quería hablar de negocios, ¿no?... Quiero proponerle uno que nos beneficie a los tres.

—Creo que sé a dónde va con esto— suspiró. —... Ya yo tenía pensado darle el trabajo a Gael, pero... ¿Esto como nos beneficia a los tres?— Walter se encogió de hombros.

—Señor Ismael, si usted es capaz de enamorar a mi amigo, entonces yo le ayudo con su empresa.

Ismael lo veía extrañado.

—¿Y si realmente no quiero enamorarlo?— repuso Ismael. —... El romance no es mi fuerte y veo que al chico tampoco le interesa mucho.

—Si quiere lo demás, debe hacer esto primero. Gael es para mí, mi amigo mas estimado, le debo la vida— se llevó la mano al pecho. —. Hay tanto que quisiera que él tuviera pero que yo no puedo darle— Ismael se sostuvo la barbilla entre los dedos mientras pensaba. —. Como buen amigo que soy con él, es mi deber buscar su estabilidad, ¿no cree?...

—¿Y cómo haré para que baje la guardia?

—Le daré un consejo, aquí entre nos... Gael es muy sensible al aroma y feromonas de un alfa— Ismael se sorprendió. —... Óigame bien... Si usted es capaz de lograr esto, entonces yo podría no solo darle una mano a su negocio, sino que podría considerar una unión— Ismael vio como se acercaba el pelirrojo. —... Usted tiene lo que quiere y todos ganan. ¿Qué dice?

Gael se sentó nuevamente con ellos.

—¿De que hablaban?

—De que estás contratado— dijo Ismael para beber de su copa. —. ¿Considerarías empezar mañana mismo?...

—¡Sí!— Gael puso las manos en la mesa. —¡Gracias!

Walter suspiró calmado.

—La velada estuvo bien, caballeros— se puso de pie. Ismael y Gael hicieron lo mismo. —. Si me disculpan, mi marido y mis cachorros me necesitan.

—Yo pago la cena— dijo Ismael.

—No, no. Yo me encargo, gracias igualmente.

Walter le hizo media reverencia, le dio un abrazo a Gael y se retiró.

De inmediato, el semblante del pelirrojo cambió. La lavanda se fue. Olía a café. Ismael lo miraba atento, este respiraba profundo en su lugar. Le dio una última mirada al de ojos rojos, recogió su mochila y se fue. Ismael se mordió la boca. Salió corriendo detrás suyo.

—¿Que fue eso?— le preguntó, Gael sacó su teléfono. —. Hace rato olías divino y ahora...

—Por favor, déjeme tranquilo— Ismael se detuvo y lo dejó avanzar.

—Eres grosero.

—Feliz noche, señor Garza.

Ismael volteó los ojos, se iba a devolver a pedir su auto pero al ver la calle oscura y siniestra a la que Gael caminaba, recordó su trato con el joven Vital.

—¿A dónde vas?— Gael se detuvo a verlo.

—Tengo que tomar el autobús— señaló a la parada en la esquina.

—¿Qué?— frunció el entrecejo. —. No. Ahí mataron a alguien en estás noches— señaló también el lugar.

—La parada sigue estando allí— se encogió de hombros.

—Yo te llevo en mi auto, por favor.

—No quiero deberle favores— Gael se cruzó los brazos. —. Suficiente tengo con que me hayan visto cenar con ustedes dos allí dentro.

Sus sentidos empezaron a abrumarlo, se puso las manos en la cara. Aquel aroma inundaba su nariz. Se descubrió el rostro, Ismael tenía un sonrisa landina. Los ojos color miel de Gael brillaban intensamente.

—Ven aquí— le extendió una mano. Gael caminó a su lado para abrazarse contra su pecho. —. Me gusta cuando estás dócil— Gael no podía hablar siquiera. Se sentía acalorado. —. Te llevaré a tu casa, andando.

Lo rodeó con su brazo y lo llevó devuelta a la entrada del restaurante. Gael tenía la mirada baja, se sentía tonto, no podía mover un músculo, ni articular una sola palabra por voluntad propia.

La camioneta se detuvo delante de los dos, Ismael señaló la puerta. Gael rápidamente se embarcó.

—¿Dónde vives?— emprendieron su camino. Gael lo miraba aún con ese brillo en los ojos, Ismael seguía contento por eso. —... Habla.

La tensión en el cuerpo de Gael desapareció. Respiró aliviado.

—En el edificio de la calle magnolias...

—Okey.

—No vuelva a hacer eso— el pelirrojo miraba molesto por la ventana.

—¿Hacer qué?— preguntó Ismael, mirándolo por el rabillo del ojo. —. Cuándo tu amigo Walter lo hace, no parece molestarte.

—Basta...

—¿O es que mis feromonas son más fuertes?— Gael ni chistó. —... Eres más agradable cuando callas, tendré que usar esta técnica en la oficina entonces.

—Es un tonto.

—¿Cómo dices?

Gael lo encaró molesto.

—El simple hecho de que usted tenga hormonas más fuertes que las mías, no le da ningún derecho a doblegarme con ellas— sonaba serio. —. Es denigrante que haga eso.

—Si tu biología viene predispuesta a eso— levantó las cejas. —lo mejor es que te conformes. Sigue la cadena, no discutas y cumple con tu deber.

—Pues discúlpeme, pero creo que mi raza— se puso una mano en el pecho. —, puede ser más de lo que se nos ha indicado por siglos.

—Jum— Ismael hizo una mueca con los labios. —... Creo que sé porqué dices eso... ¿No te ha marcado nadie, verdad?

—No pienso responder— volvió la vista a la ventana.

Hubo silencio el resto del viaje. La camioneta se detuvo delante de un edificio alto.

Gael sin decir algo más, estuvo a punto de bajar cuando lo tomaron por el cabello. Ismael lo atrajo hacía sí mismo. Un nuevo aroma le provocó una sensación abrasadora en el cuerpo, se mordió el labio inferior y ablandó su postura. Buscó con desespero el calor que desprendía Ismael. Rodeó su cuello con sus brazos y se aferró a él con todas sus ganas, Ismael lo empujó contra el asiento. El menor estaba sacudiéndose, quería estar cerca del hombre rubio.

—Basta— Gael no pudo hablar. —. Veamos qué tenemos aquí...

Soltó el nudo de su corbata, prosiguió abriendo los dos primeros botones de su camisa. Metió una mano para acariciar su pecho tan suave y lampiño. Gael jadeaba, tenerlo tan cerca era muchísima tentación. Su tacto era lo único que anhelaba en ese momento. Abrió más la camisa y pudo aclarar sus dudas. Lo sujetó por el cabello nuevamente, moviéndolo, dejándole ver bien su piel pálida y virgen.

—Ismael...— gimoteó el pelirrojo al sentir como tocaba su cuello y esparcía su aliento encima suyo.

—No te han marcado todavía, tal como sospeché— se relamía los labios. —... Qué vergonzoso— los ojos de Gael se humedecieron. —... ¿Porqué te pones así? ¿No que podías ser más que esto?— acercó sus labios a su piel. Gael empezó a temblar. —... Mira como te pones por una pequeña dosis de feromonas, omega...

El menor ya no gemía, soltó un sollozó. Ismael se alejó para verle a la cara. Sus lágrimas corrían por sus mejillas, en ese momento de distracción, Gael aprovechó para empujarlo.

Se limpió las lágrimas molesto.

—No diga nada, se lo pido— se abrochó la camisa nuevamente. —. Lo veo mañana, señor Garza. Gracias...

Salió de la camioneta. Dejando al rubio con una rara sensación encima, además de dejar ese agradable aroma a lavanda en su ropa y asientos.

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