WICKED HATE | FRED WEASLEY (t...

By acirel_

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AVISO: lenguaje maduro, contenido sexual, violencia y uso de drogas y alcohol. Fred Weasley siempre ha odiado... More

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By acirel_

CUANDO LLEGA LA TORMENTA
A/N: violencia
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Una vez que me despedí de Liv y Pauline, Fred y yo llegamos a La Madriguera. Tan pronto como puse un pie en la casa, me moví del lado de Fred. La pesadilla todavía estaba demasiado presente en mi mente como para no sentir escalofríos ante el único pensamiento de mi madre, y aunque quería estar lo más cerca posible del pelirrojo, tampoco quería estar tan apegada a él.

— ¡Oh, Lilith, querida! ¡Me alegro de verte! — La Sra. Weasley me sonrió. Todavía me sorprendía su actitud, ya que había supuesto que una vez queme marchara de su casa ella volvería a odiarme, pero un cálido sentimiento me invadió cuando confirmé que ella todavía mantenía esa actitud amable. — Remus y Tonks llegarán más tarde. Pensé que te gustaría su compañía.

— Gracias, Sra. Weasley.

— Te ves un poco cansada, querida. ¿Has comido bien? — preguntó, frunciendo el ceño, mientras abrazaba a su hijo, a mi lado.

— Sí, no te preocupes — logré decir, forzando una sonrisa.

— Lilith ha tenido una semana un poco difícil en el campo de Quidditch, mamá. Ha estado entrenando duro, solo eso — Fred habló rápidamente, mirándome brevemente, manejando la situación. — ¿Bill y Fleur ya están en Francia?

— Creo que sí, pero me gustaría que tu hermano pudiera pasar la Navidad con su familia en lugar de con esa... chica. 

Le di las gracias de nuevo por su hospitalidad y fui directa a encontrarme con Hermione, que estaba sentada en el sofá leyendo. 

— ¿Qué estás haciendo, pequeña empollona? — Le sonreí, dejándome caer a su lado. Ella imitó mi sonrisa y cerró su libro para prestarme atención. — ¿Estás bien?

— Sí, no te preocupes. Me alegro de que estés aquí — Ron caminó frente a nosotras y ella lo miró. — Ya no podía aguantar sola a ese idiota.

Arqueé una de mis cejas. — ¿Qué ha hecho ahora?

Hermione suspiró, frustrada y se dio la vuelta para mirarme, comenzando a susurrar:

— ¿Sabías que ahora sale con Lavender Brown? ¡Incluso se besuquean frente a mí!

— ¿En serio? Pensaba que él sabía que te gustaba — susurré también, confundida. 

— ¡Shhh, no me gusta, Lilith!

Solté un resoplido irónico y la miré. — Mione, no me mientas, amor.

Ella chasqueó la lengua y apoyó la cabeza en mi hombro. — Está bien, tal vez me guste. Pero está siendo un idiota. Últimamente, ni siquiera pasa tiempo ni con Harry ni conmigo, pues está demasiado ocupado ahora que tiene a su maravillosa novia.

Acaricié su cabello y le dejé un beso en la frente. — Oh, chica, tienes suerte de que esté aquí.

— ¿Cómo has estado por cierto?

— Uf, anoche tuve otra pesadillas. Pero por lo demás bien.

— ¿Se trataba de... ella?

— Sí...— vi a Harry entrar por la puerta principal y hacer contacto visual conmigo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras caminaba hacia nosotras. — Viene Harry así que luego te cuento.

— Es bueno verte, Lilith — habló Potter, sentándose en uno de los sillones al lado del sofá. 

— Ey, Harry. ¿todo bien?

— Lo mejor que se puede — suspiró sin borrar la pequeña sonrisa en su rostro. 

Segundos después, Ginny también entró al salón y fue directamente hacia nosotros.  — Buenos días, Lilith.

— Hola, amor — le dejé un beso rápido en la mejilla mientras se sentaba a mi lado.

— Yo también estoy aquí, ¿sabes? — Hermione sonrió, fingiendo estar ofendida. 

— Oh, no te pongas celosa, Mione — tomé su rostro entre mis manos y comencé a esparcir pequeños besos por sus mejillas, haciéndole reír. 

Pasamos el resto del día juntos mientras la Sra. Weasley preparaba la cena. Me ofrecí a ayudarla pero, como de costumbre, ella se negó. 

Era casi la hora de cenar cuando llegaron Remus y Tonks. Remus parecía cansado y un poco más delgado que la última vez que lo vi y Tonks se había cortado el cabello y se lo había dejado de un color marrón oscuro. Era extraño de su parte, pero aún así se veía bien. Tan pronto como Remus me vio, sus ojos se suavizaron y rápidamente abrió los brazos, listo para abrazarme. 

— Te he echado de menos — le susurré, agarrando con fuerza la tela de su chaqueta. 

— Yo también a ti, querida. ¿Estás bien? Liv me escribió esta mañana para decirme que anoche tuviste una pesadilla.

Dejé escapar un largo suspiro. — Sí, pero no te preocupes. Ya estoy bien.

Me separé de sus brazos con una sonrisa y sintiéndome especialmente querida, cuando de repente, unos brazos envolvieron mi cintura y me levantaron ligeramente del suelo. — ¿Cómo está mi chica favorita?

— Estoy bien, Dora. ¡Pero no tan bien como tú, te ves diferente!

Se pasó los dedos por el pelo, sonriendo.  — Bueno, sí, estoy probando un estilo adulto — hizo una mueca, haciéndome reír. 

— Te ves bien de cualquier manera así que...

— ¡HORA DE LA CENA! — Anunció la Sra. Weasley con una sonrisa, poniendo la comida sobre la mesa y haciendo que su voz hiciera eco por toda la casa. 

Terminé sentada entre Remus y Tonks, con Fred, George y Ginny frente a nosotros. Podía sentir los ojos de Fred sobre mí de vez en cuando, pero traté de seguir hablando con Tonks para evitar mirarlo. 

Justo después de que terminamos de comer, Harry se sentó junto a Remus en el sofá para contarle todo lo que estaba pasando en Hogwarts mientras que yo ayudaba a la Sra. Weasley a limpiar. 

— No necesitas hacer esto, querida. Eres mi invitada — me repitió la pelirroja. 

— Insisto. Si voy a quedarme aquí un par de días, lo menos que puedo hacer es ayudarla, Sra. Weasley.

— Lilith — escuché la voz de Fred detrás de mí. Rápidamente me di la vuelta. Tenía las manos en los bolsillos de los pantalones y me miraba con expresión seria, pero al mismo tiempo un poco preocupada. — ¿Puedo hablar contigo un momento?

Tragué saliva pero me las arreglé para asentir. 

— Podéis subir arriba. Es un poco más silencioso — la Sra. Weasley nos sonrió a los dos. 

Fred no esperó mi respuesta, en cambio, agarró mi muñeca y cuidadosamente me arrastró escaleras arriba. Cerró la puerta de la habitación que solía ser suya detrás de él y me miró confundido.

— ¿De qué querías hablar? — pregunté suavemente. 

— ¿He hecho algo mal? — estalló, sorprendiéndome. 

Fruncí el ceño.

— No, ¿por qué?

— Me has estado evitando todo el día. Y no me refiero a que no has estado conmigo, sé que ninguno de nosotros quiere abrumar al otro, pero pareces tan distante...

Suspiré de nuevo, mirando mis pies. — Lamento que te hayas sentido así, pero eso es una tontería, Freddie. Estoy bien, lo prometo.

No dijo una palabra, pero cruzó los brazos frente a su pecho y arqueó las cejas, mostrándome que no me creía en absoluto.

— Es solo que...— los pensamientos vagaron por mi mente como un huracán.  Negué con la cabeza. — Olvídalo, ¿vale?

Él resopló y se pasó los dedos por el cabello, luciendo frustrado.

— ¿Por qué no confías en mí, Lilith? — Fred murmuró con un tono suave que se impregnó en mi corazón. — Pensaba que después de todo lo que ha pasado entre nosotros dos al menos podríamos ser amigos ...

— Y lo somos, ¿no? Pero no es tan fácil, Fred.

— ¿Es por cómo me comporté contigo en el pasado? ¿Nunca me vas a perdonar?

— ¡No es eso! — este era mi momento de resoplar, sintiendo mis nervios al límite. — Eso está completamente olvidado, y lo sabes de sobra.

— ¡¿Entonces que es?!

— ¡ES PORQUE ESTOY ASUSTADA, FRED! — estallé, sintiendo mi voz temblar y cada centímetro de mi cuerpo empujándose a su propio límite. — ¿Quieres saber lo que soñé? Soñé con ella diciéndome cómo todos los hombres de mi vida me han abandonado y cómo me lo merezco. Y lo peor es que tenía razón. Y ya estoy cansada de eso. ¿No lo entiendes? Freddie, ahora somos amigos, amigos muy cercanos y muy especiales, y no puedes imaginar cuánto lo aprecio, pero eventualmente, te cansarás de mí, como siempre hacen. 

La expresión de Fred se estremeció y se enderezó. Parecía genuinamente herido pero al mismo tiempo, intentaba poner un escudo frente a él. Joder, lo último que quería era herir sus sentimientos

— No lo sabes — murmuró tranquilo, sacudiendo la cabeza. — No puedes decir lo que voy o no voy a hacer, Lilith, y no te he dado ninguna razón para que pienses así sobre mi.

Chasqué mi lengua mirando hacia otro lado y cruzando los brazos frente a mi pecho. ¿Cómo podía explicarle que la única razón por la que me estaba comportando así era porque sentía que me estaba ahogando dentro de mis propias emociones? ¿Cómo podía expresar con palabras que todo el trauma que me ha causado mi propia madre y como eso me hace desconfiar involuntariamente de todos los hombres de mi vida? 

Antes de que pudiera hablar de nuevo, George llamó a la puerta y la abrió sin esperar nuestra respuesta. 

— No es mi intención interrumpir ninguna discusión tonta y estúpida, pero... los Mortífagos están fuera.

Sentí que mi corazón y mi alma abandonaban mi cuerpo y cómo la sangre se congelaba en mis venas. 

¡¿MORTÍFAGOS?! 

Salí de la habitación inmediatamente, sintiendo mi corazón latiendo contra mi pecho y cada hueso de mi cuerpo congelado de dolor.  Mirando a través del gran ventanal, bajo la noche oscura, le vi.

Estaba de pie frente a una fila de fuego que se había formado alrededor de la casa y que le daba una mirada aún más mortal, junto a la perra loca de Bellatrix Lestrange, luciendo feroz y malvada al mismo tiempo. 

Circe. 

Esto no podía ser verdad.

El tiempo se detuvo y mi respiración se volvió más errática cuando sentí un montón de emociones mezclándose en mi interior - asombro, miedo, sorpresa, miseria, agotamiento - como en medio de una tormenta donde la principal era, sin duda, la rabia.

Ni siquiera sé cómo bajé las escaleras tan rápido, pero mientras escuchaba la voz de Fred llamándome, la cual ignoré, corrí hacia la puerta principal, caminando entre Remus y Tonks, siendo seguida casi de inmediato por Harry. Mi mente solo podía concentrarse en una sola cosa;  ella

Bellatrix y Circe se miraron y, sonriendo, corrieron por caminos diferentes a través de la hierba alta y el campo de trigo. 

Oh, no, no te escaparás de mí, madre.

Corrí detrás de ella escuchando las voces de Remus y Tonks de fondo; — ¡HARRY, LILITH, NO!

Corrí y corrí, sintiendo que el aire apenas entraba en mis pulmones y que la luz de la luna era la única forma de dejarme ver a través de la oscuridad, pero eso no iba a impedir que  la dejara marchar. Pude ver en la distancia la sombra de su vestido negro y el eco de su respiración mientras la risa maníaca de Bellatrix se escuchaba a lo lejos. Rodeada de trigo, en medio de un pequeño claro, la detuve. 

— ¡Madre!

Se congeló en su lugar y lentamente, probablemente sorprendida de que eligiera dirigirme a ella de esa manera, se dio la vuelta para mirarme. Contuve la respiración. 

Circe se veía como en mis sueños, pero más sana. Su cabello castaño rizado había recuperado su antiguo brillo y sedosidad, sus ojos, lejos de estar vacíos, parecían brillar como dos chorros llenos de maldad y crueldad y parecía estar mucho más en forma que la última vez que la vi.  Podía sentir los latidos de mi corazón golpeando tan fuerte contra mi caja torácica que pensé que se rompería. 

— Lili — me saludó, con ese susurro que sonaba como el siseo de una serpiente, cavando profunda y lentamente una daga en mi corazón. — bebé.

Su voz envió escalofríos de terror por todo mi cuerpo, pero no me inmuté.  No le iba a dar esa satisfacción. 

— Tantos años sin verte. Te has convertido en una mujer hermosa. Qué vergüenza que tus elecciones de vida no hayan sido tan... bonitas.

Tragué saliva, casi incapaz de creer que estaba frente a ella. Frente a Circe. Frente a mi madre. 

— Sabía que vendrías. Tarde o temprano. Lo sabía — logré decir. 

Ella sonrió, luciendo aún más malvada que antes. Toda su presencia se sentía como un gran peso en mi espalda. 

— Te lo dije más de una vez, Lili. Jamás podrás escapar de mí.

Sentí mis ojos llorosos, ¿cómo se atrevía? - pero me obligué a tragarme esas lágrimas para evitar parecer débil frente a ella. 

— ¿Por qué? ¿Por qué no me dejas vivir en paz? Ya he tenido suficiente de ti, Circe — susurré. 

— Porque eres mi hija, te guste o no. Yo siempre seré la que te dio a luz y siempre tendrás una parte de mí en ti. Naciste para ser como yo.

— No — dije con firmeza y sequedad, respirando profundamente. — No nací así. Tu egoísmo y tu sed de venganza me hicieron así. Podrías ser mi madre pero nunca te importó comportarte como tal — sentí una lágrima salir de mis ojos pero no me molesté en limpiarla.  — Incluso antes de- lo que pasó con... él, hubo momentos en los que todo lo que tenías que hacer era ser mi madre — me mordí el labio para controlarme, sintiendo la niebla que nos rodeaba. Me abrumaba.  Joder, ni siquiera sabía cómo seguía respirando. — E incluso entonces, tú también me abandonaste, ¿no? Me dejaste sola y me lastimaste, como nadie más en este maldito mundo lo ha hecho. 

Ella puso los ojos en blanco, sin borrar su sonrisa. — No te atrevas a mencionarlo frente a mí, Lilith. Tu padre no era exactamente quien crees que era. Y no seas tan dramática, si yo no fui la madre que querías es porque nunca fuiste la hija que necesitaba. Dejaste que me pudriera en esa cárcel a pesar de que sabías que había planeado un futuro perfecto para los dos.

— ¡ERA UNA NIÑA, PUTA LOCA! Era solo una niña sin padre y con una madre mentalmente inestable. Y sabes muy bien que nunca quise ese estúpido futuro tuyo.

— Porque eres una traidora.

— ¡Oh, por el amor de Merlín, Circe!

Ella rió, diabólicamente. — ¿Y sabes qué, Lili? Dentro de los Mortífagos, los traidores son castigados...

Respiró hondo, mirando fijamente mi alma. 

— ¡Greyback! ¡Rockwood! ¡Venir aquí!

De la oscuridad del campo, dos figuras altas salieron lenta y pacientemente. Ambos hombres se pusieron de pie al lado de mi madre, poniéndome la piel de gallina.  Rockwood tenía sus ojos firmemente sobre ella y Greyback me estaba mirando, mostrando sus colmillos y sus ojos brillantes que me aterraron hasta la médula.  Sin embargo, no me moví.  Me quedé ahí;  firme y valiente. 

Sentí un gran desprecio cuando vi a los dos hombres;  uno de ellos había sido una de las razones por las que la Sra. Weasley y el mismo Fred me odiaron durante mucho tiempo y el otro era la razón por la que Remus había sufrido dolor desde que era un niño. Los diaba. Profundamente. 

Comenzaron a caminar hacia mí cuando mi madre chasqueó los dedos, mostrándome sus uñas largas y afiladas. Me congelé en mi lugar, sintiendo mis pies clavados en el suelo. 

— Aléjate de mí —  dije rápidamente, tratando de agarrar mi varita.  Ellos no escucharon.  En cambio, Rockwood se colocó detrás de mí, cerrándome cualquier tipo de escape, mientras Greyback se ponía de pie frente a mí.  Guié mi codo hacia las costillas de Rockwood en un fuerte golpe cuando trató de agarrar mis brazos. — No te atrevas a tocarme, asesino.

— Mierda. Señora, es más fuerte de lo que pensábamos — se quejó el hombre mirando a mi madre. 

— ¡Por supuesto que es fuerte, idiota! ¡Es una golpeadora!

Abrí mis ojos ampliamente.  ¿Cómo lo sabía? 

— Oh, sí, cariño, sé más de ti de lo que crees — sonrió Circe, haciendo que el frío me recorriera la columna vertebral. 

Rockwood agarró mis brazos exponiéndome frente a Greyback mientras trataba de luchar contra ellos. Estaba a punto de deshacerme de su agarre cuando Bellatrix apareció junto a mi madre, luciendo tan podrida y psicótica como cuando estaba en Azkaban.

— Mira eso, la mayor traidora que ha caminado por este planeta — coreó Lestrange.  — Asqueroso mestiza.

Greyback me olió, acariciando uno de los mechones de mi cabello, y haciendo que quisiese vomitar. 

— Qué hermosa es la Pequeña Circe...

— ¡Quítame las manos de encima, maldito bastardo! — le escupí, literalmente, en la cara mientras trataba de deshacerme del agarre de Rockwood. En ese momento, Bellatrix me señaló con su varita y antes de que pudiera soltar una palabra, me maldijo; 

— ¡CRUCIO!

La luz roja me golpeó de inmediato y un grito fuerte y desgarrador me desgarró la garganta cuando el dolor abrumador, devastador y agudo me golpeó con fuerza. 

— ¡LILITH! — Podía escuchar la voz de Fred gritando desesperadamente muy lejos de donde yo estaba.

Caí al suelo, retorciéndome de dolor cuando la maldición penetró en mi cuerpo.  Ya no sabía dónde estaba y mi cabeza estaba a punto de estallar.

El dolor era intenso y parecía que lo consumía todo. Era como si cuchillos corrieran dentro de mis venas, como si cada músculo de mi cuerpo explotara, como si millones de uñas se clavaran profundamente en mis huesos hasta la médula, destruyéndome y rompiéndome en pedazos. No pude contener más mis lágrimas y todo lo que quería era arrancarme la piel del cuerpo para dejar de sentir el dolor. Sin embargo, no le rogué que se detuviera. Prefería morir antes que suplicarle a esa perra. 

— Basta, Bella. Déjalos hacerlo a ellos. Quiero que recuerde lo que sucede cuando traicionas a mamá — Circe interrumpió, bajando la varita de Lestrange. 

El dolor se detuvo, pero mi cuerpo se sentía entumecido y lejano. Antes de que pudiera recuperarme de la maldición, Greyback estaba sobre mí, con sus largas uñas y colmillos listos, y con solo la luz de la luna en la espalda. 

No podía convertirme en uno de ellos.  No hasta la luna llena.  Pero podía lastimarme, y mucho. 

Sentí cómo sus uñas se clavaban en mi piel, profundamente, rasgándola y marcándome cuando Rockwood se arrodilló para sostenerme en el suelo.  Sus dientes se encontraron con mis clavículas y los incrustó profundamente en la suave carne haciéndome gritar aún más fuerte de puro dolor. Podía sentir mi cabeza dando vueltas debido a toda la sangre que estaba perdiendo, y tuve que esforzarme para permanecer despierta. 

Si me dormía , tal vez no me despertaría de nuevo. 

Greyback gruñó, orgulloso, contra mi piel mientras trataba inútilmente de retorcerme de nuevo. 

Por favor, haz que se detenga.  No puedo soportarlo más. Hazlo parar. 

— LILITH, ¿DÓNDE ESTÁS? — Se escuchó la voz de Remus y Bellatrix corrió de regreso al campo de trigo. 

Cerré los ojos porque todo lo que podía ver era a ese maldito maníaco encima de mí, desgarrándome y lastimándome tanto como podía, y a mi madre justo frente a nosotros, observando entretenida.

Mi garganta se sentía desgarrada y adolorida por todas mis lágrimas y gritos de dolor. 

¡Qué manera de morir! Masacrada y destrozada por los secuaces de mi madre. 

Esperaba algo mejor. 

Cuando pensé que estaba a punto de desmayarme, sintiendo ya la vida deslizarse entre mis dedos y con la imagen de cierto pelirrojo en mi cabeza como un mecanismo de afrontamiento para ignorar al maldito psicópata sobre mí, noté que una luz roja arrojaba a Greyback y Rockwood lejos de mi cuerpo.

— ¡QUITAR LAS MANOS DE MI HIJA, JODIDOS BASTARDOS! — Remus gruñó en voz alta, arrodillándose a mi lado y luciendo más amenazante y aterrador que nunca. 
Yo apenas podía abrir los ojos, pero tuve que obligarme a hacerlo. 

— Re-mus...— logré susurrar, sintiendo mi voz atrapada en mi propio cuerpo pero al mismo tiempo, escuchándola de lejos. Me miró y la expresión de sus ojos hizo una mueca y tragó saliva, tratando de recomponerse.

— Shh, querida, estoy aquí, estoy aquí...

Quería llorar, por toda la abrumadora experiencia y porqué finalmente estaba fuera de las manos de esos hombres. 

— Ella es mía, sucio mestizo — Circe lo fulminó con la mirada y yo estaba genuinamente asustada de que lo maldijera.  Remus me sostuvo con cuidado en sus brazos, mirándola como puñales. Su único olor y tacto me hicieron sentir tan segura y a salvo que un buen par de lágrimas abandonaron mis ojos. 

— ¡FRED! — gritó frustrado y lleno de ira. 

Inmediatamente, apareció el pelirrojo, sudoroso y casi sin aliento, a través de la maleza. Nos miró y yo discerní cómo sus ojos se agrandaron y cómo tragó saliva, con una expresión de terror y preocupación en su rostro. Rápidamente se arrodilló a mi lado, haciendo contacto visual conmigo. Remus se puso de pie, sacando su varita de su bolsillo, dejándome entre los brazos de Fred. 

Weasley me atrapó con cuidado como si tuviera miedo de que me rompiera. Me acercó a él mientras me observaba con sus ojos preocupados. La luz de la luna brilló en ellos y, por un momento, sentí que llegaba al cielo.  Oh mi amor. 

— He sido más un padre para ella que tú en 19 años. Así que aléjate, Snape — murmuró Remus, disgustado, apuntándola con su varita y luciendo más feroz y amenazante que nunca.  — ¡Fred, sácala de aquí! Voy a vengar a mi hija... 

El pelirrojo asintió y nos levantó a los dos del suelo, llevándome en sus brazos. Mis ojos se encontraron con los de mi madre justo antes de que Fred comenzara a alejarse tan rápido como sus piernas le permitían, guiándonos a través del campo de trigo. Le costaba respirar y la preocupación se reflejaba en sus ojos. 

— F-Freddie...— levanté mi mano para acariciar su mejilla mientras nos alejábamos silenciosamente de allí, tratando de escondernos. Jadeé cuando vi la mancha de sangre en su rostro debido a mi toque. 

— Estoy aquí, cariño. No te van a lastimar más — dijo rápidamente con los nervios a flor de piel, presionándome contra su pecho. — Por favor, no cierres los ojos, mi ángel. Estoy aquí, no los cierres.

Quería llorar por lo mucho que lo amaba y lo protegida que me sentía en sus brazos, pero no tenía fuerzas ni para hablar de nuevo. 

Ansiaba decirle lo mucho que lo amaba, quería finalmente confesárselo y agradecerle por hacerme tan feliz, pero mis ojos comenzaron a sentirse pesados, silenciándome y haciendo que Fred jadeara, alarmado. 

— Cariño, por favor mírame. Mírame — dijo en voz baja pero aún corriendo y completamente alarmado. — Ya casi llegamos, mantén tus ojos en mí, Lilith.

Cuando finalmente salimos del campo de trigo, vi cómo las sombras oscuras impactaban la Madriguera, prendiéndola en un fuego consumidor. 

— ¡Lilith! — Gritó Hermione, acercándose a nosotros con preocupación.

— Esas malditas bestias...— Tonks escupió, con sus ojos llorosos, mirándome. 

— La saqué tan pronto como pude. No sé qué le hicieron, yo... yo...— Fred tartamudeó, nervioso, mirando a su gemelo.  George rápidamente se puso a nuestro lado, mirándome preocupado y acariciando mi mano. 

— Mantén la calma, Freddie. Ella estará bien- ya verás. Es fuerte, ¿verdad, Lilith? — sonrió suavemente, intentando animarme. 

Quería sonreírle, pero solo pude torcer las comisuras de mis labios. 

— ¡Remus! ¿Qué vamos a hacer? La Madriguera... Lilith...— preguntó Fred, tan pronto como el hombre salió del campo, con su traje manchado de sangre, y un poco sin aliento. — ¡Ella necesita ser sanada ahora!

— ¡Todos, tomen sus manos! ¡Vamos a aparecernos! — Anunció Remus, mirando las sombras oscuras con desprecio mientras destruían la Madriguera.  — Lilith, querida, espera un poco más, ¿de acuerdo? Te juro por Godric que estarás bien.

Me las arreglé para asentir suavemente a pesar de que estaba usando cada rastro de fuerza en mi cuerpo. Fred me mantuvo contra su cuerpo mientras presionaba mi cabeza contra su pecho, haciendo que pidiera escuchar los latidos de su corazón fuera de control. 

— Solo un poco más, cariño. Ya casi llegamos — susurró, haciéndonos entrar rápidamente en una gran cabaña. — Lo estás haciendo muy bien, ángel, lo estás haciendo genial.

Mis ojos se cerraron contra mi voluntad, memorizando cada detalle del rostro de Fred. 

Si estaba a punto de morir, al menos me iría con el recuerdo de los ojos de mi amor.

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