YO NUNCA |BL|

By CazKorlov

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Un chico que ve espíritus y un fantasma malhumorado deberán trabajar juntos para descubrir al asesino que les... More

|Reparto|
|Nota de autora|
|Epígrafe|
0| Besé al hermano de mí ex
1| Encontré un cadáver en el baño
2| Gusté de los gemelos Florencio
3| Fumé en el colegio
4| Me cagué a trompadas con alguien
5| Malviajé con Enzo Florencio
6| Me desmayé por ver sangre
7| Quemé la comida por un mensaje
8| Volví con mi ex
9| Discutí con un fantasma
10| Lamenté su muerte
11| Allané propiedad privada
13| Besé a un chico en un antro
14| Provoqué a un criminal
15| Rompí una promesa
16| Infringí la ley
17| Resistí la tentación
18| Fui el reemplazo de alguien más
19| Disfruté el carnaval
20| Tuve respeto por los muertos
21| Sentí celos cuando no éramos nada
22| Fui suficiente para vos
23| Acepté la ayuda de un fantasma
24| Gasté mis ahorros en caramelos
25| Mentí por una causa honesta
26| Lo volvería a intentar
27| Creí en los cuentos de mamá
28| Me metí a un frigorífico
29| Le tuve miedo a los fantasmas
30| Salí del clóset de cristal
31| Salvé a un amigo
32| Quise saber la verdad
33| Observé la oscuridad
[Especial] Festejé año nuevo
34| Visité el limbo

12| Creí en los monstruos

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By CazKorlov


El colegio Santa Piedad de Lihuén durante la noche no tenía nada que envidiarle a las películas de terror sobre monjas, exorcismos y espíritus malignos. En especial con sus cuadros de paisajes que fingían exaltar la vegetación por las que solía caracterizarse al lugar, las ramas torcidas y enredaderas parecían dedos huesudos trepando por las paredes. Además, de las fotografías de alumnos de otros años aún más viejas que estaban corrompidas por la humedad. No quería verlas, no podía cargar con el peso de más de un muerto viéndome con expectación.

Pasamos por el frente de la oficina del director y no pude evitar la vitrina de honor de la institución, juraba que estaba más limpia que todo en ese lugar. Los trofeos y las fotografías se enfilaban en orden ascendente, hacia la cima donde el gesto altivo de Ezequiel miraba a la cámara, estaba tan tenso que podía ver una vena violeta marcarse en su frente, y los ojos le brillaban. Abajo había una placa de metal con su nombre y apellido grabado. Era el orgullo de su tan agraciado padre.

En el pasado, porque ahora estaba muerto.

Sentí el roce de unos dedos sobre el dorso de mi mano y con un escalofrío vi al fantasma asentir hacia el pasillo más lejano. Lo noté más relajado que en ese entonces, sin embargo la tensión en sus hombros no se aflojó al verme caminar a su lado.

Yo era un manojo de nervios.

—No tendríamos que haber entrado —empecé.

Siguió caminando.

—Me siento mal —seguí, escuchaba solo mis pasos y su silencio me ahogaba.

Me ignoró.

—El plan no va a funcionar.

Hacía mucho ruido al respirar de forma superficial.

—Si se activan las alarmas va a venir la policía y... —Doblando la esquina al final del pasillo Ezequiel me jaló de la chaqueta con fuerza para estamparme contra la pared.

—Cerrá la boca —siseó, su aliento me golpeó el rostro, y se inclinó mirando el pasillo de donde veníamos con la mandíbula tensa.

Las venas de su mano.

—¿Escuchás eso? Hay algo.

Solo podía oír el sonido de mi corazón en el pecho y debido a su cercanía esa puta estática en mi cerebro descompuesto.

—No. —También notaba el calor de su cuerpo, me descomponía la diferencia que había al tocar su piel, pero no podía decirlo en voz alta sin quedar como un raro de mierda.

«¿Qué me estaba pasando?»

Fruncía la nariz como si se esforzara en olfatear algo, desvié la vista de su cara solo para caer en los músculos de sus antebrazos. Empezaba a remangarse el suéter y la camisa como si estuviera dispuesto a ponerse a pelear.

—Puedo escucharlo —comentó, recargándose en la pared a un costado de mi cabeza—. Mierda.

—Ah, genial —solté con un hilo de voz.

—Vamos. —Siguió caminando hacia la puerta del baño sumergida en la oscuridad y como no me moví, tomó mi mano esta vez—. ¡Vamos, carajo!

Lo seguí por inercia, no podía respirar bien, por lo que me concentré en el pequeño choque de su piel y en el hormigueo que me causaba el contacto, si me centraba en la posibilidad de que alguien me fuera a encontrar infringiendo las reglas otra vez, mis rodillas iban a ceder.

Ya tenía dieciocho años, era un adulto a los ojos de la ley.

«Cobarde, cobarde, cobarde».

No tendría que haber accedido a hacer esto.

«¿Había tenido opción?»

Entramos al baño y cerré la puerta, pero me quedé parado junto a ella con la vista clavada en mis zapatillas por el miedo. En el silencio que dejaban los bufidos molestos de Ezequiel pude escuchar los pasos asomarse por el pasillo y olí la sangre antes de poder volver a verla manchando el espejo. Me invadió la nariz y contrajo mi garganta.

—Ahí está —susurré.

—¿Qué cosa? —El pelirrojo me rodeó sin comprender lo que yo veía, estaba más pálido—. No veo nada.

—Por todos lados... —Me ahogué y eso lo fastidió más, el suelo estaba lleno de ella, los lavamanos también, como en una escena detenida en el tiempo y si me atrevía a mirar allá abajo seguramente iba a encontrarlo—. Dios.

Ezequiel estaba muerto.

Ahí estaba su cadáver.

Y el asesino estaba suelto.

¿Cuando mierda decidí yo que iba a poder lidiar con esto?

Sentía las lágrimas correr por mi cara, un profundo dolor comprimirme el pecho y al rojo tornarse borroso.

Me iba a desmayar.

—¡No sé de qué estás hablando! —gritó furioso, sus ojos se habían vuelto esferas brillantes otra vez. Apretó mi mano, y dio un paso hacia mí, traté de esquivarlo, pero terminé chocando la espalda contra la puerta—. ¿Qué hiciste, Danilo?

Negué con la cabeza sin parar.

Lo vi estirarse el pelo con frustración como si quisiera arrancarlo y luego se volvió a través del hilo invisible que nos unía, tratando de poner en palabras algo incomprensible.

—Ese ruido... sos vos —afirmó.

«Ah, así que él también lo sentía».

—¿Cómo haces eso?

Tampoco era como si pudiera responder, estaba tratando de buscar aire.

«No estaba tan loco después de todo».

Ezequiel lo tomó como un signo de capricho, más que de supervivencia básica.

—Decime cómo lo hacés. —Su voz se volvió más profunda y exigente, presionó mi cara entre sus dedos tan fuerte que separé los labios en una queja.

Para entonces me había olvidado de que Ezequiel era excelente falseando la verdad hasta que explotaba como una olla a presión y casualmente yo siempre estaba ahí para recibir el golpe, por lo que fui consciente a las malas de la mentira que había detrás del "no importa" dicho en la oscuridad de mi habitación.

Le habría creído todo el circo intimidante si no le hubiese temblado la voz.

Me miraba desesperado, tratando de comprender algo, cualquier cosa, al igual que yo, pero con una simple diferencia que me partió en dos. Yo estaba vivo, respiraba, tenía pulso y a alguien que me esperaba en casa. Él estaba muerto, solo y su corazón no iba a latir jamás.

Aún resistiéndose a llorar, escuché como se rompía.

La voz de mi padre sonó en mi subconsciente.

"Los hombres no lloran."

"¿Vos no sos un hombre?"

A veces podía ver al muchacho tímido que solía ser, bajo las grietas de la superficie.

Creía que me merecía su odio, por siempre mostrarle esa parte de él que no quería recordar. Tampoco debería haberle dado esperanzas si no me creía capaz de arreglarlo, de cualquier forma no podía soportar verlo llorar sin que estuviera entre mis brazos como cuando éramos unos niños demásiado inocentes para comprender que el mundo que dejamos que nos consumiera estaba podrido. Por eso dejé que sus dedos se me clavaran en la piel hasta dejar el inicio de algunos moretones.

«Vos no aprendés más».

Fue algo automático, un hilo invisible que tiró de mi columna, como si estuviera atado a una especie de imán que me llevó hacia él. No entendía nada, mis brazos se movieron, tomé su rostro y me acerqué a sus labios.

—Llorá de una vez.

Ezequiel sabía a impotencia, arrepentimiento y frustración cuando lo besé.

Y yo era la única persona capaz de asumir esa carga, la suya. Esa era una mala costumbre que se iba a tornar en algo peligroso en el futuro, pero mientras tanto creía que podía soportarlo.

Todo pasó demasiado rápido.

Mis sentidos se sobresaturaron por el ruido, sentí mi piel entera hormiguear desde mi espalda baja, y una corriente nos atravesó.

Ezequiel reaccionó de forma instintiva, jadeó de sorpresa, y aferró mis muñecas como si quisiera romper el contacto, pero sucedió algo extraño. Seguramente sintió mí pulso descontrolado en sus dedos. Excedió su control, porque su mano helada se deslizó al hueco de mi cuello para presionarme más cerca y la otra me sujetó con fuerza hasta que escuché un sonido reverberar en la base de su garganta. Lo suficientemente intenso como para hacerme notar que sentía lo mismo, no sé si incluso más.

No entendía lo que estaba sucediendo, no sabía lo que hacía o porqué sentía que cuanto más me invadía más me hundía en nuestros alientos mezclados, y me perdía a mi mismo. Tampoco por qué sentía que me faltaba el aire, mientras mi cabeza latía cada vez con más intensidad a cada segundo que pasaba.

Lo único que sabía, era que nos mantenía en pie la misma cosa que todavía no alcanzábamos a comprender, y eso fue lo que terminó de hundirnos en sus recuerdos.

Era de noche. Me vi a mi mismo en el reflejo de un charco al costado de la ruta, parpadeé una vez y la imagen se transformó en el cuerpo de Ezequiel. Lo notaba invadirme y moverse contra mí en el mismo espacio, pero no era lo suficientemente llamativo, ni alarmante como lo que sucedía en el exterior.

Dos personas estaban discutiendo a los gritos y él, ahora también yo, se acercaba de forma pausada a la escena sin el ánimo suficiente para ponerse a pelear.

Una de ellas era Bruno.

Él no quería, pero lo estaba provocando demasiado. Lo insultaba, sentía su enojo ascender como si fuéramos uno.

Bruno dijo algo y todo se había transformado en un borrón de violencia. Un golpe más tarde se escuchó el sonido de algo desgarrándose, un aullido de dolor humano y después me di cuenta de que el charco del reflejo no era otra cosa más que sangre.

Entonces vi al monstruo.

Entre la niebla, se enroscaba alrededor de Bruno, ambos envueltos en un revoltijo de manos y pies. No era un humano, pero parecía demasiado grande para ser un simple animal. La piel clara traslucía las venas, y se veía brillante manchada de sangre. Las escamas se retorcieron bajo la luz de la luna, el rojo salía de la mandíbula repleta de dientes enormes y puntiagudos. Enseñaba la lengua bífida chorreando ese líquido, incluida la línea ascendente de esos ojos pantanosos de pupila vertical.

Ezequiel dijo algo y el monstruo se acercó como si estuviera a punto de atacar, pero en cuanto lo registró algo cambió.

Noté una preocupación familiar poblarme los pensamientos. No me pertenecía, era incomodo, porque yo solo podía ver los ojos de la criatura que siempre había invadido mis pesadillas.

Al oír el ruido de la carne siendo arrancada me descompuse, yo no pude seguir mirando. La luz de una camioneta me cegó y el viento me dio en la cara, un momento después estábamos en el baño del UPD lavándonos las manos. Aparecía su recuerdo sobre mí, me veía a mi mismo, también cuando lo besé y mierda. Solo Dios sabe si no quise apagar esa conexión mística humano-fantasma durante toda esa humillación.

Carajo.

Hice lo posible por ignorarlo.

¿Alguna vez iba a dejar de pasar pena?

Al salir de la fiesta llegamos al colegio por el camino más largo que yo había trazado en el mapa, solo para enterarme de que Ezequiel no era el que había roto la ventana para entrar, ya estaba rota cuando él llegó.

Estaba la moto de Enzo estacionada afuera.

Me estaba perdiendo de algo cuando sentí el alivio de su parte, pero todavía notaba esos signos de preocupación mientras buscaba en el interior del predio. Tenía restos de sangre seca bajo las uñas, fue al baño a lavarse, se refregó de forma obsesiva y no pudo sacarla tampoco.

«Qué asco».

La culpa por el crimen que había presenciado tampoco se iba.

Más agua.

Pasos sonaron a sus espaldas, estaba muy ocupado maldiciendo, y solo yo podía ver a la sombra sinuosa tras él, pero lo sintió.

—La puta madre, En...

Levantó la vista, el reflejo borroso hizo centellear el filo enorme del cuchillo, y grité aunque no fuera a escucharme mientras un río de sangre corría sobre su suéter como si nada.

No podía seguir mirando, pero ni siquiera podía controlar mi propio cuerpo, mucho menos el de alguien más.

Sentí el tirón, seguido de un terrible dolor, la habitación entera comenzó a oscilar y luego ambos colapsamos contra el lavamanos. El intenso adormecimiento de las extremidades y el pesado cansancio que lo dominaba todo, lo hundía en un delirio de espiral interminable, como si estuviera en una cama de nubes de algodón.

«Perdóname, mamá».

«¿Por qué no le dije que lo quería?»

«Tendría que haber evitado que se vaya».

«Cobarde».

«Siempre esperé a que me protegieras».

«¿Por qué no lo hiciste ahora?»

Voces lejanas y pensamientos inconclusos. Sentía las lágrimas bajar por mi rostro y el dolor agobiante que apuñalaba mi corazón. Hacía demasiado frío, mis pensamientos se mezclaban con los de él.

Necesitaba arrancarme de mi propia piel.

«¿Así se sentía morir?»

«Nunca quise dejarlo».

«Debería haberme disculpado con él».

«Por no haber sido suficiente».

«Por favor».

Y el ruido de unas botas pesadas resonó contra el suelo, estaba demasiado oscuro para poder ver su cara, solo un pequeño mechón de cabello claro escapó de su capucha cuando cerró la puerta con llave, a medida que los últimos rastros de vida lo abandonaban por completo.

|✝|✝|✝|

Después de que él me soltó y volví en mí, las piernas no me respondían adecuadamente y no tenía fuerza para separar los párpados más que para ver sombras borrosas. Sí, me desmayé, y sí sentí a alguien sostenerme para que no me partiera la cabeza, pero no recuerdo con exactitud cómo logré volver a mi casa.

Esa era la menor de mis preocupaciones.

Permanecí en cama un día entero después de eso. Mi hermana me encontró delirando de fiebre y, según ella, fue por no comer bien y dormir con la ventana abierta que se me "bajaron las defensas".

Apenas tuve la fuerza para sentarme a comer su famosa sopa de pollo del hospital me contó que hablaba entre pesadillas y decía el nombre de los gemelos Florencio. El viernes a la noche me enteré de que Ezequiel ya había sido reportado como desaparecido y que según los rumores se había escapado de la casa el día del UPD tras tener una pelea con su hermano, y desde entonces nadie sabía nada de él.

Pero yo sí, podía verlo sentado en la silla donde apilaba ropa hace una semana atrás. No me dejó solo en ningún momento, tampoco hablaba, solo se recostaba ahí con los brazos cruzados, las piernas estiradas y la cabeza inclinada como si pensara. Por inercia su pecho se movía lentamente, pero sabía que no dormía y lo hacía solo para no tener que hablar conmigo.

Mí celular no paraba de sonar, seguro la mitad eran llamadas perdidas de Cielo, menciones en el grupo de memes del colegio o alguna otra huevada que yo no quería ni mirar.

—¿No vas a contestar? —Me preguntó, dos horas después de que mi hermana se fuera al trabajo.

—Fua, pensé que te había comido la lengua el gato.

—Contestale a tus amigos, dale —soltó, restregándose la cara—, que ese ruidito de mierda me pone nervioso.

—No tengo amigos. —Me incorporé con lentitud, mirando la pantalla del celular con desinterés, pero lo hice y era justo lo que esperaba.

No, era peor.

Entré al chat de Cielo y escuché sus ochocientos audios llorando porque a "Bruni" le habían dado el alta ese mismo viernes, parecía que si todo salía bien el lunes lo íbamos a tener de vuelta en el colegio.

«Qué bien».

Le mandé el emoji de un pingüino como contestación.

No había nada de Enzo, él iba a la escuela de forma esporádica. Esperaba no tener que tratar otra vez con él, pero una pequeña vocecilla interna me recordó el asunto con el porro, diosanto. Iba a tener que llamar a ese tremendo estúpido para pedirle que solucionara, de alguna manera, el problema que él creó.

Habían ido a ver a Bruno al hospital y había un montón de fotos en el grupo, se veía decente, solo que más pálido y con ojeras, pero nada parecido a como lo había visto ese día antes, tenía una venda limpia entre el cuello y el hombro, varias curitas sobre la ceja, también le habían enyesado el brazo.

Verlo me recordó al monstruo que se había deslizado sobre él como una enorme serpiente.

Me dolía la cabeza de solo pensar.

Seguí leyendo un poco más, nadie dijo nada sobre la desaparición de Ezequiel, solo jodieron un poco a Milagros diciendo que seguro ella lo tenía escondido por ahí y empezaron a hacer teorías sobre que se había escapado con Kevin. Me dolió que su ausencia fuera tan irrelevante y que la idea del asesinato no existiera.

Porque no había manera de probar que se había cometido un crimen si no encontraban su cadáver.

Y seguro el asesino pensaba lo mismo que yo.

De alguna manera Ezequiel sintió mi incomodidad porque cuando levanté la mirada me encontré con sus ojos verdes calculándome con detenimiento, me ericé.

—¿Qué carajo estás mirando?

Se había enderezado en la silla.

—Tenemos que hablar. —Me dijo.

—Ah sí —concordé sin la energía suficiente para sentirme intimidado.

Había tanto de donde agarrarse.

Elegí tu propia aventura.

Tenía la garganta seca, y el humor más ácido de lo normal, mientras el pelirrojo buscaba palabras para nombrar sus prioridades yo tomaba de la botella de agua que mi hermana me había dejado cerca.

—A vos como que te gustan los chicos ¿no?

|✝|✝|✝|

Meme time: 


Muy buenas noches. 

Espero que estén bien♡

No como Dani. 

Vayamos a las

|✝|PREGUNTAS|✝|

¿Que les parece la "habilidad" de Dani?

¿Alguna vez entraron a la escuela de noche?

¿Alguna vez se arrepintieron de no hacer algo?

¿Alguien alguna vez les interrogó con preguntas incómodas?

¿Nos importa Bruni?

¿Quién mató a Ezequiel? Lo averiguaremos.

Nos leemos, recuerden tomar agua y no andar besando fantasmas♡

—Caz♡

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