Christopher
Reviso los equipos y sincronizo con el reloj la toma de los signos vitales antes de darme la vuelta hacia la incubadora donde yacen los dos; uno chupándose los dedos y el otro quieto con el oxígeno puesto.
Reparo al que está quieto y cualquiera diría que me está detallando también, pero no es así. La alarma me indica que es hora de la dosis y busco la jeringa que lo ayuda a sobrevivir inyectándosela en las piernas.
Su calma se va con el piquete y el llanto no se hace esperar mientras su malformación suelta la descarga que avasalla mi tórax sacándome la media sonrisa que nadie ve.
Llora más fuerte y ruedo los ojos, como que quiere comprobar cuál de los dos es más interesante.
—Ya, joder —se calma después de un par de minutos y vuelve a quedarse quieto mientras el otro se sigue chupando los dedos.