Desmoronamiento

By LucyDrag_neelFT

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Hinata Shouyou sufre, tiene miedo y no puede hacer nada para remediarlo. Lo único que puede hacer es que Kage... More

Por tu bien
Gritos de pánico
Secretos y Rumores
Complicaciones
Pesadillas y fantasías
Mentirosos y mentiras
Confusión
Amigo
Confianza
Venganza
Más que amor
Sonrisa
Decay
Comprender
Batalla
Inicio 1ª parte
Inicio 2ª parte
Cuenta atrás
Los delicados comienzos de un nuevo final
Diez minutos
EPÍLOGO

Calidez

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By LucyDrag_neelFT

Una suave brisa movía las cortinas de la habitación. Aunque fuera invierno, una brisa cálida pasaba a través de la ventana abierta. Los rizos anaranjados de Hinata se movían lentamente y brillaban con el sol. El pequeño muchacho aún estaba tumbado en la cama de la enfermería con un alto chico sentado al lado, que le miraba sin perder detalle.

Las pastillas para el dolor de cabeza habían sedado un poco al pequeño por lo que se vio obligado a recostarse y cerrar los ojos. La hora del almuerzo estaba a punto de terminar y se empezaban a oír las voces de los demás alumnos volviendo a sus aulas para empezar la cuarta hora de clases.

Los ojos de Hinata se abrieron despacio, dejando ver sus grandes orbes acaramelados brillar con el reflejo del sol.

-Fushimita-sa... Kai, ¿cumpliste tu promesa?

El albino que hasta ahora estaba hipnotizado viendo los cabellos de Hinata zarandearse lentamente, volvió en sí.

-Ah eso... sabes... no tengo muchas ganas de ir a hablar con tu novio de eso –Hinata al escuchar aquello, se incorporó de golpe.

-¡Pero me lo prometiste! ¡Incluso dejé que me tocaras!

-Simplemente no me apetece. Shou-chan, compréndelo –le acarició una de sus mejillas.

-¡¡Me lo prometiste!! –Hinata dio un manotazo a la mano sobre su mejilla, encarando a Kai.

La mirada del albino cambio y con un rápido movimiento, agarró con fuerza las muñecas del menor, dejándolo inmóvil en la cama, haciendo que todo su peso impidiera que Hinata se irguiera para defenderse.

-Oye, oye, ¿Desde cuando tienes permitido ponerte así conmigo? Recuerda tu posición –Su mirada daba miedo, Hinata empezó a temblar, sus fuerzas le fallaron y se desplomó sobre la cama, dejando al chico de tercero la oportunidad para que cogiera su cuerpo en brazos -¿Ves? Eres muy débil para poder enfrentarte a mí.

Hinata intentaba hacer fuerza para separarse, pero los sedantes y el fuerte dolor de cabeza le hacían estar débil y mareado, las manos de Kai se envolvieron alrededor del cuerpo del pequeño, haciendo presión como si se tratara de un abrazo.

-¿Sabes la cantidad de cosas que te podría hacer en este momento? –le susurraba al oído –Piensa en esto como la recompensa del otro día y siéntete agradecido.

La puerta de la habitación se abrió de golpe.

-¡Hinata! –un exhausto Kageyama apareció por la puerta.

Hinata estaba abrazando a Kai, Kageyama lo vio con sus propios ojos, el pelirrojo levantó el rostro viendo al moreno y antes de que pudiera decir nada, la puerta estaba cerrada.

La puerta se cerró detrás de él con un fuerte portazo, se dirigió hacia los dos chicos, furioso con los puños apretados.

-¿¡Qué coño haces con Hinata!? Suéltalo ahora mismo –Sonando como una orden que no debía ser violada ni en el mejor de los casos.

Kai sonrió y dejó con delicadeza el cuerpo de Hinata sobre la cama.

-Anda, mira quien ha venido a verte Shou-chan.

-¿Quién demonios eres tú? –le contestó Kageyama, irritado.

-¿Yo? Solo un pobre estudiante de tercero con ganas de divertirse.

El moreno lo cogió por el cuello de la camiseta, mirándolo de la forma más intimidante posible. Mientras, Hinata observaba la escena desde su sitio, intentado asimilarlo todo.

-¿¡Acaso Hinata es tu juguete personal o algo así!?

-Es una de las formas con las que me divierto –El albino sonrió oscuramente, agarrando la muñeca de Kageyama para soltarse -¿Sabes? No soy de los que se mete en peleas, pero un niñato de primero no tiene derecho a hablarme así.

Una vena apareció en la frente de Kageyama, nunca había estado tan enfadado. Avanzó hacia el otro chico con la intención de pegar al albino, pero el pelirrojo se interpuso en medio, haciendo que Kageyama parara inmediatamente sus intenciones.

-¡¡Parad!! –Las piernas le estaban temblando, pero extendió ambos brazos, separando los cuerpos de los dos chicos.

-¡Hinata no puedo dejar que este tipo siga jugando contigo!

-¡No lo está haciendo! –Kai soltó un silbido ante la sorprendente respuesta del pequeño –Solo es un fan del club de voleibol y el otro día nos vio en un partido y me pidió que le enseñara a jugar por las tardes. Solo eso... no tienes qu... -Hinata se mareó, empezando a caer al suelo, Kageyama reaccionó instintivamente, interponiéndose entre el suelo y su cuerpo. El cuerpo del pelirrojo cayó en el pecho del moreno y éste le rodeó con sus brazos, impidiendo que se cayera.

-Si Hinata tiene razón y es solo eso... no me volverás a ver, pero como los rumores sean ciertos...

-Las amenazas que vienen de débiles son menos creíbles, solo deberías saber que Shou está así por tu culpa –agitó su brazo en el aire, saliendo silbando de la enfermería, dejando a los dos chicos de primero a solas.

Kageyama dio un gran suspiro, intentando calmarse.

-Oye, ¿estás bien?

-Más o menos –Aún agarrado a la camiseta del otro, intentó incorporarse.

-No te sobre esfuerces –lo cogió en brazos, llevándolo lentamente hacia la cama, Hinata se sonrojó considerablemente ante esta acción tan repentina.

-Gracias.

-No hay de que –dijo posándolo en la cama con delicadeza para luego sentarse en la silla.

-Siento mucho lo antes... de verdad –agarró con fuerza las sábanas.

-No importa, ahora lo importante es que tú estés bien.

Hinata agarró con más fuerza las mantas, ¿por qué tenía que ser tan amable con él después de lo que le hizo? De esta forma solo hacía que se enamorara aún más de él y que sufriera más con la situación. Su pecho estaba siendo oprimido por los sentimientos que estaba sintiendo, su cuerpo le dolía y su corazón se le iba a salir de pecho.

-¿Por qué eres tan cruel...?

-¿Eh?

-Diciéndome esas cosas después de lo que te hice solo me haces sentir peor. Eres cruel...

-No digas bobadas, estúpido. Solo estabas asustado.

-Lo siento...

-¡Que no te disculpes he dicho, Hinata maldita sea!

-Lo sient...

Kageyama lo abrazó, las palabras del pequeño se quedaron colgando en el aire. La suave brisa que aún corría por la ventana movía sus cabellos. Hinata cerró los ojos, haciendo que la calidez le invadiera, que le llenara, que hiciera que toda esa confusión y malestar desapareciera. 

Todo ese sufrimiento parecía que habia desaparecido con un simple abrazo, Hinata se sintió una persona invencible en sus brazos, sabía que tenía a alguien en quien confiar, sabía que había alguien que le protegía, sabía que esa era la persona que tanto quería.

-"Mientras yo esté aquí, eres invencible" –citó la frase para sí mismo antes de recostarse en la cama y quedarse dormido.

-Idiota, deja de decir bobadas y descansa –se recostó en la silla, mirando la cara dormida del pelirrojo con atención –Ya me encargaré de cuidarte, no permitiré que ese tipo se acerque a ti –pensó.

Hinata sonrió por primera vez en todo el día.

* * *

El tiempo había pasado lento pero ya era por fin el momento de salir de aquel lugar y volver a casa. La puerta de la enfermería se abrió, entrando la joven mujer a cargo de ella, al ver la situación que había delante de ella fue despacio hasta la mesa, dejando los documentos y saliendo con una pequeña sonrisa burlona.

El sonido de la puerta cerrándose y los tacones alejándose, despertó a Kageyama quien se había quedado dormido mientras vigilaba a Hinata, aún estaba sentado en la silla, pero su torso y cabeza estaban apoyadas en la cama, cerca del rosto del pelirrojo. Abrió los ojos con desgana, intentado separar la mano de Hinata de la suya, el pequeño durante su sueño había agarrado con fuerza la mano de Kageyama y se negaba a dejarla ir. Con dificultad, consiguió soltarse. Hinata también se despertó por el fuerte tirón, separando su mano del mismo modo y volviendo su rostro tres tonos más rojo.

-Ahh... estoo... será mejor que vayamos al entrenamiento ¿no? –preguntó Hinata.

-En tu estado Daichi-san no te dejará tocar ni un balón.

-¡Pero no es justo!

-Eso te pasa por dejarte llevar por tus instintos, pedazo de idiota –señalando su frente.

-Bueno... pero puedo ir de todos modos aunque no pueda entrenar con los demás.

-No.

-¡Kageyamaaa!

-No.

-Pero...

-No.

Hinata hizo un puchero, cruzándose de brazos.

-¿Y a dónde quieres que vaya hora si se puede saber?

-A mi casa.

-No puedo cruzar la montañ... ¿¡Qué!?

-Ya lo has oído y tú mismo lo has dicho, no puedes montar en bici en tu estado –La cara de Hinata se volvió roja, así que se dio la vuelta, tapándose el rostro  -Eso es lo que hacen los...amigos... ya sabes... ayudarse –Kageyama se sonrojó con esto último, mirando hacia otro lado.

-No sabía que eras tan vergonzoso, Kageyama-kuuun –le ofreció una amplia sonrisa.

-Cállate.

-Ahora bien, si no me puedo mover ¿Cómo iremos?

-Si no queda más opción... -Kageyama se arrodilló en el suelo, dando la espalda a Hinata –Sube.

Hinata miró su amplia espalda con unas sonrojadas mejillas, estiró sus brazos para envolverlos alrededor del cuello del más alto, y al apoyarse sobre su espalda su corazón se empezó a acelerar.

-¿Te encuentras bien? Tu corazón está mega acelerado.

-¡C-claro que estoy bien! No te preocupes por cosas sin sentido ¡Solo procura que no me caiga!

-Ojala pudiera hacerlo aunque fuera sin querer –Hinata apretó sus piernas en el estómago de Kageyama como si lo estuviera estrangulando –¡Me voy a caer idiota, para! –Kageyama se zarandeó hacia los lados por la fuerte presión antes de perder el equilibrio y caer en la cama con Hinata encima de él.

-¡¡Mira lo que has conseguido!!

El pelirrojo estaba inmóvil encima de él con la cara escondida en el torso del moreno.

-¿¡Estás bien!? –le agarró por los hombros preocupado.

-S-sí –levantó lentamente la cabeza dejando a la vista el carmesí rostro -¡¡Vamos rápido antes de que me arrepienta!! -empezando a reírse a carcajadas.

-Pues no vuelvas a hacer eso idiota.

-Sí, señor.

Ambos se sentaron en la cama y el colocador se volvió a poner en la posición de antes facilitando a que Hinata subiera a su espalda, la diferencia de altura era incómoda así que no le quedó más opción.

-¿Esta será la única vez que veré al rey arrodillado?

-¿Quieres que te abandone aquí?

-Perdón.

Salieron al pasillo, mirando hacia los lados para que nadie les viera en esa situación tan vergonzosa, Kageyama anduvo con cuidado entre los pasillos intentado no zarandear mucho el cuerpo del pequeño y no agravar el dolor de cabeza. Cuando consiguieron llegar a la salida, se aseguraron completamente de que no les viera nadie del equipo.

O eso intentaron.

-¿Kageyama? ¿Hinata? –ambos pegaron un salto por la repentina llamada.

-¡Nishinoya-san!

-¡Noya-san!

-¿Qué demonios estáis haciendo? No sabía que os gustara jugar a ese tipo de cosas.

-¡No es nada de eso! –Gritó Hinata –¡Tuve un accidente y la enfermera me dijo que no me moviera mucho y Kageyama me está ayudando con ello!

-¿Un accidente? ¿Pero estás bien, Shouyou?

La puerta del gimnasio se abrió, llamando la atención de los tres chicos.

-¡Noyassan! Daichi me ha dicho que dejaras... de... ¿buscar...los? –Miró hacia los dos chicos de primero –¿¿¡¡Qué coño estáis haciendo!!?? ¡¡¡BUAJAJAJAJA!!!

-Tanaka-san, por favor. No grites.

-¿Por qué gritas tanto, Tanaka? –Suga salió del gimnasio por los repentinos gritos del zaguero.

-Suga-san, por favor, mírales –se seguía riendo mientras los señalaba con el dedo.

-Tanaka no montes tanto escándalo –se le acercó Suga, intentando calmarle –Vaya, vaya Kageyama parece que al final la tormenta se ha ido ¿no?

-¡No, no lo ha hecho! –gritó Kageyama nervioso, echando a correr lejos del lugar.

-Waaah, waah, Kageyama no corraas mi cabeza va a explotar –le imploró Hinata.

-Sólo cállate y agárrate fuerte.

-¿Qué les pasa a esos dos? –preguntó confuso Nishinoya.

-Solo dejadlos, será mejor que digamos a Daichi que se han puesto enfermos... ¡Tanaka, por favor, deja de reírte!

-Vale, vale, ya paro...

Me alegro por ti Kageyama –pensó Sugawara para sí mismo, mientras les veía alejándose con una sonrisa en el rostro.

Kageyama había corrido a lo loco sin llevar un rumbo fijo por lo que se perdieron entre las laberínticas calles.

-Creo... que... aquí estaremos a salvo... -jadeó por la carrera intentado mantener a Hinata en su espalda.

-Ya, ya, ahora por tu tontería de salir corriendo nos hemos perdido.

-En realidad no.

-¿Eh?

El moreno señaló la casa que estaba delante de ellos, era grande y nueva, con la fachada en blanco y un gran patio delantero.

-Esta es mi casa.

-¡WHOOA! ¿Kageyama-san eres rico?

-No digas tonterías –se acercó hacia el cartel de la casa donde estaba escrito en kanji 'Kageyama' –¿Crees que podrás llegar andando solo hasta arriba? Ya no pareces estar tan sedado.

-Lo intentaré –bajó con delicadeza de la espalda del más alto –Parece que ya puedo mantener el equilibrio.

-Por cierto, aun no me has contado como te hiciste ese golpe.

-Me dieron con una puerta.

Kageyama lo miró poco convencido con su argumento, antes de colocarse bien la chaqueta y entrar en el patio de la casa.

Debería haber pensado una excusa mejor –frunció el ceño, siguiéndolo hacia el interior.

El colocador sacó una llave del bolsillo con la que abrió la puerta.

-No hay nadie en casa, pero puedes llamar a tus padres si quieres.

Hinata asintió, entrando en la casa.

-Perdón por las molestias... ¿¡Seguro que no eres rico Kageyama!?

-Cállate y quítate los zapatos de una vez –suspiró pesadamente.

-Sí, sí.

-Mi habitación está en la planta de arriba, espérame allí.

-S-sí.

El pelirrojo estaba al borde del infarto, nunca había estado tan nervioso. Había estado a solas con Kageyama muchas veces pero nunca de este modo, el golpe en la cabeza aun le hacía dudar de si eso era un sueño o la realidad. Era su primera vez en la casa de su colocador y estaba tenso. Cuando le dijo que podría ir a su casa pareció que su suerte había cambiado, pero últimamente era todo lo contrario así que decidió no confiarse demasiado. Hizo lo que le mandó y mientras Kageyama se dirigía a la cocina, Hinata subió las escaleras, agarrándose con fuerza a la barandilla, solo le faltaba caerse por las escaleras.

La habitación no era muy llamativa, un color azul apagado cubría las paredes y el escritorio y la cama llenaban el espacio del lugar. Estuvo dudando sobre el sitio en el que sentarse, así que después de un pequeño esfuerzo se sentó en la cama. Intentó olvidar los malos pensamientos sobre esa situación y simplemente se concentró en el olor que cubría el lugar. Era el olor de Kageyama, ese olor tan cálido que tenía la suerte de poder apreciar en algunos momentos. La calidez llenó su cuerpo y se acabó recostando en la cama.

-¿Qué se supone que estás haciendo en camas ajenas?

Hinata se asaltó, incorporándose rápidamente y colocándose de forma formal en el tatami de la habitación.

-No sé a qué te refieres –contestó como un robot.

-No te hagas el loco y vuelve a sentarte en la cama que te tengo que cambiar la venda.

-Sí, Kageyama-sama –el colocador suspiró, abriendo el botiquín y sacando la pomada y unas vendas.

-Si te hago daño me lo dices.

-Vale.

Kageyama se puso de rodillas delante de él y comenzó a despegar el extremo de la venda para quitarla. Sus caras estaban muy cerca y Hinata podía notar su aliento en la frente. La venda empezó a separarse de su cabeza, dejando a la vista el hematoma y la herida.

-No te muevas –Hinata asintió.

Cogió un poco de pomada y se la echó en los dedos corazón e índice. Con la otra mano agarró la cara de Hinata por uno de los lados mientras que con la otra esparcía lentamente la pomada sobre el golpe en movimientos circulares. Se había acercado más para tener mayor precisión y sus caras estaban justo en frente, solo unos centímetros los separaban. Hinata no lo pudo evitar y miraba fijamente a Kageyama sin perder detalle, no tenia muchas veces la oportunidad de tenerlo tan cerca. Los ojos azules del más alto le encantaban, eran como mirar al fondo de mar... como si te pudieses sumergir en ellos.

-¿Qué miras? ¿Tengo algo en la cara?

-¡N-nada! –dijo apartando la mirada, sonrojándose.

Kageyama cogió la venda y empezó a colocarla lentamente alrededor de su cabeza sin apretarla demasiado.

-No sabía que eras tan bueno colocando vendas.

-No soy como tú después de todo.

-¿¡A que te refieres con eso!?

-Seguro que la usarías como cinta ninja o algo así.

-¿¡Qué dices!? ¡Por supuesto que no, no soy un crío!

-Bueno...

-¿¡Quieres pelea!? –Se movió bruscamente, haciendo que Kageyama diera un apretón brusco a la venda -¡Aaay!

-¡Deja de moverte idiota! Te voy acabar haciendo daño.

Fueron cinco minutos pero a Hinata se le hicieron eternos, después de renovar la venda, ambos fueron al salón donde Hinata llamó a su casa.

Comieron unos dulces que Kageyama había preparado, vieron los animes que salían ese día, jugaron a videojuegos y discutieron por tonterías como siempre. Sin que se dieran cuenta ya estaba anocheciendo, ninguno de los dos se había dado cuenta de la hora que era hasta que necesitaron encender las luces de la habitación.

-Debería volver a casa. Llamaré a mi madre para que venga a buscarme.

-No hace falta, puedes quedarte si quieres.

-¿Eh?

-Mis padres están fuera por negocios así que a mí no me importa.

-Kageyama... hay algo que me estado preguntando desde que vine...

-¿El qué?

-¿Por qué eres tan amable conmigo?

-Ya te lo he dicho es porque somos amigos.

-No te creo.

-Pues hazlo porque no hay otra respuesta.

-... Me quedaré.

-Iré a prepararte un futon entonces...

Hinata se tumbó en el sofá, cuando Kageyama empezó a subir las escaleras.

¿Esto es verdad? ¿No estoy soñando? –se preguntaba –Después de este día, ¿de verdad me puede estar ocurriendo esto? –estiró las piernas y se puso bocarriba, cerrando los ojos, relajándose. Sin querer se acabó quedando dormido.

-Oye, ya está. Así que puedes... -Kageyama lo encontró en aquella posición, metido en sus sueños -¿Se ha quedado dormido el muy idiota? –suspiró.

Delante del sofá, Kageyama se sonrojó un poco mirando la cara dormida de Hinata, era demasiado adorable cuando estaba tranquilo y callado, sabiendo esto, el más alto se agachó para mirar con mayor detalle la cara del pequeño.

-El sol... lo he encontrado Sugawara-san...

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