isabel pye | แตƒโฟโฟแต‰ สทโฑแต—สฐ แตƒโฟ แต‰

By hvaafaen

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By hvaafaen


Hacía una mañana agradable. La brisa cepillaba la media coleta de Isabel, mientras se dirigía a la casa Blythe.

Quería ver a Gilbert antes de que fuera a Charlottetown.
Sabía que tenía que rendir un examen, no recordaba los detalles exactamente, pero podía asegurar que era importante, pues Gilbert había estado muy pendiente a ello la última semana.

Sentía la maleza larga acariciar las costuras finales de su vestido mientras caminaba. Si había una cosa que nunca cambiaría en Avonlea, eso sería lo noble de sus campos.
Allí crecía libre cada árbol, flor, fruto y, por supuesto, maleza larga y verde. ¿Cómo pudo estar tanto tiempo lejos de eso?

Desde que había llegado, poco a poco, sus ropas le parecían más absurdas y refinadas, incómodas e imposibles. Cada vez que podía, iba hasta el patio trasero de su casa, donde comenzaba una vieja bodega, llena de cachivaches y objetos perdidos en el tiempo.
Ahí, ella había encontrado un tesoro.

Junto a una esquina, su madre guardaba mezclas de ropa de toda la familia, en grandes baúles que contenían todo doblado y limpio, como por supuesto, la señora Pye había dejado.
Entre pantalones de sus tíos, vestidos de sus primas, y camisones de su abuela, trataba de buscar las piezas que menos arreglos debía hacerle.
Su ropa emperifollada había pasado a segundo plano luego de su gran descubrimiento.

Ahora, cada que su madre la veía y ella iba usando ropa heredada (con ciertas pinzas que a duras penas Isabel les hacía) tenía el presentimiento que ya había visto a alguien llevándola.

Por supuesto, Bel era una chiquilla astuta.
Los vestidos los usaba diariamente, en presencia de sus padres y cuando debía ir a la escuela.

Pero, a penas tenía oportunidad, llevaba unos viejos pantalones de su primo Thomas en el bolso, quién parecía ser el más pequeño de la familia, pues su ropa le quedaba a la perfección.

Aquella mañana, se había puesto uno de sus vestidos antiguos, no porque fuera su primera elección, si no porque llevaba una loca idea en la cabeza, y no esperaba para poder mostrársela a Gilbert.

Llegó rápidamente a tocar la puerta de la casa, el sol pegaba de costado, por lo que todo estaba teñido de una cálida luz amarillenta.

La puerta se abrió y lo primero que sus ojos vieron fue a la pequeña Delphine recostada en su cuna en la cocina.
Bash la saludaba con una sonrisa al otro lado de la puerta.

—¡Isabel, que bueno verla! — Ella le sonrió agradecida por su amabilidad tan temprana y cálida, y se adentró a la casa.

—Bash, veo que estás acompañado de esta hermosura...— Se acercó rápidamente donde Delphine para sostenerla en sus brazos, con una sonrisa tranquila en su rostro, mientras le hacía mimos a la bebé —¿Quién es la más preciosa de toda Avonlea, eh? Delphine... verás que la vida te tiene preparado algo maravilloso con esa nobleza en tus ojitos...—

Bash miraba la escena con los ojos cristalizados.
Solo él sabía todo lo que tuvo que pasar para encontrar un lugar tranquilo, donde la gente lo quería y era tan buena con él y su ahora pequeña familia.

Isabel frotaba su nariz junto con la de Delphine, la bebé sonreía y parecía disfrutar de la compañía de la rubia.
—Supongo que se quedará para el almuerzo, Bel.—
Bash habló mientras se acercaba a ella.

Isabel dejó cuidadosamente a Delphine en su silla.
—Estaría encantada, Bash. Pero primero quiero ver un momento a Gilbert, sabes que me distraigo fácil con Delphine, casi olvido quien más vive aquí.

Lo último lo soltó junto a una pequeña risa, mientras acomodaba uno de sus cabellos en su oreja, no se había percatado de otra presencia en la sala.

—¿Ese alguien seré yo, o debo preocuparme por que vengas a visitar a otra persona a mi casa?—

Isabel dirigió rápidamente la mirada al chico que estaba parado en la puerta. Gilbert la miraba con los brazos cruzados, imitando un semblante serio.

Qué poco la conocía para intentar aquella postura.
Era cosa de observar bien sus ojos almendrados para encontrar la dulzura que no podía ocultar.

Isabel no dejó de sonreír con los labios, arrugando la nariz hacia él.
—Perdona, ¿nos conocemos de algo?

Dijo ella, con un deje de inocente burla.

Gilbert abrió los ojos sorprendido, como si no creyera que le estaba tomando el pelo en su propio hogar.

Se acercó a Isabel, aún con los brazos cruzados, manteniendo su postura de superioridad, comprendiendo el juego que llevaba la chica.

La miró cerrando un poco los ojos, y se inclinó a ella, ofreciéndole su mano.
Isabel frunció el ceño confundida.

—Gilbert Blythe.

Se presentó con una sonrisa en el rostro, mientras estrechaba su mano con la de la chica, que rápidamente entendió lo que hacía.

—Isabel Pye.

Dijo ella de mismo modo.

Gilbert tiró suavemente de su mano, y se acercó hasta su oído.

—Doncella... ¿podrá recordar a este mendigo con un beso?
Susurró mientras pasaba sus labios por la mejilla de Bel, acariciando su rostro.

Isabel había cerrado un momento los ojos, correspondiendo la ternura con la que Gilbert se había acercado a ella y frotaba suavemente su pómulo. — Podría inten...

Su respuesta se vio interrumpida por un carraspeo, que se hizo presente y logró que ambos dejaran la nube en que estaban, para volver a la cocina.
Bash los observaba con una sonrisa en el rostro.

—Lamento mucho interrumpirlos, pero necesito que mi socio me ayude un momento con algo importante.
En verdad lo siento.
Soltó él mientras les miraba, hacía referencia a su mano, sostenía unos papeles amarillentos y tenía una sonrisita inocente.

Gilbert se apartó lentamente de Bel, no sin antes dejar un pequeño beso en su mejilla, y una mirada que decía lo siento.

Isabel le devolvió la mirada con cariño, y simplemente dejó que Bash lo llevara al despacho en la otra habitación.

Estaba avergonzada.
Por un minuto había olvidado que Sebastian también estaba allí.
Sintió un poco de culpa, no quiso faltar el respeto o algo parecido. Tampoco es como si hubieran hecho algo malo.
Solo que, le parecía extraño aún estar con Gilbert de esa forma cuando había otras personas.

Era como si fuese algo solo de ellos, tenía miedo de cualquier cosa que pasara si ambos eran vistos por los ojos equivocados.
Estaba cansada de esconderse, pero también sabía que debía proteger a Gilbert de sus padres, no se perdonaría si algo sucediera por culpa suya.

••

Al salir del baño, se dirigió rápidamente a la habitación del castaño, donde se escuchaban sus movimientos y como ordenaba su pequeño maletín.

Dio pasos ligeros para entrar en silencio, al llegar al marco de la puerta, Gilbert se giró rápidamente para observarla.

Pasó la mirada lentamente desde los zapatos hasta el abrigo, para luego parar en sus ojos.

Tenía el ceño ligeramente fruncido, los labios entreabiertos, con un claro gesto de sorpresa.

— ¿No me dirás nada? — Preguntó ella con una sonrisilla nerviosa, mientras escondía las manos en los grandes bolsillos del pantalón.

Gilbert abrió la boca para decir algo, más no salió ninguna oración.
Isabel comenzaba a angustiarse un poco.
¿Y si él creía que había sido demasiado?

—Mira... sé que no es nada común que una mujer los use, pero pensé que... que eran c-cómodos, también es raro para mi, luego de ver a la señorita Stacy, creí que podía hacer lo mismo... — Ella comenzó a balbucear, mantenía la vista baja y movía sus manos tratando de explicar.
— Quizás podría usarlos cuando estoy sola o... o necesito hacer algo, ¿sabes? Mejor me cambio ahora, no sé porqué quise enseñártelos, perd...

Isabel iba a continuar hablando, sin embargo calló al sentir el fuerte suspiro de Gilbert, acompañado de su cercanía.

Ella abrió la boca nuevamente, solo que esta vez un pequeño sobresalto lo impidió.

—¡Gilbert! ¿q-qué...?—
Exclamó al sentir como el chico había bajado su atención hasta la prenda inferior, y colocaba dos de sus dedos por dentro de cinturilla del pantalón oscuro.

— De aquí están bien, no te aprietan. —

Comenzó diciendo, mientras miraba con detalle, como si estuviese analizando un examen, o una prueba muy importante.

Dio un paso atrás, sin quitar la vista de la prenda.
Llevó las manos hasta su cadera, una posición que lo hacía ver incluso más concentrado.

—El ajuste también se ve cómodo, al igual que la vasta y los bolsillos, todo se ve bien... Sí, buen ajuste...—
Continuó observándola, e Isabel no podia estar más confundida.

¿Se estaba burlando de ella?

—Gilbert, no comprendo...— Habló, pero él no hizo el amague de dirigidle la mirada, sino, abrió un poco más los ojos y una sonrisa comenzó a formarse en su rostro.

—¿Qué es tan gracioso? Si no te parecía simplemente esperaba que me lo dijeras, no que te rieras.— Isabel habló nuevamente, solo que su voz salió un poco más apagada y débil.
Estaba angustiada y sentía su corazón más pequeño, un nudo se formaba en su estómago, y su garganta se negaba a tragar su pena.

Gilbert dejó su sonrisa, ella no estaba llevando su chiste.
Él se sentía como un completo idiota.

—Esto, esto es difícil para una mujer, ¿sí? Puede parecer que no es la gran cosa, pero... es importante.

—Isabel, yo lo sé.— Habló él, acercándose, ahora si mirando su rostro, solo que ella mantenía la cabeza gacha.
Parecía no haberlo escuchado, porque continuaba hablando.

Escuchó como sorbía la nariz, y su corazón ya no pudo sentirse más triste.

—Y yo... yo quería compartirlo contigo, es casi lo único que puede volvernos un poco más iguales, y es... es un gran paso.—

—Isabel, mírame, mírame por favor...— Soltó él rápidamente, mientras llevaba ambas manos a los costados del rostro de ella.

Tenía unas cuantas lagrimas bajando por sus mejillas, y apretaba su labio inferior.
Sus ojos se dirigieron a él.

— Yo lo sé, Bel. Creo en todo lo que dices. Soy solo un tonto.
Pero pensé que lo entenderías, estaba jugando, nada más.
¿Porqué pensaría yo, que hay algo malo con la ropa que quieras usar? — Decía, mientras la observaba atentamente, y acariciaba su rostro.
Ella creyó en sus palabras.
Gilbert siempre había sido honesto, y sentía el cariño en medio de su voz y sus ojos.

—... entonces, ¿de qué te reías antes?— Preguntó ella, ahora esbozando una pequeña sonrisa, mientras se limpiaba las mejillas.

Gilbert mordió su labio, conteniendo la risa que trataba de escapar por su boca. La miró nuevamente, y entrecerró los ojos, que chispeaban de diversión.

Isabel observó cómo dirigía sus manos hasta ella, específicamente hasta abajo del botón de su pantalón.
Ella lo miró rápidamente, y sintió el calor que se alojaba en sus mejillas.

—Espero, pequeña mía, que solo sean los pantalones, y no las costumbres poco decorosas de algunos hombres...— Comenzó diciendo, al mismo tiempo que movía sus manos hasta el cierre del pantalón.

Isabel casi había dejado de respirar.
Gilbert buscaba su mirada.
Él y sus ojos. Parecían ser la perdición de la chica.

— Comprenderás Bel, que yo soy un caballero, y no estoy acostumbrado a estas muestras... exhibicionistas.—
Terminó por decir, cuando llevó el cierre del pantalón hasta su tope.

Ese había sido el motivo de su risa.

Ella había olvidado subir su cierre.

Isabel seguía sonrojada, pero no podía mentir al decir que le agradaba esa faceta desinhibida del chico.

La hacía sentirse más cerca de él.

Y Gilbert, por naturaleza era carismático, cualquier humor que adoptara iría bien con él.
Pero el tono, sus manos, y sus ojos, mayormente... Esas cosas podían con ella.

••

Había algo que lo tenía intranquilo.
Desde que conoció a Winifred, trató de dejar claro que su relación era simple amistad.
La chica le había agradado, y él a ella. Casi demasiado.

Gilbert creía que si alguien veía las cosas desde afuera, se daría cuenta que se estaba pasando de tonto.
Con esas palabras.

Llevaba un tiempo yendo y viniendo hasta Charlottetown para sus clases de medicina, y había tenido que compartir mucho con Winnie.

Él comenzó a sospechar que las cosas estaban distintas, pero siempre lo atribuía a otras causas.

Gilbert había hablado sobre amor y noviazgos, siempre teniendo precaución en mantener el secreto de él e Isabel.
Hablaba tan románticamente y con tanta ilusión, que para Winifred no fue difícil creer que aquellas palabras eran dirigidas a su persona.

Ella se propuso conocerlo, tratar de entrar en su corazón, llevarle detalles y hablarle bien sobre su familia. Contarle sus anhelados sueños del matrimonio, los hijos y la vida hogareña.

Siempre pensó que era un buen partido.

Gilbert se mostraba como un hombre atento, amable y bueno.
Además de su indudable atractivo, y como todo eso se reunía en torno a su inteligencia y modales.
Todo un principe.

Es por eso que Winifred, después del tiempo que llevaba insinuandose con delicadeza y porte, como ella era, decidió que ya estaba todo claro, y era momento de dar el siguiente paso.

—Quiero que vengas a casa, para presentarte a mi padre. Él es gran conocedor de medicina también, y le he hablado mucho sobre ti... sobre nosotros.—

Soltó la bomba.

Gilbert estaba en su escritorio, mientras la chica se le había acercado a hablarle, y lo miraba emocionada.

¿De qué me está hablando?

Fue lo primero que se le vino a la cabeza al escuchar su propuesta.

¿Nosotros?

Aquello fue lo segundo, y en lo que más hizo énfasis.

Gilbert arrugó el ceño, y abrió la boca, intentando ordenar sus ideas para ver qué podía salir de su boca.
— Winnie, creo que... c-creo que no comprendo bien lo que dices... ¿Quieres que conozca a tu padre...?

Claro que nada congruente pudo salir de sus labios.
No entendía.
O, no quería creer lo que estaba entendiendo.

¿Ella hablaba de un "nosotros", como un verdadero "nosotros"?

Él había notado cierto acercamiento, pero solo creyó que era de amigos, no es como si hubiese alimentado ese tipo de relación de alguna forma.

Para Gilbert ese "nosotros" estaba reservado para otra persona.

Isabel.

—S-sí, sí, eso es lo que digo.— Ella comenzó a hablar, con mucha rapidez — Mira, sé que has notado mi comportamiento, yo he tratado de ser bastante obvia, respetándote, claro...

Ella seguía hablando, pero la mente de Gilbert se había quedado completamente en blanco.

¿De qué rayos le estaba hablando?

—Y, bueno yo también he notado tus miradas, y las sonrisas que me dedicas, junto a aquellas palabras e historias que me cuentas.— Gilbert estaba seguro que su cara en estos momentos valía oro.—... Sé que puede ser atrevido de mi parte, y lo siento muchísimo, pero creo que ya es hora de pasar al siguiente paso, ¿comprendes?

No.
Claro que no comprendía en absoluto.

—Winifred, no...

Ella alzó sus manos, impidiéndole seguir. Carraspeó, para continuar hablando.

Gilbert se levantó de su asiento, y comenzó a caminar hasta la pared de la consulta, con una de sus manos sujeta en la cabeza.

Esto estaba mal.

—Gilbert, por favor, escucha tú primero. — Dijo a sus espaldas, él sentía que la mirada de ella lo quemaba.— Yo sé que a nuestra relación le falta un poco de... maduración, sí, pero ambos somos perfectos el uno para el otro, lo sabes, y...

Él no quería seguir escuchando, no soportaba lo que decía. Era como si su voz estuviera taladrándole los oídos.

—Y yo estoy dispuesta a hacer de nosotros algo maravilloso, fructífero, perfecto... ambos seríamos la pareja perfecta, Gilbert. Tú lo sabes.

—No, Winifred, te equivocas. — Soltó él, por primera vez. Su voz salió ronca, sus brazos aguantaban su peso mientras él los tenia a cada lado del recibidor. —Nosotros no seríamos la pareja perfecta, no lo somos.

Sintió como ella suspiraba a sus espaldas, como si le hubiera contado algo absurdo, algo cómico.

Una mano en su hombro lo sobresaltó, acompañada de un ligero apretón, hizo que volteara el rostro.

Ella lo miraba a su derecha, tenia los ojos brillantes, como si un millón de chispas flotaran dentro de ellos.

Negó con la cabeza, y la mano que estaba en su hombro pasó hasta su cuello.

Gilbert quedó congelado en su lugar. Solo tragó saliva fuertemente, con el ceño fruncido y los labios entreabiertos.
No entendía nada.

—Solo estás confundido, Gilbert— Le dijo ella, casi en un susurro. — Tienes que entender, ambos estamos listos para llevar esto que tenemos a el siguiente paso, ¿sí?
Piensa en todas las oportunidades juntos, tú estudiando, estudiando de verdad, en un lugar a tu altura... Mi familia, mi padre, él te puede dar eso, imagínalo, tú sueño... — Gilbert no sostenía su mirada, los ojos se le habían perdido en el antiguo papel mural, y la cabeza le daba vueltas.
—... La Sorbona, Gilbert

Y su cerebro hizo click.

—¿Qué?

Preguntó rápidamente, al mismo tiempo que notaba lo estúpidamente cerca que la chica se encontraba de él.

Con un movimiento delicado, pero seguro, tomó la mano que ella tenía en su cuello y se alejó un paso.

Winifred parecía estar en una nube, sin darse cuenta del claro rechazo que él intentaba enfatizar.
Ella solo lo siguió mirando, mientras esbozaba una sonrisa, y soltaba un suspiro.

—¡Sí! Sí, la Sorbona, Gilbert, allí está tu sueño, a solo un paso, nada más. —

—¿U-un paso?... ¿un paso?

Su cabeza daba vueltas.
Ahora todo tenia menos sentido que antes.

No lograba hilar las ideas, Winifred se estaba confesando ante él, hablándole sobre una relación y ahora salía con esto... Nada tenia sentido.

—Un paso, juntos.

Ni siquiera tuvo tiempo de pensar una respuesta.

Winifred estaba casi encima suyo, le había tomado de los hombros, y sostenía su rostro cerca de ella, uniendo sus labios en un incómodo beso.
Le estaba besando.

¿Porqué le estaba besando?

••

Aaah!! holaaa!!

PERDÓN

perdonen mi ausencia, mis hermosxs, lo lamento muchísimo, enserio que lo hago.
Me siento muy culpable por no haber subido capítulo antes, lo siento 😞

No tengo palabras para agradecer sus comentarios y votos en la historia, cuando empecé nunca creí que iba a gustar tanto y que la tendrían en sus bibliotecas, que fueran tan pacientes conmigo y las actualizaciones!!!

Lo otro, quería aclarar que haré cambios en relación a el desarrollo de la serie y esta Fic, por lo que no se extrañen si hay escenas que no son de la original y así, es todo para darle más alma y desarrollo a la historia.

Les quiero un montón
Y les agradezco

Trataré muy fervientemente de subir más seguido, lo digo de corazón.

Mucho amor para ustedes y para el 2023.

Les ama, C 🫂

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