Quiéreme. (Kuroken)

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"El amor es frustrante y agotador... Especialmente cuando es imposible, en todas las relaciones hay un punto... More

Capítulo 1. A la caza de un corazón herido.
Capítulo 3. Campamento five lakes.
Capítulo 4. Vuelta al pasado.
Capítulo 5. Hiérete, sáname.
Capítulo 6. Caos.
Capítulo 7. Dulce egoísmo.
Capítulo 8. Redención.
¿Nuevo capítulo?

Capítulo 2. Amor inolvidable.

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La enfadada voz de Kuroo comenzó a escucharse en toda la habitación, resonando en los oídos del pequeño cada palabra que le decía, cada queja. Pasaron minutos reprochándose cosas el uno al otro “Jamás pensé que fueras así.” Incriminó el más alto, “¡Tú no eres mejor!” Contestó el otro, tratando de salir del paso como podía, pero ciertamente no daba crédito a lo que sus oídos estaban escuchando. ¿Realmente le estaba juzgando por hablar con Oikawa? Al pensar eso soltó una risa nerviosa, le parecía increíble que, un chico que se acostaba con cualquier chica guapa, le estuviera recriminando el simple hecho de hablar con un chico que, hasta el momento, había sido muy agradable y considerado con él. Las últimas palabras que Kuroo dijo ese día se clavaron como fuego en su corazón “Me has decepcionado.” Dijo con una mirada llena de rabia. Kenma sintió como su corazón se paraba en ese mismo instante ¿Decepción? Eso es lo que sentía él cada vez que le veía irse con alguien que había conocido hacía apenas cinco minutos o cada vez que le decía que no podía quedar porque alguna chica le había llamado. Eso sí era verdadera decepción.

“Vete.” 

Tras esa orden en la habitación se hizo el silencio más doloroso que nunca Kenma había tenido que sufrir. Esa tregua de gritos se rompió cuando un fuerte portazo anunció que la discusión había acabado. Nada más irse Kuroo, el rubio se tumbó encima de la cama, estaba exhausto por la pelea pero su cuerpo aún tenía la fuerza suficiente como para hacer que de sus ojos color ámbar brotasen lágrimas de rabia. En ese momento no pudo pensar en otra cosa que no fuera en todo el odio que creía que Kuroo le tenía.

Pasaron las horas y ninguno de los dos cedía ni un solo milímetro, eran las 2 de la mañana y a pesar de que al día siguiente tenían clase ninguno de los dos podía caer en los brazos de Morfeo, la ira, la rabia y la pena que inundaban sus corazones impedían que pudieran tranquilizarse y dormir aunque fueran cinco horas. Kuroo estaba tumbado encima de su cama, dando toques con un balón de volleyball, el sonido de sus yemas golpeando la bola cesó cuando en una de esas levantadas, al caer el balón, lo sostuvo entre sus manos. En el fondo sabía que el que hubieran discutido era en gran parte culpa suya, se había puesto hecho una furia y ni siquiera le había dejado hablar. “Debería llamarle.” Pensó agarrando el teléfono, pero en ese momento se dio cuenta de las horas a las que estaba despierto y optó por mandarle un mensaje. Al entrar en el WhatsApp vio que el rubio estaba en línea. Sin perder un solo segundo se dispuso a mandarle un mensaje.

Enviado a las 2:19

Oye Kenma, siento lo de antes.

Recibido a las 2:21

Yo también lo siento.

Dos mensajes bastaron para que Kuroo pudiera conciliar el sueño, pero a unos metros de su casa había otro chico que no podía hacerlo. Kenma había llegado a un punto en el que ese amor no correspondido le estaba matando por dentro, ahogándole en silencio. Necesitaba olvidarle, necesitaba pasar página, no quería seguir hundiéndose día sí y día también.

*  *  *

“¿De qué querías hablarme?” Preguntó Oikawa, a un chico de pelo negro algo más bajito que él, aparentaba tener unos 13 años.

“Yo… Creo que te quiero Oikawa-san…” Dijo mientras se giraba hacia él, dejando ver un rostro que, a cualquiera que estuviera informado sobre futuros levantadores estrella, le sería familiar.

“¿Qué estás diciendo Tobio-chan?” El corazón de Oikawa comenzó a latir con rapidez, no daba crédito a lo que estaba escuchando.

“Digo que…” El pequeño hizo una pausa antes de continuar con lo que estaba diciendo. “Digo que me gustaría tener una relación seria contigo, Oikawa-san.”

 

Oikawa se despertó con la respiración agitada, el corazón latiendo a mil por hora y el cuerpo cubierto en sudor, había sido todo un sueño, pero no del todo, eran los recuerdos de un día que sin lugar a duda el castaño nunca iba a poder olvidar.

Por lo visto, esa noche iba a serle imposible volver a conciliar el sueño con normalidad.

* * *

Las clases del día siguiente transcurrieron con normalidad, a ojos ajenos  no había indicios de que hubiera sucedido algo malo entre Kuroo y Kenma, era como si nunca hubieran discutido, pero en el fondo para uno de los dos no era así. El rubio se pasó todo el día con un nudo en garganta y estómago, puede que Kuroo ya hubiera superado esa pelea, pero él no. Sin duda, lo que peor llevaba era ver como Kuroo se ponía a tontear con cualquier chica mona de la clase. “Hipócrita.” Pensaba una y otra vez el pequeño. Hipocresía en pleno significado de la palabra, Kuroo se llenó la boca el día anterior con palabras sobre moralidad y sobre cómo Oikawa era un maldito pervertido, pero al día siguiente él hacía exactamente lo mismo que criticaba en el castaño. Al acabar las clases salieron juntos pero con ellos caminaba una de las “chicas” de Kuroo, él las llamaba así, mis chicas.

Si tan solo pudiera darse cuenta de lo solo que se siente realmente, si tan solo pudiera darse cuenta de que no importa en cuantas camas esté, al no ser las correctas nunca le saciarán.

Lo que ninguno de los dos podría esperarse era que a la salida estuviera el principal motivo de la discusión del día anterior. Oikawa esperaba paciente en la entrada, a su alrededor había varias chicas comentando en voz baja lo guapo que era ese chico que había aparecido de repente en la puerta de su instituto. A lo lejos comenzó a ver una cabellera rubia que caminaba hacia él, unos pasos detrás del chico había otro, pero este mucho más alto, que como no, iba acompañado.

“Ya vienen.” Pensó mientras su mirada y la de Kenma se encontraban por primera vez en ese día. Oikawa corrió hacia él, eso sí, sin perder un ápice de esa aura que siempre llevaba consigo de puro ego y genialidad.

“¿Oikawa?” Preguntó Kenma extrañado.

Mientras ambos chicos comenzaban a hablar, Kuroo ni siquiera se había dado cuenta de que ese chico había venido a buscar a Kenma, pero no tardaría mucho en percatarse de ello. Una voz conocida provocó que se girara y por fin se diera cuenta de con quién estaba hablando su amigo.

“¿Qué haces aquí?” Preguntó con agresividad, acercándose hacia el lugar donde ambos chicos estaban hablando. Su cara mostraba perfectamente el odio y la rabia que le guardaba. Probablemente ni él mismo era consciente de por qué había nacido en su interior toda esa furia, hacia un chico que, en circunstancias normales, con toda seguridad, en el peor de los casos, solo le hubiera parecido algo chulo y vanidoso. Tras decirle en tono retador que había venido a buscar a Kenma sintió como si su corazón pudiera arder de pura ira de un momento a otro. “Vete de aquí, Kenma no necesita a un cerdo como tú.”

“Creo que no te das cuenta.” Dijo mientras soltaba una pequeña risa. “Te lo voy a explicar, el que sobras, eres tú.” Tras decirle eso, pasó el brazo por encima del hombro de Kenma, haciendo que, aunque fuera mínimamente, sus mejillas se pusieran algo rojas. Probablemente era porque no estaba acostumbrado a que alguien mostrase tal interés en él.

Kuroo agarró a Oikawa de la camiseta y le empotró contra un árbol. Sus ojos le fulminaban con la más cruda rabia, no soportaba que le tocase, que estuviera cerca de él, ni siquiera que compartiera el mismo oxígeno que el rubio respiraba. “¡No le toques bastardo!”

Oikawa le devolvió la mirada con la misma intensidad que Kuroo había puesto en la suya. “Si fuera eso sólo lo que le voy a tocar.” Dijo en voz baja, lo suficientemente alto como para que el azabache pudiera escucharlo, pero sólo él.

Se hizo un silencio momentáneo, silencio roto por la risa de Kuroo. En ese momento no se pudo contener más y explotó, dándole un puñetazo en la cara que le iba a dejar un moratón que le duraría semanas. “Hijo de puta.” Dijo volviendo a levantar el puño para darle otro golpe, pero una mano le agarró el brazo, la misma mano que le apartó del castaño para que no le pegase más.

“¿Te has vuelto loco?” Exclamó Kenma. Tras decir eso posó la mirada en Oikawa, estaba preocupado porque acababa de recibir un puñetazo que bien podría ser de un boxeador de primera. Al mirarle se dio cuenta de que parecía algo mareado, en menos de dos segundos tuvo que sujetarle del hombro porque parecía que se iba a caer de un momento a otro. Oikawa de nuevo pasó su brazo izquierdo por encima del hombro del menor, no estaba especialmente mareado, pero ver a Kuroo tan jodido porque Kenma se preocupase por él hacía que incluso su cara dejase de dolerle.

Kuroo no podía dejar de mirarles, apenas podía creerse lo que estaba viendo, a su parecer Kenma estaba prefiriendo a Oikawa antes que a él, pero eso no era así, no del todo.

“¿Sabes qué? Haz lo que te venga en gana.” Dijo mientras se daba la vuelta para irse. Cogió a la chica de la mano y se fue con ella. Una vez más, el rubio notó ese nudo en la garganta que casi no le dejaba ni respirar, era tan duro ver eso, verlo cada día.

Cuando ya no pudo ver la silueta de Kuroo a lo lejos se giró hacia Oikawa, tenía la cara bastante roja, justo donde había recibido el golpe, necesitaba ponerse hielo o se le hincharía. “Siento que te haya golpeado...”

“Iwaizumi-san me pega más fuerte, estoy acostumbrado.” Dijo riéndose, pero al hacerlo puso un leve gesto de dolor. Tener sentido del humor no quitaba que su cara le doliera más que nunca.

“Déjame que te lleve a mi casa… Debemos mirarte el golpe y ponerte hielo…” Cuando acabó la frase Oikawa le agarró de la mano.

“¿Puedo darte la mano? Es por si me mareo, claro.”

“Puedes… hacerlo…”

Su cara mostraba toda la vergüenza que estaba sintiendo, pero en el fondo estaba algo triste, siempre había soñado con que un día escucharía esas palabras “¿Puedo darte la mano?” Pero pensaba que saldrían de la boca de Kuroo, en ese momento creyó darse cuenta de que realmente sus sentimientos nunca iban a ser mutuos, que nunca iba a ser sostenido como quería, que nunca, nunca, iba a poder llegar a ser feliz con la persona a la que amaba.

Que jamás Kuroo iba a quererle como quería.

*  *  *

Kuroo caminó con la chica en completo silencio, no tenía humor de hacer nada, estaba demasiado enfadado, demasiado furioso. Ella trataba de hablar de cualquier cosa pero él o no la contestaba o la contestaba con monosílabos. Ambos llegaron al metro, el camino se bifurcaba en dos, la vía de la izquierda les conduciría a la casa de ella, pero por otra parte, el camino de la derecha, tras un largo recorrido le llevaría a casa de un amigo, al que en ese momento necesitaba ver más que a nadie.

“Katie... No puedo ir a tu casa, para serte sincero no tengo ganas.” Dijo con seriedad. La chica se giró extrañada, ya llevaba un rato bastante molesta por el poco caso que la estaba haciendo y ahora la decía eso. Es más, podría decirse que su paciencia era nula y él la había sobrepasado.

“¿Qué me estás queriendo decir?” Preguntó con tono chulesco. “Mira, vete a buscar a tu novio y arreglarlo en la cama o algo, pero a mí no me vuelvas a llamar.”

Se dio la vuelta y se fue protestando sobre lo idiota que era. Kuroo se quedó parado, con inmensa sorpresa en su rostro ¿Había dicho novio? Era la primera vez que alguien decía algo así de Kenma y él. “¿Novios? Ya claro, menuda tontería… No es posible…” Pensó, sin poder evitar que un tímido rubor inundase sus mejillas.

Tras dos horas de metro y andar, llegó a una casa enorme con jardín, en este había una red de volleyball. Kuroo llamó al  telefonillo y acto seguido la enorme puerta metálica que impedía el paso se abrió. “Pasa ya, idiota, que se va a escapar el perro.” Dijo una voz desde el otro lado del telefonillo. El azabache por fin entró dentro de la casa, que por dentro tenía los mismos lujos que por fuera. Subió las escaleras y entró dentro de la habitación en la que su amigo se encontraba.

“Bienvenido a casa, amo.” Dijo un chico muy alto, de pelo blanco y cejas anchas. Estaba tumbado encima de la cama sin camiseta y con un sujetador.

“Si te viera Akaashi.” Suspiró llevándose las manos a la cabeza. “No estoy de humor, vístete anda.”

En ese momento se dio cuenta de que algo le pasaba a su amigo, su reacción no había sido normal. Bokuto se  vistió en condiciones y se sentó a su lado en una de las sillas de su habitación. Tras preguntarle qué es lo que había pasado el gesto de Kuroo tornó algo triste.

“Oikawa se está ligando a Kenma y le he pegado un puñetazo.” Dijo clavando sus negros ojos en la mirada de su compañero, que cómo no, le miraba sorprendido. “Kenma no puede salir con alguien como él, ¡es un golfo!”

“¿Oikawa? Yo oí algo el otro día de él, me dijeron que tenía algo raro con Kageyama, el levantador del equipo de ese pelirrojo hiperactivo. Kageyama le pidió salir y este le dijo que no, pero yo he visto como le mira. A Oikawa le gusta y no poco.”

Kuroo soltó una risita de satisfacción. “Así que Kageyama eh…” En su cara se dibujó una sonrisa, creía empezar a tener idea de qué hacer con ese fastidioso castaño.

*  *  *

Kenma y Oikawa habían llegado a casa del rubio, ambos estaban sentados encima de la cama del menor. El castaño sujetaba una bolsa de hielo en su mejilla derecha, el golpe todavía le dolía bastante.

“Te duele mucho… ¿Verdad?” Preguntó con pena, viendo como el rojo que antes inundaba la mejilla de Oikawa había comenzado a ponerse de un tono morado.

“La verdad es que sí…” Contestó mirándole a la cara, pudiendo ver que tenía unos preciosos y singulares ojos amarillos. “Pero esto hay algo que puedes hacer para que me sienta mejor.”

“¿El qué?” Preguntó extrañado.

“Besarme.”

Oikawa apoyó sus labios en los de Kenma, provocando que se pusiera completamente rojo, ese era su primer beso. Al principio no le correspondió, pero a los pocos segundos dejó entrar en su boca la lengua de Oikawa, comenzando un beso mucho más profundo y sensual. Lo que ninguno podía imaginarse era que ambos estaban pensando en otro hombre, Oikawa no podía dejar de pensar en Kageyama y en cuánto le gustaría que esos labios que estaba besando fueran los suyos. Por otra parte, de la cabeza de Kenma no salía la idea de que nada podría hacerle más feliz que Kuroo fuera el que estuviera sosteniendo su cabeza con delicadeza mientras se fundían en un tierno beso.

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